Capítulo 42
Capítulo 42:
Sorpresas:
19 de Julio
11:40 pm
Un nuevo nombre se sumaba a las muchas sorpresas que guardaba Elise: Michelle.
Caleb lo había escuchado en la voz de la princesa Osbone y ahora no podía dejar de pensar en ello. Se sentía un poco culpable, la verdad, porque en medio de tantas situaciones trágicas él solo se concentraba en Eli. Sin embargo, ya era costumbre para él quedar hipnotizado ante las sorpresas de su musa. Era algo que no podía evitar.
Así que se preguntó una vez más: ¿quién era Michelle?
—Ni lo pienses, Elise —le dijo Adam a su prima —. Es diecinueve, yo me quedo contigo. Siempre ha sido así, hoy no va a cambiar.
—Adam, te ves como la mierda —le dijo, en lenguaje de señas —. Necesitas dormir en una cama y no en una incómoda silla de hospital. No estás en condiciones para quedarte y no te obligaré hacerlo.
—Pero no me obligas, ¡yo quiero hacerlo! Somos un equipo en esto, Eli. No te dejaré sola esta noche.
—Justo porque somos un equipo, no puedo dejar que te quedes estando así. Ve a casa, Adam. Yo estaré bien.
Pero él no quería dejar a Elise sola, no esa noche y Caleb no tenía idea de porqué. Miró a Silene, esperando que ella supiera algo. Era obvio que sabía, pero parecía que no se lo diría. La rubia estaba más concentrada en Adam que en cualquier otra cosa.
—La verdad, Blake, creo que Elise tiene razón —soltó Silene, atrayendo la atención de su mejor amigo —. Digo, entiendo poco de lo que ha dicho, pero si dice que debes ir a casa, entonces escúchala. Me preocupa lo débil y triste que te ves.
—Siempre me he quedado por ti y por Michelle —dijo Adam, mirando a Elise —. ¿Segura que quieres que no este a tu lado?
Elise tomó sus manos sin soltar el ramo que le había dado Silene. La verdad, si le daba temor quedarse sola con sus recuerdos ese día, pero ver a Adam con sus ojos tan hinchados y tan desanimado era realmente horrible para ella. Se sentiría culpable si él pasaba una mala noche solo por acompañarla. Después de todo, Eli jamás creyó merecer la compañía y el apoyo de su primo. Es más, si te soy honesto, esta mujer que resultaba ser musa e inspiración, no creía merecer muchas cosas. Su corazón quedó marcado por un accidente, y un corazón lastimado no suele creer que merece el amor que recibe.
Elise no creía ser digna de todas las cosas buenas que le habían ocurrido desde aquel diecinueve de julio años atrás. A su vida le faltaban ciertas notas musicales para ser música como tal.
Suspiró y observó el ramo de lirios, esas flores en particular le recordaban todo lo que había perdido...y era demasiado. Sin embargo, hay algo en un ramo de flores que tiene cierta magia, algo que nos hace sonreír sin importar lo que suceda. Elise sonrió, pensando que esos pétalos estaban despertando una parte bonita de la nostalgia que guardaba. Aprovechó ese instante, en el que no se sentía tan rota, para mirar los ojos azulados de su primo y dejarlo ir.
Adam merecía más que secar sus lágrimas esa noche.
—Estoy segura, Adam —dijo ella, en la forma en la que solo ellos se entendían —. Han pasado tres años, ya es momento en que aprenda a lidiar con esto sola.
—Pero...—Adam iba a reclamar, pero Elise negó con la cabeza.
No había forma en la que cambiara la decisión de su prima. Elise quería que él se fuera con Silene, prefería dejarlo ir antes que usarlo como el apoyo que siempre había sido para ella.
—Yo tampoco me quiero ir —reclamó Easton, mirando a su madre con la esperanza de poder convencerla —. Por favor, mamá. Tyler y yo podemos dormir en las sillas de la sala de espera ¡No nos molesta!
—Easton, ya te dije que no —hablo Dalia, sonando dulce pero firme —. Ty y tú están cansados e irán con la tía Sanne para que puedan dormir.
—¡No estamos cansados! —aseguró él —. ¿Verdad que no, Ty?
—¿Eh? —cuestionó el pelirrojo, un tanto desubicado. Habia cerrado los ojos por tan solo un segundo cuando se apoyó de su tía Sanne, pero al escuchar su nombre despertó de golpe —. Si, si, estoy despierto y sin sueño. Listo para quedarme.
Intentó reprimir un bostezo, pero al final el cansancio le ganó y se delató con ese gesto. Dalia sonrió, consciente de lo que intentaban conseguir sus hijos. Se acercó hasta Easton, quien disimulaba mucho mejor el sueño, y acarició su mejilla con una mano. Él sonrió de vuelta ante ese dulce tacto, aunque en el fondo sabía que eso solo significaba que no podría quedarse.
—Entiendo que quieran estar aquí para su papá, pero ustedes ya hicieron todo lo que debían. Ahora, el tío Gabe y yo nos encargaremos —besó su frente con cariño y luego revolvió el cabello de Tyler. Vio a sus hijos con cierto orgullo y les dedicó una sonrisa con la esperanza de calmarnos —. Vayan con la tía Sanne y no discutan conmigo. Ninguno quiere verme molesta, ¿o sí?
—No, pero...
—East, hazle caso a tu madre. Nadie quiere ver a esta pelirroja enojada —le sugirió Sanne —. Tranquilos, yo los traeré a primera hora en la mañana.
—¿Promesa?
—Promesa.
Con esa declaración, Easton logró calmarse, al igual que su hermano. Sin embargo, Adam todavía se veía reacio a dejar a su prima esa noche. Silene, que era muy buena para captar toda la indecisión en los ojos de su mejor amigo, decidió acercarse a él y tomar su hombro. Miró a Elise, por instantes sus ojos de juntaron y no hubo odio, solo preocupación por la misma persona. Eli se angustiaba por Adam tanto como ella y fue entonces cuando Sile comenzó a considerar que ella quizá no era una bruja.
O quizá si lo era y en esta historia princesas y brujas hacen equipo para proteger a la misma persona.
—Adam, yo también puedo traerte mañana a primera hora —le dijo Silene, hablando con mucho tacto en su voz —. Mira, sé que siempre te has quedado aquí, pero quiero que pienses bien y no a base de impulsos ¿De qué podrías servirle a Elise estando así de cansado y triste?
—De compañía, apoyo —respondió él, mirando los ojos de su princesa. Ella sonrió con tristeza y negó con la cabeza.
—Hoy tu eres el que necesita compañía y apoyo, no ella —habló Silene, para luego señalar a Elise —. Mira a tu prima, ella es fuerte y muy capaz de lidiar sola con esto. Es una guerrera, déjala luchar hoy y mañana vendremos a celebrar que ganó su guerra.
—Ella tiene razón —le dijo Elise —. Y tú también eres fuerte, Adam. Pero tienes debilidades. Lidiemos con nuestras debilidades por separado y mañana contemos la historia de como sobrevivimos.
—Paren, las dos están cursis y dicen palabras muy profundas —soltó él, restregando sus ojos —. Es raro verlas estar de acuerdo en algo, siento que entré en un mundo paralelo.
—Yo también —habló Caleb, sorprendido —. Pero ignoraré lo extraño que es esto para decir que estoy de acuerdo con ellas. Tú te vas con Silene hoy y no es una sugerencia.
—¿Y qué es? ¿Una orden?
—Algo así. Como sea, tú no te quedas aquí hoy.
Adam pasó su mirada de Caleb a Elise, de Elise a Silene, y vio como ellos tres se volvieron firmes ante su decisión. No lo dejarían quedarse, básicamente lo estaban echando...pero con clase. Suspiró y terminó por asentir con la cabeza. Contra los tres juntos no podía luchar, así que se rindió porque es de sabios no pelear batallas que sabes que perderás.
—Bien —terminó por decir —. Solo iré a despedirme de Michi y a tomar mis cosas.
—Yo te espero aquí —alegó Silene, para luego dejar un beso en su mejilla —. Sé que te frustra, Blake, pero también tienes que pensar en ti de vez en cuando.
—Ya, ya, basta de lecciones emotivas —soltó él, bromeando. Luego, tomó la mano de su prima y le dio un leve apretón —. Vamos, grandísima terca. Espero que sepas que considero esta nueva alianza de tres como una especie de traición.
Elise le sacó la lengua, consiguiendo una pequeña sonrisa en los labios de su primo. Ambos dieron la vuelta y caminaron de regreso al elevador, justo por el camino en el que antes aparecieron. Caleb los siguió con la mirada. No se arrepentía de pedirle a Adam que se fuera, no cuando parecía enfermo de tristeza y cansancio. Sin embargo, ahora que los veía marcharse, su preocupación por Elise regresó.
¿Por qué no pasaba los diecinueve de julio sola? ¿Por qué estaba desde antes en ese hospital? ¿Quién era Michelle? ¿Qué otras cosas escondía su musa?
Escuchó que los Cooper se despedían de su madre al tiempo en el que Sanne llamaba a Aviv para avisar que regresaban. Mientras tanto, Silene se apoyó en una de las pálidas paredes del hospital para esperar ahí a su mejor amigo. Muy dentro de él agradecía que el hospital estuviera tan vacío, así nadie los reconocía. Sin embargo, ese tan solo era un pensamiento secundario. Su mente gritaba un nombre y hacía que el resto de sus ideas fueran inútiles.
Observó a Silene por unos buenos segundos, dándose cuenta de que jamás la había visto tan desarreglada. Años de relación y aún así nunca la vio en pantalones de algodón, pantuflas, un abrigo extra grande y despeinada. No se veia fea, se veía real y eso era algo nuevo en ella...o al menos en lo que él percibia de ella. Frente a él, habia una Sile distinta a la que no podía ver como la mujer que lo mantuvo cautivado durante mucho tiempo. Era alguien normal, alguien a la que podía preguntarle algo sin temer a escoger las palabras equivocadas.
—¿Todo bien, Carlton? —le preguntó ella, alzando ambas cejas hacia él —. No me mires como basura andante. Las mujeres no siempre usamos maquillaje, súperalo.
—No te ves mal, Silene —soltó él, colocándose a su lado. Le sonrió con amabilidad —. Te ves mucho más real de lo que acostumbras.
—Real...—ella saboreó esa palabra y entrecerró sus ojos al decirla —. Esa palabra siempre me ha confundido ¿Es, o no es un cumplido?
—Para mi lo es —aseguró él, para luego mirar hacia en frente —. "Tanto materialismo, tantos juegos sin sentido. Tanto buscar sin saber que encontrar, para al final descubrir que siempre quise realidad."
—Que...poético.
—Es el estribillo de una de mis canciones —sonrió Caleb, para luego mirarla —. Nunca fuiste muy fan de mi música.
—Eres un cantante estupendo, Caleb. Solo que...
—¿Te gustaban más las canciones cuando pensabas que eran para ti?
—No. Solo descubrí que soy más de escuchar rock viejo —soltó ella, logrando que él la observara con sorpresa. Eso la hizo sonreír —. ¿Qué? ¿Creíste que era más de pop rosa?
—Silene, ni siquiera me detuve alguna vez a pensar en qué podría gustarte. He conocido más de ti en siete minutos que en siete años ¿Y te digo algo?
—¿Qué?
—La realidad te queda absurdamente bien.
Sin saber realmente porqué, Silene sonrió. Seguía sin saber si eso era un cumplido, pero decidió aceptarlo porque jamás había escuchado tanta amabilidad dirigida hacia ella, no por parte de Caleb. Se dio cuenta de que pasó años preocupándose por moldear a un cantante, procurando quitarle errores. Sin embargo, esa vez, con su heterocromía a la vista y ella mostrándose tan real, fue la primera vez que se sintió increíblemente cómoda con él.
No sentía la presión de mantenerlo bajo sus encantos, o de hacer latir su corazón. Solo eran ellos dos, apoyados en una pared sin estar haciendo algo realmente ¿Por qué jamás estuvieron así?
—Silene —la llamó él.
—¿Sí, Caleb? —preguntó de regreso.
—Necesito saber algo —alegó él, con la esperanza de que ella le respondiera.
—¿Qué necesitas saber?
—¿Quién es Michelle y por qué Elise pasa los diecinueve de julio aquí?
Silene parpadeó un par de veces, sorprendida ante esa pregunta. Bien, quizá no le sorprendía escucharla, pero le sorprendía el hecho de ver tanta preocupación en Leb. No lo había visto de esa forma desde que...desde que encontró a Rubí en las calles de Londres, moribunda y drogada. Ver de nuevo ese tono de angustia en su mirada solo podía significar una cosa:
Leb estaba preocupado por alguien a quien amaba.
Recordó sentir celos hacia Elise, pero ni siquiera en ese momento creyó que dicha muda la superaría. En ese momento, descubrió que ella la sobrepasó y despertó en Caleb algo mucho más fuerte que solo atracción. Ahí estaba un Caleb Carlton auténtico, mostrándose débil ante alguien que logró atraparlo con sorpresas, gestos y música. La princesa esperó sentir celos, esperó enojarse y maldecir a la prima de su mejor amigo...pero nada de eso ocurrió.
La verdad, justo esa noche, era ideal descubrir que cierto príncipe tenía tanto interés en esa chica sin voz.
—Por favor, Silene —le rogó él —. Necesito saber qué la tiene tan apagada, tan poco como ella ¿Es acaso esa tal Michelle? Quiero saber porqué no ha sonreído tanto, porqué a veces parece que se va a quebrar en llanto. Necesito entender que le ocurre a Elise.
—¿Por qué? —preguntó ella —. ¿Por qué necesitas saberlo?
—Porque...
Responder le daba miedo, más si se trataba de darle esa respuesta a Silene. No sabia como reaccionaría ella ante tal confesión, no sabia si se enojaría o si habrían problemas por lo que diría. Aún así, dejó escapar sus sentimientos tal cual eran.
No iba a esconderse por ella, ni por nadie. Ya no más.
—Necesito saberlo porque ella se convirtió en mi musa —confesó él —. Y si mi musa se apaga entonces...todas las canciones dejarán de tener sentido.
Él jamás dijo algo así por Silene, jamás sintió algo tan fuerte por una princesa. Ella sintió el pinchazo en su pecho, ese que le indicaba que dolía el hecho de que a ella jamás la querían, ni siquiera con sus esfuerzos por ser perfecta. A ella siempre la abandonaban.
No obstante, el pinchazo se quedó en eso: un pinchazo molesto y ya. Más allá de sentir celos, u odio, recordó lo que esa noche significaba para Elise y lo que esas palabras significaban para Caleb. Ya se había rendido en su historia de amor con el cantante, no tenia caso seguir intentándolo. Pero...
¿Y si se convertía en su hada madrina y lo ayudaba a ser feliz a pesar de todo?
—Pudiste haberme dicho que te gustaba y ahorrarte toda esa cursilería, Carlton —le dijo, ofreciéndole un sonrisa —. Eres bastante dulce cuando te enamoras de verdad, quizá me vuelva fan tuya cuando comiences a cantar canciones para ella. Este cantante me agrada más.
—¿No estás molesta?
—¿Me veo molesta? Caleb, si esto me enojara, tú tendrías un ojo morado y posiblemente una jeringa en el cuello ¿No aprendiste nada de la vez que peleamos?
—Cierto, cierto. Tienes razón.
—Escucha, te ayudaré —declaró ella, consiguiendo que él la observara con esperanza —. Pero debes entender que no te lo puedo contar todo, no cuando esto es algo demasiado privado para Elise. Lo sé por Adam, pero ni siquiera así se siente correcto traicionarla.
》Lo he dicho: no me llevo bien con "tu musa". Aún así, sé reconocer que Elise es una muy buena persona que ha vivido cosas increíblemente injustas. No lo merece, no merece nada de lo que ha vivido. Espero que entiendas que, si entras a su vida, debes intentar ser una suma, porque ella ya ha tenido demasiadas restas.
Para "no llevarse bien" Silene si que sabía reconocer el valor de Elise. De hecho, era sorprendente el esmero que estaba poniendo en defenderla a ella y a su secreto. Esa era una princesa nueva, una que a Caleb le agradaba.
—El accidente que le quitó la voz a Elise no solo le arrebató eso —comenzó Silene, tras soltar un suspiro —. Michelle es una de las pocas cosas que le quedan, pero ella no se quedó de la forma en la que a Eli le habría gustado. Digamos que ella es su ancla que la mantiene atada al pasado, esa ancla no puede salir del hospital.
—Ella me contó una vez que no merecía recuperar su voz, no cuando las personas que más amaba perdieron cosas peores por su culpa —recordó Caleb —. ¿Se refiere a Michelle? ¿Acaso Michelle perdió algo por Elise?
—No fue culpa de Elise, pero ella cree que es responsable. Es un defecto de los Blake creer que el error esta en ellos, cuando a veces ni siquiera hay un error. En el caso de Eli y su hermana, fue solo mala suerte.
—Así que es su hermana...
—Exacto, Leb.
¿Pero qué le había pasado? ¿Por qué Elise se culpaba de algo? Parecía que hasta ahí quedaría la información que le daría la princesa Osbone, sobre todo porque escucharon al elevador detenerse a lo lejos y luego a Adam llamándolos. Silene abrazó a Caleb, fingiendo que se despedía. La realidad fue que acercó sus labios hasta su oído y le susurró el favor más grande que alguien pudo haberle susurrado en la vida:
—Habitación siete, piso tres —fue lo que dijo —. Hoy no es una noche que tu musa debería pasar en soledad, pero tú decides, Carlton: irte, o quedarte.
Se soltó de él y comenzó a caminar hasta Adam. Por instantes, Caleb quedó anonado, casi incapaz de procesar la información. Habitación siete, piso tres...irse, o quedarse...
Irse o quedarse...
Irse nunca fue opción.
—¿Tía Sanne? —la llamó él, al tiempo en el que todos comenzaban a caminar hacia la salida. Ella se detuvo, consiguiendo que los niños Cooper, Adam y Silene se detuvieran también —. ¿Puedes conducir regreso a casa? Me quedaré un poco más.
Sanne lo observó con confusión, pero Silene no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa. Resultó ser que Caleb era un principe valiente por la persona correcta.
—Eh...supongo que sí —soltó Sanne, sin entenderlo muy bien —. Solo llámame cualquier cosa, precioso.
—Claro, lo haré —aseguró él, retrocediendo unos pasos sin dejar de mirarlos. Sabía que así se dirigiría a las escaleras de servicios —. Oh, y Silene...
—¿Sí?
—Fue un placer conocerte.
Ella soltó una carcajada, pero lo detuvo con un gesto antes de que llegara a la puerta de las dichosas escaleras.
—Tú y yo no nos dimos un tiempo, quiero aclararlo. Lo nuestro acabó —habló ella —. Fue un placer romper contigo, Caleb Carlton.
—¡Joder, si que lo fue! —exclamó él, para luego pasar una mano por su cabello con nerviosismo —. Déseame suerte.
—Los príncipes no necesitan suerte, solo necesitan llegar antes de media noche ¡Así que muévete!
Caleb tomó eso como una orden y desapareció por las escaleras de servicio, repitiendo una y otra vez al lugar al que debía ir. Ahora todo se sentía realmente correcto, cada pieza parecía caer en su lugar. Lo único que necesitaba era a su musa y, con cada peldaño, estaba más y más cerca de ella.
Silene sentía algo muy nuevo en su pecho, una clase de alegría dedicada a alguien más. Era extraño, quizá solo era otra sensación de su continuo malestar y la estaba confundiendo. No lo sabía, pero en la verdad es que no le molestaba tenerla ahí. Adam la observó con ojos entrecerrados, intentando descifrar a su princesa.
—Me da miedo preguntar —soltó él, confundido ante lo que acababa de pasar.
—Soy una buena persona.
—Eso ya lo sé, princesa.
—Ahora Caleb lo sabe también.
Y Elise también lo sabría, sabría que su corazón no estaba del todo...podrido. Le dolía saber que nadie la quería de la forma en la que un príncipe puede amar, pero aún así, su corazón tenía lugar para pequeñas pizcas de bondad.
Quizá Silene no era solo espinas, quizá había pétalos resurgiendo...
...
11:52 pm
Habitación siete, piso tres.
Era la habitación en la que Elise había pasado tres diecinueves de julio seguidos, tocando la guitarra para alguien que no podía despertar ni decirle lo linda que era esa canción. Mintió al decirle a su primo que era fuerte, porque ahora estaba enfrentando sus debilidades y no sabía si iba a sobrevivir.
No cuando parecía que su pequeña hermanita se quedaba sin tiempo para vivir.
Acostada en su camilla, con sus pequeños labios rosados entreabiertos, estaba la misma Michelle que, de niña, aprendió a tocar guitarra con solo verla a ella. Elise recordaba con una dolorosa nostalgia cada pequeña sonrisa que su hermanita esbozó, dudando si volvería a ver un gesto tan hermoso como ese. Tocaba los acordes de una canción especial, la que le había dado el nombre a esa rubia angelical que no despertaba...
Porque ambas tenían nombres de canciones, a ambas siempre las uniría la música.
Cuando la puerta se abrió, esperó ver a un par de enfermeras, esas que siempre aparecían esa noche para mostrar su simpatía. No quiso enfrentarlas, no levantó la mirada. Ella solo vio a Michelle y se concentró en las notas de la canción en la guitarra. Si ella hubiese estado despierta, le habría dicho que se confundió de acorde; iba fa, no re.
Pero si ella hubiese estado despierta, entonces Elise capaz tendría voz y estaría cantando...no tocando la guitarra.
—Yo conozco esa canción —dijo una voz demasiado conocida para ella.
Era una voz gruesa, capaz de erizar cada vello en la piel de Elise; capaz de congelarla en el momento e impedir que siguiera tocando.
Levantó la mirada y un poco de su aire se escapó en cuanto lo vio. Reconoció ese rastro de barba en su mentón, ese cabello negro con un mechón blanco, esos...esos ojos de distinto color tan llenos de unos sentimientos que le aceleraban el corazón.
—Es de los Beatles, Aviv la ha escuchado antes —continuó Caleb, refiriéndose a la canción. Se acercó hasta Elise y tomó una silla para colocarla justo al lado de la de ella, ambos mirando hacia la camilla —. ¿Puedo?
Extendió sus manos hacia la guitarra, dándole a entender a Elise que quería tocar la canción. No sabía como sentirse al tener a Caleb ahí. Jamás planeó el que él se enterara de su hermana, que él descubriera una de las más grandes sorpresas que guardaba ¿Cómo debía sentirse al respecto con eso?
Analizó lo que su corazón intentaba decirle en medio de latidos apresurados: estaba asustada, estaba nerviosa, estaba confundida...y aún así, le entregó la guitarra tan pronto vio una pequeña sonrisa en esos labios que solo llegó a probar una vez. Algo extraño que le pasaba con Caleb era que, sin importar la cantidad de sensaciones que despertaba en ella, se sentía increíblemente segura junto a él.
A penas Caleb tuvo la guitarra en su mano, comenzó a rasgar las cuerdas con habilidad. Cerró los ojos para intentar recordar la melodía de la canción. Aviv amaba la música de Los Beatles, así que la había escuchado antes y no tenía dudas de eso. Tocó los primeros acordes y, entonces, todo se hizo claro. Recordó a la perfección la canción.
A la guitarra, pronto la acompaño su voz. Los ojos avellana de Elise se abrieron mucho más al escucharlo, y de su boca escapó un suspiro que no pudo controlar. Adam era quien solia cantar la canción por ella, siempre lo hacia terrible. Sin embargo, en la voz de Caleb sonaba tan...hermosa.
Cada palabra se resbalaba de sus labios y sonaba como arte.
Escuchar esa canción le traía tantos recuerdos que dolía. Sin embargo, justo esa noche, se sentía correcto sentir tanto dolor. Llevó una mano a su pecho, sintiendo que todas las heridas que se había hecho hacía años se reabrían una vez más; pero estaba bien, estaba bien sangrar por recuerdos y llorar por simples notas musicales. Dejó de ver a Caleb tocar para ver a su hermana. Tomó su mano, fría y pálida, y apoyó su cabeza en la camilla. Entonces, el llanto acompañó el coro de tan hermosa canción.
Caleb no detuvo su canto, tampoco la música proveniente de la guitarra. Escuchó a Elise sollozar. De su garganta, salían sonidos quebrados y dolorosos. Su voz seguía ahí, estaba atorada por un nudo que ella no sabía deshacer. Eli no sabía como avanzar ni como dejar atrás el pasado, tan solo era buena fingiendo que lo hacía.
La canción acabó, Caleb alcanzó la última nota, pero Elise no dejó de llorar. Él hizo a un lado la guitarra y acarició su espalda con delicadeza, intentando darle apoyo. Ahora que ella no traía puesto un suéter, sino una simple camisa de algodón sin mangas, podía ver el atisbo de un tatuaje que empezaba en lo más alto de su columna y debía seguir hasta abajo. Reconoció una partitura, pudo leer la canción.
Elise tenía tatuada Für Elise en la espalda. Era la partitura que le había dado un nombre.
Ella estaba llena de sorpresas, pero no podía pensar en todas ellas cuando lloraba con tanta fuerza. Ver a su musa de esa forma estaba alterando su corazón. Observó a la chica en la camilla, que no despertaba ni siquiera con los fuertes y quebrados sonidos que soltaba su hermana. No se quedó en la forma que le habría gustado a Elise, eso le había dicho Silene. Entonces, él se detuvo a analizar la situación, a concentrarse en las tenues respiraciones de esa niña rubia y en la forma en la que Eli apretaba su mano aunque nadie le devolvía el gesto. Lo entendió.
El problema era que esa niña no podía despertar.
—Elise —él susurró su nombre con delicadeza, de la forma en la que merecía ser pronunciado su nombre —. Cariño, ven. No llores así.
Y ella entendió que él le estaba pidiendo que no llorara con tanta fuerza, cosa que no era posible. Esa noche, justo esa noche, debía llorar hasta que su alma se desgarrara. Sin embargo, cuando él la tomó por delicadeza por los hombros y luego la abrazó, comprendió que no se refería a eso.
Caleb solo no quería que ella llorara sola.
No sabía que hacía él ahí, o quien le había dicho donde estaba ella, pero al estar en sus brazos lo agradeció. Elise estaba más rota de lo que solía mostrarse ante otras personas, pero el abrazo de Caleb se sentía como una especie de pegamento que mantenía sus frágiles piezas unidas. Lloró en su hombro hasta que sus fuerzas se agotaron. Luego, solo se quedó ahí, aspirando el tenue aroma a shampoo, escondiendo su rostro en su cuello.
—La canción se llama Michelle —susurró Caleb, refiriéndose a la pieza de los Beatles.
Elise asintió, sin separarse de él. Esa fue la canción que su padre le dedicó a su madre tras su primera cita. Era la canción que había cobrado un significado especial para toda su familia.
—Ella se llama Michelle —continuó Caleb, ahora hablando de la niña en la camilla. Elise asintió una vez más —. Tiene nombre de canción, como tú.
Él la sintió separarse un poco y lo próximo que vio fue a esos lindos ojos fijarse en los suyos. Estaban hinchados y un poco rojos ante tanto llanto, pero seguían siendo hermosos. Él llevó sus dedos hasta las mejillas de la chica que le robaba el aliento y recolectó sus lágrimas. Comprendía que debía llorar para liberarse, pero jamás dejaría que se ahogara en la soledad. Necesitaba un hombro para apoyarse y él se lo daría.
—Sé que es tu hermana —habló él, acariciando sus pómulos con delicadeza —. Y sé que sientes que perdió algo por ti. Era otra sorpresa que guardabas, la descubrí y no quise dejarte sola en todo esto.
Elise parpadeó un par de veces, impresionada y sensible ante las palabras que escuchaba. Jamás se escondió de Caleb, nunca planeó esconderle cosas, ella tan solo no las mencionó porque no creyó que le interesarían. Sin embargo, él se había vuelto experto en descubrir sus "sorpresas". Era algo que ella ya sabía y que, de hecho, lo venía pensando desde hace ya un buen tiempo.
Se puso de pie y fue hasta donde había dejado sus cosas. Sacó de su bolso un pequeño papel doblado en cuatro y un lápiz diminuto. Volvió a su lugar y le entregó lo que parecía ser una nota a Leb. Él frunció su entrecejo, sin poder comprender.
—¿Qué es esto? —cuestionó él.
Ella hizo una seña hasta el papel, él la siguió con la mirada. Entonces, leyó lo que decía en uno de los dobleses y no supo como sentirse al respecto. Tenía un nudo en la garganta, su corazón latia con mucha fuerza. Para asegurarse de que estaba leyendo bien, repasó las palabras una vez más:
Para el día en el que Caleb Carlton sepa quien es en verdad...
Elise fue quien le permitió admitir que estaba viviendo escondido en una persona que no era él. Gracias a ella, ahora sabía que era más que un buen hermano o un novio perfecto. Era un cantante decidido, un hombre con debilidades y fortalezas, una persona amable con un lado pícaro que aparecía solo por ella. Sabía que Caleb Carlton era alguien del que debía sentirse orgulloso, que no debía esconderse detrás de lentillas y miedos.
Ahora sabía quien era...lo que significaba que podía abrir la nota.
Desdobló la hoja, consiguiendo una sonrisa ladeada por parte de Elise. Su musa le permitió conocerse. Al ver el interior de la nota, supo que ahora le estaba dando la oportunidad de conocerla bien a ella:
Bueno, bueno, Caleb Carlton. Veo que finalmente abriste esos bonitos ojos y te diste cuenta de quien eres en realidad. Una vez te pregunté eso, pero lo cierto es que ya conozco la respuesta y no necesito que me la des:
Tú eres el cantante que siente la música con el corazón, eres el que domina el miedo y sube al escenario porque hacer lo que ama siempre será más importante que el temor. Eres el hombre bueno y calmado frente a otros, eres el pícaro coqueto y celoso frente a mi. Eres quien me ha estado conquistando todo este tiempo. Ese siempre has sido tú.
Dijiste una vez que querías descubrir todas mis sorpresas. Fue algo bastante...bueno, fue audaz y sexy; te luciste con esa línea. Al principio creí que solo lo dijiste por decir, pero luego me di cuenta de que lo hacías en verdad. Descubriste muchas cosas de mi, pero te faltan muchas otras. Ahora que sé quien eres y que puedo confiar en que tú también lo sabes, te facilitaré las cosas. Te daré todos las sorpresas que te faltan, Caleb.
Él alzó la vista por instantes, alzando sus cejas a modo de preguntarle a Elise si estaba segura de eso. Ella asintió con la cabeza, mientras comenzaba a sonrojarse. Estaba lista para contarle todo, para desnudar su corazón frente a él. Entonces, Caleb continuó leyendo:
1. Me vuelve loca el helado de vainilla con sirope de chocolate y nueces.
2. Solía cantar antes de ser muda.
3. Dejé que me hicieran piercings en lugares en los que no deberían hacerlos. Los quité todos, la experiencia me sirve de recordatorio de que no tomo buenas decisiones estando ebria, algo que tú y yo tenemos en común.
4. Toda mi columna está cubierta por tatuajes. Dos, para ser específica. Son las partituras de la canción que me dio mi nombre y la canción que le dio el nombre a mi hermana. Tomé la decisión estando sobria.
5. Me volví tu fanática cuando cantaste por primera vez en un escenario, como telonero de un cantante famoso. Te vi por un video en internet, debías tener como veintitrés años y lloré cuando cantaste "No happy ending".
6. Un diecinueve de julio hace tres años, desperté en el hospital tras un accidente de auto. Ibamos camino a Hollywood, tenía una audición importante para un conservatorio musical. El choque fue, en parte, mi culpa. Intenté gritar cuando desperté, no pude.
7. Mis padres no sobrevivieron al accidente.
8. Mi hermana sobrevivió, pero quedó en coma y sigue así. Quizá no despierte.
9. Mi hermana cumple años el diecinueve de julio, el día que yo arruiné. Se llama Michelle, como la canción de los Beatles.
10. Me gustas, Caleb Carlton. Es más, estoy muy segura de que te amo.
Caleb soltó una larga respiración al terminar de leer. Elise era una caja de sorpresas, siempre lo supo. Tenía sorpresas divertidas, como su loca obsesión por un helado en particular, o su extraña historia sobre piercings. Pero también tenía sorpresas conmovedoras, como la historia que le quitó la voz. Ella en sí era una enorme sorpresa en la vida de ese cantante.
Se mudó a L.A queriendo animar a su tío, recuperar a su hermana y pasar tiempo con su entonces novia. Elise fue ese algo extra en algún momento que poco a poco se fue haciendo más y más necesario. Ella era lo que nunca esperó, pero lo que siempre necesitó.
Y estaba muy seguro de que también la amaba.
Ella tomó el papel de sus manos y escribió en una esquina lo que ansiaba decir. Con Caleb no se sentía muda, sentía que podía decir cualquier cosa y él la entendería. En ese momento, en su estómago revoloteaban bichos y en su pecho faltaba aire. La nostalgia de la noche permanecía, pero un corazón como el de ella era capaz de sentir dos cosas al mismo tiempo.
Le entregó el papel a Caleb una vez más, sintiendo que había dejado parte de ella en unas palabras.
—Ahora ya conoces algunas de las sorpresas que escondo —leyó él —. Quizá hay más y me los salté. No lo sé. Lo importante es que las sabes, Caleb.
—Las sé —asintió él, dejando de mirar el papel para verla directo a los ojos. Solo con eso, la dejó sin aliento —. Y descubriré todas las que faltan, musa.
Odias el romance, por eso te hice una historia así, tan llena de eso. Capaz así te des cuenta que no odias el romance en sí, odias que el amor no sea algo perfecto. Te confieso que jamás lo será, sino que será algo como lo que consiguieron ellos.
El amor es como una canción que se escribe con el tiempo. Tiene silencios algunas veces y desafinas la mayoría del tiempo, pero es bonito. El amor en sí es una hermosa melodía y eso si que te gusta, ¿no?
Tan hermosa que los hipnotizó a ambos. En esa noche tan nostálgica, Caleb tomo el mentón de esa musa de ojos llorosos y eliminó cualquier distancia entre ellos. Sus labios se unieron en un beso prometido, en el que sus sentimientos bailaron a un ritmo que sé que te gustaría. Ella suspiró sin dejar de besarlo, enredó sus dedos en ese cabello oscuro y cedoso. El mundo no se volvió mejor con él tan cerca, porque de eso no se trata el amor.
Lo único que pasó fue que descubrió que ese sentimiento podía ayudar a cerrar heridas, podía calmar el dolor de un pasado que se veía como un ramo de lirios desarreglado.
—También estoy muy seguro de que te amo, musa —dijo él, contra sus labios. Ella podía sentir su aliento chocar contra su boca —. Y no hay nada que se sienta más correcto que esto.
Estaban a la distancia que desearon por mucho tiempo y, finalmente, era correcta. Ya no habían barreras hechas de inseguridades, ni centímetros que les molestaban a ambos, solo estaba esa linda melodía marcada por el ritmo de un par de corazones sincronizados.
Y esa...esa fue la mejor sorpresa que se llevaron ambos.
Así que estos dos como que si...😏❤
Sé que algunos han estado esperando este momento desde que Elise apareció por primera vez en el libro, así que espero que este capítulo este a la altura de lo que esperaban. Además, es lindo, cursi y romántico para aligerar un poco las cosas. El libro venia un tanto gris desde hace unos capítulos, disfrutemos de este lindo romance por ahora❤
Quiero saber...¿qué les está pareciendo la historia? Ya saben que yo siempre hago esta pregunta pero es porque me importa mucho su opinión JAJAJA
Sin más, les dejo unos cuantos adelantos:
"—No puedo ocultarte de tus padres por siempre, Cris"
...
"—¿Qué pasó con Silene?"
...
"¿Es que acaso todo tiene que ser una mentira?"
...
Chaíto, los amo❤
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