46
Hana
Se quedó callado por unos instantes antes de mirarme con sus ojos brillantes.
—También me gustaría tener hijos, Hannie. —Sonreí de lado. Esperaba eso viniendo de él al ser una persona tan familiar.
—Lo sé. —Su sonrisa tímida me sorprendió—. Aunque ayer no parecías muy convencido de ello —bromeé.
—Lo sé. No es el momento de hacer un bebé.
—En eso estamos de acuerdo —agregué.
—¿Y tú? ¿A ti te gustaría?
—También. Aunque hubo una temporada en la que pensé que no querría —admití—. Yooa estaba un poquito obsesionada con tener hijos y llegué a odiar un poco la idea. Pensar en que un ser humano crezca en un espacio tan enano me da un poco de ansiedad. —Rio.
—Sé que es muy fácil para mí decir que quiero tener hijos cuando mi único esfuerzo de creación va a ser tener un buen polvo como ya te dije ayer. —Reí. Nunca imaginé que Taehyung sería tan divertido y bromista. Jamás había reído tanto como con él durante ese tiempo juntos. Y me gustaba.
—Es que es eso, yo voy a hacer todo el esfuerzo mientras tú vas a mirar desde fuera, ¿te parece justo? —Se encogió de hombros.
—Yo no inventé las reglas de la naturaleza —bromeó y eso me hizo reír. Era un tema serio y me gustaba que lo estuviéramos tratando con normalidad. No pretendía que decidiéramos en ese instante cuál iba a ser el momento, ni el número, ni si viviríamos en Francia o en Corea, pero me gustaba saber si estábamos en el mismo punto. Que compartíamos las mismas metas. Ese viaje nos había dado pie a tener conversaciones como esas que en cierto modo, eran importantes para nosotros.
—Pero sí que quiero, Tae. Quiero vivir la experiencia de ser madre.
Nos quedamos en silencio hasta que él habló.
—También me gustaría crear muchos recuerdos aunque ya te lo he dicho. —Sonrió—. En viajes, en salidas con amigos, en momentos juntos, con mi familia... Quiero irme de este mundo llena de experiencias —aseguré—. Quiero vivir mucho. Y este viaje, junto a los que hagamos se suma a ello. Igual que lo que hicimos anoche y estos días. Por supuesto vivir contigo en una casita preciosa cerca del mar me parecería una idea perfecta. —Rio.
—Siempre me han gustado tus metas, porque no son materiales. Todo se queda aquí al final.
—Exactamente.
Permanecimos abrazados unos instantes.
—Me gusta que hablemos, Hana. —Lo miré—. Creo que una de las cosas que me pasaba es que antes no hablaba de lo que era verdaderamente importante. Y no me refiero a los hijos que podamos tener en el futuro, si es que los tenemos. Sino, de las cosas que queremos de la vida, de las que nos preocupan... Que podamos apoyarnos en todo lo que esté en nuestra mano. Porque no podemos organizar un futuro que no existe, pero sí que podemos controlar nuestro presente, hablar sobre lo que sentimos. —Asentí.
—Yo también creo que nunca tuve una buena comunicación con mis parejas anteriores, Tae. Contigo se me hace tan natural que casi no necesito ni pensarlo, pero tienes razón. Yo también quiero eso, que hablemos, que las cosas fluyan por nosotros sin que tengamos que sentarnos en ese típico «tenemos que hablar» en donde reunamos todo lo que nos lleva haciendo mella desde hace tiempo.
—Me gusta estar de acuerdo hasta en esto, Hannie. —Sonreí cuando juntó su frente con la mía—. Siento que ambos hemos aprendido mucho de las experiencias que hemos tenido y eso nos hace más sabios.
—Sin duda. Nos quedarán cosas por aprender, no lo dudo. Pero siento que vamos a tener una relación bastante madura. —Asintió. Cuando nos miramos a los ojos, apreté sus mejillas—. Quién diría que después de pensar que no iba a hablar contigo en la vida estaría pidiéndote que lo hicieras. —Rio.
—Es que soy irresistible —bromeó mientras tiraba de mi mano para sentarme sobre sus muslos en el jacuzzi. Nos miramos a los ojos por unos instantes. Y ya sabía lo que vendría después.
Sus labios se posaron sobre los míos con suavidad mientras buscaban entrelazar nuestras bocas de esa manera que ellas sólo parecían conocer. Bajo la luz de las brillantes estrellas, en ese país que tanto nos había unido, sentí que aquel momento no podía ser más perfecto e intenté reunirlo entre ese deseo de querer crear cientos de recuerdos. Esa noche, con Taehyung entre mis brazos, me parecía el mejor inicio para ese deseo. Acarició mi cintura hasta llegar al principio de mi pecho mientras nos mirábamos.
—¿Te incomoda que te quite la parte de arriba? —Negué con la cabeza. Sabía que estábamos solos aunque fuera al aire libre. Y si era sincera, no quería taparme cuando solo quería estar con él. Aunque alguien pudiera vernos, a ese punto, ya me daba igual. Lo habíamos hecho en el baño de una fiesta la primera vez, así que no creía que fuera algo importante.
Taehyung tiró con suavidad de los bordes del bikini para quitármelo por encima de la cabeza sin dejar de mirarme. Lo dejó en el bordillo del jacuzzi para después retirar la pinza de mi pelo y dejar que cayera sobre mi espalda. Me miró con seriedad por unos instantes hasta que ladeó la cabeza y sonrió.
—¿Qué piensas? —pregunté con curiosidad.
—En lo afortunado que soy de tenerte. —No dudé en sonreír.
Sus labios volvieron a reunirse con los míos en un beso suave, sensual, de esos que eran lentos pero que mostraban las ganas de seguir avanzando. Mis brazos habían rodeado el cuello de Taehyung mientras él me acariciaba el cuerpo con sus manos. Solo me separé para mirarlo a los ojos ante no poder reprimir un pequeño gemido que salía de mis labios. Me mordí el labio inferior.
—¿Lo hacemos?
—¿No lo estás haciendo ya? —pregunté con cierta obviedad y él sonrió.
—Eres preciosa cuando estás excitada —bromeó a modo de respuesta y me hizo reír. Se acercó a mi oído—. ¿Qué te parece como recuerdo el hecho de hacerlo en un jacuzzi?
—Algo digno de memorar. —Rio y yo también me reí—. Aunque no me molestaría hacer algo como gritar en este silencio y sacar todo de dentro o... Cantar a todo pulmón mientras saltamos en la cama.
—Aún nos queda otro día por delante para hacerlo. —Sonrió—. Cumplamos todo lo que ambos queramos de esta vida, Hannie. —Y eso me hizo sonreír a mí.
—Me parece una idea maravillosa.
En nuestro último día de viaje, gritamos entre el silencio de la naturaleza en algo que a ambos, nos llenó de alivio luego de tanto tiempo en el que habíamos sufrido. También cantamos mientras saltábamos en la cama a pesar de que Taehyung se cayó y casi me muero de pensar que pudiera pasarle algo, aunque terminó en risa porque no le pasó más que un pequeño rasguño mientras yo acariciaba su pierna dolorida. A petición de mi novio bailé solo para él, lo que nos llevó de nuevo a acabar enredados en las sábanas. Y, como él quiso, jugamos con las mangueras que habían fuera a mojarnos como si fuéramos niños pequeños.
Sin duda, fui la mujer más feliz en ese viaje que se me hizo demasiado corto.
Cuando menos quisimos darnos cuenta, estábamos en el camino de vuelta a París, con la música de nuevo que nos acompañaba, pero con menos energías que al principio. Siempre estaba esa sensación después de un viaje alegre y lleno de amor, el pensar en que se acababa, en que todo tenía un final. Pero rememorar las cosas, siempre nos llevaba a ese instante donde habíamos sido felices.
—Me encantan las pizzas de este lugar. ¿No están buenísimas? —pregunté con curiosidad.
—No tanto como yo. —Rodé los ojos y él rio.
—No puedo ir en contra de eso. —Pellizcó mi mejilla mientras nos miramos por unos instantes a los ojos.
—¿Lo has pasado bien?
—Por mí podríamos habernos quedado toda la vida allí. Pero sí, lo he pasado muy bien... Estar contigo es siempre mágico, Tae. —Su sonrisa agregó más luz a esa estancia que de por sí, ya era bastante luminosa y cargada de energía si teníamos en cuenta que los niños corrían de un lado al otro para subirse en el parque de la pizzería—. Gracias por venir conmigo, por llenarme de experiencias...
—Yo también te estoy agradecido. Hacía años que no tenía un fin de semana como este, y todo es porque tú estás en él. —Sonreí sin poder evitarlo.
Permanecimos en silencio, uno al lado del otro mientras disfrutábamos de esa parada que habíamos hecho casi cuando estábamos a punto de llegar a París. Disfruté también de su expresión cansada, pero que traía consigo una felicidad entremezclada que reconocía que sí que se lo había pasado bien. Y pensé que igual que todo en sí había sido una preciosa experiencia, ese momento, también era un detalle feliz. Uno que me gustaría recordar en el futuro cuando fuera parte del pasado.
—Tengo una sorpresa para ti, Tae —dije y eso atrajo su atención—. Pero vas a tener que esperar un poco por ella.
—¿Y tienes la osadía de decírmelo para que no deje de pensar en cuál será esa sorpresa? —No dudé en reír. Lo entendía, si él me hubiera hecho lo mismo lo hubiera odiado. Aunque, ya me lo había hecho en la graduación. Pero no podía dejar que se acabara ese instante sin decirle que yo también me había esforzado por nuestra relación. Que también había preparado cosas para él.
—La espera valdrá la pena —aseguré. Eso lo hizo sonreír antes de besar mi frente. Supe por su sonrisa que había captado el mensaje.
—Entonces tendremos que planear nuestra próxima cita pronto. —Y me quedé con sus palabras. Con el brillo de sus ojos al seguir comiendo. Nuestros últimos minutos juntos en el coche. Y como casi no pude dormir de lo emocionada que estaba. Creía que en mi vida no había sido tan feliz como en ese momento.
Volver a la rutina después de esos tres días juntos, había sido insoportable. No dejaba de pensar en lo que me gustaría volver a ese instante donde éramos él y yo, en el mundo, juntos, sin un segundo más separados, mientras hablábamos de todo y nada y acariciábamos nuestras pieles, nuestras almas... Pero ya no quedaría demasiado tiempo como para que eso pudiera ser parte de nuestro día a día.
Cuando llegué a su piso, Taehyung abrió los ojos al verme con tantas cosas en las manos.
—¿Qué es todo esto? —Y sonreía. Supuse que en parte sabía qué era lo que traía conmigo, pero aún así, me miró con curiosidad.
—Es una larga historia. Pero podríamos empezar con los regalos. O con un beso de bienvenida... —murmuré con la boquita pequeña. No tardó en posar sus labios sobre los míos y darme un beso profundo y adorable que no tenía desde hacía días porque apenas habíamos podido coincidir al tener turnos contrarios.
—No tenías que comprarme nada, Hannie. Yo...
—Tú mismo lo dijiste Tae, no quiero dar por hecho nuestro amor. Esto es solo otra demostración de lo mucho que te quiero. Así que tengo varias cosas que espero que te gusten. —Le tendí una bolsa y un cuadro.
Se sentó en el sofá para dejar delante de la mesita auxiliar la bolsa. De ella sacó primero una pequeña caja que le hizo sonreír al ver el interior. Era el regalo más sencillo de todos: unas chuches en una bolsa de plástico que había descubierto que eran sus favoritas de tanto observarlo en clase.
—¿Cómo lo sabías?
—Siempre las llevabas encima. —Eso lo hizo sonreír—. Las compré cuando volví a Busan. En realidad no sabía si podría llegar a dártelas, pero no perdí la esperanza... —Después observó la caja con detenimiento. La había comprado en una tienda antigua, que tenía cajas redondas de madera clara. Había sido amor a primera vista y pensé que debía comprarla.
—Pero está vacía...
—La vi y pensé que podía ser el lugar donde guardáramos nuestras cartas. Quise decorarla, pero luego pensé que era algo que quizás podríamos hacer juntos... —Me miró con cierta ternura que me puso nerviosa—. Sé que quieres guardarlas, Tae, hacer lo que tus abuelos hicieron en el pasado y pensé que sería una buena oportunidad. Además, tiene una llave, así que solo nosotros podemos abrirla. —Antes de que pudiera decir nada más, me rodeó por los hombros para abrazarme. Acarició mi cabeza con suavidad sin decir nada, y yo me aferré a su espalda mientras disfrutaba de ese instante.
—Gracias, Hana. Es un detalle precioso. Jamás me gustaría que se perdieran nuestras cartas... —Asentí.
—También hice otra cosa. —Me miró con curiosidad antes de coger lo que faltaba de la bolsa que era un álbum. Abrió los ojos cuando nuestras miradas se cruzaron y después sonrió con suavidad al ver un collage con fotos en la portada—. Una de las cosas que más me sorprendió de leer las cartas de tu abuela es que siempre me ha gustado hacer álbumes de fotos y recortes. Es más, hice uno para toda la experiencia del Erasmus que está en Busan —expliqué—. Pensé que ahora que empezábamos una etapa juntos, de pareja, teníamos que llenar este álbum juntos. Así que la mayoría de las páginas están vacías. Pero tengo la esperanza de que las llenemos. Además, podemos añadir las páginas que queramos y hacerlo infinito. —Eso lo hizo reír. Tomó mi mejilla con su mano para besar mi frente.
—Me encanta, Hannie. Tengo muchas ganas de que lo llenemos. —Sonreí antes de asentir—. Aunque de las fotos que hay aquí... Mis favoritas son las de la fiesta de Shrek. —Solté una carcajada.
—Aún tengo clavada en mi retina la gracia que me hizo verte vestido así.
—No opinaste lo mismo después de la fiesta. —Lo golpeé y eso lo hizo reír—. Gracias, todo esto es... Es increíble —aseguró.
—Pero hay una sorpresa más. —Entonces abrió el cuadro. Se quedó bastante sorprendido al verlo y no dudó en abrir los ojos. Me miró como si quisiera buscar respuestas, pero yo solo me reí. Él sonrió tiempo después mientras observaba de cerca los detalles.
—No es el de verdad.
—Me imagino. Si eres tan rica entonces he elegido bien —bromeó y eso me hizo reír—. ¿Dónde lo conseguiste?
—Encontré a un hombre cerca del Museo de Orsay que vende su arte. Le gusta imitar el estilo de otros artistas, así que fue una suerte cuando vi este cuadro. Sé que es uno de tus favoritos y quiero que sea nuestro destino, Tae. Quiero que coloquemos este cuadro y pensemos en nuestro próximo viaje. —Saqué una hucha que ponía «Nueva York». Taehyung sonrió—. Quiero que lo veas de cerca, porque sé que te hará feliz. Además, quiero que sea la primera decoración que pongamos en nuestra casa. —Eso lo hizo mirarme con los ojos abiertos.
—¿Nuestra casa?
—¿Por qué crees que traigo una mochila tan grande? Voy a quedarme, Tae. Lo he decidido. Es más, ya he hablado con mi casera y en esta semana tengo que sacar todas mis cosas de allí... Estoy preparada para que vivamos juntos. Para que sigamos este camino juntos. —Taehyung no tardó en cogerme en brazos mientras reía. Estaba ilusionado, lo sabía. Y no pude evitar reír. Porque así era la felicidad. Una no podía dejar de sonreír y reír cuando estaba feliz. Cuando la persona que tenía al lado la hacía la más feliz del mundo. Así era estar con Taehyung. Y había tomado la mejor decisión de todas.
—Joder, Hannie. Te quiero muchísimo. —Sonreí ante sus palabras. Nos miramos a los ojos y no dudó en plantar un beso sobre mis labios—. Gracias por todo, por los regalos, pero sobre todo por esta noticia. Yo también quería decirte que estaba preparado. Quiero empaparme de la felicidad que es estar contigo a cada segundo de mi existencia. —Lo besé. Lo besé con esa sensación de que por mucho que no sabía cómo saldría eso, por mucho que no sabía qué nos depararía el futuro, era lo que quería. Que quería a Taehyung a mi lado. Y lo demás no importaba.
—¿Cómo puedes bañarte tan tranquilamente aquí sin perderte en la preciosidad de Francia? —pregunté apoyada sobre el pecho desnudo de Taehyung. Desde su bañera, se podía ver por la ventana la preciosa París, desde las luces de la Torre Eiffel, hasta las casas antiguas que predominaban allí. Era un paisaje precioso, relajante. Algo inédito. Te removía por dentro y te mostraba que la vida albergaba cientos de cosas impresionantes como esas vistas.
—Admito que me paso más tiempo en la bañera de lo que debería. —Reí ante sus palabras mientras él pasaba sus manos por mis piernas desnudas húmedas por el agua y besaba mi hombro—. Menos mal que tengo una ducha, o sino gastaría más agua de la que me puedo permitir. —Volví a reír. Cerré los ojos y disfruté de los besos de mi novio junto a sus caricias por debajo del agua que estaban consiguiendo que me relajara. Todo aquello era simplemente perfecto. Esas vistas, el calorcito, las velas, el olor de los productos de higiene, Taehyung... Sentía que podría tener todos los días esa situación y jamás me quejaría—. Pero ahora que es oficial que vivimos juntos... También puedes disfrutar de estas vistas todas las veces que quieras —añadió. Cuando sus manos se deslizaron por mi estómago hacia arriba. Tuve que contener un pequeño gemido para no perder la compostura.
—¿Crees que contribuiremos al calentamiento global por el gasto de agua si repetimos esto cada día? —Rio sobre mi oído. Ladeé la cabeza cuando sentí de nuevo sus labios en mi cuello y sus manos sobre mis pechos.
—Pobrecito el planeta Tierra, pero no puedo evitar no desear que esto sea nuestro día a día... —Me obligó a sentarme sobre sus piernas y sonreí. Besó castamente mis labios—. Tengo la sensación de que hasta lo más monótono será especial contigo.
—Eres un adulador —bromeé y él soltó una carcajada—. Pero yo también lo creo... Aunque en parte tengo pereza de hacer la mudanza otra vez. —Rio de nuevo.
—¿Tienes muchas cosas?
—Lo peor es que no, pero es mover cosas y eso agota.
—Tranquila, lo haremos juntos. —Y cuando esa palabra se metía entre nosotros, siempre sonaba bien.
Nos quedamos en silencio hasta que volví a hablar.
—¿Tienes miedo? —preguntó con cierta inseguridad.
—Creía que lo tenía, pero no. Después de todo, confío en que saldrá bien. —Parece que eso lo convenció porque sonrió—. ¿Y tú? —Negó con la cabeza.
—Todo reto contigo me parece fácil. Además, sufro cada vez que te vas. Te quiero aquí a mi lado. —Sonreí sin dudarlo—. Así que... Ya que estamos podríamos celebrar que somos compañeros de piso por fin. —Reí.
—Siempre buscas una excusa para que celebremos las cosas con sexo, ¿eh?
—Perdona, no tengo excusas para acostarme contigo. Siempre quiero. Y sé que tú siempre quieres, lo admitiste cuando fuimos de fin de semana...
—Ugh, ¿por qué me entran los ataques de sinceridad con mi novio tan creído? —Pero mentía. Lo quería. Lo adoraba por ser así. Y ambos sabíamos que los dos siempre teníamos ganas el uno del otro—. Pero hoy te voy a seguir el juego. Tenemos que estrenar la bañera —murmuré sobre sus labios mientras acariciaba sus hombros y brazos húmedos. Él sonreía.
—Hoy y siempre. —Sus palabras me hicieron reír.
—Parece que sí —canturreé y él rio.
Empezó a respirar con dificultad mientras acariciaba su cuerpo con suavidad, por esas zonas que sabía que lo hacían encender. Sin quererlo, había aprendido a crear un mapa sobre su cuerpo, a tocarlo sin ser necesariamente donde sabía que perdería totalmente el juicio, a darle mi amor con caricias. Y ya lo conocía casi del todo en apenas unos meses. Sabía lo que quería.
Cuando deslicé mi mano por su miembro, él miró hacia debajo mientras esbozaba esa sonrisa que siempre reconocía el deseo que sentía. No tardó en empezar a besarme el cuello de nuevo algo que consiguió que su deseo se deslizara hasta mi cuerpo y ambos empezáramos a compartir esa lujuria que sentíamos. Empezamos a respirar con dificultad y a gemir a ratos, para llenar aquella habitación solo de nuestros sonidos.
—No me puedo creer que vaya a pasar cada segundo de mi día contigo —murmuró entrecortadamente. Cuando nos miramos a los ojos, acarició mi mejilla mientras me miraba con ese cariño tan característico de él—. Que no tenga que privarme de ti en ningún momento. —Sonreí y cuando me besó lo seguí. Lo seguí feliz de que sus palabras fueran ciertas.
—Tengo una ilusión increíble por todo esto, Tae... —aseguré y él asintió.
Poco después de eso, mis caricias lo hicieron llegar al orgasmo. Deslicé mis manos por su cuerpo hasta reunirlas sobre mi muslo, mientras nos mirábamos. Su pecho se movía con cierta rapidez pero aún así no dejaba de sonreír. Y tal como había pensado cientos de veces cuando todo se reducía a esa conexión que compartíamos, me sentía más afortunada que nunca. Porque todo con Taehyung era una suerte enorme. Un placer para siempre. Una pequeña felicidad que tendía a ser infinita a medida que seguíamos juntos.
Cuando se recuperó, acarició con sus manos las mías para subir por mis muslos, recorrer mi cintura con suavidad, pasar con sutileza sobre mis pechos, hasta acabar en mis hombros y empezar a erizar la piel de mi espalda. Sonreí, al sentir mi cuerpo reaccionar ante sus caricias, a ese cariño y amor que siempre me proporcionaba.
—Me encanta que hagas lo que te pedí —dije con sinceridad y él sonrió—. Una de las cosas que más me gusta de ti es que me escuches. —Acarició mi trasero con suavidad y eso me hizo soltar un pequeño suspiro que a Taehyung lo hizo sonreír.
—Y a mí me gusta que pidas lo que quieres. Que seas sincera... Igual me encanta tocar cada parte de tu cuerpo y si eso a ti te gusta, ya es algo a favor, ¿no? —Solté una pequeña carcajada. Tiró de mi pelo recogido en un moño alzado para deshacerlo y dejó la coleta apoyada en el borde de la ventana. Hundió sus manos en mi pelo hasta obligarme a cerrar los ojos mientras disfrutaba de ese instante. De esa pequeña felicidad camuflada de que por fin seguíamos avanzando, de que nuestras vidas se entrelazaban. No podía evitar sentir como que aquello no podía ser más perfecto—. Vamos a ser felices, Hannie —aseguró mientras deslizaba sus manos por mis brazos—. Sé que vamos a serlo. —Gemí cuando llevó sus manos al centro de mis piernas y empezó a tocarme. Me agarré a su hombro y lo miré a los ojos.
—Es lo único que deseo, Tae. Que siempre nuestro rojo siga vivo —dije entrecortadamente mientras él me acariciaba ahora mi zona más sensible. Solté otro pequeño gemido y él sonrió—. Que nuestra nevada nunca se acabe.
—Te quiero, Hana. Muchísimo. Sé que te lo digo siempre, pero eres lo mejor que me ha pasado. Aquel día que te vi, aunque no lo sabía, tuve la gran suerte de conocer al amor de mi vida. Y tengo la gran suerte de que tú también me hayas elegido. —Sonreí sin poder evitarlo. Odiaba que dijera esas cosas cuando mi cerebro apenas podía coordinar para responder. Pero sabía que Taehyung no esperaba una respuesta.
—Yo también te quiero muchísimo, Taehyung —dije entrecortadamente—. Tampoco pensé que cuando nuestras miradas se cruzaron ibas a significar tanto para mí. Pero aquí me tienes, contigo, porque también eres lo mejor que me ha pasado nunca. Y estoy enamorada de ti. Y soy afortunadisima de tenerte. Así que... —Me mordí el labio inferior, al saber que pronto llegaría—. Seamos muy felices —pedí. Me besó y consiguió que alcanzara el orgasmo. Me abracé a él poco después de eso y sentí en mi oído los fuertes latidos de su corazón mientras me acariciaba el pelo con esa ternura suya a la vez que sus labios rozaban mi cabeza. Ahí entre sus brazos, nada me parecía mejor. Y nada me lo parecería.
Cuando nuestras miradas se entrelazaron, ambos sonreímos.
—Gracias por existir. Por elegirme —dije con seguridad. Besó castamente mis labios.
—Para mí es una suerte compartir mi vida contigo, Hannie. —Apoyé mis manos en sus mejillas para volver a besarnos mientras levantaba apenas mi cuerpo y él se introducía en mí para unirnos de esa manera que solo nosotros sabíamos hacer. Y mientras nos mirábamos, con una sonrisa, mientras nuestras almas se unían y se reencontraban de nuevo, supe que sí que era una suerte que estuviéramos juntos. Que nos hubiéramos podido encontrar.
En menos de una semana, todas mis cosas se encontraban en el piso de Taehyung, que ahora, era nuestro. Entre el ajetreo de la mudanza y el trabajo, me sentía derrotada, pero después de guardar la última caja, no pude evitar sonreír. Por fin me sentía como en casa. Por fin me sentía que allí en Francia, tenía un hogar. Y me di cuenta que no solo era porque ese piso gritaba que también era mío en cada mínimo detalle o fotos, sino porque Taehyung era ahora mi hogar. La familia que había elegido. Y eso me hacía feliz. Me sentía ilusionada por esos nuevos retos que se plantaban frente a nosotros. Sin poder dejar de sonreír.
Las llaves de la puerta me indicaron que él había llegado de trabajar. Escuché cómo colgaba su bolso y se quitaba los zapatos hasta que nuestras miradas se encontraron. Entonces, mi corazón se aceleró un poco más que antes y no pude evitar sonreír al verlo hacer ese mismo gesto. Porque sentí que sí, que era mi hogar. Que esas cuatro paredes no eran lo que lo demostraban, sino que él entre ellas lo era. Porque no tenía que buscar un hogar en Francia, sino que si estaba Taehyung, cualquier lugar sería mi hogar.
—¿Ya has terminado? —preguntó antes de acercarse a mí para abrazarme y besarme castamente mis labios. Y si era sincera, aún no me acostumbraba a tenerlo tanto tiempo al día, pero no podría jamás quejarme por ello. Asentí ante sus palabras—. Te dije que te ayudaría...
—No es nada, solo quedaba una caja. —Él acarició mi pelo atado en una coleta mientras sonreía.
Cuando miró alrededor, sus ojos brillaron.
—Ya se nota que este lugar también es tuyo. —Reí mientras acariciaba su cintura. Me puse de puntillas y besé su mejilla antes de apartarme para preparar los platos de la cena, puesto que había cocinado para ambos.
—Te he llenado cada espacio de fotos... —Rio antes de tomar asiento en la mesa.
—Dirás que has llenado nuestro espacio de fotos —rectificó y eso me hizo sonreír. «Nuestro» sonaba demasiado bien.
Cuando me senté frente a él, empezó a comer, lo que me afirmó que venía hambriento del trabajo.
—Por fin siento que tengo un hogar en Francia, Tae. —Mis palabras llamaron su atención—. Y me he dado cuenta de que no solo es este piso... Sino que eres tú. —Sonrió sin dudarlo antes de alargar la mano y entrelazar nuestros dedos.
—Tú también eres mi hogar, Hannie. Aunque me sentía como en casa aquí gracias a que me recordaba a mis abuelos, reconozco que desde que empezaste a colocar tus cosas, todo se sintió como que tú eras lo que necesitaba para pensar «este es mi hogar». —Sonreí y acaricié su mano—. Ahora empezamos juntos una nueva etapa.
—Y no dejo de pensar que será la mejor para ambos. —Llevó mi mano a su boca y la besó.
Nos miramos por unos segundos con nuestra complicidad. Con nuestro nuevo objetivo. Con nuestro nuevo proyecto. Y nada me hizo más feliz que eso.
Hola, ¿qué tal están?
No puedo estar más llenita de amor con este capítulo, ¿a que son adorables? Me hacía mucha ilusión que ambos pudieran vivir juntos y enseñárselos, creo que era lo que tocaba. Y ahora viéndolo como que en parte es un poquito de relleno, en parte, me alegro de haber escrito esto y darles un pedacito de ellos para que vieran su camino.
Espero que lo disfruten.
¡Un abrazo enorme!♡
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