Capítulo 13
Tuve que caminar bastante para llegar al lugar que supongo fue nuestro aterrizaje, no estoy tan seguro por las pobres indicaciones de Zen pero reviso el perímetro para ver si tengo suerte. La nieve es molesta para caminar y los arboles blancos son todo lo que hay a la vista. No habrá mucho de donde sacar comida con tal naturaleza rodeando. ¿Habrá acaso algún pueblo cercano?
Debemos estar bajo varios grados cero pero mi cuerpo no lo resiente tanto, supongo que es parte de los beneficios de ser un Do. Camino mucho, pensando solamente en todo lo que hay que hacer, poner a Zen a salvo es lo esencial y si aquel sujeto sobrevivió, pronto sus cómplices sabrán que la princesa Ivanovic está desprotegida en un bosque invernal y no dudarán en atacar.
Un brillo me llama la atención entre tanta nieve y corro hacia él, cuando llego veo que algo resalta. Es el mango de mi espada, con las manos escarbo la nieve que oculta el resto y pronto la tengo en mis manos, está intacta por suerte. Giro mi cabeza buscando algo, debe haber algún animal salvaje por aquí que sirva de alimento. Con la espada en mano camino por varios minutos dentro del bosque, internándome lo más que puedo sin desorientarme.
Las hojas de los arbustos se agitan ligeramente, me tenso al escuchar aquello y aprieto el mango de mi espada, retorciéndolo con mi agarre. Contengo la respiración lo más que puedo y antes de que sus ojos se den cuenta de lo que pasará, ya estoy sobre él acuchillando su blando cuello. Esta noche cenaremos ciervo.
Luego de mi exitosa caza me la paso revisando el perímetro por cualquier cosa tener un plan de escape. El pobre cuerpo inerte del animal viene encima de mi espalda, dejando un pequeño rastro de sangre a su paso, llego a la cueva y en el fondo veo a Zen mirando el fuego, alza la vista hacia a mí y su expresión cambia radicalmente.
—Estás bien — su voz suena llena de verdadera alegría y sus ojos me escrutan detenidamente hasta toparse con el ciervo — pobre animal — comenta, aunque no parece nada piadosa.
—Tuve suerte, creo que intentaré conservar la mayor carne posible, ¿alguna idea de donde estamos? — pregunto y ella observa como dejo al ciervo en el suelo.
—Creo, necesito ver las estrellas para saberlo con certeza — asegura. Saco mi espada y de manera incomoda me pongo a despellejar al animal — ¿dónde aprendiste a hacer eso? — mi técnica es algo torpe y hasta varias veces la larga espada se va de su lugar y ella se asombra por esto, bufo.
—De un libro que leí hace tiempo, aunque no recuerdo gran cosa — admito con el ceño fruncido mientras veo cómo va quedando mi comida.
— ¿Necesitas ayuda con algo? —niego sin verla, lo que menos quiero es que se haga daño con algo — déjame ayudarte con algo — insiste, pero yo vuelvo a negar — no hagas eso Kyungsoo, no me trates como los demás hacen
Alzo la vista, me encuentro con sus ojos azules mirándome con determinación, termino suspirando y dándole indicaciones de que me ayude a poner una roma dura y fuerte para rostizar la carne.
****
La sensación de sus filosos colmillos entrando en m cuello, alivia por fin el tumulto de sensaciones que se vienen acumulando. Todo mi cuerpo tiembla, muerdo mi labio y un ligero suspiro se escapa de entre mis labios, una erección se aprieta contra mis desgastados jeans, estoy a punto de suplicar que me toque más cuando ella se aleja de mí.
—Gracias — murmura lamiendo sus labios para quitarse algún rastro de sangre. Mi respiración se encuentra agitada, así como mi sangre, se va meciendo tranquilamente hasta volver a tener su curso.
— ¿Estás satisfecha? — Pregunto, sé que no lo está y yo tampoco si soy justo conmigo mismo.
—Sí —miente. Se levanta con tranquilidad y yo le sigo.
— ¿Deberíamos irnos ya? — sus ojos están fijos en la luz de la luna que a duras penas entra en la cueva.
—Es conveniente que sí — es lo único que necesito escuchar para componer mi ropa e ir por la mochila con algunas cosas nuestras —no te lo he dicho, pero allá afuera hay criaturas más temibles que los vampiros — comenta sin despegar su vista de la salida.
—Es una suerte que tenga una espada — se gira lentamente hacia mí, tiene una ligera risa.
—Me alegra tu optimismo — su sonrisa se va desvaneciendo hasta hacerse una fina línea en sus labios — pero si digo que huyas... huyes, no importa que me dejes atrás
Le hubiera contestado pero su mirada severa me hizo guardar silencio. ¿Qué es lo que podría haber allá fuera?
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