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Capítulo 54

Capítulo 54:
No es que no quiera
10 de agosto

1:06 pm

Una semana.

Llevaba una semana viendo ese mensaje en su teléfono sin saber qué contestar ¿Qué cómo estaba? Mal, mal, muy mal. Solo podía pensar en el daño que había hecho, en lo terrible que se sentía por ello. Pasó años poniéndose por sobre los demás solo porque creyó que así no saldría lastimada.

Se equivocó, resultó que lastimar a los demás fue lo que finalmente la llevó al fondo de su propio precipicio.

Observaba el mensaje de Adam queriendo tenerlo a su lado, pero aún tenía esa duda sobre si era lo correcto o no. En primer lugar, lo había lastimado. No era justo para él conformarse con alguien tan tóxica como ella. En segundo lugar, estaba el hecho de que aún tenía esos absurdos pensamientos en su cabeza. No puedes estar con alguien que es puro impulso, papá era así y mira como acabó ¡No debes acabar lastimada de nuevo!

Pero ya estaba lastimada y no por los impulsos de Adam, sino por sus propias exigencias. Lo había arruinado todo y no tenía las fuerzas para remediarlo.

Y Cristal...solo con pensar en ella, sus ojos se cristalizaban y su corazón se achicaba. Había arrastrado a Cris a un camino oscuro ¿Cómo pudo pensar en un principio que cambiar a la bella e inocente pelirroja por alguien más "perfecta" era buena idea? En su defensa, cuando le dio todos esos consejos a principio de verano, creyó que la estaba ayudando. Pensó que si Cris los seguía, entonces no la lastimarían tanto como la lastimaron a ella. No creyó que la empujaría a ser igual a ella, pensó que sería mejor.

Claramente se equivocó y ahora solo lloraba en silencio en la amplia cama de huéspedes en la casa de su hermano, pensando en como revertir el tiempo y cambiarlo todo.

Escuchó el sonido de la puerta abrirse y, por inercia, cerró los ojos y fingió dormir. Llevaba evitando cada charla con Lilian y con su hermano desde que llegó ahí, estaba demasiado agotada como para conversar. Su dósis de insulina estaba practicamente olvidada, ¿pero acaso importaba? A ese punto de su existencia, lo único que la hacia sentir mejor era saber que aún tenía control sobre su cuerpo.

O eso se hacía creer, porque muy en el fondo sabía que había perdido cualquier control sobre su diábetes.

Esperó a que la persona en el cuarto se marchara al verla dormida. Lilian y Derek casi siempre se rendían a los pocos segundos de verla así. No obstante, se sorprendió al escuchar unos pequeños pasos acercarse a la cama y luego quedó impresionada cuando unos deditos suaves abrieron sus ojos. Su vista llevaba días siendo borrosa, pero pudo ver con claridad los ojos café de su sobrina menor.

—¿Terminó tu siesta, tía Sile? —preguntó Lavanda, haciendo de sus labios una pequeña trompa para mostrar su curiosidad.

—Ahora sí, Lavanda —respondió ella, consiguiendo una sonrisa en su sobrina.

—¡Si! —celebró la niña y luego alzó sus brazos —. Upa, podfavor.

Silene sonrió con ternura. La verdad, era muy poco lo que compartía con sus sobrinos. Cuando Lid comenzó a desarrollar su carácter, empezaron las peleas entre ellas, así que jamás se esforzó en crear un lazo fuerte con ella. A Drew no lo entendía mucho, no sabía descifrar si era retraído o no por su forma tan extraña de dirigirse a la gente. Parecía mayor de lo que era, por lo que no entendía muy bien como actuar junto a él. Además, lo había lastimado mucho.

De eso siempre se arrepintió, incluso cuando estuvo cegada por sus espinas.

Para cuando Lavanda nació, ya estaba tan molesta y decepcionada de la familia de Lilian que no se molestó en conocer bien a su sobrina menor. Ahora que la veía con detenimiento, la niña de cabellos dorados y ojos cafés expresivos se parecía mucho a ella. Era como ver a una versión de si misma mucho más joven, tierna e inocente. Livi se sentó frente a ella y le sonrió, esa sonrisa la llenó de ternura. Luego, la pequeña de cuatro años le mostró su nuevo juguete.

—Mira —lo señaló en sus manos —. Es una gui...gui..gui...

—Guitarra —completó ella al ver que a su sobrina le costaba. Livi asintió con la cabeza y tocó las cuerdas falsas con delicadeza, parecía maravillada —. ¿Te la regaló tu papá?

—Mi papi y mi mami —le respondió —. Podque quiero ser como Rubí y Leb.

—¿Quieres ser cantante?

—Quiero música.

—Vaya, así que si combinas a un físico teórico y a una artista plástica surge una apasionada por la música ¿Quién lo diría?

—¿Eh? —Lavanda ladeó su cabeza, eso la hizo sonreír a un mas. Su sobrina era muy hermosa y curiosa, no lo había notado hasta ahora.

—Nada, nena. Era solo yo pensando en voz alta.

Livi se encogió de hombros y continuó tocando su guitarra. Por instantes, se olvidó un poco de su tristeza y la observó reír y disfrutar de su juguete. Pensó entonces que le habría gustado ser más cercana a sus sobrinos, no solo celarlos una y otra vez. Aplaudió cuando Lavanda terminó, consiguiendo que ella se sonrojara y sonriera con timidez.

—Eres muy buena, Livi —aseguró, consiguiendo más rubor en los pálidos pómulos de la niña.

Grashias —sonrió ella, acercándose a ella. Se acurrucó junto a su tía y la vio con ojos soñadores —. Eres muy bonita, tía Sile.

—Gracias, princesita. Tú también eres muy hermosa.

—Mami dice que te sientes malita.

—Algo así, nena.

—¿Quieres un abrazo? Mish abrazos son como los de papi: curan.

—¿Sabes qué? Un abrazo estaría bien.

Aunque quería otros brazos y ansiaba sentirse diferente, aceptó el abrazo de su sobrina más pequeña y la atrajo con fuerza hacia su pecho. Había arruinado tantas cosas y ya no sabía como arreglarlas, o si tenían remedio ¿Acaso el corazón de Adam podría rearmarse? ¿Y la salud de Cris mejorar? ¿Y su propia salud? ¿Acaso eso tenía remedio?

Dejó escapar unas lágrimas mientras abrazaba a Lavanda. Llevaba días sintiéndose sola, cansada y adolorida. El abrazo de Livi no la curó, pero si la ayudó a no sentirse del todo desamparada. Pensó en el mensaje de Adam, ¿qué le respondería si tuviera que hacerlo en ese momento?

—Sabía que Livi conseguiría despertarte —escuchó la voz masculina y gruesa de su hermano mayor desde la puerta. Él le sonrió, pero ella no pudo devolverle la sonrisa.

También se sentía mal por él, porque ahora que estaba adherida a una cama podía ver todo con claridad: siempre deseó ser el centro del universo de alguien más y por eso hizo mucho daño. Había lastimado a su propia familia, a él.

Por los celos que sintió hacia Lilian, le hizo creer que su hermano quiso el divorcio años atrás. Le gritó y mintió, todo frente a Drew, quien aún no olvidaba ese suceso. Lili creyó sus palabras y pidió un divorcio que no deseaba solo por pensar que su esposo la quería lejos. Un hilo de mentiras creció hasta convertirse en peleas que desestabilizaron una muy buena relación y afectaron a una familia unida. Por suerte, lograron recuperarse ¿Pero qué habría sido de su hermano si no?

Ella pudo haberle destrozado la vida, todo por atención. Había hecho tanto daño...

—Papi, eshtoy curando a la tía Sile —aseguró la niña, abrazándola con más fuerza —. Así no va a estar malita.

—Ya lo veo, dulzura —sonrió él, acercándose a ambas. Se sentó en la esquina de la cama y sonrió con cierta tristeza hacia su hermana. Estaba tan distinta a la Silene vibrante y segura que conocía —. ¿Ya quieres hablar, princesa?

Y no era que no quería, porque sí quería hacerlo. El problema era que no podía, que sentía que abriría la boca y lo arruinaría todo. Todavía sentía que debía mantenerse perfecta, quizá por eso alzaba la barbilla con orgullo aún cuando se veía triste y demacrada. Quería hablar, decir cómo se sentía...

Quería responderle a Adam, quería confesarlo todo en los brazos de su hermano...

Quería disculparse con Cristal, con Lilian...

Quería dejar de ser esa triste sombra que era, pero no podía.

Un peso en sus hombros la arrastraba hacia abajo, la hundía. La perfección no es liviana, es como un peso muerto que te deja sin aliento. Silene ya no tenía fuerzas y estaba aturdida ante todo lo que había cargado. Sus músculos dolían, al igual que todo el cuerpo. No podía hablarle, no podía.

Así que negó con la cabeza y extendió sus brazos, dándole a entender que también quería que la abrazara. Él se subio por completo en la cama y rodeó con sus brazos a su hija y a su hermanita. No sabía que estaba ocurriendo, pero estaba asustado por verla cada vez más pálida y delgada. Decía dormir todo el tiempo, pero las bolsas en sus ojos delataban todo lo contrario. Silene estaba fingiendo estar bien y le salía tan pero tan mal que solo estaba consiguiendo preocupar a su hermano.

Ambos escucharon la risita risueña de Lavanda entre ellos. Ella alzó sus ojos café, cubiertos por unas largas pestañas, y miró a su papá.

—Bien hecho, papi —ella subió su pulgar —. Con dos abrazos, se va a curar más rápido.

Silene sonrió, enternecida ante ese comentario. Si los abrazos de verdad sanaran, ellos dos la habrían curado ¿Pero estaba enferma, o solo dolida? ¿Estaba arrepentida, o solo débil? No sabia y quería tanto pedir ayuda, pero no podía.

No podía seguir hundiendo a los que amaba, ya había hecho demasiado daño.

...

1:30 pm

—Bien, vamos una vez más —dijo Cloe, tomando a Cristal de las manos —. Recuerda: eres fuerte, tú puedes.

—¿Y si no lo logro?

—Lo volveremos a intentar. Aquí hay oportunidades infinitas, de eso se trata todo esto.

Vio a Cloe guiñarle un ojo y sonreírle, eso la llenó de confianza. Había descubierto, en su semana y media ingresada en el hospital, que su tía era una excelente doctora. Sabía lo que hacía, era comprensiva y muy buena para entender y alentar a sus pacientes. Sus elocuencias hacían todo más sencillo, su proceso de recuperación estaba rodeado de charlas animadas y chistes frecuentes. Le sacaba sonrisas incluso cuando escuchaba a la voz de Silene torturar a su mente.

Esa voz que no se iba.

Ese día, estaban intentando que Cris volviera a ponerse de pie sin apoyo. Comió tan poco las primeras semanas y se sentía tan débil, que sus músculos se entumecieron a un punto en el que no pudo mantenerse estable parada. Adam la ayudó con unos ejercicios en días anteriores, convirtiéndose en el único a parte de Cloe que la había visto despierta en todo ese tiempo. Era hora de ver si había recuperado su movilidad y fuerza.

—Te contaré que hicieron los mellizos ayer —le informó Cloe, distrayéndola mientras se ponía de pie —. ¡Casi muero de la vergüenza!

—¿Qué hicieron? —preguntó Cris, esbozando una mueca de dolor al sentir un tirón en las piernas. No se rindió, siguió intentando después de eso.

—¿Recuerdas que a principios de verano querían un perrito? —preguntó, Cristal asintió —. Bueno, ahora subieron de nivel y quieren un hermanito ¡Un hermanito! Como si no hubiese sido suficiente dolor traer a dos bebés al mismo tiempo. No más dar a luz para mi, esa mierda duele más de lo que te dicen.

Cristal soltó una carcajada ante la cara de espanto en su tía Cloe, quien repetía una y otra vez que las contracciones eran la peor clase de dolor que jamás experimentó. Logró ponerse de pie, ahora solo debía dar unos pasos.

—Bueno, resulta que los dos revoltosos quieren un hermano —continuó ella —. Y ayer Gabe me llamó en mi descanso y me dijo: "loquita, tenemos un problema". Esas nunca, nunca, son buenas palabras cuando eres madre.

—Dudo que sean buenas palabras en algún contexto.

—¡Pero cuando eres madre empeora, créeme! Tal parece que Gabe llevó a los mellizos al parque cuando vieron a una mujer con un cochecito y un bebé ¿Quieres saber qué hicieron los dulces ángeles que traje al mundo? Anda, adivina.

—Tengo muchas ideas sobre esto, pero dudo que alguna sea lo suficientemente rara para adivinar. Solo dime, titi.

—¡Le ofrecieron dinero por su hijo! Le dijeron algo como: "mi papi tiene dólares, tú nos das al bebé y él te paga". Según Gabe, hasta negociaron. Al principio la mujer se lo tomó a broma, pero se asustó cuando Harley comenzó a llorar porque le dijo que su hijo no estaba a la venta. Pobre señora, me la imagino asustada por los dos huracanes que la atacaron.

》 Por otro lado, estoy orgullosa. Tienen cinco años, casi seis, y saben negociar. Esos son mis bebés.

Los mellizos estaban tan locos como su madre, eso siempre se supo. Aún así, nadie en su familia podía negar que eran un par de niños listos y muy avanzados para su edad. Cristal vio a su tía suspirar y sonreír. Sabía que ella no los había visto en varios días por no salir del hospital para cuidarla, era evidente que los echaba de menos.

—Te brillan tanto los ojos cuando hablas de ellos, titi Clo —sonrió Cristal —. Y también cuando hablas del tío Gabe. Tus ojos de por sí ya son brillantes, pero es como si se convirtieran en estrellas cuando los mencionas.

—Es que son mi vida, mi todo. No sé que sería de mi sin esos tres volviéndome loca, o yo volviéndolos locos a ellos.

—Lamento que no los hayas visto tanto por mi culpa. Sé que los extrañas.

—Extrañar también tiene su encanto, ¿sabes? Es una forma de saber que amas con fuerza. Sé que cuando vea a mis niñitos luego de esto les daré el abrazo más fuerte que pueda dar, y a mi esposo lo besaré con muchísimo cariño. Extrañar lleva tus sentimientos al límite y permite que tu corazón se desboque ante solo recuerdos y deseos de ver a los que quieres de nuevo. Es lindo a su manera, así que no te disculpes.

Su tía le sonrió una vez más y Cristal sintió cierta esperanza en su pecho. Extrañaba como loca a sus padres, a sus amigos, a su familia. No quería verlos por vergüenza, por miedo a que estuvieran decepcionados. Sin embargo, escuchar esas palabras de Cloe le hicieron sentir que extrañarlos estaría bien y que solo era una forma más de amarlos. Los vería de nuevo en algún momento...

—Y sé que no extrañaré a mi familia por mucho tiempo —aseguró Cloe, colocando ambas manos en su cadera —. Porque ahora estás caminando por tu cuenta, Cristal.

Entonces, notó que estaba dando pequeños y frágiles pasos por su cuenta. Ya no dolían tanto, ni se sentía como si sus músculos estuvieran agarrotados. Observó sus piernas, estaban más delgadas que nunca...pero la estaban manteniendo de pie ¡Ella estaba de pie sola!

Soltó una respiración antes de sonreír con emoción. Solo era caminar, pero había estado tan adolorida los días anteriores que hacerlo se sentía como un enorme logro. Cloe aplaudió y la hizo reír con un pequeño "baile de la victoria". Sí se sentía como ganar algo, como recuperar cierta fuerza.

Había vencido una de las tantas batallas que le tocaba pelear si quería ganar esa guerra que ella misma había desatado. Ahora debía ir por más.

—¡Estoy muy orgullosa de ti, cariño! —exclamó, abrazándola. Era terrible sentir tan poco entre sus brazos, pero Cloe ya se había acostumbrado —. Te podré dar de alta en uno o dos días. A partir de ahí, empieza otra pelea que sé que ganarás. Paso a paso, Cris. Lo estás logrando.

—Gracias por confiar tanto en mi —le dijo, sintiendo un nudo en la garganta y  lágrimas comenzar a surgir —. Ni siquiera yo confío en mi en este momento y tú lo haces. Significa mucho, titi Clo.

—Oh, maldita sea con los pelirrojos que siempre me hacen llorar ¡Tu tía Dalia es igual! Me dejarán seca por dentro si continuo juntándome con ustedes.

Ella soltó una carcajada y se alejó un poco del abrazo. De inmediato, su tía la tomó por las mejillas y limpió las lágrimas que se habían escapado de sus ojos. No dijo que sus pómulos estaban muy hundidos, ni que tenía muchas ojeras. Cloe solo hizo lo de siempre: le sonrió como apoyo.

—No soy la única que confía en ti —aseguró, hablándole con delicadeza —. Afuera hay dos personas que confían en ti más que en nadie y que saben que lo lograrás...

—Mamá y papá —soltó Cris, en medio de un suspiro. Cloe asintió con la cabeza.

—Prometiste que los verías cuando lograras pararte. Ellos te extrañan mucho, Cris.

—Y yo los extraño a ellos.

—Entonces, ¿qué dices?

No era tan fácil. En verdad quería verlos, pero pensar en la mirada llena de decepción de sus padres era mucho más fuerte que sus deseos. Respiró profundo unas tres veces, así como le había enseñado su tía para calmarse. Había mejorado mucho en ese tiempo, pero seguía mal y lo sabía.

Aún pensaba a diario en como buscar un tiempo para vomitar todo lo que entraba en su estómago.

Pero no podía deshacerse de esos pensamientos, era como si fueran parte de ella. Aún así, no podía huir por siempre...¿verdad? Se abrazó a sí misma y tanteó los huesos de sus brazos. Luego, decidió ser un poco valiente.

—Es la hora del almuerzo, ¿no? —le preguntó a su tía Cloe y ella asintió —. Podría comer con ellos.

—¿Quieres comer frente a ellos? —preguntó Cloe, sorprendida pero a gusto con la idea. Cristal tenía problemas para comer frente a las personas, solo lo hacía con ella y ni siquiera comía todo lo que le servían. Que dijera eso era un gran paso.

—Si, si quiero ¿Se puede?

—Cariño, les montaría un banquete a los tres si en mis manos estuviera. Quédate aquí, enseguida los traigo.

—Okey...

Cloe besó su mejilla y se marchó de la habitación mucho antes de que pudiera arrepentirse. En la soledad, Cris comenzó a sentir ese miedo y ansiedad que llevaba molestandola los días que había estado internada. Se decía a sí misma que debía respirar, calmarse, pero entonces aparecía esa voz que la contradecía por completo:

Lo que necesitas es dejar de ser débil. Das lástima, Cristal.

Respiró profundo. Inhaló y exhaló como le habían enseñado. Tres veces, debía hacer eso tres veces.

Cuando te vean tus padres, verán a alguien tan patética...¿Esta es su hija? Que desperdicio, que horror.

Respiró una vez más, sintiendo que sus manos comenzaban a temblar. Lágrimas comenzaron a surgir, la escuchaba tan bien que era como tenerla al lado.

Te veías mejor cuando vomitabas ¿Quién sabe cuantas calorías has ganado estos días? Te ves cada vez peor, mucho peor.

El tercer respiro se sintió quebrado. Debía ser más fuerte que la voz, debía ganarle o al menos ignorarla. Debía ser más fuerte por sus padres y por ella misma.

Entonces, escuchó el sonido de la puerta abrirse tras de ella. Su corazón comenzó a latir con fuerza, la ansiedad se hizo más fuerte ¿Qué dirían de ella? ¿Habría decepción en los ojos de sus padres? ¿Habría horror? Pero antes de ver cualquier cosa, sintió unos brazos rodearla por detrás. Se le escapó un suspiro que no sabía que había estado aguantando por todo ese tiempo.

Había extrañado el calor de los abrazos de su madre.

—Hola, mi gema preciosa —la escuchó cerca de su oído. Estaba llorando, podía sentir la humedad de su lágrimas mojar su cuello. Eso solo hizo que Cristal llorara más —. Te extrañé, mi niña hermosa. Extrañé tanto abrazarte de esta forma.

—Hola, mami —dijo ella, voz entrecortada —. También te extrañé.

No mencionó lo delgada que estaba, o lo pálida que se veía su piel. Eve solo le dio la vuelta a su hija y observó sus ojos verde azulados, sus pecas infinitas y sus labios quebrados. Finalmente tenía cerca a su hijita y, aunque le dolía verla tan lejana a la Cris alegre que conocía, estaba feliz de solo tenerla entre sus brazos una vez más.

Al siguiente que vio Cristal, fue a su papá. El nudo en su garganga aumentó su volumen cuando lo observó acercarse, sus ojos verdes contenían más lágrimas de las que jamás había visto. Él la alcanzó y la rodeó con sus brazos, atrayendola a su pecho como un intento de protegerla. Ella sabía que no había forma en que su papá la salvara de sí misma, pero se permitió sentir esa protección. Derramó lágrimas en su camisa y se aferró a él con fuerza.

Por instantes, la voz de Silene se calló.

—Te amo tanto, mi niña —le dijo él, besando su cabeza —. Me diste el susto de mi vida, no sé que me habría pasado si algo te sucedía.

—También te amo, papi —aseguró ella, aún aferrada a sus brazos —. Lamento haberlos hecho pasar por este susto.

—Ya está bien, estamos los tres juntos —aseguró Eve. Calvin la atrajo al abrazo de inmediato, sostuvo con fuerza a sus dos chicas —. Esto solo nos hará más fuertes, ya verán.

Cristal no podía creerlo, pero se sentía tan bien estar en sus brazos de nuevo que no puso objesión alguna. Tuvo miedo de levantar la mirada, no quería saber si en los ojos de sus padres había decepción. En su lugar, cerró los ojos con fuerza y continuó derramando lágrimas.

Quizá es ingenuo de nuestra parte pensar que los abrazos curan, pero a veces solo basta creer que es así para querer más y más de esa medicina. Cris se sentía cómoda y en familia, como no se había sentido en mucho tiempo. Se acurrucó más en los brazos de sus padres. Ya podía pararse sola, pero quería que ellos la sostuvieran por un buen tiempo.

Se mantuvieron así, hasta que sintieron el brillo de un flash apuntarlos. Los tres se enfocaron en Cloe, quien apuntaba su celular hacia ellos. Les sonrió con inocencia, guardando el teléfono en su bata y sosteniendo un envace de comida de hospital con su otra mano.

—¿Qué? Era el momento perfecto para tomar una fotografía. Quedó genial, luego se las envío —dijo, encogiéndose de hombros. Dejó la comida en la pequeña mesita en la habitación de Cristal y ellos tres se separaron del abrazo —. Bueno, hora del almuerzo. El día de hoy traigo una sopa que viene directo de la cafetería del hospital. Me aseguré de que no estuviera desabrida, está decente; y por decente me refiero a que le echaron sal.

—Todo un manjar —soltó Cris, sintiendo náuseas al instante. Siempre era lo mismo en la hora del almuerzo, cena, o desayuno: le daban náuseas y asco.

Ni siquiera sabía porqué odiaba tanto la comida, pero lo hacía.

—¡Ánimo! Podría ser peor —le dijo su tía Cloe, arreglando la mesa para hacerla ver "elegante" —. Al menos no cociné yo.

—Vamos, gemita —la animó su mamá, tomando su mano hasta guiarla a la mesa —. Hace tiempo no comemos los tres juntos.

Pero solo había un plato, solo comería ella. Tragó saliva y asintió con la cabeza antes de sentarse frente a la sopa. Todos esos vegetales y fideos que sobresalían del caldo la intimidaban, le daban entre asco y miedo. Respiró profundo unas tres veces, eso en serio ayudaba. Luego, sintió un beso en su cabeza otra vez. Levantó la mirada y vio a su papá.

—No te preocupes, ¿si? Aquí estamos para apoyarte —le dijo él, tomando su mano.

—Sí...—ella sonrió un poco, se sentía bien. Luego, miró a su tía Cloe —. ¿Por qué no te tomas un descanso, titi? Llama al tío Gabe, dile que te invite a almorzar. Ya has hecho mucho por mi, mereces un tiempo para ti.

—Pero...—Cloe la miró con impresión, podía notar el miedo en su mirada así como las ganas de intentarlo —. Cris, ¿estás segura?

—Sí, lo estoy. Estoy acompañada, estaré bien.

Cloe miró de Cristal a sus padres y de sus padres a Cristal un par de veces. Sabía el increíble esfuerzo que estaba haciendo la chica al intentar no hundirse en la oscuridad de sus pensamientos, habían trabajado en eso por días y parecía que tanto esfuerzo estaba funcionando. Sonrió de lado, aquel era un paso extraordinario considerando los miedos y ataques que había presenciado desde su ingreso al hospital. 

No iba a detener a su sobrina a medio camino. Confiaba en ella.

—Okey, pero debo aclararles a tus padres mis reglas para la hora del almuerzo —señaló Cloe, haciéndola suspirar —. Ah, creíste que lo olvidaría. Pues no, listilla. Mis reglas siguen.

—¿Tienes reglas? —preguntó Eve, mirando a su prima.

—Sí, es lo único irritante en el cuidado de la titi Cloe —Cris rodó sus ojos y jugó con la cuchara y la sopa —. Al menos dos vegetales y un carbohidrato por comida. Granos y harinas opcionales, pero debe haberlos una vez por semana. Cucharadas enteras, no pequeñas porciones y nada de esconder la comida porque la encuentra. Debo comer cuatro cucharadas más que la vez anterior, así es siempre. Comí quince ayer, diecinueve es el límite de hoy. 

—Es como un juego —sonrió Cloe.

—Excepto que el premio es aumentar de peso y sentir náuseas.

Para cuando Cristal notó que había dicho eso en voz alta, ya era demasiado tarde como para retractarse. Sus padres la observaron y ella bajó la mirada al instante, sin querer ver sus miradas. De inmediato, su labio inferior comenzó a temblar y tuvo que atraparlo entre sus dientes para evitar que el llanto comenzaba ¿Por qué decía cosas que no quería decir? ¿Por qué las palabras surgían de la nada?

Eve y Calvin intercambiaron miradas. Escucharla sentir tanto miedo y desprecio hacia un simple plato de sopa era preocupante. La entendían, sabían que su hija tenía temores más profundos de los que ellos podían explicar. Como padres, era doloroso no poder deshacerse de ellos; de los monstruos que acababan poco a poco con Cristal.

Pero eso no les impediría acompañarla y ayudarla en ese proceso. Todos necesitan ayuda para mejorar, para dejar de tener miedo.

—Bien, las reglas quedaron claras —aseguró Eve, mirando a Cloe. Le sonrió con gratitud a su prima —. Ya puedes irte, Clo-clo.

—No es necesario —aseguró Cloe —. Puedo quedarme.

—Pero quieres ver a tu esposo, ¿no es así? —le preguntó Calvin.

—Pues, claro. Pero...

—Entonces ve, Cloe. Nosotros le harémos compañía. Tú en serio necesitas un descanso, has hecho mucho por nosotros.

—Disfruta el almuerzo y dale nuestros saludos a Gabe.

Cloe lo dudó un poco...Bien, me corrijo: lo dudó demasiado. Si bien Cristal había recuperado la estabilidad de su comportamiento, no descartaba algún ataque de pánico por comer o por sentirse asustada. Sin embargo, al ver a los tres sentados en la pequeña mesa de la habitación, vio a una familia quebrada intentando unirse otra vez. No podía ni quería intervenir en eso, una doctora no tiene la receta para sanar las heridas que ellos tenían. Así que, prometiendo que dejaría a una colega al pendiente, aceptó la oferta y se fue de la habitación.

Los dejó solos.

Por un buen tiempo, lo único que se escuchó fueron respiraciones profundas interrumpidas por grandes intervalos de silencio. Cristal pasó ambas manos por su cabello corto, intentaba pensar qué podían estar pensando sus padres en ese momento.

Se preguntó si la estaban mirando con asco, porque a pesar de las obvias señales de su delgadez, ella se sentía grotesca y fofa. Se preguntó si guardaban silencio porque le tenían miedo, porque no sabían qué decir. Se preguntó si estaban decepcionados, si la odiaban. Respiró tres veces, necesitaba calmarse.

Lo que interrumpió sus pensamientos fue una leve caricia en su mejilla, de la clase de caricia que su papá le propició de pequeña para que pudiera dormir. Volteó a verlo, todavía había lágrimas en sus ojos. Buscó y buscó, pero no encontró decepción en su mirada. Solo había una profunda tristeza que le estaba destrozando el alma.

—Lo siento —le dijo él, su voz gruesa temblaba —. Lo siento mucho, mi niña. Debí haberme dado cuenta antes, debí ayudarte y todo lo que hice fue gritar. Me necesitabas y no lo noté, no sabes lo mucho que lo lamento.

—Y yo —ahora escuchó a su madre suspirar. Ella también lloraba, así que tomó su mano con debilidad —. Di por hecho que mi niñita era alegre y feliz, así que cuando comenzaste a cambiar no creí que fuera algo tan drástico. Pensé que era enojo, pensé que era molestia porque no te dijimos lo del divorcio.

—Sí estoy enojada, pero no con ustedes —suspiró Cristal, parpadeando un par de veces para evitar derramar lágrimas —. No sé muy bien qué me sucede, es como estar peleando conmigo misma todo el tiempo y es tan agotador...Estuve tan asustada por tanto tiempo que convertí mi miedo en molestia y la dirigí a ustedes. Jamás quise gritarles, o hacerlos sentir mal, solo que esa era la única forma de defenderme de lo que sentía.

Ahora lo veía mejor. Era como si la niebla que la estuvo cegando por mucho tiempo finalmente se estuviera alejando. Podía ver que su actitud evaciva y violenta de semanas anteriores solo fue su forma de esconderse. Tuvo tanto miedo de herirse que hirió a otros primero.

Aún sintiéndose mal, revolvió la sopa y la vio con asco. Sabía que estaba enferma, pero no lo sentía. A pesar de la debilidad, de su esfuerzo por mejorar y todo el tiempo en el hospital, era incapaz de considerar a sus pensamientos una enfermedad. Suspiró y continuó jugando con su comida, ¿qué tan peligroso era estar mal sin sentirlo realmente?

—Ustedes...—dijo ella, pero debió tragar saliva antes de seguir hablando porque incluso la pregunta dolía —. ¿Ustedes están decepcionados de mi?

—¿Decepcionados de ti? —preguntó Eve, frunciendo su entrecejo. Entonces, negó con la cabeza sin dudarlo —. Gemita, jamás podríamos estar decepcionados de ti. Eres nuestro más grande orgullo, lo que más amamos en la vida. Que hayas caído en esto no significa que te veremos distinto.

—¿De verdad?

—Claro, mi niña —continuó Cal —. Es más, ahora estamos más orgullosos porque sabemos que nuestra hija es fuerte y ha llegado hasta aquí luchando. No eres la bebé frágil que creímos que eras, eres una mujer valiente que creció cuando nosotros nos despistamos.

Ella no sentía ser alguien por la que valiera la pena sentir orgullo, pero vio tanta sinceridad en las miradas de sus padres que se sintió conmovida. Limpió sus lágrimas con la manga de su suéter y observó la sopa. Debía hacer el intento, debía ser alguien digna de la admiración que sentían los que amaba. Podía hacerlo, podía combatir contra el olor potente de la sopa frente a ella y contra las diecinueve cucharadas que le tocaban ese día.

No, no creo que puedas; escuchó a aquella voz.

Pero Cristal fue valiente y calló a la Silene en su mente al ingerir la primera cucharada de sopa de un solo trago ¿Que no podía? Claro que podía. Era costoso y horrible, pero en ese momento estaba con sus padres. Ellos la hacían sentir fuerte.

Apretó un poco la mano de su madre cuando tragó. De inmediato, el conteo de las calorías inició en su mente y el miedo se apoderó de ella. Miró a su padre, él le dedicó una sonrisa. Podía combatir ese miedo, podía hacerlo. Debía recordar lo fuerte que era, lo mucho que había logrado. Respiró profundo y continuó luchando.

—Solo dieciocho cucharadas más, gemita —aseguró Eve, dándole apoyo —. Tú puedes.

—Yo puedo...—repitió Cristal, convenciéndose a sí misma. Llenó la cuchara de líquido una vez más y suspiró —. Háblenme de cómo va todo afuera, yo seguiré comiendo.

Y así, esa familia volvió a almorzar junta por primera vez en mucho tiempo. A pesar del miedo, la ansiedad y la voz en su cabeza, Cristal logró comer lo que le tocaba ese día. Logró ser fuerte.

¿Y ahora qué? ¿Qué seguía? Pues, continuar luchando. Aquella era una batalla que aún no terminaba y, aunque no se sentía fuerte, seguiría intentando serlo. Ya no quería darle el poder a la voz dentro de ella para controlarla.

Cris quería recuperar el control en su vida, pero aún no encontraba toda la fuerza para hacerlo. No podía rendirse ante la imagen de una rosa tan peligrosa.

Estos libros siempre llegan a un punto en el que los personajes tocan fondo y siempre es difícil de escribirlo, pero admito que con Rosas está siendo mucho más complicado que en los otros dos libros. Cris y Sile están hechas un caos mental y me dejan agotada con cada capítulo, pero siento que lo vale ♥️

Personajes como Lavanda, Cloe y los mellizos son mi salvación en estos capítulos, las pequeñas sonrisas que necesito JAJAJAJA Así que se los dejo para que ustedes disfruten con ellos también.

Les dejo adelantos porque ya me quedé sin ideas y no sé que decir :)

—Yo elijo creer que este es el inicio de algo y no el final. 

...

—Quiero decirles todo, quiero que sepan todo lo que les oculté por vergüenza

...

—Deténganme, porque yo no me detendré a mi. 

Y eso es todo. Capaz esté actualizando más seguido por esta historia, así que nos leeremos pronto ♥️

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