Capítulo 59
Capítulo 59:
Emergencia
15 de agosto
7:05 pm
—¡Bonita, apúrate! —gritó Derek, desde la planta de abajo —. ¡Siempre llegamos tarde por tu culpa!
—¡Voy, voy! —soltó ella, bajando las escaleras con prisa. Aún se estaba colocando sus aretes, mientras el resto de su familia ya estaba lista —. No tardaría tanto si D, Lid y tú no me hubieran sacado de quicio antes. Es su culpa que me demore.
—Llevo conociéndote toda la vida y tengo pruebas de que eso no es cierto. Bonita, tu naciste para llegar tarde.
—No molestesh a mamá, papi —le reclamó Lavanda, frunciendo su frente.
—Belleza, yo me casé con ella. Eso me da derecho de molestarla.
—Prometí estar contigo en la salud y en la enfermedad, el trato no decía nada sobre tú sacándome de quicio hasta la muerte —aseguró Lilian, cargando a Lavanda y apoyándola sobre su cadera.
—Que dulce eres al llamar "trato" a nuestro matrimonio, querida esposa.
—¿Podemos irnos? —preguntó Lid, fastidiada —. Quiero ver todas las presentaciones y llegar al debut del álbum de Caleb.
—Sí, sí. Vámonos ahora que...
Pero la voz de Lilian fue interrumpida por unos golpes consecutivos y desesperados provenientes de la puerta de la casa. Como si no hubiese sido suficiente, quien fuera que estaba afuera, comenzó a tocar el timbre una y otra vez. Los cinco en esa familia quedaron entre impactados y aturdidos ante el exceso de sonido. Al final, fue Drew quien optó por ir hacia la puerta y descubrir quién necesitaba tanta atención para que lo dejaran pasar.
—¿Tía Cloe? ¿Tío Gabe? —preguntó él, extrañado de verlos afuera —. ¿Qué sucede?
—Emergencia, D ¡Emergencia! —exclamó su tía, pasando con prisa por la entrada para adentrarse en la casa. Drew la observó con confusión, luego pasó a ver a su tío Gabe. Este solo suspiró y le dedicó una leve sonrisa.
—Deje de preguntar tras escuchar "¡emergencia!" doce veces —le explicó él, para luego palmear el hombro de su sobrino y entrar junto a él a la casa —. Solo dejémosla hablar, así he sobrevivido hasta ahora.
Drew asintió con la cabeza antes de cerrar la puerta ¿Ver a su tía actuar de forma alocada? Eso era normal ¿Verla alterada? Eso era otra cosa muy distinta y, a pesar de ser joven, D logró notar la diferencia. Cloe sin duda estaba angustiada, aunque parecía no querer dar la razón aún. Llegó hasta Lilian y Derek y soltó el mayor suspiro que había dado en la historia.
—¡Lo siento tanto! —exclamó hacia sus amigos, quienes la miraron sin comprender —. Descorazonada, recién leí tu mensaje ¡Lo siento, lo siento! Es que ayer lo enviaste tarde...y luego en la mañana estuve con lo de la mudanza...y después Gabe me distrajo y no lo vi...
—Y de alguna manera, todo siempre termina siendo mi culpa —soltó Gabe, rendido —. No recuerdo haber acordado eso cuando nos casamos, loquita.
—Soy tu esposa, tengo derecho a echarte la culpa.
—Eso no estaba en el contrato, Cloe.
—No sabes cuanto te entiendo, Gabe. En serio, te entiendo —soltó Lilian, dejando a Lavanda en el suelo de nuevo. Luego, observó a Cloe. Ver a su amiga alterada siempre era señal de preocupación —. Está bien, Clo. Leíste el mensaje tarde, ¿y qué?
—Que cada maldito segundo cuenta para Silene, así que ahora hay que apurarnos.
—Loquita, cuidado con las malas palabras...los niños...
—¡Es una emergencia, Gabe! ¡No puedo no decir malas palabras en una emergencia!
Derek y Lilian observaron a su amiga, aún en shock ¿Cómo reaccionar a las palabras de una Cloe alterada? Esa era una pregunta que, ni siquiera tras largos años de amistad, ellos podían responder.
Les ordenaron a los niños esperar en la otra sala, mientras intentaban entender qué le sucedía a esa Cloe mucho más despeinada de lo usual. Sus ojos estaban bien abiertos y parecía no poder quedarse quieta, mucho menos callada.
—Bien, vas a tener que explicar mejor esto —habló Derek, intentando mantener la calma —. Y cuida el vocabulario, friki.
—Si Silene hace lo que me dijeron, si de verdad está reduciendo sus dosis de insulina, entonces está en grave peligro —explicó, con más calma —. Silene padece diabetes tipo uno, por lo que es insulinodependiente. Es decir, su páncreas no produce insulina de forma natural y sin esas inyecciones las consecuencias a su salud son graves. Entre ellas, hiperglucemia, donde básicamente los niveles de glucosa en la sangre suben y el peso corporal baja.
>> El cuerpo humano no está hecho para aguantar niveles superiores a 180 o 200 mililitros de glucosa por decilitro de sangre. Básicamente, sin insulina, una persona de diabetes tipo uno es una bomba de tiempo que podría colapsar en cualquier segundo. Ahora, estar consciente de que subir tu glucosa disminuye tu peso y usarlo a tu favor es una conducta antinatural y peligrosa. Si una persona con hiperglucemia ya de por sí es una bomba, yo diría que alguien que se provoca esto adrede es como un campo minado listo para explotar en nuestras caras en cualquier segundo.
—Cloe, háblame en alguno de los nueve idiomas que si sé.
—¡Tu hermana está enferma, Derek! Redujo su insulina para adelgazar, ¿sabes lo que es eso? Eso es purgarse. Es exactamente lo mismo que vomitar para no engordar, solo que ahora sus riñones, corazón, vista y más están en peligro ¡Su vida entera lo está!
Ella sujetó a su mejor amigo por los hombros y lo observó con una seriedad que rara vez había entre ellos dos. Tomó un largo respiro, lo que diría no sería fácil de digerir.
Pero a ese punto, era necesario hacerlo.
—Si tengo razón, Silene tiene algo llamado diabulimia —explicó Cloe con mucho más tacto en su voz —. Es una enfermedad difícil, una que ni siquiera se ha registrado como un trastorno alimenticio aún por lo complejos que han sido sus estudios. Si sé algo de ella es porque sabes que me gusta estar bien informada y créeme que no miento cuando digo que ella podría estar en riesgo, Derek. No sé qué tanto ha reducido sus dosis, no sé en que fase está, pero hay que llevarla a un hospital pronto.
—¿Cuáles son las posibles consecuencias de esto, Clo? —preguntó Lilian, tan angustiada que debió apoyarse en uno de los muebles —. Se clara y dinos qué podría pasarle a Silene.
—Ceguera, fallos renales, problemas cardiovasculares, deterioro de los huesos, coma...
—Okey, okey, basta —la detuvo Derek, tragando saliva —. Entendí, esto es grave.
—Y por eso tu hermana necesita ir a un hospital ¡Ahora!
Él asintió con la cabeza, sentía que no podía pensar. Supo que el comportamiento de Silene no era normal desde que se lo dijo, pero no creyó que fuera algo así. No pensó en un trastorno. Respiró con fuerza y se ordenó actuar.
Porque como dijo Cloe: cada maldito segundo contaba para Silene.
—Debe estar en la habitación de huéspedes. Iré a traerla —soltó con rapidez.
—La tía Silene no eshta.
—¡Sh! ¿Qué parte de silencio no entiendes, Livi! —le reclamó su hermana mayor.
Tras eso, Lid, Lavanda y Drew tuvieron que salir de su escondite tras una de las paredes. Lilian de inmediato les reclamó por seguir escuchando conversaciones adultas, pero fue poco lo que pudo reprender a sus hijos. En realidad, estaba más enfocada en Silene en ese momento. Derek hizo un segundo intento de ir a traer a su hermana, pero al igual que la primera vez fue detenido:
—Papi, la tía Silene no eshta.
—¿Cómo que no está? —preguntó él, alzando ambas cejas hacia su hija pequeña.
—Se fue.
—Si no está, evidentemente se fue —soltó Drew, rodando sus ojos.
—Quiero decir, ¿a donde fue? —habló Derek —. Livi, belleza, ¿sabes a dónde se fue tu tía?
—Fue a buscar a Adam.
—¿Y para qué fue a buscar a Adam? —preguntó Gabe.
—Para decirle que lo ama.
—¡Aw! ¡Que dulce! —exclamó Lid, enternecida —. Digo, no es el momento para una declaración de amor, pero sigue siendo tan dulce.
—Sigue sorprendiéndome que tú y tu agria forma de ser trajeran a esta niña al mundo, descorazonada —señaló Cloe.
—Menos sorpresa y más movernos —soltó Lilian, cargando de nuevo a Lavanda —. Adam debe estar en el C.A, así que vamos para allá y busquemos a Silene.
—El C.A va a estar lleno por la presentación de Caleb —pensó Gabe —. ¿Cómo los encontraremos?
—No lo sé, pero por la mierda que esta vez no voy a llegar tarde.
—Mami, mala palabra —señaló Lavanda.
—En emergencias se valen, Livi ¡Andando todos!
Y, como cada maldito segundo contaba, se apresuraron a salir de la casa y comenzar la búsqueda de esa rosa al borde de marchitarse... antes de que fuera demasiado tarde.
...
7:15 pm
Resultaba una locura pensar que estaba ahí, tan cerca de ese escenario, solo porque decidió no darle la razón a Silene. Cierta princesa dijo que no podría hacerlo, pero ahí estaba, con los nervios revoloteando en su interior como bichos descontrolados.
Y, ahora que estaba tras bambalinas, se daba cuenta de que hacía eso por sí misma. Se montaría en un escenario, a pesar del miedo, y la responsable de eso no sería una princesa. No.
Quien la había llevado hasta ese momento fue ella misma, gracias lo mucho que había progresado esos meses.
Ahora escuchaba a Jacob hablar en la tarima, dando una de sus largas presentaciones que parecían historias difíciles de entender, pero entretenidas. Ya había visto las presentaciones de danza, de arte, e incluso vio a Malory destrozar la pasarela con un talento que nadie pudo negar que poseía. Era cuestión de minutos para que ella y Caleb se presentaran. Su corazón se aceleraba un latido más cada vez que un minuto pasaba.
Le sudaban las manos, le faltaba el aire, la atormentaban las dudas. Comenzó a preguntarse cómo era que Caleb podía hace eso tan seguido. A pesar de la emoción y el orgullo por sí misma, sus miedos no se iban ¿Estaría hecha para brillar bajo los reflectores?
—Es sorprendente lo hermosa que estás —la voz de Caleb llamó su atención. Tuvo que voltear para encararlo, aún abrochaba los botones de su camisa con cierto temblor en sus manos. Aún así, sonreía mucho —. Y te ves tan madura que no me lo creo.
Ella le dedicó una leve sonrisa. Padme había hecho un excelente trabajo diseñando un conjunto para ella. Unos pantalones sueltos se ajustaban a su cintura y caían por sus piernas como una cascada carmesí. Un top negro y escarlata cubría su pecho y se detenía en el lugar exacto para mostrar parte de su abdomen. Su cabello teñido de rojo estaba recogido en un moño alto y estaba maquillada para verse justo como una chica de su edad.
No habían piercings, no había intentos por aparentar ser alguien que no era. Esa era Rubí y se veía justo como una estrella.
Caleb suspiró y le sonrió de nuevo, sintiendo un nudo en la garganta que dedujo que era orgullo. Terminó de abotonar su camisa, igualmente roja, y se acercó a su hermanita. Pensar que habían llegado hasta ese instante, luego de caminos tan duros, le permitió sentirse feliz por ambos. Habían logrado mucho.
—Cuando acepté el trabajo en L.A y te traje hasta acá, creí que recuperaría a mi hermanita inocente y tierna que perdí por las drogas —confesó él, haciendo una mueca con los labios —. Me equivoqué. En su lugar, encontré a esta mujer fuerte, madura y valiente...
—¿Y te decepciona no haber recuperado a la Rubí de antes? —preguntó ella, con cierta tristeza.
—No quiero a esa Rubí de vuelta. Me gusta quien eres ahora porque veo que te gusta a ti. Creciste, te encontraste y estoy muy feliz de conocer a esta nueva versión de mi hermana.
—Y yo feliz de conocer a este nuevo Caleb tan seguro de sí mismo. También creciste, hermanito.
—Lo hice...—aseguró él, asintiendo con la cabeza. Dio un pequeño vistaso hacia el escenario y respiró con fuerza —. ¿Lista?
—Estoy nerviosa —confesó ella. Luego, le dedicó una sonrisa ladeada a su hermano —. Pero harémos esto juntos, ¿no?
—Juntos, Rubí.
Ella se acercó a él y lo abrazó. Para ser alguien que decía ser alérgica a los sentimientos, esos últimos días todo lo que hacía era abrazar y sentir. Hubo un tiempo en el que tuvo miedo de la intensidad con la cual sentía, pues fue eso lo que la arrastró a un espiral de pensamientos confusos que acabó en terminar perdiéndose a sí misma. Pero ahora era diferente.
Que sus sentimientos fueran tan intensos se sentía como una ventaja, pues ahora sabía como manejarlos.
Se soltaron al tiempo en el que sus padres, tíos y Elise se acercaron a ellos. Rubí le dio un vistaso a su hermano, aún le parecía increíble que se mostrara ante el mundo con su mirada de distintos colores. Ese era un gran paso para él, uno en el que aceptaría lo que siempre creyó un error. Finalmente entendía que esa característica era parte de él y no algo que debía esconder.
—Ustedes dos se ven justo como dos estrellas —les dijo su padre. El orgullo que sentía desbordaba por su sonrisa —. No podría estar más orgulloso de ambos.
—No, papá. No te permito que me hagas llorar antes de salir a un escenario —le pidió Rubí, con ambas manos en sus caderas —. Ya suficiente tengo con el sensible de Caleb diciendo cosas lindas, no empieces tú también.
—Solo les digo lo orgulloso que estoy —aseguró él, con una sonrisa. Luego, volteó hacia Sanne y Aviv —. Los veo muy callados a ustedes dos, ¿todo bien?
—Tenían cinco años hace como dos días y ahora están aquí —soltó Sanne, al borde del llanto —. ¡¿Tú crees que estoy bien?!
—Yo ni siquiera voy a opinar porque entonces lloraré —aseguró Aviv, sintiendo sus ojos cristalizarse —. Oh, carajo. Ya empecé. Estúpidos niños que me hacen llorar.
Sanne y Aviv estaban tan arreglados como el resto: ella con un vestido suelto coral y él con un traje azul a la medida. Sus manos estaban entrelazadas, juntas. Pero parecía que por separado estuvieran librando la misma batalla:
La de no comenzar a llorar en cualquier momento.
—Vaya. Si así se ponen con mis hijos, no quisiera ver el escándalo que montarán cuando tengan los suyos.
—¡Basta, Dann! ¡En serio estoy muy sensible! —le reclamó Sanne, golpeando el hombro de su mejor amigo. Luego, abrazó a sus sobrinos —. Saben que ustedes podrían desafinar en cada nota y yo aún así los aplaudiría de pie. Para mí, ustedes siempre brillarán, pero hoy sé que lo harán en grande. Canten con todo el corazón y deslumbren a todos tanto como me han deslumbrado a mi desde que llegaron a mi vida.
—Solo con verlos ahora, cuando ni siquiera se han subido al escenario, ya puedo decir que valió por completo la pena recuperar mi vista —aseguró Aviv, conteniendo el llanto —. Se ven bien, muy bien.
La voz de Jacob se escuchaba en el fondo, la emoción palpitaba en cada corazón ahí presente. Cuando Elise le entregó su guitarra afinada a Caleb y él se colocó la chaqueta del traje sobre la camisa roja, todo se sintió muchísimo más real. Rubí se detuvo a ver a sus familiares, los que alejó por desesperación en algún momento.
Aviv tuvo razón: se veían bien. Todo en ese momento se veía bien.
Hasta que escucharon unos quejidos conocidos que hicieron que todos voltearan. Ninguno ahí escondió su sorpresa al ver a la persona que Hunter y Logan intentaban detener para que no se acercara. Al final, entre las quejas de la chica, Logan se rindió y soltó un bufido antes de caminar hasta los Carlton. Su entrecejo estaba fruncido y parecía estar hasta fastidiado de la situación.
—Señor Carlton, esa señorita lleva quince minutos intentando entrar —explicó él, un tono monótono y serio —. Dice ser su ex novia y que necesita hablar con usted, pero no está en la lista ¿La dejamos pasar, o me da permiso para olvidar mi amabilidad y escoltarla afuera?
—Si, si, déjala pasar —soltó Caleb, confundido.
Logan mostró solo un pequeño atisbo de sorpresa ante esa orden, pero luego se encogió de hombros y llamó a Hunter para que dejaran pasar a la chica. Lo sorprendente ahí era que la mujer que había intentado colarse estaba desarreglada, despeinada y con el rostro y atuendo llenos de tierra. No se veía como la ex novia de un cantante famoso.
Mucho menos como una princesa.
—¿Ves? Te dije que yo la reconocía —soltó Hunter, golpeando a Logan en el hombro. Luego, volteó hacia la chica —. Lo siento, hermosa mujer. Mi compañero a veces se comporta como un bruto sin sentimientos. Lamentamos los inconvenientes, pero debe admitir que no luce exactamente como muestran las revistas.
—Claro...entiendo...disculpas aceptadas...—soltó Silene, agitada y con prisa. Miró a Caleb, la desesperación se había apoderado de sus ojos café —. Caleb, necesito...Adam...¿Sabes dónde está él?
Él jamás había visto a Silene de esa forma. Es más, creo que nadie la había visto así, ni siquiera ella misma. Su cabello dorado estaba atado en un intento de moño que ya no servía de mucho, puesto mechones salían de él sin control. Su ropa era un desastre lleno de tierra, su piel estaba sumamente pálida y sucia, y sus ojos se movían con rapidez ¿Qué le sucedía?
—Eh...—Caleb la observó con confusión, tuvo que sacudir su cabeza para concentrarse. Observó a sus guardaespaldas, que se mantenían alertas ante el extraño comportamiento de la chica —. Logan, Hunter, pueden volver a sus puestos. Yo me encargo de esto, gracias por avisar.
—Es parte del trabajo —soltó Logan, sin ánimo alguno.
—Se dice "de nada", Logan —bromeó Hunter —. Anda, repite conmigo: de nada.
Logan soltó un bufido y, tras asentir hacia sus jefes, se alejó del lugar de vuelta a la entrada. Hunter se despidió por ambos y, tras sonreírles con entusiasmo, siguió a su compañero. Silene ni siquiera se fijó cuando se fueron, estaba más enfocada en otra cosa.
Se acercó a Caleb y lo tomó por su camisa, más para sostenerse que por otra cosa. La adrenalina y las ganas de solucionarlo todo eran lo que la mantenía de pie, porque la debilidad que sentía en los huesos la habría dejado en el suelo de lo contrario. Le dolía la cabeza, ¿pero qué más daba? Debía encontrar a Adam y luego a Cristal.
Debía arrancar las espinas que les había clavado.
—Silene, ¿qué sucede? —le preguntó Caleb, tomándola por los hombros —. ¿Por qué estás llena de tierra?
Ella respiraba con dificultad, tomando largas bocanadas de aire como si este le faltara en sus pulmones. Observó a Caleb, sus ojos de dos colores diferentes. A él también le había clavado muchas espinas, pero logró sacarlas por su cuenta. Leb sobrevivió a las heridas que ella había causado.
Sintió una inmensa gratitud hacia él. Aún después de saber lo dañina que era, la veía con preocupación y no odio. La veía por el color de sus pétalos, no por el filo de sus espinas.
—¿Conservas tus lentillas? —le preguntó, con poco aliento.
Él la miró con confusión, ¿y eso qué tenía que ver?
—Eh...si, las conservo, pero...
—¡Bótalas! Deshazte de ellas, no las uses más. Jamás en la vida te vuelvas a ocultar, Caleb Carlton —le exigió ella, con la voz entrecortada —. Mereces que te amen por quien eres, no solo porque puedes lucir tan perfecto como un príncipe. Lamento tanto haberte hecho perder el tiempo con alguien que no te apreció, ahora solo espero que puedas ser feliz con alguien que en serio te ama.
Ella ladeó su mirada y observó a Elise, quien la veía con la misma sorpresa que Caleb. Sus ojos avellana estaban bien abiertos, su boca entreabierta. Miraba a Silene como si se tratara de una desconocida, quizá lo era.
Porque esa princesa no se veía como de la realeza, sino como alguien cuya hada madrina había abandonado a su suerte.
—Elise, lamento haber sido tan mala contigo —soltó Silene —. Solo espero que Caleb y tú puedan ser realmente felices, ambos se lo merecen. Sé que tú no dejarás que se vuelva a esconder.
Eli observó a Caleb, esperando que él entendiera porqué el repentino cambio de humor de Silene. Él se encogió de hombros y devolvió la mirada hacia quien se había convertido en una amiga para él. Estaba alterada, eso hacía que se viera un poco loca ante cada palabra que soltaba. Aún así, pudo ver en sus ojos café la sinceridad con la que hablaba. Ella creía cada cosa que estaba diciendo, no solo las decía por decir.
Él le dedicó una sonrisa ladeada. Silene siempre sería importante en su vida, ahora más que sentía que en verdad comenzaba a agradarle esa chica alejada de su actitud pretenciosa. Ella le devolvió la sonrisa, aún luciendo ansiosa ¿Cómo pudo odiar la heterocromía de Caleb? Esos ojos de distintos tonos eran demasiado honestos y amables como para sentir repulsión hacia ellos.
—No te preocupes, no volveré a esconderme —le aseguró él —. Ahora, sería bueno que me dijeras qué te está sucediendo.
—Necesito encontrar a Adam —dijo ella, aún sujetando con ambos puños su camisa —. Necesito decirle todo...necesito disculparme...necesito decirle que lo amo...
—Pero con calma, princesa —sugirió Sanne —. Dios, parece que no puedes ni respirar.
—¡Sanne! Oh, Cielos, también lamento tanto haberte llamado zorra. No lo eres, para nada. Para que sepas, Aviv te defendió en ese entonces. Te quiere mucho, se merecen entre ustedes.
—Estoy tan confundida —soltó Rubí, sin poder aguantarlo —. ¿Qué carajo te sucede, Silene?
¿Qué le sucedía? Que ya entendía porqué Rubí la odiaba tanto. Esa niña tuvo razón al decir que era tóxica, dañina y una pretenciosa a la que se le caería su falsa corona tarde o temprano. Pues bien, su corona se había caído y en sus manos estaban los pedazos.
Observó a Rubí, a sus ojos azules demasiado confundidos. A ella la trató mal por años sin una razón justa. Le molestó su rebeldía, su insensatez y su actitud, solo porque ella nunca encajó en su ideal de "perfección". Ahora la veía y el panorama era distinto, pues la chica "imperfecta" había avanzado y superado sus problemas mientras ella solo se hundió. Rubí reconoció sus propios defectos, Silene se ahogó con ellos.
Pero poco a poco comenzaba a regresar a la superficie, o eso quería creer.
—No te equivocaste, Rubí —soltó en un hilo de voz.
—¿En qué, Silene? —preguntó Rubí, cruzándose de brazos.
—Al decir que fui una mala persona, una pretenciosa, controladora, presumida y tóxica persona...No te equivocaste en eso.
—¿Qué más?
—Y reconozco que pasé por encima de todos, no vi todo el daño que estaba causando...
—Y...
—Y fui una princesa odiosa que ahora lo siente mucho. Lo siento, Rubí.
Rubí elevó un a de las esquinas de su labio, jamás esperó escuchar esas palabras salir de la boca de Silene y debía admitir que resultaba satisfactorio ahora que lo hacía. Observó a la chica que odió durante años, ya no se veía igual. Quitando el hecho de que estaba desastrosa y que daba hasta un poco de lastima, no se veía el mismo orgullo prepotente en sus ojos café y mucho menos en sus palabras.
La gente puede cambiar de forma repentina. Quizá hay un interruptor dentro de nosotros que activamos sin darnos cuenta y es ahí cuando algo en nuestro interior nos grita: "hey, quizá sería deberías darte cuenta de que tu actitud no es la mejor". Eso era algo que Rubí había aprendido sobre la marcha, pues llegó a vivirlo también. Frente a ella, ya no estaba la princesa pomposa que tanto controló a su hermano. En su lugar, estaba una mujer arrepentida desesperada por remediar todo el daño que había hecho.
Y, en sus propios zapatos, ya no estaba una adolescente rencorosa e insegura. En su lugar, estaba una chica dispuesta a dar segundas oportunidades.
—Adam está en primera fila, le conseguimos un puesto ahí —soltó Rubí, consiguiendo una amplia sonrisa en Silene —. Pero debes saber que él está en su derecho de no perdonarte...
—Lo sé, lo sé. No merezco una oportunidad, pero quiero pelear por ella y entenderé si él llega a rechazarme. Solo quiero demostrarle cuanto lamento haber callado cuando debí decirle lo que en verdad siento.
—En ese caso, suerte, Silene.
—Gracias. Y Rubí...
—¿Sí?
—Demuestra lo equivocada que estuve y brilla en ese escenario.
Nunca, jamás, me habría imaginado que sus historias llegarían al punto en el que de hecho compartirían sonrisas cómplices. Las direcciones a las cuales nos llevan las vueltas irónicas de la vida son tan confusas a veces, pero detenerte a pensar en ellas no tiene caso. A veces, solo basta con ver diferente a la misma persona para que todo su pasado se vuelva borroso y su presente una oportunidad.
A veces, quienes se odiaron pueden llegar a entenderse mejor que nadie.
Tras saber la ubicación de Adam, Silene retomó su búsqueda desesperada. La vieron irse, corriendo sin importarle que otras personas la observaran como si estuviera completamente demente ¿Esa era la misma princesa que odiaba lucir horrenda frente a otras personas?
No, ella era una Silene diferente.
—Bien, esto de ser amable con ella me va a costar —admitió Rubí, una vez ella se alejó por completo —. Fue raro. Muy raro.
—No entiendo...—soltó Sanne, para luego mirar a Aviv —. ¿Cuándo me llamó zorra?
—Esa es una larga historia que te contaré luego, nena —aseguró él, para luego mirar a sus sobrinos —. Ahora, creo que ustedes dos deberían subir a ese escenario antes de que las cosas vuelvan a ponerse raras.
—Concuerdo contigo, Avi —habló Caleb, dando un vistazo hacia el escenario. Las luces comenzaban a bajar su intensidad, Jacob comenzaba a retirarse y los aplausos a escucharse. Tomó una larga respiración antes de observar a Rubí y sonreírle —. ¿Lista, hermanita?
Ella tomó aire y extendió su mano hasta la de su hermano. Los nervios seguían ahí, pero a veces eso es todo lo que necesitamos para actuar: un poco de nervios.
—Hagamos esto, hermanito.
...
Las luces en el escenario se hicieron más leves, los aplausos más entusiastas. Creyó que no tendría ánimos para ver a dos de sus amigos dar un paso tan importante como el que estaban dando, pero el ver a Caleb y Rubí aparecer en el escenario tomados de la mano le dió a entender que él siempre tendría ganas de ver a la gente que le importaba triunfar. Aplaudió tan fuerte como el resto, sin poder contener una de las pocas sonrisas auténticas que había esbozado durante esas semanas.
—¡Buenas noches, Los Angeles! —exclamó Caleb, tomando el micrófono para hablar —. No saben lo feliz que me hace estar frente a ustedes esta noche. Su entusiasmo y apoyo lo es todo para mi...
Caleb se desenvolvía de una forma tan natural en el escenario que costaba creer que de hecho el pararse en la tarima lo ponía nervioso. Se escucharon unos gritos en el publico, unas declaraciones de amor que le causaron gracia a Adam. En respuesta a los continuos "te amo", Leb esbozó una sonrisa ladeada que escondía un toque de picardía y lanzó un beso hacia el público. A continuación, más gritos alborotaron el lugar.
"Sus fanáticas están locas", pensó Adam. Era casi hipnotizante ver la forma en la que su amigo se desenvolvía con total seguridad en el escenario, sobre todo ahora que sabía que eso era algo que mantenía incluso al bajar de él. Leb ahora era seguro con, o sin una guitarra en sus manos.
—No se imaginan el camino que he recorrido para llegar hasta aquí —continuó él —. Lanzar mi primer álbum...Estoy aquí y todavía parece irreal. Claro que jamás habría logrado esto sin su increíble apoyo, o sin el trabajo de quienes se arriesgaron por este proyecto junto a mi. Les debo todo esto al personal del C.A, a mi representante, a mi increíble publicista, a mi familia y a ustedes que siempre han sido un público asombroso. Así que, desde el fondo de mi corazón: muchas gracias.
El público aplaudió una vez más. Parecían estar enloquecidos ante la aparición del cantante.
—Pero, a quien más la agradezco por llegar a este momento es a esta chica que está a mi lado hoy —habló Caleb, rodeando a Rubí con un brazo —. Ella, damas y caballeros del público, es la chica que solía molestarme con sus juegos infantiles a los ocho años. Es la niña que me fastidio una y otra vez para que le prestara mi guitarra cuando éramos pequeños, hasta que finalmente papá se compadeció de mi y le compró una. Es la adolescente que me sacó de quicio muchas veces y la mujer que aún hoy me molesta con su sarcasmo y me llama "tarado" siempre que puede.
>> No pude pedir mejor apoyo que el que mi hermana menor representa para mi —continuó, ahora mirando a su hermanita en lugar de al público —. Eres más que la compositora de todas esas increíbles canciones que tengo la dicha de cantar. Eres la razón por la que estoy aquí hoy y compartir el escenario junto a ti se siente como todo un honor.
Ella le sonrió, incluso desde el público se notaba que Rubí aguantaba las lágrimas. Su hermano le entregó la guitarra y le dedicó una amplia sonrisa antes de devolver la vista al público.
—Damas y caballeros, ella es Rubí Carlton —habló él —. Mírenla bien, porque hoy nacerá una estrella en este escenario y todos nosotros seremos testigos de eso.
Rubí se veía muchísimo más cohibida que Caleb ahí arriba, pero no por eso lucía menos espectacular. Se comenzaron a escuchar gritos y aplausos a los que Adam se unió con entusiasmo. El rostro de Rubí se hizo claro en los monitores al rededor del escenario, donde poco a poco comenzó a mostrarse la sonrisa tímida pero decidida que surgió en sus labios. Se acercó al otro micrófono, sujetado por un soporte. Respiró hondo antes de comenzar a hablar...
No se enfrentaría a una multitud, se enfrentaría a sí misma y a su miedo. Ahora sabía que su voz era algo que atesoraba, no algo que había arruinado, así que cantaría porque el mundo le estaba pidiendo que no callara.
Ella misma no se permitiría callar.
—¡Hola, C.A! —exclamó, provocando más euforia en el público —. Vaya, he estado muchas veces tras el escenario...Esta vista es mil veces mejor.
Sin duda, mucho mejor.
—Bueno, luego de las cursis y épicas palabras de mi hermano —soltó ella, sonriendo hacia Caleb —, solo queda una cosa por hacer: tocar buena música.
>> La canción que escucharán significa mucho para mi. Llegué a L.A pensando que mi vida era un desastre, pero ahora estoy parada frente a ustedes dándome cuenta de que los desastres son necesarios porque de ellos surgen las mejores obras de arte. Eso muestra un poco la canción, esos cambios que surgen en nosotros incluso cuando creemos estar en nuestro peor momento. Esos cambios terminan por moldearnos, por definirnos...
—Y nos quieres decir, ¿cuál es el título de tan increíble canción, hermanita? —preguntó Caleb, colocándose en su lugar para empezar.
La sonrisa de Rubí se extendió y todos lograron ver la sinceridad en ella gracias a los monitores. Observó al publico y habló con una seguridad cautivadora:
—Esto es "Red song" y esperamos que les guste...
Sus dedos comenzaron a rasgar la guitarra, consiguiendo una melodía dulce y pausada. Todos en el publico guardaron silencio, hipnotizados ante la forma en la que esa chica tocaba el instrumento como si este fuera parte de ella. Rubí cerró los ojos por instantes, conectándose con la música y consigo misma. El recuerdo de ella cantando en las calles se sintió demasiado lejano para cuando abrió la boca y empezó a entonar su propia canción...
Su voz jamás se sintió tan propia como hasta ese momento.
El suave tono de su voz cautivó a todos los que la escucharon. La forma en la que parecía acariciar la letra en la misma medida en la que lo hacía la guitarra resultó preciosa y, cuando se le unió la voz rasposa de Caleb, se volvió mucho mejor. El contraste de sus voces los guió hasta el coro, donde ambos llegaron a notas altas y bajas. Se olvidaron del público. Por instantes, solo fueron ellos cantando...
Juntos.
Adam sonreía demasiado desde su puesto en la primera fila. Era increíble verlos de esa forma, tan ellos que era sorprendente. Sintió orgullo por las personas frente a él y escuchó la canción pensando que había demasiado talento en ese escenario. Se olvidó de su tristeza, de lo mucho que le dolía el corazón y solo disfrutó ese instante.
Hasta que sintió una mano rodear su brazo y, al voltear, encaró a quien le debía hechos en lugar de rimas rotas:
—¿Silene? ¿Eres tú?
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