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Diciembre🎁

Diciembre
Las consecuencias de nuestros deseos

Una mañana más iniciaba en Pulana. En diciembre, era extraño no despertarse con la nieve en las carreteras o los villancicos matutinos alegrando los barrios de la pequeña ciudad. Sin embargo, Jade no estaba para nada alegre.

Los exámenes habían terminado, y aún sin saber sus notas finales la pequeña estaba completamente segura que suspendería la mayoría de ellos. Llevaba días buscando argumentos para brindarle a su madre, mas estos nunca le parecían suficientes. La llegada de su madre y de su padrastro sería tan solo en unas escasas horas, donde ambos seguramente le traerían dulces y brindarían miles de abrazos. La misma, en el instante que eso ocurriera no les negará semejante afecto, no obstante, a la única persona que sentía la necesidad de abrazar no sabía ni si seguía respirando.

Mientras se debatía en si bajar al comedor a desayunar o seguir revolcándose en la cama, el sonido del timbre de su hogar no le permitió decidir y tuvo que bajar ha abrir la puerta.

Un rostro tan similar al suyo mas con unos años más que ella estaba justo delante de la misma, y otro que era la viva imagen de Isaac pero con ojos verdes y con algunas canas en su melena, se encontraba justo al lado de la mujer; sujetando las maletas.

—¡Cariño! —abrazo alejándose así de todo tipo de distancias entre ellas —, ¡te echaba tanto de menos!

—¡Mamá! —habló la niña con sus ojos cristalizados—, me alegra que hayáis llegado antes de tiempo.

—A nosotros también, Jade —el padre de Isaac beso delicadamente la frente de la hija de su mujer—, ¿todo bien?

—Todo lo bien, dentro de lo que cabe —sonrió—, vamos, entrad. Estaréis exhaustos.

Los recién llegados reposaron las maletas en su habitación, y mientras Larisa se brindaba un caluroso baño, Mike decidió hablar con el miembro más joven de la familia.

—Lo noto en tus ojos, cielo.

—Mhm, ¿qué cosa?

—Tu devastadora preocupación por mi hijo —sonrió apenado—, no debes preocuparte. Conozco a mi hijo y se que estará bien.

—De verdad qué me encantaría creerte, pero... —suspiró—. No me ha dado ningún tipo de señal de vida, ¿sabes? Es imposible no preocuparte.

—Debes confiar en mi, pero sobretodo en él —admitió—. Verás hace unos años, cuando ocurrió lo de Nic... —entonces recordó que Isaac no quería que Jade supiera del accidente, y no acabó la mención de la chica—, mhm. Como te iba diciendo, lo que esta haciendo mi hijo no es la primera vez que lo hace. La primera vez duró por lo menos seis meses. La verdad, es que tanto mi ex mujer como yo estábamos bastante preocupados y apenados, sin embargo, confiábamos en que su partida tenía una causa y él mismo necesitaba huir bien lejos. Y cuando regreso, había mejorado en todos los aspectos de su vida, y fue la primera vez en mi vida que sentí orgullo por él. Porque si su manera de afrontar las situaciones complicadas es huyendo, está bien. Por lo tanto querida, no te preocupes. Mi hijo sabe cuidarse solo, siempre lo ha hecho. Y simplemente, cuando menos te lo esperes lo veras entrar por la puerta.

La ojiverde tras la confesión del padre de su hermanastro logró saciar algunos de sus demonios, pero la preocupación recorría todo su cuerpo como en el primer día.

Los tres, empezaron a preparas los festivos para la tan ansiada nochebuena. Jade, se ocupada de los dulces y postres, Mike de la comida y Larisa estaba adornando el hogar para la ocasión.

—¿Y esté año seremos solo los tres? —preguntó la enana.

—¿Cuándo hemos sido tan pocos? —río la madre—, vendrán los abuelos y tus tíos, claro esta.

—Oh, espero que no venga Gil.

—Sabiendo que es mi sobrino, es obvio que vendrá querida —mencionó Mike.

—Lo siento, se que es tu sobrino, pero...

—Soy consciente de que es insoportable —gruñó—, que sea mi pariente no le hace un buen niño. No obstante, estoy seguro de que en unos años mejorará y será digno de ser un Silva, eso es —carcajeó.

La tarde recorrió entre charlas. La adolescente de la casa les preguntaba como les iban los negocios y les suplicaba un relato de cada lugar visitado, mientras que los adultos le peguntaban por los exámenes.

—¿Qué tal los exámenes, cielo? —preguntó mientras se comía un delicioso bombón de chocolate blanco.

—Bien... —mintió—, como siempre.

—Ese bien no me ha perecido del todo convincente, cielo.

—Entonces esperemos a que me lleguen las notas, por favor —bufé—. De todos modos, cualquiera que sea mi respuesta, solo lo sabremos con certezas una vez tenga los resultados en mis manos.

Ambos asintieron y decidieron no preguntarle nada más cerca del instituto a la pequeña de la familia.

En cuestión de urnas pocas horas, los familiares empezaron a marcar presencia en el hogar de los Silva. Todos aparecían con réglalos y los colocaban debajo del árbol de navidad, como de costumbre.

La verdad, es que no debería opinar sobre la navidad, pero ya que es mi historia haré lo que me parezca conveniente a mi.

La navidad es una excusa. Una excusa para comprar regalos a nuestros crees queridos, una excusa para juntarnos con nuestros familiares, y curiosamente una excusa para estar más alegres. Tengo entendido que, muchas familias no se llevan para nada bien, y otras muchas a que son como carne y uña. Pero, en cuestión la familia Silva pertenece al primer grupo. No son para nada unida y allí se encontraban todos, charlando y riéndose sin ninguna razón aparente, ¿no os parece hipócrita? Por otro lado, jamás entenderé porqué se tienen que regalar un obsequio en estas fechas. Si realmente alguien te quiere ofrecer cualquier cosa, lo puede hacer sin un motivo. Tan solo lo ofrece, y nos alegra el día. Mas no, en lugar de eso, deciden esperar a navidad para hacer una pequeña m,estar de afecto en muestra de objeto. Pero esto no es solo culpa de nuestros familiares, sino que también de nuestros progenitores. Yo misma, le pregunté a mi madre el otro día si me podía comprar unas zapatillas, y la misma me dijo qué sería mi regalo de navidad. ¿Y por qué no ahora, si es cuándo las necesito y quiero? Nos hacen esperar a un cierto día, que parece eterno, y cuando lo abres... no es como la primera vez que te lo encuentras por el mostrador, ¿sabes? Ya no tiene el mismo entusiasmo. Quizás con los cumpleaños pasa igual, pero no estamos hablando de ellos. Y por último, durante estas fechas curiosamente la gente es feliz, alegre y canta villancicos a todas horas. ¿Qué por qué? Eso ni yo misma lo sé. Intenté responder a esta cuestión durante años, pero nunca he obtenido una respuesta con certezas. Puede que sea por las vacaciones, el reencuentro de las familias o por los mencionados anteriormente, los obsequios. Mas, no estoy del todo segura.

Mientras los invitados iban llegando, Jade decidió finalmente bajar al salón, donde se encontraba el resto de la familia.

—Estas radiante, nieta mía —la abrazó Mary, la madre de Larisa.

Y así era, la jovencita se había colocado un elegante vestido de una tela tan sedosa como las plumas, el mismo era de color rojo, donde hacía un desagrado del centro a las extremidades. Además, era corto y sin tirantes, lo que le permitía a la ojiazul enseñar sus elegantes piernas y brazos tonificados. En el pelo se realizó un moño, y para terminar el atuendo se colocó unos tacones que le permitían poder ser más alta durante unas escasas horas.

—Gracias abuela —le besó la frente

La muchacha proseguía a saludar cada uno de los invitados, cuando de repente un ruido proveniente de la puerta le hizo estremecer todo su cuerpo.

Allí estaba él.

Él chico que hacía más de un mes había desaparecido sin dejar rastro alguno. Él chico que le sacaba las ganas de comer y le incluía horas de insomnio. Él chico que haría que ella suspendiera por una su ausencia.

Se encontraba a unos metros, pero la distancia que tenían ahora se veía mucho más lejana que la de estas últimas semanas.

Se permitieron mirarse de arriba a abajo el uno al otro.

Isaac, entendió porqué la belleza de su hermanastra no era sólo física. Al verla, en un vestido tan delicado como su sonrisa, se tensó involuntariamente. Se percató en su rostro, como tapaba sus ojeras con un corrector de marca barata, pero estaba increíblemente bella de todos modos. Se detuvo en su mirada. En su mirada, la que gritaba a gritos cuanto le echaba de menos mas él no entendía el porqué de dicho afecto. Y por si fuera poco, empezaba a notar como sus ojos tan verdes como una esmeralda, comenzaban a cristalizarse sin remordimiento ni dudas.

Jade por su parte, solo logró fijarse en la distancia que tenían el uno del otro. Estaban a diez pasos como mucho, pero ninguno era capaz de acercase por miedo, ¿o sería deseo lo qué sienten? Antes de permitirse derramar lágrimas, se fijó en lo elegante que estaba Isaac dentro de un esmoquin rojo y se preguntó porqué le parecía tan atractivo en ese momento.

—¡Hijo mío! —dijo Mike entusiasmado abrazando a su primogénito.

El muchacho le abrazó de vuelta sin desviar su mirada de unos ojos esmeralda.

—¿Dónde te habías metido? ¡Exijo una explicación! —habló el mismo.

—Ya sabes... —río sutilmente—, lo necesitaba.

—Lo sé hijo, lo sé —se separó unos centímetros de su adolescente—, vamos avanza, no te quedes ahí parado como si nada.

Se adentró en el hogar y lo único que era capaz de hacer era mirar a su hermanastra con todo el detenimiento posible.

Se podría decir que el tiempo para ambos se había detenido, por mucho que a su alrededor todo siguiera girando.

¿Alguna vez te ha pasado?

¿El hecho de sentir que no es la tierra quién te sostiene, sino una persona?

Porqué eso les ocurría a los chicos. Sentían que ahora podía respirar y vivir tranquilos, tan solo por verse a los ojos sin decir ni una palabra.

Si te soy sincera; no estoy al cien por cien segura de que no dijeran ni una palabra. Los ojos y las miradas pueden decir muchas cosas, si lo haces con la persona indicada. Y desde luego, ambos se estaban comunicando mediante de pupilas y iris.

La cena empezó. Los abuelos y tíos comían sin ninguna preocupación; mientras se cuestionaban preguntas unos a otros sobre sus vidas personales o negocios de empresas. No obstante, los dos tórtolos de la noche seguían en su guerra de miradas para ver quién finalmente se rendiría.

—Mamá, voy al baño.

La ojiverde subió rápidamente a su habitación donde se maldijo una y otra vez frente al espejo su debilidad delante de unos ojos color océano.

Mas, no se percató del rostro que se asomaba en el espejo.

—¡Idiota! —dijo dando un salto por el susto.

—Supongo que me lo merezco —río.

—A tú padre le servirá el: lo necesitaba, pero a mi no —resopló—. Me debes una explicación.

—No te debo nada, Jade —tensó su mandíbula.

—Entonces si no me la debes a mi, supongo qué al menos se lo dirás a tu novia, ¿cierto?

Él chico se quedó callado, y Jade impaciente decidió irse de la habitación.

—No te vayas —la sujetó de la muñeca—, ¿por qué tanta preocupación ahora si no me has llamado ni una vez?

—¿En serio? —empezó a sonrojarse de los nervios—. Aja, ¿crees qué una llamada demostraría mi preocupación? ¡No necesito ser una Amy para demostrarte que me importas, tarado! ¡Más de lo qué imaginé!

—¿Acabas de decir qué te importó? —sonrió y miró perversamente a la chica.

—No —mintió.

—Lo he escuchado —se acercó unos centímetros de la ojiverde—, repítelo.

—No tengo porqué repetir nada si no he dicho en ningún momento esa barbaridad. Sería erróneo —quiso alejarse, pero no tenía fuerzas suficientes para hacerlo, deseaba abrazarlo cuanto antes.

—Bien, entonces yo si lo admitiré —se acercó aún más dejando solo sus rostros visibles—, me preocupaba por ti, y por si fuera poco empezaba a echarte de menos. Tus risas icónicas, tus sermones y tus quejas por el mando de la televisión. Tenía la necesidad de despertarte chillando, de molestarte con la impuntualidad y de insistirte con dejar el grupo. Pero, lo más increíble de todo, es que deseaba con todo mi ser volver a ver tus ojos que están tan agitados como los míos —relamió sus labios—. No lo niegues, estás nerviosa. Tu respiración lo delata, por lo tanto, se que antes me negabas que te importaba. Entiendo que lo quieras ocultar, pero yo no quiero ocultarlo más.

El moreno acarició lentamente la mejilla pálida de su hermanastra y se acercó acabando así con todo tipo de distancia entre los dos.

—Isaac... —susurró la ojiverde.

—Sht... —susurró él.

Y entonces sucedió.

Plutón dejó de ser estrella para convertirse nuevamente en planeta, las nebulosas eclosionaron mil y una estrellas en cuestión de segundos y en Venus llovía diamantes como nunca, debido al beso de dos adolescentes que lo deseaban con todo su ser, pero estaba tan mal como enamorarte del villano de una historia.

Los suaves labios de ella, encajaban perfectamente con los carnosos de él. Sus lenguas, perfectamente sincronizadas eran una sinfonía que hasta Mozart quisiera poder conocer y el calor que desprendían ambos muchachos era simplemente abrasador.

¿Qué si sabían que estaban mal? Si.
¿Qué si iban a detenerse? Quizás.

Isaac cogió de la cintura a la chica, aprofundizando así el beso como muestra de pasión, en cambio ella le agarró del cabello salvajemente demostrando deseo.

No se qué habría ocurrido entre ellos, si no fuera por el sonido del móvil del moreno.

—Isaac... —habló con los ojos cerrados.

—¿Qué? —gimió.

—Tú móvil está sonando —siguió con los ojos cerrados.

—Me da igual —suspiro excitado.

—Podría ser importante...

—No te callarás de todos modos —sonrió.

Cogió el estropea momentos y contestó a la persona del otro lado.

—¿Isaac? ¡¿Dónde estás?! ¡Llevas más de un mes desaparecido!

Entonces Jade se percató del daño que había causado a Dylan y su mejor amiga.

—Oh —resopló—, lo se. Ignore a todo el mundo.

—¿Estás aquí? Digo, ¿en Pulana?

—Si.

—¿Podríamos vernos, por favor?

—Si, en dos días lo haremos. Adiós, Amy.

Para cuando colgó el teléfono y lo guardo, se giró para poder ver otra vez el rostro de su hermanastra, pero ella ya no se encontraba en la habitación.

Mientras él la buscaba por toda la casa, ella se ocultó en la parte trasera contemplando como caía la nieve en el césped nevado.

Sus lagrimales empezaron a desprender lágrimas por sus sonrojadas mejillas sin ningún tipo de control.

¿Qué por qué lloraba?

Por mil y una razones y ninguna.

Por saber que aquel beso era prohibido, ya que sus progenitores estaban casados. Ambos tenían pareja, y por si fuera poco, eran los mejores amigos de ambos. Así mismo, les estaban siendo infieles inconscientemente y... lo peor de ser un beso que nunca debería de haber ocurrido, es que en esos instantes solo deseaba volver a unos labios donde podía hallar la perfección.

Ansiaba con toda su alma que su hermanastro volviera a casa, y ahora lo único que necesitaba era no ver su rostro por mucho tiempo, porque... en el fondo de su alma, sabía que lo deseaba tanto como un chocolate caliente.

Es curioso porque, ella ama a Dylan. Se despierta y se duerme pensando en él, o al menos lo hacía hasta hace algo más de un mes. En el momento que el moreno se marchó de casa, su novio empezó a ser secundario en su mente y un ser totalmente incontrolable paso a ser el primero.

No sabia que hacer.

Tenía a su hermanastro finalmente en su hogar, no tendría porque sufrir de insomnio o de estómagos vacíos.

No obstante, se odiaba como nunca antes.

Sin quererlo, le traicionó a su novio; y a su mejor amiga.

¿Cómo se lo diría a ambos?

¿Cómo se enfrentaría a ellos después de lo sucedido?

Ocultarlo no era una opción, la misma ya se imaginaba noches sin dormir ejecutando argumentos de disculpas.

Su mundo había sido perfecto en esos labios, y en cuanto se separaron tan solo... se desmoronó en un imperfecto caos.

Sintió como sus lágrimas se congelaban en sus mejillas, y en las puntas de sus cabellos posaban tantos copos de nieve que las había congelado. Fue por esa razón que; decidió subir rápidamente a su habitación sin dirigir una palabra a nadie, se cambió de atuendo y se estiró en la cama.

Ahora, sus lágrimas podían recorrer perfectamente su rostro sin ningún obstáculo de por medio.

Sollozaba sin parar, incluso cuando su hermanastro decidió aparecer.

—Jade... —abrió la puerta mientras tocaba.

—¡Largo! —sollozó.

—Vamos a habl...

—¡He dicho que te vayas Isaac —interrumpió—, déjame sola!

El muchacho sin más oportunidades para redimirse o solucionar las cosas con la enana de la familia, decidió irse de la casa, para no sufrir más tentaciones indeseadas.

Un beso.

Un simple beso desató el caos esa noche.

Pero nada se comparaba con los infiernos que ocurrirán después.

Mas ahora, la ojiverde solo podía pensar en la monstruosidad que había hecho. Por culpa suya, de su descontrol, acababa de joder su entorno y vida amorosa.

Desde mi punto de vista, la protagonista tiene razón.

Acababa de maldecir el fin de muchas cosas; la estabilidad familiar, el entorno social y su noviazgo.

Sin embargo, nadie puede controlar el corazón o los impulsos de nuestros cuerpos. En el instante que se unieron ambos labios, los muchachos sabían que estaba erróneo, pero no eran capaces de separase, ya que quizás, solo quizás, ansiaban ese capricho tanto como yo ansío ser la protagonista de una historia de amor.

No los juzgues, no es la primera vez que lees una historia donde ponen los cuernos o fallan a sus amigos. Pero si será una historia, donde podrás ver los terribles acontecimientos que pueden suceder a causa de un mero capricho.

Entre lágrimas, la muchacha deseó que Isaac no hubiera aparecido esa noche.

Entre nudillos rotos, el muchacho deseó que Jade no fuera tan jodidamente especial.

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