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45

Taehyung

Hana hacía de Francia una estancia mucho más feliz. Con unas orejitas de Minnie en su cabeza, mientras sus ojos brillaban ilusionados como una niña pequeña que cumplía el sueño de pisar Disneyland creía que nada podría hacerme más feliz. Ella era luz. Color en esa vida que tenía que pensaba que iba a permanecer gris para siempre. Y en instantes como esos, me sentía agradecido. Agradecido de haber tenido la oportunidad de que Hana siguiera sintiendo cosas por mí después de tanto tiempo y que hubiera correspondido a mi amor.

Recorrimos las calles dados de la mano mientras ella no dejaba de hablar de lo feliz que había sido de hablar con Mickey y Minnie después de sacarle una foto con ellos. Conversación que se unía a la de lo feliz que sería su perrito Naru cuando le llevara uno de los marcianitos de Toy Story que parecía que a él siempre le había gustado. Y mientras ella más hablaba, yo solo podía perderme en el brillo de sus ojos color miel, sin poder evitar que una sonrisa se esbozara en mis labios. Porque cuando ella hablaba solo tenía mis ojos y mis oídos para ella, aún si era la conversación más trivial del mundo.

—Mañana por fin nos vamos de fin de semana —canturreó delante del portal de su edificio—. ¿Estás nervioso?

—Un poco. Pero me puede más la ilusión. —Y ella asintió. Sabía que estaba ilusionada, toda su expresión corporal lo indicaba, pero me gustaba ver que lo expresaba también en voz alta.

—Creo que vamos a pasarlo muy bien —agregó—. Aunque, será difícil superar la cita de hoy en Disneyland. —Reí antes de tirar de su muñeca y abrazarla. Hana también rio sobre mi pecho mientras rodeaba mi cintura con fuerza, de esa manera que me hacía sentir que se aferraba a mí, que encajaba a la perfección entre mis brazos.

—Sé que nada va a ser mejor para ti que el día en Disneyland.

—¿Debería madurar? —preguntó con cierta preocupación cuando nuestros ojos se encontraron. Coloqué mis manos sobre sus mejillas antes de negar con la cabeza.

—¿Por qué? Es precioso que tu niña interior siga ahí, Hana. Yo también he disfrutado de Disneyland. —Su expresión se suavizó.

—Por eso y otras cosas, eres el mejor novio del mundo. —Sonreí. Porque a pesar de que no era la primera vez que lo decía, escuchar "novio" de su boca era algo que aún aceleraba mi corazón. ¿Cuántas eran las suficientes veces que debía agradecerle a la vida por dejarme ser el novio de esa chica tan preciosa?

Junté nuestros labios en un dulce y suave beso que me supo a poco cuando no tenía ganas de alejarme de ella, pero me convencí de que tendríamos tres días. Tres días preciosos que pasar juntos en Cévennes.

—Mañana estoy aquí a las siete, vendré ya con el coche.

—No sabes las ganas que tengo de verte conducir. ¿Me harás perder más la cabeza? —Sus palabras me hicieron reír y a ella también.

—Si te pasa, tan solo tienes que pedirme que paremos y vamos en contra de la ley, no tengo ningún problema. —Rio.

—No me gustaría pasar tiempo en la cárcel, Taehyung. ¡Solo si es necesario! —exclamó mientras trataba de aguantar la risa.

—Yo creo que es motivo suficiente como para soportarlo. —Ambos reímos.

—Estamos fatal de la cabeza —dijo entre risas.

—Lo sé. Pero es divertido. —Plantó otro beso sobre mis labios.

Nos miramos a los ojos por unos instantes.

—Descansa, Tae. Aunque yo no sé si podré dormir de la emoción. —La abracé.

—Pues tienes que descansar también, Hannie. No voy a dejar que te duermas pronto. —Rio entre mi pecho antes de separarse de mí. La vi subir los escalones hasta que abrió el portón.

—Te quiero. —Sonreí. Porque era otra frase a la que no me acostumbraba a escuchar.

—Yo también, Hannie. —Sonrió antes de despedirse con la mano.

Y lo cierto es que yo tampoco podría dormir esa noche de los nervios que sentía.

Antes de que pudiera darme cuenta, Hana ya me había mirado demasiadas veces para ser normal mientras conducía por las ajetreadas calles de Francia. Lo sabía. No podía esconder que sí que le gustaba verme conducir y que pensaba que era atractivo por ello, pero tenía tan pocas ganas de reconocerlo que apartaba la mirada cuando la pillaba y eso me resultaba más adorable de lo normal.

Descubrí que sí que era cierto que viajar con ella era relajante. A pesar de sus miradas furtivas en un inicio, no tardó en llenar el coche de su voz, tanto con palabras, como con canto. Lo cierto es que no es que fuera una gran cantante, y se había enfadado de que yo sí que lo fuera hasta hacerme el punto de prometerle que le cantaría con la guitarra de mi abuelo porque "necesitaba escucharme para poder seguir viviendo" tal como había expresado. Y fue divertido. Sentí que nunca antes había estado tan cómodo con alguien que era nuevo en mi vida y no dudaba en que Hana se haría tan habitual como el hecho de llevar toda la vida acompañado de mi madre.

Tras varias paradas, llegamos a nuestro destino y nos quedamos sorprendidos con el lugar tan increíble que habíamos decidido visitar en ese fin de semana libre. No solo te recibía una preciosa naturaleza acompañada del canto de los pájaros, el pequeño viento que recorría la zona o la tranquilidad que se respiraba en el lugar, sino que, en cuanto a decoración, era preciosa. Con un suelo de tablas de madera, se había costruído una pequeña zona entre los árboles que contaba con una cúpula de paredes transparentes que permitía ver el exterior, una caseta pequeña que era el baño, una mesa de madera en el exterior, hamacas, unas duchas para refrescarse y un jacuzzi.

Hana se sentó sobre la cama mientras observaba el cielo despejado que se cernía sobre nosotros y esbozaba una preciosa sonrisa cuando nuestros ojos se encontraron. Era tan afortunado de tenerla...

—Este lugar es impresionante.

—Sí que lo es.

A pesar de las ganas que teníamos de aprovechar ese jacuzzi desde el primer instante, decidimos instalarnos y recorrer a pie las zonas comunes y la naturaleza de aquel lugar. Para nuestra sorpresa, a pesar de que aún estábamos en primavera, no hacía tanto frío como esperábamos, así que el camino fue agradable. Recorrimos de la mano el lugar en silencio y acompañados de los pequeños animales que vivían en la zona. Hana no dejaba de sonreír y de comentar cualquier pequeña cosita, e incluso, de sacar fotos que luego mandaría a su familia. Y yo simplemente, disfrutaba de ella. De lo bonita que era su existencia y de lo agradecido que estaba de poder presenciarla.

Llegamos agotados después de la cena en el comedor que podría ser digna de un restaurante de cinco estrellas y acabamos recostados en la cama por mucho más tiempo del que esperaba.

—¿Nos metemos en el jacuzzi? —ofreció Hana después de casi una hora desde que nos habíamos quedado allí embobados en el amanecer que se cernía sobre nosotros y seguido de las estrellas.

—Buena idea.

Seguí los pasos de Hana y me quedé embobado de lo preciosa que estaba con ese bañador blanco que se había puesto. Sonrió cuando se sentó sobre mis muslos.

—Me miraste en Las Vegas igual que ahora.

—¿Cómo?

—Como si quisieras arrancarme hasta la piel. —Su forma de expresarlo me hizo reír y ella me acompañó. Me gustó reconocer que el moño que alzaban todo su pelo, le sentaban increíblemente bien.

—¿Tú sabes que estás buenísima? —Me abrazó con cierta vergüenza—. No sé cómo te atrapé antes de que lo hiciera otro. —Escuché su risa en mi oído, tan dulce, tan preciosa.

—Yo pienso lo mismo. Me atrevería a decir que la cocinera se esmeró al llenar tu plato porque eres demasiado guapo para este mundo. Todos te miraron en ese comedor.

—Ni me di cuenta. —No mentía. No solía darme cuenta de esos detalles—. Solo tenía ojos para ti.

—Ya claro. —Su broma me hizo reír.

—Es verdad —aseguré. Ella también rio.

Nos miramos por unos segundos que se me hicieron infinitos y no en un mal sentido. Sino en el sentido de que no quería que se acabaran nunca. Porque ese instante que estábamos compartiendo en un lugar recóndito de Francia era especial. Estaba lleno de felicidad, de cariño, de amor. Y no quería que se acabara jamás.

—¿Y sabes que eres súper sexy conduciendo?

—Ya era hora de que lo admitieras.

—Es que no quería reconocer que me volvías loca y fuéramos en contra de la ley. Porque sé que somos capaces. —Y en parte sentí que lo decía en serio por su expresión. Sí que éramos capaces de parar el coche en cualquier punto de la calle y hacer una locura. Y eso se me hizo en cierto modo tierno. Solté una carcajada.

—Deberíamos haberlo hecho —agregué y ella sonrió.

—Es que conduces con una jodida mano, si eso no vuelve loco a cualquiera... —Reí de nuevo y ella me acompañó.

—¿Querías arrancarme la piel también? —recordé sus palabras. Hana asintió.

—Culpable. —Levantó la mano. La abracé mientras nos reíamos. Me sentía feliz. Jodidamente feliz. Y si miraba hacia detrás, no solo había valido la pena atravesar directamente el dolor porque había mejorado muchísimo, sino porque la tenía a ella entre mis brazos. Y nada era mejor que eso.

Hana me miró con curiosidad.

—¿Eres feliz? —Llevé mi mano izquierda hasta su pelo y coloqué detrás de su oreja ese mechón salvaje que se le había soltado del moño. La observé. Desde sus ojos preciosos color miel hasta sus labios rojizos que siempre me parecían tan besables. Me detuve en cada parte de ella. Lo que sabía que le parecían defectos pero yo amaba. Lo que más me gustaba de cada parte de su rostro. Y no pude evitar sonreír. Claro que era feliz. Lo era desde que ella había pisado mi vida.

—Lo soy —aseguré—. Y gran parte de esa felicidad es porque soy el novio de la chica más preciosa del universo.

—Venga ya, no exageres —bromeó y supe que se había puesto nerviosa. Reí.

—Es la verdad, Hannie. Creo que no sería tan feliz si no fuera por ti. —Sonrió antes de abrazarme—. ¿Tú también eres feliz? —pregunté con la misma curiosidad de ella. Con las mismas ganas de saber si nuestro amor la encendía tanto por dentro.  Asintió.

—Y también debo de admitir que en parte es porque soy la novia del chico más precioso del universo. —Reí al escuchar que me había copiado mis palabras. Busqué su mirada antes de coger sus mejillas y besarla, en uno de esos besos suaves y adorables que la hacían sonreír a mitad.

—Te quiero.

—Y yo —dijo antes de volver a besarme otra vez.

Cuando dejamos de hacerlo se recostó sobre mi hombro.

—Espero que seamos felices siempre que estemos juntos, Hannie —dije mientras le acariciaba el brazo. Levantó la cabeza para mirarme—. Sé que habrá momentos en los que estaremos mejor y otros peor, porque el amor no es tan lineal como parece, además de que somos personas distintas que estaremos continuamente cambiando con el paso del tiempo... Pero quiero que a pesar de eso, sigamos siendo felices juntos. —Sonrió antes de acariciar mi mejilla.

—No sé si será así, pero tengo la sensación de que lo conseguiremos. Hemos pasado lo peor ya, Tae, creo que nos merecemos que esa felicidad sea eterna. —Besé su cabeza antes de abrazarla con fuerza.

Permanecimos así hasta que Hana sonrió y alargó el brazo para poner algo de vino en dos copas. A pesar de lo reacio que siempre había sido para el alcohol, había empezado a disfrutar de ese momento compartido en el que cogíamos dos copas de vino y brindábamos por el regalo que la vida nos había hecho: estar juntos.

—Necesitaba este descanso —admitió después de devolver la copa al borde del jacuzzi—. Me he sentido mejor de lo que pensaba porque he tenido tu compañía, pero estar lejos de mi familia y comenzar la vida adulta en un país tan diferente al nuestro ha sido en parte agotador. Necesitaba unas vacaciones.

—Yo también. —Asentí—. Nuestras citas me han sacado de la rutina, pero acostumbrarme al ritmo de trabajo ha sido muy agotador. Nadie te dice lo duro que es internarse al mundo profesional cuando acabas la carrera. —Hana suspiró.

—Pero ¿es gratificante o no? Sé que me encanta mi trabajo.

—Te apoyo en ello. Y me gusta que compartamos algo como eso, Hannie. Siento que puedo hablar de mi profesión y vas a entenderme. —Asintió.

—Es un alivio. Aunque te hubiera escuchado sin enterarme de nada también —aseguró.

—¿Te hubiera gustado hacer algo distinto? —pregunté con curiosidad. Ella lo pensó unos instantes, pero luego negó.

—Desde que vi esa familia de tortugas varada en la playa frente a mi casa en Busan, supe que mi destino era este. No soy solo Kwon Hana la chica veterinaria, pero adoro mi profesión. —Sonreí—. ¿Y tú?

—No siento que podría hacer otra cosa que no sea esto. Aquel pajarito herido también me ayudó a darme cuenta. —Hana sonrió con cuidado antes de apoyar sus manos en mis mejillas.

Era muy típico que siempre nos miráramos con intensidad, como si ya en ese punto de la historia, no nos hubiéramos recorrido cientos de veces con los ojos.

—Creo que al final voy a hacer el máster —anuncié.

—¿De verdad? —Asentí y ella sonrió con entusiasmo—. ¡Eso es genial! ¿El de cirugía animal?

—Lo he estado mirando y me gusta. Me gustaría ser cirujano, sí. Y cumplo los requisitos para la beca, así que eso es bueno, no tendré que pagar nada si me la dan.

—Pues si es así, adelante, Tae. Tienes que seguir tus sueños. —Su sonrisa me brindó seguridad. Era precioso tener a alguien tan dispuesto a apoyarte como a tirar de ti cuando no debías de hacer algo. Me gustaba saber que podía contar con ella sin que me juzgara—. ¿Te apuntas el próximo curso?

—Aún me lo estoy pensando, no sé si es demasiado pronto, ni si podré compaginarlo todo. Quiero que viajemos y hagamos cosas juntos, no puedo permitirme estar tan ocupado.

—No lo hagas por mí, Tae. Es tu vida la que está por encima de todo. Incluso de nosotros. Además, solo tendrías que ir dos veces por semana, el problema es cuando tengas que estudiar o hacer tareas, pero tú eres súper inteligente. No te va a costar nada sacar buenas notas. —Sonreí antes de besar su cabeza.

—Gracias por apoyarme.

—Eres mi novio. Y a veces tendré que ponerme en tu contra, pero también tengo que incitarte a volar. —Acarició mis mejillas cuando nos miramos—. Además, te admiro, yo por ahora me veo incapaz de hacer algo más que trabajar.

—No tienes porqué hacer ningún máster, con la carrera tienes suficiente. Yo lo hago porque es una especialidad.

—Y tienes razón, pero me gustaría mejorar como profesional también.

El silencio se instauró entre nosotros hasta que expresé otro de mis mayores sueños.

—También me gustaría tener una clínica propia.

—¿De verdad? —Asentí—. Uh, osea que podría ser la novia del jefe buenorro. —Sus palabras me hicieron reír.

—Podrás ser la novia del jefe buenorro y jefa buenorra con el jefe buenorro.

—Parece un puzzle lo que has dicho, pero he entendido el trasfondo. —Reímos—. Es una buena idea.

—Lo veo como algo futuro, pero estaría bien.

—A veces divagar en lo que queremos es divertido. —Asentí—. Pero estaría guay llegar y decir «la jefa invita hoy a cafés», ¿o no?

—O también poder enrollarnos en el despacho del jefe... —Rio antes de golpear mi hombro.

—Solo piensas en eso, cochino.

—Lo dices como si no fuera a pasar... —Nos miramos por un rato hasta que soltó una carcajada.

—Lo peor es que sé que pasará, más de una vez seguro.

—Ya.

—Ya.

Nos miramos por unos segundos hasta que nos reímos.

—Estamos fatal.

—Sí, eso no lo dudo.

Justo después de eso, Hana levantó la cabeza en dirección al cielo y yo la acompañé. Las vistas desde allí eran preciosas. La poca contaminación lumínica contribuía a que pudiéramos ver cada una de esas estrellas, que, si lo pensabas profundamente, habían dejado de existir hacía años. Pero aún así, podíamos verlas. Disfrutar de su brillo. De su existencia. Y eso en sí, era increíble. Mirar hacia arriba y descubrir lo pequeños que éramos en ese mundo, producía una sensación rara en el estómago que se veía acompañada de la curiosidad.

—Quizás deberíamos vivir aquí para siempre —agregó cuando buscó mi mirada. No dudé en reír.

—¿Te gusta? —Asintió—. Cuando vayamos a Daegu, tengo que pedirle a Yoongi que pasemos el fin de semana en su casa de la montaña. Las estrellas se ven casi como aquí. Aunque he de reconocer que nunca las había visto tan nítidas como en Francia.

—Me encantaría —dijo con una sonrisa—. ¿No te parece curioso que veamos las estrellas brillar que ya no existen? Si me pongo a pensar firmemente en todo lo que eso conlleva, me da una sensación terrible en el estómago que me obliga a no pensar tan profundamente en ello, porque todo lo que está fuera de mi alcance a veces me aterra —explicó. Adoraba cuando Hana reflexionaba sobre la vida, me gustaba oír cómo ella la veía. Empaparme de sus pensamientos más profundos—. ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Qué hay allí fuera? ¿Qué pasa cuando desapareces de este mundo? Son preguntas sin respuesta que me encantaría saber... Pero trato de evadirme de ello y pensar que por alguna razón es un regalo que estemos aquí, aunque no entendamos la mitad de las cosas que nos rodean. —Acaricié su cintura antes de asentir. Sí, yo también había pensado en ello alguna que otra vez. Suponía que todos los humanos en algún momento lo hacíamos. Porque costaba entender por qué nosotros. Por qué estábamos en ese planeta y no en otro. Por qué teníamos ese aspecto. Por qué existían ciertas cosas y otras no. Por qué no podíamos conocer otras vidas... El humano siempre busca el por qué de todo. Y a veces, lo esencial es simplemente dejarse fluir—. Todo es perfecto, incluso lo malo que sucede. Y que estemos hoy aquí juntos, aunque no tenga una explicación lógica, me gusta. No me importa no responder jamás a esas preguntas. Quiero disfrutar de esto y no centrarme en nada más. Solo en nuestras pequeñas felicidades. —Y eso me obligó a sonreír.

—El Principito decía que lo esencial es invisible a los ojos. —Sonrió. Había empezado a leer ese libro que ella me había recomendado, y sin duda alguna, había descubierto algo que jamás pensaba encontrar allí—. Me gusta que ambos estemos dispuestos a disfrutar de eso tan esencial. —Hana sonrió antes de tomar mis mejillas y darme un suave beso sobre los labios. Sus ojos brillaron como esas preciosas estrellas que se cernían sobre nosotros.

Y supe que aquel momento era perfecto, sólo porque estábamos juntos.

—Eres una rosa entre cientas, pero eres la mía.

—Ugh, eres adorable. Tienes que leer más libros y hacer referencias de ellos en nuestras conversaciones, sí. —Y la abracé mientras nos reímos. Mientras disfrutamos de nuestra primera noche allí, juntos. Como siempre habíamos deseado estar aunque no lo supiéramos en ese instante.

No sabía qué era más precioso, si ver el amanecer o a Hana a mi lado con sus ojos cerrados en la que su desnudez se veía tapada solo con una sábana, pero sin duda, me pareció increíble. Estaba feliz, tanto, que no podía dejar de sonreír como un idiota ante todos los recuerdos que nos quedaban por formar esos dos días por delante. En las ganas que tenía de disfrutar el tiempo con ella.

Pedí el desayuno y nos lo tomamos en la cama mientras hablábamos de todo y nada a la vez. Con Hana sentía que podía ser sincero, decir todo lo que se me pasaba por la cabeza, porque ella jamás sería capaz de juzgarme. Así que todo era fácil cuando se trataba de estar con ella. Juntos.

Ese día decidimos disfrutar del Parque Nacional. Nos pasábamos día a día entre la sociedad, entre el movimiento, así que disfrutar de esa preciosa naturaleza que nos brindaba las Cevenas era un regalo. Tan verde y tan tranquila. Me sentía a gusto, cómodo, como hacía tiempo que no lo hacía. Como recolocado en mí, como si todo por fin tuviera sentido porque tenía junto a mí, lo que tanto tiempo había esperado tener.

Comimos en un restaurante cercano para después coger el coche y conducir juntos. Aún me hacía sonreír lo mucho que Hana hablaba sin parar de millones de cosas interesantes mientras cantaba a ratos. Con esa intensidad y autenticidad suya de la que jamás podría cansarme. Así, hasta que llegamos a un pequeño mirador donde aparqué el coche y observamos la tranquilidad de la naturaleza. Ayudé a Hana a sentarse sobre el capó y luego, me puse a su lado.

—¿Cómo es que no hay nadie aquí? —preguntó con curiosidad—. Es un lugar precioso. —Y tenía razón. A medida que descubría Francia, más me enamoraba la idea de vivir allí.

—Mejor, así estamos en intimidad. —Busqué sus labios para sumirnos en un dulce beso por el que Hana sonrió—. ¿Por qué me miras así?

—Aunque me resulta tentadora la idea de hacerlo sobre el capó, tengo mis límites —bromeó y eso me hizo reír.

—No pretendía que nos liáramos sobre el capó, pero he traído condones por si acaso. —Mi broma hizo que ella me golpeara el hombro como si no pudiera creerse mis palabras.

—Lo dices con tanta seguridad que me haces creer que no es la primera vez.

—Es una larga historia...

—No quiero saber cómo ni con quién te acostaste en un coche, por favor. —Eso me hizo reír.

—¿Te pondrías celosa? —bromeé y ella abrió los ojos.

—¡Claro! ¿Cómo no lo haría al pensar en mi novio con otra mujer? Es una pregunta absurda. —La abracé y ambos reímos, porque no tenía dudas de que ella también bromeaba. Y nos quedamos así mientras mirábamos el paisaje.

Me sentía en paz, tranquilo. Aquello era lo que yo quería.

—Hay momentos como estos que me hacen desear que fueran infinitos. —Hana acarició mi cintura y asintió.

—Pero lo que los hace bonitos es su brevedad.

—Eso era algo que decía mucho mi abuela. —Acaricié su pelo y ella sonrió—. Y tienes razón. —Apoyó su cabeza en mi hombro.

—Hay que vivir todo con intensidad para que sean infinitos —dijo. Besé su cabeza.

Después de un rato juntos frente a ese precioso paisaje, volvimos con ganas de recargar un poco las pilas. Aproveché el instante en el que Hana fue a darse una ducha para preparar algo especial que llevaba pensando desde hacía días, más después de que ella expresara que quería crear recuerdos, muchos. Así que llamé al servicio de habitaciones y pedí un paquete especial. Cuando llegó, preparé todo lo más rápido que pude para que cuando Hana saliera, se lo encontrara. Y jamás podría olvidar su preciosa sonrisa al verlo.

—¿Qué has hecho, Taehyung? —preguntó. Solo llevaba su albornoz y sus mejillas sonrosadas seguramente del baño.

—Una sorpresa. —Esbozó un puchero antes de mirarme.

—¡Te quiero tantísimo! —exclamó después de cerrar la puerta y tirarse sobre mí para plantar besos por mi cara y hacerme reír.

El paquete traía una cena pequeña con muchos productos típicos franceses y un vino. Esos típicos pétalos de rosas para decorar la habitación como si fuera sacada de una película y unas velas para ambientar que olían bastante bien. Sabía que todo eso era demostrar que en realidad era un romántico empedernido, pero me daba igual. Quería a Hana. Estaba enamorado de ella, y quería que lo supiera todos los días de su vida.

—¿De dónde has sacado todo esto?

—Al parecer tienen un paquete romántico para las parejas... —Le di una caja que abrió y la hizo reírse—. Lo cierto es que no esperaba que incluyera condones —bromeé y volvió a reír.

—Nos incitan al sexo.

—Ya como si no fuera a pasar, no te creas que hago todo esto por ser romántico —bromeé y ella me golpeó el pecho.

—No puedo creerme que lo hagas por sexo cuando sabes que hasta con una caca en la cabeza me acostaría contigo. —Esa vez fui yo el que me reí. Me encantaba que con ella hablar de sexo fuera natural. Nunca había tenido una pareja con la que me hubiera acostado, pero casi parecía como si no fuera la primera vez de lo cómodo que me sentía—. Además, tus cartas delatan lo romántico que eres. Y me encanta que lo seas, ya te lo he dicho —canturreó. Eso me hizo sonreír.

—Entonces, ¿te gusta?

—Me encanta, Taehyung. —Apoyó sus manos en mis mejillas y me besó con suavidad—. Sabía que harías de esto un fin de semana súper especial. Aunque ahora no sé cómo voy a devolvértelo... —Negué con la cabeza.

—Nunca hago las cosas para que me las devuelvas. Pasar esta noche contigo es lo que quiero que me devuelvas. —Sonrió antes de plantar un casto beso sobre mis labios. Se sentó a mi lado antes de robar un queso de la bandeja y llevarlo a su boca. Imité sus gestos.

Estuvimos en silencio por unos instantes hasta que ella habló.

—¿De dónde te sale el romanticismo? —preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros.

—Supongo que de mi madre. Desde siempre ella preparaba cosas para Jeno, a pesar de los años juntos. Me hizo entender que en una relación nunca hay que dar las cosas por hecho... Por mucho que me quieras, Hana, me tengo que esforzar. —Sonrió.

—Me gusta. Yo también lo creo así. He estado en una relación larga solo una vez en mi vida y fue con mi mejor amigo, así que no creo que sea el mejor ejemplo, ¿no? Pero con el paso del tiempo, la relación se va volviendo algo monótono y son estas cosas las que la mantienen viva.

—Tú también eres una romántica.

—Claro que lo soy. Siempre soñé con que me pidieran matrimonio frente a la Torre Eiffel... —La miré con curiosidad y ella soltó una carcajada—. No te estoy pidiendo que lo hagas, ¿eh?

—Pero podría. —Su risa me obligó a sonreír.

—Eres adorable. —Pellizcó mis mejillas antes de besarme—. En realidad me da igual, Tae. Mientras la persona correcta me lo pida, no me importa dónde sea. —Y eso me hizo sonreír. Asentí—. Además, ¿por qué no puedo pedirlo yo? —Soltó un pequeño «já» que me obligó a reír.

—Por mí me puedes pedir matrimonio, creo que me haría ilusión.

—¿De verdad? —Asentí. Se puso de rodillas y tomó mis manos.

—Kim Taehyung, ¿quieres... —Pero ambos reímos.

—Cuidado, que me tomo las cosas en serio —bromeé mientras ella reía.

—Repito: creo que estamos fatal de la cabeza... —Ambos reímos. Mientras lo hacíamos, se empezó a reproducir Die For You de The Weeknd. Hana miró en dirección a mi altavoz y sonrió de lado.

—Te has aficionado a sus canciones desde el concierto.

—Pues sí, no voy a negarlo. Y todo es tu culpa. —Pellizqué su nariz y sonrió—. Lo pasé muy bien cuando fuimos.

Una de nuestras citas después de empezar a salir juntos, había sido ir a un concierto de The Weeknd uno de los artistas favoritos de Hana. Y lo cierto es que, aunque conocía alguna de sus canciones, me impresioné bastante de lo que me había gustado su concierto y su música.

—Nos besamos con esa canción de fondo. —Sí, ¿cómo olvidarlo? De pronto parecía que nos habíamos cerrado en una pequeña burbuja donde solo existíamos ella y yo, en la que nos miramos, sonreímos y nos besamos con esa canción que tanto parecía expresar lo que sentía por Hana.

La miré con cierta timidez antes de sonreír.

—Por eso está en la playlist de hoy —admití. Sonrió antes de acariciar mis mejillas.

—¿Es algo así como nuestra canción? Porque demuestra todo lo que siento por ti, Taehyung. —Acaricié su pelo antes de asentir.

—Creo que podemos hacerlo oficial porque me pasa exactamente igual. —Hana sonrió antes de besar castamente mis labios. Fue a alejarse, pero la retuve para revivir de nuevo ese instante mágico del concierto que ya solo permanecía en nuestros recuerdos. Nos sonreímos al mirarnos.

Permanecimos en silencio abrazados por unos instantes hasta que me separé para mirarla. Ella sonrió.

—Hemos cambiado tantísimo desde la primera vez... Siento que ambos somos personas completamente diferentes —admitió—. Casi no puedo creer que al principio fueras un sí pero no continuo. Como si tratara de obligarme a mí misma a detener unos sentimientos que no podía apartar. Y ni siquiera sé por qué me esforzaba tanto en negar que te quería cuando era así. —Parecía tímida al decirlo. Pero en seguida, me miró con seguridad—. Supongo que tenía que pasar por todos esos pensamientos para darme cuenta de que no debía dejarte escapar. —La atraje hacia mí y la abracé con suavidad.

—Y es algo que tenía que pasar para que pudiéramos estar juntos. —Esa vez fue ella la que asintió antes de acariciar mis mejillas—. Pero te entiendo, porque yo estaba justo igual. Como era incapaz de seguir el amor, de luchar contra mis miedos, prefería convencerme con el hecho de que podría olvidarme de ti. Pero eso no iba a pasar por mucho que quisiera. —Sonrió de lado.

—Aunque al principio estuviera hasta un poquito resentida de que no pudieras estar conmigo... —Solté una pequeña carcajada ante su broma y ella sonrió—. No sabes lo orgullosa que estoy de ti por ver en la persona en la que te has convertido. Toda la forma en la que te muestras grita que estás cómodo contigo mismo y eso era algo que no tenías cuando empezamos a relacionarnos. —Me sentí un poco avergonzado. Pero tenía razón, estaba cómodo conmigo mismo, como si por fin me entendiera—. Y si soy honesta, verte con tanta confianza me hace admirarte... Además de que hace que me gustes más de lo que ya me gustabas antes, que eso ya es decir. —Reí y ella me acompañó.

—Gracias, Hannie. —Agarré sus muñecas para apartarlas de mis mejillas y besé sus manos. Ella sonrió mientras me miraba—. Sí que me siento muy tranquilo y cómodo en esta versión de mí mismo. No me juzgo, lo pasé mal y la única forma que encontré de huir y no afrontar lo que sentía fue actuando como la persona que conociste. Pero yo soy el Kim Taehyung que ahora ves y me alegra que este te guste mil veces más, porque no quiero volver a ser el de antes por nada del mundo. —Eso la hizo sonreír—. Yo también estoy orgulloso de ti, porque aunque no lo aprecies, yo sí que he visto cómo tú has crecido muchísimo. Estás mucho más segura, se nota que piensas mucho menos que antes, sonríes más y pareces mil veces más cómoda contigo misma. Y me encanta esta versión de Kwon Hana aunque me gustabas antes igual. —Sonrió antes de cogerme de nuevo por las mejillas y besarme. En un beso que escondía millones de sonrisas.

—Te quiero, Tae —dijo sobre mis labios. Cuando abrí los ojos y me encontré con los suyos, brillaban con intensidad. Estaba feliz. Y adoraba verla feliz.

—Te quiero, Hannie. —Volví a besarla con suavidad y ella me correspondió con dulzura, con esa sensación que aceleraba mi corazón y me hacía pertenecer a un nuevo lugar. A ese nuevo lugar que estábamos creando juntos.

Me levanté poco después de eso para llenar dos copas de vino y tenderle una a ella.

—Brindemos porque sigamos creando todas esas memorias que tanto quieres atesorar. —Sonrió antes de ponerse de rodillas y asentir.

—Brindemos porque cada segundo sea inolvidable cuando estemos juntos. Incluso aunque sea una pequeña cosa del día a día. —Sonreí. Chocamos nuestras copas y ambos bebimos sin dejar de mirarnos.

Dejé mi copa y la suya sobre la mesita de noche antes de atrapar sus mejillas para besarla con suavidad. Hana se abrazó a mi cintura para corresponder mi beso mientras la acariciaba y me hacía querer sonreír. Como cada instante que pasaba con ella. Ladeé la cabeza para profundizar nuestro beso y ella esbozó un pequeño sonidito que me hizo sonreír. También lo hacía cuando dejamos de besarnos y me miró.

—Deberíamos terminar con la comida antes —murmuró sobre mis labios. Ambos sabíamos a dónde nos estaban llevando esos besos. Y sin duda era a sellar todas esas palabras y pequeñas promesas que nos habíamos dicho en poco tiempo.

—Me apetece más comerte a ti ahora... —murmuré y Hana golpeó mi hombro.

—¡Taehyung! —canturreó y eso me hizo reír antes de separarme un poco de ella. Hana sonreía, de esa manera en la que brillaba más que las estrellas que se cernían sobre nosotros.

—Quiero demostrarte cada día lo mucho que te quiero para que nunca tengas dudas de que aunque tuve que recuperarme para estar contigo, nunca fue una opción dejarte escapar. Para que sepas que desde el primer instante en el que te vi... —Deshice el nudo del albornoz que llevaba y Hana me observó sin tapujos—... Yo ya estaba enamorado de ti. Que eras tú a quien estaba buscando.

Me acerqué a ella para tirar de su nudo para buscar también su desnudez y no me lo impidió. Solo miró mis acciones. Acaricié con las yemas de mis dedos sus hombros mientras retiraba esa prenda y observé su cuerpo sin ningún tipo de vergüenza. Y aunque no era la primera vez que lo hacía, estaba seguro de que siempre querría mirarla. Guardar en mi mente cada pequeño detalle de su cuerpo. De toda ella. De esos instantes que eran únicos. En los que los dos estábamos más vulnerables que nunca. Donde a Hana se le teñían las mejillas y sonreía con cierta vergüenza. Donde solo quería pasar mis manos por cada parte de su cuerpo y probar de su rojo. De esa felicidad que Hana me hacía tener cada segundo que pasaba con ella. Y joder, a veces me aterraba que tuviera tanto poder sobre mí, incluso, me daba miedo que todo eso pudiera acabarse. Pero lo único que intentaba era guardar en mi memoria, cada pequeño detalle que hacía de cualquier momento con Hana, algo especial.

Cuando acaricié sus mejillas después de llegar desde sus hombros, Hana me miró desde abajo con una pequeña sonrisa hasta que apoyó sus manos sobre las mías.

—No tengo dudas, Taehyung. Ni sobre ti, ni sobre mí. Ese día que nos vimos por primera vez, lo supe. Eras tú, siempre lo fuiste, aún cuando ni siquiera te conocía. Y yo tampoco voy a dejar de demostrarte lo enamorada que estuve desde el momento en el que nuestras miradas se cruzaron. —Besé castamente sus labios para después besar su cara mientras reía. Y no solo lo hacía porque estaba feliz de escuchar sus palabras, sino porque me encantaba escuchar su risa. Esa que aceleraba mi corazón y alegraba mis días.

—Eres preciosa, Hana. Por dentro... —Bajé mis manos de nuevo por su cuerpo—... Por fuera. —Soltó un pequeño gemido cuando mis manos acariciaron su cintura. Sonreí al ver el brillo de sus ojos—. Me encantas de todas las maneras. —Rio ante mis palabras y acarició también mi cuerpo.

—A precioso me ganas... Pero no en lo de encantar. —Se acercó a mi oído—. Tú me encantas más —murmuró y eso me hizo estremecer. Rio al ver mi expresión y saber lo que había causado con sus palabras.

La miré por unos instantes antes de cogerla un poco en brazos por lo que se aferró a mi cuello. Rio entre quejas antes de que la dejara recostada en la cama, yo encima de ella. Apoyó sus manos en mis mejillas mientras observaba mi rostro con detenimiento sin dejar de sonreír. Me acariciaba las mejillas con suavidad, como si me admirara y eso volcó mi corazón. ¿Por qué era tan preciosa?

—Gracias por hacerme tan feliz, Taehyung. —Besé castamente sus labios y Hana soltó una pequeña carcajada.

—Gracias a ti por hacerme tan feliz, Hana. —Y entonces nos besamos para dejar las palabras atrás, para acariciar nuestros cuerpos en esa noche estrellada de Francia en la que estábamos compartiendo ese momento tan especial.

Cuando estábamos a punto de hacernos uno, nos miramos a los ojos con intensidad.

—¿Puedo decirte algo, Hannie? —pregunté con la respiración aún algo entrecortada después de que me hiciera alcanzar el cielo por primera vez en esa noche.

—Tú siempre puedes decirme lo que quieras, Tae. —Su sonrisa me hizo sonreír. De nuevo podía ver en sus ojos esa felicidad, esa mirada tan distinta a la de antes. Ya no era incomodidad, tampoco solo deseo, era amor. El amor que sentía por mí.

—¿Sabes lo que es la sinestesia? —Asintió.

—Es una forma distinta de percibir la realidad, ¿no? Hay sentidos que se entremezclan y te dan una visión diferente de lo que te rodea.

—Exacto, es una forma de explicarlo.

—¿Eres sinestésico? —preguntó con curiosidad. Asentí. La noté en cierta manera un poco sorprendida—. Vaya mezcla genética tienes, mi amor. —Reí y eso la hizo reír a ella.

—La verdad es que sí —agregué para quitarle hierro al asunto de lo que pensaba decirle.

Permanecimos unos instantes en silencio hasta que volví a hablar.

—No sé cómo explicarlo de una forma que puedas comprenderlo. Para mí es algo normal que tiene sentido, pero hasta que no lo verbalicé no fui consciente de que no era algo "normal". —Ella asintió.

—Prueba, haré un esfuerzo para comprenderlo.

—Cuando conozco a la gente soy capaz de asociarlas con un color. Hay algo en ellas, en su forma de ser, de expresarse, de actuar... Que me hace relacionarlas con un color.

—Esta persona es roja —añadió Hana y asentí.

—Justo eso.

—¿Las ves y lo percibes?

—A veces incluso veo el color en ellas, de una manera bastante intensa.

—Vaya... ¿Por qué no me lo habías dicho? ¡Es súper interesante! —dijo con esa típica emoción que tendría una persona como Hana. ¿Por qué siempre se emocionaba por mis cosas como si fueran suyas? Era increíble la manera en la que me hacía sentir aceptado y valorado.

—Pensaba decírtelo pero no encontraba el momento de hacerlo... —dije con cierta timidez.

—¿Y por qué ahora lo es? —preguntó con curiosidad. Cuando acarició mi pelo, no pude evitar sonreír. Estaba más roja que nunca, con esa intensidad que me dejaba sin habla.

—Porque tu rojo es más intenso que nunca. Porque siempre que estamos así, tan vulnerables y tan cerca, nuestros rojos se entrelazan y no puedo evitar pensar en que es precioso ser capaz de percibir algo así. —Hizo un pequeño puchero que me obligó a sonreír.

—¿Ambos somos el color rojo? —Asentí—. ¿De verdad? No me imaginé que sería el rojo...

—Igual que Francia también es roja. —Hana sonrió. Parecía emocionada—. Tienes un rojo precioso Hana, distinto al que podría haber visto en cualquier otra persona, incluso en mí. Es lo que más me enganchó de ti desde el principio. Sabía que eras especial. Y quería decírtelo ahora. —Me abrazó de pronto y eso me hizo sonreír.

—Ojalá pudiera ver nuestro rojo. —Sus ojos brillaban cuando nos miramos—. Me gusta la idea de que sea el rojo...

—Nuestro rojo —dije en francés y ella rio.

—Para, porque no llevas ropa, pero con esa voz tan grave me haces querer arrancártela. El francés te hace más sexy y atractivo de lo normal... —Reí ante sus palabras y besé sus labios mientras ella también me seguía—. Gracias por contármelo. Por siempre confiar en mí para darme esas pequeñas partes de ti, Tae. Me hace muy feliz. —Volvimos a besarnos con suavidad. Seguimos mis palabras y las suyas de nuevo, hasta que fue el momento de demostrarnos ese amor que nos profesábamos, a cada segundo con mayor intensidad.

Fui a coger la caja que nos habían dado con lo demás, pero Hana la apartó de mis manos.

—¿Qué pasa? —pregunté con curiosidad. Hana dejó mi mano en su sitio anterior, al lado de su cabeza y entonces, apoyó las suyas sobre mi pecho. Sonrió con seguridad.

—Olvídate de ellos.

—¿Qué? —solté confundido y eso la hizo reír. Sonreí apenas sin entender qué pasaba—. Es que no lo entiendo...

—Ambos nos hemos hecho una prueba, ¿verdad? —Asentí—. No tenemos ninguna ETS ni nada de lo que preocuparnos, así que quiero que en este momento tan especial, lo compartamos sin nada de por medio.

—Pero, Hana... ¿Estás segura? ¿Y si te quedas embarazada? No me gustaría que eso pasara, sobre todo por ti, que eres la que va a llevar todo el peso del tema...

—Tranquilo, Tae —dijo para después tomar mis mejillas. Sonreía con tranquilidad—. Para eso me tomo las pastillas y además llevo un control, sé que es poco probable que eso ocurra. —Su seguridad me ponía nervioso—. Sé que te preocupa y es precioso por tu parte, pero soy la que te lo está pidiendo. A no ser que tú no quieras...

—Claro que quiero —aseguré—. Pero en parte me da un poco de cosa destrozar tu vida si...

—No pensemos en ello, creo que así no lo atraeremos. —Eso me hizo reír y consiguió justo lo que quería: que me olvidara de la preocupación. Acarició mis mejillas—. Eres el mejor novio del mundo porque cualquier otro chico a lo mejor no se lo hubiera pensado, pero aprecio que estés tan preocupado por mí.

—Yo no tengo mucho más que aportar la "semilla". Tú tendrás todo el trabajo.

—En eso llevas razón —admitió.

—Pero si estás 100% segura, no voy a negarme, Hannie. Claro que quiero hacerlo. —Sonrió.

—Estoy completamente segura de que quiero hacerlo contigo, Tae.

—Pues entonces, hagámoslo. —Asintió con una sonrisa—. Aunque... Es mi primera vez. —Apoyó sus manos sobre mi pecho.

—Me gusta robarte una primera vez en algo... —dijo y eso le quitó un poco de hierro al asunto—. Va a ser algo diferente, ¿vale? Si te molesta o te incomoda, no dudes en parar —dijo con suavidad—. Pero te va a gustar, lo sé. —Eso me hizo reír y a la vez me dio seguridad.

—Vamos a intentarlo entonces. —Ella sonrió antes de besar mi frente. Nuestros labios volvieron a entrelazarse en ese juego que ellos solo sabían tener. Con esa intensidad justa entremezclada con la dulzura necesaria. Cuando nuestras lenguas también se unieron al juego, Hana empezó a encender cada parte de mi cuerpo con sus manos y deseé que llegara el momento de unirnos por completo para sentirla cerca, para demostrarle lo jodidamente enamorado que estaba de ella.

Solo la miré a los ojos cuando estaba a punto de unir nuestros cuerpos. Hana me besó suavemente la mejilla antes de que sonriera como si quisiera darme esa pequeña seguridad que me faltaba para seguir. No pude evitar soltar un gemido audible cuando nuestros cuerpos terminaron de unirse. No podía expresar en palabras las sensaciones que estaba teniendo en ese instante, pero cuando miré a Hana a los ojos, solo pude sentir una felicidad y amor genuino que tampoco podía decir en voz alta, pero que ahí estaba.

—¿Estás bien, Tae? —Sonreí antes de abrazarla.

—Te quiero muchísimo, Hana. —Ella acarició mi espalda.

—Yo también te quiero muchísimo, Taehyung.

Y entre esa pequeña cúpula transparente, con las estrellas de espectadoras, nuestro amor se dejó ser. Nuestro rojo llenó aquel lugar. Y fuimos felices. Para empezar ese camino que duraría, que sería nuestro por mucho tiempo.

Hola, ¿cómo están?

Un capitulito largito y precioso de mis novios más bonitos del universo. Jopé, cómo adoro que haya llegado este momento en el que por fin, puedan verlos de novios y disfrutar de su relación (aunque eso signifique que nos estemos acercando al final).

Espero que la estén disfrutando♡

¡Un abrazo enorme!♡

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