Capítulo 52
Capítulo 52:
Los que deciden ver
3 de agosto
5:03 am
Cuando los problemas se vuelven el único paisaje a nuestro alrededor, nuestro primer instinto es cerrar los ojos. No lo vemos, por lo tanto no está ahí; una lógica muy inocente y estúpida de nuestra parte, ¿no lo crees?
Eventualmente abres los ojos y, ¡sorpresa!, el desastre no se ha ido. Lo que en verdad desaparece a los problemas es verlos a la cara, enfrentarlos, no evadirlos y esperar a que esfumen ¿Qué si da miedo? ¡Claro! Yo he cerrado los ojos miles de veces ante el temor y sé que lo seguiré haciendo.
Pero la lección te la estoy dando a ti, que dices ser valiente. Tú no te atrevas a cerrar los ojos, ¿quieres?
Aviv vivió toda una vida viendo solo sombras, admirando una familiar oscuridad que jamás le impidió del todo enfrentarse a los problema. Eso podía cambiar justo ese día en tan solo unas horas. Para alguien que jamás ha visto el mundo con los ojos, aquello era como estar a punto de entrar en una dimensión nueva; una conocida para todos, pero desconocida para él.
La brisa marina era como una leve caricia al tacto, traía consigo el olor y el sabor del mar que se colaba de la forma indicada a su boca y nariz. Los granos de arena eran ásperos y escurridizos en sus manos y pies, se sentían fríos en las yemas de sus dedos. El sonido de las olas rompiendo y llegando finalmente a la orilla era relajante, majestuoso. Esa era de las mejores canciones que había creado la naturaleza, con una melodía hecha por el mar y ciertos pájaros cantando como solistas.
Así era la forma en la que Aviv veía las mañanas, las tardes y las noches. Sin su vista, consiguió crear imágenes a través de sus otros sentidos. En solo horas, un nuevo factor se incluiría a su mundo y lo cambiaría todo. No volvería a enfrentar las madrugadas del mismo modo, dejaría de ser ciego sin saber como usar los ojos. Seria como andar en bicicleta sin antes haber usado ruedas de entrenamiento:
Se golpearía muchas veces, pero al final terminaría aprendiendo...¿cierto?
De repente, al olor salado de la brisa se le sumó uno dulce que conocía. Sonrió al instante y luego sintió a alguien sentarse a su lado. La suavidad de una piel que le era familiar chocó con la suya, así sus brazos quedaron entrelazados. Unos labios se posaron en su mejilla, dejando un beso suave y cariñoso.
—Hola, Sanne —dijo, seguro de que era ella —. ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo.
—Tú también, pero aquí estás —escuchó su voz. Siempre le gustó que el tono que usaba: sereno, dulce y pasivo. Escucharla daba tanta calma como escuchar al mar —. Mi compañero de cama me dejó sola, así que no pude dormir más y decidí venir a hacerle compañía.
—Lamento haberte despertado.
—No te disculpes. Es una mañana hermosa, me alegra ser testigo de ella contigo.
Él sintió como ella entrelazaba sus manos y apoyaba su cabeza en su hombro. Sus dedos eran tan finos y suaves que hacía un satisfactorio contraste con los suyos, asperos y gruesos por tanto tocar guitarra. Encajaban a la perfección, como dos piezas hechas para encontrarse de esa forma. La verdad, tenerla cerca se sentía tan correcto que Aviv se preguntó cómo pudo hacerla esperar tanto.
Si él no hubiese tardado tanto en aceptar sus cicatrices, su historia habría empezado mucho antes. Aún así, estaba contento con el inicio de esta y planeaba que no existiera un final, al menos no pronto.
—¿Qué haces aquí, Avi? —preguntó ella.
—Siento el amanecer por última vez, antes de poder verlo —dijo él, aun escuchando el mar y las aves. Sonrió —. Todo podría cambiar en unas horas. El mundo seguirá igual, pero será distinto para mi. Eso me...
—¿Asusta? —preguntó Sanne, él asintió con la cabeza.
—Un poco. Sé que quiero hacer esto, pero no sé si será como lo imagino. Todo lo que conozco cambiará, es empezar de cero a mitad de camino y sí da un poco de miedo.
Sanne levantó su cabeza y observó el perfil de Aviv, notando lo tensa que se encontraba su sonrisa. Sus ojos, tan perdidos como siempre, estaban fijos en un punto del mar que no existía. Ella tenía miedo por las posibles consecuencias de la operación, él le tenía miedo a lo que ocurriría después. Creo que no existían dos personas más ansiosas y asustadas por el futuro que ellos dos.
Al menos estaban juntos. Eso era algo, ¿no?
—¿Me gustará? —preguntó él, ladeando su cabeza para intentar ubicar a Sanne —. Me refiero a ver, ¿crees que amaré hacerlo?
Sanne suspiró ante esa pregunta. A muchos les habría costado responder, pero ella ni siquiera lo pensó al comenzar a hablar:
—Avi, tú ya ves. Lo haces a tu manera, percibes el mundo de una forma y ves incluso más de lo que la gente con vista lo hace ¿Sabes cómo lo sé?
—¿Cómo?
—Porque viste en mi lo que nadie más ha visto. Detrás de mi correcta forma de ser, de mis nervios y de mis errores, encontraste a alguien que ni siquiera sabía que existía. Viste a una Sanne cariñosa y le enseñaste que no estaba mal bajar la guardia de vez en cuando. Viste que tenía heridas que no habían cicatrizado y me ayudaste a sanarlas. Ni siquiera yo vi todo eso y mis ojos funcionan. Así que esto te debe quedar claro, Aviv: tú ya ves.
Ella tomó su mentón y guió la mirada de Aviv hasta la de ella. Le sonrió a la persona que había estado a su lado por años, alguien que la conocía mejor que nadie y que la quería tanto como ella se quería a sí misma. Avi vio cosas que ella pasó por alto. Él necesitaba entender que dejar de ser ciego no lo convertiría en alguien capaz de ver, solo le daría un sentido más al cual acostumbrarse. Solo así dejaría de tener miedo.
—Lo que a ti te falta es observar —continuó ella, acariciando con dulzura su barbilla —. Y no te gustará todo el tiempo. Muchas veces querrás cerrar los ojos porque lo que sucede no siempre es lindo, pero luego mirarás cosas como el mar, un atardecer, a los niños, a tus hermanas, a tus padres, y te encantará. Así es tener visión: no puedes escapar de las cosas malas, pero jamás querrás huir de las cosas buenas.
—Fuiste mis ojos por muchos años —habló él, con una media sonrisa —. Todo lo que me describiste sonó hermoso.
—Eso es porque hice un poco de trampa. Te quiero demasiado como para mostrarte lo malo, ya no podré hacerlo más. Aunque haré mi mayor esfuerzo para que veas más cosas hermosas que horrendas, es una promesa.
Él sonrió y llevó la mano de Sanne hasta sus labios, dejando un beso en esa piel tersa. Avi conocía muy bien su tacto, su voz, su olor, incluso había memorizado la forma en la que sabían sus labios. Tenía una imagen de Sanne tan completa que era como si pudiera verla aún con un par de ojos que no servían.
—¿Sabes que eres la persona que más conozco en el mundo, verdad? —preguntó él —. No sé como se verá todo lo demás, pero estoy seguro de que a ti te reconoceré de inmediato. Jamás he visto tu rostro, pero siento que lo tengo tan claro...
Llevó una mano hasta su mejilla y palpó con delicadeza su rostro. Sonrió al encontrar cada tramo de piel que conocía, cada detalle que conocía de memoria. Sanne era preciosa y no necesitaba la vista para saber eso.
—Tus mejillas son delgadas, pero se sienten suaves al tacto —comenzó a describirla, pasando sus dedos por su rostro con delicadeza —. Y tus ojos son grandes y almendrados, pero se te forman unas arrugas en las esquinas cuando sonríes —ella sonrió y entonces él sintió ese cambio —. ¿Ves? Ahí están. Y tus cejas son pobladas, pero no tan gruesas; un par de líneas con solo una desviación.
》Tienes una línea de expresión en tu entreceja que a penas se siente, supongo que de tanto fruncir el ceño cuando te molesto, cosa que hago seguido y lo siento. Tu nariz es recta, ni muy pequeña, ni muy grande. Perfecta para ti. Tus labios...pequeños y suaves. Me gusta como besan.
Ella soltó una carcajada y continuó escuchando a Aviv describirla. Su cabello, su piel, su voz, su risa, todo lo describió con una exactitud impresionante. Sintió un nudo en su garganta y su corazón acelerarse. Nunca había estado tan enamorada, todo lo que sentía era completamente nuevo.
—Eres preciosa —aseguró él, una vez la descripción terminó —. Y lo que más me gusta de ti es que no te da miedo admitirlo. Sabes que eres valiosa y hermosa, a mi solo me encanta recordártelo.
—Eres muy bueno siendo romántico, Aviv Everton —dijo Sanne, sacándole una sonrisa.
—Y seguiré siéndolo, así que mejor acostúmbrate a todo esto porque estoy muy seguro de algo, Sanne: Linda fue mi primer gran amor, pero yo quiero que tú seas el último. Contigo jamás he sido ciego y sé que ver no me dará miedo si te tengo a mi lado. Pase lo que pase, cambie lo que cambie, quiero quererte por todo el tiempo que me quede.
—Sin duda, valió la pena esperar...
—Lamento haber tardado tanto.
—No lamentes el tiempo perdido, solo dejemos de perderlo a partir de ahora ¿Te parece?
—Me parece perfecto...
Sanne se acercó más a él y atrapó los labios de Aviv entre los suyos, sumergiéndose en la clase de besos que se sienten como caricias al alma. Ella dejó de sostener su mentón para enredar sus dedos en su cabello, él llevó una mano a su nuca para atraerla hacia él. No quería soltarla, ya no más. La quería así durante algo tan cursi como toda la eternidad.
Y sí, muchas cosas cambiarían a partir de ese momento, pero lo que surge entre tiempos desesperados puede mantenerse igual a pesar de las tormentas. El beso se convirtió en otro y en otro más. Aviv podía verla tan bien como veía el paisaje a su alrededor. Sanne no era algo para mirar, era algo para sentir ¿Que si esperaba poder verla con sus propios ojos? Pues sí, pero eso no cambiaría el hecho de que ella era lo que percibía a diario con sus labios, o sus dedos.
Ella fue lo primero que vio ese ciego.
—¿Listo para darle un primer vistazo al mundo, Avi? —le preguntó ella, tomando aire entre tantos besos.
—Ahora sí que lo estoy, cariño.
Porque estaba seguro de que habrían cosas que no le gustarían, pero siempre tendría algo que le permitiría mantener los ojos abiertos.
...
7:05 am
Abrió los ojos deseando no haberlo hecho. No adivinó al inicio que estaba en un hospital, no hasta que escucho un pitido que marcaba su ritmo cardiaco ¿Cómo había acabado ahí? Solo recordaba caminar en la pasarela, dar vueltas y poses, ver a Silene...
Del resto, todo estaba en blanco.
Escuchó la puerta de la habitación abrirse, no pudo moverse para ver quien era porque todo le dolía. Se sentía débil, adolorida, como si algo la hubiese golpeado ¿Habría sido la vida lo que la aplastó? ¿El peso sobre sus hombros la dejó sin fuerzas? Lo que hubiera sido, la dejó muy destruida.
Una mujer con bata blanca se acercó a las máquinas junto a ella. Tardó un poco en darse cuenta de que reconocía ese cabello castaño en ese moño desordenado, y esos ojos azules que la miraron después con cierta cautela le eran demasiado familiares. Sintió alivio al instante, no estaba sola.
Y, luego de meses intentando alejar a las personas, ahora solo las quería increíblemente cerca.
—Hola —le dijo Cloe, con cautela —. ¿Cómo te sientes?
—Duele...—soltó en un hilo de voz. Le dolía todo —. ¿Titi Cloe, qué hago aquí?
—¿Acabas de llamarme titi?
—Sí...
—¿Quién eres?
—Cristal, tu sobrina ¿Por qué haces esa pregunta?
Clor suspiró con alivio y Cris vio como sus ojos contenían lágrimas. Su tía sonrió y la abrazó, agradeciendo en silencio cosas que ella no entendía. La verdad, Cristal no comprendía nada, pero estaba feliz de recibir ese abrazo. Sintió que lo necesitaba, que necesitaba con urgencia la mayor cantidad de cariño posible. Claro que no pudo rodear a su tía como quería.
Todo dolía, incluso devolver un abrazo.
—Ay, Cris, no sabes como me alegra escuchar eso —suspiró su tía una vez más, soltándola para sentarse a su lado en la camilla —. Cariño, llevas dos días delirando y diciendo que te llamas Silene.
—¿Qué? —preguntó ella, confundida.
—¿No lo recuerdas?
—No...
Recordaría haber creído ser Silene, ¿no es así? Pero todo lo que le contaba su tía Cloe le parecía ajeno, como si otra persona lo hubiese hecho. Gritar, sacudirse, e incluso golpear ¿Cuándo había hecho todo eso?
Pero debía ser real, la prueba de eso era el moretón en el ojo de su tía. Ella había hecho eso.
Ella se había vuelto experta en hacer daño.
—No puedo creer que hice todo eso...—susurró ella, más para sí que para Cloe.
—Cris —habló su tía, bajando un poco la voz, como si el tema que iba a tocar fuera aún más duro de afrontar. Cristal observó en sus ojos cierta pena y, al escucharla suspirar, supo que no le gustaría escuchar lo siguiente —. Sabemos lo que has estado haciendo...
Se paralizó al instante, sintiendo como su corazón comenzaba a palpitar con fuerza. Creía saber de lo que hablaban, pero no quería afirmarlo hasta escucharlo.
—Sabemos que has dejado de comer, que cuentas calorías y que te has hecho vomitar —su miedo no fue en vano. La habían descubierto —. Tus padres encontraron ayer el cuaderno en el que sacabas cuentas de lo que comías y tú me confesaste el resto en medio de tus delirios.
Cristal dejó escapar una larga respiración, ni siquiera sintió las lágrimas que comenzaron a caer por sus mejillas. Sentía tanta verguenza de sí misma, de lo que se estaba haciendo. Veía en los ojos de su tía Cloe una decepción que ni siquiera estaba ahí.
Ella los había decepcionado a todos.
—Cariño, sabes que te amo. Que soy tu familia y que siempre voy a velar por tu seguridad —continuó Cloe, tomando su mano —. Y, justo porque lo hago, debo decirte esto: tienes anorexia purgativa, Cris. Estas enferma y sé que no lo ves, pero te prometo que te curarás.
Lo duro de todo eso era que Cristal ya lo sabía. Ahora que veía hacia atrás su comportamiento, lo notaba. Aún así, no se sentía enferma. Estaba confundida, aterrada y había una voz dentro de su cabeza lanzando consejos dañinos una y otra vez.
Tenía la voz de Silene dentro de ella, lanzando espinas que ella ya no podía aguantar.
Comenzó a llorar, a sacudirse en espasmos del dolor que le provocaba sollozar. Su tía Cloe la rodeó de nuevo en sus brazos y la sostuvo mientras soltaba todo su dolor ¿Cómo parar algo que no controlaba? ¿Cómo librarse de si adicción por la perfección? Porque incluso postrada en esa camilla, quería más de eso en lo que se sumergió.
Y sabía que estaba mal pensar así, pero no podía parar.
—Ni siquiera sé porqué lo hago —sollozó ella, sintiéndose débil —. Yo...yo no noté cuando todo se puso tan serio. Hay algo en mi, algo que está muy mal.
—No, cariño. No digas eso —ella se separó un poco del abrazo y limpió sus lágrimas. Le sonrió un poco, sintiéndo simpatía por ella —. He atendido a cientos de pacientes, he vivido lo que tú estás viviendo y no, jamás hay algo malo dentro de quienes sufren esto. Solo hay confusión y mucho dolor.
—Yo solo quería sentirme segura, tener la garantía de que todo en mi vida saldría bien. Y Silene...a ella todo le sale bien, ¿no? Ella es bonita, inteligente y confiada. Quería ser así...
—Cris, a veces nos hacemos una idea de las personas que es completamente diferente a quienes son en verdad. Silene es un ser humano comun y corriente, no una diosa o una princesa de cuento sin errores. Ella no es perfecta.
—Era mi perfección y no la conseguí.
Continuó llorando, sintiéndose mal por sus propias palabras. En realidad, lo único que había conseguido era incrustar la voz de Silene en su subconsciente ¡Y lo estaba odiando! Quería de vuelta su paz, su felicidad, pero ahora solo pensaba en ser delgada y perfecta.
¿Eso era estar enferma? Porque jamás se había sentido tan mal hasta el momento.
Por otro lado, Cloe la observaba y analizaba sus palabras con detenimiento. Comenzaba a entender las raíces del trastorno de Cris y, de hecho, estas estaban mucho más enterradas en la tierra de lo que creyó. No sería fácil quitarle todas esas ideas de perfección de la mente, no cuando tenía una imagen tan distorsionada de una persona. Cristal había colocado a una Silene inexistente en un trono dentro de su cabeza, ahora costaría quitarle la corona a esa princesa falsa.
Pero si algo le había enseñado la vida a esa doctora es que se debe ir un paso a la vez. No podía curar a Cristal, no en tan poco tiempo. Primero, debía estabilizar su peso para darla de alta, pero eso no sería fácil si ella seguía enloqueciendo cada vez que intentaban alimentarla. Cuando finalmente lograra sacarla del hospital, tendría que recomendarle psicólogos, terapia, todo eso que ayuda a tratar casos como el de ella.
Le gustaría que fuera más fácil, pero no existía pastilla o inyección para curar la anorexia. Era un proceso duro, uno que dependía de la voluntad del paciente ¿Qué le preocupaba? Que Cris no tenía voluntad en ese momento.
Lo que tenía era miedo...miedo a sí misma.
—Vamos a solucionar esto —le aseguró Cloe —. Cris, si yo me pude curar hace años, tú también puedes. Confío en ti, ahora tú confía en ti.
—No me siento segura —lloró ella —. No se sí pueda, titi.
—Lo entiendo, cariño. Poco a poco irás buscando esa confianza. Lo que te toca no es fácil, pero sé que lo superarás.
Pero la voz dentro de ella era muy fuerte, no sabía si lograría callarla.
—Oye, tus padres llevan afuera todo este tiempo y están ansiosos por verte —le habló, aún con mucha delicadeza —. Están muy preocupados y creo que...
—No —sentenció ella, negando con la cabeza —. No quiero que me vean así.
—Lo entiendo, pero creo que ellos lo necesitan. No eres la única que está sufriendo, Cris. Ellos dos están mal, sé que el solo verte los tranquilizará un poco ¿Puedes intentar?
Pensar en ver decepción en los rostros de sus padres la destrozó, pero escuchar lo mal que estaban tampoco la dejó muy bien que se diga. A pesar de los secretos que le guardaron, de los gritos que los separaron por mucho tiempo, sabía que ellos no se merecían todo lo que ella estaba viviendo. Fue egoísta, pensó en lastimar para ser perfecta y obtuvo un terrible resultado.
Ahora, la más lastimada era ella. El resto portaba cicatrices que no les pertenecían.
—Fingiré estar dormida y tú pídeles que pasen —le dijo a su tía, limpiando bien sus propias lágrimas —. No puedo hablarles, no puedo verlos, no así. Pero si ellos necesitan verme a mi, entonces que lo hagan.
—Supongo que es un inicio —suspiró Cloe, poniéndose de pie —. Esta bien, Cris. Iré por ellos y los traeré.
Cris asintió con la cabeza y la vio salir de la habitación. Notó entonces que estaba en una bata fina, no había notado lo mucho que había bajado de peso hasta ese momento. Levantó un poco la sábana, sus piernas jamás habían estado tan delgadas. Pero eso fue lo que tanto buscó, ¿no?
Intentaba verle el lado malo a todo eso, pero el no encontrarlo era lo que la desesperaba y entristecía.
Escuchó la puerta una vez más, así que cerró sus ojos con rapidez y fingió estar dormida. Pudo escuchar pasos y oler el perfume masculino de su papá innundar la habitación. Sintió un nudo en la garganta al instante, ¿qué tanto habrían llorado ellos por su culpa?
—Sigue sedada —Cloe fue la primera en hablar, ayudando a Cris con su mentira —. No quiero darle más calmantes, pero no me da muchas opciones cuando despierta tan alterada.
—Se ve tan...—escuchó la voz entrecortada de su mamá, eso le estrujó el corazón —. Se ve tan débil y frágil. Mi pobre bebé...
Sintió una mano suave pasar por su mejilla y tuvo que hacer lo posible por no estremecerse ante el toque de su mamá. Quería llorar, pero debí contenerse. Se le estaba estrujando el corazón al escucharla llorar, pero no quería levantarse y verla decepcionada.
Ante el desastre que había causado, Cristal decidió cerrar los ojos.
—Todavía no puedo creerlo —ahora escuchaba a su papá y eso era aún más desgarrador. Jamás lo había escuchado con la voz tan ronca y quebrada, como si estuviera intentando dejar de llorar —. Esta es la niña que nos decía a Eve y a mi que nos amaba con chispitas de colores y crema batida. Es mi hija y no lo vi.
—Ya les dije, no lo habrían visto —suspiró su tía Cloe —. Jamás subestimen la voluntad de alguien que quiere esconderse.
—Pero ella no tenía que esconderse, no con nosotros a su lado. Si no hubiese gastado todo ese tiempo gritándole...Oh, Cloe, siento que le fallé a la persona que más amo.
Y Cristal no lo vio, pero su mamá casi corrió a abrazar a su papá tan pronto sus ojos esmeralda se llenaron de lágrimas. Calvin lloró, Eve también y escucharlos estaba hablandando todas las defensas que había puesto Cris. No tenía los ojos abiertos, pero finalmente veía lo mal que estaban todos sus pensamientos.
Esa voz en su cabeza, por más que sonaba tentadora, era dañina y horrible. Estaba dañando a sus padres, lastimándola a ella a un punto sin retorno ¿Pero cómo la callaba? Pasó tanto tiempo escuchando a Silene que se había vuelto parte de ella.
Era como un parásito habitando en su interior, apoderándose poco a poco de ella.
Pasó un tiempo en el que solo los escuchó llorar. Llegó un punto en el que Cloe les pidió salir y calmarse, puesto que comenzaba a preocuparle como reaccionaría Cristal ante una escena tan emotiva. Cris escuchó a sus padres irse, aún entre hipidos y lágrimas. Solo cuando oyó la puerta cerrarse, abrió los ojos.
Como el desastre que había ocasionado se había ido, ahora si se atrevía a ver.
Su tía Cloe seguía ahí y le dedicó una leve sonrisa aunque sus ojos estaban hinchados ¿A cuántas personas más haría llorar? Tenía que deshacerse de todas las espinas que se había clavado, arreglarse a sí misma. Así que respiró hondo y con todo el miedo del mundo, decidió hablar.
—Titi Cloe —dijo en voz baja —. ¿Tú me puedes curar?
Cloe suspiró y se acercó hasta ella. Tomó su mano y le dio un leve apretón.
—No, cariño. Esto no se cura así de fácil —le dijo, ladeando su sonrisa —. No puedo darte una aspirina y, ¡bam!, curada. Aquí la única que puede sanarte eres tú, pero me tendrás a tu lado para guiarte.
》Lo que si puedo hacer es estabilizar tu peso para que salgas de este hospital, pero para eso necesito que me ayudes. Los últimos días te has rehusado a comer y escupiste todo lo que te dimos. No puede seguir así, Cris. Quiero sacarte de aquí y luego darte la ayuda necesaria para que sanes tus heridas más profundas, pero necesito que colabores.
—No te puedo explicar lo nerviosa que me pone la comida...
—Y no necesito que me lo expliques, yo ya lo viví. Estás concentrando todos tus miedos en eso, en alimentos. No quieres ingerirlos porque crees que son la fuente del problema, ¿no es así?
Ella asintió con la cabeza. Era un pensamiento absurdo, lo sabía, pero no podía dejar de pensarlo. La comida se había transformado en un enemigo, ¿cómo hacía para aceptarla de nuevo?
—Solo quiero que mamá y papá dejen de sufrir por mi —confesó, llorando un poco.
—Entonces, hagamos esto juntas. Te voy a ayudar a superar esto, Cris.
Y le creyó, de verdad lo hizo. Sin embargo, sabía que la persona que más necesitaba actuar en ese momento era ella misma. Debía enfrentar sus problemas, no cerrar los ojos ante ellos. Tenía tanto miedo...
Pero si no aprendía a superarlo, caería en un abismo sin salida.
No saben lo emocionalmente difícil que se me está haciendo escribir estos capítulos de la historia. Son demasiado intensos y me dejan agotada, así que me disculpo si llegan a ser muy largos o si tardo en actualizar.
Siento que estamos llegando al final, pero al mismo tiempo no lo sé porque están pasando tantas cosas que no sé en cuantos capítulos debo distribuir lo que sigue. Claramente editaré la historia cuando la termine y la resumiré, estoy incluyendo muchas cosas (como esas escenas cursis y rosas entre Avi y Sanne) que quizá la trama no necesita pero me encanta escribirlas JAJAJA
Ya veremos que surge de todo esto.
En otras noticias, no me había dado cuenta que Rosas ya tiene 30K de lecturas. Les estoy infinitamente agradecida por eso, de verdad todavía no entiendo como es que hay gente tan increíble leyendo mis historias. Mil gracias <3
Y sé que quieren adelantos, se los daré para que vean que después de todo soy buena:
—Solo...solo quiero comprobar que este bien.
...
—Comienzo a odiarte a ti y a tu sinceridad.
...
—Este es el caso más complicado que he tenido en toda mi carrera.
...
—¿Alguno ha hablado con Silene últimamente?
...
—Jamás podré competir con lo que sientes por ella y no pretendo hacerlo.
...
Y eso es todo. Nos leemos pronto <3
Pd: Por curiosidad, ¿ustedes les han puesto nombres a las parejas en estas historias? No sé porqué me empecé a preguntar eso el otro día y ahora no paro de pensar en lo mala que soy para eso JAJAJA. Disculpen, ya me callo. Vayan a procesar este capítulo en paz ♥️
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