30
Taehyung
Escribí casi sin ánimos, pero con la decisión de que debía hacerlo. No sabía si ella aún seguía allí, pero aunque la viera tiempo después, me valía el haber dado el paso correcto hacia delante. Respiré hondo frente a su puerta y con decisión, tiré de mi maleta y no miré hacia detrás. Me aferré a esa caja que siempre me acompañaba y puse rumbo al aeropuerto.
Ya hacía semanas que no tenía ningún tipo de relación con Hana y lo cierto es que a pesar de que pensaba que sería lo mejor, había sido horrible. Aquel día, después de escuchar sus palabras, después de haber sentido cómo me decía que me quería no solo con su cuerpo, me había dado cuenta de que me gustaba, de que yo también sentía lo mismo por ella. Me gustaba Hana de una manera que jamás me había gustado nadie. Aún no sabía si era porque tenía un pelo precioso que amaba tocar. Si es porque sus ojos color miel me dejaban sin palabras cuando me miraban. Si es que era porque era preciosa tal y como era. O si era porque sonreía y se reía de una manera perfecta. O porque era una chica inteligente, increíble, decidida, maravillosa... No lo sabía. Pero me gustaba. Y amaba pasar cada segundo con ella. Ya fuera teniendo la conversación más absurda del mundo o cuando nos tocábamos con todo el cuerpo hasta que nos quedáramos callados y solo hablábamos con la mirada. Pero era así. Disfrutaba de estar con ella. Me sentía más yo que nunca. Más decidido. Más feliz. Y sabía que merecía la pena luchar por todo eso, estaba dispuesto a hacerlo.
Sin embargo, el hecho de sentir que aún tenía tan latentes esos miedos del pasado en mi interior me hicieron reconocer que Hana no merecía ser solo mi mitad. No podía arrastrarla a mi lucha. No podía aferrarme a ella como lo había hecho. Porque ahora que sabía que estaba dispuesto a quererla, a aferrarme al amor, sabía que la haría sufrir por mis inseguridades. Que ambos sufriríamos. Porque no creía en el amor después de lo de Yena, pero habiendo conocido a Hana, sabía que quizás es que el amor con Yena no era lo adecuado. Quizás había conocido el amor más horrible de todos. Quizás existían otros amores.
Mi madre me recibió con una sonrisa que casi me hace llorar. Necesitaba esos brazos protectores que me envolvieran y me dijeran sin palabras «yo voy a protegerte». Lo necesitaba. Aunque sabía que aquella lucha era solo mía, la idea de que mi madre me protegiera por un rato, me aliviaba. Era el aliciente para no rendirme.
—Debes estar cansado, mi amor —dijo con suavidad. A pesar de que éramos una familia grande, era la única que estaba conmigo ese día. Jeno estaba trabajando hasta tarde en un congreso donde estaban presentando un proyecto de un colegio nuevo para Daegu, Namjoon volvería en una semana al igual que las gemelas, y Yoongi vendría con Hoseok en un día.
Me dejé acariciar por su mano en mi mejilla y cerré los ojos. Nada mejor que estar en casa después de tanto tiempo.
—Lo mejor será que vayamos a casa —dijo mientras estábamos parados en el semáforo.
—Llévame a cenar, mamá —le pedí, aunque casi fue como una súplica. Ella sonrió de lado antes de peinar mi pelo.
—¿Qué quieres, cariño? —preguntó con esa delicadeza suya.
—Seguro que sabes dónde quiero ir. —Apartó sus manos ante la luz en verde y luego sonrió.
Condujo por las calles de Daegu mientras ambos nos ceñíamos en un silencio sepulcral. Sabía que mi madre había entendido que algo me pasaba, puesto que siempre que le pedía ir a cenar significaba que quería pasar el tiempo exclusivamente con ella, sin nadie que interfiriera entre nosotros, así que no hacía falta que le dijera nada. Estaba cómodo ante eso. Como en casa.
Aparcó y nos bajamos frente a un puestito cerca del trabajo de mi madre. Estar allí me recordó a la de veces que ambos salíamos juntos después de que pasara algunas horas de actividades extraescolares y que ella me invitara a escondidas de Namjoon a cenar cuando él solía quedarse con mis abuelos durante ese tiempo. Momentos donde hablábamos de todo. Donde ella me hacía sentir escuchado y querido. Siempre había supuesto que mi madre hacía ese esfuerzo conmigo ante el rechazo que ella sabía que mi padre tenía hacia mí. Quería creer que era su forma de hacer que no pensara en ello. Que me sintiera querido. Y lo cierto es que supo hacerlo. Era duro pensar que mi padre no me había querido tanto como esperaba, pero el hecho de que ella me quisiera por los dos, me hacía sentir que no debía esperar nada de mi padre. Sabía que ella era lo único que necesitaba.
—Gracias —esbozó con una sonrisa mi madre cuando nos pusieron soju—. Sé que Jeno estaría en contra de esto, pero tú eres mi hijo y yo decido si puedo beber contigo o no, ¿verdad? —Asentí con una pequeña sonrisa mientras ella me rellenaba el vaso. Ambos bebimos.
La observé por unos segundos. Vestía un vestido de asillas blanco que resaltaba su piel de casi el mismo tono y su pelo castaño claro casi rubio estaba alzado en un moño. No tenía dudas de que mi madre había sacado cosas tanto de mi abuelo como de mi abuela. La sonrisa y nariz de mi abuelo, los ojos y la esbeltez de mi abuela. Era como si hubiera cogido lo mejor de ambos. Y no tenía dudas de que era porque había salido del amor verdadero de dos personas que se amaban con el alma.
—Cuéntame, cariño. ¿Qué pasa? —Respiré hondo.
—Sabía que lo entenderías enseguida.
—Aparte de que eres mi hijo y estabas conectado a mí desde que eras una pequeña lenteja... —Solté una pequeña carcajada que a ella le hizo sonreír— Cuando te hiciste mayor, empezamos a escaparnos aquí cuando alguno de los dos no estaba bien. Además, no tienes buena cara —afirmó antes de acariciar mi mejilla. Me miraba con preocupación.
Tragué con dificultad.
—No sé ni por dónde empezar...
—Estás enamorado —zanjó. Abrí los ojos al instante.
—¿Qué?
—No puede ser otra cosa, cielo. Eso o has dejado embarazada a alguna chica y en ese caso me tendré que poner seria.
—Mamá, has educado bien a tu hijo, sé usar condones.
—Ya me lo imaginaba. —No dudamos en reír. Siempre tenía la manera de hacer que ambos nos relajáramos. ¿Por qué mi madre era tan increíble?
Llevó sus manos a las mías.
—Soy tu mamá. Te conozco. No te he visto muchas veces enamorado y es una desgracia porque sé perfectamente por qué ha sido. Pero algo me dice que es esa la razón de que estés así. Y también sé por qué lo estás, cielo. ¿Y sabes qué? Por suerte o por desgracia, has acudido justo a quién mejor puede ayudarte. —Asentí con suavidad.
—No sé si estoy enamorado... Pero me gusta.
—¿Cómo se llama?
—Kwon Hana.
—¿Es coreana? —Asentí.
—Está en mi clase en Seúl. —Asintió con suavidad.
—Hana... ¿Uno? Lo cierto es que es un nombre precioso —aseguró. Tomé otro vaso de soju. Ella me rellenó de nuevo—. ¿Cómo fue?
—No sé si quieres saberlo.
—Vale ya me imagino —zanjó—. No necesito detalles.
—Yo tampoco pensaba dártelos —aseguré. Ella aguantó una carcajada pero al final rio.
—Cariño, te pones tan serio... —Reí con ella.
Nos miramos por unos segundos y ella sonreía.
—Te acostaste con ella. ¿Y luego qué? —preguntó. Me encogí de hombros.
—Siguió pasando.
—Vale... —comentó—. Pero ¿habrá pasado algo más para que te guste? Supongo.
—Claro. Tenemos en común el mismo grupo de amigos en el Erasmus, así que no solo nos acostábamos. Compartimos muchas más cosas. Sobre todo conversaciones.
—Que te llevaron a que ella te gustara. —Asentí.
—Aunque en eso miento un poco. Creo que lo que más me hizo que me gustara fue lo que me hacía sentir.
—¿Qué te hacía sentir? —preguntó con curiosidad después de beber otro trago de soju. Rellenó su vaso.
—Creo que no sé explicarlo con palabras, mamá. Pero jamás me había sentido así... —expliqué—. Fue desde que la vi.
—¿En la universidad? —Asentí.
—Fue como si la llevara esperando todo este tiempo. Solo quería abrazarla. Juraría que en realidad fue desde ese momento cuando me gustó. Pero enredarme en ella fue lo que hizo demostrar que era real todo eso que sentí. —Mi madre me miró de una manera indescifrable—. Siento que no es la primera vez que la quiero, aunque eso suene como una maldita locura. —Sonrió antes de negar con la cabeza.
—No lo es, Taehyung —dijo con seguridad—. Cuando vi a Jeno sentí algo parecido. Era como si lo conociera. La conexión entre nosotros no fue casi ni necesaria de buscar. Estaba ahí. —Sonrió con mayor intensidad—. Sé qué es lo que me quieres decir. Es más, ¿no es la sensación como si con solo una mirada esa persona te dijera que te quiere? —Mi corazón se aceleró.
—Es justo eso. Con una mirada, con una caricia... Es como si hablara sin decir nada. —Mi madre asintió.
—Qué fuerte, cariño. Qué fuerte y bonito es sentir eso. —Asentí con suavidad.
Nos sirvieron la cena.
—¿Y qué es lo que quieres hacer ahora?
—Después de lo de Yena estaba convencido de que no quería sufrir más por amor, mamá. Pensé que llegaría un momento en el que decidiría estar con alguien porque tenía que ser así. Que me casaría, tendría hijos, envejecería y no sufriría por amar intensamente a nadie porque no me lo merecía después de haber dado todo por alguien que solo fue capaz de estrujar mi corazón como si no tuviera valor. —Mi madre alargó su mano hasta la mía y yo me aferré a ella. Seguí hablando—. Sin embargo, todo se desmoronó en cuanto vi a Hana y lo sentí todo. Incluso llegué a castigarme por ello: «¿estás tan dispuesto a sufrir de nuevo, Taehyung?» Fue eso lo que pensé...
—Pero no hay nada que se pueda hacer en contra de los sentimientos. —Asentí.
—Me convencí de que la olvidaría. Me convencí de que estaba en el camino correcto de disfrutar de mi juventud sin atarme. Pero eso no me hacía feliz. Y aunque lo sabía lo seguí haciendo porque pensaba que era lo mejor para mí. Hasta que llegó el día en el que la besé y sentí todo lo que una persona podía llegar a transmitirme solo con su cuerpo. —Mi madre sonrió de lado antes de asentir—. Entonces me di cuenta de que eso era especial. De que renunciar completamente al amor sí que era una mayor locura que sucumbir a algo que me merecía.
—Claro que te lo mereces, cariño. Lo que no te merecías era ser amado a medias. —Asentí. Justo lo que le había dicho a Hana.
—Pero no es tan fácil. Tengo mucho miedo, mamá. Aún tengo muy cercana esa rabia y ese dolor de lo que Yena me hizo sentir. No puedo estar con Hana por mucho que quiera. Sé de sobra que la haría sufrir muchísimo por mis inseguridades. No estoy preparado para tenerla aún a mi lado. Y es por eso que le pedí que no me eligiera... Que no esperara por mí. —Mi madre apretó mi mano.
—Es cierto que crié bien a mis hijos. —Solté una pequeña carcajada cuando una lágrima surcó mi mejilla. Mi madre llevó sus manos ahí para limpiar las que vinieron después—. Eres un chico tan maduro... Ni siquiera te imaginas lo valiente que es que hayas rechazado a la persona que quieres por su bien y por supuesto, por el tuyo. Es precioso. Y sin duda, la quieres. —Sonrió.
Sus ojos brillaban y sabía que ella también lloraría.
—No hay ninguna fórmula para el amor. Estoy segura de que nadie podría darte ningún consejo que pudiera ser completamente válido para un sentimiento tan intenso y tan incontrolable —dijo—. El amor a veces es dolor, otras, es felicidad. El amor doloroso se basa en relaciones tóxicas y dependientes, en amores no correspondidos o rupturas por personas que no son capaces de amar. Pero el amor feliz se basa en el respeto, en la decisión de estar juntos por querer, no por deber o por necesitar, es llenar tu día de color. Yo he conocido ambos. Tú lo harás igual. Porque no tengo dudas de que vas a estar con esa chica, pero para hacerlo, vas a tener que sufrir, Taehyung. —Las lágrimas no paraban de bajar por mis mejillas. Mi madre agarró mis manos con fuerza. Su calidez fue lo que necesitaba para sentirme un poco mejor—. Para poder estar con Jeno tuve que aceptar el dolor que conllevaba el haber soñado con un amor perfecto. Creí que con tu padre sería feliz. Que viviríamos toda la vida juntos, con ese amor de por medio que te hace vivir cada día con más ganas. Pero no fue así. No solo dejamos de amarnos, sino que él encima tuvo la preciosa idea de que pisotear mi orgullo era necesario para alejarse de mí. Tuve que transformarme. Pasar por el dolor de no ser querida por quien amaba, por quien me había enamorado, por quién había creado a mis seres más preciados, que son Namjoon y tú... Tuve que aceptar mis inseguridades, esas que habían bajado mi autoestima al cero, que me hacían pensar que cualquier persona sería capaz de reemplazarme si él lo había hecho con tanta facilidad. Y lloré. Sufrí. Sentí que se formaba un agujero en mi pecho hasta que de pronto, desapareció. —Acarició mis manos—. Y me transformé. En una persona fuerte. En una persona decidida. En una persona que jamás dejaría atrás sus valores. Una persona que jamás dejaría de amar, pero sí de sufrir. Y las transformaciones duelen, cariño. Pero son necesarias para avanzar. Me tendió una servilleta para que pudiera secarme bien las lágrimas que acepté—. Nada me gustaría más en el mundo que poder eliminar tu dolor y nada me gustaría más que poder coger a Yena de los pelos si así puedo ayudarte. —Solté una pequeña carcajada amarga—. Pero la vida no es un camino de rosas y gracias a esos momentos de dolor, podemos apreciar lo bueno. Tienes que dejar de ver lo de Yena como un sufrimiento y empezar a verlo como un aprendizaje. Estoy segura de que así podrás seguir adelante.
—¿Un aprendizaje? —Asintió—. ¿Y cuál es? —Sonrió.
—Vas a tener que descubrirlo por tu cuenta... —canturreó. La miré con mala cara y ella rio.
Supe que lo que me diría sería lo que necesitaba escuchar.
—Taehyung eres un chico... No. Un hombre maravilloso. —Sonrió de lado—. Físicamente eres perfecto, hay que admitirlo. —Eso me hizo soltar una carcajada y ella sonrió por completo—. Pero es que psicológicamente eres aún mejor. Deja de escudarte en esa careta de "no me importa nada" —Hizo comillas— y empieza a darte el valor que te mereces, cariño. Deja de valorarte por la escala de Yena y hazlo por la de Taehyung. Porque aunque yo esté aquí, tu familia, tus amigos... Al final del día eres tú, pequeño. Eres tú el único que siempre va a estar a tu lado siempre. Y tienes que amarte porque eres un tío de diez. Maduro, gracioso, inteligente, con las ideas claras, comprensivo, respetuoso... ¿No te das cuenta de que es así? Y no te lo digo porque soy tu madre, te lo digo porque es la verdad, cielo. Eres perfecto en tu imperfección y odio que hayas dejado de valorarte solo porque una chica inmadura de diecinueve años decidiera que era mejor dejarte por otro cuando sabía perfectamente que tú eras irrepetible. —Tenía razón. Desde ese día que vi que Yena me había remplazado, me había sentido traicionado. Y no solo por ella, sino por mí mismo. Dejé de darme valor. Me había resignado a que era reemplazable. Que no era nadie especial. Por eso me había dejado tocar por tantos cuerpos, por eso no dejaba de sentirme como un objeto: porque yo no me había dado el valor que me merecía—. A mí me costó recuperar ese amor propio. Recuerdo que cuando Jeno al principio me decía que era preciosa tal y como era, me costaba creerlo. «¿Es que no va a verme nunca ningún fallo?» era lo que siempre pensaba, después de todo, tu padre siempre se encargaba de recordarme que había algo que no le gustaba de mí, aún cuando daba lo mejor de mí misma para estar perfecta para él. Exacto, para él. ¿Y para mí? Quería ser perfecta para mí y que alguien me amara de esa manera. Y Jeno lo hizo. —Sonrió—. Es difícil recuperar la autoestima, pero no es imposible. Y en serio, Taehyung, no puedo seguir creyendo que pienses que Yena no se arrepintió cuando tú eres mil veces mejor que ese chico. Ya solo hay que mirar lo atractivo que eres para darse cuenta. —Sonreí con timidez. Acarició mis manos. Necesitaba tanto escuchar eso—. Pero no soy yo la que debe decírtelo, cariño. Eres tú, el que debe decírtelo a ti mismo. —Asentí.
—Tienes razón.
—Lo sé —dijo con seguridad. Sonrió—. Pero ¿vas a hacerme caso?
—Lo voy a intentar. Han pasado seis años, odio que Yena siga marcando mis pasos.
—Bien dicho, cielo. —Sonrió.
Nos quedamos en silencio por unos instantes hasta que ella habló.
—A veces las cosas no salen como queremos porque la vida nos está preparando algo que es incluso mejor, cariño. Recuerdo cuando una vez mi terapeuta me dijo: «Cuando se me ponen todos los semáforos en rojo delante, no me enfado. ¿Y si tiene que ser así porque en algún lado está pasando algo que no tiene por qué influirme a mí?». Ahí me di cuenta de que las cosas no hay que verlas como problemas, sino como experiencias y aprendizajes. Piensa en algo seriamente, Taehyung, ¿habrías conocido a Hana si siguieras con Yena?
—No. Ni siquiera me hubiera ido a Seúl...
—Entonces ahí tienes la respuesta. Lo de Yena fue horrible, eso está claro, pero era algo que tenías que aprender y algo que tenía que pasar para que conocieras a Hana. —Asentí. Se echó hacia atrás en la silla—. Además, no sé por qué me da la impresión de que es ella.
—¿De que es ella?
—De que es ella a la que vas a amar con locura, Taehyung. Eso que llaman el amor de tu vida...
—Mi alma gemela.
Nos quedamos en silencio.
—¿Lo crees?
—Es lo único que explica que quisiera tirarme a sus brazos cuando la vi.
—¿Crees en eso? —Me encogí de hombros.
—No lo hacía hasta ahora que lo sentí. —Ella sonrió.
—Yo también creo que es tu alma gemela. Aunque creía que era yo... —Reí.
—Mamá, no tengo dudas de que esta no es la primera vida en la que eres mi madre.
—Yo tampoco —aseguró.
Nos miramos por unos instantes.
—Tienes este mes para hacer ese trabajo, Taehyung. No te apresures, pero este tiempo lejos de ella te servirá para asentarte. Necesitas recuperarte, amarte... Para amar a otra persona. Así que me alegro de que la hayas alejado de todo esto, porque esta es tu lucha. —Asentí.
—No podía meterla donde no debía.
—Y eso es muy maduro, cielo —aseguró. Sonreí de lado.
—¿Puedo ir a tu terapeuta?
—Pues claro, pequeño —respondió antes de coger los palillos para empezar a comer—. Te ayudará a asentar todo ese trabajo que tienes que hacer. Tenías que haberlo hecho desde antes... —dijo con suavidad—. Aunque supongo que es porque el momento de hacerlo es ahora. —Asentí.
Me miró hasta que habló.
—Ahora come antes de que se enfríe.
—Sí señora —dije y ella rodó los ojos.
Comimos por unos instantes en silencio hasta que volvió a hablar.
—Si al final acabas con ella, Tae... Quiero conocerla.
—Claro que la vas a conocer, mamá.
—Aún si sólo estás un mes con ella, quiero hacerlo. Quiero conocer a la mujer que ha hecho que mi hijo quiera retomar de nuevo su vida y dejar de hacerlo como un fantasma. —Sonreí antes de asentir.
—Te lo prometo. —Sonrió antes de pellizcar mi mejilla.
—Te mereces un helado por portarte tan bien. Estoy orgullosa de ti.
—Gracias, mamá. Por escucharme, por estar ahí. Te quiero muchísimo, siempre me has hecho sentir muy querido. —Sonrió.
—Gracias a ti por hacerme tu madre, cielo. Yo solo hago lo que tengo que hacer por ti. Eres mi vida entera, tú y Namjoon, los dos son mis tesoros y por mucho que a veces no soporte a tu padre... —Solté una pequeña carcajada— Gracias a él ustedes están aquí. Y los amo con todo mi ser. —Levantó su cuerpo para besar mi frente—. Ya verás, amor. Eres grande, muchísimo. Vas a conseguirlo. Y ya sabes por qué tus abuelos eligieron tu nombre, ¿verdad?
—Porque voy a superar cualquier dificultad. —Asentí.
—Y no le des más vuelta a esa caja, Taehyung. Mírala. Te aseguro que necesitas hacerlo. Aprovecha que aún tienes tiempo en Francia para acercarte a ellos. Es más. Voy a hacerte un regalo.
—¿Cuál?
—Ya verás, te va a gustar. —Sonrió—. Ahora vamos a disfrutar de la cena y me vas a contar cómo te ha ido por Francia en este tiempo, ¿no? Que he visto lo mucho que sales ahora por ahí con tus amigos.
—Y tú me tienes que contar cómo ha ido todo por aquí también...
—No tienes que preocuparte por eso, Tae. Jeno y yo somos felices. Juntos y separados. Estamos bien. Tienes que preocuparte por ti ahora. Por ti y por tu vida.
Y me quedé con esas palabras.
Cuando le conté a Namjoon, Yoongi y Hoseok la historia de Hana, los tres se mostraron bastante cercanos al respecto. Me apoyaron al igual que mi madre y me aconsejaron que siguiera adelante, que no mirara atrás más, que solo lo hiciera para poder avanzar. Así que, eso hice.
Traté de no obsesionarme demasiado con el tema. Estaba yendo a la terapia mientras hacía el trabajo de conocerme. Conocerme de nuevo. Ver lo que quería de mi vida. Lo bueno y lo malo de mí. Marcarme objetivos. Metas. E hice lo posible por cumplir cada paso para poder estar mejor. Había disfrutado del tiempo en familia, como con las salidas de caminatas a la montaña donde las gemelas no hacían más que quejarse –más Yeji que Haeri–. De las escapadas también a la montaña con mis amigos donde Hoseok casi lloró por culpa de los bichos. Y traté de llenarme del amor fraternal de las personas que me querían y de lo mucho que los echaba de menos.
—¿Qué haces? —preguntó Namjoon al sentarse a mi lado. Estaba bajo la luz de las estrellas. Trataba de estar tranquilo conmigo mismo mientras disfrutaba de esa naturaleza y escuchaba de fondo las risas de Yoongi y Hoseok.
—Solo miraba los mensajes del grupo de mis amigos del Erasmus —dije, había aprovechado esos minutos de soledad para mirar lo que habían estado haciendo mis compañeros a lo largo de esas semanas alejados.
—¿Ella ha puesto algo? —Asentí.
—Unas fotos de un atardecer de Busan. —No pude evitar sonreír de lado. Dejé el móvil sobre el césped de la casa de la montaña de los padres de Yoongi y me abracé las piernas.
—¿La echas de menos? —Ni siquiera lo medité antes de asentir.
—Pero el espacio es necesario.
Nos quedamos en silencio ante la presencia del otro. Tranquilos. Recordé momentos del pasado en los que habíamos hecho lo mismo, en los que solo nos habíamos quedado uno al lado del otro para hacernos compañía. Me sentí bien. Me sentí en casa.
—Pero he notado el cambio en ti, Tae. Sonríes mucho más. Sé que te queda algo de camino, pero estás dando pasos. —Asentí con suavidad antes de mirar mis pies.
—Me estoy esforzando para que eso ocurra. —Lo miré y sonreí, él también lo hizo.
—Estoy orgulloso de ti —aseguró—. Me alegra que estés tomando las riendas y dejes de esperar sentado a que las cosas ocurran. Al final, que Hana se haya metido en tu vida, te ha hecho darte cuenta de que estabas huyendo de esta batalla.
Volvimos a quedarnos en silencio. Escuché la risa de Hoseok y lo vi agarrándose la tripa mientras Yoongi bailaba de una manera más que absurda. Aún cuando parecían polos opuestos, no había dudas de que se habían hecho muy buenos amigos con el tiempo. Me sentí afortunado de estar ahí. De tener a los amigos que tenía. Era afortunado. Siempre lo sería.
—Vas a ser feliz, Tae. Como te mereces. —Sonreí.
—Eso espero. —Sonreí y él también lo hizo. Ambos hermanos uno al lado del otro frente a las estrellas—. Gracias por siempre estar a mi lado, Nam. —Negó con la cabeza.
—Soy tu hermano mayor, Taehyung. Es lo menos que puedo hacer por mi pequeño monstruito. —Revolvió mi cabeza y eso me hizo sonreír—. Aunque tengo otras dos de las que encargarme...
—Pero ahí estoy yo para ayudarte. —Ambos nos sonreímos. Namjoon me abrazó de lado y yo lo abracé a él.
Tuve que aguantarle el pelo a Haeri mientras Yeji se reía con malicia al verla vomitar después de salir de una de las atracciones. Solo se calló cuando Namjoon le dedicó una mala mirada que en ese caso, hizo reír a Yoonji, la hermana pequeña de Yoongi. Le limpié la boca con un pañuelo y acaricié sus mejillas con delicadeza mientras observaba sus ojos aún rojos.
—¿Mejor? —Asintió ante mi pregunta. Miré a su gemela—. Te pasas, Yeji. —Frunció los labios mientras se cruzaba de brazos.
—No me paso, es el karma que le tocaba por reírse de mí en la casa encantada. —Apartó la mirada y yo rodé los ojos. Aún así quise sonreír. Porque echaba mucho de menos esas peleas tan típicas de ellas. Namjoon suspiró.
—Taehyung, encárgate de ir con Haeri al restaurante donde están nuestros padres. Nosotros nos iremos a los puestos como siempre. —Asentí sin dudarlo.
—Tae no tienes que quedarte por mí... —murmuró Haeri, bastante pálida. Negué con la cabeza.
—No quiero ir, Hae. Prefiero cuidar de ti. —Ella esbozó una pequeña sonrisa antes de asentir.
—Desde que salgamos, te avisamos —dijo Yoongi y yo asentí de acuerdo. Después de eso, se marcharon de allí y nos dejaron solos.
Tiré algo de agua sobre el césped y la ayudé a sentarse en un banco cercano por unos minutos antes de ir a donde nos había indicado Namjoon. Me senté a su lado y ella me miró apenada.
—Siempre tienes que hacer esto por mí, Tae... —Negué con la cabeza para restarle importancia.
—Lo haría mil veces más si es por ti, Haeri. Ya te lo he dicho otras mil veces, ¿no lo recuerdas? —Ella asintió a la vez que soltaba una pequeña carcajada. Peiné bien los pequeños mechones que se salían de su pelo anudado en una trenza. Haeri sonrió con delicadeza.
—Nunca dejaré de ser una floja.
—Puede que en eso tengas razón. —Apoyé la espalda en el banco y ella rio. La acompañé.
No era la primera vez que lo hacía porque tampoco era la primera vez que Haeri se vomitaba. Lo cierto es que era bastante propensa a hacerlo y debido a que mis otros hermanos eran un poco reacios a ayudarla, yo era siempre el elegido. Siempre había antepuesto la tranquilidad de los demás a la mía, así que no tenía tiempo de pensar en el asco que pudiera darme. Pero sí que era verdad que Haeri siempre se había avergonzado de que la ayudara tanto en ese aspecto. No le gustaba dar mala imagen. Pero yo siempre había pensado que se debía a lo pura que era. Por ese color blanco que la rodeaba donde no había más cabida que a la inocencia y la sencillez. Haeri era una persona amable y sincera, sin ninguna maldad. Y también era de esas que no querían molestar a los demás, ser un estorbo.
—Aunque en realidad, echaba de menos estar contigo después de bajar de la atracción.
—¿Echabas de menos vomitar? —bromeé y ella me golpeó el hombro. Reía mientras mostraba sus dientes y convertía sus ojos en una línea perfecta donde apenas se veían. Tan adorable como siempre y tan parecida a su padre.
—Desde luego que no —aseguró. Levantó la cabeza hacia el cielo, yo la imité—. Echaba de menos sentarme contigo en este banco y hablar un rato... Echaba de menos estar contigo, Tae. —Sonreí antes de mirarla.
—Yo también lo echaba de menos —admití. Ella apoyó su cabeza sobre mi hombro. Ambos nos quedamos en silencio por unos instantes.
Sentí paz, tranquilidad, esa energía que solo Haeri sabía desprender. Siempre había conectado mucho con ella, a pesar de que no compartíamos ningún tipo de sangre. Era como si fuéramos hermanos perdidos. La quería con todo mi ser y aunque no me gustaba admitirlo, era con la que mejor me llevaba de las gemelas. Pero todo se debía a que al final, mi personalidad concordaba más con la de Haeri. Yeji siempre había sido más de estar con Namjoon.
Buscó mi mano para apoyar la suya encima. Yo le correspondí el gesto.
—¿Te acuerdas cuando un día me caí y me sentaste aquí?
—No dejabas de llorar porque tenías la pierna llena de sangre y te dolía mucho.
—Tengo ese recuerdo muy en mente, porque fue la primera vez que te vi como a un hermano —Sonreía ilusionada—. No es que antes no lo hiciera, solo es que fue cuando sentí que tú me aceptabas y yo a ti. Ahí supe que daba igual los lazos de sangre, Tae, tú siempre serás mi hermano, al igual que Nam. —Acaricié su mejilla antes de besar su cabeza y la abracé.
—Yeji y tú serán siempre mis hermanas por mucho que la sangre no nos una. Nos une el tiempo, los momentos, los días duros y los no tan duros, el amor... La sangre a veces ni siquiera importa cuando hay cariño, cuando hay compromiso por ambas partes. La familia no se considera familia solo por la sangre, hay que ganarse el título, y hay veces que hay personas que se lo ganan y otras que lo tienen y no saben apreciarlo —Cuando nos miramos a los ojos, los suyos brillaban. Ella asintió, convencida. Me levanté del banco y extendí mi mano hacia la suya—. Quiero hacer una cosa, ¿me acompañas?
—¿Qué es?
—Subirme a la noria.
—¿Estás seguro? —preguntó con cierta preocupación.
—Estoy muy seguro. —Miró mi mano antes de mirarme a mí—. Haeri...
—No quiero que sufras, Tae. Sé que estás intentando superar todo esto, pero quizás es demasiado...
—La única forma de superar el dolor es darte de bruces con él. Además, ¿cómo voy a saber si ya he superado estos aspectos de mí si no los afronto? —Sonreí de lado—. No quiero huir más, Hae. —Y pareció que eso fue lo que necesitó para acompañarme. Unió su mano a la mía y se levantó. Por un instante pude verla como cuando era pequeña, con sus dos moños, su rostro enrojecido y las lágrimas que lo bañaban mientras yo le echaba agua en la herida. Como si no hubieran pasado años desde ese momento. Y sonreí. Sonreí cuando me subí a esa noria donde me había besado tantas veces con Yena. Donde habíamos hablado de todo y nada. Donde habíamos expresado lo que sentíamos. Nuestro futuro. Nuestro amor. Y me asombré de verlo como recuerdos. Quizás aún no insignificantes, puesto que ella y su amor, serían siempre parte de mí, pero ya no dolían. Ya no me asfixiaban como me había pasado en París. Ya solo eran recuerdos del pasado.
—¿Estás bien? —preguntó Haeri y sonreí antes de asentir.
—Estoy en el camino. —Ella sonrió antes de sentarse a mi lado y abrazarme.
—Eres increíble, Tae. —Acaricié su pelo. Y me quedé con sus palabras. Con esa experiencia de que el miedo y el dolor se iban disipando.
Yeji no tardó en pedirle disculpas a Haeri y como buenas hermanas, se trataron como si nada el resto del día. Tanto nuestros padres, como los de Yoongi y Yoonji, nos invitaron a la comida de ese día, además de la visita a las últimas atracciones. Fue divertido jugar al fútbol dentro de las bolas rodantes en un partido de chicas contra chicos en donde Jeno acabó en el suelo sin poder levantarse y mi madre lloró de la risa al ver la escena. Y aunque fue duro, nos despedimos después de un gran día todos juntos en aquel lugar.
Me senté frente al portátil para ver algo antes de irme a dormir. Y Yeji se dejó caer a mi lado en la cama.
—¿Qué haces? —preguntó mientras se lavaba los dientes. Yo la miré y después continué con lo mío.
—Buscar algo que ver —respondí sin más. Ella asintió.
Nos quedamos en silencio. Ella a mi lado y yo al suyo.
—¿Qué quieres? —pregunté después de ver que no se iba. Alzó la ceja al mirarme.
—Lo siento, no quería burlarme de Haeri... —Esbozó un puchero que me hizo negar con la cabeza. Pero sonreí.
—No estoy enfadado contigo, solo quería saber qué querías —zanjé. Tal como hermanos, mi enfado no iba a ser eterno. Yeji apoyó su cabeza sobre mi hombro, sin dejar de lavarse los dientes.
—No hemos estado juntos en todo el día. —Sonreí ante su mínimo puchero. A pesar de ser ambas como el día y la noche, como el blanco y el negro, sin duda, tenían esa esencia de ser iguales. Lo único diferente era el intenso color morado que Yeji desprendía.
No dejé de buscar entre las opciones. Ella solo se levantó para escupir la pasta de dientes y volvió a sentarse a mi lado un rato después. Cuando terminé, miré mi móvil.
—¿Quién es?
—Me agobia que estés vigilando cada paso que doy —dije y ella sonrió antes de apoyar la cabeza en el marco de mi cama. Me sonrió con timidez.
Dejé el portátil a un lado cerrado y me apoyé con ella, sin dejar de mirarla.
—Es que me entró curiosidad, no sueles mirar mucho los grupos. —Solté una carcajada sin poder evitarlo. Ella me observó con cuidado.
Miré al frente y agité mi pelo para secarlo.
—Son mis amigos del Erasmus.
—¿Solo? —Alzó la ceja.
—Yeji —alargué las letras.
—Taehyung —me imitó. Reí.
—Eres una cotilla.
—Ya pero es que no puedo evitarlo, ¿sabes? —Reí. Justo después de eso, ella me acompañó. Cuando dejamos de hacerlo, me encogí de hombros y miré hacia delante. Me acordé de las noches que pasábamos así cuando éramos adolescentes. A pesar de que Haeri era más cercana, Yeji también se hacía querer. Siempre se sentaba a mi lado y aunque no habláramos mucho, la compañía era agradable. A veces me hablaba sobre sus preocupaciones, sobre sus teorías del mundo y de la vida, sobre historias de cuando era más pequeña y vivía con sus padres... También era agradable estar con ella, aunque fuera un poco dura de roer.
—¿Hoy no tienes ninguna teoría que contarme? —A pesar de que pude notar su molestia al cambiar de tema, no se quejó.
—No he tenido mucho tiempo de pensar, en realidad.
—¿Por?
—Por tíos, supongo. —Se encogió de hombros—. ¿De qué sirve ser bisexual si me enamoro de gilipollas? Ya podría gustarme una chica —se quejó y yo me reí—. No te rías, Tae.
—Me río porque tienes razón, Yeji. Los tíos son idiotas.
—Lo dice un tío.
—¿Quién mejor para decirlo? —Su sonrisa llenó la estancia—. ¿Qué te hizo?
—No quiero volverte loca, tú ya tienes suficiente con lo tuyo... —Negué con la cabeza.
—Quiero escucharte. —Suspiró.
—Pues existir. —Reí sin dudarlo.
—¿Aparte? —Se encogió de hombros, pensativa.
Permaneció en silencio antes de hablar.
—Supongo que a veces el amor es difícil —empezó a decir y eso me hizo saber que sacaría una de sus inmensas reflexiones—. Aún soy muy joven para saber gestionarlo, lo sé, pero ¿algún día conseguiré hacerlo? —Su pregunta me hizo mirarla a los ojos—. Hay una teoría de los griegos que dice que en la vida tenemos tres amores: el primero, aquel que vives a temprana edad, que piensas que va a ser el amor de tu vida; el segundo, que nos permite descubrirnos; y el tercero, la persona, esa con la que conectas, la que nunca esperaste, la que es el amor de tu vida de verdad. Definitivamente, he vivido el segundo, Tae. —La escuché sin interrumpirla—. Fue doloroso y a la vez, me enfureció. Él era ese chico que siempre había deseado, casi como un tipo ideal. Guapo, atento, agradable, bromista... No pude evitar caer en él y en sus redes, como si me hubiera atrapado como una araña. El primer beso fue increíble, tanto que sentí que jamás había besado antes. —Sonrió de lado—. Ya el sexo, fue otra cosa inexplicable con palabras. —Me miró antes de proseguir—. Creo que me enamoré de él, y sé que sigo enamorada de él. Porque aún cuando lo veo se me descontrola el corazón, cuando nuestras miradas se conectan, desearía pasar toda mi vida junto a él. —Su sonrisa se borró antes de seguir—. Pero estaba enferma de un amor falso. —Miró hacia delante—. No dudo que él me quisiera, después de todo, ¿por qué iba a emplear tanto tiempo en mí si no era así? Pero estaba claro que no nos queríamos de la misma manera, Tae. —Sonrió amargamente—. Yo lo amaba, y él solo me quería. —Nos miramos a los ojos y su tristeza me invadió. Quería protegerla—. Quizás no era malo, quizás solo eran dos formas distintas de amar. La mía fue visceral y sincera, la de él no fue igual. Pero no deja de doler. Lo transformo en enfado, en ira. Pero no deja de doler saber que para mí él lo fue todo y yo no lo mismo, ¿sabes? Además, no me ha gustado descubrirme tan sensible, incluso celosa... No quiero eso de mí. —Nos miramos en la penumbra.
—Sabes que te entiendo perfectamente en esto, Yeji. Sé lo que es tener un corazón roto y aún después de todo este tiempo, lo sigo teniendo. Sabes que estoy trabajando en ello. Yo me imaginaba toda la vida con Yena, en cambio, ella no tardó ni un segundo en apartarme de ahí, en intercambiarme.
—Lo sé. Y no quiero traerte recuerdos con esto...
—No te reprimas por ello. —Suspiró.
Nos quedamos en silencio de nuevo. Yeji volvió a hablar.
—A lo que voy es a que... ¿Por qué el amor es tan incontrolable? Puede pasar la persona más perfecta del mundo por delante de ti y que tus ojos se cieguen ante ella, pero en cambio, la persona que más dolor puede causarte, es la que te hace ver más nítido que nunca. —Sonreí de lado y la entendí a la perfección—. El corazón no tiene sentido, no piensa, solo siente sin importar qué. A veces te dan ganas de desconectarlo, seguir a tu cerebro, a lo objetivo, pero no se puede. No se puede controlar al corazón ni a los sentimientos. Odio saber que es imposible no sufrir por ello. Me miró con intensidad—. Pero después de sentarme frente a la luna por horas, sin poder dormir porque no estaba entre sus brazos, lo comprendí. Cuando se te estruja el corazón por dolor, es porque está ahí, vivo. Duele. Pero te hace estar vivo. Te hace sentir lo que vale la pena. Ahora duele, ahora no puedo soportar el hecho de saber que nunca más seré la única que lo bese, que lo toque, que lo quiera, que imagine su vida con él. Pero en el futuro comprenderé, cuando encuentre a otra persona, cuál es el amor que me merezco. Cuáles son los gestos, las sonrisas, las caricias, el cariño que me merezco. Me va a hacer valorar, crecer, sentir de verdad, amar de verdad. —Sus palabras aceleraron mi corazón—. Su existencia, su relación conmigo me va a hacer darme cuenta de que la persona que vale la pena, no es él. Porque creo que en eso consiste el amor. Consiste en sufrir a veces y sentir con todo. Encontrar a la persona que te complementa. Y sé que algún día encontraré a ese tercer amor. —Miré sus ojos brillantes en la penumbra sin saber qué decir. Estaba ahí, parado, sin dejar de pensar en sus palabras y supe la razón que había en ellas. Pensé en que me sentía identificado, en que sus conclusiones eran ciertas, en que por mucho que quisiera llevarle la contraria era imposible. Porque si pensaba en Hana, sabía que sus teorías tenían razón—. Sé que no va a ser fácil pasar por esto, sé que no va a ser fácil recomponer un corazón roto, pero sé que no será imposible. Tú lo estás haciendo, Tae. Y él me ha regalado algo precioso que es el amor propio que necesito para encontrar después al amor de mi vida. Y confío en que así será. —Me abrazó con fuerza—. Y no puedo dejar de pensar en que tú también lo conseguirás. Porque después de sufrir por amor no puedo dejar de pensar en que tú no merecías sufrir así.
La abracé de vuelta. Sentí ganas de llorar, con ese nudo en la garganta que me impediría hablar si lo hiciera. Sus palabras me habían llenado de recuerdos del pasado. De deseos del futuro. Y de objetivos para el presente. Sin quererlo, Yeji había cerrado todas las dudas que se hallaban en mi mente y había expuesto, todas las cosas que había estado intentando esconder bajo la alfombra con ahínco para que se esfumaran. Yena había sido mi primer y segundo amor a la vez. Pero ¿Hana sería mi tercero? Quería descubrirlo.
—No dejo de pensar en que quiero que seas feliz, Taehyung. No dejo de pensar en que te mereces más que nadie encontrar tu tercer amor. —Sonreí ante sus palabras y volví a abrazarla. Acaricié su pelo corto mojado.
—No sé cómo puedes ser tan buena, aún cuando estás sufriendo tanto. Tú eres la que no te merecías pasar por lo mismo que yo, Jinie. —La escuché llorar sobre mi hombro. Me limité a no dejarla escapar. Puesto que yo necesitaba ese abrazo tanto como ella.
—Eres tan fuerte...
—Tú misma acabas de decirlo. La vida te hace fuerte, Yeji. No solo el amor, sino todo lo que la rodea. Pero tienes razón. El sufrimiento te hace valorar lo que merece la pena. Tanto las cosas, como las personas. Y eso no es del todo malo. Ojalá no tuviéramos que pasar por el sufrimiento, pero claramente es la razón por la que la felicidad existe. —Ella sonrió—. El amor te desgarra por dentro cuando duele, te deja sin vida, con la sensación de que serás incapaz de sentir, de que todo es blanco y negro, pero tal como llega, solo hace falta que una persona se plante frente a ti y llene ese lienzo gris de colores con cada pincelada. —Limpié sus lágrimas y sonreí para intentar no seguirla—. Y cuando te das cuenta del significado que tuvo lo que has vivido, del sentido que tenía para tu aprendizaje, aprendes a que tenía que ser así para poder ser de la manera que es. —Yeji sorbió la nariz y sonrió de lado.
—¿Cómo es esa sensación de que alguien vaya llenando de color el lienzo?
—Es como si de pronto sintieras que la pintura te cae sobre la piel y se extiende suavemente por ella. —Supe que Yeji no necesitaba más palabras para saber a qué me refería. Asintió mientras se limpiaba las mejillas.
—Tienes que prometerme que me dirás cómo se siente tener color otra vez. —Levanté el dedo meñique.
—Te lo prometo. —Ella lo juntó con el mío y ambos sonreímos al hacer esa promesa. Como las muchas que habíamos hecho en el pasado.
Sin duda, nada me hacía más feliz que poder recomponerme de esa manera, junto a las personas que más quería en el mundo.
Hola, ¿qué tal están?
Hace tiempo que los capítulos de Taehyung se me hacen como cortitos y tenía ganas de que llegara este para mostrarles un poquito más de su vida, de sus relaciones y su crecimiento personal. Me encanta las conversaciones que tiene, porque siento que en ellas he dejado un pedacito de mí y de lo que he vivido durante estos años.
¡Espero que disfruten del capítulo!
Un abrazo enorme ♡
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