Capítulo 50 (Parte 1)
Capítulo 50 (Parte 1):
Desastres que se cruzan
1 de agosto
9:40 am
Las vidas de estas personas estaban demasiado conectadas como para entenderlas por sí solas. Si jamás te hubiese presentado a Caleb, entonces jamás sabrías sobre Silene y su empeño por tener una relación perfecta, o sobre Elise y su amor por la música, o sobre el pasado de Rubí. Si no te hubiese presentado a alguna de ellas, entonces no sabrías quien es Adam, ni Cristal, ni Malory, ni Brandon.
Y si no te hubiese presentado a alguno de ellos, no conocerías esta historia.
Las vidas se entrelazan, lo que significa que los desastres también. Cuando una pieza de dominó se cae, el resto la sigue. Es un efecto cadena, uno del que nadie puede escapar. Todo se conecta, incluso tu historia con la mía.
Y nuestras historias con muchas más.
Silene tuvo que sentarse para evitar marearse una vez más. Su vista permanecía borrosa, estaba cansada incluso cuando no había hecho algo relevante. Sin embargo, le dolía más el pecho que todo lo que mencioné antes. Tenía el corazón roto, nada podía dolerle más que eso.
—Deberías irte a casa —le aconsejó Caroline, dándole un vaso de agua que ella aceptó. La bebió con rapidez, tenia muchísima sed —. No te ves muy bien, Silene.
—No, no —negó ella —. Yo siempre las ayudo con las practicas para el desfile final. Solo denme unos minutos.
—En unos minutos te vas a desmayar —señaló Samara, mirándola con seriedad —. Siempre apreciamos tu ayuda, pero ahora creo que deberías ir al doctor.
Silene negó con la cabeza, no quería ir con algún doctor. Estaban las cuatro en los camerinos del departamento de modelaje y diseño. El C.A comenzaba a prepararse para la gran presentación y ella siempre había colaborado. Quería hacerlo de nuevo, fingir que todo estaba bien y que no le dolía el cuerpo.
Quería ignorar el hecho de que, al llegar a casa, ya no encontraría a la persona más importante en su vida.
Adam llevaba poco más de una semana viviendo con Elise, lo que significaba que Silene no lo había visto todo ese tiempo. Lo extrañaba y dolía saber que ella misma lo había alejado. Pensó más de una vez en ir a buscarlo al gimnasio, pero siempre se detenía ¿Qué iba a decirle? Le había roto el corazón y, con eso, rompió el suyo propio. La mujer que tanto miedo le tenía a caer, había caído en un abismo que ya no entendía.
Y es entonces cuando me pregunto: ¿acaso las rosas entienden la perfección, o solo fingen hacerlo?
—¿Quieres que llame a Derek? —le preguntó Silvana. Silene negó con la cabeza, comenzando a sentir náuseas —. Me estas asustando, princesa. Jamás te había visto tan pálida...
—Estoy bien, es solo malestar —aseguró ella, restándole importancia —. Sil, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro.
A ese punto, ya había olvidado porqué odió a las gemelas Stewart o a Caroline a principios de verano. No veía la perfección o la imperfección, no podía hacerlo. Todo estaba borroso, todo se sentía menos importante de lo que en verdad era. Lo único de lo que aún estaba consciente era del dolor que había causado.
Lo que ella había hecho.
—¿Cómo está Adam?
Al escuchar la pregunta, Silvana suspiró ¿Qué cómo estaba Adam? Pues, despechado, adolorido, triste...Pero no tiene caso que yo te cuente eso, mejor solo te lo muestro.
Porque el desastre de Silene Osbone estaba cruzado con el de Adam Blake...
...
10:15 am
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Sanne, arreglándo el vendaje en sus nudillos.
—Mejor. Ya puedo mover más los dedos —respondió él. Ella soltó una pequeña sonrisa.
—No era a lo que me refería —dijo la chica, terminando de curar sus heridas —. Pero supongo que esa es la única respuesta que me darás.
—Supones bien, Sanne.
Adam había seguido con su vida, fingiendo cada vez mejor que no sentía que algo le faltaba. Bueno, o eso era lo que creía él. La verdad, cada vez fingía peor, pero nadie se lo decía por temor a desanimarlo aún más. No había visto a Silene en varios días y comenzaba a sentirla más lejana, pero aún la amaba. Eso lo hacía todavía más doloroso.
Seguir amando algo que se aleja es una tortura, pues quieres acercarte aún cuando sabes que no puedes.
Sanne culminó su tarea al tiempo en el que Gabe y Donovan volvían al escritorio. La animada conversación que ambos mantuvieron hasta el momento se detuvo en el instante en el que los alcanzaron. Adam hizo su mayor esfuerzo por no suspirar, sabía que eso lo hacían por él. Cada silencio, cada mirada de lástima, cada sonrisa comprensiva, ahora le sabía agridulce, pues todas llevaban su nombre.
El gimnasio siempre había sido el lugar en el que podía olvidarse de sus problemas, pero ni siquiera entonces pudo sentirse libre de los recuerdos de Silene. Era como vivir atrapado y solo podía desear que el tiempo curara rápido a su corazón. Necesitaba volver a ser el mismo de siempre y, por más que doliera, la única forma de hacer eso era olvidando a Silene.
—Mejor cuéntanos como estás tú —le dijo a Sanne, desviando la atención hacia ella —. A tu galán ciego lo operan en dos días.
—Cierto —señaló Gabe, viendo a la morena —. Y tú tienes tu traje de baño puesto aún cuando te faltan dos horas para empezar las clases, lo que significa que nadarás antes.
—Y eso solo significa que estás nerviosa —soltó Donovan.
Sanne soltó una carcajada nerviosa y desvió su mirada hasta uno de los papeles en el escritorio. Tal y como había dicho Gabe, tenía su traje de baño y un short puestos. Lo más probable era que nadaría hasta tranquilizarse, como siempre lo había hecho. Duró unos segundos en silencio, luego fijó sus ojos grises en esos tres chicos. De inmediato, notaron preocupación nadando en el interior de Sanne.
—La operación tiene sus riesgos —les confesó ella, tras suspirar —. Sé que el doctor que lo operará es bueno, pero no es seguro que todo salga bien. Estoy muy nerviosa y ya descubrí que no lo puedo ocultar.
—Y no tienes porqué hacerlo —habló Don —. Tu quieres a Aviv y esperas que esté bien, por supuesto que es lógico que te preocupe que algo salga mal ¿Has hablado de esto con él?
—Sí. Escuchar lo confiado que está siempre me tranquiliza, pero luego se va y empiezo a preocuparme de nuevo. Supongo que no estaré tranquila hasta que todo esté bien. Reconozco que este no es un proceso fácil, solo debemos sobrevivir a él.
—Exacto, y sé que ustedes dos lo harán —aseguró Gabe —. Solo recuerda que tienes personas aquí que te quieren y te escucharán. Ya sabes, no seas como cierta bestia que parece olvidar ese detalle siempre.
—¿Me vas a regañar? —suspiró Adam.
—Nah. Sé como eres cuando estás despechado, no tiene caso intentar que hables cuando al final fingirás que estás bien. Solo es mi deber decirte que tu actuación es una mierda y te ves terrible. Si quieres fingir, al menos hazlo bien.
A diferencia del resto, a Gabe no le molestaba decirle sus verdades a Adam a la cara. Hizo suspirar al chico, pero él no desmintió nada de lo que dijo Gabe. Fijó sus ojos en los de él, verdes y comprensivos. Sabía porqué le decía eso, pero no tenía idea de cómo afrontar su dolor de otra manera.
Perder a la chica que amaba significaba perder a su mejor amiga, la que lloró junto a él y la que lo apoyó durante años. Estaba desprendiéndose de una parte importante de su vida y dolía, pero no podía quedarse con Silene si ella no lo quería. No era masoquista, no se clavaría espinas si nadie lo ayudaba a curar las heridas. Amar a una rosa es complicado.
Siempre supo que no sería fácil, pero jamás creyó que dolería tanto.
Gabe palmeó su hombro y le dio una pequeña sonrisa, de esas que rara vez se dedicaban entre ellos. Ninguno esperó el rechazo de Silene, pero cada quien interpreta el amor a su gusto. Ellos lo interpretaron distinto a la princesa Osbone, ahí fue donde se equivocaron todos.
—Sabes que te digo esas cosas para que te des cuenta de lo que sueles ignorar, ¿no? —le preguntó Gabe —. Lamento ser directo, pero necesitas ver que fingir no te llevará a ningún lado ¿Lo entiendes?
—Si —suspiró Adam. Luego, sonrió de lado —. Tus hijos van a tener que aprender a afrontar las verdades que les lances a la cara. Los compadezco.
—Mi sinceridad nunca es solicitada, pero siempre es necesaria. Aprenderán a apreciarla —Gabe se encogió de hombros y apoyó sus codos en el escritorio, recargando su peso en él —. Ahora, tengo algo que podría animarte.
—¿Un corazón nuevo?
—Pobre, tus lamentos son cada vez más patéticos.
—Solo intenta animarme, aunque dudo que lo logres.
Gabe extendió su sonrisa e intercambió una breve mirada con Donovan. Adam notó como ambos ahora esbozaban la misma curvatura en sus labios y que, tras mirar a Sanne, a ella también se le contagió. Tal parecía que los tres entrenadores guardaban un secreto, algo que lo incluía.
Eso no lo animó, pero sin duda despertó su curiosidad.
—¿Querías un aumento, cierto? —le preguntó Gabe, cruzándose de brazos.
—Gabe, eso lo decía por fastidiar —soltó Adam —. Mi paga está bien, quizá hasta demasiado bien para ser entrenador. No me quejo.
—Pero te daré el aumento. Es más, te doy mi puesto. Ahora dirijes el gimnasio, felicidades.
Adam parpadeó un par de veces, sorprendido. Buscó rastros de broma en el rostro de Gabe, pero se veía serio sobre el asunto aún cuando tenía una sonrisa en su rostro.
—¿Y tú qué? ¿Ahora serás el instructor de yoga? —cuestionó él —. No jodas, Gabe. Sabes que eso también era una broma.
—Pero esto no lo es —aseguró Donovan —. Digo, Gabe no será instructor de yoga...
—¡Gracias al cielo! —exclamó Gabe.
—¿Y entonces? —preguntó Adam viendo a Gabe —. No estoy entendiendo nada. Si me estás dando tu puesto, ¿qué harás tú?
La sonrisa de Gabe se ladeó un poco y observó a Don al instante. Su mejor amigo asintió con la cabeza, como diciéndole que estaba haciendo lo correcto. Entonces, devolvió sus ojos a los de Adam y se convenció de que eso era lo mejor que podía hacer.
—No es secreto para nadie que Cloe está odiando trabajar en un consultorio —señaló Gabe —. Lo ha hecho por años, pero ahora más que nunca extraña trabajar sin parámetros, ni límites. Le gusta ayudar a su forma peculiar, no dando récipes y diagnósticos. Me di cuenta de que mi esposa sería más feliz trabajando junto a Margaret en el programa M E.R y, como mi único propósito es hacerla a ella y a mis hijos felices, le concederé lo que tanto desea.
—Aw, que dulce —soltó Adam, en broma. Luego, notó algo importante —. Pero ese programa se desarrolla en Detroit.
Gabe asintió con la cabeza, a Adam le costó poco menos de tres minutos analizar lo que él intentaba decirle.
—¿Te mudarás? —preguntó. Gabe volvió a asentir, confirmando sus sospechas.
—Cuando Margaret vino al C.A hace unos meses, le hablé sobre incluir a Cloe en el programa una vez más, pero ahora como doctora. Margaret estaba encantada con la idea y me ayudó a buscar casas en buenos distritos escolares sin que Clo lo supiera. Jacob consiguió un buen lugar en el que podría abrir un gimnasio, expandir lo que ya empecé con Don aquí. Todo está listo, es lo que llevo haciendo todo este tiempo.
》Se lo dije a Cloe hace una semana y, aunque al principio se resistió, ahora está demasiado feliz con todo esto. La casa es grande, con patio para los niños; mucho mejor que el apartamento en el que vivimos ahora. Su trabajo es mejor y yo tengo una nueva oportunidad laboral. No es que mi familia no sea feliz aquí, pero sé que allá estarémos muchísimo mejor.
—¿Cuándo se irán?
—En dos semanas. Necesito terminar de firmar los papeles del nuevo gimnasio y Cloe debe reunirse con Margaret para seleccionar a la siguiente generación de margaritas. Por eso quiero que te quedes a cargo aquí, junto a Donovan y Sanne, a quien también ascendí. Confío en ustedes para seguir con esto.
—De hecho, Donovan y yo hemos hablado y hemos pensado en darle un giro al gimnasio —habló Sanne —. Que sea más que eso, podríamos hacer un centro deportivo y entrenar a equipos que vayan a competencias nacionales. Eso hacia con Dann en Londres, así que contarán con mi asesoría.
—Y podemos hacerlo porque los ingresos del gimnasio subieron muchísimo este año —señaló Don —. Me trago mis palabras sobre las clases de yoga, al parecer no eran tan necesarias para aumentar el número de clientes.
—¿Qué dices, bestia? —preguntó Gabe, observándolo —. ¿Quieres este aumento?
—Ya va, sigo procesando el hecho de que te vas.
Adam sacudió su cabeza y llevó sus manos hasta su cabello, realmente sorprendido ante esa noticia. Conoció a Gabe cuando este estaba en su peor momento. En aquel entonces, no era más que el egoísta mejor amigo de Don que solo sabía verse al espejo. Empezó a molestarlo porque sus peleas eran divertidas, exasperarlo se volvió común.
Y es que, incluso cuando estuvo débil y calvo, Gabe jamás lo trató con lástima.
Luego, lo vio mejorar, convertirse en un hombre empático y luego en uno de familia. Siguió molestándolo, pero en el fondo sabía que él era más que el imbécil que siempre le decía que era. Gabe estuvo ahí para él, lo vio crecer y le ofreció su sinceridad siempre que lo necesitó. Se convirtió en parte importante de su vida.
Ahora, esa parte de su vida se iría lejos.
Lo observó con detenimiento, notando lo diferente que estaba del Gabe que había conocido años atrás. Su cabello rubio estaba un poco más largo que entonces y ahora tenía una barba cubriendo buena parte de su rostro. No había músculos amorfos, había una sonrisa sincera que mostraba mucha más fuerza que sus bíceps. Gabe estaba feliz con ese cambio, por lo que Adam se sintió feliz también.
—Escúchame bien porque solo diré esto una vez, imbécil —soltó Adam, para luego esbozar una sonrisa —: te voy a extrañar.
—Y escúchame tú porque lo que diré no lo repetiré —señaló Gabe, de igual forma —: estoy orgulloso del hombre en el que te convertiste.
Adam lo miró, impresionado. No estaba bromeando, hablaba muy en serio.
—Entraste aquí siendo un niño que no sabía si tenía un futuro, a duras penas tenías un presente. Eras insoportable, pero jamás pude negar que también eras jodidamente fuerte. Creciste, conseguiste un futuro, y no podría estar más orgulloso de ver que jamás dejaste de lado lo que te hizo fuerte desde un inicio. Eres perseverante, buena persona y tienes mucha más valentía de lo que gente incluso mayor que tú suele tener.
》Así que no importa cuantas chicas te rechacen, jamás cambies. Eres valioso, ¿qué más da si ellas no se dan cuenta? Lo importante es que tú jamás lo olvides, bestia. Me enorgulleces y deberías enorgullecerte de ti mismo, recuerda eso.
La sinceridad de Gabe podía ser increíblemente directa, a veces osada, por eso jamás alguien la pedía, pero al final del día siempre era necesitada. En ese momento, dijo una verdad que a veces Adam olvidaba. Él era valioso, si otras personas no lo veían era porque no sabían reconocer lo que él ofrecía. Gabe le recordó que estaba orgulloso de sí mismo, en serio lo estaba.
Pero escuchar que Gabe también estaba orgulloso...bueno, no lo diría en voz alta, pero eso le causó un nudo en la garganta y una extraña sensación en el pecho. Observó a Don, quien le sonrió de la misma forma en que Gabe lo hacía. Ellos dos lo vieron convertirse en quien era, que ambos estuvieran satisfechos con la persona que surgió después de tantos traumas era...
Era conmovedor.
—No te lo esperabas, ¿verdad? —soltó Gabe, con diversión. Adam dejó escapar una carcajada y negó con la cabeza.
—No, para nada —admitió —. Gracias, Gabe. Sé que te irá increíble con tu familia allá en Detroit.
—Y yo sé que manejarás el gimnasio de la mejor manera...Oh, por cierto, también debes cuidar a Don y a Dalia por mi.
Donovan soltó un resoplido antes de rodar los ojos y observar a su mejor amigo. Gabe sonrió, entre divertido y nostálgico. Para ser honesto, una de las cosas que más le dolía de mudarse era alejarse de los Cooper. Sin embargo, comprendía que Don había hecho su propia familia y que no siempre podía estar cuidándolo.
Seguiría siendo su hermano aún estando de lejos y seguiría preocupándose con cada recaída, pero debía avanzar porque eso era justo lo que Don quería. Él estaba avanzando a su manera, Donovan también lo haría.
—Mi novia y yo tenemos más de treinta años —bufó Donovan —. No necesitamos un niñero.
—Extrañarás que sea un fastidioso cuando me vaya, así que dejo a la bestia a cargo. Ya sabes, Adam, sé un dolor de culo la mitad de bueno de lo que soy yo. Sanne, tú también puedes colaborar en la causa.
—Yupi —soltó la morena, divertida —. Cuidemos a los tórtolos juntos, casanova.
—¿Junto a ti? Joder, esa es mi fantasía prohibida hecha realidad.
Sanne soltó una carcajada y abrazó a Adam de costado. Él le devolvió el gesto, pensando que tenia suerte de que esas tres personas fueran sus colegas de trabajo. Escuchó a Gabe bromear con Donovan, no tardó en fastidiarlo de vuelta. Fue así como hablaron toda la mañana, como él no pensó en Silene por unos buenos minutos y como Sanne no fue a nadar.
A veces, los desastres se calman por ciertas personas.
—Un momento —los detuvo Adam —. Si te vas a mudar en dos semanas, significa que no verás la presentación de los Carlton.
—No —respondió Gabe —, y eso es algo que en serio lamento.
—¿Cómo está Caleb con respecto a la presentación? —le preguntó Don a Sanne.
—Pues, él está bien. Nervioso, pero es normal cuando está cerca de una presentación —explicó —. Pero Rubí...
—¿Cómo está ella? —preguntó Adam.
De inmediato, Sanne suspiró. Es así como los desastres se cruzan una vez más y como las tormentas personales se desatan por separado, preparándose para una incluso más grande...
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