taeho
Querida Miyeon:
Siempre había valorado mi soledad. La mera idea de que mis padres me recordaran a cada momento que un día tendría que sentar la cabeza y compartir mi vida con alguien para ser "feliz" cuando lo único que interesaba era que yo tuviera descendencia en ese mundo, era algo que no me dejaba vivir con tranquilidad. ¿Por qué tenía que ser como esos hombres idiotas que tenían que compartir su fortuna con cualquier mujer solo porque sus padres querían que ellos tuvieran un "futuro"? Pero a medida que pasaban los días y más me enamoraba de ti (aunque creyera que era imposible que eso sucediera) comprendía que era incapaz de entender algo como el matrimonio porque nunca había sentido nada tan fuerte por alguien. Tú no habías llegado para arrebatarme mi soledad, tampoco para quedarte con mi dinero, ni buscabas desesperadamente que tuviéramos hijos porque se suponía que era lo que debían de hacer las personas cuando llegaban a cierta edad. Tú, Miyeon, habías llegado para hacer de algo cotidiano como una sonrisa, algo maravilloso. Habías llegado para llenar cada momento con fuegos artificiales que te recordaban que era especial. Sin duda, habías llegado para hacerme conocer qué era el amor de verdad y lo dispuesto que estaba a que siguiéramos juntos. Que descubriéramos esa felicidad. ¿No es increíble lo distinto que te hace el amor? Pero no me preocupaba. Porque estaba enamorado de ti. Y no me importaba cambiar toda mi mentalidad por ello. Porque estaba equivocado. Porque tú valías la pena. Y porque yo me merecía esa felicidad tanto como cualquier otra persona.
Así que tener la noticia de que querías quedarte junto a mí fue una sensación agridulce. Deseaba desesperadamente que te quedaras a mi lado, que pudiéramos empezar una vida juntos... Pero a la vez, tampoco quería que dejaras tu vida por mí, que todas las cosas empezaran a moverse con tanta rapidez.
Me convencí de que todo tenía que darse de esa manera.
Los días que nos quedaban juntos, me centré en disfrutar de nuestro tiempo. Te llevé por algunos sitios que habíamos visitado la primera vez que nos conocimos y por otros nuevos que sabía que te gustarían. Sobre todo, ese helado del que disfrutamos frente a la Torre Eiffel. «¿Este será nuestro día a día cuando vivamos juntos?» tu pregunta inocente me hizo sonreír. Asentí y eso te sacó a ti una sonrisa. Pasé mi brazo por tu cuello y besé tu cabeza. «Solo te puedo decir que haré todo lo posible porque cada uno de tus días sea igual de felices». Sonreíste antes de darme un beso sobre mis labios. Y fue ahí cuando supe que todo lo que estaba pasando era lo que teníamos que hacer.
Te quiero,
Taeho
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