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C4: La hipersalinidad de Jordania.

Perderse una vez y otra vez en un mismo lugar, puede no ser tan trágico como aparenta. Puede llegar a ser estúpido, pero no es tan malo.
—Alexis De Las Rosas.


ALEXIS:

La primera vez que me fui de la casa, no tenía auto y trataba de llegar a casa de un amigo por medio de las líneas del subterráneo guiándome vagamente por un mapa viejo que había logrado sacar de un museo.

Y fue absolutamente horrible.

Era como si me hubiera salido del camino central para llegar a Petra y me hubiera ido por algunas de las ramificaciones sin salida.

Por suerte, me sirvió para conocer la ciudad, aprender atajos y desvíos, que circunstancias son muy útiles.

Así que decido tomar uno que conozco y no perderme como en Petra.

SEIS AÑOS ANTES...

Estoy casi corriendo.

Llevo diez minutos de retraso para poder entrar a la clase de un tal Betancourt, pero esta vez no es mi culpa, la culpa es del tránsito vehicular y los embotellamientos. Justo me encuentro por pasar las puertas de la entrada cuando los guardias se mueven un poco, tapando el paso y deteniéndome en el acto.

—Nombre, por favor —me dice el guardia que está a la derecha.

—Alexis De Las Rosas —contesto con rapidez esperando que eso sea suficiente.

—No puede pasar —declara con voz firme tirando mis esperanzas al piso.

—¿Por qué? —pregunto exasperándome.

—No está en la lista —comenta con la voz serena y firme.

—¡¿Qué lista?! —interrogo irritado.

—La de visitantes.

—¿Cómo visitantes? Vengo por un trabajo, la señora Philips me dio acceso —trato de explicarle con la poca paciencia que me queda.

—No hay ningún Alexis en la lista—clara dando un paso hacia delante, logrando que yo retroceda—, así que no lo puedo dejarlo entrar.

—Tengo un pase — registro en mi bolso con rapidez entre los cuadernos y los bolsillos de los costados, pero no encuentro rastros del rectángulo plastificado—; déjelo solo... —meto las manos en mis bolsillos desesperado, aunque tampoco están allí.

«Los dejaste en el auto, estúpido»

—Retírese, por favor —insiste el hombre y no tengo más que hacer que comenzar a caminar de regreso al auto.

Para el momento en que me subo al auto y azoto la puerta, tengo media hora de retraso. Pego mi frente del volante, porque al paso que voy no llegaré a media clase y necesitaría de un milagro para que el tal Betancourt me deje entrar, pero eso es un problema que resolver si es que llego allí.

No voy a llegar.

«Empezaste excelente Alexis»

Veo el pase sobre el tablero y considero la opción de bajarme e insistir que en realidad tengo autorización de estar aquí, de que no estoy loco y de que por ningún motivo o circunstancia falsifiqué el pase. No obstante por como mira desde la distancia el auto no creo convencerlo de ninguna forma.

Aquel edificio dispone dos entradas principales y yo ya he usado una de ellas, por lo que aún tengo la oportunidad de entrar por el otro lado. Enciendo el auto dándole la vuelta a la manzana y estacionado el auto con rapidez, los de seguridad de la entrada esta vez no se interponen ni hacen mucho más que asentir.

Es elegante, huele a Chanel y los pisos me reflejan pero no veo por ninguna parte el gran candelabro central des vestíbulo.

No tardo mucho en darme cuenta de que, la puerta me ha desembocado en un área totalmente desconocida desorientándome por completo, los treinta minutos continúan corriendo así que no me detengo a mucho ver el lugar.

Derecha, izquierda, luego recto y dos veces más a la izquierda, recto, tomar dos ascensores. Subir, bajar. Todo se ve igual a lo anterior, a lo mejor y ya he estado allí. Estoy perdido. Caminar sin rumbo y sin pedir direcciones esperando que con una pizca de suerte llegue a encontrar el estudio Sun King, sonaba mejor en mi cabeza.

Camino en línea recta nuevamente rogando porque mágicamente el estudio aparezca, sin embargo solo me encuentro un pasillo sin salida; doy la vuelta, esta vez a la derecha y el salón tampoco está. Decido declinar en cuanto a mi mal juicio al decir que no pediría direcciones, la gente pasa despreocupada a mi lado y tengo una selección de gente a la cual preguntar.

—Hola —le digo a la primera muchacha que parece ser simpática — ¿Sabes dónde está el estudio Sun King?

—Si —contesta con cortesía—. Baja dos pisos, cuando salgas del ascensor camina recto y a la primera bifurcación a la derecha hasta el final del pasillo.

—Gracias — encaminándome hacia el ascensor.

Para el momento en que bajo del ascensor llevo cuarenta y cinco minutos de retraso, pero lo único que me importa es encontrar el famoso estudio porque de igual manera debo regresar a ese estudio el lunes y me rehúso a perderme otra vez.

Recto y a la primera bifurcación a la derecha hasta el final.

Recto y a la primera bifurcación a la derecha hasta el final

Me repito una y otra vez lo mismo mientras camino en línea recta hasta que ver la intersección que me ha dicho a la chica; un cuadro en la pared me llama la atención logrando que me detuviera un segundo a observarlo: el verde vibrante del cuadro rompe con todo el esquema de colores del lugar y el rosado y blanco de las flores vuelve a colocarlo todo en orden.

Me giro a ver a la bifurcación que se supone debe llevarme al estudio, pero al mirarlo no sé qué hacer, la serenidad del verde consiguen que me quede en blanco.

Recto y a la...

Recto y a la primera bifurcación...

¡Bifurcación a la izquierda y hasta el final!

Giro entonces a la izquierda, caminando a paso ligero aliviado porque al otro extremo del pasillo está el estudio finalmente. Cuando logro estar frente a la última puerta del pasillo y justo antes de tocar, mi cerebro parece reaccionar y se me ocurre que sería buena idea revisar la placa que se encuentra a la derecha: Rey Luis XIV.

«Definitivamente estoy perdido en un laberinto de mármol y oro.

Y de paso, tengo una hora de retraso »

Dispongo entonces, en un último intento de encontrar el famoso lugar, camino hacia el otro extremo del pasillo y como por arte de magia allí está la placa a la derecha de la puerta con el grabado de Sun King. Abro con la puerta una hora después lleno de emoción entrando muy cuidadosamente para no interrumpir.

La música se detiene en cuando dejo mi bolso en la banca y los bailarines quedaron estáticos casi como maniquíes.

—Hasta aquí la clase de hoy —anuncia el hombre canoso vestido de negro y no tuve más que agarrar mi bolso.

«Estás muy salado, Alexis »

—Pensé que solo era un rumor —una voz dulce aparece a mis espaldas. He oído esta voz antes.

—¿Perdón? —Me volteo para poder saber quién me hablaba: cabello rubio, ojos azules postura erguida y piel perfecta. Su nombre es Candance.

—Han estado rumoreando sobre la llegada de un universitario a las instalaciones —explica con una sonrisa fresca—; pero ya veo que no es solo un chisme de pasillo.

—Ojalá y lo fuera —murmuro sentándome en el banco.

—¿Tan malo te parece el lugar? —indaga y el destello de curiosidad en su voz no pasa por alto.

—No —Tomo mi bolso y rebusco en él para sacar la lista que me había dado Philips, repasando los nombres haber si alguien me puede ayudar a ubicarme—, solo no estoy cómodo con esto, pero no me puedo zafar.

—Entonces lo de las entrevistas es real también.

—Si —le confirmo

—Si es anónima te la aceptaran sin problemas —añade sentándose a mi lado.

—¿Y en caso de que no lo sea? —pregunte volteando a verla con precaución por mi trabajo y a la materia en donde tengo altas probabilidades de perder.

—Ningún bailarín va a responderte preguntas de índole personal en donde saques a flotes sus problemas —contesta con voz serena.

—Al diablo con esto —Hago el papel bola y lo lanzo lejos. Maldito Franklin, no he comenzado y ya estoy obstinado de la situación. Candance se levanta y agarra el papel extendiéndolo con cuidado de no romperlo, no pasa mucho tiempo para que sus ojos se fijaran en mi otra vez.

—Puedo ayudarte —declara solemne.

—¿Y cómo porque lo harías? —indago intrigado—. Si hacemos una entrevista ahora todos mis problemas serán solucionados y ya no habría chismes de pasillo —añado pero la malicia brilla en sus ojos no me da buena espina

—Recuerdas que siempre llevaba rosa y me mirabas con mala cara —comenta acercándose con lentitud.

—¿Qué tiene que ver eso con esto? —sus palabras detonan mi curiosidad llevándola al límite con extrema facilidad.

—Los dos estaremos en una posición incómoda Alexis: yo tendré que contarte mi vida y tú, tendrás que soportar el ballet y las rosas —acercándose un poco más pasando su papel de mano en mano—. El trato es el siguiente, yo haré la entrevista siempre y cuando hablemos de rosas y por supuesto, de ballet.

—Durante un día, puedo soportar eso —le digo, como si fuera la cosa más sencilla del mundo.

—No, para poder hacer una buena entrevista, debes conocer el medio al que se enfrenta el entrevistado no llegar y comenzar hacer preguntas de la nada, todo requiere de una investigación previa.

—¿Por cuánto tiempo? ¿una semana? —pregunto con seguridad, porque parece ser la mejor oferta que tendré en este lugar.

—¿Cuánto dura tu semestre? —proclama extendiéndome el papel.

—Mediados de enero inicios de junio, depende de qué tanto le guste dar clase y qué tan rápido quiera deshacerse el profesor de nosotros. —Tomo el papel con frustración y lo meto como puedo en la mochila a mi lado.

—Me parece que sería una buena cantidad de tiempo de febrero a mayo, aunque podemos empezar si quieres la semana que vine— la seguridad en su voz es bastante impresionante y no parece dudar de lo que está diciendo.

—¿Disculpa? —Me parece que esto es una broma, tiene que ser broma. — No creo que puedas decirme algo más de lo que yo pueda investigar.

—Te tengo que contar mi vida en esa entrevista, yo pongo las condiciones.

—No voy a hacer eso —espeto tomando mi bolso dispuesto a irme. Tengo dignidad como para ir a rogarle a alguien más—. Además, ¿qué tiene que ver las rosas con el ballet?

—Si me permites darte un consejo —comenta aún con voz serena agarrando sus cosas —; el lenguaje corporal es importante para los bailarines, te sugiero pararte derecho y siéntate de igual manera. —Sale sin decir más que aquello a paso seguro.

El sonido de mi teléfono hace eco por toda el lugar y lo tomo con rapidez sabiendo el mensaje.

Nana: Tenemos cena con los West. PIDE PERMISO AL DR. BROWN Y VEN YA.

«Estás saladísimo, Alexis »

...

Sigo manejando recto y el camino se bifurca en dos: si voy a la derecha tardaré mucho más, si voy a la izquierda acorto el camino y podría llegar veinte minutos antes así alcanzar a verla antes de que se presente

Decido girar a la izquierda y mis veinte minutos de anticipación para verla se van directo a la basura.

«Alexis sigues estando salado como el mar muerto. »

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