Querida Miyeon:

A partir de ese día donde nuestras manos se rozaron, nuestra historia comenzó. Me sentía tranquilo. Emocionado. Ilusionado. En una absoluta nube de amor que jamás había experimentado. Y era agradable. Era agradable sentir que tenía algo como eso a pesar de que jamás había fantaseado con ello. Dábamos pasitos. Pasitos que me hacían cada día más feliz por muy cortitos que estos fueran.

Un día, cuando salía de mi edificio, tuve la suerte de verte. Estaba feliz y no dudé en sonreír. Así que quise gritar tu nombre y poder pasar un día junto a ti como cualquier otro. Un hombre de más o menos nuestra edad, se paró a tu lado y te hizo sonreír de esa manera que tanto aceleraba mi corazón cosa que me hizo parar mis acciones. Te miré desde la lejanía reír con él para después agarrar su brazo e irte junto a ese hombre.

Podría mentir, podría decir que no me importó, pero sería mentira. Por primera vez me sentí ansioso, con la sensación de pensar: podrían quitármela, ¿acaso soy tan valioso? Incluso llegué a pensar que eras una mentirosa, que no eras sincera, que jugabas a varias bandas... Todo por no pensar que yo era el más cobarde de los dos. Me sentí por días traicionado y cariño, te mentiría si no decía que llegué a emborracharme para caer en manos de otra mujer. Pero en cierto modo, eso me hizo darme cuenta de que no podía seguir así. Ella no me hacía temblar con una mirada, no aceleraba mi corazón y lo volcaba con intensidad, no me miraba con brillo, no me hacía sentir especial... Pero tú sí que lo hacías, Miyeon. Tú eras completamente diferente a las demás. Y cuando me di cuenta de que otra mujer nunca sería como tú, supe que tenía que luchar por conseguirte, por conseguir que yo fuera el único para ti.

Siempre tuyo,

Taeho