32
Taehyung
Me había costado meses abrir esa caja que había dejado mi madre en mi habitación de París cuando me había acompañado para instalarme, pero después de que ella me dijera que era lo que necesitaba leer, supe que debía hacerlo. Enfrentar mi pasado no solo requería superar a Yena, sino también, lo que significaba que dos de las personas que más quería en el mundo, ya no formaran parte de él.
«Sé que te dije que te contaría las historias que faltaban, pero me di cuenta de que te había contado todo lo más importante que había vivido durante mis setenta años de vida. Así que como regalo, creo que te mereces conocer al completo la historia que vivimos tu abuela y yo. Sé que aunque no quieras admitirlo, las adorabas y como quiero que sonrías para burlarte de tu abuelo el romántico, aquí las tienes. Tu abuela las guardaba como oro en paño, así que más te vale cuidarlas como si fuera un tesoro. Mi único deseo en la vida es que vuelvas a ser feliz y espero que entre todas estas cartas, encuentres esa felicidad. Sé que vas a echarnos de menos toda la vida, pero quiero que sepas que aunque no puedas vernos, nosotros siempre estaremos a tu lado y celebraremos cada uno de tus logros. Así que no te desanimes, campeón. Te dejo con nuestra historia de amor, tal como tu abuela la guardó, sé feliz.
Te quiere,
Taeho, tu abuelo»
Tragué ante el nudo que se me había formado en la garganta, pero me prometí no parar ante eso. Dejé la nota a un lado y me encontré con una pila de sobres amarrados a un lazo marrón. Sonreí, no tenía dudas de que eso estaba hecho por mi abuela. Respiré hondo antes de tomar otra nota que se encontraba encima de esa pila de cartas: «Para recordar siempre nuestra historia, Taeho. Siempre tuya, Miyeon». Ni aún habiendo pasado tanto tiempo, podría olvidar la preciosa letra de mi abuela.
Con cuidado de destrozar el lazo, saqué el tocho de cartas y las observé. A juzgar por el aspecto, tenían que ser de hacía bastantes años. Aparté las demás y la observé con cuidado hasta sonreír. La carta venía desde Corea del Sur a Francia con el remitente «Mi querido Taeho». La abrí con cuidado.
«A pesar de que el día se ha despertado con un sol radiante que alegraría a cualquiera, me he dado cuenta de que los días son grises cuando no estoy a tu lado. Quise convencerme de que podría hacerlo, de que lo que habíamos vivido durante esos meses juntos no era más que un amor efímero que desaparecería de mi corazón pronto pero ¿cómo iba a hacerlo cuando las mañanas no tienen color a tu lado? Pensé que compartir cama sería algo que odiaría, sin embargo, ¿qué hay mejor que estar rodeada de tus brazos cálidos y sentir como si no necesitara nada más?
Sé que te dije que esto sería mejor para ambos, Taeho. Pero no hay ni un día, ni una noche, ni un minuto o ni un segundo en el que no piense en ti, ni en lo que vivimos. Quizás esté enferma de amor. Quizás sea una locura. Pero estoy segura de que lo único que deseo ahora mismo, es estar junto a ti.
No espero una respuesta tuya después de decidir que debíamos seguir nuestro camino, pero supongo que en eso consiste el amor. Aún así, quiero que sepas que te quiero con locura.
Soy tuya, siempre lo seré.
Te quiero,
Miyeon»
Sonreí mientras observaba la delicadeza de su trazo y las marcas de dedos que la hacían ver como una carta que había sido leída cientos de veces.
«No sé cómo es posible que alguien que no habita en mi mente sea tan capaz de estar ahí presente como si así fuera, pero llevaba semanas pensando en si era una buena idea tirar todo por tierra para por fin poder hablarte.
Miyeon, nada me hace más feliz que haber recibido tu carta. Cuando vi tu nombre, casi lloro de la emoción y ese día, no pude dejar de sonreír a pesar de que llevaba semanas sin hacerlo. ¿Te das cuenta de lo mucho que me haces cambiar en un solo segundo? Yo tampoco puedo actuar como si en este preciso instante no deseara rodearte con mis brazos y tenerte cerca de mí sin cansarme, como si fueras el aire que necesito para poder respirar. Sé que no puedo irme de aquí, pero olvidarte o pensar en que estés con otro, me partirá en dos. Así que prefiero simplemente entregarme a ti, como si fuera mi único objetivo en la vida.
Te prometo que pronto estaremos juntos, ¿podrás esperar por mí?
Te quiero,
Taeho»
Sonreí. ¿Qué era mejor que ver a mi abuelo tan romántico como era con mi abuela?
Me enredé en esas cientos de cartas y en su historia. Reí y lloré mientras me empapaba de ellos como si los tuviera delante, como si fueran ellos los que en ese instante me estuvieran contando su historia y disfruté de su amor. Disfruté de eso que siempre había querido escuchar.
Una vez leí todas las cartas, vi en el final de la caja, un álbum de fotos de recortes que tenía toda la pinta de ser de mi abuela. No dudé en dejarlo sobre mi regazo antes de ojearlo con cuidado. Sonreí al ver la primera foto que había allí: una de ellos dos en París, donde ambos se veían súper jóvenes y felices. Seguí por las otras cientos de fotos en blanco y negro cargadas de nostalgia, de recuerdos en los que podía ver sus días en París, en Corea, en sus otros viajes, con su hija, con sus nietos... Era toda su vida. Sonreí sin duda ante la última, una foto que yo les había hecho y que ponía «Nuestro pequeño veterinario nos ha hecho esta foto para que siempre nos acordemos de él, lo que él no sabe es que siempre lo haremos». ¿Quién diría que esa sería una de las últimas fotos que ellos tendrían juntos?
Llevé mis manos a mi cara mientras las lágrimas recorrían mis mejillas y tenía la sensación de que el pecho se me oprimía. Dolía, dolía verlos y saber que por fotos, era la única manera que tenía de poder sentirlos cerca. De que sus palabras, su amor, era lo único que me hacía poder recordar nítidamente la imagen de ambos. Me preguntaba si algún día dejaría de doler. Me preguntaba si algún día dejaría de echarlos de menos. De echar de menos las charlas, la comida casera, las historias antiguas, las sonrisas, los besos, los abrazos, la compañía... Me preguntaba si sería posible. Me preguntaba si aún a sabiendas de que siempre los tendría cerca, dejaría de sentir que los tenía tan lejos. Pero no obtendría jamás la respuesta. Porque yo siempre, siempre, los tendría en mi mente.
Limpié las lágrimas que recorrían mis mejillas antes de encontrar las dos últimas cosas. La primera, era un espejo que mi abuela siempre llevaba encima, el cual me hizo sonreír entre la tristeza. Era el que siempre utilizaba para decirme que me peinara «¿Ves? Así todo el mundo se fijará en ti. No tengo dudas de que serás el chico más guapo del Universo, como tu abuelo» mientras me apretaba las mejillas. Al lado, encontré una cinta con una frase «Sé que vas a odiarme porque no pude controlar la tecnología, pero era mi única manera de dejarte un regalo de más. Me lo agradecerás, Taehyung». Sonreí al ver el reproductor de cintas favorito de mi abuelo a su lado.
Respiré hondo antes de meter la cinta y de darle al botón de reproducir.
—Hola, cielo. —No dudé en llorar al escuchar la voz de mi abuela. ¿Cuánto tiempo hacía que no oía su precioso timbre de voz? Aunque era distinto, sonaba joven y llena de vida—. Se me da fatal grabar cosas como estas, pero pensé que después de tanto tiempo sin oírme, te haría ilusión. El tiempo en Daegu está tan tranquilo como siempre y no dejo de pensar en las ganas que tengo de que vuelvas del servicio militar para poder comerte a besos. —Solté una pequeña carcajada desganada. Esa frase era muy típica de mi abuela—. Espero que estés muy saludable cariño, así que no te saltes ninguna comida. Por mí no te preocupes, nuestra pequeña Hyerin no está dando mucha guerra, pero sin duda, te echa de menos. —Podía escuchar un trasteo de fondo y no dudé en sonreír al pensar que sería cosa de mi madre—. No olvides que ambas te amamos con locura y que estamos deseando que vuelvas. Cada noche, miro al cielo nocturno cargado de estrellas y de la luz de la luna mientras deseo que tú estés al otro lado haciendo lo mismo. Mucho ánimo, Taeho. Te amo con locura. —Limpié las lágrimas de mis mejillas cuando se pasó a otra grabación.
—Hola, pequeño campeón. —Al escuchar la voz de mi abuelo no pude evitar romperme de nuevo—. Hubiera dado lo posible por poder tener una grabación más reciente de tu abuela, pero fue imposible. Aún así, pensé que esta debía ser la manera en la que debía despedirme de ti. —No dudé en llorar sin poder evitarlo—. ¿Aunque es en realidad despedirse cuando siempre voy a estar velando por ti? —Supe que sonreía mientras decía esas palabras—. Siento que todo haya tenido que ser así, Tae. Imaginé que este momento llegaría, pero lo menos que deseaba era dañar a todo el mundo que nos quería. Pero ¿qué podía hacer? —Rió con amargura—. Solo de pensar que ella no está a mi lado, el corazón me duele tanto que no puedo soportarlo... Así que sin duda, creo que vivir así me hace sufrir más que el hecho de saber que tengo que irme. Porque a pesar de todo sé que, pase lo que pase, ustedes saldrán adelante. Porque son lo suficientemente fuertes para hacer algo como eso por muy egoísta que pueda sonar. —Sorbí la nariz. Se hizo un pequeño silencio—. De todos, sabía que tú eras el que merecía tener estos recuerdos y no porque seas mi pequeño —Solté una pequeña carcajada cargada de tristeza— sino porque siempre estuviste a mi lado mientras te contaba estas historias con ilusión y con esa mirada cargada de cariño que siempre llevaré conmigo. Brillabas, Taehyung. Le dabas alegría al mundo. Hacías de todo más fácil, incluso para este viejo que había vivido tanto, me diste un poco de energía cuando más lo necesitaba. —Sonreí—. Siempre he pensado que eras un niño especial, de esos que merece la pena escuchar, de los que merece la pena conocer. Por eso eres tan importante para mí, porque sentía que al mirarte, veía el reflejo de mí, de lo que fui y de lo que soy... —Su voz se quebró por unos instantes— y tenía la esperanza de levantarte el ánimo después de lo mal que te sentirás por no tenernos cerca. Pero en serio: lo estamos. Tu abuela jamás me permitiría estar lejos de ti, fuera donde fuese. —Solté una carcajada y él también. Me limpié de nuevo las lágrimas—. Con estos recuerdos en tus manos, quiero que pienses en ti, Taehyung. En la persona que eras y en la que te convertiste. En las experiencias y sentimientos que has sentido a lo largo de tu vida. Quiero que pienses en que cada una de ellas te enseñan, te hacen crecer, entender la vida, seguir adelante... Pero ninguna determina tu vida, pequeño. —Sonreí de lado—. Sé que he insistido durante varias ocasiones en ello, pero creo que debes de saberlo. Tú eres dueño de ti mismo y no de nadie más. Tu felicidad depende solo de ti y de tus acciones... —Me abracé las piernas—. Así que que el pasado no te detenga en ese futuro que te espera. —Asentí tal como si lo estuviera escuchando a mi lado, con la sensación de que tenía su mirada llena de cariño sobre mí—. Te he regalado nuestro amor porque quería que te dieras cuenta de que el amor de verdad existe. De que los corazones y sentimientos son frágiles, pero que merecen la pena de sentirse. De que los corazones rotos se recuperan y que la confianza, puede emerger de nuevo por muy arrugado que esté el papel porque: solo hace falta que alguien llegue para llenarlo de colores y que las arrugas no importen. —Negué con la cabeza sin creerlo. Parecía exactamente saber qué necesitaba escuchar—. Porque estoy seguro de que hay alguien que está dispuesto a darte el amor que necesitas y mereces sin ninguna duda. Así que ama, Taehyung. Ama a tus amigos, a los que no lo son pero quieres que los sean, a tu familia y por supuesto, a esa persona que está esperando por ti. Pero no te reprimas. No dejes de ser ese niño que se abrazaba a todo el mundo y todo Daegu tenía que ver con él. —Reí—. Porque está claro que cambiamos, siempre lo hacemos. Si la vida fuera estática, ¿qué sentido tendría vivirla? Pero no dejes que esos cambios destruyan la esencia que hay en ti, ¿de acuerdo? No destruyas al Kim Taehyung que siempre has sido desde lo más profundo de tu ser. —Sonreí de lado. Parecía conocer lo que me sucedía en ese momento—. Todos estos recuerdos te pertenecen ahora y están aquí para que te sientas acompañado siempre, para que por generaciones, reconozcamos que por muy loco que parezca, siempre hay alguien para nosotros. Así que cuida de esta caja como un tesoro y vuelve a ella siempre que lo necesites. A las palabras de tus abuelos que se enamoraron en la bonita ciudad de París. —Sonreí. Él se aclaró la garganta—. Dale las gracias a tu madre, por ser la mejor hija que podíamos haber tenido. Tan alegre, curiosa, estudiosa, fuerte, llena de talento, sonriente, buena madre, decidida... Aunque creía que tu abuela me había enseñado lo que era el amor verdadero, reconozco que fue ella quien verdaderamente me lo enseñó. Dale gracias a tu hermano, por ser esa figura que tanto necesitabas, ese chico tan inteligente, de ideas claras, de palabras cargadas de significado, de ideas alocadas pero sencillas, de amor, de cariño... Sin duda, nunca pensé que un nieto sería un regalo tan enorme. Dale las gracias a Jeno y a las gemelas, a él por amar a mi hija como se merecía, a ellas, por ser mis nietas aunque no lo sean en realidad. —Sonreí—. Pero dale gracias a Taehyung, por enseñarme su mundo lleno de colores, de realidades distintas, de imaginación, de amor, de cariño, por ser tan valiente, por tener la sonrisa más bonita del mundo, por ser calidez y energía... No sabes lo mucho que me enseñaste, pequeño, lo que me hiciste regresar al pasado. Tu abuela y yo estamos muy felices de haber podido ser parte de la vida de todos ustedes, así que nunca se sientan tristes porque nosotros siempre les amaremos desde donde estemos, ¿vale? —Sonreí—. Solo, sé feliz, Taehyung. Sé que superarás cualquier momento difícil.
Cuando la grabación se detuvo, lloré por unos minutos hasta que el dolor de mi pecho se apaciguó y sentí que por lo menos en esos instantes, podía respirar con mayor calma. Tenía cientos de emociones en mi interior que no sabía cómo gestionar y el hecho de que aún era un shock para mí el haber podido escuchar su voz junto a sus palabras después de tanto tiempo, me hacía no poder asimilarlas aún. Pero me sentía en parte tranquilo. Tranquilo de saber que él estaba ahí, que tenía esos recuerdos que tanto me había costado leer y ver para recordarme que yo era parte de ellos. Tenía las palabras de ambos, su amor, su cariño, sus sentimientos... Los tenía. Los tenía cerca aunque me quisiera convencer de que no era así. Y mi abuelo tenía razón: tenía que seguir caminando, ser ese Taehyung que siempre había sido. Mientras ellos me observaban.
Casi como si el universo hubiera planeado esa situación para mí, no dudé en que era la oportunidad perfecta para hacerlo. Estaba cagado. Dudé de hacerlo miles de veces. Pensé en huir. Pensé en que era demasiado pronto... Pero al final, tomé el pomo de la puerta decidido y caminé sin mirar atrás. Me paré frente a su mesa. Una niña pequeña de pelo recogido en un moño la acompañaba. A decir verdad, se parecía bastante a ella por lo que esos rumores de que se había quedado embarazada, quizás sí que eran ciertos. Cuando me miró a los ojos los abrió como platos, sorprendida. Yo también me sorprendí, puesto que no tenía ni idea de cómo había podido reconocerla cuando no se parecía en nada a la chica de la que me había enamorado. Tenía bajo sus ojos unas ojeras que ni siquiera el maquillaje podía tapar, su pelo era corto y negro, muy distinto a su largo castaño cuando éramos joven y sus ojos ya no tenían brillo. Estaba peor de lo que imaginaba. Sin embargo, eso no me detuvo. Había sufrido años por su culpa, no pretendía ser amable, no pretendía tratarla con pena y aunque no quería rebajarme a su posición, tampoco consideraba que tenía que ser delicado. Se merecía escuchar todo lo que quería decirle. Cada palabra.
—¿Taehyung...? —preguntó sorprendida. Miré a la niña antes de hablar—. Jihyo, ¿puedes ir un momento con Rina? —Le indicó a la niña. Ella me miró, pero no cuestionó sus palabras. Asintió y se levantó para marcharse de allí—. Taehyung yo... No sabía que estabas aquí. ¿Has vuelto? Me enteré de que estabas en Francia. Todo el barrio habla de ello —dijo con una sonrisa ladina. De esas que antes me volcaban el corazón, pero que por alguna razón, ni siquiera me hizo sentir rabia. Sentía solo un vacío enorme.
—Estoy de visita —respondí.
Pude palpar la incomodidad entre los dos. La de Yena por tratar de actuar con delicadeza. La mía porque en el fondo no podía evitar pensar en que tenía demasiadas cosas que decirle. En que nos veíamos otra vez después de tantos años... Quizás sí que había sido demasiado para mí. Pero si quería seguir avanzando, sabía que debía zanjar por fin ese capítulo de mi historia. Me merecía seguir escribiendo.
—Pero eso no es lo que importa —zanjé. Yena me miraba con curiosidad y cierto temor.
—¿Quieres que tomemos algo? —preguntó. Sabía que trataba de darle normalidad al asunto aunque no la tuviera. Siempre había sido de esas personas que trataba que las situaciones no fueran incómodas.
—Seré breve —respondí.
—Te escucho. Después de todo, estoy segura de que me merezco cada palabra que vaya a salir de tu boca.
Respiré hondo. Cerré los ojos para organizar mis pensamientos. Pero simplemente dije lo que sentía: fuera dañino o no.
—Te odié, Yena —empecé a decir—. Te odié tanto que pensé que era insano odiar a alguien con tanta intensidad cuando te había amado de la misma forma, pero lo hice. Convertiste el que creía que sería el mejor día de mi vida porque planearíamos nuestro futuro, en el peor. Salí no solo con el corazón roto, sino con la sensación de que estaba completamente destrozado. Y sentí tanto dolor que creí que de verdad, podría llegar a romperme físicamente en dos. —Su expresión cambió. Sus ojos brillaban y supe que estaría a punto de llorar, pero no me detuve—. ¿Sabes lo cruel que fuiste? ¿Sabes cuántos días me pregunté qué era lo que yo no tenía para que tú quisieras reemplazarme? Me sentí sucio, insuficiente... Sentí que no tenía valor. Tú te encargaste de pisotearme sin piedad, Yena.
Tuve que pararme unos segundos para respirar y tratar de evitar que el nudo que tenía en la garganta me impidiera hablar.
—Pensé que nunca llegaría a perdonarte. Pensé que viviría toda la vida con la sensación de que ni nada ni nadie lograría salvarme. Estuve así hasta hace unas semanas. Pensé que necesitaba saber el por qué. Pensé que necesitaba decirte todo lo que sentía y hacerte tanto daño que probaras de tu propia medicina. Pero ¿sabes qué? Me encontré con algo mejor: yo soy el único que debe salvarse, yo soy el que debe perdonarte pero no porque te lo merezcas, sino porque así voy a avanzar. —Me sentía orgulloso de estar diciendo eso delante de ella—. Ya no me importa cuáles fueron tus razones de reemplazarme tal como mi padre lo hizo con mi madre, de rechazarme y acostarte con otro tío cuando yo lo intenté cientos de veces... Me da igual. Porque no eres tú, Yena. Soy yo. Yo soy el protagonista de esta historia y me elijo a mí por encima de todo. Es lo que me merezco. Y por supuesto, nunca te mereciste alguien como yo —zanjé. Respiré hondo, con una sensación de alivio, con la sensación de que eso era lo único que tenía que decir—. Así que te perdono, Yena. No para que tú te sientas bien, sino para que mi vida sea mejor sin tener que seguir tras tu sombra. —Supe que ella estaba tratando de aguantar las ganas de llorar—. Esto es lo que quería decirte. Ya no tienes que preocuparte por mí o por el daño que me hiciste: voy a ser feliz. Y aunque no sea como creía, estoy seguro de que seré mucho más feliz de lo que hubiera podido haber sido. Porque soy la persona que quiero ser y si tú hubieras seguido a mi lado, no lo hubiera sido. Y no por mi culpa, sino porque siempre te elegí a ti por encima de todo. —Joder. Se sentía demasiado bien expulsar todo eso—. Solo espero que tú también seas feliz, Yena. Porque a pesar de que me hiciste la persona más miserable del mundo, en realidad, deseo que puedas rehacer tu vida también. Porque eso no quita que a pesar de todo, siempre serás una persona importante para mí. La primera de todas. Pero no la más importante. —Y ya tenía claro quien sí lo era—. Ahora sí que es cuando debo decirte adiós. —Y sin dejarle la oportunidad a decir nada, me giré y me fui de allí. No necesitaba escuchar sus razones, tampoco sus palabras o aguantar sus lágrimas. Alguien que había sido capaz de dañarme sabiendo que lo haría, ni siquiera se merecía escuchar lo que yo le había dicho. Pero de nuevo: lo había hecho por mí, porque sentía que así estaría tranquilo. Así que salí de aquella cafetería con un peso menos de encima y con la sensación de que tenía las ideas más claras que nunca.
Hola, ¿qué tal están?
Bua, este capítulo es tan intenso pero a la vez tan necesario... Leerlo de nuevo me hace sentir orgullosa del pequeño Tae, sobre todo, por decirle a Yena todo eso que tenía en su corazón y que ahora pueda seguir caminando sin ese peso. Es muy valiente♡
¿Se esperaban que la historia de Taeho y Miyeon de las notas entre capítulos fueran los abuelos de Tae? La verdad es que creo que con el nombre de su abuelo lo dejé bastante claro, pero tengo la curiosidad de saber si se lo esperaban.
¡Un abrazo enorme!♡
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