Querido Taeho:

Daba la impresión de que llevábamos toda la vida juntos. Nuestras citas parecían cosa de siempre y aunque ni siquiera nos habíamos besado, ya casi sentía que éramos el uno para el otro: como si nos hubiéramos proclamado como pareja.

Estaba tranquila, feliz. Soñaba con verte. Con rozar tu mano. Con hablar sin parar. Con ver tu sonrisa. Con despedirme después de un largo día juntos. Con suspirar. Con contarle a mi madre con una sonrisa lo mucho que te amaba. Era un sueño del que no quería despertar.

Pero por alguna razón, un día fue suficiente para cuestionarme si todo aquello valía la pena. «¿En serio vas a volver a Corea?» preguntaste con cierto retintín que me molestó. «Debo hacerlo. Solo eran vacaciones y mis padres jamás me dejarían quedarme contigo cuando aún no somos nada oficial» eso pareció molestarte. Sonreíste de lado y alzaste la ceja. «¿No somos nada oficial?». «No si no hay un matrimonio de por medio» zanjé. Chasqueaste la lengua. «¿Cómo podría pedirte matrimonio? Aún es pronto...» Sonreí de lado. «Tampoco lo pretendo, Taeho. Pero piensa en mi padre, no permitiría dejar a una mujer sola en Francia con un hombre que ni siquiera conoce». Apartaste la mirada antes de sonreír de lado. «Supongo que no soy nada importante» zanjaste. Alargué la mano para acariciar la tuya pero tú la apartaste. «No seas idiota, Taeho. Para mí eres muy importante...». «Es ese hombre» zanjó. «¿Quién?» pero no me dejaste averiguarlo. Cogiste tus cosas y te levantaste. «Esto es una pérdida de tiempo» y juré que nada en el mundo me dolería más que esas palabras que venían de la persona que amaba.

Siempre tuya,

Miyeon