Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

Capítulo 9
Sueños de Cristal
11 de junio

8:15 pm

A Silene le encantaba cepillar el largo cabello naranja de Cristal. Eso le traía calma, la distraía, y le gustaba saber que podía ordenar cada hebra a su preferencia. Si bien se enredaba con facilidad, no era una cabellera muy difícil de dominar. Era fácil hacer trenzas, o moños, y todos le quedaban de maravilla a la chica. En ese momento, tan solo intentaba alizarlo.

Y, mientras pasaba el cepillo por su cabellera, intentaba olvidar el terrible almuerzo con su hermano. Todo por culpa de su cuñada...¿Por qué no pudo ocuparse de Drew por su cuenta?

Ah, ya sabía la respuesta: Lilian le parecía una mala madre, y una pésima esposa.

—¡Auch!—exclamó Cristal, pues Silene haló de su cabello con mucha fuerza por accidente —. Sile, con más cuidado, por favor.

—Lo siento, chiquilla —se disculpó ella —. Estaba distraida.

—No te preocupes. Solo no me dejes calva, ¿si?

Cristal sonrió al decir aquello y Silene no se perdió ese gesto gracias al espejo frente a ellas. Estaban acostumbradas a pasar mucho tiempo juntas, pues Sile siempre reservaba un espacio en su agenda para la hija de los Milestone. Creía que Cris estaba destinada a hacer cosas grandes, solo que todavía era demasiado joven como para entender que el camino a sus más grandes deseos era más rudo del que imaginaba. Soñar despierto es encantador, pero un soñador que materializa sus sueños es una persona que hace lo que sea para llegar a la meta que anhela.

Y, a veces, el camino a la meta puede estar rodeado de rosales hermosos...Repletos de espinas que cortan la piel de los que sueñan despiertos.

Silene continuó cepillando el cabello de Cris, mientras que ella devolvía su mirada esmeralda a la revista en sus manos. Todos los meses, la industria Miles Tone publicaba una edición especial de su catálogo en la que aparecían sus modelos más reconocidas posando con atuendos hechos por sus diseñadores más prestigiosos. En la portada, Sam y Sil Stewart lucían unos extravagantes vestidos hechos por Padme Everton, quien llevaba años trabajando para su padre. Las gemelas Stewart se veían espectáculares, con unas sonrisas radiantes y unas miradas que transmitían toda su belleza.

¿Cómo lo hacían? ¿Cómo podían verse tan...perfectas?

Cris abrió la revista, y la siguiente foto que encontró también pertenecia a la nueva colección de Pad, pero quien modelaba el vestido corto de encajes oscuros era Silene. Por sí sola, se veía mucho más inalcanzable e impresionante que el par de rubías en la portada, quienes llevaban toda su vida en ese oficio. Sile era todo lo que una modelo debía ser.

Su cabello, rubio cual miel, estaba en un moño que le daba total visibilidad a su rostro; rostro que no tenía ni una sola imperfección. Su nariz, ligeramente respingona, estaba a la distancia ideal de sus labios colorados. Sus ojos café se veían intensos, sobre todo gracias al maquillaje oscuro en sus párpados.

El vestido parecía encajar a la perfección con su esbelta figura; era, quizá, la modelo más delgada que trabajaba para la industria, y eso se notaba aún más en la foto gracias a que sus manos estaban colocadas de forma estratégica en su pequeña cadera. Sus piernas se veían largas y delicadas, estilizadas con un par de tacones que combinaban con su atuendo. Se veía espectácular, bellísima, inalcanzable...Intimidante.

Era casi irreal.

Cris suspiró y levantó su vista hasta el espejo. A ella le gustaban sus ojos, no tenía problema con sus pecas y le encantaba su cabello rojo...Pero no causaba la misma impresión que Silene. Ella sabía que era bonita, pero no era despampanantemente hermosa. Sile lo hacía parecer tan fácil, y aún así no tenía idea de cómo lo hacía ¿Cómo hacía esa rosa para verse tan perfecta?

—Sile...—la llamó ella.

—¿Si?

—¿Por qué decidiste ser modelo?

Cristal estuvo a punto de formular la verdadera pregunta en su mente, pero no lo hizo por vergüenza. Creyó que Silene quizá se molestaría si le preguntaba de forma tan directa sus secretos para alcanzar tal perfección, así que buscó otra pregunta que también le causaba curiosidad. Cris sabía que era modelo porque Sile lo era, pero, ¿y ella? ¿Cómo fue que la princesa Osbone llegó a ese mundo de flashes y cámaras?

Sus ojos esmeralda no se perdieron de la sonrisa que nació en esos labios colorados antes de contestar:

—Bueno, siempre supe que tenía el físico para entrar en esta industria —le comentó —. A diferencia de mi hermano, a mi me gustó el deporte desde que era una niña.

—Mi títo Derek es un peresoso —rió ella —, o eso dice mi títi Lili.

—Y quizá es en lo único que concuerdo con mi cuñada, él es todo un vago. Claro que yo soy diferente. Desde niña, probé cada deporte que me interesó: gimnasia, ballet, atletismo, tenis...Y muchos más. Todo eso hizo que mi cuerpo fuera tan perfecto como el de una modelo.

Ella tomó uno de los broches en la peinadora y comenzó a recoger en ellos mechones del cabello de Cristal.

—¿Y fue por eso que decidiste tomar esa profesión? —preguntó la adolescente.

—No solo por eso —dijo Silene, haciendo una mueca ante el recuerdo —. Un día, estaba viendo un desfile de modas de la marca de tu padre. Recuerdo que estaba agotada, mi madre se había casado esa semana con el imbécil de mi padrastro y yo solo quería...desaparecer.

>> Fue entonces cuando me fije en las piernas largas de todas las chicas en las pasarelas, en sus expresiones sin errores, en cada detalle ideal en sus cuerpos. Me dí cuenta que el modelaje se trata de algo increíble, algo que va más allá de verse bien.

—¿Qué cosa? —cuestionó Cristal, volteando para ver a Silene cara a cara.

La rubia le sonrió de lado y tomó sus manos. Fue a la edad de Cristal que descubrió que quería tener una vida perfecta, sin errores, tener todo estratégicamente calculado para que surgiera a su gusto. Pero, también fue a la edad de la pelirroja que sintió que su mundo se desmoronaba por no poder obtener lo que tanto quería. Para ese entonces, sus manos eran demasiado pequeñas como para sostener todo lo que implicaba ser perfecta.

Y encontró la solución en una profesión como esa:

—Cris, muchas personas te dirán que cualquiera que sabe caminar en tacones puede ser modelo —le dijo —. Pero, la verdad, es que no es tan sencillo. Lo que hace a una modelo lo que es, es su habilidad para deslumbrar ¿Quieres saber por qué elegí esta carrera? ¡Es sencillo! Esta es la única vocación en la que, mientras más encajas, más sobresales.

Y encajar era demasiado necesario para Silene, era la única manera en la que podría mantenerse dentro de los estándares de la perfección. Ser modelo significaba estar rodeada de espéctativas, de normas; era una lucha por alcanzar una imagen que se veía casi imposible de materializar. Mientras más encajara con los estereotipos que se esperaba de su carrera, más cercana estaba a ser la clase de chica que siempre deseó ser. Además, era fácil mantener el control si se adaptaba a las exigencías.

Porque, incluso Silene Osbone, necesitaba límites de los cuales sostenerse.

Lo bello de esos estándares y estéreotipos que se encargaba de materializar día tras día era que, mientras más cerca estaba de ellos, más sobresalía entre la múltitud. No todos logran encajar por completo en esos límites, siempre hay fallos. Mientras que unas personas llaman la atención por no adecuarse lo suficiente a las espéctativas que se tiene sobre ellas, Silene sobresalía porque encajaba demasiado bien con cada una de las normas que le exigía la sociedad.

Pasa igual que con las flores en un prado: Escoges a la rosa que se ve más bonita, la que tiene los pétalos más brillantes, el mejor olor, el tallo más verde, las hojas más hermosas...Y dejas a un lado las que no encajan con las normas no escritas que hacen a una flor perfecta; porque si no encajan, no se ven inalcanzables. Lo que se ve sencillo y simple no sobresale, pero una rosa imponente e ideal si que lo hace.

Quizá la perfección se basa en eso: En encajar y sobresalir al mismo tiempo.

—Y...—soltó Cristal, entendiendo poco a poco a lo que se refería Silene —. ¿Qué pasa cuando no encajas?

—Buscas la forma de hacerlo —soltó la rubia, casi como una orden.

—Fue la misma respuesta que me diste sobre Landon —recordó Cris. Luego, suspiró —. Sile, lo haces sonar tan fácil...

—¡No lo es! Lo perfecto no debe ser fácil, debe ser complicado y doloroso. De lo contrario, todo sería perfecto y nada lo sería al mismo tiempo ¿Entiendes?

—Este...No.

Cris arrugó su frente, confundida ante el razonamiento de Silene. Si todo es perfecto, nada lo sería...Tenía algo de sentido, sobre todo si consideras que la perfección es una clase de excepción. Si todo fuera ideal, nada sobresaldría. Por eso los estereotípos a alcanzar son tan complicados y las espectativas son altas: para que la probabilidad de alcanzarlas al saltar sean bajas. Por eso, tocar los límites es doloroso; solo las flores más osadas se atrevan a alcanzarlos.

Sile suspiró y rodó sus ojos cafés al ver que su pupila todavía no entendía su lección. Si Cristal quería llegar a ser tan perfecta como ella, entonces debía entender que los sacrificios que hay que hacer para encajar estaban lejos de ser fáciles. Necesitaba enseñarle a la pelirroja que ser perfecta duele, pero duele más no serlo.

Le dolería mucho más que la dejaran sola en un prado lleno de margaritas solo por no sobresalir.

Así que, a modo de continuar con su lección, ella dejó los broches en la peinadora una vez más y se alejó de Cris para buscar su bolso. Una vez con él en sus manos, tomó su pluma de insulina y volvió hacia la pelirroja. A Silene le diagnosticaron diabetes del tipo uno a los cinco años, así que había aprendido a vivir con su condición. Su diabetes no la afectaba en lo absoluto; es más, desde hacía unos meses, la estaba ayudando.

—Lo que más se espera de una modelo es que sea mucho más delgada que una mujer promedio, ¿cierto? —le preguntó a Cristal.

—Pues, sí —respondió la pelirroja —. Pero no creo que eso sea tan importante...

—Lo es. Todo lo que el resto espera de ti es importante, Cris —le dijo, observándola tal y como una profesora observa a su alumna —. Si esperan que seas delgada, debes serlo. De lo contrario, nadie te considerará modelo ¿Sabes qué hago para encajar con esa norma?

—¿Qué?

—Descubrí que, si limito los niveles de insulina que me suministro a diario, adelgazo sin hacer esfuerzo. Tan solo tengo que inyectarme dosis pequeñas y, ¡ya está! Encajo con las espéctativas y sobresalgo entre el promedio.

Cristal la observó con sorpresa, sus ojos verdes se abrieron tanto como pudieron y no pudo evitar sentir que algo andaba mal con esa confesión. Era poco lo que ella sabía sobre la diabetes, pero supuso que, si Silene necesitaba esa insulina, estaba mal que se suministrara muy poca. Su estrategia tenía resultados claros, pues la cintura de la chica era tan delgada que se podía comparar con el tallo de una flor. Aún así, sonaba como algo...dañino.

—¿Manipulas tus dosis de insulina? —le preguntó, colocandose de pie. La miró angustiada, a pesar de que Sile solo tenía una sonrisa en sus labios —. Eso suena peligroso, Sile.

—No lo es —aseguró ella —. Pero demuestra mi punto: ser perfecta no es sencillo.

—Quizá deberías...

—Todas deben hacer un sacrificio para encajar en los estéreotipos que impone el mundo. Pronto encontrarás el tuyo, Cris. Entonces, te darás cuenta de lo importante ser modelo va más allá de saber caminar en tacones; por eso escogí está profesión.

A pesar de que sonaba mal, Cristal sabía que Silene tenía razón. Estaban en un mundo en el que debían hacer sacrificios a diario para alcanzar la perfección, ¿qué tan mal podía estar arriesgar una cosa contad de ser la flor que todo el mundo nota? Así que Cris no discutió la opinión de su mentora, pero se preocupó.

Aunque, si Silene decía que no era peligroso suministrarse poca insulina, entonces no debía serlo...¿Cierto?

Unos toques en la puerta interrumpieron su charla. Ambas voltearon al sentir la puerta abrirse, y se encontraron con la mirada amable de Calvin. A pesar de los años, su sonrisa seguía siendo igual de dulce que en su juventud. En su rostro, sus pecas compartían protagonismo con su barba pelirroja, pero ambos quedaban en segundo plano gracias a sus ojos esmeralda.

Obervó a las dos chicas, ya era normal para él encontrarse con la hermana de su mejor amigo en su casa. Veía a Silene como parte de su familia; a todos los Osbone, de hecho.

—¿Interrumpo algo importante? —preguntó él.

—¡Papi! —Cristal ignoró la conversación previa y corrió a abrazar a su padre. Él la recibió con brazos abiertos y extendió su sonrisa al tenerla tan cerca —. Llegaste temprano.

—Hoy no tuve mucho trabajo —dijo él, besando su frente. Luego, observó a Silene —. Buenas noches, princesa ¿Te quedas a cenar?

—Hoy no, Cal —le dijo ella, con una sonrisa amable —. Caleb consiguió un hueco en su agenda y cenaré con él.

—Así que nos abandonas por tu novio —bromeó él —. Está bien, solo espero que esto no se convierta en un hábito.

—Ya veremos...Me quedaré un rato más, si no les importa.

—¡Claro que no nos importa! —exclamó Cristal. Ella se soltó de su padre y tomó a Silene de la mano —. Ven, termina de arreglar mi cabello.

—Yo iré abajo, quizá Eve necesite algo. Las veo en un rato...

Así, Calvin salió de la habitación de su hija y bajó las escaleras hasta la primera planta, donde sabía que debía estar su esposa. Entró al estudio que compartían ambos y la encontró en su escritorio, muy concentrada en unos papeles.

Eve no solo era la dueña de una floristería heredada por sus padres, sino que también era una de las fundadoras de una organización para defender a mujeres agredidas por violencia de género. Gracias a un pasado que la marcó hasta el punto de querer ayudar a personas con esos problemas, y a una habilidad nata para conseguir amigos capaces de ayudarla, creó una de las redes de ayuda más grandes de todo el país.

A diario, se comunicaba con abogados, psicólogos, víctimas, periodistas y figuras públicas. Samara Stewart era una de sus mayores colaboradoras, al igual que una gran firma de abogados situados en Nueva York. La mejor amiga de Eve, Padme Everton, también colaboraba con lo que podía. Era una organización que creció de a poco, pero creció hasta convertirse en la razón por la cual muchas personas habían superado traumas y muchos agresores terminaron en la cárcel. Todo lo que había logrado era impresionante.

Y Calvin estaba muy orgulloso de eso.

—Hola —él llamó su atención desde la puerta del estudio. Ella levantó su mirada y le sonrió.

—Hola —respondió, dejando los papeles a un lado —. Llegaste temprano.

—Quería preparales la cena —él se apoyo del marco de la puerta y se cruzó de brazos sin dejar de verla, o sonreírle —. ¿Qué haces?

—Revisando un caso que me envió una abogada de Nueva York —le explicó, con un todo bastante angustiante —. Son cada vez peores, Cal. La chica ha puesto tres demandas ya, pero las ha quitado todas a las pocas semanas.

—Supones que está siendo amenazada, ¿cierto?

—No lo supongo, lo sé. Sienna, la abogada, ya se encargó de averigüar...Enviaré a alguien para que hable con la chica, solo espero poder ayudarla.

—Claro que lo harás. Eres buena resolviendo esta clase de problemas, Eve. Ya verás que esa chica te estará muy agradecida, igual que las otras.

Ella le sonrió, se puso de pie y se acercó a él.

—Gracias por el voto de confianza, joyita —le dijo, abrazándose a sí misma.

—No hay nada que agradecer. Sabes que estoy muy orgulloso de ti.

—Y yo de ti.

Y luego, un silencio incómodo. Ambos sabían que, años atrás, una frase no faltaría en esa conversación. Sin embargo, en ese instante, decirla se sentía como...como mentir, y siempre se siente incorrecto mentirle a tu mejor amigo. Por esa razón, Eve se quedó callada, y su sonrisa se fue extinguiendo de a poco. Decir que lo amaba era lo que se esperaba, pero no lo sentía del todo.

Fue Calvin el que tomó la iniciativa de tomar el mentón de su esposa entre sus dedos para dejar un beso corto en sus labios. Él la besó de la misma forma en la que lo hizo en sus primeros años de casados, pero mentiría si te dijera que se sintió igual. La soltó y le dedicó una sonrisa que antes habría movido el mundo de Eve; en ese momento, tan solo le pareció una sonrisa extremadamente familiar. Luego, hizo lo que se esperaba de él:

—Te amo, Eve.

—Y yo a ti, Cal.

Se alejaron por instinto, e Eve no tardó en evitar la mirada esmeralda de su esposo. Comenzó a decir que debía volver a trabajar, empezó a balbucear sobre lo difícil que era el caso y Calvin le aseguró que la dejaría sola. Cerró las puertas del estudio con una sonrisa en su rostro, pero desapareció una vez comenzó a caminar hacia la cocina.

Lo que se sintió perfecto en algún momento estaba dejando de serlo, a pesar de que todo se veía exactamente igual. Sus besos tenían el mismo sabor, sus "te amo" la misma entonación ¿Qué ocurrió para que todo se sintiera tan diferente?

Él suspiró, sintiéndose mal por todo ese asunto. Era tan difícil sentir que últimamente solo le mentía a su mejor amiga...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro