Capítulo único
Me sostengo a la barandilla del puente con fuerza.
Mis nudillos palidecen y los dedos se adormecen. Siento su perfume al pasar y su presencia a tan solo unos metros, me paraliza.
Debo contenerme.
Debo resistir.
Mantengo la cabeza gacha, oculta bajo la gorra deportiva y los anteojos de sol. No me ha visto, pero no me importa. Desde donde estoy puedo admirarla. Una sonrisa vacila en la comisura de mis labios. Está leyendo... está leyendo a Shakespeare.
La sonrisa desaparece.
Está leyendo nuestros recuerdos, nuestros inicios, nuestro final.
Volteo el rostro y cierro los ojos con fuerza, conteniendo mis ganas de ir por ella. Mi conciencia, junto con mi resistencia, trae consigo los recuerdos que escuecen por dentro: su boca divina sobre mis labios, su sabor inigualable, su piel tersa bajo mis dedos, aquella voz sedosa y lo dulce que sonaban sus gemidos cuando los acallaba contra mi boca. La necesidad de tocarla quema mis dedos, escoce mi piel, hace latir mi vacío corazón.
Me contengo.
Respiro profundo y vuelvo la cabeza lentamente.
Contemplo sus ojos concentrados contra el papel, como pasa las páginas a medida que las palabras van quemándose en su mente.
Sus dedos aprietan el libro con fuerza y su pequeña lengua sale a relamer sus labios por un momento.
La observo a la distancia porque es lo único que puedo hacer. Mi vacío ser necesitaba poder admirarla por un momento.
Vivo roto desde la última vez que la vi.
Sus mejillas manchada en lágrimas y mi incapacidad de poder consolarla. Su imagen en el umbral de la puerta, derrumbada y sentada en el piso mientras lloraba. Su voz quebrada y ahogada pidiéndome una explicación.
Me sostengo con más fuerza del barandal, mientras la imagen de esa mujer se va distorsionando hasta volverse una bruma ante mis ojos acuosos y ardientes.
Sus sollozos desgarradores me persiguen junto con su rostro cenicienta y desolado. Veo cómo voy quebrando cada pedazo de ella mientras hablo. Como la destrozo con cada segundo... como nos voy destrozando ambos. Nos estoy haciendo trizas, fragmentado cada momento, cada recuerdo, cada verdad.
Mi memoria me castiga con la imagen de esa mujer gritando mi nombre mientras le doy la espalda y me largo. Sus gritos lastimosos me despiertan cada noche desde que me marché.
No la dejé rota, la destruí por completo, la hice añicos y no volví para disculparme.
Algo en mi pecho se aprieta con fuerza y me desgarra. Me despedaza la necesidad que tengo de ir por ella. Mi piel clama la suya, implorando que deje este suplicio y le de a mi alma el alivio que ha buscado desde que destruí lo nuestro.
Parpadeo, tratando de enfocar su imagen de nuevo. Un par de lágrimas recorren mis mejillas.
Está visiblemente más delgada, sus preciosos ojos azules se ven demasiado grandes en su rostro fino y, aunque ha tratado de ocultarlo bajo el maquillaje, tiene grandes ojeras que marcan su cansancio. Ella también tiene dolor en sus ojos, en su piel. Puedo oler su aflicción que es tan clara como el mia.
Los puñales se clavan en mi cuerpo.
Se ve desvalida, pérdida, concentrada en ese mundo de ficción mientras hace un intento de contener su desconsuelo. El suplicio me acongoja, destroza, me angustia, mientras intento no correr hasta ella.
Desearía tanto tenerla conmigo.
Anhelo el calor que le da a mi corazón, la calidez que le da a mi alma desgarrada, hecha trizas..., mi alma fría y sin vida.
El nudo en mi garganta se acrecienta, escuece y se vuelve un dolor punzante. Un calvario sordo y constante.
Observo sus labios fruncirse, temblar, mientras sus ojos se mueven con velocidad sobre la hoja. Entonces pestañea con rapidez, mientras su ojos se llenan de lágrimas que no contiene y deja escapar un sollozo desgarrador que hace eco en mi pecho, aniquilando mis barreras.
Doy un paso al frente, de forma mecánica. Mi necesidad por abrazarla hace que me mueva, pero cuando levanta el rostro para mirar a su alrededor, me volteo.
Me escondo.
La cobardía y el dolor me corroe.
Mis dedos se adormecen contra el metal.
Agacho el rostro y me tenso, esperanzado de que no sepa que he estado observándola.
Cierro los ojos reprimiendo más lágrimas. Aprietos los labios por la necesidad de gritar su nombre. Mi lengua extraña saborear su nombre, pero mi mente lo vocifera a todas a horas, a cada segundo del día, condenándome a su recuerdo mientras las horas pasan.
Me he contenido de tenerla conmigo, de hacerla mía otra vez...
No lo merezco.
No soy suficiente.
Porque no puedo darle nada. Estoy roto y vacío en el interior. Ella merece todo. Una vida de amor y gozo.
Sin restricciones.
No un hombre que está por la mitad. Ella necesita un hombre con futuro, sin pretextos ni sombras que ensombrezcan su vida.
Volteo el rostro para mirar el río.
Soy un ser egoísta, despiadado, que destruye todo lo que toca y sé que la he destruído a ella. La he desgarrado palabra por palabra, he mancillado su alma y la he condenado al marcarla. Me he condenado a mí mismo a sufrirla. A llorar su partida en silencio, a observar cómo su vida sigue sin mi a su lado. Separo mis crispados dedos del barandal.
He de marcharme.
Necesito alejarme de allí, dejarla una vez más. Destrozándome de nuevo mientras mi pasos se retiran.
El dolor va hundiendo las garras en mi corazón, mientras la derrota va tomando los tintes amargos y violentos.
Las lágrimas caen sin restricción, mientras mi mundo va quedando de nuevo, en un silencio mortal.
______________
¡Mi primer Drabble! ¡Que emoción!
:)
Debo confesar que cuando lo escribí como tarea para el grandioso grupo de "Mejora tu escritura" , imaginé a ciertos personajes particulares. Luego lo releí y me di cuenta que no importa a quienes imagines, cualquier opción se puede hacer realidad.
Desde algo extremadamente triste y romántico, hasta un interpretación fuera de ello y mucho más psicópata :D
La imaginación para intrepetar entre líneas este corto relato, no tiene límites...
Pero, bueno. Eso es todo.
Gracias por darle una oportunidad :D
Los quiere,
Sami ❤
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