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"La felicidad puede hallarse hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz"
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Los ojos de Rose estaban fijos en como Harry y Ron se preparaban para enfrentar a Crabbe y Goyle. Le parecía muy cómico que ambos seguían discutiendo su plan como si el otro equipo no estuviera frente a ellos.
Se había quedado sentada después del incidente con Pansy, mirando de vez en cuando las manchas rojas en su camisa. Suspiró desanimada de no haber podido ganar, pero sabía que no habría sido posible si el hechizo hubiera dado de lleno.
Se levantó del asiento, con Luna notando cuando lo hizo. Rose le indicó con las manos que iría al pasillo, con la rubia asintiendo. Sin más, Rose se dió la vuelta para salir de ahí.
Draco a lo lejos, estando platicado con Blaise y Theodore, cuando la notó dirigirse hacia la salida. Había estado cazando la oportunidad de acercarse sin que nadie se diera cuenta, sabiendo que esa era su señal.
—Oigan, iré al baño, trataré de no tardar —quiso sonar casual, pero sabía que Blaise no tardaría en dar respuesta, en especial cuando sonrió pícaro.
—Claro, sólo espero no te lleves a cierta pelirroja contigo —se burló mientras Theodore soltaba una risa.
El rubio lo fulminó con la mirada, haciéndolo sonreír aún más. Sin perder más tiempo se concentró en seguir a la chica, maldiciendo por lo bajo, pues parecía que Rose siempre tenía prisa.
Por su parte, Rose trataba de salir lo más rápido que podía del lugar para aprovechar el silencio del pasillo y recuperarse de lo que había pasado hacía horas. O eso pensó, hasta escuchar otro par de pasos que la seguían, sintiéndose nerviosa al tener una idea de quién se trataba, y aunque tuviera la tentación de voltear, se dijo que no podía.
—¡Emrys! —le llamó, pero simplemente ella apresuró el paso.
Draco pareció notarlo, acelerando para poder alcanzarla y detenerla al tomar su muñeca.
—¡Rose! Te estoy hablando ¿Siempre caminas tan rápido? ¿O querías huir de mí?
Ella lo miró con una ceja levantada.
—¿Vas a burlarte de mi gran batalla? —preguntó resignada.
Draco entornó los ojos, aflojando el agarre en su muñeca, pero no la soltó.
—Quizá, pero pensé que esquivarías ese hechizo, creo que un regaño te vendría mejor —quiso sonar reprimente, pero la diversión en sus palabras lo delataba.
—¿Y que querías que hiciera? Además, no pensé que llegaría tan lejos —se encogió sobre sí misma la chica, recordando el dolor, antes de estremecerse y mirarlo— Además, ¿Tú regañandome?
El chico encogió los hombros, cruzando los brazos.
—Pues creo haberte dicho que te iba a enseñar un buen expelliarmus —la sonrisa arrogante se extendió en sus labios, aunque Rose podía notar la sutil suavidad en su voz.
—Siempre aprovechas para alardear —rodó los ojos mientras miraba hacia el ventanal que tenían enfrente, caminando unos pasos hacia este.
El chico la miró, sus ojos recorriendo un segundo las marcas en su ropa. Apretó los labios, deteniéndose de hacer algo, caminando hasta posicionarse a su lado.
—No diría que alardeo pero... si decidiste aceptar mi invitación al menos debía hacer que valiera la pena —miró al frente, hacia el bosque oscuro que se alzaba más allá del castillo.
Rose lo miró sorprendida.
—¿Entonces si era una invitación?
Esto sacó una risa del chico, haciendo que las mejillas de la pelirroja se encendieran ligeramente. Le revolvió el cabello con la mano mientras ella protestaba.
—¿Me he equivocado de Rose o porque eres tan ingenua de repente? —se burló cuando ella apartó su mano.
—¡Porque nunca lo esperé de tu parte ! Incluso pensé que era una trampa —se encogió abrazando sus brazos, avergonzada de su propia distracción.
Fue el turno de Draco de mirarla con una expresión que mezclaba la arrogancia con algo de dolor.
—¿Tan siniestro soy para tí? —le recriminó.
Rose lo miró resignada y él apartó la suya.
—A veces lo he pensado... Pero... últimamente... —miró al vidrio frente a ellos, pero ahora no veía al bosque, si no al par de ojos plateados y tristes que tanto recordaba. Draco la encontró en el cristal, sosteniendo su mirada mientras ella esbozaba una sonrisa sincera— llego a pensar que quizás si tengas algo de luz después de todo...
Esas palabras tomaron por sorpresa al rubio, incluso mirando a la chica a su lado sin perder el asombro. Ella lo miró con esa sonrisa de lado, con Draco sintiendo como sus mejillas se ponían calientes.
Se aclaró la garganta con un puño frente a su boca para esconderlo.
—Ehem... Creo necesitas lentes, así sabrás que no la tengo y quizá así captes mejor mis invitaciones —respondió rápidamente sin mirarla.
—Pues para hacerlo más evidente podrías haberme retado, seguro me hubieras vencido —dijo antes de suspirar, poniendo sus manos detrás de su espalda— Eres realmente bueno...
El pecho de Draco parecía hincharse de ese orgullo que siempre aparecía cuando Rose le reconocía algo. Antes lo había negado, pero se había vuelto tan inevitable de lo bien que se sentía. La sonrisa arrogante volvió a su rostro al mirarla.
—Pues por la forma en la que me mirabas todo el tiempo pude notarlo...
El rostro de la chica se sonrojó violentamente.
—¿Qué? ¡Claro que no! Todos en la sala lo hacían —se quiso excusar, pero por la risa que le dió el Slytherin supo que no le había creído.
—¿Y porque no mirabas a tu apuesto capitán? ¿Es que no era tan interesante como yo? —inquirió con la mirada más intensa, empezando a caminar lentamente hacia ella.
Rose instintivamente retrocedió. Frunció el ceño para ignorar que sus mejillas eran unos tomates.
—¡Era para aprender! ¡No es como que te estuviera mirando a tí!
Rose escuchó su risa vibrar en su propio pecho, intentando alejarse hasta que la pared se lo impidió. Al mirarlo, Draco ya estaba frente a ella con su rostro a centímetros del suyo, con la respiración acelerada mientras colocaba un brazo a lado de su cabeza.
—Pues si me miras solo a mí quizá sucedan cosas más interesantes —alzó las cejas fugazmente mientras su tono había bajado, con un escalofrío recorriendo la espalda de la chica.
Ahí, con la tenue luz del pasillo, su corazón se disparó con la intensidad de las palabras que acababa de escuchar. Rose no podía apartar la mirada, como si esos ojos intensos la tuvieran petrificada. No supo cuánto tiempo estuvieron así, sin alejarse, simplemente sintiendo el aroma del otro cuando de repente, los ojos de Draco bajaron a su camisa, aún notando las manchas rojas ya secas. Las trazó delicadamente con las yemas de sus dedos.
Su tacto, aún sobre la tela, se sentía tan cálido sobre el hombro de Rose que un cosquilleo cruzó su cuerpo sin poder controlarlo.
—¿Te sigue doliendo? ¿Por qué no has usado el hechizo para quitarlas? —habló casi en un susurró, aún recorriendo su delicado brazo.
Sintió que se le escapaba el aliento cuando esos ojos la volvieron a mirar. Intentando encontrar las palabras, bajó la mirada nerviosa.
—E-Estoy bien. No es como que necesite que lo hagas por mí —trató de protestar pero antes de que pudiera hacer algo más, una cálida mano alzó su mentón suavemente, quedando perdida ante el mar de plata.
Sin apartar la mirada, el chico en un susurro conjuró el hechizo y lentamente, las manchas de sangre en la ropa de Rose fueron desapareciendo, pero no se alejó. Su mano tomó suavemente su mejilla, observando cada delicada facción mientras su pulgar recorría su suaves pecas, mientras su mundo se desvanecía, quedando solo los dos.
—Eres una distracción... Rose —la pelirroja pudo apenas escuchar entre el retumbar en sus oídos.
—¿Para que?...
—Para todo —sus comisuras dibujaron una sutil sonrisa, solo para inclinarse más.
Rose sentía su aliento tan cerca, rozando sus labios con aquella descarga eléctrica que seguía presente en su mente. Apretó las manos sobre el suéter del chico, con el deseo interno de que cerrara la distancia ya.
Los amigos de Draco iban saliendo de la sala, cuando Pansy, buscando al rubio, se encontró con la escena de los chicos en brazos del otro. La rabia acumulada le hizo arrugar el rostro, mientras Blaise al notarlo, la alcanzó a agarrar antes de que pudiera acercarse.
—Pansy, no lo hagas. Déjalos en paz —le advirtió seriamente.
La chica lo miró casi ofendido, zafando su brazo con brusquedad.
—¡Esto dañará su reputación! ¡Esa sangre sucia arruinará todo! —espetó para caminar directamente hacia la pareja— ¡Draco!
Los dos chicos abrieron los ojos de golpe, mirando al grupo demasiado sorprendidos aun en brazos del otro. Cuando Rose lo miró, con su cerebro volviendo a trabajar, lo empujó lejos mientras trataba de mirar a otro lado. Draco se sacudió el cabello, aparentando tranquilidad mientras miraba a sus amigos demasiado desconcertados, a excepción de Blaise y Theodore.
—¿Qué quieren? ¿Ya acabó? —intentó fingir indiferencia.
—Claro, desde hace rato y debemos ir a dormir, si a la cerebrito no le molesta —intentó molestarla Pansy cruzando los brazos.
—¿Y a mí porque? Quizá a Draco, digo... a Malfoy le vendría bien —cruzó los brazos Rose, intentando fingir ser la misma.
—S-Si, a-al fin das una buena idea Emrys —fingió estar muy interesado en arreglar los puños de su sueter.
—¿Entonces ya terminaron su discusión? —preguntó Blaise entre el grupo con su característica sonrisa burlesca.
Draco y Rose cruzaron miradas pero en seguida las apartaron, completamente sonrojados, con ella señalando hacia el gran comedor.
—Cl-Claro, tengo que ir a ver a Harry y Ron, nuestra batalla continuará después —asintió al mismo tiempo que Draco y caminó rápidamente de regreso a la sala de los duelos.
El rubio la siguió con la mirada, incapaz de ignorar el sentimiento de frustración que crecía en su pecho. Había estado tan cerca pero a la vez su mente se debatía si en lo que hacía estaba bien. Las palabras que escuchó de esa bruja seguían calando en su ser. Rose, de todas las personas en ese castillo, había visto luz en él. Era tan disparatado pero a la vez una felicidad quería colarse en su ser.
Unos golpecitos en el hombro lo sacaron de su trance, mirando a Pansy que seguía con la cara de pocos amigos.
—¿Terminaste de hacer tonterías?
—Nunca las hago, ¿Y tú? —retó con la mirada, mientras caminaba a la cabeza del grupo. Blaise lo alcanzó, con un par de miradas a su amigo mientras fingía calma.
—A la otra prometo mantenerla lejos —susurró con una sonrisa cómplice mientras el rubio alzaba los ojos hacia él.
Apartó la mirada con las mejillas coloradas, pero su reproche salió menos molesto de lo que intentó.
—No sé de qué hablas —espetó, pero añadió en un susurro— aunque me gustaría que fuera así —contestó y se dirigió rápidamente al sótano de Slytherin sin mirarlo, sabiendo la sonrisa enorme que habría puesto su amigo.
Rose daba vueltas en su cama. Su mente repetía una y otra vez aquella escena, con la mano de Draco sobre su mejilla y su aliento acariciando sus labios.
Se sorprendió a sí misma pensando en cómo se habría sentido un beso de parte del que había creído su peor enemigo.
Su rostro enrojeció, cubriéndolo con sus manos mientras pataleaba silenciosamente en su cama.
Todos estos sentimientos por la persona que menos había esperado, le hacían darle más vueltas de lo que quería. ¿Sería que Draco se sentiría igual? ¿De verdad le gustaba?
Sin poder dormir ni un segundo más, se levantó tomando su varita y se dirigió a la sala común, siendo seguida por su gato que había notado su movimiento.
Con lumos iluminando su camino por la oscura sala, eligió uno de los sillones cerca de las ventanas. Se acomodó en este, con Cocoa saltando a su regazo mientras su mente iba y venía de cada suceso que había pasado desde el inicio de ese año. Acarició a Cocoa con ternura, mientras seguía debatiéndose entre aceptar lo que sentía o alejarse rotundamente. La sola idea le dolía y ni siquiera entendía porqué.
Recordó el día en el que se conocieron, poco después de que ella perdiera a su única familia.
Era un viernes cálido por la tarde, caminando por los pasillos silenciosos del castillo. Sus manos se aferraban a su túnica, intentando retener la tristeza que sentía, a pesar de que McGonagall le había dicho que debía ser fuerte.
Se dirigió a uno de los invernaderos pues quería algo de vainilla para preparar algunas galletas para distraer su mente. Abrió la puerta, dándose cuenta enseguida de una persona sentada en el rincón más alejado del invernadero.
Con la luz del sol de la tarde iluminando el invernadero, reconoció al instante el cabello rubio de Draco Malfoy sosteniendo una carta arrugada entre sus manos, con el ceño fruncido y los ojos cristalinos. Parecía estar tan concentrado en tratar de contener sus emociones, que ni escuchó los pasos silenciosos de Rose.
A ella no le importaba quién era, no iba a dejar que nadie sufriera en sus narices.
—¿Qué haces aquí solo? —preguntó, haciendo que el chico se sobresaltara.
El chico la miró, analizándola como si estuviera debatiendo si confiar o no.
—¿A tí qué te importa? —soltó en un tono más agresivo de lo que había intentado.
Rose no se inmutó, caminó despreocupadamente hacia una orquídea de vainilla, sacando unas tijeras.
—No realmente, pero pensé que querrías hablar con alguien —su voz era tranquila, mientras cortaba las vainas y las colocaba delicadamente sobre un pañuelo de tela.
Draco entrecerró los ojos, mirando de nuevo a su carta apretando los dedos.
—No necesito la lástima de nadie y no necesito a nadie.
Rose tomó el pañuelo y se sentó en el mismo alféizar en el que se encontraba el niño, sólo que a la distancia suficiente como para que no alzara la voz si decidía hablar pero tampoco invadía su espacio personal. Draco la observaba con curiosidad pues su energía era tan extraña y tranquila a la vez.
—Pues pensé que quizá hablar con alguien que no espera nada de tí sería más sencillo —habló, sacando un frasco de vidrio donde abría una de las vainas y empezaba a depositar el polvo café.
Draco sin querer, estaba observando curioso lo que hacía, pero la manera en la que ni se inmutaba por sus tratos le generaba cierta intriga.
—¿Qué haces aquí? ¿Y para qué es eso? —inentó fingir que no le importaba.
Ella terminó con la primera vaina, mientras sus ojos se dirigían un momento hacia él.
—Es vainilla. La necesito porque quería hacer galletas para mis amigos —explicó mientras sonreía, como si estuviera por revelarle algo muy importante— además, no me gusta ver a la gente triste.
Draco alzó una ceja como si quisiera aparentar que aquello no le había afectado.
—¿Qué te hace pensar que estoy triste?
—¿Y qué te hace pensar que no lo estás? —preguntó ella con una mirada astuta que sorprendió al mismo niño siendo tan directa. Sin duda era una niña demasiado extraña, pero intrigante. Cómo aquel gato en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas. Era la primera vez que alguien lo trataba con tanta naturalidad, como si no importara su apellido.
Como Rose veía que no respondía, ella terminó de vaciar el polvo y se levantó cerrando el frasco para mirar el contenido.
—Si no quieres contarme, no es necesario —dijo captando su atención una vez más, cuando esta vez sus ojos se encontraron— Pero si alguna vez necesitas hablar con alguien que no sea un Slytherin, ya sabes donde encontrarme —señaló el símbolo del cuervo que portaba en la capa.
Antes de que Draco pudiera responder, la niña se alejó mientras esa interacción quedó grabada en la memoria del chico por el resto de su día. Quizá no todos los que no eran de Slytherin no eran tan malos.
Rose, sabiendo que Draco estaba triste, al día siguiente lo buscó en los pasillos para entregarle la bolsita de las galletas que preparó. Lo encontró solo, como si esperara a alguien.
—¡Draco! —se acercó ella.
Draco se giró, sorprendido de que le hubiera hablado normal. La miró indiferente pero sin la agresividad del día anterior.
—No te voy a decir nada de lo que esperas —objetó indignado, cuando ella le acercó la bolsita de galletas.
—Pues como ayer hice las galletas toma, son buenas para los ánimos —aseguró la pelirroja mientras sonreía de lo más normal.
Que esa Ravenclaw lo tratara como cualquier persona era algo que había deseado toda su vida. Iba a alargar la mano para tomar la bolsita cuando las risas de sus amigos llegaron por su espalda.
Unos niños regordetes, siendo Crabbe y Goyle por igual, se acercaron a ella al ver a su amigo cerca.
—¿Qué pasa Draco?
—¿La cerebrito te está molestando?
Ella los miró confundida solo para después ver al niño frente a ella. Draco se sentía atrapado, pues si aceptaba las galletas sin más sabía que su imágen se desmoronaría sin más.
Se cruzó de brazos con una mirada fría.
—No necesito la lastima de una sabelotodo como tú así que —se inclinó hacia ella, tomando la bolsa para tomar una única galleta y devolverle el resto como si le repudiara— Pero como soy muy generoso y no quiero que te sientas miserable me llevaré esta. Así que, piérdete, cuervo —sonrió frío, antes de alejarse para ver su reacción.
Rose, con esos ojos marrones echando chispas, llena de desafío.
—No creo que des lastima siendo así, Malfoy, pero solo debes saber que a veces las personas caen con el peso de sus acciones —dijo tranquila, acercándose un paso que desconsertó al chico— deberías leer sobre física, creo que te hace bastante falta —sonrió ella, yéndose con la frente en alto, sabiendo que sería la primera de muchas con ese niño.
Su mirada estaba perdida en el ventanal frente a ella, repitiendo los recuerdos una y otra vez. Ese día le había dado la impresión que detrás de toda esa oscuridad y orgullo que portaba, había un niño realmente triste.
Ella siempre lo había sabido, pero cada que intentaba acercarse, el mismo parecía alejarla de lo que fuera que tenía que esconder.
Con las cosas que habían pasado recientemente, no se explicaba por qué descubrir al Draco que sabía reír era mucho más intrigante y sorprendentemente atractivo para ella.
Estaba tan concentrada que una presencia a su lado la hizo saltar, mirando a Luna de pie junto a ella con su usual calma.
—¡Luna! no me espantes así —le reprochó mientras la rubia reía bajito.
—Lo siento, había muchos Nargles en tu cama y pensé que estarías aquí —respondió mientras señalaba el lugar junto a ella— ¿Sigues pensando en alguien?
Rose sintió sus mejillas arder, mirando a la rubia indignada, palpando el lugar junto a ella.
—¡Claro que no! ¿Cómo en quién sería?
Luna se acomodó mientras tomaba un cojín en su regazo.
—Oh, podría ser en un chico de Slytherin, de cabello casi plateado que siempre dices que te saca de quicio —respondió la rubia.
La pelirroja la miró con los ojos abiertos de par en par, sonrojándose más.
—¡Ni en millones de años pensaría en Draco! —exclamó sin alzar mucho la voz.
Luna rio con su reacción y encogió los hombros.
—Oh, Rose, si supieras que hasta los Nargles se dan cuenta de cómo lo miras.
Rose suspiró pesado, cubriendo su rostro colorado mientras sollozaba.
—¿Tan obvia soy? Simplemente no entiendo qué me pasa... ¿No deberíamos odiarnos? —suspiró resignada mientras se encogía en el sillón.
—Pues por como se llevan últimamente no me extrañaría —Luna miró la ventana encogiendo las rodillas— Además, nunca he creído que Draco sea malo.
La pelirroja la miró sorprendida, alzando las cejas.
—¿Ah no?
Luna negó con la cabeza sin borrar la sonrisa.
—Es como un erizo de luna, con muchas espinas para protegerse de los demás, pero estoy segura de que si alguien se acerca lo suficiente podría descubrir algo muy brillante.
Rose suspiró, mientras abrazaba a Cocoa que ponía su pata en su mejilla.
—Siempre haces que todo suene tan bonito...
Luna rió bajito y le hizo mimos al gato mientras el crepitar de la fogata llenaba el silencio.
—Porque las cosas pueden ser más bonitas de lo que imaginas —aseguró.
—Es muy difícil... es que él es tan... es tan Draco —encogió los hombros mientras el gato se colocaba entre las dos a lamer sus patas.
Y entre más lo pensaba, más llegaba a la conclusión que tanto tenía aceptar hasta que soltó:
—Me gusta Draco... —murmuro la pelirroja completamente colorada aferrándose a sí misma.
Luna asintió satisfecha.
—¿Ves? Es muy sencillo —le hizo cariños al gato entre ellas, mientras este ronroneaba. El silencio transcurrió un poco antes de que entonces preguntara— ¿Entonces le dirás?
Rose miró sus pies mientras los balanceaba, ahora sabiendo porque esa pregunta le aceleraba el pulso.
—N-No lo sé, no creo que él...
—Podrías esperar a que él lo haga, no eres la única que juega a las escondidas cuando están en clase —afirmó— me gusta verlos juntos, se ven tan lindos —exclamó ella más alegre.
Rose la miró entornando los ojos.
—A veces dices cosas muy raras, Luna.
—Solo digo lo que veo, la forma en la que te quita los cabellos del rostro creeme que no lo hace solo por molestar —afirmó.
Rose no pudo dejar de pensar en lo que acababa de admitir. Le gustaba Draco. Era un sentimiento nuevo tan vibrante y nuevo, como si hubiera aprendido un nuevo hechizo. Y el solo pensar que quizá Draco podría ser como ese hechizo, quizá podría ayudarle a entender qué tanto escondía detrás de esos ojos plateados, dónde podía encontrar ese rastro de dolor que siempre cargaba consigo.
Las conversaciones en la sala común de Ravenclaw siguieron mientras se mezclaban entre los Nargles y la tenue luz azulada que se filtraba a través de las delicadas cortinas en las ventanas. Rose sabía que estaba a punto de cruzar aquella línea que había trazado con cuidado entre Draco y ella.
Y, por primera vez, la idea de cruzarla no le pareció tan aterradora.
¿Qué tal? ¿Se esperaban que Rose por fin aceptara sus sentimientos? ¿Qué les pareció el primer encuentro de nuestros dos protas?
Estoy muy emocionada por el rumbo que ha tenido esta historia. Me da risa que muchas de las cosas que tenía en las notas las he ido modificando a como he visto que va mejor con la historia. Me siento bastante satisfecha y tan inspirada que intentaré seguirla un poco más.
No olviden que sus like y comentarios siempre serán bienvenidos pues me ayudan mucho a que esta historia puedan encontrarla muchas más personas. Nos veremos en la siguiente.
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