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EPILOGUE


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03 DE NOVIEMBRE DE 1981


Habían pasado casi dos años desde que Regulus Black había muerto.

Y tan solo tres días que James y Lily Potter fueron asesinados por Lord Voldemort, dejando huérfanos a sus dos hijos, Evan y Harry Potter. 

Con la muerte del matrimonio Potter también fue la derrota del Señor Tenebroso, siendo victima del pequeño Harry Potter, al cual lo apodaron el niño que vivió

Desde que su esposo había muerto intentando robar uno de los horrocruxes, Lydia no había vuelto a pisar ninguna de las reuniones de la orden del fénix, a pesar de todas las cartas insistentes de Albus Dumbledore, las cuales jamás respondió. 

Los primeros dos meses fueron los más difíciles para ella, durante dos meses no había cuidado de su hija, no la cargaba, no la alimentaba, Kreacher fue el encargado de todos los cuidados de la pequeña Merope, mientras Lydia se la pasaba encerrada en su habitación durmiendo o llorando, muchos pensamientos cruzaron por su cabeza, algunos de ellos eran acabar con su vida.

No fue hasta que su hermano Lucius la convenció de buscar ayuda con los sanadores mentales de San Mungo, poco a poco fue mejorando y comenzó a volver a vivir su vida, y a cuidar como siempre de su hija, aunque después de dos años aún seguía asistiendo una vez a la semana. 

Comprendió que haga lo que haga, no importa cuando llore, nada ni nadie le regresaría a su Regulus.

Y ahora, a inicios de Noviembre de 1981, Lydia Black, una mujer viuda, caminaba por los oscuros pasillos mientras se abrazaba a si misma dándose calor debido al frío en el lugar, traía una capa color negra sobre su cabeza tapando de esta manera su rostro y su cabello.

—Es aquí señorita Lydia—dijo el auror parándose al inicio del pasillo—¿Quiere que la acompañe?

—No, no es necesario, muchas gracias por su servicio—respondió la rubia, y sin alzar la mirada sacó una pequeña bolsita de su saco y se la entrego—Aquí esta su pago, recuerde que nadie puede saber que estuve aquí. Ahora retírese, se donde esta la salida. 

El auror no dijo ni una sola palabra, tomo la pequeña bolsa y sonrió levemente al ver los galeones de oro dentro de esta, luego de esto se dio la media vuelta y desapareció del pasillo bajo la atenta mirada de Lydia.

La platinada camino por el pasillo lentamente observando a cada una de las personas que se encontraba allí, reconoció a algunas cuentas pero no les prestó atención y siguió caminando.

Su mirada se destuvo en el ultimo cuarto de ese pasillo, en el cual pudo observar a un hombre recargado en la pared con sus piernas extendidas, su cabeza mirando hacia el techo y sus ojos cerrados.

—Sirius...

Aquel hombre que consideraba como un hermano abrió los ojos y miro hacia la reja de su celda, sin embargo, frunció los ojos confundido al solo ver a una persona allí pero no lograba percibir su rostro.

—¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?—pregunto con desconfianza. 

Lydia suspiró mientras tomaba asiento en el suelo, para después deshacerse de su capucha dejando al descubierto su cabello rubio platinado y su rostro.

—¡Lydia!—exclamo Sirius poniéndose rápidamente de pie y tomar asiento frente a su amiga, la reja era lo único que los separaba. Con demasiada desesperación el hombre tomo las manos de la rubia a través de la reja—¡Te juro por Regulus que no fui yo! ¡yo no mate a James y Lily! ¡jamás los traicionaría! ¡por favor créeme! 

—Tranquilo, Sirius... te creo—la rubia alzo la mano hacia la mejilla de su mejor amigo y le dedico una pequeña sonrisa, logrando tranquilizarlo. 

—¿Dónde dejaste a Merope?—pregunto Sirius preocupado—¿Cómo lograste entrar?, tenemos prohibido recibir visitas. 

—Merope esta con Lucius—Lydia suspiro—Y sobre como estoy aquí, bueno...—soltó una risita—No hay nada que el dinero no pueda solucionar.

Sirius soltó una risa al escuchar a su amiga: —¿Por que viniste?

—Te traje un regalo—la rubia saco de su bolsa un pastel miniatura—Se supone que debe ser divertido cumplir veintidós. 

—¡Por Godric!—Sirius tomo aquel pastel y comenzó a comerlo con desesperación—¡Muchas gracias!, la comida de aquí es espantosa. 

—Hay algo más...—Lydia suspiró y de su bolso un collar plateado, el cual tenía una hermosa piedra azul, la cual por dentro se podía observar una pequeña serpiente—Si algo me pasa Lucius pasará a tener la tutela de Merope al ser su familiar directo, y se que no le dirá la verdad sobre sus padres, no hasta que el lo considere adecuado—soltó un suspiro—Se que algún día lograrás salir de aquí, es por que que te pido por favor, que le entregues esto a Merope si yo ya no estoy, y le digas la verdad.

El hombre Black miro fijamente aquel collar con la boca embarrada de pastel, para luego tomarlo y guardarlo en su pantalón roto que le entregaron cuando entro a azkaban. 

—Te lo prometo.

Lydia le sonrió levemente: —Tengo que irme, solo me permitieron diez minutos. Feliz cumpleaños Sirius. Intentaré venir en Navidad. 

Sirius tomo la mano de su mejor amiga para llevarla a sus labios y dejar un dulce beso en ella, Lydia soltó una pequeña risita al ver su mano ahora con restos de merengue, el hombre Black vio como la rubia se ponía de pie mientras se colocaba nuevamente la capucha negra y se dirigía hacia la salida de azkaban.

Ese fue el ultimo día en el que Sirius Black vio a su mejor amiga.

Ya que en cuanto Lydia Malfoy llegó a su casa en busca de algunas pertenencias antes de ir a recoger a su hija a casa de su hermano mayor, un grupo de mortifagos que aun no habían sido atrapados la estaban esperando.
















FIN.
















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