taeho
Querida Miyeon:
Jamás podría olvidar lo muy mal que me sentaron tus palabras ese día. Se habían clavado en mí como dagas, casi sin permitirme respirar. Y si ya tenía claro que no podía escapar, ese día lo supe.
Me levanté decidido a tenerte, me puse mi mejor camisa y sombrero para ir hasta el hotel donde te estabas quedando y preguntarte si podíamos salir juntos. Aún recuerdo lo mucho que te sorprendió verme allí, tus ojos brillantes lo aseguraban, pero no me eché atrás. Pensé frente a ti lo mucho que siempre había deseado entender el amor, darle sentido a las noches de sexo sin sentimientos que había tenido con cientos de mujeres. Pensé que solo necesitaba tenerte para darme cuenta de que quizás el amor sí que existía y estaba dispuesto a dejar atrás, todo lo que me impedía estar a tu lado. «No puedo dejar de pensar en ti, Miyeon. Ni dejaré de hacerlo. Así que por favor. Olvida todo lo que pueda hacerte dar pasos atrás y déjame entrar en tu vida antes de que toda esta ansiedad me coma» casi supliqué. ¿Quién lo diría? ¿En realidad Kim Taeho le estaba suplicando a una mujer? Pero jamás me avergonzaría por ello. Tu sonrisa se quedó clavada en mí. «Ni aunque lo intentara, podría decir que no». Y eso me hizo el hombre más feliz del mundo.
Siempre tuyo,
Taeho
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