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único.

Jennie se encontraba sentada en uno de los sofás de cuero que habían en el departamento que compartían las cuatro cuando tenían actividades juntas, frente a ella estaba su novia a quien observaba determinadamente. A pesar de los metros que las separaban, podía escuchar perfectamente como refunfuñaba y se quejaba por lo bajo. Dejó de mirarla para posar sus ojos en el desorden de papeles arrugados o hechos bola que había a su alrededor. Luego, se fijó en el teclado eléctrico que estaba a un lado cubierto de más hojas y partituras, y por último en la guitarra que descansaba sobre su regazo. Rió levemente y volvió la vista a Rosé que en ese momento se estaba pasando la mano por el cabello color lila que caía sobre su rostro, acomodándolo hacía un lado y dejándole a Jennie la vista de su atractivo perfil.

La chica mayor sabía que en ese preciso momento Rosé estaba teniendo un problema de inspiración bastante grande, la conocía muy bien. Y no sólo ella, también sus compañeras de banda, que al notar la vibra de estrés que desprendía la chica más alta decidieron tomar sus cosas e irse porque había algo que daba más miedo que Jennie enojada: Rosé con problemas para componer.

Y no es como si se convirtiera en una bestia hambrienta que engullía todo a su paso y luego lo escupía con desprecio, como solía describirlo Lisa. Sino que el aire al rededor de ella se ponía tan pesado que a causa de esto lograba contagiar su estrés a las demás. Tampoco era como si Rosé lo deseara, de hecho se apenaba cuando le decían que era tan contagiosa que las hacía correr, buscando refugirse de ella. Un poco exageradas, si le preguntaban a Jennie. Por lo general, solía ser una chica bastante calmada y con una vibra muy positiva y dulce, pero había algo que la enojaba de sobremanera y era no poder componer como suele hacerlo normalmente.

El insistente ruido del lápiz golpeando repetidamente la libreta que tenía Rosé sobre su guitarra provocó que Jennie sacudiera levemente la cabeza, sacándola de sus pensamientos y volviendo a mirar a su novia. Negó con la cabeza y se paró; ya era momento de intervenir.

Caminó hacía ella, deteniéndose detrás y se inclinó para pasarle un brazo por el cuello mientras que el otro lo estiraba y con su mano tomaba el lápiz, deteniendo el molesto golpeteo. La chica más alta ni se inmutó por el repentino contacto y únicamente suspiró, soltando todo el aire que inconscientemente había estado reteniendo. Una sonrisa pequeña apareció en su rostro cuando Jennie dejó un suave beso en su mejilla.

—Sería una buena idea que descansarás un poco, cielo. —Le susurró con sus labios aún pegados a su cara.

Rosé tomó la mano de Jennie con la que había detenido el movimiento del lápiz, la llevó a sus labios y dejando un beso en el dorso de ésta respondió: —Lo sé, lo siento. Es sólo que cuando había comenzado estaba tan inspirada. Incluso logré escribir esto y me gustó. —Le mostró su libreta. —Pero luego simplemente mi mano se detuvo porque ya no había nada más en mi cabeza. —Finalizó con pesadez.

Jennie miró el cuaderno lleno de tachones, dibujitos, garabatos y obviamente la letra de una canción, muy buena por cierto. Iba a responderle hasta que miró nuevamente para cerciorarse de no haberlo hecho mal y frunció el ceño cuando se dio cuenta que efectivamente no lo hizo.

—¿Dibujaste mis pechos? —Preguntó con gracia, enderezándose y tomando la libreta para mirar mejor el dibujo.

Rosé se levantó rápidamente y se hizo detrás de su novia, abrazándola por la cintura y levantándola levemente del suelo mientras se reía divertida. —Sí, me gustan tus pechos, son lindos. Y creí que si pensaba en ellos podía inspirarme nuevamente. Mira, funcionó. —Soltó su cintura y tomó la libreta. Pasando a la siguiente página, volteó el cuaderno y lo colocó delante de su pecho para mostrarle a su novia lo que había escrito.

"[...] Ella tiene el corazón más grande de todos. Cuando lo tomo entre mis manos se siente tan cálido y suave. Soy su fiel devota."

Jennie rio sonoramente, mostrando la sonrisa gingival que tanto amaba Rosé y le pegó levemente en el pecho.

—Ahora seré poeta y escribiré acerca de lo mucho que me gusta tu corazón. —Sonrió con picardía.

—Eres una boba. —Rio divertida. 

De pronto una idea llegó a su cabeza y se acercó a Rosé, colocando sus brazos al rededor de su cuello, posando las manos en su nuca y acariciándola con sus uñas. —Tal vez... podría ayudarte con ese problemita que tienes. —Dejó un suave beso en sus labios y luego sintió como las suaves pero fuertes manos de su novia se posaban en su cintura descubierta a causa del crop top que decidió llevar ese día, empezando a acariciarla suavemente.

—¿Y cómo lo harías? —Preguntó con inocencia fingida cerrando los ojos cuando empezó a sentir los suaves labios de su novia pasearse por su cuello y mandíbula, dejando leves besos.

—Adivina. —La retó sin detenerse.

Rosé echó la cabeza hacía atrás provocando que Jennie se separara y buscó su boca para besarla con fuerza, haciendo que un gemido de Jennie se ahogara en lo fondo de su garganta. Enterró los dedos en su cintura y bajó sus manos hacía el trasero de su novia, apretándolo fuertemente y haciendo que se pegara más a su cuerpo, si es que lo creía posible.

—Si seguimos así escribiré acerca de cómo te cojo y no creo que a Teddy le agrade mucho la idea. —Respondió con sorna cuando se separó para tomar aire y la miró fijamente a los ojos. Los amaba con locura, el lunar sobre su párpado la mataba y los oscuros que se tornaban cuando estaba excitada le encantaba. —Amo tus ojos, me encanta todo lo que me puedes decir con tan sólo una mirada.

—¿Y qué te dicen ahora? —Preguntó con voz ronca. Su respiración estaba agitada a causa del beso que habían compartido y la excitación le empezaba a invadir el cuerpo.

—Lo de siempre: que te deje bien cogida.

Al terminar de hablar, la agarró por los muslos y la alzó. Jennie se aferró a los suaves y fuertes hombros de su novia, así mismo sus piernas rodearon su cintura y sintió como empezó a caminar con ella en brazos. La más baja empezó a repartir besos y mordidas en su cuello y hombro mientras la llevaba a su habitación, tenía que mantener la boca ocupada en lo que llegaban. Rosé por otro lado sólo pensaba en lo caliente que se sentía la entrepierna de su novia contra su duro abdomen y se dio cuenta que era algo que había planeado con anticipación, pues llevaba bragas con la tela tan fina que era capaz de sentirla debajo del short que traía puesto. Incluso creería que no llevaba.

De una leve patada terminó de abrir la puerta que se encontraba entreabierta y con el mismo pie la cerro, dándose la vuelta y apoyando a su novia contra esta, besándola con pasión. Le echó seguro y dijo: —Puedes llegar a ser tan zorra cuando te lo propones.

Jennie soltó un gemido y cerró los ojos fuertemente, sintiendo como su centro se contraía a causa de las palabras que había soltado son novia con la voz llena de lujuria y excitación. Amaba cuando le hablaba de esa manera al momento de tener sexo, le encantaba que la tratara así.

—¿Por qué lo dices? —Preguntó con curiosidad fingida sabiendo a lo que se refería su novia.

Como respuesta, la más alta movió su cadera hacia delante, provocando una deliciosa fricción que hizo a Jennie entreabrir la boca y soltar otro gemido. La humedad empezando a traspasar su short y el lujurioso sonido hizo que empezara un vaivén de caderas, simulando penetraciones.

Jennie se aferró a la espalda de su novia, enterrando sus uñas y echando la cabeza hacía atrás, pegándola contra la puerta. El roce que generaba el movimiento de cadera de su novia, la respiración pesada y caliente sobre su cuello y las manos enterradas en su trasero estaban dejándole la mente en blanco. ¿Cómo era posible que estuviese tan mojada y excitada con tan solo esto? No lo sabía y sinceramente le daba igual la respuesta.

—Eres mía, Jennie. Tus gemidos son míos, tus tetas son mías, tu culo es mío. —Gruñó en su cuello Rosé, mientras seguía moviéndose contra su novia.

Aferrando el agarra en sus hombros, Jennie sintió los labios de la más alta en su cuello, besándolo y mordiéndolo. Pero lo que la llevó a perder la cabeza fue cuando sintió una de sus manos ahuecar su húmedo y caliente sexo, seguido de las siguientes palabras: —Y esto, esto que me comeré y que tú disfrutarás, también es mío.

Rosé empezó a estimular lentamente el centro de su novia. Amaba sentir lo mucho que se mojaba y lo caliente que se ponía. Pero lo que más le gustaba era lo apretada que siempre estaba, así que sin más abandonó el lugar donde se encontraba su mano, ganandose un gemido de protesta de la más baja y la agarró nuevamente de sus muslos, llevándola a la cama para no hacerla esperar más.

La colocó sobre las suaves sábanas y se puso encima de ella besándola desesperadamente. Un beso húmedo y sucio, un beso que las hacía calentarse cada vez más. Bajó sus labios hasta el escote que traía Jennie y empezó a besar y lamerlo.

—Por favor, Rosie. —La voz le salió tan aguda y necesitada que decidió actuar rápido. Agarró sus pechos con ambas manos sintiendo sus pezones duros en sus palmas y empezó a masajearlos con cierta rudeza.

Rosé sabía cuándo cogerse a Jennie y cuando hacerle el amor. Y ahora mismo el cuerpo de su novia únicamente le suplicaba por una cogida y era algo que le iba a dar con todo el gusto del mundo. Volvió a besarla y estuvieron así hasta que sintió las manos de Jennie sobre sus hombros, separándola. Por un momento creyó que algo le había incomodado y estaba lista para preguntarle qué era, hasta que la vio sacarse ella misma los pechos de su camisa.

—Comételas, por favor. —Le suplicó, mirándola a los ojos con intensidad.

Sin responder, Rosé volvió a agarrar los pechos de Jennie, abarcándolos con sus manos. Pasó sus pulgares por los duros pezones y sin previo aviso se llevó uno a la boca.

La parte favorita de Jennie para Rosé, además de sus labios y sus ojos, eran sus pechos. Amaba los pechos de su novia y era algo que siempre que podía le dejaba claro. Se alejó de su pezón y lo miró fijamente sus pechos, juntándolos y apretándolos otra vez.

—Recuérdame rezar para agradecerle a Dios por este par de maravillas, corazón.

Jennie se rio, pero su risa fue silenciada por la boca de Rosé sobre sus pechos nuevamente. Subió su mano hasta la cabeza de su novia, pasando sus dedos por el sedoso cabello, amando la atención que estaba recibiendo.

Rosé dejó sus pechos libres para ir bajando su boca hacía el plano abdomen, dejando besos y pequeños mordiscos por el camino. Al llegar a la pelvis, mordió levemente el hueso de la cadera, ganándose un suspiro sonoro de Jennie. Tomó el borde su short y lo bajó rápidamente, dejando las bragas en ella aún.

—Abre las piernas, preciosa. Déjame ver qué tan mojada estás por mí. —Demandó mirando hacía arriba, buscando con la mirada la de su novia. Jennie al escuchar la voz profunda de Rosé abrió los ojos que habían estado cerrados mientras la acariciaba y bajó la vista, topándose con la más alta entre sus piernas, con sus ojos oscuros y su semblante serio, expectante a que cumpliera con su petición.

Mordiéndose el labio, Jennie abrió las piernas dándole una vista perfecta de sus bragas mojadas, bajó una de sus manos para tocarse por encima, haciendo que Rosé sonriera al ver a su novia tan necesitada. Dejó que se tocara un rato mientras ella la miraba a los ojos. Bajó su cabeza hasta su mano, dándole una pequeña lamida seguida de un beso.

—Tócate otro ratito más para mí, nena. —Susurró. Jennie gimió y empezó a mover su mano con más rapidez, echando la cabeza hacía atrás y cerrando sus ojos. Pero su posición duró poco cuando empezó a sentir besos y mordidas en sus muslos, así como una mano tocando sus pechos, obligándola a levantar la cabeza y mirar a su novia otra vez.

Rápidamente metió su mano dentro de sus bragas para tener un contacto directo con su clítoris y seguir estimulándolo mientras seguirá viendo a su novia degustar sus muslos.

Rosé dejó lo que estaba haciendo para mirar el rostro de su novia. Y qué maravilla era ver de esa manera a la gran Jennie Kim, se sentía tan grande teniendo a una mujer tan imponente y poderosa de una manera tan sumisa y entregada. Con sus mejillas rojas al igual que su pecho, sus ojos oscuros a causa de la excitación y sus labios entreabiertos e hinchados. Sonrió con suficiencia y dijo: —Saca tu mano de mi coño y corre tus bragas a un lado, quiero comérmelo.

Jennie gimió ante la petición e hizo lo que se le ordenó. Colocó su mano libre sobre el cabello lila de Rosé cuando sintió la lengua recorrer desde su entrada hasta su clítoris, deteniéndose ahí para darle la merecida atención. Agradecía estar las dos solas porque sus gemidos iban en aumento con cada lamida y chupada que recibía de su novia. Y aunque estuviesen Lisa y Jisoo en casa, no se habría dado el lujo de callarse, era consciente de lo mucho que amaba la más alta escucharla gemir y ella no era quién para prohibirle aquello, además tampoco no era la persona más callada de todas. Se complementaban y le parecía perfecto.

Rosé seguía comiéndose a su novia como si su vida dependiera de ello, pero llegó al punto en que necesitaba más espacio y agarrando con sus dos manos fuertemente la suave tela de las bragas de Jennie y odiándolas por empezar a volverse incómodas, las rompió. Acción que excitó aún más a la mayor.

Rápidamente pasó los brazos por debajo de los muslos de Jennie y la elevó un poco,
uniendo con fervor su boca al centro húmedo y necesitas de su novia, volviendo a comerla con ganas.

De la boca de Jennie únicamente salían gemidos y una que otra oración a medias diciéndole a Rosé cuánto amaba que se la comiera, lo bien que lo hacía o cuánto la quería. Rosé por su parte la escuchaba atentamente, sintiéndose satisfecha al saber que su novia la estaba pasando tan bien como ella. Jennie no tenía claro si comérsela era un premio para sí o para su novia, igualmente no era un asunto a discutir. Ambas lo disfrutaban y era lo importante.

Al cabo de un rato, Jennie empezó a sentir el agradable y delicioso cosquilleo en su vientre bajo que avisaba al orgasmo próximo a llegar, así que, aferrándose a las sábanas, soltó como pudo: —Amor, me voy a correr.

Rosé al escucharla, se separó un poco para decirle: —Córrete en mi boca, Jennie. —Y volvió a su trabajo, esta vez acompañando su mano para estimular el hinchado clítoris de su novia.

Con un sonoro gemido y el nombre de Rosé saliendo de sus labios, Jennie se corrió en la boca de su novia. La más alta metió y sacó repetidas veces dos dedos en ella, ayudándola a sobrellevar su orgasmo. Pasó la lengua con parsimonia sobre su clítoris, besando su monte de Venus de paso. Al sacar sus dedos, se los metió a la boca para luego volver a pasar la lengua por su centro mojado.

Rosé se enderezó, maravillándose con la hermosa vista de su novia recién cogida: cara roja, pecho subiendo y bajando lentamente a causa de su respiración pausada, una de sus manos agarrando uno de sus pechos que aún sobresalían de su escote, la otra empuñando la almohada y sus piernas abiertas de par en par.

—Te ves como una diosa, bebé. —Su tono voz salió con tanto cariño que hizo sonreír perezosamente a Jennie.

—Rosie. —La llamó con ternura.

—Dime, princesa. —Sus ojos seguían transmitiendole tanto amor mientras esperaba paciente a que su novia hablara.

—Quiero más. —Hizo un puchero. Rosé sonrió y le dio un beso, cosa que hizo que Jennie frunciera el entrecejo por la humedad que aún estaba en su barbilla.

—Eres insaciable, cielo. —Rio al ver las cejas fruncidas de Jennie, adivinando a qué se debía. —Primero límpiame. —Dijo con gracia. Jennie rio y tomó su cara, pasándole la lengua por el mentón juguetonamente, antes de agarrar parte de la cobija y limpiarla. —Oye, era con tu lengua. Tramposa. —Se quejó Rosé frunciendo el ceño. Jennie se encogió de hombros y abrazó su cuello, dejándole un besito en sus labios.

—Quiero montarte. —Le pidió Jennie. Rosé rápidamente cambió de posiciones ganandose un gritito de Jennie, dejando a su novia encima de ella.

—Al menos avisa, boba. —La regañó. Al estar arriba se dio cuenta de una cosa muy importante: Rosé seguía totalmente vestida.

—¿Por qué sigues con ropa? —Colocó sus manos en su cintura, mirándola acusadoramente.

Rosé río y respondió: —Por la misma razón que tú tienes las tetas fuera del escote.

Jennie bajó la vista y miro sus pechos. Se sacó la camisa y luego se bajó de encima de su novia, empezando a desvestirla con ayuda de ésta. Cuando estuvo totalmente desnuda, retomó la posición principal y la besó con ganas.

—Ya estamos en la misma condición. Ahora sí podré montarte como es debido.

Empezaron a besarse nuevamente, Jennie apoyó su cuerpo sobre su novia, ambas soltaron un gemido debido al contacto de sus pieles calientes. Rosé acariciaba la cintura, cadera y muslos de la mayor mientras ésta lo hacía con su cara y cuello.

Jennie se separó del beso, empezando bajar, dejando un rastro de estos. Besó su mandíbula hasta el cuello, siguiendo hasta su pecho besando entre ellos y luego a su abdomen. Rosé al ver las intenciones de su novia, se apoyó sobre sus antebrazos y la miró expectante.

—Pensé que querías montarme, amor. —Su voz salió ronca. Jennie miró hacía arriba, pegando su vista a la de la chica de cabello lila y le guiñó el ojo. Se arrodilló frente a ella y bajó su torso hasta acomodarse entre las piernas de Rosé, dejando su trasero elevado; como sabía que le gustaba a la más alta.

—Tenemos toda la noche para eso.

Rosé sonrió de lado y apoyó su pie en la cama, luego se abrió de piernas para darle espacio a su novia. Jennie, a diferencia de Rosé, empezó a comerla sin juegos previos. Gimió contra el centro húmedo de su novia al sentir su sabor.

Rosé no dejó de mirarla en ningún momento, su respiración se volvió más pesada y empezó a gemir suavemente. Ella no era ruidosa como su novia y así estaba bien para Jennie, suficiente con ella.

Estiró su brazo hasta llegar a la cabeza de su novia y le hizo el cabello a un lado, dejando a la vista los ojos que tanto amaba.

—Jennie, mírame.

La mayor al escuchar la petición de Rosé abrió los ojos y levantó la vista hasta los de su novia. Le ponía tanto que le pidiera que la viera mientras se la comía y debido a esto soltó un pequeño gruñido, aumentando los movimientos que estaba haciendo con su boca.

—Tienes una boquita tan deliciosa, bebé. Me comes tan bien. -Jennie cerró los ojos apretándolos, amando las palabras de su novia. —Te dije que me miraras. —El agarre de su cabello se intensificó al decir esto y Jennie empezó a sentir como su excitación volvía al punto en el que estuvo hace tan sólo unos minutos. Rosé lo supo, así que decidió seguir hablando, le encantaba poner a su novia al límite y sabía qué palabras usar para aquello. —Te dije que abrieras los ojos, puta. —Jennie los abrió y un gemido se escuchó desde lo más profundo de su garganta, aterrizando en el centro de su novia, que seguía bajo su boca. —Sigue comiéndome el coño como la buena zorra que eres; me correré en tu boca y luego te volveré a coger. —Advirtió.

Jennie gimió y le puso más empeño a su labor, haciendo que Rosé cerrara lo ojos y echara la cabeza hacía atrás, abriendo la palma de su mano para agarrar mejor la cabeza de su novia.

A los minutos, Rosé empezó a sentir como su orgasmo llegaba y mientras soltaba maldiciones, gemidos suaves y elogios a la boca de su novia, se corrió en ésta. Suspiró con gusto.

—Eres increíble, hermosa. Ahora ven. —Se sentó rápidamente, tomó a Jennie por la cintura y la puso sobre su regazo. La empezó a besar con ganas, bajó una de sus manos y empezó a estimularla. Esto sería más rápido y a Jennie le parecía increíble.

—Sé buena chica y móntame los dedos. —Demandó Rosé y metió dos cuando estuvo segura de que ya estaba nuevamente bien mojada.

Jennie se agarró de los hombros de su novia y sintió como esta empezaba a penetrarla. Rosé miraba fascinada a su novia, sus pechos rebotando por las duras estocadas, su boca entreabierta soltando gemidos y maldiciones y sus ojos cerrados.

Aferrándose a la cintura de Jennie con un brazo mientras que con el otro seguía cogiéndosela, empezó a besarle los pechos, disfrutando y amándolos como sólo ella sabía hacerlo. Jennie se abrazó a la suave y fuerte espalda de su novia, enterrando sus uñas en esta y disfrutando de las penetraciones.

—Más fuerte amor, más fuerte y rápido. —Pidió entre gemidos entrecortados a su alta novia. Rosé cumplió su deseó y empezó a cogerla con impetu.

Rosé sintió las paredes de Jennie apretándole los dedos, amando la sensación. La mayor por otro lado no paraba de gemir fuertemente, encantada de tener a su novia dentro de ella.

Cuando escuchó el sonoro gemido de Jennie abandonar su garganta, Rosé retiro los dedos empapados para estimular su clítoris, alargando su orgasmo. Se dejó caer de espalda, llevándose a Jennie en el proceso, soltó su cintura para acariciarla y dejó un dulce beso en su frente sudada. Jennie por otro lado se dejó consentir de su novia, amando lo tierna que se ponía siempre que terminaban de tener sexo. Dejó un suave beso en su cuello, donde había estado su cara y se alejó para mirarla a los ojos.

—Te amo. —Dijo Rosé cuando sus miradas se conectaron, viendo como esta se iluminó ante las palabras dichas.

Jennie dejó un beso en sus labios y respondió suavemente: —Te amo también, mi cielo.

—Bueno, que Teddy se vaya preparando para las canciones que compondré porque luego de esto créeme que tengo miles de ideas. —Besó nuevamente sus labios. —Gracias, mi musa.

—Lo que sea por ayudarte con tu proceso creativo, amor.

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