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El compromiso

Kokuyo estaba sorprendido y un poco molesto por la respuesta de Lord Senku a su carta.

—¡¿Dice que quiere esperar un año antes del matrimonio?! ¡¿Y se ha ido a Francia sin siquiera dignarse a visitar el palacio?! —Apretó la carta en su puño, mirando furiosamente a Lillian y su esposo, que solo sonrieron con resignación.

—Con todo respeto, rey Kokuyo, mi hijo está sumamente feliz por este matrimonio. —Byakuya sonrió nerviosamente mientras alzaba las manos—. De verdad, como puede ver en la carta, acepta y dará lo mejor de sí, pero por el momento quiere seguir con sus viajes aunque sea por un año más antes de asentarse en Akari.

—¡Es evidente lo que quiere! ¡Divertirse y perder el tiempo en burdeles franceses antes que ser un hombre, casarse y tomar responsabilidades!

—Eh, no. —Byakuya y Lillian negaron con la cabeza—. Senku no es así.

—¿Qué?

—Mi hijo no es ese tipo de hombre, majestad. —Byakuya sonrió confiado—. Todo lo que busca con estos viajes es aprender más y ser un hombre más sabio y adecuado para ser el rey de Akari. Cuando le llegué el momento de hacerse cargo, se dedicará enteramente a ello con todo su corazón.

—Además, piénsalo Kokuyo. Ambos son muy jóvenes, más Senku que no hace mucho cumplió quince años. Y Ruri apenas se ha recuperado de su enfermedad, ambos merecen un poco más de tiempo para sí mismos antes de casarse y gobernar el reino.

—Mmm… —Cerró los ojos solemnemente—. Veo lo que dices. Ruri está cerca de cumplir diecisiete años… en ese caso y teniendo en cuenta lo que ha hecho por nosotros, su hijo Senku tendrá el año que quiere, pero luego debe quedarse aquí en el palacio para convivir con Ruri y se casarán después de que ella cumpla los dieciocho.

Byakuya y Lillian compartieron una sonrisa.

—¡Como ordené, majestad! —Hicieron una reverencia y se marcharon de la sala del trono.

—Es una pena que no pueda conocer a la princesa Ruri ahora. —Byakuya hizo pucheros—. Me hubiera gustado saber cómo es la futura esposa de mi hijo.

—Desde que se recuperó ha insistido en salir más fuera del palacio, y su padre está tan feliz por verla sana que se lo permite, aunque con guardias claro. Es una pena que no estuviera aquí ahora, pero sabes que no podemos quedarnos.

—Sí, tenemos nuestras propias tierras de las que encargarnos. —Suspiró—. Bueno, ya habrá tiempo. ¡Pero por mientras puedes hablarme más de ella así tengo más excusas para escribirle a mi hijo!

—Lo haré, lo haré. —Rió encantada, antes de ponerse seria—. Sabes… de verdad espero que ese matrimonio funcione. Ambos se merecen ser felices.

—¿Crees que lleguen a enamorarse? —preguntó Byakuya con evidente preocupación paternal.

—Bueno… Ambos son inteligentes y… y… y muy amables, en el fondo en el caso de Senku… ¡pero estoy segura de que se llevarán bien!

—Eso no fue lo que pregunté... —Byakuya volvió a hacer pucheros.

—Vamos, estoy segura de que todo saldrá bien. —Le palmeó el hombro cariñosamente—. Al menos ninguno tiene algún otro tipo de interés amoroso, así que nunca pierdas la fe en que podrían llegar a enamorarse.

—Sí… sí, es posible. ¡Muy bien, tendré fe en este matrimonio!

Después de todo, Senku definitivamente no tenía interés en el romance y Ruri tampoco había encontrado a alguien que le llamará la atención, así que todo debería estar bien y podrían tener una oportunidad a futuro… ¿verdad?...

.

Ruri sonrió inmensamente al ver a Chrome llegar a su punto de encuentro con su caballo, y cuando aceptó su mano para que la ayudará a subir su corazón se desbocó por completo y su rostro enrojeció al estar sentada frente a él, con sus brazos a su alrededor.

Ella nunca antes había creído que tanta alegría fuera posible… este sentimiento de calidez en su pecho era completamente nuevo. Y ahora se preguntaba cómo era posible que antes hubiera vivido sin conocer la verdadera felicidad.

Estaba sana, en compañía de un hombre maravilloso y en camino a ver a su hermanita. ¿Quién sabría lo bella que podía ser la vida? Ruri nunca lo habría pensado. Aparentemente los libros que leía no exageraban la magnitud de los sentimientos.

Nada podría arruinar su felicidad.

—¡Ruri-nee! —Cuando llegó con Kohaku, ella la recibió con una abrazo que la hizo sentir aún más alegría—. No viniste ayer, nos tenías preocupados.

—Lo siento, hubo un cambio de guardias y me costó convencerlos de dejarme sola en la biblioteca del centro. Tuve que quedarme para asegurarme de que acatarían la orden de no entrar aunque se hiciera muy tarde. Afortunadamente no lo hicieron así que hoy sí que escape por la puerta trasera y estoy mucho más tranquila.

—Eres muy cautelosa, eh. —Chrome rió alegremente mientras le regresaba el caballo a Kaseki.

—Tengo que serlo, no puedo dejar que nadie me descubra aquí. —Retorció sus manos con nerviosismo.

—No te preocupes, Ruri-nee, todo saldrá bien. —Kohaku volvió a abrazarla, quitándole toda angustia—. Has sido muy precavida todo este mes y lo sigues siendo, confía más en ti.

—Sí… Tienes razón. —Asintió felizmente—. Bueno… ¿quieren que les preparé más pudín? Traje los ingredientes del palacio. —Alzó su canasta que le había dicho a sus guardias eran para "llevar libros".

—¡Eres la mejor, Ruri-nee! —Kohaku aplaudió alegremente mientras Chrome brincaba en su sitio de la emoción y Kaseki la invitaba a usar su cocina otra vez.

Tantas clases de cocina habían valido la pena, aunque nunca la dejaran cocinar en el palacio.

Luego de comer, Chrome y Kaseki se pusieron a trabajar y Kohaku y Ruri fueron al río.

La menor se metió a nadar, mientras que Ruri se quedó en la orilla haciendo una corona de flores.

—¡Vamos, tienes que entrar alguna vez! —Kohaku le salpicó un poco de agua a modo de broma—. ¡Dijiste que sabes nadar!

—Sí, pero no traje un cambio de ropa y de todos modos no podría volver con los guardias con un vestido distinto. —Negó con la cabeza, pero sin perder su sonrisa.

—Entonces puedes volver a escaparte como hacías antes ¿no? Desde el palacio, por el pasadizo secreto o lo que sea. Chrome de todos modos te esperará en el lugar de siempre. —Ante esas últimas palabras, Ruri bajó la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa, con el rostro enrojecido.

Notó a Kohaku sonreír con ojos entrecerrados y las cejas arqueadas y su sonrojo solo empeoró.

—¿Q-qué?... —Apartó la mirada.

—No creas que no me doy cuenta… —Salió del agua y se colocó una manta encima de los hombros—. No sé mucho del romance, pero ustedes se miran igual que mis tíos. Asquerosamente enamorados. —Rió de buena gana, pero entonces su gesto decayó—. Aunque bueno… ellos realmente no son mis tíos…

Ruri luchó por bajar su rubor antes de tomar aire y abrazarla por los hombros, colocando una mano amorosamente sobre su cabeza, cuidando no empaparse para que los guardias no noten nada pero sin poder resistir el impulso de abrazarla.

—Vamos… Intenta ponerte en su lugar. No podían desobedecer al rey y de todos modos te criaron con todo su amor. Estoy segura de que si los perdonarás te sentirías mucho mejor.

—Eso quiero… —admitió, sorprendiéndola—. Pero es difícil… no sabría qué decirles. Aunque es cierto que los extraño.

—Solo sé sincera. O bien puedes dejar que ellos hablen primero, pero ve con ellos. —Acarició su cabello cariñosamente—. Estoy segura de que todo será mejor cuando los tengas de frente.

Kohaku tragó saliva y asintió.

—Tienes razón, iré esta noche… Quiero decir, ha sido divertido vivir con Chrome y Kaseki y ayudarlos en la herrería, pero extraño a mis tíos… ayudarlos en la granja, entrenar con Jasper y comer los postres de Turquoise… Ja, incluso la extrañó regañandome. —Se envolvió más en la manta—. Quiero volver.

—Tienes mi apoyo —aseguró, dándole otro abrazo.

Pasaron el resto de la tarde juntos hasta que Chrome llevó a Ruri al punto de encuentro para que pudiera volver a la biblioteca.

La ayudó a bajar del caballo y, como en cada ocasión, sus rostros acabaron muy cerca y ambos se sonrojaron y se apartaron rápidamente.

—¿Nos veremos mañana? —preguntó él con cierto nerviosismo que le pareció adorable.

—Claro, esta vez vendré directamente del palacio sin mis guardias. Aunque no podré traer más ingredientes para postres.

—Bueno, tú eres mejor que cualquier postre —dijo sin pensar, solo para congelarse y sonrojarse tanto como ella—. ¡Q-quiero decir… adiós! —De inmediato se subió al caballo y se alejó con el rostro humeando.

Ruri sonrió, con su corazón latiendo acelerado una vez más.

Definitivamente, nada podría arruinarle esta alegría.

.

Esa noche, Kohaku regresó a casa de "sus tíos".

Después de su pelea y que se marchará a casa de Kaseki, habían intentado ir a disculparse varias veces, pero en todas esas Kohaku los rechazó y de mala manera. Pero después de mucho reflexionar y hablar con su hermana se dio cuenta de que no tenían la culpa.

Todo era culpa del rey Kokuyo.

Nunca podría llamar a ese hombre su padre… pero sus tíos, aunque no tuvieran lazos de sangre y aunque le habían mentido, aún así eran las personas que la criaron, y ella no era malagradecida ni tonta como para no saber que la amaban. Y los amaba también.

Por eso, cuando golpeó a su puerta y Turquoise de inmediato estalló en llanto y se lanzó a abrazarla, Kohaku devolvió el abrazo, al que Jasper se unió rápidamente.

Turquoise le preparó su comida favorita mientras hablaban.

Le pidieron disculpas y admitieron que no tenían pensado decirle la verdad porque era una orden del rey.

—Él nos pide un informe de ti cada tres meses —confesó Jasper—. Nos envía dinero una vez al mes, una cantidad muy grande. Quiere que gastemos en todo lo que necesitemos y que el resto lo ahorremos para que vivas cómodamente.

—Su plan era que nunca te enteraras, pero que llegaras a casarte y tener una vida feliz con un buen esposo y con suficiente dinero para que nunca pases hambre y tengas algunos lujos —explicó Turquoise con tristeza mientras servía la cena—. Él también quería comenzar a enviar pretendientes en cuanto cumplieras dieciséis si es que tú no habías encontrado a nadie.

Kohaku bufó, aunque el buen aroma de la comida le impidió enfadarse del todo.

—¿Quién se cree? Me abandona y quiere meterse en mi vida… Me repugna. —Suspiró—. Bueno, realmente no me importa. No quiero hablar de él.

—¿Entonces qué harás? —preguntó Jasper con curiosidad—. ¿Vas a reclamarle? ¿O quieres que le digamos que te dejé en paz?

—No… No quiero tener nada que ver con él pero no puedo dejar que descubra la verdad o podría perjudicar a Ruri-nee. —Se llevó una mano a la barbilla—. ¿Podrían mentirle para que siga creyendo que no sé nada, verdad? Quiero decir, ya que son buenos mintiendo… —no pudo evitar reclamar un poco. Ellos se vieron tan culpables que de inmediato decidió retractarse—. Lo siento… Eso ya no me importa. Quiero volver a casa y quiero a mi hermana así que… ¿Podrían hacerlo por mí?

Jasper y Turquoise intercambiaron una mirada, antes de sonreír y asentir, dejando a Kohaku muy feliz.

Decidieron no decirle que, si el rey alguna vez los descubriera, podría sentenciarlos a muerte o encerrarlos de por vida.

Al día siguiente, Kohaku desayunó con sus tíos y los ayudó en la granja antes de ir a la herrería para ver a su hermana que siempre llegaba a alrededor de esas horas.

Esta vez, Ruri vino con un cambio de ropa.

Kohaku de inmediato invitó a Chrome a ir al río con ellas.

—¡¿Q-qué?!... Pero… ¿no es… m-mal visto el…?... Ya sabes... —Ruri no dejó de tartamudear mientras Chrome intentaba escapar, sin embargo Kohaku los tomó de la muñeca y los arrastró a ambos al río sin querer escuchar sus peros.

A pesar de la vergüenza inicial de los dos tortolitos, acabaron divirtiéndose mucho en el río.

Kohaku nadaba increíblemente rápido y los salpicaba de agua todo el tiempo, haciéndolos reír en medio de sus conversaciones sentados a la orilla. Finalmente los arrastró a ambos al agua y jugueteó en el río con su hermana mientras Chrome iba a rodear la orilla para subir al monte y saltar por la pequeña catarata. Ruri pareció preocupada, pero los tres acabaron riendo luego de que Chrome cayera bien, aunque llenándose de algas al emerger desde el fondo del río.

Mientras Kohaku seguía nadando y sumergiéndose, Chrome y Ruri dieron un paseo a través del río, mirando a los peces nadar entre sus pies.

De pronto, algo brillante llamó la atención de Chrome y se inclinó para sacar una gran roca llena de brillantes cristales rojos.

—¡Estos son cristales muy bonitos! Creo que Kaseki podría usarlos para decorar alguna espada y venderla a un precio más elevado de lo usual. ¡Eso nos ayudaría mucho!

—¡Increíble, Chrome! —Kohaku alzó un puño en señal de apoyo.

—Espera… —Ruri acercó mucho su rostro a la roca, examinándola con ojo crítico—. Creo que hay una posibilidad de que esto sea… cinabrio. P-por lo que he leído, esta piedra puede ser muy valiosa. Creo que puedes conseguir oro o plata de ella, aunque no estoy tan segura. —Sonrió tímidamente—. Si Kaseki la vende en un pueblo vecino o al palacio a algún conocedor, estoy segura de que le darán mucho dinero.

Kohaku y Chrome la observaron con los ojos muy abiertos.

—¡Vaya, Ruri-nee, eres maravillosa! —Kohaku alzó las manos, emocionada.

—Wow… —Chrome la miró fijamente, con los ojos brillantes.

Ruri le devolvió la mirada y su rostro se sonrojó de inmediato. Quiso apartar la mirada por su timidez, pero de alguna forma no pudo hacerlo. Los dos se quedaron con la vista fija en el otro, sin decir nada, sintiendo el agua en sus pies y la brisa en sus cabellos, pero solo centrados en el otro y en nada más.

Kohaku se arrodilló en el agua y se cubrió la boca con las manos, sin querer hacer ni un solo sonido para no interrumpir el momento.

Los observó maravillada y conmovida, sintiendo una sonrisa florecer bajo sus manos.

Las historias románticas que su tía le contaba de niña siempre le parecieron aburridas y hasta tontas, pero ver de frente algo tan puro como el amor era… mágico. Tal como en esos cuentos de hadas y princesas.

Y una pequeña, minúscula parte de ella se preguntó si alguna vez podría sentir algo así…

Aunque rápidamente apartó ese pensamiento y se concentró en la pareja frente a ella, misma que ahora estaba casi imperceptiblemente más cerca…

Se preguntó si presenciaría un beso y si debería intentar salir disimuladamente para dejarlos a solas, pero entonces una brisa fría sopló y ambos se estremecieron, finalmente saliendo de su ensoñación.

De repente ambos recordaron que ella seguía allí y se sonrojaron hasta las orejas, haciéndola reír.

Decidieron que ya era hora de salir porque Ruri al no haber salido con guardias no podría quedarse mucho tiempo antes de que alguien la buscará en el palacio.

Después de comer un pequeño almuerzo rápido, Chrome finalmente llevó a Ruri a su punto de encuentro.

Cuando la ayudó a bajar del caballo, de nuevo acabaron demasiado cerca y de nuevo les costó apartarse y aparentar normalidad.

—¿Te veré…?... Quiero decir, ¿te veremos mañana? —preguntó él con una mano en la nuca, evitando mirarla.

—Por supuesto. —Sonrió dulcemente.

Después de un par de incómodos minutos de los dos revolviéndose en sus sitios sin saber qué decir, se despidieron y Chrome volvió a la herrería, mientras que Ruri a su palacio.

Planeaba cenar en el jardín como era su costumbre desde que estaba sana, pero esa tarde su padre le pidió cenar juntos.

Normalmente Ruri siempre cenaba antes, pero su padre le pidió específicamente que debían cenar juntos esta vez.

Y cuando descubrió la razón… sintió como si su corazón pudiera romperse y derrumbarse hasta acabar hecho polvo.

—Finalmente te he conseguido esposo —informó su padre con orgullo—. Es el hombre que te salvó, el hijastro de Lillian. Lo consideró adecuado para ser rey. Se casarán después de que cumplas dieciocho años.

Ruri, como muy pocas veces en su vida, quiso quejarse. Protestar, gritar, llorar… pero no hizo nada.

Se quedó callada, conteniendo las lágrimas e intentando apartar los recuerdos de Chrome de su mente mientras asentía solemnemente, con sus ilusiones sobre amor completamente rotas.

Esa noche lloró hasta dormir. Aunque ya debería haber sabido que nunca podría estar con Chrome… pero de alguna forma, al haber experimentado tanta alegría como nunca antes, su corazón de alguna forma creyó que quizás podría tener un futuro junto a él.

Al día siguiente no tuvo ánimos de ir a ver a Kohaku, de tan mal que se sentía. Pero no quería preocuparla así que acabó yendo el día después de ese.

Sin embargo, aunque vio a Chrome esperándola en el punto de encuentro ya que ella les había dicho que volvería, se tragó la culpa y pasó de largo sin dejar que la viera.

Caminó todo el camino hasta las afueras de la ciudad, hasta la granja de su hermana.

La vio cortando leña y, apenas la notó ella sonrió enormemente y corrió a abrazarla. Eso alivió un poco su corazón, pero claramente no fue suficiente para acallar su tristeza. Y eso Kohaku lo notó al apartarse y notar sus mirada angustiada.

—¿Qué sucede, Ruri-nee? —indagó con preocupación.

Ruri quiso fingir que todo estaba bien, quiso sonreír y hacer como si nada pasara, pero en su lugar acabó derrumbándose en llanto.

Kohaku la abrazó hasta que se calmó y la llevó al río, sentándose ambas en la orilla, mirando a sus reflejos un buen rato hasta que Ruri finalmente le contó todo.

—Estoy muy agradecida con Ishigami Senku… realmente lo estoy… pero… —Las lágrimas parecían no cesar—. Pero yo…

—Amas a Chrome… —Kohaku la miró con profunda tristeza—. Lo sé… Y aunque también estoy agradecida con ese Ichiwa Benku o cómo se llame, ¡no tienes por qué casarte con él! ¡No es justo! —Se sentía como si ella también pudiera llorar.

Aparentemente la vida no era tan maravillosa y el amor de cuentos de hadas y princesas no siempre tenía un final feliz…

—Pero sí tengo que casarme. —Sonrió en medio de su llanto—. Mi padre ya le ha concedido mi mano… Su palabra es ley. Yo… yo no puedo escaparme de mi deber como una princesa. —Negó con la cabeza—. Pero está bien… de verdad está bien. —Tomó aire—. Es mi culpa por ilusionarme… Por mucho que ame a Chrome, mi deber como una princesa es casarme con alguien con un título. Alguien que pueda darle un buen futuro a Akari. Estoy enamorada de Chrome, lo amo como jamás creí que podría amar… pero es un herrero. Y yo una princesa. —Las lágrimas volvieron a escaparse—. Siempre fue imposible que estemos juntos. —Enterró el rostro en el hombro de Kohaku, llorándose la vida en cada lágrima.

Kohaku sintió un nudo apretarle la garganta.

¿Por qué? ¡¿Por qué el maldito rey tenía que arruinar todo?!

La abandonó y ahora estaba arruinando la vida de Ruri… ¡era tan despreciable que odiaba saber que era su padre de sangre!

Quizás que la abandonara fue lo mejor, así no estaría bajo su control, pero eso no la hacía sentir mejor, no con Ruri completamente bajo su poder.

Maldita sea… ¿de qué le servía tanta libertad si las personas que amaba sufrían?

Finalmente todos eran felices y ese maldito hombre tuvo que arruinarlo… y no había nada que ella pudiera hacer…

Miró con frustración sus reflejos en el agua, hasta que de repente una idea pasó por su mente y sus ojos se abrieron de par en par.

¿Realmente… no podía hacer nada?

—Ruri-nee… —la llamó con voz decidida—. Tengo una idea.

.

Diez meses después de haber curado a la princesa Ruri, Senku finalmente decidió que era hora de viajar al palacio y empezar a conocer los deberes que tendría y las tierras y recursos que pronto serían todos suyos para hacer lo que se le viniera en gana.

Una sonrisa malvada surgió en sus labios al pensar en todo el poder que tendría tan solo en unos cuantos meses.

—Quita esa cara, hijo. Vas a asustar a la princesa. —Su padre rió de buena gana sentado a su lado en el carruaje.

—Cállate. —Rodó los ojos.

—Realmente tendrás que ser cuidadoso, Senku. —Uno de sus guardias y amigo, Ukyo, sonrió con preocupación—. El rey Kokuyo es muy estricto y protector de su hija según lo que nos han comentado.

—¿Y qué? Ya ha esperado casi un año por mí, no puede cancelar el compromiso a estas alturas. —Hurgó en su oído con desinterés.

—Por lo que se dice, es un hombre temperamental e impulsivo —masculló Tsukasa, su guardia principal y también amigo cercano—. Deberás cuidar tus palabras.

—Ustedes son peores que las sirvientas. —Bostezó.

—¡Sí Senku dice que estará bien debe ser cierto! —Taiju, su mejor amigo que también se había convertido en su guardia recientemente, fue el único en no fastidiarlo con el asunto de la princesa.

—Es una pena que Lillian no haya podido asistir por el estado avanzado de su embarazo —murmuró Byakuya tristemente mientras bajaban del carruaje—. ¡Pero estoy feliz de finalmente conocer a mi futura nuera y madre de mis nietos!

—Estás diez billones de años demasiado adelantado, viejo. —Senku hizo una mueca de repulsión—. Apenas vas a tener un hijo, no me molestes con ideas absurdas de nietos. —Rodó los ojos.

—¡Pero podrían ser mejores amigos!

Senku decidió ignorarlo y se dedicó a contemplar el enorme palacio frente a él.

Oh, sí… ¡podría tener un enorme laboratorio en ese edificio absurdamente gigantesco!

Empezó a babear de solo imaginar todos los materiales que cabrían en una misma habitación, y viendo la forma y los materiales con los que probablemente estaba construido el edificio, ya empezó a planear remodelaciones y ampliaciones al palacio cuando se convirtiera en el rey.

—Senku, en serio deberías quitar esa cara o dudo que el rey te dejé acercarte ni a diez metros de la princesa. —Ukyo negó con la cabeza.

Él chasqueó la lengua, pero se mantuvo serio mientras su padre lo guiaba a la sala del trono.

Al llegar, se sorprendieron al ver al rey caminando de un lado a otro.

Senku alzó una ceja.

—¡Lord Senku! —El hombre se quedó quieto en su sitio, con rostro serio—. Es un honor finalmente conocer al hombre que salvó la vida de mi hija.

—Rey Kokuyo. —No se molestó en hacer una reverencia—. Agradezco su propuesta, estoy seguro que este matrimonio nos beneficiará a ambos.

—Solo te pediré que cuides de mi hija, y que seas un buen rey para Akari.

—Hablando de la princesa… ¿dónde está? —Byakuya miró con curiosidad a todas partes.

El rey se tensó en su lugar otra vez.

—Les ofrezco mis más sinceras disculpas… Ruri suele ser muy puntual. No sé por… —Calló cuando las puertas del lado izquierdo se abrieron de pronto.

—¡Caballeros… ante ustedes, su real majestad la princesa Ruri-sama! —anunció un guardia, antes de dejar paso a una joven rubia de mirada gacha, con un gran y pomposo vestido rosa y una corona de flores sobre su cabeza.

—Hija, ya era hora. —Kokuyo suspiró aliviado—. Lord Senku, ella es tu futura esposa.

Senku la miró desinteresado, pero ella se mantuvo con la cabeza gacha.

—Es… un honor —dijo ella finalmente, con su voz baja y apenas audible.

—Ruri… —El rey pestañeó aturdido—. Hija… ¿te cortaste el cabello?

La princesa se tensó en su sitio, alzando levemente la mirada por un momento, a lo que Senku pudo notar un poco de pánico en sus grandes ojos azules.

—Yo… quería tener un nuevo estilo a la hora de conocer a mi… mi prometido. Solo eso. —Apartó la mirada, todavía con voz baja, pero Senku pudo notar una pizca de mordacidad en su voz, y eso lo hizo alzar ambas cejas.

¿No que la princesa era una dulce y tímida chica pura según la mismísima Lillian? La idea de que no fuera así lo hizo sentirse levemente intrigado.

—Entiendo, hija. —Su padre se vio confundido—. Bueno… Lord Senku, imaginó que ya has venido preparado, ¿verdad?

—¿Eh? —No tenía ni idea de qué podría estar hablando, hasta que su padre le dio un codazo y señaló su bolsillo izquierdo—. Ah, sí. —Bufó.

Se acercó a la princesa, odiando que la tradición dictara que debían mantener las formalidades para que el compromiso cobrará validez.

Con cara de fastidio, se arrodilló frente a la princesa y sacó un anillo de plata, con un simple diamante coronándolo (vaya manera de desperdiciar una piedra tan útil), y pensó en las palabras que Lillian le había pedido (o obligado a) memorizar.

—Princesa… Prometo cuidar de ti y de este palacio, esta isla y sus habitantes, si tú me hicieras el honor de convertirte en mi esposa. —Cada palabra fue dicha con cantidades inmensas de sarcasmo en cada sílaba, pero pareció contentar al rey Kokuyo.

La princesa hizo una pequeña y muy disimulada mueca de incredulidad y desagrado, cosa que hizo a Senku contener una sonrisa divertida. Sin embargo, pronto le tendió su mano.

—Aceptó, Lord Senku —dijo todavía con voz baja.

Él tomó su mano, sorprendiendose al ver las pequeñas cicatrices aquí y allá a lo largo de sus manos y subiendo por sus brazos, pequeñas, pero allí estaban, y aunque su piel seguía teniendo cierta delicadeza y suavidad no parecían las manos de una delicada princesa…

Colocó el anillo y besó el dorso de su mano, antes de ponerse de pie y mirarla con ojos entrecerrados.

Ella pareció nerviosa y pronto apartó la mirada.

Senku frunció el ceño, pero entonces el rey Kokuyo anunció que tendrían un gran banquete para celebrar el compromiso.

La princesa pareció aliviada y de inmediato se alejó de él, pero Senku no le quitó los ojos de encima.

Ella ocultaba algo… y él era curioso por naturaleza, como todo buen científico.

Descubriría su secreto tarde o temprano, diez billones por ciento seguro.

Continuará...

Holaaaaaaaaaaaa :D

Bueno con este cap ya no tengo más caps guardados xD Aunq el siguiente está a medio hacer xP

Espero que esta historia les esté gustando!

Muchas gracias por todo su apoyo!

No olviden que los amo! ❤

Me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaa!

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