Capítulo 27
Capítulo 27:
La chica del suéter, la de los misterios y la de tormentas
26 de junio
1:25 pm
A pesar de que cuestiono muchas cosas con respecto a las rosas, hay algo que ni siquiera con mi crítica forma de pensar puedo negar. Las rosas son hermosas, eso se ve incluso de lejos. Sin embargo, algo malo debe tener toda esa belleza. A esas flores siempre las arrancan primero, las cortan, las dañan...
Porque todos quieren un ramo de rosas hermosas y nadie duda en cortarlas para conseguir un poco de belleza para sí mismos.
Por más dañina que pueda ser su belleza a veces, no dejan de ser bellas. Y es que, ¿qué es una rosa sin ser hermosa? Nada, eso es. Por eso no puedes culparlas por tener espinas, es la única forma de proteger su hermosura. Es la única forma que tienen de ser alguien.
Silene comenzaba a ver los resultados de su nuevo método para conseguir la perfección. Se miraba en el espejo del gimnasio, el brillo del sudor en su pecho y frente no le molestaba, pues estaba más concentrada en notar que su estómago estaba aún más plano, mucho más bonito. Mientras hacia los estiramientos finales que Adam le ordenó, le devolvió la sonrisa a su reflejo. Se veía bastante bien.
Su figura era lo único que tenía bajo control últimamente, además de su carrera. En cambio, el resto de los factores en su vida parecían estar jugando en su contra. Sentía que perdía a Derek por culpa de su imperfecta familia, a su madre por su padrastro, y a Caleb por la desagradable de Rubí. Todavía podía manejarlo, todavía podía conseguir que todo regresara al cause indicado. Podía hacerlo, necesitaba hacerlo.
Encontraría la manera de asegurar la perfección que siempre deseó.
Aún con su imagen frente a ella, devolviéndole esa mirada café impenetrable capaz de intimidar a cualquiera, pensó en lo efectivo que era su nuevo método. Jamás creyó que modificar sus niveles de insultina le seria de tanta ayuda, ni que seria capaz de conseguir resultados tan eficaces. Definitivamente, debía hacerlo más seguido. Si seguía ese camino, se convertiría en una de las modelos más hermosas de todo el mundo. Así, podría sentir que jamás perdería el control sobre su trabajo.
Terminó con los estiramientos que le encargaron, su pecho subia y bajaba ante el cansancio de los ejercicios. Normalmente, su entrenador personal era Gabe. Después de todo, él era el que tenía más experiencia, y también se encargaba de entrenar a otras estrellas. Era muy bueno en su trabajo, y más del 60% de su figura y resistencia física se la debía a él. Sin embargo, esa tarde, Gabe dejó encargado a Adam porque debía resolver unas diligencias. No era como si a la princesa le molestara pasar tiempo con su mejor amigo. Es más, estaba encantada. No lo diría en voz alta, pero en ese momento, sentía que lo necesitaba a él más que nunca.
Se alejó de la colchoneta en la que estaba entrenando y caminó hasta su entrenador asignado. Adam levantaba una pesa que parecía ser bastante pesada y lo hacía sin mucha dificultad. Ella solo podía ver su espalda, su camisa gris sudada ante todo el ejercicio físico. Su cabello iba despeinado, veía gotas de sudor también en él. Se acercó más, pero él seguía sin notarla. Fue entonces cuando notó los audífonos en sus oídos, jamás la habría escuchado llegar, no con esas cosas puestas. Ella sonrío de lado, una idea llegó a su mente y fue incapaz de desecharla.
Pasó sus dedos por la nuca de su amigo. De inmediato, sintió como él se tensó ante su tacto y se apartó de un brinco. La pesa, por suerte, no cayó al suelo. Él la soltó con cuidado y volteó a ver a Silene con una cara de espanto. Ella solo pudo reír.
—¡¿Estás demente?! —exclamó él, quitándose uno de los audífonos. Ella aún reía —. ¡Sabes que eso me hace cosquillas!
—Por algo lo hice, Blake —soltó ella, poniéndo sus manos en sus caderas —. Tu cara es un espectáculo cuando te hacen cosquillas.
—Mi cara siempre es un espectáculo. Agradece que siempre podrás verla en primera fila y no tendrás que pagar para disfrutarlo.
—Genial. Debo ser la única suertuda que tendrá pases gratis para un espectáculo de comedia durante toda su vida.
—¿Comedia? ¡Oye!
Silene soltó otra carcajada, inclusive su risa se escuchaba melodiosa y controlada. Era un dulce sonido que le provocó una sonrisa a Adam. A él le encantaba verla feliz, sobre todo después de las pesadillas que ella estaba teniendo últimamente. El maquillaje a prueba de agua cubría sus ojeras, pero él sabía que ahí estaban. Después de todo, dormía junto a ella para consolarla. Sabía mejor que nadie que esa princesa se levantaba llorando.
Quería detener tanto sufrimiento, pero lo único que podía hacer era tomar su mano por sobre la almohada que se había transformado en su constante barrera.
—¿Terminaste tus ejercicios, princesa? —cuestionó él, notando que la piel de su amiga brillaba ante el sudor del ejercicio realizado. Su perfecta coleta había sufrido por la actividad física, liberando tantos mechones de cabello rubio que carecía de su típico orden. En silencio, se lamentó al ver como ella la deshacia para arreglarla una vez más. La Silene despeinada no se comparaba con la siempre arreglada.
—Sí, entrenador suplente —soltó ella, con diversión. Peinó su cabello con sus dedos, era tan lacio que no le causó muchos problemas dejarlo perfecto una vez más —. Tú estabas muy perdido en tu mundo, Blake ¿Qué escuchabas que te tenía asi de distraido?
—Solo comprobé una vez más que tu novio canta de puta madre —respondió, acercándo el audífono restante a su princesa. De inmediato, ella reconoció la melodiosa voz de Caleb —. Elise básicamente me obligó a escuchar este borrador del álbum. Sé que solo han grabado cuatro canciones, pero son bastante buenas.
Silene se concentró en la melodía, escuchando la bateria, el piano y la guitarra sonar a un ritmo ligeramente rápido que acompañaba a la voz de su cantante. Cuando cantaba, Caleb sonaba tan diferente a el chico que conocía. Al menos en esa canción, había cierta seducción que no reconocía en su novio. Casi parecía que se adaptaba a la letra, convirtiendo unas líricas tristes y nostalgicas en suplicas llenas de anhelo y deseo. Con cada palabra, él tenía el poder de hipnotizar a quien lo escuchara. Era extraño, pues el Leb que conocía solía ser el hipnotizado, no el hipnotizador.
No reconocía la canción, a pesar de que muy dentro de su consciencia sentía que la había escuchado. Le preguntó a Adam por el nombre, él le respondió que se llamaba Sweater girl, una de las favoritas de Elise. La princesa se concentró en la letra, no se le hacia para nada familiar:
Counting stars instead of dreams
Her smile is so fragile, and yet so sweet
She wears my sweater because it reminds her of me
Now it cleans the teardrops I would never clean.
Keep it safe, honey, until we meet.
Look straight to the stars, I'll hear your wish.
Seguro la había escuchado, era una de sus canciones más antiguas; de esas que había mostrado por pequeños videos en sus redes sociales. Sin embargo, le sonó tan ajena, tan desconocida a sus oídos, que por instantes se preguntó si ese era Caleb. Claro que esos instantes se esfumaron al sentir todo lo que la canción buscaba que sintiera, y quedó tan enamorada de la voz de ese chico como cualquier otra de sus fanáticas ¡Era su cantante! ¿Qué importaba si por alguna razón no conocía esa canción? Lo que importaba era el talento de su novio, lo impresionante que era él. Era asombroso.
Y era su príncipe.
—¿Ves? Canta jodidamente bien —señaló Adam, aún escuchando la canción —. No es la clase de música que suelo escuchar, pero me impresiona.
—Es mi cantante, Blake. Es obvio que es impresionante —aseguró Silene, dejando de escuchar la canción para fijarse en lo impresionado que estaba Adam.
—Claro, que sea tu novio lo hace así de bueno. Nada tiene que ver el hecho de que Aviv en serio es un excelente mentor que le ha enseñado todo lo que sabe, ni que Caleb en realidad tiene talento para esto.
—Noté el sarcásmo, genio. Y, para que sepas, sé que esos logros son mérito de Caleb. Del mismo modo, mis méritos son frutos de mi trabajo. Lo que nos hace una pareja tan ideal es que ambos reunimos logros impresionantes. Juntos, somos tan increíbles como debemos serlo.
Eso lo decían las revistas, los paparazzi, los fanáticos; lo mostraban las fotos, los hechos, pero Adam rara vez leía articulos relacionados a la farándula. Observó el perfil de su princesa, se veía tan hermosa como siempre...Y más a la defensiva que nunca. Ella no le devolvió la mirada, su barbilla se levantó aún más de lo que solía estar y sus labios parecían estar apretados, sellados para evitar decir algo que le molestaba. Silene se convirtió en alguien impenetrable, difícil de leer e interpretar, pero Adam era demasiado bueno con complicaciones como esa.
Él escuchó un poco más la letra, analizó cada palabra y entendió porque la canción le gustaba tanto a Elise. Hablaba de una chica cuyos sueños resultaban inalcanzables, y que estaba familiarizada con la pérdida. De alguna manera, era la clase de canción con la que su prima podía sentirse identificada. Pero...¿Silene? Ella ni siquiera encajaba con la melodía.
—¿Segura de que Caleb escribe estas canciones para ti? —preguntó él, soltándo esa duda como lo más casual del mundo, aunque sabía que pronunciarla era como jugar con los cables de una bomba.
A Silene no le gustaba que pusieran en duda su palabra.
—¿Y sobre quién más podrían ser, Blake? —soltó ella, rodándo sus ojos. Por el tono que usó, él notó que a ella le desagradó esa pregunta —. Soy su novia, tiene lógica que sea su inspiración ¿Por qué haces preguntas tan estúpidas?
—Solo digo que la canción no suena como...tú.
Él se encogió de hombros, intentando restarle importancia a ese detalle. Tomó el audífono del oído de Silene y los guardó, queriendo dar por muerta esa conversación antes de poder molestarla. Su princesa siempre decía que era Caleb quien escribia esas canciones, que las hacía pensando en ella y solo en ella. No dudaba de Sile, jamás podría hacerlo. Pero, como la conocía, sabía que ella era experta en escuchar lo que quería en lugar de la realidad. Comenzó a temer por el hecho de que aquella idea no fuese más que una simple modificación hecha por su necesidad de encontrar perfección.
Y es que ni siquiera ella se daba cuenta de cuando hacía cosas como esa. Moldeaba sus propios pensamientos, bloqueando lo imperfecto para convertirlo en ideal.
Silene se quedó esperando a que su amigo siguiera hablando, que continuara ese argumento ¿Que la canción no sonaba como ella? ¿Cómo podía ser eso posible? ¡La canción era sobre ella! Pero Adam sonó tan seguro de sus palabras que no pudo evitar dudar. Si a así no se escuchaba ella, ¿entonces cómo?
—¿A qué te refieres? —preguntó, notando que él no respondería a menos de que lo obligara a hacerlo. Tuvo que seguirlo hasta el lugar en el que guardaba las pesas cuando comenzó a caminar —. Adam, ¿qué quieres decir con eso de que la canción no suena como yo?
Él dejó las pesas en su sitio, sintiendo la mirada café de su amiga clavada en su espalda. Suspiró con fuerza. Te confiezo que él rara vez pensaba las cosas, así que a duras penas si pensó al dar su respuesta.
—Pues, sí. Si tuviera que escribir una canción sobre ti, no sonaría así —dijo —. No tendría una melodía tan cursi, lo único cursi en tu vida es tu asqueroso gusto por las películas. La melodía de tu canción seria más lenta, más provocativa, casi adictiva.
Él no sabía nada de tempo, ritmo o detalles técnicos. Él no conocía la diferencia entre una guitarra eléctrica y una acustica, pero si algo conocía era a su princesa. Por esa razón, pudo imaginar la melodía hasta escucharla con claridad en su mente. Una canción sobre ella debía sonar como un pecado para cualquier oído...
La clase de pecado que no se puede evitar cometer.
—Y esa letra...Yo cambiaría esa letra —soltó él, pasando una mano por su cabello mientras pensaba —. La canción habla de una chica con cierta esperanza, una esperanza absurda aunque sabe que sus sueños son inalcanzables. Habla de esta chica que necesita secar sus lágrimas en el suéter de alguien más, que se derrumba poco a poco esperando que alguien más venga a consolarla. Tú no eres así.
》Tú no necesitas el suéter de alguien más para secar tus lágrimas, no te aferras a otro cuando necesitas apoyo. Claro que lo deseas, tener a alguien que te entienda es como tu más grande anhelo, pero de alguna forma siempre lo alejas. En momentos de crisis, no te encierras en esas sonrisas frágiles que dice la canción. Tú te vuelves alguien impenetrable, una especie de guerrera a la que le tiembla el alma, pero no la voz. Luchas por tus sueños, luchas tanto que te cansas y no lo notas. Y, a diferencia de la chica de la que habla Caleb en la canción, tu belleza no está en la debilidad que opaca tu fuerza, sino en la fortaleza que usas para ocultar que eres débil.
No lo pensaba. Sin duda, Adam no estaba procesando sus palabras con su cerebro. Él estaba soltando la descripción que tenía reservada para Silene en su corazón.
—Así que, en lugar de cantar sobre una chica con un suéter, yo hablaría de una chica de labios rojos y perfume con aroma a anhelo —él sonrió un poco, sin saber porqué —. En lugar de decir que ves estrellas, diría que las persigues y las vuelves tuyas. Que las capturas y las obligas a cumplir tus deseos. Diría que tú no lloras, no sin una película romántica de por medio, y que eres tan bonita como un rosal. Al igual que esas plantas, muchos te desean, pero hay algo que siempre les impedirá acercarse; ese algo eres tu misma.
Cuando su pecho comenzó a doler, Silene se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Las palabras de Adam se adentraron en sus oídos y se apoderaron de ella hasta dejarla sin aliento. La asfixiaban, la estaban ahogando, pero no se sentía como algo peligroso. Era como dejar de respirar para recordar que vivía, que sentía.
Las palabras de Adam no estaban acompañadas de una melodía, pero resultó una descripción tan acertada que fue como encontrarse a sí misma en un instante. Sintió un escalofrío al instante, sabía que recordaría por siempre la voz de ese dragón hablando sobre su princesa...Pero a duras penas si podía recordar las valadas de su príncipe.
Adam se volteó y, de inmediato, ella sintió un calor invadiendo sus mejillas que fue como un incendio en su rostro. Agradeció que ya tenía cierto sonrojo por el ejercicio, así los ojos de distintos tonos de azul no lo notaron. Él le dedicó una de esas amplias sonrisas que siempre solía esbozar; esas sonrisas que ella conocía mejor que las suyas.
—Sí, más o menos así sonaría una canción sobre ti si yo la escribiera —soltó él, encogiéndose de hombros una vez más —. Lástima que no sé rimar, suena como una canción jodidamente buena.
—Para Caleb soy diferente —dijo ella, fijando su mirada en algún punto en su camisa para evitar su mirada —. Es muy distinto hablar de tu mejor amiga a hablar de tu novia.
—Bueno, supongo que para Caleb eres la chica del suéter —soltó él —. Para mi siempre serás la de labios rojos y pésimo gusto en películas de romance.
Ella siempre tenía sus labios pintados de rojo, siempre veía películas de romance...
Ella jamás usaba suéteres...
—Oh, mira, llegó el imbécil de Gabe —señaló Adam, mirando hacia el mostrador donde él y Donovan parecían estar charlando. Notó la gravedad en sus miradas, supo de inmediato que necesitaban un poco de alegría en esa conversación —. ¡Eh! ¡Grandisimo tonto! ¡¿No podías hacernos el favor de quedarte lejos por tan solo un día?! ¡Cielos, necesito un descanso de tu molesta presencia!
Tomó a Silene por el brazo y la arrastró consigo hasta ellos dos. Para cuando llegó, había conseguido una sonrisa divertida en los labios de Donovan y un gesto de molestia fingida en la cara de Gabe.
—Y lo que tus padres necesitaban era un maldito internado en el cual dejarte —bufó Gabe —. Me pregunto que los detuvo.
—Seguro que tus padres necesitaron un...
—Basta —soltó Donovan, riéndo —. ¿Cuándo van a crecer?
—Eres tan tierno por tener esperanza en vernos crecer, Don —rió Adam —. Tan tierno.
—Y tú eres tan...insoportable —respondió Gabe por él. Luego, su vista se fijó en Silene —. ¿Y qué tal se portó este contigo, princesa? ¿Fue un buen entrenador suplente?
Las palabras de Adam seguían retumbando en su cabeza, hacían una extraña mezcla con la canción de Caleb. No le gustaba tener a esas dos voces juntas en su subconsciente, ¿pero que podía hacer? No podía alejar a ninguna de las dos.
Tan solo podía pretender que lo hacia.
—Fue el mejor, Gabe —aseguró ella, con una sonrisa. Era como si nada grave estuviera ocurriendo en su mente.
—¿Ven? Por eso merezco un aumento —señaló él.
—Te pagamos bien, no te quejes —soltó Donovan, cruzándose de brazos —. Aunque, si en verdad quieres un aumento, todavía hay vacante para instructor de yoga...
—Bah, ya te dije que no voy a someterme a esas torturas medievales. Paso. El puesto es para Gabe, nació para eso.
—Te escucho y te escucho, pero no entiendo en qué parte de tu estúpido comentario viene el chiste —contraatacó el mencionado.
—En la parte en la que dice tu nombre, tarado.
—¡Santo Cielo! ¡Maduren!
Ante la exclamación de Donovan, Silene solo pudo reír. Era increíble la forma en la que ellos tres sabían subirse los ánimos con tan solo una simple conversación. La seriedad que había visto en Don y en Gabe mientras se acercaban había desaparecido por completo y ahora solo quedaba diversión. Eran un equipo peculiar, pero ella sabía que Adam los veía como una familia. Mientras que Gabe era aquel con el que podía bromear y admitir que jamás maduraria, Don era aquel al que veía como una figura casi paterna, un ejemplo a seguir. Eran dos extremos necesarios para él.
Dos pilares...para los que terminó trabajando porque así de rara es la vida.
En medio de risas, una cabellera rizada y voluminosa se hizo presente en la entrada. Sanne entró luciendo perdida en sus pensamientos, con una mirada tan angustiada que dio cierto miedo. A un paso apurado, caminó frente a ellos para dirigirse hasta las piscinas. Lo que ni ella, ni Silene, esperaron fue que Gabe la detuviera a una velocidad estrella. Mucho antes de que la morena lograra escapar, su brazo se vio rodeado por una de las firmes manos de ese chico. Sus ojos grises se encontraron con unos verde oliva llenos de comprensión. Lo siguiente que vio, fue una sonrisa.
—¿Qué te ocurre? —le preguntó él. Y era obvio que algo le ocurría, pero a ella le sorprendió que Gabe la leyera tan rápido.
—¿Cómo que qué me ocurre, grandulón? ¿Qué me va a ocurrir? —ella se soltó de su agarre y soltó una carcajada. En su mente, no se escuchó tan nerviosa como lo hizo en realidad —. Estoy bien.
—Nah, no puedes mentirnos —negó Gabe, apoyándose en el escritorio —. Algo te tiene nerviosa.
—¿Sucedió algo interesante en la diligencia que debías resolver con Aviv? —preguntó Adam —. A todas estas, ¿qué debían hacer? ¿Por qué todos están teniendo diligencias que desconozco? ¿A dónde fuiste tú, Gabe?
—Eso no te incumbe, casanova —dijo Sanne, con la mayor amabilidad posible.
—Y concuerdo con ella. No te incumbe, bestia —asintió Gabe, pero luego volvió su mirada a la de Sanne —. Pero si nos incumbe verte así de nerviosa. Somos tus amigos y sabemos que, cuando tienes esa mirada en tu cara, tu vida no va tan bien como lo mereces, Sanne.
—Antes de que te sumerjas en la piscina y nades hasta cansarte, que es lo que sueles hacer, deberías hablarlo —sugirió Donovan —. No ahogues tus problemas en agua, nunca te ha funcionado.
—No tengo problemas, chicos. Estoy bien.
Tanto Gabe, como Donovan, le dedicaron un par de miradas que gritaban "no te creemos". Sanne si se veía angustiada y Silene comenzaba a preguntarse si la discusión que escuchó la otra vez entre ella y Aviv tenía algo que ver. Desde entonces, no podía ver a la morena igual...
No creía poder hacerlo luego de conocer su oscuro pasado con un hombre casado ¿Y si la sombra del ayer se estaba convirtiendo en la angustia del hoy?
Sanne intentó con todas sus fuerzas escapar de ese par de acusaciones, pero Gabe y Don se habían convertido en tan buenos amigos para ella que ya le resultaba imposible esconderse de ellos. La conocían casi tan bien como sus tres mejores amigas, así que sabía que no la dejarían escapar. Soltó un resoplido y dejó su bolso en el escritorio para luego sentarse sobre este. De esa manera, podía verlos a todos bien. El miedo, los nervios, la angustia y la confusión se mezclaban en su mirada grisácea. Sanne era estructurada y centrada, pero parecía estar perdiendo sus barreras de a poco.
—¿Nunca han sentido que deberían estar felices por algo, en serio felices, pero en realidad no terminan por sentir emoción porque le temen a las consecuencias? —preguntó ella, mordiendo su labio al final de la pregunta —. Es decir, tengo la extraña sensación de que debería estar celebrando por ese algo, pero solo siento miedo. Se siente horrible fingir sonrisas y alegría cuando lo que quiero es llorar en posición fetal hasta que todo termine. Díganme, ¿se han sentido así?
Silene se sentía espectadora de un instante que le pertenecía solo a las cuatro personas que se hicieron amigos por dirigir un gimnasio, pero no era que le molestara ver. Observó como Gabe, Adam y Don intercambiaban miradas, casi le resultó comico que los tres rubios levantaran sus cejas al mismo tiempo. Al final, Gabe carraspeó y miró a Sanne con seriedad.
—Pues, sí. Lo he sentido —dijo él, mirando fijamente a la chica —. Sanne, ¿acaso...estás embarazada?
—¡¿Qué?! ¡No! —exclamó ella, incrédula ante esa suposición —. ¿Qué carajos, Gabe?
—Lo siento, lo siento. Es que la vez que me sentí así fue cuando supe que tendría mellizos, así que saqué conclusiones —él llevó una mano hasta su cabello y le dedicó una sonrisa apenada a su amiga —. Cloe y yo planeamos un bebé, no dos. Cuando llega una sorpresa como esa, sientes que debes celebrar. Yo no sentí esa alegría al instante, solo tenía miedo...Y esa culpa que tienes tu por sentir temor antes que alegría.
—Yo sentí algo parecido cuando adoptamos a Easton —intervino Don —. Fue un proceso duro, dos años en los que Dali y yo le tomamos cariño a East y aún así los tramites parecían no acabar. El día que finalmente se volvió parte de nuestra familia, creí que solo sentiría alegría. No fue así. Sentí temor porque yo ya lo veía como un hijo, pero dudaba de si él llegaría a verme como su papá, o si se sentiría cómodo con nuestra familia.
》Así que sí, el miedo suplantó la alegría durante unos buenos instantes. Pero todo mejoró cuando llegamos a casa y me di cuenta de que estaba en mis manos regalarle a ese niño increíble un hogar. Puse de mi parte y superé el miedo por él.
—Y lo hiciste bien, porque ese niño es un puto ángel. Merece que le recen y todo —soltó Adam y luego miró a Sanne con una sonrisa ladeada —. Yo no tengo un ejemplo tan bueno como el de ellos, pero sentí lo que tu sientes cuando compré el anillo de Vanessa.
—Agh, la arpía —bufó Gabe.
—Yo tenia pensado otro apodo, pero arpía sirve —soltó Silene —. Y lo recuerdo, yo lo acompañé. Solo decía: "esto es importante, no lo puedo arruinar" una y otra vez. Parecía que tenía hormigas en el pantalón, no se podía quedar quieto. También recuerdo que le pregunté si tenía nervios y el muy mentiroso me dijo que no.
—¡Era obvio que los tenía! —exclamó Adam —. Las grandes decisiones, los grandes cambios, siempre desatan nervios.
—Él tiene razón —señaló Donovan —. Escapen o no de tus manos, los cambios dan miedo. Lo importante es saber lidiar con ese miedo y aprender a ser feliz.
Sanne suspiró y asintió con la cabeza, sus rizos se mecieron ante el movimiento. Silene observó como ella jugaba con lo que parecía ser su silbato de entrenamiento. Estaba todo desgastado, para Sanne era como una especie de amuleto de la suerte ¿Le estaba trayendo suerte esa vez? La verdad, no lo parecía.
—Me siento egoísta por sentirme así —confesó —. Pienso en lo que podría perder y no en lo que algo como esto podría significar para alguien que quiero.
—Quizá deberías ser más específica y decir qué es lo que está tramando Aviv y porque te tiene así —señaló Gabe, ganándose una mirada de sorpresa por parte de la morena.
—¿Cómo...?
—Solo conozco a una persona capaz de poner tanto sentimiento en tu mirada e, irónicamente, es el único que no la puede ver. Sabemos que esto es sobre Aviv.
Ella suspiró. No asintió ante la opinión de Gabe, pero tampoco la negó.
—Todavía no les puedo decir, chicos.
—Ya...¿Segura no estás embarazada?
—¡Muy segura, Gabe!
—Solo verifico —él se encogió de hombros —. En todo caso, el misterio se acabaría en unos meses.
—No está embarazada, joder —la apoyó Donovan —. Escucha, Sanne, lo que sea que esté ocurriendo, no creo que estés siendo egoísta. Aviv es tu mejor amigo y tiene sentido que te preocupes por él. Es decir, ¿has visto como se pone Gabe cuando voy a mis sesiones de quimio?
—Enloquezco. Parezco una mamá molesta preguntando a cada rato como va todo. Ni yo me aguanto.
—¿Ves? Porque eso es lo que hacen las personas que se aprecian. Él podría estar celebrando que estoy recibiendo tratamiento, pero solo piensa en el dolor y sus consecuencias. De ser al revés, seguro que yo sería igual. Esta es la cosa, sufrimos más por los que queremos que por nosotros mismos y esa alegría que deberíamos sentir a veces se ve opacada por un terror constante a perder a esas personas, o las oportunidades de hacerlas felices.
》Le pasó a Gabe al enterarse de que tendría mellizos. Debió estar feliz, pero pensó en Cloe y en que debía mantener a dos niños en lugar de uno y se asustó no por él, sino por ellos. Me pasó a mí, que en lugar de ser feliz por East me asusté porque creí que podría no sentirse cómodo en mi familia. Y le pasó a Adam, sintió nervios por símbolo de compromiso; nervios porque podía no salirle bien, porque podía equivocarse...
—Y que conste que me equivoqué —señaló el chico —. No de anillo, de chica. El anillo que escogí era jodidamente hermoso.
—No interrumpas a Don, bestia. Está inspirado —lo golpeó Gabe, él se quejó un poco —. Continúa.
Don negó con la cabeza y luego volvió a Sanne. Fijó sus ojos oscuros en los de ella y Silene se preguntó como alguien que debía estar lamentándose por su propio destino era tan bueno para dar consejos sobre los destinos de otros. Era una locura.
—Lo que nos pasó, ahora te está pasando a ti. Tienes tanto miedo de perder a alguien que quieres por un cambio que no puedes ser feliz ¿Mi consejo? Apóyalo. No sé que tiene planeado Aviv, pero sé que él jamás te haría daño a drede. Haz el miedo a un lado, Sanne, o si no te vas a perder de una alegría que mereces ¿Está bien?
Sanne observó a su amigo, la sonrisa amable de Donovan y sus ojos comprensivos. Pareció dudar al inicio, pero no tardó demasiado en devolverle la sonrisa. Aún sin decir que era lo que le ocurría a ella y a Aviv, Don se las arregló para animarla.
—Está bien, Don. Intentaré seguir tu consejo —asintió ella y luego desvió su mirada hasta Gabe y Adam —. Gracias a todos por ser tan buenos amigos.
—Nena, tú y yo podemos ser más que amigos si lo deseas —bromeó Adam, consiguiendo que Sanne soltara una carcajada.
—Tentador, lástima que me gustan los chicos con cierto grado de madurez —soltó ella, bajándose del escritorio —. Tengo clase, iré a la piscina. Oh, y por cierto, mañana también faltaré temprano. Tengo esa sesión de fotos con Pad de la que les conté, pero ya moví todo mi itinerario y no habrá problema.
Ante esa mención, Silene se removió un poco en su puesto. Sanne era de la clase de atletas que hacían muchas campañas, posaban para muchas marcas y de una u otra manera siempre estaba expuesta a los medios. La industria Miles Tone ya la había solicitado varias veces antes, mostrando prendas en su despampanante cuerpo.
Sile debía admitir que ella era hermosa, cualquiera capaz de verla lo sabría. Sus ojos grisáceos se veían demasiado bien en las fotos, sus curvas eran ideales y se veía que toda una vida de deportes la convirtieron en alguien con un físico asombroso. Era intimidante saber que compartiría un lugar junto a ella en el catálogo de la industria Miles Tone. Incluso para la princesa, Sanne era demasiado.
No obstante, recordó que esa chica de mirada angustiada no era perfecta. Tenía un pasado oscuro, sin mencionar que no sabía ocultar sus sentimientos de la manera correcta. Sanne era vulnerable, y por ende no era competencia para ella. Se paró mas erguida a medida en la que fue pensando en eso ¿Quién era competencia para ella? ¡Nadie! Entre las dos, ella tenía la perfección de su lado...A excepción de esas voces constrantando en su cabeza, Caleb cantando y Adam hablando.
Lo bueno era que Silene podía esconder sus desastres imperfectos, pero Sanne no podía. Tenía ventaja, y un método que la hacía ridículamente hermosa. En esa pequeña competencia que se inventó, Silene le ganaba a la morena.
—¡Princesa! —exclamó Adam, regresándola de nuevo a la realidad. Ladeó su cabeza y lo encontró riendo —. ¿A dónde te habías ido? Estabas en tu propio mundo.
—Pensaba...—se excusó.
—Evidentemente, y tus pensamientos se veían interesantes ¿Algo relacionado con las canciones de tu cantante?
—Exacto. Es increíble, así que pensaba en él.
—Ya, pero no babées por él aquí, o estos dos me harán limpiarlo. Soy un esclavo para ellos.
—Llorón —Gabe rodó sus ojos —. Mejor ve a limpiar las máquinas de ejercicio, bestia.
—¿Ves? ¡Soy víctima de la esclavitud moderna!
Silene soltó una carcajada mientras lo veía alejarse de ella hasta las máquinas. Una vez más, sintió a su perfección correr peligro. Sanne no era competencia para ella, tampoco lo eran las hermanas Stewart, o cualquier modelo que quisiera retarla. Todas ellas eran sensibles, frágiles. Ninguna tenía espinas para proteger su belleza, pero ella sí. Ella no se veía vulnerable...
Pero habían personas que simplemente eran sus debilidades.
Caleb cantando, Adam hablando, los escuchaba tan bien que creyó una vez más que su mente la estaba sumergiendo en una terrible pesadilla. Su subconsciente estaba reafirmando lo que ella ya sabia: que la odiaba; se odiaba tanto que se torturaba a sí misma. Sus debilidades le hacían perder el control ¡Y ella no podía perder su perfección, no otra vez!
Al menos, todavía tenía el control sobre su cuerpo, sobre su belleza, sobre la insulina. Sonrío ante el pensamiento, no estaba indefensa y aún podía encontrar lo que tanto había buscado desde la muerte de su padre. Ella aún tenía espinas...
Y le estaban creciendo unas nuevas.
...
—¡Amo esta canción! —exclamó Cristal, logrando que Rubí riera. Esa pelirroja era una explosión de entusiasmo y le causaba gracia que alguien fuera tan...así.
—Aún no está lista —aseguró Rubí, tomando su cuaderno una vez más —. Le faltan unas estrofas y quiero hacer arreglos en la melodía.
—¡Va a ser increíble! —gritó ella, una vez más. Estaban solas en el jardín de rosas, así que nadie se quejó por su escándalo —. Adam si que resulta una buena inspiración para ti...
Quiso reír cuando vio las cejas gruesas de Cris moverse de arriba abajo de forma divertida, pero lo cierto es que no pudo. Soltó un suspiro al pensar en Adam, pero no un suspiro ilusionado dr los que su nueva amiga solía soltar. No. Ella soltó aire casi por desesperación, odiando que su corazón se acelerara ante un nombre y sus nervios se alborotaran al pensar en una canción. Sus manos temblaron un poco al sentir que sentía demasiado, que sus sentimientos se mezclaban con miedos y que ella no sabía como manejarlo.
Rubí no sabía como controlarse a sí misma.
Escondió sus manos bajo sus piernas y bajó su mirada hasta sus rodillas. Incluso sentada en el banco, sentía que se caería en cualquier momento. Más allá de que le gustara un hombre con el que no tenía oportunidad alguna, sus miedos estaban enfocados en otra cosa: cantar en público. No había instante en el que no pensara en lo aterrador que sería subirse a ese escenario y exponer su voz ante tantas personas.
Cuando hacía música, cantaba o componía, ella desnudaba su alma sin quererlo realmente. No lo controlaba, Rubí se volvía una con la canción y se mostraba tal cual era: la chica con miedos y errores, la que se perdió a sí misma y aún no se encontraba; la rosa sin pétalos y con puras espinas...¿Y si quienes la escuchaban la veían de esa forma? Peor aún, ¿y si él la escuchaba y comenzaba a verla de la misma forma que todos esos curiosos que se detuvieron a escucharla cantar en las calles de Londres?
Sus respiraciones comenzaron a acelerarse al pensar en esa posibilidad. Pronto, se reprochó a sí misma por pensar en Adam cuando tendría miles de otras miradas de las cuales preocuparse. Pero, ¿cómo podía detenerse? Ella no podía controlar sus sentimientos, nunca pudo hacerlo. Se convirtió en esa chica con miedo a sentir, sin fuerzas para cargar consigo misma. Eso la llevó a tomar malas decisiones, unas que no quería repetir...
Pero ella era demasiado, ¿qué le aseguraba que no volvería a caer?
Cristal notó el repentino cambio de ánimo en Rubí. Para ser alguien tan cerrada e introvertida, mostraba sus sentimientos bastante bien. Vio el miedo, la angustia, la confusión...A veces, esa mezcla aparecía en los ojos de su amiga, sobre todo en esos momentos en los que ella se veía perdida. Se preguntaba porqué, pero la realidad era que se preguntaba muchas cosas sobre Rubí.
¿Por qué fingía ser mayor de lo que era? ¿Por qué escribía las canciones de su hermano pero no las cantaba? ¿Por qué tenía pánico escenico cuando su voz era hermosa? ¿Había teñido su cabello de un rojo tan llamativo para evitar preguntas inoportunas, o solo para llamar la atención?
¿Cómo era tan delgada, si tomaba refrescos de uva que hinchan el estómago?
Pero ninguna de esas eran la pregunta que le importaba en ese momento. Se sentó junto a ella e intentó darle la sonrisa más comprensiva posible. Rubí no la miró, sentía que se quebraría si lo hacia.
Necesitaba con fuerza algo que sabía que no estaba bien...
—¿Qué ocurre? —le preguntó Cris. Al principio, no obtuvo respuesta. Colocó una mano en el hombro de Rubí e intentó darle algo de apoyo —. Lo que sea, puedes decirme. Soy buena guardando secretos, ¿lo olvidas?
Y una parte de ella le dijo que no lo hiciera, pero la otra parte que peleaba contra sus miedos ganó en esa oportunidad y decidió...hablar.
—Soy un desastre —le confesó a Cristal, aún con la mirada baja —. Soy un gran desastre hecho de tantas emociones que no puedo controlar...Mi interior, mi mente, mis pensamientos, ellos están en una batalla constante y su única enemiga soy yo. No sentir que tengo el control sobre mi misma me está matando, me agota. Estoy tan agotada de mi misma.
—Yo...—Cris quedó algo impresionada ante tan profunda confesión. Mordisqueó la parte interior de su mejilla, intentando buscar algo que decir. Yo no lo habría conseguido, pero ella lo logró —. ¿Por qué? Rubí, sentir no es malo.
—Lo es cuando sientes varias cosas al mismo tiempo, varios miedos. Sentir tanto me llevó a cometer errores horribles. No sé explicartelo, Cris, pero estoy saturada de mi misma...
Un pequeño sollozo se escapó de sus labios. No quería desahogarse frente a Cris, no quería contarle todo. Pero se sentía tan indefensa y tenía tanto en lo que pensar, que el temor a sucumbir en viejos hábitos la invadio. Si le contaba a alguien, a ella, la detendrían ¿O no?
—Rubí, ¿de qué clase de errores estás hablando?
Pero, si se lo decía, también podía ser vista diferente. Con lástima, con repulsión, con odio...No sabía si quería que los ojos verdosos de Cris la vieran de esa forma.
—¿Rubí?
No quería...Necesitaba otra cosa...Necesitaba...
—¿Rubí? —Cris se puso frente a ella, ligeramente asustada ante la forma en la que esa chica se estaba derrumbando frente a ella. Respiraba entrecortado, estaba increíblemente pálida. Su mirada...
Su mirada ni siquiera estaba ahí.
Jamás había visto a alguien estar presente sin estarlo realmente. Rubí estaba lidiando con sus demonios, esos de los que le habló Aviv, y se notaba que la lucha era muy intensa. Dudó que ella pudiera vencerlos por su cuenta, no se veía preparada para esa guerra. Así que la pelirroja se armó de valor y entró a la batalla sin ponerse una armadura primero.
—No te calles ahora —le exigió, colocándo sus manos sobre sus hombros. Básicamente la obligó a mirarla —. Rubí, dilo todo ¡Todo! Di lo que sientes, lo que te da miedo. No está mal que sientas, no está mal que te enamores de alguien, ni que tengas algunos temores. Tus sentimientos no son más fuertes que tú.
—Lo son...—la voz de Rubí sonaba tan apagada. Era una voz que a penas si tenía fuerza para existir.
—¡No les des el poder de serlo! ¡Cóntrolalo! Son tuyos, Rubí. Tú eres ellos, ellos son tú. Lo que sientes te define, no dejes que se vuelva una carga ¡No te conviertas en tu enemiga! Bien, cometíste errores en el pasado ¡¿Y qué?! ¡Todos lo hacemos!
—No el que yo cometí.
—No debió haber sido tan grave. Lo que sea que haya sido, seguro fue...
—Drogas.
Cristal frunció su entrecejo, confundida ante el cambio en la conversación y esa repentina interrupción. Fue cuestión de segundos lo que le costó entender que no fue un cambio en la charla, fue una respuesta. Miró a Rubí, sus ojos ya no estaban perdidos. Su mirada se adhirió a la de ella y encontró en esos ojos azules tanta tristeza que incluso sintió que podía escucharla; la tristeza suena como un piano con teclas que le faltan. Sin enbargo, no pudo conmoverse del todo, pues procesaba con lentitud la palabra.
Drogas. Así nacieron los demonios de Rubí.
Se alejó unos pasos de ella, esperando una explicación. Rubí suspiró, de inmediato arrepintiéndose por decirlo en voz alta. Sabía que Cris no la vería de la misma forma después de esa confesión.
—Estuve en rehabilitación un año y medio para superar una adicción que comenzó a los quince —continuó Rubí —. Un chico me ofreció un poco una vez, me dijo que me ayudaría a lidiar con mis problemas. Seguro piensas: vaya estúpida, le creyó. Pero Cris, cuando un chico te gusta, le crees hasta las mentiras más obvias. Si él me hubiese dicho que el cielo es rosado, le habría creído. Me dijo que un poco de polvo controlaría mi desastre de emociones, que no hacía daño. Era una mentira tan bonita...¿Cómo no iba a creerle?
》Fue mi culpa, no suya, y lo sé. Por esa estúpida decisión perdí el control. Gasté dinero de mis padres, alejé a los que más amaba y mentí...¡Dios, mentí tanto! Pero se sentía tan bien no tener que lidiar con todo lo que sentía, dejarlo todo en las manos de algo más fuerte que yo. Cedí mi responsabilidad de aguantarme, y lo pagué con algo peor: una adicción.
No sentía sus lágrimas, pero las había. Tenía tanto miedo de decir todo en voz alta, pero no podía parar. Casi parecía cantar la historia, era la única forma en la que siempre pudo hacerlo: cantando.
—Aviv y la tía Sanne fueron quienes me descubrieron —continuó —. Creí que se molestarían, pero no los vi molestos...Los vi tristes, decepcionados. Eso me dolió más. Mamá y papá si se enojaron, igual que Leb. Me prohibieron seguir y eso fue como un gatillo que disparó algo mucho peor en mí. A mis emociones usuales, se le unió una ansiedad horrible. Era dolorosa, me angustiaba tanto que me dolía. Sabía que solo podía calmarlo con algo...Quise hacer lo que sea para detener el dolor.
》Escapé de casa. Fueron meses en los que estuve en las calles de Londres cantando para conseguir algo de dinero. Ahí supe que mi voz quedaría dañada por siempre; yo usé lo que más amo para destruirme.
—¿Nadie te ayudó? —preguntó Cris, con un hilo de voz. Rubí negó con la cabeza.
—A nadie le importa una niña mugrienta, hambrienta y drogada. Huí de servicios sociales varias veces y de varios vendedores molestos que odiaban que cantara frente a sus locales. Recibí dinero de mucha gente que me escuchaba cantar, pero no ayuda.
—¿Qué pasa con el chico? ¿No te ayudó?
—Le dí mucho de mi a ese imbécil. Creí que me quería, pero cuando necesité su ayuda, me cambió por otra y me llamó drogadicta frente a los que antes eran mis amigos. Me quedé sola.
—¿Cómo pudo hacerte eso?
—Cris, tu idea del amor es hermosa. Eres inocente y tierna, crees que hay principes azules en un mundo de monstruos y villanos. Ese chico no era mi salvador. Nadie te salva de ti misma.
Ella daría todo por tener la dulce idea de amar que tenía Cristal, pero no era así. Su idea del amor era mucho más realista; "fea", como dirías tú. Amar significa sentir demasiado, llegar al límite de las emociones, y Rubí no quería sentir. Me gustaría decirte que todo eso se debía a un corazón roto, pero a ella jamás le rompieron el corazón. No le dio el poder a aquel que la engañó de romperla, él tan solo era uno de los muchos recuerdos dolorosos que guardaba en su mente.
Ella tenía una idea tan dura del amor porque tenía una visión peor de la vida.
En cambio, Cris parecía ver todo del color de las rosas. Podía deleitarse con cualquier pequeño detalle de la vida y amaba amar porque a ella no le dolía sentir. Esa pelirroja tenía suerte y ni siquiera lo sabia...
—Caleb me encontró en la calle luego de meses siendo vagabunda. Cuando me vio, me abrazó...fue la primera vez en mucho tiempo que no sentí que me moriría de frío —Cristal soltó un jadeo, impactada ante esa información. Le dolía imaginar a Rubí en esa situación —. Odie la idea de ir a rehabilitación, pero en el fondo sabía que la necesitaba. Al final, no fue tan mala. Es decir, salí ¿No es así?
》Cometí muchos errores, Cris. Ahora los sabes y entiendo si quieres alejarte de mi, o si ahora me miras diferente...Solo me gustaría que no lo hicieras porque eres la primera amiga que he tenido en mucho tiempo.
Y el miedo a perder esa primera amistad era otra de las sensaciones que aumentaban su ansiedad, que jugaba con su ritmo cardíaco y le susurraba que sucumbiera ante viejos hábitos. Le agradaba Cristal porque podía sentirse normal junto a ella, porque a ella no le importaba si se quedaba mucho tiempo callada, porque eran completamente opuestas. Ya se había acostumbrado a reunirse con ella en el jardín de rosas, no quería perder esa pequeña tradición.
Pero estaba consciente de lo duro que es estar con alguien luego de conocer sus errores. Le había mostrado lo peor a Cristal, no la culpaba si queria huir de ahí.
Levantó la mirada, esperando rechazo, lástima, o espanto. Para sorpresa suya, no encontró nada de eso. Cristal se veía como una niña pequeña a la que le explican algo por décima vez y finalmente lo entiende; finalmente comprendía todo. Observó a Rubí, esos ojos tormentosos ahogados en lágrimas, esa cortina de cabello rojo que llegaba hasta más abajo de su espalda, ese maquillaje fuerte y los piercings...esas ganas de desaparecer...
Todo tenía sentido y finalmente encajaba. Rubí solo era la consecuencia de un pasado doloroso, uno que buscaba esconder pero no resultaba porque todavía tenía demonios en su cabeza. Lo veía en la forma en la que movía sus rodillas con inquietud, todavía tenía miedo. Rubí ya no era adicta, pero no se había mejorado del todo.
—No me voy a ir —sentenció Cris, con una media sonrisa en sus labios. Eso tomó por sorpresa a Rubí.
—Pero...soy un desastre.
—Lo desastroso en ti es la forma en la que ves el mundo, a tus sentimientos y a ti misma. Tienes una visión muy gris, necesitas algo de color y, para suerte tuya, yo soy muy colorida y alegre. Me aseguraré de hacerte entender que tu realidad puede ser perfecta inclusive con errores.
Se sentó junto a ella y extendió su sonrisa. No quería rendirse en la amistad que estaba forjando con Rubí.
—Escucha, no imagino lo que debe sentirse esa ansiedad de la que hablaste —dijo en un tono de voz bastante bajo y comprensivo —, pero puedes contra ella.
—No lo sé, Cris —ella se echó hacia atrás en el respaldar y levantó la mirada. Limpió con las mangas de su suéter sus lágrimas, consciente del desastre que generaría con su maquillaje —. Yo siento que necesito...
—No lo haces. No necesitas...eso. Lo que tú necesitas es aprender a amar tus sentimientos. Ámalos así como amas a tus canciones.
—No es tan fácil.
—Vayamos paso a paso. Sientes mucho y muy fuerte...¿Te parece si primero lidias con tu miedo a cantar en público y luego te enfocas en tu miedo a estar enamorada de Adam? Piensa en una cosa a la vez, así no te saturarás ¿Okey?
Bajó la mirada hasta los ojos verdes de Cristal, todavía no podía creer que ella no se alejaría. Sabía toda la verdad, y aún así estaba ahí, regalándole una sonrisa. Ella se la devolvió, una débil y temblorosa. En el pasado, aprendió que alejar a sus seres queridos estaba mal. No alejaría a alguien que apreciaba esta vez.
—Gracias, Cris —dijo, calmándo su llanto.
—¡De nada, Rubí! —y ahí estaba el entusiasmo de nuevo, como si nada hubiera ocurrido —. Siempre supe que seríamos buenas amigas.
—¿En serio? ¿Aunque detesto a Silene?
—Es ley detestar a la novia de tu hermano ¡No pienso discutir con eso!
Rubí negó con la cabeza, divertida ante esa declaración. Para ser una de las personas más cercanas a Silene, Cristal era muy diferente a su cuñada ¿Tendría algo que ver con la cantidad de espinas que porta una flor?
—Acabé mi refresco —dijo Rubí, señalándo la lata vacía —. ¿Esperamos a que se me pase la cara de llanto y vamos por más?
—¡Claro! —exclamó la pelirroja —. Yo te acompaño a comprar otro.
—¿Por qué tu ya no los tomas? Creí que los amabas. Es decir, ¡practicamente me obligaste a amarlos!
Y sí, la diferencia entre Silene y Cristal estaba en las espinas. Ambas eran hermosas pero, mientras la primera estaba hecha para portarlas, la segunda estaba hecha para recibirlas. No percibia el dolor de sus pinchazos, uno nunca se da cuenta de la herida hasta que comienza a sangrar. Ella aún no sangraba, solo sonreía y respondía con entusiasmo:
—Creo que ya no me gustan más.
Sé que las rosas necesitan espinas, pero la forma en la que Cristal intentaba conseguirlas me duele, me lastima. Aunque debí haberlo visto venir, ¿no? Después de todo, eso es lo que ocurre cuando una flor como ella intenta ser una teñir sus pétalos de rojo...
Sweater girl
Por Rubí Carlton
...
Cuenta estrellas en vez de sueños,
Su sonrisa es tan frágil y dulce al mismo tiempo.
Ella usa mi suéter porque le recuerda a mi,
Y en él limpia las lágrimas ahora que no estoy ahí.
Guárda mi suéter, cariño, hasta que nos encontremos otra vez.
Y mira a las estrellas, que tus deseos yo escucharé.
Continuará..
...
Y
el capítulo más largo que he escrito hasta ahora en esta historia va para michelsxlovelis. No suelo escribir capítulos con más de 5000 palabras porque siento que me odiarán por hacerlas leer tanto 🙈 Esta vez no me resistí jejejeje. Espero que no me odies, que nadie me odie derecho. Gracias por tu apoyo en la historia, he amado tus comentarios y espero poder seguir leyendolos más adelante❤
Ahora, es un capítulo largo y yo estoy curiosa JAJAJA. Quiero saber que les han parecido varias cosas:
🌹Adam siendo una ternura con Silene.
🌹La canción (y el hecho de que Silene crea que es sobre ella cuando es obvio que no)
🌹El secreto de Aviv y Sanne ¿Tienen alguna idea de lo que pueda ser?
🌹El hecho de que Don y Gabe ahora son bestie goals y en el libro anterior eran un desastre como amigos JAJAJA (Esto a mi me encanta).
🌹Rubí contándolo todo y la reacción de Cris.
En fin, gracias por aguantarse este capítulo. Los quierooo🌹❤
Pd: me obsesioné con una nueva banda (Picture This). Pobres de ustedes que tendrán que aguantar que ponga sus canciones en cada capítulo jajajajajaj
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