En cuanto la noche trajo consigo el primer aliento de vida, este arrastró el dolor por todo mi cuerpo. Aunque había llegado un punto en el que ya era solamente un doloroso y pesado sopor que me impedía moverme.
Mi menté divagó unos momentos en aquellos a quienes Velkian había castigado, enterrándolos en vida para que sufrieran de hambre o que murieran por ella si la ofensa era muy grave. Velkian nos había amenazado muchas veces con eso y ahora comprendía muy bien el miedo de mis hermanos a que lo cumpliera.
Abrí los ojos cuando el olor de Mihail llegó a mí, me miraba de frente con una extraña expresión, a su lado había otro hombre, muy parecido a él aunque sin su musculatura amenazante. Además de que él llevaba el cabello corto y unos anteojos delgados.
Como pude le pregunté por Lia y cuando me confirmó que ella estaba a salvo casi perdí todas mis fuerzas, ahora ya no me quedaba ninguna razón para resistir la muerte... excepto la maldita orden de Velkian. Además de que Mihail me habló cuando iba a dejarme ir, también diciendo que no podía morir.
—En ese caso, lo único que resta es investigar un poco por nuestra cuenta —comentó el otro.
Bueno, si ese otro cazador era tan frío como los primos, probablemente no tardaría mucho en conseguir mi descanso.
El cazador movió un mecanismo y la plancha quedó en posición vertical.
—Siempre he tenido la duda de cómo funciona su interior —comentó para sí mismo.
Cerré los ojos con la poca fuerza que me quedaba, aquel maldito me iba a diseccionar mientras aún estaba viva. Cuando una sombra pasó por mi cabeza la curiosidad me hizo abrir los ojos de nuevo, el cazador había colocado un enorme aparato sobre mi tórax que soltaba una luz rojiza sobre mi cuerpo.
Giré la cabeza para ver cómo él tomaba otra bolsa de transfusión y vertía parte de la sangre en un contenedor transparente, le echó varias gotas de otra sustancia antes de volver a mi lado.
—Abre la boca —me dijo con cierta brusquedad.
Mi cuerpo obedeció por sí solo, reaccionando a la promesa de sangre. Pude notar que Mihail se asomaba por encima del aparato. El otro cazador pegó el borde del contenedor en mi boca y vertió la sangre, sabía mal debido a la sustancia que le había puesto además de que estaba fría; aun así mi cuerpo agradeció aquellas pocas gotas de alimento. Dejé que la sangre resbalara por sí sola por mi garganta, estaba demasiado débil para hacer otra cosa.
—Increíble —escuché a Mihail.
—Es como me imaginaba. En algún punto el sistema digestivo se une al sistema sanguíneo, parece ser poco después del estómago —contestó el otro, observando también el aparato.
Cuando se terminó la sangre contaminada, dejó el vaso a un lado y fue por otro aparato como el teléfono plano pero mucho más grande.
—Sí, es aquí donde se unen los sistemas. Además, es muy probable que, de alguna forma, su cuerpo transforme las células sanguíneas en otro tipo de células. Observa cómo la sangre se centra en las heridas, pero estas no sangran de nuevo.
—Más bien pareciera que se están curando.
—Así es. En lugar de multiplicar las células existentes como haría un cuerpo mortal, ellos utilizan las células sanguíneas para reponer las que se necesiten. Por esto necesitan sangre continuamente, sobre todo cuando son neófitos o cuando están heridos. Bueno, esa es mi teoría —había una ligera emoción en su voz.
—Eres un cerebrito, Aloise ¿Ya te lo he dicho? —comentó Mihail en burla, pero pude discernir ternura en su voz.
—Cállate, Misha, harías bien en aprender algo de lo que te estoy diciendo —siguió moviendo cosas en el mecanismo pequeño.
Se dio la vuelta regresó con dos bisturíes plateados. Primero probó hacer un corte con el que era de plata, creándome una quemazón molesta. Luego probó hacer lo mismo con otro de diferente metal, lo sentí forcejear contra mi piel para lograr que la navaja entrara y se moviera, esta vez el dolor fue menor.
—Esto es difícil, pero con el cuchillo de plata la muestra se convierte en cenizas en cuanto la toca, y con el de acero me cuesta mucho cortar aunque está bien afilado. —Pero lo logró y volvió a alejarse con varios trocitos de vidrio en la mano.
—Más... —le pedí a Mihail quedamente, él levantó la vista hacia su hermano.
—En un momento —dijo éste sin apartar los ojos de un microscopio muy moderno—. Quiero verificar algunas cosas al hacerlo... ¡Ah! Eso explica por qué nunca encontrarnos rastros de ustedes, al poco tiempo de contacto con la intemperie la célula se descompone, necesitan ser varias células o bien estar en completa oscuridad para sobrevivir.
Era bastante extraño ser analizada de esta forma, sabía que debería evitarlo, que debería destruir toda aquella información que podría ser utilizada contra mis hermanos o contra Velkian, pero estaba demasiado cansada, y la idea de que mi maestro sufriera por eso era más bien alentadora.
—Muy bien, haré un trato contigo, criatura. Te daré algo de sangre si contestas a mis preguntas y no interfieres con mi investigación. Espero que entiendas que no puedo reponer toda tu sangre y con ello tus fuerzas sin que sea peligroso para mí o para mi hermano, pero te daré lo suficiente para aliviar tu dolor ¿Estás de acuerdo? —Su manera de hablar era práctica y firme. Asentí.
—Correcto. Mihail, ve a traer los materiales para transfusión —Se volvió a mí—. ¿Algunas vez has obtenido sangre que no sea por la boca?
Fruncí el ceño, pensando, antes de negar con la cabeza.
—Ya veo. Muy bien, quiero comprobar si la sangre que entra directamente en el sistema sanguíneo también es utilizada o debe ser procesada de alguna forma por el estómago.
—¿Por qué? —pregunté, forzando las palabras por mi garganta reseca.
—Simple curiosidad científica. Esta información podría ser útil más adelante.
Mihail llegó y el hermano comenzó a prepararlo todo.
—Voy a ponerte una aguja con plata, de lo contrario no podré llegar hasta tu vena —dijo, mojando mi antebrazo con una sustancia ámbar.
Tensé los músculos para prepararme al dolor quemante que siguió, aunque en cuanto la sangre entró en mi sistema cualquier molestia desapareció. Sentí un trance parecido a cuando me alimentaba, mis colmillos se alargaron y creo que mis ojos se volvieron completamente negros.
—Muy bien —mientras la sangre entraba pude ver que el otro se acercaba a mi cara, alumbró uno de mis ojos con una lamparita y lo veía con una especie de lupa—. Esto es muy interesante, pareciera que toda la superficie exterior del ojo se convirtiera en la pupila. Eso explicaría su facilidad para ver en la oscuridad. Y parece que pueden regular a voluntad la luz que entra, pues no reacciona a la luz como lo haría la pupila humana normalmente.
Podía verlo, escucharlo, pero no podía mover ni un ápice de mi cuerpo; estaba totalmente a merced del paroxismo de la sangre, algo extraño pues esto no ocurría tan fuerte cuando bebía sangre ya fuera directamente o recalentada.
—Parece ser que funciona. ¿Sientes alguna diferencia, vampira? —No pude responderle.
—Responde al nombre de Katherina —le dijo Mihail. "Vaya, así que el cazador conocía mi nombre" después de todos los epítetos negativos que me había dicho pensé que en realidad no lo conocía. El hermano puso los ojos en blanco.
—¿Sientes alguna diferencia, Katherina? —repitió la pregunta. Quise sonreír pero no podía moverme.
—Supongo que podemos considerar eso como una respuesta —comentó Mihail mirándome fijamente.
Podía sentir el escozor de las heridas cerrándose, y como el dolor disminuía lentamente. Pero la parálisis que sufría era muy extraña, no había escuchado de nadie que pasara por algo así y no podía ser algo en la sangre pues vi al cazador cuando abrió la bolsa hermética. Cuando la bolsa se terminó y el cazador me quitó la aguja de plata, aún tardé varios minutos en poder moverme.
Primero logré mover los dedos de la mano y poco a poco fui recuperando la movilidad de todo el cuerpo... bueno, la poca movilidad que me permitían los amarres.
—No me podía mover —le dije a Mihail, luego volteé a ver a su hermano.
—Eso no ocurre cuando la sangre es administrada vía oral ¿o sí? —me preguntó el segundo.
—No, algunas veces se puede experimentar un éxtasis si se tiene mucha hambre o se bebe demasiado. Pero nunca al grado de ser paralizante —divague.
Tenía los ojos cerrados, sintiendo cómo la sangre seguía trabajando en mi sistema, era un alivio tal que me sentí agradecida por él. El hambre se había vuelto una ligera molestia en el estómago y el pecho nada más.
—¿Aunque estuvieras en el estado en el que tú estabas? —escuché preguntar a Misha.
—Cuando eso ocurre, el famélico pierde la razón y se entrega a sus instintos salvajes. Los que Velkian enterró vivos y después liberó, ellos cuentan que perdieron la razón y que cuando la recuperaron ya habían matado a varios humanos al alimentarse. Algunos prefieren la muerte después de eso o bien antes, cuando aún están enterrados, para no caer en ese estado.
—Ya veo... —comentó pensativo el hermano—. Hay muchas cosas que no entiendo aún
—Tal vez deberías comenzar a considerar todo el factor sobrenatural —dijo Misha con sorna.
—El hecho de que no podamos entenderlo no significa que sea algo sobrenatural; significa que aún no tenemos la capacidad intelectual y mecánica para comprenderlo. Algo así como lo que ocurre con el alma o espíritu —apuntó
Pasó un tiempo mientras el hermano seguía haciendo sus pruebas y experimentos. Mezclaba mi sangre con diferentes sustancias y la observaba debajo del microscopio, hizo lo mismo con mi piel y con mi cabello. Ya habían pasado varias horas cuando Mihail informó que se iba a dormir y dejó a su hermano solo, él continuó igual.
—He oído de las facultades curativas que tiene su saliva, Misha admite que tú lo curaste varias veces con ella. Quiero comprobar sus propiedades pero necesito que te estés muy quieta, no quiero correr peligro con tus colmillos.
Sonreí a medias.
—Podrías darme más sangre, eso me inmovilizaría.
—Ya dije que no voy a arriesgarme a darte demasiada fuerza.
—Puedes darme solo un poco —insistí, él suspiró.
—Pórtate bien y te la daré. —Se acercó a mí con una serie de palitos con algodón en la punta—. Anda, abre un poco la boca y no hagas movimientos bruscos. No si quieres tener un poco más de sangre antes de que amanezca.
Con un suspiro de resignación abrí la boca, en realidad no había mucho que pudiera hacer y mientras más pronto satisficiera la curiosidad de este excéntrico cazador más pronto dejaría que sus primos acabaran conmigo. Él empapó los algodones con mi saliva y fue de regreso a sus mesas donde estaba experimentando. Regresó en dos ocasiones más a hacer lo mismo.
—Si sus células no se autodestruyeran tan rápido, no tendría que recoger tantas muestras —murmuró.
Yo le miraba, interesada, sin poder hacer nada más. En realidad agradecía que detuviera la tortura y que me alimentara. Al igual que su hermano, él no parecía tener un odio acérrimo y destructivo hacia nuestra especie, era más bien como si estuviera obligado a cazarnos.
—Ya casi amanece. —Se acercó de nuevo a mí—. He notado que, cuando el sol estaba fuera, tú cuerpo se detenía por completo, me refiero a tu corazón, tus pulmones y supongo yo que también tu cerebro. ¿Eso ocurre todos los días?
—Con el tiempo aprendes a controlarlo, los neófitos mueren cada noche, pero los más fuertes podemos solo ralentizar nuestros sistemas, de manera que parezca que solo estamos dormidos.
—¿Y ya no vuelven a dormir completamente? —me preguntó
—El sueño mortal suele ser rejuvenecedor y sanador, si estamos heridos o después de mucho tiempo de no hacerlo es recomendable descender al seno de la madre tierra a dormir el sueño mortal.
—Ya veo. Tengo la teoría de que, al no emplear su energía en el resto del funcionamiento, el cuerpo puede centrarse en transformar las células sanguíneas para curarse.
Me encogí de hombros, en realidad nunca había pensado demasiado en el nuevo funcionamiento de mi cuerpo. Solía considerarlo más como una sobrenatural maldición.
—Aún me debes sangre —le recordé con ansia.
—Cierto, aunque aún hay algo que quiero comprobar.
Regresó con otro de los frascos de vidrio, este tenía una especie de plástico suave cubriendo la parte de arriba.
—Misha habló de un veneno, otras víctimas han descrito una especie de quemazón después de la mordida que los paraliza, por lo que ya habíamos supuesto la existencia de un veneno. —Asentí—. Quiero una muestra de ese veneno.
Antes de que pudiera decirle nada clavó la tapa del bote en mis colmillos. Estos no estaban desplegados y, aunque lo dejó varios minutos, no salió nada. Quitó el frasco con un gesto molesto.
—El veneno no saldrá si no existe la promesa de sangre o la necesidad del mismo. Aún mis colmillos no han salido —le dije, escupiendo un poco el sabor del frasco
—Ya, ahora lo veo. Se ven mucho más pequeños que cuando te di la sangre... —dio varias vueltas de su mesa a mí, pensativo—. Bueno, supongo que no hay otra opción. ¿Cuánto tarda en funcionar el veneno completamente? ¿Cuánto se suministra para que funcione?
—Mantengo la mordida hasta que el veneno funciona, así que no sé la cantidad exacta. Del tiempo, depende de la constitución y la fuerza del humano, pero normalmente no tarda más de diez minutos en caer inconsciente.
¿Por qué le estaba diciendo todo eso? No estoy segura. Tal vez porque estaba atrapada y no había nada más pudiera hacer, tal vez quería hacer rabiar a Velkian, o tal vez tenía ese "síndrome de Estocolmo" del que le había hablado a Mihail en alguna ocasión.
—Está bien, hay que intentarlo —comentó el cazador para sí mismo. La siguiente vez que regresó a mi lado llevaba un grueso trozo de resorte que se amarró al antebrazo izquierdo con ayuda de los dientes.
—No intentes nada raro criatura, y te daré tu sangre antes de que se ponga el sol.
Las venas de su brazo comenzaban a hincharse peligrosamente. Me acercó su mano con la palma hacia arriba, lo miré con el ceño fruncido.
—Muerde —dijo ofreciéndome la zona carnosa al lado del pulgar—. quiero que inyectes algo de tu veneno, ya después me encargaré de separarlo de mi sangre.
Sin pensarlo demasiado mordí la mano que me ofrecía, forzando el veneno a salir, incluso intente hacerme a la idea de que, si lo dormía, podría salir de aquella celda mortal.
—Interesante, puedo sentirlo viajando por mi mano y mi brazo, en efecto es como un calor que relajara en exceso mis músculos —comentó emocionado.
Yo disfrutaba del sabor de su sangre, no era tan dulce como la de Mihail pero se le asemejaba bastante.
—Es suficiente, permíteme quitar la mano —me ordenó.
Era curioso como acostumbraba ordenar, lo hacía de una forma segura pero no agresiva, como si supiera que no lo necesitaba para que le hicieran caso. Le obedecí y retiré mis colmillos antes de que él quitara su mano.
Inmediatamente fue por varias jeringas y, sin desatar el resorte, comenzó a sacar sangre de su brazo, las jeringuillas se convertían en pequeños contenedores que guardó en una gran caja de plástico. Cuando se retiraba el resorte y sobaba la parte enrojecida que dejó, entró Mihail.
—Al, es hora de que vayas a dormir, creo que has hecho suficiente por hoy —Iba vestido solamente con un pantalón holgado y su cabello estaba todo revuelto, irracionalmente me pareció muy sexi.
—Ya voy, ya casi acabo —le contestó su hermano aún distraído con sus instrumentos y aparatos.
De pronto Mihail notó las gotas de sangre que caían por la mano de su hermano, se acercó a él y tomó la misma para poder verla.
—¿Qué es esto? ¿Le has dejado que te mordiera? ¿Tienes idea de lo peligroso que es eso? —el hermano soltó su mano con brusquedad.
—Sí, quería investigar su veneno. ¿Algún problema con eso, Mihail? —Era la primera vez que lo escuchaba llamarlo por su nombre completo.
Mihail también se quedó impresionado por unos momentos antes de estirarse y tomar un trozo de gasa o de tela, no pude discernir bien, con el que vendó la mano de su hermano, quien parecía ya más tranquilo.
—El único problema es que te arriesgues, Aloise. Muchos en la familia te necesitan —había una ternura en su voz, increíble en una persona con el cuerpo y la personalidad de Misha, por alguna razón mi corazón se comprimió—. Eres lo único que me queda, hermano, no soportaría perderte... y menos por una imprudencia de cerebritos.
Aloise puso la mano sana en el hombro de su hermano.
—Estoy bien, es en serio, lo he hecho con cuidado. Tampoco arriesgaría al resto de la familia por una "imprudencia de cerebritos" como tú lo llamas. —De pronto su mano se deslizó hasta la nuca de Misha y lo atrajo hasta que sus frentes quedaron pegadas, Misha tenía los ojos cerrados—. También eres lo único que me queda, hermanito, no permitiré que ninguno de los dos se quede solo.
Con un suspiro Misha se alejó.
—Ahora en verdad creo que el veneno te ha afectado —dijo con burla, aunque aún había una nota de ternura en su voz—. Gracias, hermano.
—Sólo déjame preparar a la criatura e iré a la cama. Le prometí un poco más de sangre si cooperaba y pienso cumplir mi palabra.
Misha asintió solemne y, antes de salir, me dedicó una larga y curiosa mirada. Mientras Aloise preparaba una segunda transfusión para hacerla por la molesta vía intravenosa de nuevo, intentó reprimir un gran bostezo.
—Lo siento criatura, estoy demasiado cansado para esperar a que la transfusión termine, tendrás que aguantar con la aguja clavada hasta que el día termine.
—En cuanto el sol salga me sumiré en el sueño mortal, así que no sentiré la plata aunque la dejes —me encogí de hombros, como si no tuviera la menor importancia.
Él se fue cuando la sangre entró en mi sistema y el paroxismo de la sangre me paralizo. Hasta que la última gota de sangre pasó por la aguja de plata sumí mi cuerpo en el sueño mortal, tal como le había dicho a Aloise.
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