14
Hana
—¿Lista? —preguntó Hailee. Asentí.
—Falta Taehyung —dijo Lukas, después de acercarse a nosotros. Tal como si hubiera sido llamado, apareció con una mochila grande colgada sobre sus hombros. Vestía con un chándal holgado negro y una sudadera gris con capucha junto a una chaqueta más abrigada encima. Tenía el pelo alborotado y una cara de dormido increíble, pero aún así, seguía siendo igual de atractivo que siempre. Qué rabia, pensé. Lo peor de Taehyung es que incluso con una caca en la cabeza, seguro que estaría igual de irresistible. Y sabía que debía controlarme después de haber hecho esa pregunta en alto, pero a veces resultaba imposible no querer engancharse a su cuello y besarlo con intensidad.
—¿Te falta algo? —preguntó Jacob con curiosidad. Taehyung negó con la cabeza.
—¡Entonces es hora de irnos! —exclamó Anabel con entusiasmo antes de rodear mi cuello y hacerme caminar.
El trayecto en autobús hasta el sur de Francia se me hizo un poco largo a pesar de que iba con mis auriculares puestos y algo de música, pero fue adorable ver a Anabel dormir sobre el cristal como un bebé. Aún así, a pesar del largo trayecto, había valido la pena porque el lugar en donde haríamos la concentración universitaria era simplemente precioso. Se constituía de una explanada de tierra grande al aire libre con unas pequeñas cabañas de máximo tres personas, unos baños comunes, un comedor, zonas de juego, un lago y unas mesas próximas a él. Ante la elección de cabañas, habíamos decidido ponernos juntas Hailee, Anabel y yo, al igual que los chicos se habían puesto juntos en otra que había quedado próxima a la nuestra.
—Pensé que sería más pequeña —agregó Hailee después de que dejáramos las maletas cada una en su respectiva habitación. La cabaña parecía pequeña por fuera, pero era bastante grande. Contaba con un pequeño salón con un gran ventanal que proporcionaba vistas del lago del campamento. Había un baño y después de un pequeño pasillo, se encontraban las tres habitaciones individuales.
—Tengo ganitas de ver qué nos deparan estas vacaciones...
—Y yo tengo ganitas de seguir durmiendo —agregó Anabel a lo que Hailee rodó los ojos. Sonrió en mi dirección.
—Solo espero que disfrutemos mucho, quiero aprovechar cada momento. —Sonreí antes de abrazarla con fuerza.
—Ojalá sea así —dije con entusiasmo.
Llegó un nuevo día y con él, un desayuno compartido en el comedor. No faltó demasiado para que empezaran algunas de las actividades propuestas por parte de la universidad. Una de ellas consistía en una caminata en grupo que Anabel deseaba hacer. Lo cierto es que fue divertido ver cómo Jacob, fuera de todo pronóstico, le temía demasiado a los bichos, cosa que a Anabel le hacía gracia, eso sumado a la preocupación de Hailee de que todos estuviéramos lo suficientemente hidratados durante el proceso y los datos curiosos de Lukas a medida que avanzábamos. Y no podía quejarme, nunca te aburrías cuando estabas con ellos.
Taehyung no había hablado demasiado, pero suponía que era algo que estaba dentro de su personalidad. A pesar de que había intentado alejarme, habíamos terminado cerca durante el trayecto y eran pocas las veces que interveníamos en las conversaciones. Solo nos manteníamos uno al lado del otro, como si aquello no fuera con nosotros. Y en parte entendía que se debía al hecho de que al ser ambos coreanos, nos sentíamos un poco más excluidos que los demás, puesto que aunque Lukas se había criado en Alemania, su madre era inglesa, así que los cuatro restantes, podían comunicarse en inglés sin problemas dado a que era su lengua materna.
—Estoy agotada —admitió Hailee al sentarse en un pequeño banco de la zona. Ya casi estábamos a punto de llegar al campamento.
—Pues hay que llegar hasta el final de la montaña —dijo Anabel. Lukas asintió.
—Yo no, estoy harto de los bichos —zanjó Jacob antes de sentarse al lado de Hailee. Anabel se cruzó de brazos.
—Aguafiestas. —Frunció los labios.
—Vayan ustedes si quieren, pero nosotros creo que volveremos al campamento —zanjó Hailee. Nos miró a mí y a Taehyung—. ¿Ustedes?
—Yo por mí podemos volver al campamento...
—Por mí igual.
—Pues decidido —zanjó Hailee—. Nos vemos luego —Anabel asintió. Después de eso, se dieron de la mano y se fueron corriendo. Hailee negó la cabeza en un gesto de madre total—. ¿Vamos? —Asentimos.
El camino fue mucho más relajado después de ese momento. Apenas hablábamos, por lo que pudimos disfrutar de la naturaleza en su mayor apogeo acompañados por el sonido de los bichos y de la brisa. No dudé en pararme frente a un pequeño nido de pajaritos para mirarlos. Eran súper bonitos, de pelaje blanco y pico marrón. Busqué mi móvil para sacarles una foto y los observé por un rato. Parecía que el más grande de todos, quien suponía que era la madre, los estaba alimentando.
Sentí una presencia a mi lado y no dudé en mirar. Mi corazón se aceleró por unos instantes y di un pequeño paso atrás como si quisiera marcar las distancias. Nos miramos hasta que él dirigió su mirada al frente. Lo acompañé en su mirar con los nervios a flor de piel. ¿Por qué aún me ponía así? ¿Como si fuera incapaz de controlarme?
—Nunca había visto un nido de tan cerca —admití como si tuviera la inmensa necesidad de enredar mis pensamientos con mis propias palabras. Él me miró unos segundos antes de hablar.
—Yo una vez cerca de mi casa, pero era porque se había caído del árbol y estaban heridos —me explicó—. Ahí fue cuando me di cuenta de que quería ser veterinario. —Sonreí sin poder evitarlo cuando nos miramos. Tuve una sensación tierna al descubrir algo como eso, cosa que no comprendí del todo bien. Se suponía que debía alejarme de él, no acercarme más. No podía volver a hundirme en esa sensación de complicidad que había tenido con Taehyung durante la excursión y cuando nos quedamos a solas en la habitación de Hailee.
—Yo también quise hacerme veterinaria por una experiencia parecida. Fue con una familia de tortugas que estaba en la playa frente a mi casa. Cuando las encontré heridas, quise ayudarlas. —Y no sé por qué dije algo como eso cuando lo menos que quería era seguirle dando partes de mí, pero parecía que mi boca siempre actuaba antes que mi mente.
Nos miramos por unos instantes hasta que él comenzó a caminar de nuevo. Llegamos al campamento poco después de eso.
—Los profesores dicen que nos dan el tiempo que queda de hoy libre, mañana tienen planeado que hagamos algunos juegos juntos —dijo Hikari—. ¿Han pensado en hacer algo? —preguntó con curiosidad. Nos miramos entre nosotras para después casi que automáticamente negar. Los chicos se habían quedado en la cabaña juntos mientras que nosotras nos habíamos reunido con algunas otras chicas del Erasmus.
—Podríamos quedarnos y hablar un rato. —Asentí ante sus palabras.
—Yo había quedado con Jacob para pasear por una zona un poco oscura y tenebrosa —dijo Anabel con una sonrisa—. Pero vayan ustedes.
—¿Una zona un poco oscura? No se vayan a perder... —dijo Hailee con preocupación. Anabel besó su mejilla.
—No te preocupes, mami —bromeó. Hailee negó con la cabeza antes de que Anabel se fuera.
—¡Por lo menos abríguense! —exclamó y Anabel asintió—. Esta chica es una loca sin causa. —Hikari rio.
—Pero es imposible no quererla —agregó y tanto Hailee como yo, asentimos.
Poco después junto a unos aperitivos que Hikari había traído de Japón, nos sentamos en una de las pequeñas mesas cerca del río con Eva, una chica que venía de España y Julia, una chica de Portugal para jugar a las cartas.
—Voy perdiendo —anunció Hailee mientras esbozaba un puchero.
—Yo no voy mejor —agregué y ambas reímos.
Pocos segundos después, se dio como ganadora a Julia, quien se llevó vítores y aplausos. Ella rio.
—Creo que es hora de irme —dijo Julia—. Entre el cansancio de hoy y el frío, necesito la cama.
—Te acompaño.
—Y yo —agregó Hikari a las palabras de Eva. Hailee me miró.
—¿Tú también te vas? —Negué con la cabeza.
—Me gustaría ver el atardecer y las estrellas —respondí y ella sonrió.
—No me extraña —dijo—. Voy a buscar una manta para verlas contigo, ¿te parece? —Asentí.
Nos despedimos de las chicas y preparamos un pequeño hueco para nosotras cerca del lago. Junto a un gran árbol que allí se encontraba, pusimos la manta para no ensuciarnos de arena. Nos recostamos una al lado de la otra y miramos el firmamento. Tal como un regalo de la naturaleza, el atardecer se hizo presente para mostrar sus bellos colores anaranjados que teñían el lago que poco tiempo después, se vieron intercambiados por los pequeños destellos de luz de las estrellas. Gracias a la poca contaminación lumínica, podían verse como puntos blancos en el cielo, tan bonitos como los que se veían en la playa frente a mi casa en Busan. El paisaje y la compañía silenciosa de Hailee, fue suficiente para brindarme paz entre tanta locura que había vivido solo en unos pocos días. Lo necesitaba. Fue como una reconexión, un encuentro conmigo misma y me sentí tranquila, en calma. Era increíble cómo la naturaleza era capaz de conseguir algo como eso.
—Entiendo a la perfección por qué te encanta tanto mirar al cielo, Han —murmuró. Apenas se oían más que nuestras respiraciones y el murmullo lejano de algunas personas—. Es como si de pronto el cerebro se quedara en blanco y solo existiera el presente. — Y es por eso que me gustaba tanto. Mi cabeza siempre estaba llena de pensamientos, en general, negativos. Todo para mí era un mundo. Todo para mí tenía que ser pensado ciento de veces y estar premeditado. Necesitaba control, y si ese control no existía, venía la ansiedad y el estrés de la mano. La naturaleza me brindaba justo eso: que mi mente se quedara en blanco. Observar el mundo me hacía estar tranquila y por un instante, olvidar todos esos pensamientos.
—Es lo que necesita mi mente alocada. —Hailee soltó una pequeña carcajada antes de mirarme.
—En eso llevas razón. —Miré hacia el cielo antes de respirar hondo. Lo medité por unos segundos hasta que finalmente, hablé.
—¿Puedo contarte algo? —Ella asintió—. A veces me gustaría poder ser más flexible. Veo a la gente disfrutar de sus vidas, tomar decisiones, hacer cosas... Pero siento que soy incapaz de hacer lo mismo, Hailee. A veces solo querría tirarme a la piscina sin que nada me importara y viera que es la peor decisión del mundo.
—No seas tan exigente contigo misma, Hana. —Sus palabras en cierto modo me tranquilizaron—. ¿De verdad crees que la gente no piensa qué hacer antes de tomar una decisión? Dudo que hayan tantas personas capaces de lanzarse a la piscina como si nada. Así que no digas eso de ti, Han. No eres peor que los demás.
—Pero ¿por qué no puedo hacer algo sin pensarlo mil veces? Coger ese impulso...
—Porque no eres impulsiva, pequeña —zanjó con tanta facilidad que me sorprendió—. Y no tienes por qué serlo. Es cierto que no es bueno que te atormentes tanto con cientos de posibilidades que con toda probabilidad, no sucederán, pero tampoco creo que la impulsividad sea lo mejor. Tienes que tener un equilibrio y deberías intentar conseguirlo.
Permanecimos en silencio unos instantes hasta que volvió a hablar.
—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó con curiosidad. Aparté la mirada. ¿Decírselo o no? Me quedé callada—. No tienes que decírmelo si no quieres, Hana, pero llevas días un poco extraña y no puedo evitar preocuparme por ti.
—No es que no quiera decírtelo, Hailee. Es más, necesito en parte escuchar lo que puedas decirme sobre el tema... Pero siento que si lo expreso en voz alta le daré mucha más importancia de la que tiene.
—Si te preocupa es que es importante —zanjó. Y quizás tenía razón—. Pero no pasa nada, Hana. Entiendo que a veces es difícil decir las cosas en voz alta por miedo y no pienso juzgarte por ello. —Cuando nos miramos a los ojos, me sentí mal por no contárselo—. Quiero que sepas que pase lo que pase, estoy aquí para escucharte. —Hailee me abrazó y me aferré a ella con la sensación de que era una idiotez no contárselo, pero que tenía razón: me daba miedo hacerlo. No porque no confiara en ella, sino porque en el fondo sabía que ella sería sincera, que me diría justo lo que no quería escuchar, lo que quería evitar. Así que prefería no escucharlo. No estaba preparada para aceptarlo.
Cuando se separó de mí, Hailee miró su móvil.
—Tengo un mensaje de Anabel que dice que está esperando en la cabaña por nosotras, así que creo que deberíamos ir —dijo. Antes de que se levantara tomé su mano.
—Hailee, yo confío en ti. Solo siento que no estoy preparada para escuchar lo que vas a decirme. —Sonrió de lado.
—No tienes que darme ninguna explicación, Hana. Esperaré por ti. —Sonreí antes de asentir con la sensación de que no me merecía a una amiga tan buena como ella. Se levantó de la manta y me miró desde arriba.
—¿Te importa si me quedo un poco más? Necesito estar sola. —Ella asintió.
—Pero no tardes, no quiero que te pase nada. —Besó mi frente y poco después, se marchó de allí.
Suspiré antes de recostarme de nuevo sobre la manta. Cerré los ojos mientras cientos de pensamientos atiborraban mi mente otra vez y la llenaban de justo lo que quería evitar. Pero en cierto modo, me sentía mal de no habérselo contado. No quería escuchar lo que me iba a decir, pero también sentía que si lo hacía, podría sentirme mucho menos pesada.
Sentí una presencia a mi lado y no pude evitar abrir los ojos para encontrarme con los de Taehyung. Al principio me resultó casi que un espejismo, ¿de verdad siempre teníamos que coincidir así? Empezaba a enfadarme con el destino.
Cuando nuestras miradas se encontraron, él estaba expulsando el aire de olor a frambuesa por su boca. Abrió mucho los ojos al verme, como si tampoco se esperara que estuviera allí.
—No sabía que estabas aquí... Solo venía a fumar. —Me di cuenta de que mi expresión seguramente estuviera hablando por sí sola. Suspiré.
—No pasa nada, Taehyung. Este lugar no es solo mío. —No quería repudiarlo como si me diera asco, ni tampoco hacerle creer que no podíamos estar en el mismo sitio como si fuera algo prohibido—. Puedes quedarte aquí. Incluso si quieres, puedes sentarte. Yo ya me iba. —Me senté en la manta y él agitó las manos.
—No te vayas por mí, Hana. Tranquila. —Paré en seco mientras lo miraba. Dio una calada larga de su cigarrillo antes de apartar la mirada.
—Al menos siéntate, por favor —pedí. A pesar de que dudó unos instantes, Taehyung se sentó a mi lado con una clara distancia marcada cuando yo volví a recostarme sobre la manta.
Sabía que si me movía solo un poco, podría rozarlo y tan solo ante esa idea, mi corazón se aceleró. No sabía qué estaba haciendo, otra vez. A veces me preguntaba si en realidad merecía la pena plantearse algo como eso. Quizás era más fácil pensar en que necesitaba tenerlo cerca, por mucho que quisiera alejarlo. Y que, en instantes como esos en los que estábamos a milímetros, me sentía tranquila, incluso cómoda. Con unas ganas enormes de besarlo y abrazarlo.
Me envolví en su compañía, en el olor a frambuesa que se hacía presente cada vez que él soltaba el aire contenido de sus pulmones y disfruté del precioso regalo que nos estaba regalando la naturaleza. ¿No era increíble? ¿No era increíble estar tranquila en su presencia a pesar de todo? Porque estaba disfrutando de tenerlo a mi lado, de compartir un momento juntos como ese. Y empezaba a creer que estaba loca. O que quizás tenía algún trastorno serio por el que debiera ir a terapia, porque sinceramente, no tenía sentido que cambiara tantísimo de opinión en tan poco tiempo.
—Siempre me ha abrumado la inmensidad del cielo. —Sus palabras llenaron el silencio que se había instaurado entre nosotros por un largo rato—. Los humanos tendemos a pensar que somos los únicos que vivimos en este universo, pero si te pones a pensarlo, ¿no es ridículo pensar que con el cielo tan grande que tenemos encima, no somos más que una pequeña mota de polvo? —Cuando me miró, mi corazón se había acelerado y odié sentirme así. Odiaba tener esos momentos de vulnerabilidad con él en los que descubría algo que ya me temía: Taehyung no era como creía. Y eso no era malo, todo lo contrario. Destapaba que estaba equivocada, que él tenía muchas cosas buenas que mostrar tras esas cientos de capas de cebolla que iba quitando aunque fueran casi infinitas. Pero me hacía sentir pequeña, me hacía aferrarme a él. Me hacía ver que cualquier paso en falso sería perjudicial para mí, que perdería esa partida.
Me miró por unos largos segundos en los que yo solo vi todas las estrellas en sus ojos y me pregunté cómo eso podía ser posible. Quise imaginar que éramos algo más que esa extraña relación que nos definía. Pensé en que esos podíamos ser nosotros, juntos, frente a las estrellas, mientras drisfrutábamos de un campamento universitario en Francia de nuestra juventud, abrazados bajo esa preciosa naturaleza y quizás, mientras tanto, el cariño fluiría entre nosotros. Pero no era así. Por mucho que quisiera no era así. Ni sería así. Ni podría serlo.
—Lo más precioso del cielo aparte de los atardeceres, son las estrellas —dije casi sin poder creer que estuviera hablando de verdad.
—¿Y las constelaciones?
—Soy incapaz de reconocerlas. —Él soltó una pequeña carcajada que me hizo sonreír. ¿Por qué tenía una risa tan adorable?
Miró hacia el cielo y sonrió.
—Allí está la Osa Mayor —señaló—. Es fácil localizarla porque tiene forma de cometa acostado. La Osa Menor es bastante parecida, lo que en este caso, el cometa se ve como si estuviera colgando —explicó mientras yo seguía sus señas—. De resto se puede ver más o menos Casiopea y Orión. A pesar de que hay poca contaminación lumínica, no se aprecian muchas más.
—Te lo enseñó el padre de tu mejor amigo, ¿verdad? —Sonrió de lado para luego asentir. ¿Por qué conseguía atraerme más y más?
Nos observamos en silencio hasta que miré de nuevo al cielo y luego a él. ¿Qué podía hacer con eso que sentía? ¿Qué podía hacer con él?
—¿Las viste por un telescopio? —Asintió—. Te envidio. —Sonrió. Apoyó las manos tras su cabeza después de guardar el cigarrillo electrónico en el bolsillo de su sudadera. Y joder, ¿cómo podía ser tan atractivo solo con un simple gesto como sus brazos tras su cabeza o su sonrisa sedcutora?
Miró hacia el cielo y me atrapó en su mundo. En esa esfera de Kim Taehyung en la que había permanecido desde que nuestras miradas se cruzaron hacía tantos años atrás. Cuando él me miró me sentí cohibida y estuve a punto de quitar la mirada ante el hecho de pensar que podría juzgarme, pero cuando sonrió, tuve ganas de hacerlo con él. ¿Por qué tenía que ser todo tan difícil cuando era tan fácil como dejarse llevar?
Me senté de golpe sobre la manta y aparté la mirada. Todo aquel escenario se ennegreció para mí y me aferré en esos pensamientos destructivos que me hacían alejarme de las cosas. Me centré en la mala idea que era eso, en que debía huir, en que no podía permitir seguirme adentrando en todo ese mundo que me haría sufrir. No podíamos seguir así.
—Tengo sueño —anuncié.
Cuando estaba a punto de levantarme, él me tomó por la muñeca para obligarme a sentar. Nos miramos por unos largos segundos en los que volví a sentirme atrapada por sus ojos brillantes y oscuros.
—No es verdad. —Lo miré con incredulidad. ¿Cómo se atrevía a afirmar algo como eso con tanta seguridad?
—No sé cómo puedes saberlo, Taehyung...
—Me estás evitando, Hana. No me gusta que lo hagas. —¿Cómo lo sabía? No tenía ni idea, pero lo sabía. Aunque no sabía si me sorprendía más que lo supiera o que me pidiera que no lo hiciera. Dejó de agarrar mi muñeca—. Pero a la vez deseo que lo hagas. —No podía describirlo mejor. Era tal como yo lo sentía. Ese deseo excesivo de tenerlo y alejarlo a la vez. Como si fuera incapaz de entenderme. Era como observar el fuego avivado y sentir unas ganas inmensas de tocarlo aún cuando sabes que vas a quemarte pero ¿a qué daban ganas de hacerlo?
—¿Por qué? —Ni siquiera supe por qué lo preguntaba. Deduje que era una pregunta retórica, una pregunta que quería hacerme a mí y no a él.
Taehyung se encogió de hombros. Apoyó ambas manos sobre su barriga y suspiró.
—Me gustaría saberlo, pero no lo sé —zanjó. En cualquier otra situación su respuesta me hubiera sacado de quicio. ¿Cómo no podría saberlo? Eso era lo que Kwon Hana se cuestionaría. Pero me sentía igual. Tampoco lo sabía. Y era exasperante.
—Taehyung... —Cuando nos miramos a los ojos, suspiré. Sentí lágrimas en los míos cuando me miró con esa delicadeza. Sentí como si fuera una caricia, una que llevaba esperando años.
Antes de que pudiera pensar con claridad, agaché mi cuerpo y dejé mis manos sobre sus mejillas para besarlo. Ni siquiera fui consciente de mis acciones hasta que sentí sus manos sobre mi cintura. Sus labios me siguieron como si fueran un pequeño imán. Suaves, cálidos entre el frío de la noche y sus manos que acompañaban esa calidez encajaban en mí como si estuvieran hechas para estar ahí. Todo en suma perfección. Cuando nos miramos a los ojos, quise apartarme con rapidez, huir de allí, alejarme de eso que no podía tener, pero él me tomó por la nunca y volvió a besarme. De esa manera que no me dejaba escapar. Lo sabía. Sabía que tenía que haberme ido desde el principio, pero ahí estaba. Con él. En esa locura.
—Cualquiera podría vernos —dije nerviosa sobre sus labios. Siempre lo decía cuando creía que sería una razón de peso para parar. Él me miró desde la cercanía.
—Lo sé. —Su cuerpo giró sobre el mío antes de que sus ojos se desviaran a los alrededores—. Pero no me importa —zanjó. Y tenía que admitirlo, esa forma tan suya de ser tajante, me encantaba.
Taehyung introdujo su mano en mi ropa interior y tuve que llevarme una de mis manos a mi boca para no hacer ruido mientras que con la otra agarraba su hombro izquierdo, como si quisiera controlar de alguna forma sus acciones. Él se mantenía cerca de mí, sin dejar de mirarme. Apreté su hombro cuando acarició con suavidad mi clítoris.
—¿Quieres que siga? —preguntó con esa entonación cargada de seducción. Asentí con suavidad sin dejar de mirarlo. Me aferré a él mientras trataba de no hacer ruido y me dejaba llevar por el roce de sus dedos en mí. Lo necesitaba. No sabía por qué, pero lo necesitaba. No sabía si a ese puro placer y lujuria. No sabía si a él. Pero necesitaba eso. Casi como si fuera insaciable.
Me mordí el labio inferior como si eso fuera a retener ese orgasmo inminente que se acercaba y Taehyung me observó con su rostro serio, pero sus ojos brillantes del deseo. Relajé mis músculos cuando sentí el calor llenar mi cuerpo y dejé que mi mano cayera sobre mi pecho.
—No sé por qué haces todo esto en mí —dijo, cuando aún estaba recuperando la respiración. Sacó su mano de mi pantalón y se levantó. Me senté en la manta y traté de levantarme antes de que se fuera, pero fue imposible retenerlo.
Y por alguna razón, sentí que estaba incluso más perdida que antes.
Hola, ¿qué tal están?
Ya lo he dicho, pero AMO estos capítulos, simplemente tienen un espacio precioso en mi corazón y creo que son de los más importantes de la historia. Es como esa demostración total de lo que ambos sienten pero no pueden ni quieren aceptar, y me encanta.
¡Realmente espero que ustedes también lo estén disfrutando!
Un abrazo enorme♡
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