Capítulo 7
Capítulo 7:
Ojos traviesos
31 de mayo
2:30 pm
Vanessa nunca le dio la opción de no enamorarse de ella. Él cayó como un idiota desde el inicio, como si el amor fuera un presipicio y él un masoquista que se tiró sin paracaídas. Dolía saber que ella le gustó desde el primer momento, que se enamoró tanto que ni siquiera podía odiarla del todo por haberlo dejado.
Se odiaba más así mismo, por haberse lanzado sin mirar la profundidad de ese abismo.
Su corazón estaba descocido, no sabía como remendarlo. Quería olvidar a Vanessa, ¿pero cómo olvidar a la chica con la que casi llegó a compartir su vida? Por dentro, estaba hecho trizas...Por fuera, tenía un par de ojos traviesos que escondían sus verdaderos sentimientos y eran tan curiosos como antes de caer en ese abismo.
—¡Auch! ¡Gabe! —exclamó, tras sentir el golpe en su nuca que lo despertó de sus pensamientos —. ¿Por qué ese golpe?
—Deja de ver a Silene como si, en lugar de hacer sentadillas, estuviera haciendo una especie de espectáculo —le reclamó —. La chica tiene novio, bestia.
—Que tenga novio y que sea mi mejor amiga no significa que no esté buena —acotó él, volteando para poder hablar mejor con él —. Se llama mirar y no tocar.
—Se llama ser un puerco —le dijo Sanne, quien también estaba cerca.
—¡Solo es mirar!
—Pero, a veces, mirar lleva a sentir —le advirtió Donovan —. Lo sabes, ¿no?
—Basta, los tres saben que lo que menos puedo en este momento es enamorarme de nuevo ¡Y menos de Silene! Joder, es mi mejor amiga.
Volvió a apoyarse en el largo escritorio en la entrada del gimnasio, intentando ignorar a sus tres compañeros de trabajo. Sus ojos siempre fueron traviesos, no por nada lo apodaban casanova, pero mirar no significaba enamorarse. No podía sentir cuando todavía le dolía el pecho. Es más, lo que menos quería en ese momento era volver a relacionarse con la palabra amor.
Vanessa le arruinó el significado de ese sentimiento al dejarlo esperando. Lo destruyó.
Gabe, Donovan, y Sanne lo observaron con cierta tristeza. Llegaron a conocer a Vanessa y, por ende, también llegaron a concocer al Adam enamorado. Por más que él se esforzaba en fingir que todo seguía igual, sus allegados notaron que no era así. Tenía bajones emocionales, en los que se veía tan triste que a penas si era reconocible. El chico dejó de confiar, ahora tenía su corazón en una caja fuerte para que no se terminara de desarmar.
El problema de resguardar tu corazón es que, a veces, lo proteges tanto que tú mismo te olvidas de como era antes.
Gabe se acercó hasta él y le dio una palmada en el hombro, de la clase que daba siempre que quería animarlo pero no sabía como. Si bien el inicio de su relación con él fue un desastre, principalmente porque el Gabe que conoció no fue más que un hombre narcisista y arrogante, en la actualidad lo veía como un buen amigo. Era a la primera persona a la que acudía para un consejo cuando Silene estaba ocupada y, aunque él no siempre le atinaba con sus sugerencias, al menos se distraía a su lado.
Esa vez, ni siquiera tuvo ánimos para pedirle un consejo.
—Estoy bien —le aseguró Adam.
—Está bien si no lo estás —le respondió Gabe, apoyándose en el escritorio al tiempo en el que se cruzaba de brazos —. Es imposible estar bien todo el tiempo, bestia.
—Sobreviví al cáncer, imbécil. Sé lo que es estar mal, esto no debería importarme.
— Jamás he tenido cáncer, pero sí un corazón roto. Sé que sobrevivir a eso es duro.
—La diferencia es que Cloe esperó por ti. Yo no tengo a alguien que me espere, Gabe.
—Porque te enamoraste de la chica equivocada, niño —le hizo saber Donovan, quien tenía consejos muchos más claros que los de Gabe —. La indicada te esperará.
—¿Y cómo hago para dejar de amar a la equivocada? Porque esta mierda del duelo silencioso me está matando.
—La gente no miente cuando dice que el tiempo lo cura todo —le habló Sanne, con una sonrisa ladeada —. Te lo digo por experiencia. Yo también llegué a enamorarme del hombre equivocado, casanova.
—Pues, que el tiempo pase rápido. Quiero mi corazón de vuelta.
Admitirlo en voz alta era duro, pero ya no tenía sentido ocultarlo frente a ellos tres. Vanessa se había llevado una parte importante de él, lo único que le dejó fue ese anillo que alguna vez simbolizó alegría; ahora, solo era una representación de su dolor. Odiaba sentirse tan cambiado por su culpa, ella le había robado tanta alegría que dudaba poder volver a ser el mismo de siempre.
Al menos sus ojos seguían igual de traviesos que siempre, y no le molestó seguir mirando a Silene al fondo de la habitación, mientras ella estaba absorta en su rutina de ejercicios.
Ni siquiera se distrajo cuando escuchó unos ladridos que eran demasiado agudos como para venir de un perro real, o cuando las puertas automáticas del gimnasio se abrieron de par en par. Escuchó la voz conocida de una niña de cinco años, y luego la de una mujer tan demente que tenía apodos como friki o loquita. Cloe llegó al escritorio en la entrada del gimnasio, y a su lado estaban sus dos hijos: Harley de pie, sosteniendo un extremo de una cuerda hecha con trenzas de zapatos, y Holden gateando, con el otro extremo atado en su muñeca. Gabe frunció el entrecejo al verlos de esa manera, y su esposa respondió su duda mucho antes de que él la formulara.
—Es una correa —le explicó —. Harl está muy creativa, ¿no lo crees?
—Demasiado creativa —concordó Gabe, observando a sus dos hijos —. Hola, mis huracanes.
—¡Hola, papi! —saludó la niña, entusiasmada.
—¡Goof! —soltó el niño, sacando la lengua cual perro.
Para ser mellizos, los hermanos Bacher eran muy diferentes físicamente. Harley tenía el cabello rubio, y caía en ondas hasta sus hombros. Holden también tenía ondas, pero estas eran tan oscuras como el cabello de su madre. Eso sí, ambos eran igual de activos y ocurrentes; no por nada sus primos los apodaron huracanes, pues eran peores que cuatro terremotos juntos.
Pero, ¿acaso se podía esperar otra cosa de esos niños? Si ambos tenían la locura en los genes.
Cloe saludó con entusiasmo a Sanne y a Donovan, quienes dejaron de pregutarse como era que ella conservaba la misma chispa de hiperactividad hacía años. Luego, giró su vista hasta Adam, y fue testigo de lo que hacían sus ojos traviesos. Intecambió una mirada con su esposo, Gabe solo suspiró. Desconozco si eso fue una señal o algo parecido, nunca entendí el lenguaje de miradas. Solo te diré que Adam recibió otro golpe en la nuca, y esta vez no fue del hombre rubio que lo llamaba bestia.
—¡Auch, Cloe! —exclamó él —. ¿Por qué los Bacher están en mi contra hoy?
—No estoy en tu contra, solo evito que hagas una estupidez —soltó ella —. Deja de comerte con los ojos a una chica con novio.
—Mirar no es pecado.
—No, pero es tonto mirar de esa forma a la novia de un cantante reconocido. La prensa los persigue a los dos a diario, y los paparazzi son expertos en convertir miradas como la tuya en pecados.
Adam se encogió de hombros y fingió desinterés mientras se enfocaba en los papeles de inscripción del gimnasio. Cloe suspiró y observó con tristeza al que todavía veía como un niño. Pensó en una forma de animarlo, y solo se le ocurrió una locura:
—Ya sé —ella se colocó frente a él y le sonrió, mostrando a la perfección sus hoyuelos —, podría conseguirte una novia a la que no tengas que mirar de lejos...
—Cloe, tu carrera como casamentera fracasó hace años —le dijo el chico.
—¡Hey! ¡No fracasé! Le conseguí pareja al hombre más complicado de la tierra, ¿lo olvidas?
—Y ahora es tu esposo...
—¿Ves? ¡Soy muy buena!
—Estás loca.
—Es una de mis muchas cualidades ¿Cierto, narciso?
—Muy cierto, loquita.
Adam soltó una carcajada, todavía le parecía increíble que ellos terminaran juntos. Su historia de amor fue tan complicada, llena de obstáculos y situaciones alocadas, que incluso llegó a dudar de ellos dos sí eran el uno para el otro. Claramente, se equivocó. Ahora, los veía felices y con una familia hermosa...extraña, pero hermosa. Cloe era la debilidad de Gabe, y al mismo tiempo era lo que lo volvía más fuerte. Era un amor lleno de contradicciones, que formaba una imagen similar a un mosaico con poco sentido.
Eran un caos, pero un caos muy bonito. Eso es el amor, al fin y al cabo.
Cloe le dedicó una sonrisa comprensiva y alborotó su cabello con cariño. Al igual que el resto, ella odiaba verlo triste ¿Pero qué podía hacer? No había forma de regresar el tiempo y evitar que Vanessa lo abandonara, tampoco podían borrarla de su corazón así como así. Solo Adam podía sanarse a sí mismo, pero no sabía como.
—Gracias, Clo. Pero lo que menos necesito ahora es pareja —le dijo él, devolviéndole la sonrisa.
—Al menos lo intenté —ella se encogió de hombros —. Sabes que mis servicios están disponibles siempre que los necesites. Lo mismo va para ti, Sanne. Llevas mucho tiempo soltera...
—¿Te he dicho lo buena que eres como nutricionista, amiga? —preguntó Sanne, ojeando su horario del gimnasio —. Deberías enfocarte solo en eso.
—Linda manera de esquivar mi propuesta.
—Me he vuelto experta —la morena le guiñó un ojo, haciendo que ella rodara los suyos.
—Como sea, hablando de mi verdadera carrera, debo irme...
Volteó a observar a sus hijos, y encontró a Holden "persiguiendo su cola" mientras Harley le decía lo buen perro que era. Soltó un largo suspiro al que se le unió Gabe poco después, quizá estaban llevando eso demasiado lejos. Él observó a su esposa, esperando que pusiera fin a ese juego de perros. Sin embargo, ella estaba convencida de que los niños se cansarían tarde o temprano. Solo era cuestión de esperar.
—Bien, huracanes —dijo ella, llamándo la atención de ambos —. Debo ir a trabajar y, como la niñera se hartó de ustedes, se quedarán con papá. Sean buenos niños, ¿pueden?
—Debes decir, sé buena niña —le dijo Harley —. Soy solo yo y mi perro Scott, mami.
—¡Hey! ¡Creí que me llamaba Sparkie! —exclamó Holden, molesto.
—¡Oh, santo Cielo! ¿Estás viendo esto, narciso? —habló Cloe, fingiendo emoción —. ¡El perro habla! ¡Es un milagro!
—¡Holden! ¡No puedes hablar! —le reclamó su hermana.
—Eh...¿Goof?
—Voy a necesitar mucha paciencia para esto —soltó Gabe, casi como un lamento —. Demasiada paciencia.
Sanne, Adam y Donovan soltaron una carcajada ante ese lamento. De hecho, Gabe era un hombre con bastante paciencia, quizá lo único más fuerte que eso era el amor que sentía tanto por su esposa como por sus dos hijos. Los tres eran capaces de volverlo loco, pero él no cambiaría esa locura por nada. Se despidió de Cloe con un beso corto en los labios y un "te amo". Luego, convenció a los mellizos de continuar su juego lejos de la entrada. Él los siguió porque, aunque eran exageradas, adoraba las ocurrencias de sus hijos.
Sanne les informó que debía ir a la piscina, le tocaba dar clases en una hora y tardaba treinta minutos en domar su rizada cabellera para que cupiera en el gorro de natación; no tenía tiempo que perder. En cuanto a Donovan, dijo que debía arreglar unas máquinas de ejercicios para los siguientes clientes. Así, Adam se quedó solo con sus pensamientos y su corazón adolorido.
Quería un antídoto para todo lo que estaba sintiendo en ese momento.
Buscó a su mejor amiga en el mismo punto en el que la había visto antes, solo que esta vez la vió caminando hacia él. Ella secaba el sudor de su frente con su toalla mientras se acercaba al escritorio, y él se repitió una vez más que Silene era una de las mujeres más espectaculares que había visto en su vida. Desde su rostro, hasta su cuerpo, todo en ella era precioso; claro que admitir eso no cambiaba el hecho de que solo sentía una profunda amistad por ella.
Mirar no es pecado, de eso estaba seguro.
Ella esbozó una sonrisa triste al estar más cerca y, cuando lo tuvo en frente, ella dijo algo que él no quería admitir del todo:
—Esa mirada solo grita una cosa —señaló Silene —: Vanessa.
—Me conoces tan bien que sabes lo que "gritan" mis ojos —soltó él, sin muchos ánimos —. Genial, quizá a la próxima adivines lo que "escucha" mi nariz.
—No tienes que hacerte el gracioso conmigo, Blake.
Él suspiró, sabía eso. No obstante, le salía natural el defenderse de comentarios relacionados con Vanessa. Era como si el solo recuerdo de ella fuera tan dañino que necesitaba ponerse un escudo para no salir lastimado otra vez; y su escudo estaba hecho de un humor que no daba risa, solo lástima.
Sintió la mano de su mejor amiga sobre la suya y subió su mirada hasta esos ojos café que se ablandaban un poco por él. Muchos veían a Silene como alguien intimidante, pretenciosa, e irritante...Y lo era. Pero Adam conocía un lado de su amiga que muy pocos podían ver. Veía amabilidad detrás de esas ganas desesperadas por conseguir la perfección que le arrebataron de niña.
Él veía a la Silene detrás de la princesa Osbone.
—Adam —le dijo ella, con una sonrisa —, esos ojos tuyos son muy bonitos, no los acostumbres a esperar a verla de nuevo porque se entristecerán. Sería una pena perder una mirada tan linda como la tuya.
—¿Es un cumplido lo que escucho? —cuestionó él, alzando una ceja. Silene rodó sus ojos y soltó su mano.
—Mejor anótalo, antes de que se te olvide este suceso.
—Día dos mil novecientos y algo: la princesa Osbone le ha dicho un cumplido a un simple vasayo; ya creo en los milagros.
—Idiota —ella soltó una carcajada al tiempo en el que se alejaba de él.
—Pero tengo lindos ojos.
Ojos que todavía deseaban con todas sus fuerzas ver a quien le entregó su corazón. Y estaba mal, lo sabía. Pero, ¿qué podía hacer? ¿Cómo dejaba de amar a la chica equivocada?
¿Qué tenía que hacer para encontrar a la indicada?
🌹
3:45 pm
Había algo en esas rosas rojas que terminó por inspirar a Rubí, aunque no sabía exactamente qué era. No era la primera vez que bajaba hasta la cúpula, hasta ese jardín de flores rojas, y se sentaba en uno de los bancos a entender porqué se instaló cierta melodía en su cabeza desde el momento en que las vió. Sin embargo, si fue la primera de todas esas veces en la que bajó con el cuaderno que refugiaba a cada una de las canciones que alguna vez fueron simples ideas. Lo tenía en sus manos y sabía que, pronto, esa melodía tendría letra.
Tomó su lápiz y comenzó a escribir lo que sentía al oler aquel dulce aroma a rosas, al ver ese color carmesí brillante, al pensar que esos tallos tenían demasiadas espinas...:
Red dreams, dry lips,
My lungs forgot how to breath.
Open eyes, dead leaves,
My heart hurts at each beat.
Red petals are all I see...
Red petals are all I see...
A broken lullaby brought me here,
To a garden of thorns no one can see.
It's just me, me, me...
The only one who see them,
The only one who feels.
Red roses filled with thorns,
Sing to me your broken song.
Teach me that melody of yours,
The one that roses sing to thorns.
Uh, uh, that broken song...
Uh, uh, who else will see the thorns?... [1]
Rubí podía imaginar la melodía de esa canción en nacimiento: tenía en mente una guitarra, solo ese instrumento, tocando una balada tan lenta como el viento de ese día. Aún le faltaban estrofas, pero sentía que la inspiración solo llegaría hasta ahí ese día. Últimamente, le costaba más escribir canciones. Buscar inspiración se estaba tornando cada vez más complicado.
Por eso no entendía, ¿qué tenían esas rosas que la inspiraron tanto?
—Oh, hola —escuchó una voz conocida que hizo que levantara su mirada del cuaderno. Entonces, encontró a esa pelirroja a la que su hermano llamaba prima —. No sabía que estabas aquí, Rubí.
—Ya me voy —dijo, cerrándo su libro. Claro que Cristal la detuvo.
—No, por favor. No te vayas solo por mí. Es más, podrías hacerme compañía mientras espero a mis amigos. Seguro están discutiendo por ahí.
La chica se sentó a su lado en el banco y esperó pacientemente a que el silencio se transformara en una conversación, cosa que no sucedió. Rubí se mantuvo callada, indiferente ante su presencia ahí. Quizá Silene no se equivocó y ella no hablaba mucho, aunque Cristal se convenció de que simplemente hacía falta romper el hielo. Le sonrío, mostrándose lo más amable posible.
—Y...—comenzó —. ¿Qué haces aquí?
—Vine a escribir —fue su respuesta. Entonces, Cris descubrió que Rubí era alguien de respuestas cortas.
Bien, podía manejar eso.
—¡Oh, genial! ¿Sabes a quién más le gusta escribir? A Lid. Tiene mucha imaginación para sus cuentos, estoy segura de que será escritora cuando crezca ¿Y tú? ¿Escribes novelas, poesía, o...?
—Canciones —la interrumpió —. Escribo canciones.
—¡Como Leb!
—¿Mi hermano? —Rubí alzó una ceja y soltó una carcajada —. Caleb no sabe rimar, jamás ha escrito una canción en su vida.
—Pero Silene dijo...
Pensó entonces en su mentora rubia, en las muchas veces que le había dicho que las canciones de Caleb fueron escritas para ella. Estuvo a punto de preguntar, pero recordó que a su prima Rubí no le agradaba mucho Silene ¡Cosa que le parecía una locura! Así, terminó por interesarse más en conocer la razón de tanto odio en lugar de enfocarse en el origen de las canciones de amor que cantaba Caleb Carlton.
—¿Qué dijo Silene? —preguntó Rubí, al ver que la pelirroja se quedó callada.
—Muchas cosas —ella se encogió de hombros —. Oye, ¿y por qué la odias?
—¿A Silene?
—Sí, ¿por qué la detestas? Ella es buena, ha estado ahí para mí desde que era una bebé.
A Rubí le costó creerle, pues la Silene que conocía no era muy buena que se diga. La novia de su hermano siempre fue excesivamente juiciosa con ella, al punto de cuestionar cada pequeño detalle de su actitud. Siempre que fue a visitarlos a Londres lo único que escuchaba eran quejas de su parte: Rubí es muy rebelde, Rubí es muy callada. No entendía como alguien como ella terminó con su hermano.
O mejor dicho, si lo entendía: Su hermano era demasiado ciego y no veía las espinas que cargaba su rosa.
Observó los ojos esmeralda de Cristal, sabía que solo le llevaba dos años a esa chica. Entonces, verla le recordó algo terrible: al cumplir la edad de Cris, ella entró a rehabilitación. La impotencia por depender de algo, sus noches de pesadillas y crisis por querer más de una sustancia dañina...Sentirse poca cosa, querer una dosis de identidad...Creer que su identidad estaba en un polvo, que solo así sería alguien y no una sombra de lo que pudo haber sido...
Sí, quedó atrapada en sensaciones.
Recordó a sus padres llorando, y a sus tíos intentando mantenerla cuerda a través de sus palabras. Recordó entrar en esa clínica de rehabilitación con lágrimas innundando sus ojos, sudando, luchando para que la dejaran fuera. Y luego, llegaron a su mente todas las visitas que recibió de su hermano, que intentó ayudar muchas veces, cantando. Ella llegó a estar tan fuera de sí que los alejó. Los alejó a todos.
Cristal se veía como una adolescente que aún conservaba su inocencia, mientras que Rubí destruyó la suya propia. Vió que había mucho amor en la forma en la que esa pelirroja hablaba de Silene, y se sintió mal al pensar que podría llegar a arruinar esa versión que tenía de su heroína al decirle lo que opinaba realmente de ella. Por esa razón, pintó su odio del mismo rojo que los pétalos de las rosas.
Así Cristal no vería las espinas que Rubí veía en Silene.
—Es mi cuñada, supongo que es natural odiar a la novia de tu hermano —ella se encogió de hombros —. Es un poco de celos mezclado con sobreprotección.
—Oh...—soltó Cris, y luego sonrío como si lo entendiera todo —. Entonces, me alegra ser hija única. Así no tengo que odiar a alguien.
—Todos odian a alguien, Cris.
—Yo no puedo, siento que odiar es tan feo...Más bonito es amar.
—Pero también es más complicado.
—A mí no se me hace complicado. Me gusta amar.
—Bien por ti, en ese caso.
Quizá las flores tenían algo raro que le mejoraban el mal humor a Rubí, y quizá por eso decidió que Cristal no le caía nada mal en ese momento. Era una chica a la que aún le faltaba mucho por conocer, pero tenía cierta simpatía que no pudo ignorar. Jamás admitiría que era su prima, pero al menos no la rechazaría si quería hablar. Después de todo, incluso los que quieren estar solos se aburren de tener conversaciones con el silencio; es mejor tener una voz agradable a tu lado que, de hecho, te responda.
—Me gusta tu acento, Rubí —le dijo Cristal —. Y me agradas.
—Sorprendentemente, tú me agradas también, Cristal.
—¿Puedes cantarme una de tus canciones?
—Bien, no me agradas tanto.
Para su sorpresa, Cristal soltó una carcajada ante su comentario. Ella continuó hablando, diciendo cosas al azar, aunque Rubí no podía entenderla del todo. Ese día, descubrió que Cris era bastante parlanchina...
Pero seguía sin saber qué tenían las rosas para inspirarla de esa manera.
Red song
Por Rubí Carlton
(Traducción)
Sueños rojos, labios rotos.
Mis pulmones olvidaron como respirar.
Ojos abiertos, hojas muertas.
Mi corazón duele con cada latir.
Pétalos rojos son todo lo que veo...
Pétalos rojos son todo lo que veo...
Una melodía rota me trajo hasta aquí,
A un jardín de rosas que solo yo puedo ver.
Solo soy yo, yo, yo...
La única que ve,
La única que siente.
Coro:
Rosas rojas llenas de espinas,
Cantenme su rota canción.
Enseñenme esa melodía tan suya,
Esa que las rosas le cantan a las espinas...
Uh, uh, esa rota canción...
Uh, uh, ¿alguien más verá las espinas?
🥀🥀
Creo que lo que más me está gustando de Rosas (y no esperé que fuera eso) es que me esta dando la oportunidad de escribir canciones para los personajes. No son perfectas, porque se tanto de música como de matemáticas (O sea, muy poco), pero me gustan. Las escribo en inglés porque se me hace más fácil, y cuando lo llevo a español no rima nada...Pero bue, hago mi intento y espero que les guste❤
Ahora ya saben que Rubí es una talentosa compositora y que Adam sigue con el corazón roto ¿Alguna opinión al respecto? Quisiera escucharlos❤❤
Chaíto, los amo❤
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