Capítulo 31 (parte 1)
Capítulo 31:
Canciones para los Blake (parte 1)
27 de junio
3:00 pm
Adam sabía que el que las canciones de Caleb no fueran hechas para Silene seria un gran problema. Supo desde el instante que lo sospechó que su princesa se sentiría dolida y que despertaría a viejos fantasmas de su pasado. Sin embargo, a pesar de que conocía mejor que nadie a esa chica que caminaba hacia su auto con los ojos cristalizados, no pudo predecir la tormenta que desató la revelación de la verdadera autora de esas melodías.
No tardó en manejar hasta la casa de Caleb tan pronto como Silene lo llamó, pero ni siquiera la encontró ahí, sino unas calles más abajo. Ahora, ella estaba entrando al auto y sentía que se quebraría en cualquier momento, justo frente a sus ojos. Toda la furia que había desatado en su pelea con Leb desapareció para dejar los verdaderos sentimientos de Sile a la luz, y no eran sentimientos bonitos los que ahora dominaban su corazón.
—¿Princesa? —cuestionó Adam con cautela —. ¿Qué ocurrió? ¿Te encuentras bien?
Los silencios de Silene siempre fueron preocupantes. Él sabía que, cuando su boca callaba, entonces su mente pensaba demás. Su princesa era brillante, quizá una de las personas más inteligentes que conocía, pero ese cerebro suyo hacía mucho más que solo tener pensamientos increíbles; la torturaba, su propia cabeza se convertía en su enemiga y entonces Silene no podía esconderse en su torre, ni usar un escudo, ni fingir que era una rosa...
Porque la peor enemiga que tenía, era ella misma.
Adam podía imaginar que ese cruel villano que ella tenía en su cerebro debía de estar convenciéndola de que la vida la había decepcionado una vez más, que falló en su deber de ser perfecta ¿Sabes? Él nunca estuvo de acuerdo con las opiniones de Silene, ni con la forma en la que ella veía al mundo. Ella creía que los golpes que le daba el destino eran intencionales y que debía devolverlos con más fuerza.
Él creía que esos golpes eran lecciones...unas muy jodidas lecciones que te hacen caer al suelo para obligarte a levantarte.
Así que siempre odio el hecho de que ella culpara tanto a la vida, de que se hiciera la víctima cuando había gente sufriendo a niveles que ninguno de los dos podía comprender. Pero, aún así, no podía odiarla a ella, ni a sus razones. Silene era alguien que creció con enredaderas en su corazón, que poco a poco fue perdiendo la idea de felicidad que creó cuando era niña. Alguien a quien le arrebataron su felicidad no merecía más odio, merecía comprensión.
¿Y quién mejor para entender el encierro de una princesa que el dragón que se mantiene encerrado a su lado?
Él apagó el auto y esperó con paciencia a que el peligroso silencio de Silene acabara. La observó mientras tanto, notando que en sus labios no habia pintura y que estaban hinchados. Le rompió el corazón verla sus ojos tan achicados, sabía que estaba aguantando las ganas de llorar. Era cuestión de segundos para que se quebrara, para que soltara cada pequeña emoción contenida. Él estaba preparado para recibirlas...o eso se dijo.
—Caleb y yo somos la pareja perfecta —soltó Silene, rompiendo el silencio. Sus ojos café buscaron con desperación a Adam —. Lo dicen las revistas, los medios, nuestros amigos...Lo dicen las pruebas. Nos vemos bien juntos, como si fuéramos hechos el uno para el otro.
Adam tragó saliva sin siquiera darse cuenta de que se había formado un nudo en su estómago ante ese comentario. Jamás le parecieron la pareja perfecta, pero no los juzgó porque Caleb era su amigo y Silene se veía feliz junto a él. No le gustaba el rumbo que estaba tomando su relación, sentía lástima por ambos...Pero Sile se veía tan desesperada, tan deseosa de comprobar lo que siempre creyó, que se asustó al pensar en que ella podría llegar a ver lo que siempre vió.
Caleb y Silene estaban juntos porque se quedaron atascados en una dulce idea de amor ideal, una que crearon cuando solo eran adolescentes y ahora no era real.
—¿Cierto, Adam? —preguntó Silene, ahogándolo aún más en los tonos café de su mirada, mostrándole lo desamparada que estaba —. ¿Somos la pareja perfecta?
Él suspiró, sintiendo el nudo hacerse más fuerte a cada instante. Silene tenía unos ojos tan expresivos que lo que ella sentía se adentraba en él sin permiso, causándole un dolor de corazón que no podía explicar.
—Caleb y tú se ven increíbles juntos —confesó Adam —. Sus fotografías muestran a una pareja ideal, de revista. Encajan por sus carreras, y su historia es encantadora. Son la pareja perfecta...
Silene bajó la mirada, un tanto decepcionada por la respuesta de Adam. Sintió la mano de su amigo en la suya, subió la mirada para descubrir que él no había terminado de hablar.
—Pero no se siente con los ojos, Silene —dijo, a pesar de que tenía sus dudas debido a la cantidad de emociones atrapada en esa mirada frente a la suya —. Son la pareja perfecta para todos esos que los ven en revistas, para aquellos que los siguen y admiran, incluso para muchos de sus amigos, pero ellos solo observan.
》No se siente con la mirada, se siente con el corazón; tu corazón. Esa pregunta que me hiciste, no la puedo responder. Mejor, háztela a ti: ¿acaso tu relación es perfecta?
—Lo es —soltó Silene, demasiado segura de ello —. Eso es lo triste, Adam.
La primera lágrima cayó por su mejilla, y Adam no perdió el tiempo en limpiarla con delicadeza.
—Siempre imaginé una relación como la que tengo con él, una que se vea bonita en los retratos, que dure porque no hay forma en la que él pueda dejarme. Eso es lo que tenemos, es perfecto.
》Y siempre supe que tendría que pagar un precio por la perfección, he pagado varias cuotas por años. Yo sé que duele intentar alcanzar lo que quieres, y a veces duele aún más tenerlo. Lo que no imaginé fue que el precio que debía pagar para conseguir una relación perfecta seria...no ser amada.
Soltó un sollozo que le ardió en el alma. Sabía que Caleb no la amaba, por más que lo dijera todo el tiempo. La verdad, también sabía que ella no lo amaba del todo. Amaba la idea de ser amada, de que alguien la quisiera...pero ni eso tenía.
—Sus canciones...No me importa que no sean para mi. Por Dios, sé que son buenas, pero que yo no sea la musa no un motivo para odiarlo. Lo que me duele, el precio que estoy pagando es que, una vez más, la vida me empujó a alguien que no está dispuesto a dar por mi todo lo que yo estoy dispuesta a dar.
》Parece que siempre lo dan todo por alguien más, ¿pero qué hay de mi? Yo también quiero que aprecien lo que valgo...¿Valgo algo si acaso?
—¿Cómo puedes preguntar eso, princesa? Tu vales demasiado —aseguró Adam, asegurándose de sonar tan seguro como se sentia al decir aquello —. No entiendo a que te refieres cuando dices que nadie se sacrifica por ti...
—Piénsalo, Adam. Todo el mundo tiene a alguien por el que haría cualquier cosa, pero yo no soy ese alguien para nadie —habló ella, con la voz muy baja —. Derek decidió escoger a Lilian, lo dio todo por ella y no me preguntó si yo estaba feliz con el hecho de que se fuera. Mamá escogió a mi padrastro, y consiguió su felicidad, lo cual me alegra...¿Pero por qué no volteó a ver si su princesa estaba llorando esas noches en las que salió a citas con él?
》Y papá...—soltó un sollozo más fuerte cuando lo recordó —. Él dio su vida por una guerra que no era suya. Fue más soldado que padre y me dejó por una batalla que otros podían luchar. Hay tanta gente en el ejercito, pero yo solo tenía un papá...
Y dolía saber que todos ellos, su familia que alguna vez fue perfecta, prefirieron elegir a otras personas por las cuales darlo todo antes que a ella. Ellos la amaban y lo sabía, pero siempre parecía haber alguien a quien amar más. Al menos así se sentía ella, que con su corazón tan golpeado solo percibia dolor y tristeza.
—Incluso lo veo en otras personas —continuó ella —. Dalia lo da todo por Don y está con él aunque sabe su final. Sanne y Aviv dan todo por el otro, a pesar de sus errores. Gabe le bajaría la luna a Cloe a pesar de que ella lo vuelve loco. Eve y Calvin lo darían todo por Cristal, hasta el más mínimo detalle porque son la familia ideal. Incluso tú has estado para Elise a cada instante, y ella lo da todo por Michelle, quedándose a su lado aunque podría no despertar...¿Y yo? ¿Qué hay de mí, Adam?
》He pasado años buscando ser perfecta para que lo que pasó con mi familia no ocurra de nuevo. Porque si soy la mejor, no me ignorarán... ¿verdad? Tiene que ser verdad, no hay otra forma.
—Silene...
—Yo me esforcé, lo sabes. Hice tantas cosas por mi misma, avancé hasta donde estoy hoy. No me duele ser independiente en algunos aspectos, pero me gustaria...no sentirme tan sola.
—No estás sola. Mírame, aquí estoy.
Ella vio sus ojos azules, esa mezcla de tonalidades que a menudo le daba calidez, pero esa vez solo le provocó tristeza. Una parte de Silene sabía que Adam era el único en el que siempre pudo confiar, que él jamás la dejaría. Pero la otra parte recordaba a Vanessa, el hecho de que él lo dio todo por ella alguna vez y que, tarde o temprano, aparecería una mujer mejor que le robaría el corazón a su dragón.
Una mujer por la que él lo daría todo y, una vez más, ella se quedaría sola.
No la malentiendas, ella quería que Adam encontrara el amor. De la misma manera, agradecía el hecho de que su madre y su hermano fueran felices, por más que su cuñada y padrastro no eran de su agrado. Lo que le dolía era saber que ella estaba destinada a ser siempre la última opción. Inclusive con su perfección, ella era la última a la que amaban; la menos importante.
A la que dejaban sola.
—Princesa, se me está partiendo el alma al verte llorar —admitió Adam, notando como el silencio estaba causándole más lágrimas a Silene.
—Lo...lo lamento —dijo ella, odiando causarle daño a Adam.
—Jamás te disculpes por llorar, tonta —dijo él, limpiando sus lágrimas. Le dio una pequeña sonrisa ladeada —. Oye, ¿recuerdas la cápsula del tiempo que hicimos cuando niños?
—Em...Sí.
—¿Quieres saber qué escribí en mi carta?
—¿Qué? —preguntó ella, sintiendo las leves caricias de los dedos de Adam sobre sus pómulos. No podía dejar de mirar sus ojos, y parecía que él tampoco podía dejar de mirar los de ella.
—Que mi mejor amiga merecía ser amada con fuerza, con toda la intensidad con la que ella puede llegar a amar. Escribí que esperaba que consiguieras esa clase de amor en el futuro...
—Que tierno, Blake.
—También escribí que, en el futuro, yo debía de tener la razón por una vez y no siempre tu. Todavía no se cumple.
Ella soltó una carcajada que alegró un poco a Adam.
—Mereces mucho, Sile —aseguró él —. Mereces más de lo que crees y siento que no lo puedes ver. Tú mereces más que las canciones de Caleb.
En ese instante, la sonrisa de Adam se extendió a un punto en el que ella pudo reconocer que algo se le había ocurrido. Frunció su entrecejo hacia él, confundida ¿Y ahora en qué estaba pensando?
—¿Qué ocurre, Blake? —cuestionó ella.
—Tengo una idea —soltó él, volviendo a la posición en la que tomaba el volante. Encendió el auto bajo la atenta y confundida mirada café de Silene.
—¿Debo preocuparme? —preguntó ella.
—No. Sé que te encantará.
Y ella confiaba en él mucho más que cualquier otra persona. Dolía pensar que un día Adam la cambiaría por alguien más, pero no lo pensó en ese instante. Se concentró únicamente en él...
Tanto, que hasta olvidó la perfección que una rosa siempre debe portar.
...
3:30 pm
Sile conocía bastante bien la casa de la infancia de Adam. Era una bonita recidencia al centro de la ciudad, con dos pisos y un patio estrecho. Era muy hogareña, se sentía cálida y familiar una vez entrabas. Era un lugar agradable.
Pero no entendía que hacían ahí.
—¿Dónde están tus padres? —preguntó Silene, una vez Adam cerró la puerta tras ellos.
—En Cancún —respondió Adam, caminando hasta llegar a su lado —. Están en su...¿qué? ¿Sexta luna de miel? Parecen no cansarse.
—Empiezo a creer que hacen eso de pelearse y fingir que se van a divorciar solo para esa clase de reconciliaciones.
—No lo creas, es lo que sucede. Esa teoría se comprobó hace rato luego de que viajaran a Roma tras su tercer divorcio fallido.
Sile soltó una pequeña carcajada, inclusive los padres de Adam eran peculiares. Aprovechó para atar su cabello en una coleta, varios mechones dorados quedaron por fuera, dándole un aspecto desarreglado. Adam no pudo evitar sonreír ante aquella imagen. Parecía un acto reflejo admirar su belleza cuando no se veía completamente decente y perfecta.
—Entonces —habló ella, una vez terminó con su cabello —, ¿qué hacemos aquí?
—¿Recuerdas el camino a mi vieja habitación? —preguntó él, a lo que ella asintió —. Bien, ve para allá y asómate al jardín por el balcón.
—¿Para qué?
—Ya verás —respondió él, caminando hacia la sala de estar.
—¿Y a dónde irás tú?
—Ya lo verás también —soltó él. Se detuvo y volteó a observarla —. ¿Qué esperas? Ve, ve. Deja de hacer tantas preguntas y haz lo que te pido.
—Eres tan peculiar, Adam Blake.
—Una de mis tantas cualidades.
Ella rodó sus ojos y se dio la vuelta para ir hacia las escaleras. Las subio y, sin dudar del camino, llegó hasta la puerta llena de posters que recordaba muy bien. Fue a visitar a Adam a esa casa muchas veces antes de que ambos se mudaran juntos y era impresionante como, a pesar del tiempo, su habitación no había cambiado ni un poco.
Una cama individual en una de las esquinas, posters de bandas que él ni siquiera escuchaba en la pared, ropa desórdenada en los muebles y el suelo, unas pequeñas pesas regadas por el piso...Incluso la habitación seguía oliendo a él. Silene sonrío, era como regresar en el tiempo hasta encontrarse con un Adam más joven, ese que recién estaba reencontrando sus fuerzas para vivir.
Decidió hacer lo que su amigo le había indicado. En su camino a las puertas que daban al balcón, tomó uno de los suéteres regados por la cama y se lo puso. Era algo que había hecho durante sus visitas años atrás porque esos abrigos que le quedaban enormes eran muy cómodos, y además olían a su amigo; olían a la seguridad que Adam solía darle. Una vez recobró su tradición, volvió a caminar hacia las puertas y salió al balcón.
Un pequeño rastro de memoria le recordó que ella le robó su primer beso a Adam en un balcón como ese...
Sacudió su cabeza, alejando ese pensamiento. Bajó la mirada hacia el jardín y tuvo que esperar unos minutos antes de ver a Adam aparecer arrastrando un extraño aparato. Ella ladeó su cabeza e intentó contener su risa al ver como el maldecía al intentar moverlo.
—¿Qué es eso? —preguntó ella. No tenía que gritar, el balcón no estaba muy lejos del suelo.
—Es el tocadiscos de mi papá —contestó él, intentando rodar el aparato por el pasto —. Hace años, le puso un soporte y estas ruedas para moverlo siempre que mamá y él querían bailar en algún lugar de la casa. Era absurdo... Te recuerdo que mis padres no saben bailar.
—Tus padres son románticos a su manera, algo que heredaste de ellos —ella se encogió de hombros. Luego, se apoyó en el varandal del valcón sin dejar de verlos —. ¿Y para qué traes el tocadiscos?
—¿No es obvio? Te voy a dedicar una canción —soltó él, halando en vano el aparato. Al final, suspiro —. Bueno, ahí quedó. Supongo que no esta mal, aunque quería ponerlo en el centro del patio.
—Espera...¿Me dedicarás una canción?
—Te daré lo que querías, incluso más: escucharás tu canción desde un balcón como toda una princesa. Claro que yo no escribo canciones, le robaré el crédito a alguno de los artistas en estos discos viejos. Veamos que tiene papá por aquí...¿Prefieres Bryan Adams, o Bon Jovi? Honestamente, ni siquiera sé quienes son estos tipos ¿Tú sí?
Silene parpadeó un par de veces, sin comprender del todo lo que estaba ocurriendo. Vio a Adam debatirse entre los viejos discos de vinilo, sin poder creer que esas palabras hubieran salido de la boca de alguien. Su corazón dio un pequeño brinco que no supo definir.
—¿Por qué? —cuestionó ella, sin entender.
—Porque quiero ver a mi mejor amiga feliz y quiero darle lo que se merece —él se encogió de hombros —. ¿Sabes qué? Pondré el disco de Bon Jovi solo porque su nombre es más genial. Bien, momento de ver si este vejestorio funciona.
Adam colocó el disco en el aparato y tardó unos minutos en averiguar como encenderlo. Cuando lo logró, un horrible sonido salió de la máquina que lo hizo saltar ante el susto. Silene sonrío con diversión y observó como él arreglaba la varilla hasta conseguir que una melodía comenzó a distinguirse. El sonido de una guitarra eléctrica llegó hasta los oídos de la princesa, y luego a eso se le unió la leve presencia de un piano, que se declaró como protagonista en ese instante de la canción. Una voz gruesa pero hermosa empezó a entonar unas líricas que en un principio ella no procesó, pero cuando las entendió quedó conmovida. Era tan bonita.
Luego, apareció la batería, y eso logró que Adam frunciera su entrecejo.
—Carajo, es rock —soltó él —. Esperaba una balada, o algo lento. Podemos intentar con el tal Bryan ese...
—No, déjala. Es preciosa —aseguró Silene —. Es un rock lento y bonito. Me gusta.
Adam levantó la mirada y sonrío al darse cuenta de que ella no mentía. Sus ojos café se veían brillantes, y aunque en parte ese centelleó se debía al reflejo del sol sobre ella, la alegría que sentía tambien tenía algo de culpa en ese nuevo destello. Ella se veía hermosa desde ese ángulo. Incluso despeinada y con un suéter extra grande, se veía preciosa.
Y quizá en ese instante, a él le pareció más hermosa que nunca.
La quería ver más feliz, así que comenzó a imitar al cantante de la canción fallando muchas veces en las líricas. Ella comenzó a reír cuando él imitó la guitarra con sus manos, y tras un solo de batería decidió imitar ese instrumento también. Pronto, Adam estaba moviéndose y bailando, aún intentando representar cada instrumento de la vieja canción que salía del tocadiscos. Silene lo observaba encantada, riendo a un punto en el que su sonrisa no sonaba tan delicada.
Sonaba genuina.
Ella observaba a Adam hacer su propio show sin sentir verguenza alguna. Él era tan desordenado, tan impulsivo, tan imperfecto...Y eso estaba mal en cualquier otra persona, pero no en él. Los mechones de su cabello rubio se movían al ritmo en el que él sacudía su cabeza. La canción era un rock lento, pero él se estaba moviendo como si este fuera un hard rock intenso. Silene estaba amando cada momento, riendo y sonriendo como no lo hacia tan a menudo.
Y escuchaba esa canción sintiendo que era totalmente suya, de los dos. De una princesa y su dragón.
La canción acabó con la voz del cantante y Adam imitandolo. Esta vez él no falló en la letra porque ya le había captado el hilo al coro, pero eso no impidió que Silene soltara una carcajada cuando él se arrodilló en el suelo y culminó de una forma dramática. Adam si que sabía dar un espectáculo, y aquel se convirtió en el más increíble concierto al que había asistido su princesa.
—Este es el momento en el que aplaudes, princesa —soltó él, aún desde el suelo. Estaba sudado por tanto bailar e imitar. Su pecho subia y bajaba demostrando que intentaba recuperar el aire perdido. Pero, a pesar de todo, estaba tan sonriente...
Ella siguió su indicación y le aplaudió como si se tratara del mejor cantante del mundo. Le gritó y lo animó mientras él daba reverencias exageradas y graciosas. Que él hubiera hecho todo eso por ella era demasiado, quizá más de lo que alguna vez quiso. Adam siempre parecía dar en el clavo, superaba sus espectativas.
Y todo eso siendo imperfecto.
—Gracias, gracias —soltó él, mientras ella dejaba de aplaudir y apoyaba sus codos en el varandal. Sus miradas se encontraron en esa distancia entre el balcón y el suelo —. Fue un placer tocar para la realeza, no todos lo logran a la primera.
—Lo diré una vez más —dijo Silene, fijándose solamente en él —: eres tan peculiar, Adam Blake.
—No soy un cantante, Silene —aseguró él, repentinamente serio —. Tampoco soy un príncipe, ni soy el chico de tus sueños, pero estoy a tu lado. No te voy a abandonar porque sé lo que vales.
—¿Y qué valgo?
—Vales...vales esta canción y todas las que pueda imitar de ahora en adelante.
Adam vio como la sonrisa de Silene desapareció en ese instante y se transformó en una expresión que no supo descifrar ¿Habría dicho algo mal? ¿La habría asustado? Repasó sus palabras en su propia mente y, entonces, notó la sensación en su pecho que reconocía, pero que no se había molestado en notar hasta ese momento. Para él era tan natural sentir que su corazón crecía en sus costillas cada vez que la veía que no había analizado el porque de eso...
Y por fín lo entendía.
La vio desaparecer del balcón para entrar de nuevo a la casa, pero no le importó demasiado su partida. Comenzó a analizar todo lo que sentía, lo que había dicho de Silene hasta ese momento. Se dio cuenta de que la felicidad de su princesa significaba mucho más para él de lo que significaría la felicidad de una amiga normal, y que el querer verla sonreír era una necesidad. Odiaba varias cosas de esa rosa, pero queria tantas más ¿Sería posible? ¿Acaso estaba sintiendo cosas que no debía?
No sería la primera vez que se enamoraba de esa princesa, pero creyó que lo había superado, que solo serían amigos.
Se dio cuenta de que no podía sentir solo amistad cuando, desprevenido, sintió unos brazos rodearlo y luego a ella adherida a su pecho. Su perfume floral llegó a sus fosas nazales en poco tiempo, unos bichos en su estómago contestaron su pregunta.
¿Los corazones pueden maldecir? Porque creo que el suyo lo hizo en ese momento.
—Tú eres la persona más peculiar del mundo, Blake —dijo ella, en el abrazo —. Pero no cambies, no cambies jamás. Ya tengo a un cantante que es un principe al mismo tiempo, pero siempre me hará falta mi...
—¿Dragón? —preguntó él, con un nudo en la garganta. Ella se separó un poco del abrazo y lo observó —. Toda princesa necesita a su dragón.
—Tienes razón —asintió ella, regalándole una leve sonrisa. Sin su labial, sus labios eran de un tenue color rosado. Adam se fijó en ellos y sintió que algo en él fallaba —. ¿Es válido que una princesa le dedique una canción a su dragón?
—¿Lo harás?
—Sube al balcón y descúbrelo —soltó ella, terminando el abrazo. Estaba repentinamente feliz y animada. Él le quitó cada rastro de molestia que Caleb instaló en ella esa tarde —. Eso sí, no pienso bailar como tú.
—No podrías imitar mis asombrosos pasos.
—Asombrosos, claro —carcajeó ella —. Solo sube. Quiero devolverte el favor.
Adam lo dudó por instantes pero, cuando vio esa sonrisa y a su corazón se le escapó un latido de más, pensó en lo peligroso que podía ser quedarse junto a ella. Se dio la vuelta y, con las manos en los bolsillos, caminó con lentitud hacia el interior de la casa. Pensaba en lo mal que estaba sentirse así, que ella tenía novio y que Caleb era su amigo, pero también pensó que era algo que siempre había sentido.
Solo fue muy ingenuo como para darse cuenta antes.
—Oye, Adam —lo detuvo ella antes de que entrara a la casa. Él volteó a observarla —. Gracias. Eres el mejor amigo que pude pedir.
Él sonrío de lado, pensando en otro factor que hacía doloroso el estar descubriendo esos sentimientos. Silene y Caleb estaban juntos porque eran la pareja perfecta, aunque no se amaban. Cualquiera creería que terminarían, pero Adam sabía que no sería así. Su princesa volvería pintarse los labios de rojo, se pondría su corona, y regresaríaa los brazos de su principe ¿Por qué? Porque ella prefería la perfección antes que el amor.
Y él era imperfecto en todo sentido.
—No hay nada que agradecer, princesa.
¿Qué haría él? No lo sabía. Por el momento, solo escucharía su canción...
Ya las escucho gritar: ¡Pero prefiero a Rubí! ¡Pero que pasa con Rubí! ¡Yo quiero a Rubí!
Juro que tendré pesadillas con su ship de Adam y Rubí JAJAJAJ Pero está bien, porque aunque no estaba en mis planes que se enamoraran tanto de ellos como pareja, me gusta ver que ustedes notan cosas en mis personajes que yo no planeo. En fin, vengo a decirles que no se preocupen por la pobre Rubí. Tengo planes para TODOS mis personajes, incluyéndola ¿En este libro? No ¿Amorosas? Para Rubí si, pero no en esta historia ni pronto.
Y sí, les estoy diciendo que entre Rubí y Adam no ocurrirá nada...pero no les estoy diciendo que algo ocurrirá entre Adam y Silene. Dejen que la cosa surja, a la trama le queda mucho (Rosas será largo porque parece que yo no puedo escribir libros cortos).
Bien, ya que calme a las fieras en su interior (las amo), este hermoso capítulo va para LuaDeColores. Gracias por comentar y por leer, lo aprecio demasiado. Espero que te gustara este cap, siento que es de esos en los que ustedes no odian del todo a Silene, ¿verdad? Jajajaja. En fin, gracias por todo ❤
Pd: Esta es la canción que Adam le dedicó a Silene. LA AMO. Disfruten.
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