C8: De malos argumentos a muerte
—Necesitamos de argumentos sólidos en nuestra vida, no solo cuando se paren delante de un juez.
—¿Y si no los hay?
—En caso de no tenerlos, es mejor que vayan contratando un buen servicio funerario.
ALEXIS:
Hoy parece ser un buen día para morir.
Tal vez de un paro cardíaco, así puedo excusarme —más no argumentar— que no llegué porque estaba tomando el tiempo de morirme. Así que, post-mortem de la única manera en la que puedo asistir a eventos es como un fantasma mediocre, hasta que, algún ente del más allá, me dé un ascenso como alma en pena para poder vivir en el teatro.
Sería poético decir que murió por tratar de ir a verla y en el medio de todo, debido a su desesperación, su vida se apagó por culpa de un fatídico fallo cardíaco. Sería un final poético, y quizás, algo mundano que en las noticias los periodistas terminen acompañándonos con Romeo y Julieta.
Pensándolo bien, quizás y no sea tan poético.
SEIS AÑOS ANTES...
Paso página tras página, y no tengo idea de lo que escribí a los costados de la hoja; pero, seguro es algo importante porque está escrito con una letra inteligible que parece escrita por un niño de 4 años. Giro la hoja porque creo que lo escribí al revés, aunque, tampoco parece tener mucho sentido.
«Un niño de 4 años seguramente escribe mejor de lo que yo lo hago. Hasta Mar escribe mejor. Todo el mundo escribe mejor».
—¿Es necesario que juegues tanto con las hojas?—me pregunta con su serenidad de siempre aparentemente quebrantada.
—Lo siento, estoy intentando saber qué escribí aquí.
—Solo deja de jugar con las hojas, me distraes —ordena y se gira hacia el espejo nuevamente.
Suelto las hojas y mi vista termina en el espejo, Candance habla y hago mi mayor esfuerzo por prestarle atención a lo que está diciendo mientras brinca y gira por todo el lugar. Candance luce como la lechuga fresca que la gente ama en el supermercado, es como la comida de los comerciales que todo el mundo muere por ir a comprar; en cambio yo, parezco la lechuga triste al fondo de todo el estante o la hamburguesa que en realidad te entregan.
Es una comparación expectativa versus realidad decepcionante.
O solo soy yo alucinando porque no he dormido bien en lo que va de la semana.
Y por cómo va yendo no parece mejorar.
Esa idea de Kathia ponerse a discutir con la señora Torres sobre sus decisiones acerca de los exámenes fue una muy mala idea. Todos lo supimos en el momento en que Torres terminó y Kathia se levantó de su asiento para decir "estoy en desacuerdo con usted".
No entiendo por qué Kathia le tiene tanto miedo a Franklin y no a la de debate, sé que hace lo que puede con lo que tiene, pero no tiene mucho sentido algunas veces. El resultado fue que se juntaron los exámenes de ella y de Franklin.
Entonces, se juntó la muerte con las ganas de morirse.
Mi teléfono suena, y mis ojos van entre Candance, las hojas y el teléfono, sé que es Kathia lo que no sé si debería responderle y luego llorar o, llorar y luego responderle, aunque pudiera responderle llorando y así ahorrar tiempo aunque sean unos pocos segundos.
Kathia: ¿Entiendes algo de las guías?
Yo: ¿Tengo cara de entenderle algo a esa mujer?
Kathia: es un muy buen punto.
Dejo a un lado el teléfono, tomando la primera guía sobre el montón y definitivamente no sé cómo no voy a fracasar mañana en el examen si ni siquiera entiendo lo que dicen; por lo menos en la clase la guía tenía todo el sentido del mundo.
No sé si deba a que intento entender lo que Candance está diciéndome mientras baila, al mismo tiempo que intento descifrar lo que escribí en los bordes de las hojas. No sé si es que Candance me incineró las neuronas a tal punto que ya no puedo pensar en nada concreto o si es que la profesora de debate y argumentación las calcinó a tal grado que las comparaciones a partir de una lechuga parece más interesante.
Puede que sea una combinación de ambas, puede que sea una o ninguna, no tengo respuesta para ello. Nunca he sido bueno para las preguntas de selección que respuestas múltiples.
Veo de soslayo a Candance girar, tiene media hora dando vueltas frente al espejo y no sé cómo diablos no está mareada después de girar quien sabe a cuántas revoluciones por minuto mientras explica la importancia del arte para la sociedad y como este es un espejo de la civilización.
A lo que le tengo respuesta es a mi falta de entendimiento y la nota de mi examen. Y las dos están vinculadas a pésimos pronósticos. Debería prestarle más atención a la señora Torres y no solo contar cuántas veces dice argumenta o muere en una misma clase mientras hace preguntas.
Mi teléfono vuelve a sonar y sé que sigue siendo Kathia, así que mi esperanza de por lo menos pasar el examen por obra y gracia de Dios crece.
Kathia: ¿A qué hora vienes? Quedamos en que vendrías después de las clases a descifrar los códigos de doña yo les aviso con tiempo.
Y se desvanece tan rápido como llegó, dándome un problema más de que preocuparme.
Y no sé cómo me puedo levantar de la banca y decir que me voy porque tengo que estudiar sin crear otro, porque en cualquier línea temporal que se pueda crear tengo problemas, muchos problemas.
«Últimamente no sé muchas cosas»
—Entonces, Hipócrates decidió que era buena idea pintar la última cena como muestra de que Picasso era promiscuo y que tenía una relación oculta con Miguel Ángel mientras pintaban la capilla Sextina y bailaban con los monjes—la oigo comentar sobre la música.
—¿Perdón? ¿No fue Miguel Ángel el de la última cena?—pregunto, porque no estoy seguro si lo que oí es producto de mi imaginación o si en realidad lo dijo.
—No, fue Da Vinci—dice mientras se da la vuelta para mirarme, y su semblante sereno no existe, así como su paciencia, aunque no es que recuerde que exista la paciencia en su ser—. Pero eso lo tendrías claro si por lo menos me hubieras escuchado.
—Te juro que te estoy prestando atención—miento, porque eso quizás me dé unas horas más vida.
«Hay maneras más dignas de morir que las que me esperan».
—¿Qué fue lo que te dije sobre Grecia? —inquiere y de repente todo pasa a volverse un examen—¿Qué pasó cuando llegó la iglesia con la inquisición?
«Definitivamente hay maneras más dignas de morir».
«Morir ahogado quizás sería una buena opción. O quizás de un infarto fulminante».
Sus ojos están fijos en mí, a la expectativa de que le diga cualquier cosa como para saber que tiene la más mínima atención, pero dudo mucho que sea suficiente cualquier cosa, dudo que sea suficiente la mínima atención posible.
En realidad no es suficiente.
El mínimo requerido jamás lo ha sido.
—¿Me estás escuchando Alexis?
—Sé que estás hablando, pero no te estoy prestando atención —Las excusas se me acaban y no me queda más que confesar.
—¿Y entonces para qué viniste? —su voz tiene más un tono de reproche que de pregunta. Estoy seguro si los ojos puedan volverse oscuros por cómo me mira probablemente debería irme—. Solo haces que la gente pierda el tiempo, te encanta hacer que la gente pierda el tiempo, pero ese ya es tu problema, así que te agradezco que dejes de hacerme perder mi tiempo —Se gira y suena a una sentencia tomada a la que no existe forma de apelar.
Respiro lo más hondo que puedo, porque no estoy seguro si debería responderle a su acusación o no, responderle podría traerme más problemas y trabajo de lo que ya tengo. Me limito a recoger mis cosas con sus murmullos de fondo, tratando de no adivinar qué clase de maldición me está haciendo.
No sé qué tanto pueda hacer una maldición encima, pero sí estoy seguro de que alguna de las vecinas era bruja y me maldijo apenas me vio. Sin embargo, es mi oportunidad de salir de todo este problema y correr lo más rápido posible para llegar a la casa de Kathia.
El plan es simple: tomar todas mis cosas e irme a donde Kathia. Es simple hasta que recuerdo que mi trabajo final depende de los caprichos de Candance; pero no puedo perder más de lo que ya he perdido, por lo que termino de meter las hojas en el bolso sin importarme mucho que se arrugan en el proceso.
Candance sigue dando piruetas y pasos frente al espejo, no sé si sea bueno lo que estoy haciendo, pero salgo sin decir nada. El pasillo está extrañamente vacío y comienzo a sospechar que estoy soñando y que probablemente en algún momento aparecerá un elefante y una lechuga bailando la Macarena.
Me quedo casi en blanco en la mitad del pasillo mirando a lo que puede llegar a ser la nada o simplemente una silla y un conserje muy refinado.
«Argumentar o morir, Alexis»
Doy vuelta para volver al salón, porque tengo las respuestas a sus preguntas, porque sé que tal vez ni siquiera me vayan a servir de mucho, aunque tampoco me voy a aguantar sus caprichos por más que necesite su ayuda.
De morir las tengo todas, así que de nada me cuesta argumentar. Después de todo y sé que estoy arriesgando más de lo que puedo llegar a ganar, pero de perder, las tengo todas y en todos los sentidos por lo que no hay mucho más que yo pueda hacer.
Considero que es mala idea al tomar la perilla.
Sigo considerando que es mala idea al girar la perilla.
Pero es tarde ella me mira, la música se detiene y no me cuesta mucho responder su pregunta.
—Vine porque tengo un compromiso contigo, porque realmente necesito la entrevista porque necesito aprobar materia; pero mañana tengo un examen y no puedo reprobarlo, no quiero reprobarlo —declaro sosteniéndome fuerte de la manilla de la puerta por si me desmayo o en dado caso de que deba salir corriendo—. Y antes de que lo digas, no estoy esperando que seas empática ni altruista conmigo ni mucho menos y tengo una vida fuera de todo esto, tengo una vida que no gira alrededor tuyo.
Candance me mira en silencio y su mirada es fija e inexpresiva que parece una estatua de cera muy bien hecha, lo que termina haciendo el aire pesado o solo son mis pulmones que no funcionan.
— No obstante, tú fuiste la que se ofreció a ayudarme, y me propusiste un trato en el que no mencionaste las condiciones completas. Y me toca aceptarlo porque no puedo pasar meses buscando a alguien y no obtener absolutamente nada— la acuso y lo que parece asombro comienza asomarse en sus ojos—. ¡Si tú no me quieres ayudar, no tuviste que ofrecerte en un principio y tampoco tienes que estar diciéndome qué hacer! ¡Si no quieres hacer esto pues dímelo de una sola vez para ver qué diablos hago con mi vida! —el tono de mi voz se sube y aunque no era la intención se siente bien.
Mi voz se apaga, me mira, no sé si está esperando a que le diga algo más o si está esperando a que salga corriendo y si está pensando que gritarme. Solo sé que mi respiración agitada hace eco en las paredes, que el silencio me abruma tanto que no quiero estar aquí.
Me vuelvo a dar la vuelta, con toda la disposición de irme otra vez; sin embargo el silencio no me deja y vuelvo a mirarla para responder sus preguntas.
Porque no es suficiente el mínimo indispensable.
Porque aunque la muerte se junte con las ganas de morirse no tengo ganas de morirme hoy, tal vez mañana si pero hoy no.
—El arte griego es complejo y se divide en varios períodos, siendo quizás los más representativos el clásico y el helenístico. Se fundamentaron en el antropocentrismo, sin dejar de lado la mitología o a los dioses. Tenían un conocimiento de anatomía desarrollado y eran perfeccionistas y aparentemente les gustaba el nudismo— explico lo mejor que puedo la respuesta—. Por el contrario, casi que era pecado que pintarán desnudos al principio de la edad media, hasta que luego de siglos decidieron que era buena idea pintar desnudos, pero en representación de la iglesia y dejando claro que el cuerpo no servía.
No queda nada después de que la última sílaba deja de resonar en las paredes, más que sus ojos que me siguen en cada movimiento que hago y es cuando creo que debería comenzar a correr. Mas, no puedo correr con peso extra no son sus libros encima y la posibilidad de que se doblen las páginas.
Porque temo a que sea capaz de oler el miedo, me acerco con lentitud a la banca dejando sus libros sobre ella con sumo cuidado, puedo verla acercarse con rapidez por lo que yo me apresuro a sacar los libros antes de que pueda hacerme algo.
—Olvidé devolverte los libros que me prestaste— aclaro. Ahora si puedo salir corriendo con todo el gusto del mundo.
—Alexis —me llama y me doy la vuelta para verla.
—Ya sé, olvidé quitarle las notas adhesivas, quitarlas y quemarlas si quieres, ya copié lo que me interesaba.
—¿Los leíste? —La intriga llena el lugar y toma un libro abriéndolo al azar.
—Tenía la opción de ver clases con el Dr. Franklin y escuchar cómo se queja de las notas de los exámenes durante dos clases o no entrar y buscar algo más que hacer. Entonces, la respuesta es sí, los leí.
Candance le da un vistazo rápido a las páginas del libro, entonces me mira. Me mira y sus ojos parecen tranquilos, aunque no hay serenidad y tampoco parece haber cólera, pareciera estar analizando y es cuando una de sus comisuras se levanta en lo que amenaza con acercarse a una sonrisa.
Es como si hubiera descubierto algo que no noto, es como si hubiera descifrado los secretos del universo y de ser así sería de mucha utilidad para entender mi letra.
—Alexis, cuando termines con tus exámenes puedes venir, no es necesario que yo me desgaste hablando cuando estás pendiente de otra cosa. Quizás, sea mejor así. También, pudiste avisar diciendo que tenías que estudiar —dice finalmente abrazando el libro.
—¿Es en serio? ¿Me estás hablando en serio? ¿Segura que no contrataste a un programa de cámara escondida? —Miro a todos lados por si algún camarógrafo aparece de la nada o si están escondidos en el espejo.
—¿Te he mentido alguna vez?
Argumentar o morir, quizás las guías de la señora Torres ahora tengan sentido.
Y solo tal vez la paciencia de Candance exista.
...
Porque hoy las ganas de morirse y la muerte no tienen por qué juntarse.
Pero si lo hicieran y tuviera que morirme hoy, me quedaría con la mirada que me dio Candance aquel día. Tal vez, me desvanecería mientras intento adivinar qué era lo que estaba pensando, porque aún, después de todos estos años no sé qué pasó por su mente y jamás me atreví a preguntarle.
No sería una muerte poética, porque nadie sabría lo que estaría pensando en ese momento; no obstante, después de todo quizás si roce lo poético para mí y eso vale más que lo que pueda llegar a decir la prensa tras un paro cardíaco, es más de lo que puede decir el acta de defunción o el informe del forense.
Hoy no parece un buen día para morir.
Tal vez sea un buen día para salir corriendo, pero no para morir.
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