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Capítulo 61 (parte 1)

Capítulo 61 (parte 1):
El camino a mejorar
15 de agosto

10:35 pm

Silene siempre odió sus pesadillas. Se sentían demasiado reales, incluso más que sus sueños. 

Sin embargo, esa vez no habían pesadillas para recordarle lo fuerte que eran sus sentimientos, ni sueños para hacerla sentir mejor. Incluso con los ojos cerrados, todo estaba teñido de un extraño tono rojo. No quería despertar los ojos, no se sentía con fuerzas para hacerlo ¿Se puede tener pesadillas sin realmente tenerlas?

Porque, en ese momento, sentía que estaba viviendo en una. 

Por mucho tiempo, el dolor ni siquiera la dejó pensar. Poco a poco, su cuerpo fue recuperando sensibilidad a medis sin la necesidad de que ella se moviera. Soltó un suspiro en el que su abdomen y pecho dolieron, pero lo aguanto. No tenía idea de qué estaba sucediendo, pero no era una pesadilla.

Era la realidad a la que ella misma se había empujado.

Abrió los ojos poco a poco; primero uno, luego otro. Fue aterradora la forma en la que su vista le mostró solo oscuridad por un buen tiempo, hasta que las luces fueron apareciendo y haciéndose menos borrosas. El pitido de su propio corazón fue el primer indicio de que estaba en un hospital, el ver las vías en sus brazos y sentir el aparato en su nariz que le permitía respirar fue lo segundo. Seguía sin saber qué había ocurrido.

Seguía sin tener idea de porqué todo le dolía tanto.

Mientras intentaba recordar más de lo que su mente podía, sintió unos dedos entrelazarse con los suyos. Le costó mucho ladear su cabeza, pero al hacerlo logró sentir calma por primera vez desde que había despertado. Reconocía esa sonrisa, aún cuando se veía triste y pequeña. También reconocía esos ojos azules, ese tacto que luego sintió en una leve caricia por su mejilla. Sonrió como pudo.

Le alegraba tanto verlo.

—Hola —susurró él. Podía escuchar el alivio en su voz —. Me tenías preocupado, princesa.

Quería decirle que lo amaba de nuevo, o preguntarle qué sucedía. Sin embargo, cuando intentó buscar su voz, una sed indescriptible la invadió. A duras penas si logró pronunciar "agua", pero Adam la entendió. En cuestión de segundos, le extendió un vaso con ese líquido y la ayudó a que lo tomara.

El agua pasó por su garganta y el alivio que sintió fue inmediato. No sabía porqué estaba tan sedienta, pero habían muchas cosas que no sabía en ese momento si le tocaba ser honesta. Terminó con el contenido del vaso de un solo sorbo. Luego, respiró con fuerza y volvió a enfocarse en los ojos de Adam.

—¿Mejor? 

Ella asintió como pudo ante su pregunta. Le devolvió el vaso a Adam y él lo colocó en lo que parecía ser una mesita de noche. Luego, lo sintió acariciar su cabello con cuidado mientras la observaba con lo que parecía ser alivio. 

—Oye...—comenzó a decir él, esbozando una sonrisa divertida —. ¿Recuerdas que dije que me reiría en tu cara el día en el que tuviera la razón y tú no?

—S...Si...—su voz sonaba rasposa y débil, pero al menos ahí estaba. Vio la sonrisa de Adam aumentar, esa debía ser la sonrisa más linda de todo el universo.

—Bueno, dijiste que me amabas hace un rato...

—Lo hice.

—Así que tuve razón...

—Adelante, Adam. Ríete.

Él soltó una leve carcajada a la que ella se habría unido de no estar tan adolorida. Sonrió al verlo de esa forma, siendo espontáneo y bromista como solo él podía ser. Así era su Adam, al que conocía y amaba.

No lo cambiaría por nada en el mundo.

—Eres un idiota —soltó ella, aún sonriendo.

—Pero un idiota con razón —aseguró él. Volvió a acariciar su cabello con sumo cuidado —. Hablando en serio, me asusté mucho. No tienes ni idea del alivio que siento ahora que estás despierta.

—Te amo.

—Y yo te amo a ti, princesa.

Escucharlo se sentía tan bien como decirlo. Soltó un suspiro que la hizo estremecer y lo observó acercar su rostro hasta el de ella. Habría besado esa hermosa sonrisa de no ser porque escuchó una voz que los detuvo...

No estaban solos.

—Será mejor que corten el royo en este momento —escuchó a su hermano decir —. Me costó asimilar que salías con Caleb en su momento, esto también tomará su tiempo. Nada de besos frente a mi. 

—Oh, no jodas, Derek —se quejó Gabe —. Sin el beso, ¿cómo sabremos si la bestia se transforma en príncipe?

—Llevas mucho tiempo esperando para decir eso, ¿no es así? —preguntó Lilian. Él soltó una carcajada.

—Y la espera valió cada maldito segundo. 

Adam resopló y rodó los ojos ante el comentario de Gabe, pero terminó por sonreírle a su princesa y dejar un suave beso en su mejilla. La ayudó a acomodarse mejor en la camilla, colocando almohadas y moviéndola solo lo justo para que no le doliera demasiado. En la habitación, estaban cuatro de las personas que había visto antes de desmayarse. Lilian y Gabe le sonrieron con amabilidad mientras Cloe se encargaba de revisar el aparato junto a ella. Su hermano, por otro lado, se acercó hasta la camilla y se sentó a su lado.

Derek besó su frente con cariño, de la forma en la que su padre solía hacerlo por ambos. Ella suspiró y agradeció tenerlos a todos ahí, aún cuando no sabía exactamente qué estaba pasando.

—Nos diste un susto a todos, hermanita —le dijo, sonriéndole de lado —. Pero ya todo está bien, todo lo está.

—¿Qué...qué fue lo que pasó? —preguntó Silene, aún sintiendo mucha debilidad. 

Habían partes del cuerpo que ni siquiera sentía, eso la aterraba ¿Por qué estaba tan mal? Adam volvió a tomar su mano y suspiró un poco. Luego, se hizo un silencio preocupante en el que todas las miradas viajaron a Cloe. Esta quedó un poco confundida, hasta que soltó un pequeño "¡ah!" y decidió hablar:

—Oh, lo siento. No sabía que esa era mi entrada —soltó, para luego aclararse la garganta y sonreírle a Silene con comprensión —. A ver princesa Osbone, sabías que jugar con los niveles de insulina en tu cuerpo era como jugar con fuego...

—¿Lo sabes? —preguntó, confundida.

—Tuvimos que decirle —habló Lilian —. No somos expertos, pero incluso Derek y yo notamos que no era un comportamiento sano.

—Y menos mal que me llamaron. Es más, si te soy honesta, no tengo idea de como aguantaste tanto —soltó Cloe —. Sabía que eras una bomba de tiempo, pero no imaginé que las granadas como tú tardaban tanto en explotar.

—¿Eh? —Silene estaba cada vez más confundida. Miró a su hermano en busca de ayuda —. ¿De qué habla? 

—Princesa, cuando alteraste tus niveles de insulina para adelgazar tu salud empeoró mucho. Cloe se refiere a que tienes una condición peligrosa, un trastorno alimenticio llamado diabulimia...

—Y ese trastorno tiene consecuencias que te están cobrando muy caro, Silene. Digo que no sé como aguantaste tanto porque, según los exámenes que te hice, tu pudiste haber colapsado hace semanas —vio a Cloe suspirar y, aunque intentaba aligerar el ambiente con sus sonrisas cálidas, notaba la gravedad en sus ojos y palabras —. Déjame revisar tus ojos y luego te contaré todo lo que te está pasando, ¿está bien?

Silene asintió como pudo, aún dolía. Cuando Cloe se acercó y encendió una pequeña linterna frente a sus ojos, no pudo evitar soltar un pequeño quejido. La claridad dolía, pero poco a poco fue acostumbrándose a ella. Hizo los movimientos que ella le indicó: movió sus ojos a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo...Al final, Cloe soltó un suspiro de alivio y apagó el aparato.

—Bien, al menos tu vista se ve normal—habló la doctora —. Era uno de mis miedos: la diabulimia puede causar ceguera, o cataratas. Tú estás bien, aunque quizá debas ir a un oculista luego, por prevención.

—Si veo un...un poco borroso —admitió.

—Es normal, tu vista debe estar deteriorada en lo mínimo. Capaz serás la segunda Osbone en usar lentes —ella le guiñó un ojo, intentando ser amable. Luego, tomó una carpeta de una de las mesas y decidió decir todas las verdades que faltaban —. Silene, la diabulimia tiene múltiples consecuencias y me encargué desde el instante en el que llegaste al hospital de verificar qué podría estar sucediéndote a ti.

》 Pudiste entrar en un coma diabético, sufrir un ataque al corazón, tener problemas renales, morir...¿Entiendes lo grave que es esto? 

—Mierda...

—Aja, mierda. Princesa, lo que hiciste no fue algo ligero. Tú te purgaste, te deshiciste de algo que tu cuerpo necesita y eso te perjudico mucho más de lo que creíste que te ayudaría. Por eso, tienes que entender que ahora lidias con dos enfermedades: diabetes y diabulimia.

—Creo que, en el fondo, siempre lo supe —admitió, tras tragar saliva —. Pero se convirtió en algo tan...adictivo. Mientras más odiaba en qué se estaba transformando mi vida, más odiaba mi figura y más necesitaba tener el control sobre ella. Reducir la insulina era...era mi solución.

Podía escucharse a sí misma y notar lo mal que estaban sus palabras. Podía reconocer el error en sus acciones, lo peligrosas que fueron sus ideas. Lo que no podía hacer era asegurar que actuaría diferente si se volviera a repetir la situación. Sabía que privar su insulina era grave, pero llegó a sentirse tan necesario que...que sabía que lo haría de nuevo.

Y eso le causó un nudo en la garganta. Incluso conociendo los peligros, ¿no tenía la fuerza para alejarse de eso? ¿Así de mal estaba? Notó que se le escapó una lágrima en el instante en el que Derek pasó una mano por su mejilla y la limpió. Era terrible reconocer lo que estaba al borde de decir:

—Estoy tan enferma —soltó, con un hilo de voz —. Lamento no haberme dado cuenta. 

—Admitirlo requiere mucho valor —aseguró Adam atrayéndola a sus brazos. Beso su frente y susurró a su oido las siguientes palabras —: Yo también lamento no haberme dado cuenta antes, princesa. Pero ahora tranquila, que no estarás sola en tu camino para superar esto.

Ella suspiró y se sintió aliviada ante esa verdad. No sabía qué tan grave era la diabulimia, ni que consecuencias debía afrontar, pero no estaba sola. Tenía una familia, tenía amigos y, aunque algo le faltaba, por primera vez en mucho tiempo estuvo feliz con lo que tenía. Ellos la ayudarían a avanzar.

—Se ven más lindos de lo que imaginé—habló Cloe, consiguiendo que Derek resoplara y rodara los ojos —. Supéralo, nerd. Todos hemos esperado mucho para verlos así, aguántalo.

Silene vio a Cloe caminar hacia una especie de pantalla con radiografías frente en la pared frente a ella. Gabe y Lilian se hicieron a un lado para que ella pudiera ver bien, vio dos placas que no supo distinguir en el instante en el que ella encendió una luz especial para eso. Sintió que Adam apretaba su mano, esa era señal de que lo que escucharía sería duro de afrontar.

—Tal y como dijo Adam, admitir que te sientes enferma requiere mucho valor. Me aseguraré de que recibas la ayuda adecuada, tanto en lo clínico como en lo psicológico, pero el que tú quieras mejorar es lo que te permitirá hacerlo —habló ella, sonando más como una doctora que como la mujer alocada que conocía —. Ahora, para eso debes saber con lo que estás lidiando. Por suerte, no tienes daños renales graves, pero tus huesos si se vieron afectados. 

》Esta de acá es una radiografía normal de unas piernas —señaló Cloe, mostrando la derecha —. Y la de la izquierda, son las tuyas. 

—Mi radiografía no se ve...mhm...bien.

Para empezar, sus huesos se veían mucho más delgados y pequeños. Era como si la imagen estuviera desgastada. Cloe asintió, dándole a entender que no era solo idea suya.

—Los huesos de tus piernas y pies se debilitaron a un punto en el que comenzaron a desintegrarse —al escuchar eso, Silene abrió mucho sus ojos y Cloe se vio en la obligación de calmarla —. Calma, calma, se escucha peor de lo que es...Digo, sí es malo, pero no es como si tus huesos hubiesen desaparecido. Solo están ahí, muy débiles. Dime algo, ¿los sientes ahora? 

—N...no. No siento mis pies, ni mis piernas.

—Me sorprende que los sintieras antes, pero Derek y Lilian me explicaron que a duras penas te parabas. Tiene sentido que notes esto ahora, el cansancio y las otras cosas que sentías acostada estaban en primer plano. Lamentablemente, ahora el deterioro está tan avanzado que no tienes sensibilidad en ellos. 

—Creo que la estás asustando, Cloe —habló Adam, notando como Sile empezaba a respirar con dificultad —. Esto si es grave, pero se puede remediar. No llegaste a un punto en el que tus huesos se volvieron inútiles, sino a un punto en el que necesitan recobrar fuerzas. 

》Deben darte un tratamiento que aumente el calcio en tus huesos, Cloe ya se aseguró de que la doctora que se encargará de tu caso te lo recetara. Quizá necesites silla de ruedas por un tiempo, pero sé que puedes recuperar la movilidad con algo de fisioterapia. Podrás volver a caminar en un tiempo. 

—¿No puedo caminar?

Adam tragó saliva al ver sus ojos cafés cristalizarse. Él, Cloe, Derek, Lilian y Gabe estuvieron las horas en las que ella estuvo inconsciente pensando en la forma en la que ella reaccionaría. Resultó ser que Silene tomó la noticia de una forma inesperada. No hizo un escándalo, no lo negó, no se quejó...Ella solo parecía estar buscando las fuerzas para no quebrarse.

Y dolía muchísimo verla así. 

—No, no podrás caminar por ahora, princesa —suspiró él, deseando tener mejores noticias para dar —. Lo siento.

Ella suspiró y llevó una mano hasta su pecho. Se sentía mal, peor que en sus pesadillas, pero esta vez no era un malestar físico. Era algo que dolía adentro ¿Su corazón, o su alma? No lo sabía, pero alguna de las dos dolía.

O quizá eran las dos.

—¿Así de lejos lo llevé?—se preguntó a sí misma —. No se veía tan grave, no...no creí que algo así podría pasarme...

—Estás aquí, que es lo que importa. Pudo haberte pasado algo peor, esto es algo que puedes superar —señaló Derek —. Llamé a mamá y también vendrá, todos los que te amamos estamos dispuestos a ayudarte. 

Ella asintió con la cabeza, aún sin poder creer todo lo que estaba ocurriendo. Tanteó con sus manos sus propias piernas, cubiertas por una manta muy fina. No las sentía, de verdad no lo hacía. Se le escapó un poco de aliento, espantada ante todo lo que se había hecho a sí misma.

Se destruyó sin darse cuenta...

—Hice demasiado daño...al resto y a mi...

—Si quieres llorar, hazlo —habló Adam, preocupado al verla cohibirse. Prefería que soltara todo lo que sentía, todo el miedo y la tristeza —. Llora, princesa. Aquí puedes hacerlo.

Ella se aferró a él y comenzó a derramar lágrimas sobre su hombro. Lloró con toda la desesperación que sentía, con toda la decepción que conservaba hacia sí misma. Jamás había soltado tantas lágrimas, ni siquiera por películas románticas. En ese momento, lloraba por ella.

Lloraba por lo que se había hecho. 

Tenía tanto miedo sobre lo que ocurriría en su vida que solo pensarlo le daba escalofríos ¿Qué iba a hacer? Pues, sabía que debía mejorar, que debía tomar el camino que la llevaría a ser una mejor versión de sí misma. Estaba asustada, todo había pasado demasiado rápido ¿Estaba lista para tantos cambios?

Adam acarició su espalda, intentando reconfortarla. La sentía estremecerse contra su cuerpo, soltar toda su tristeza en sollozos. A él se le escapó una lágrima al escucharla de esa manera, quizá debió haber notado todas las señales de Silene estando mal antes. Estuvo mucho tiempo protegiendo su propio corazón y, aunque le veía sentido a sus propias acciones, sentía cierta culpa por no haber dejado de lado su despecho para verificar como estaba ella.

Pero la cosa es esta: cada quien es un alguien complejo, no podemos ver lo que sufre el otro hasta que lo muestra hacia el exterior ¿Cuántas personas sufren callados? Te aseguro que más de las que lo hacen gritando. El silencio es el mejor amigo del dolor...

Juntos, hacen un duo que se ve peor que cualquier pesadilla.

Y ahora Silene entendía que cada acción que cometió, cada espina que clavo, fue un grito de auxilio que se ahogó en el silencio; todo porque ella no supo como gritar. Si quería avanzar, debía dar muchos pasos...pasos que no sabía del todo como dar. Al menos había uno del que estaba clara, uno que llegó a su mente en ese instante y la hizo dejar de llorar. 

A su mente, llegaron los recuerdos de la noche antes de acabar en el hospital: la cúpula, el beso con Adam, la aparición de su hermano y sus amigos, los gritos de Cloe, el dolor en sus piernas, ella desmayándose y llamando a Cristal...Cristal...

El primer paso tenía que ser hablar con ella. 

Le había hecho mucho daño, incluso más del que se había hecho a ella misma. No podría continuar su camino para mejorar si no le explicaba a ella lo sucedido, debía pedirle perdón. Se separó un poco de Adam, quien la observó con sus cejas enarcadas.

—¿Qué pasa? —preguntó él, limpiando sus lágrimas.

—Necesito hablar con Cristal —dijo, apretando un poco su mano.

—¿Ahora? —cuestionó Derek —. Sile, estás débil. Quizá lo mejor es que...

—Necesito hacerlo ahora, por favor. Necesito disculparme. Le hice daño, la lastime. 

—No sé que tan bueno sea que ustedes se vean —dijo Cloe, haciendo una mueca con sus labios —. Ella está muy frágil y no creo que seas su persona favorita en este instante.

—Yo de verdad, de verdad, necesito decirle lo mucho que lamento cada cosa que le hice. Necesito esto, por favor —les rogó, pero todos ellos se veían inseguros. En última instancia, acudió al chico que la sostenía —. ¿Adam?

Sin duda, había desesperación en la mirada de Silene, cosa que causó que algo en la voluntad de Adam se quebrara. Ella se veía decidida, segura a hablar con Cristal. Con solo ver eso, él suspiró y pasó una mano por su rostro. Quizá ambas chicas merecían un cierre, una razón para avanzar.

—¿Podrías convencer a Eve y Calvin de traerla? —le preguntó a Derek.

—Podría intentar —suspiró Derek, rascando su barba con duda —. No prometo nada, pero los llamaré y veré que puedo hacer.

—Gracias, hermanito.

—Siempre a la orden, princesa —habló él —. Ahora descansa, de esto nos encargamos nosotros.

Pero no podría descansar hasta hablar con Cristal, hasta deshacerse de las espinas que ella misma había clavado. Necesitaba salvarla a ella, o salvarse a sí misma no tendría absoluto sentido. Respiró profundo, esperando ganar fuerzas...

Silene siempre odió sus pesadillas, no creyó que ella misma podría llegar a ser una. 

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