Capítulo 11
Capítulo 11
La dulzura de una rosa
12 de junio
10:17 pm
Cuando Silene conoció a Adam, supo que ese chico pasaría a formar una parte de su vida...Claro que, en el momento, no estuvo muy segura de qué resultaría al cruzar su historia con la del chico calvo y de mal carácter, ese al que le robó su primer beso. Al principio, creyó que tan solo se quedaría como eso: Un momento que sabía que la marcaría, que formaría parte de su existencia y de su escencia de algún modo. Creyó que Adam desaparecería con los años, que no mantendría un lazo tan fuerte con él.
Pero se equivocó.
Lo vió superar el cáncer, recuperar su cabello, adquirir sonrisas...Así, Adam se convirtió en la única persona que la comprendía, a pesar de que muchas veces no la llegaba a entender del todo. Suena confuso, lo sé. A lo que me refiero es que, si bien el rubio no compartía del todo los hábitos y la perfección que Silene se enfocaba en conseguir, hacía su mayor esfuerzo por comprenderla y apoyarla de alguna manera. Él conocía las espinas más peligrosas de Sile, y aún así ella no le daba miedo.
Aprendió a apreciar a su rosa por todo lo que ella era, no solo por lo bella que se veía por fuera.
Con eso, él se ganó su confianza, amistad y amor. Una vez que conseguías eso de Silene, entonces podías estar seguro de que ella te defendería hasta la muerte. Así que ella se sentó en silencio en la arena, justo al lado de él. No dijo nada por un largo tiempo, dejó que las olas del mar susurraran todo lo que la noche se estaba intentando tragar: Un corazón roto, una esperanza perdida...
Un hombre que recuperó su sonrisa y ahora la estaba perdiendo de nuevo.
—Estoy bien —dijo Adam, escuchando la pregunta de su amiga mucho antes de que ella la formulara. La conocía, casi podía adivinar lo que estaba pensando —. El comentario de Rubí solo me tomó desprevenido. Eso es todo, princesa...
—Tienes ese anillo contigo—soltó ella, con la mirada fija en el mar —. Lo tienes en el bolsillo, ¿no es así?
Él soltó un largo suspiro, de esos que arden al salir de los pulmones. Asintió lentamente con la cabeza; ese anillo siempre estaba en su bolsillo.
—Entonces, no fue solo el comentario de Rubí. Créeme que me encantaría echarle toda la culpa a ella, pero ambos sabemos que esa tristeza es acumulada ¿No es cierto, Blake? —preguntó ella, él volvió a asentir con la cabeza. Esa vez, la que suspiró fue Silene —. Como me gustaría poder borrar a Vanessa de tu corazón. Ella no te merece.
—El problema no es Vanessa, o al menos está dejando de serlo de a poco —entonces, Adam fijó sus ojos en los de su mejor amiga —. Cada vez la amo menos, princesa.
—Entonces, ¿qué es? ¿Qué es lo que tienes, Adam? Odio verte así...
La luna esa noche estaba llena, era un perfecto círculo brillante rodeado de miles de estrellas deslumbrantes decorando un cosmos interminable. Se veía hermosa. Esa misma luna fue testigo de una de las cosas más extrañas que ha escuchado el planeta tierra: preocupación genuina salir de la voz de Silene.
La princesa Osbone tenía prioridades para todo, inclusive en sus allegados. Si se lo preguntaras, ella te respondería que su preocupación la guardaba solo para cuatro personas: Caleb, Cristal, su hermano, y su madre; en ese órden en particular. Jamás te diría que Adam estaba entre ellos, no lo admitiría en pleno día.
Así que se lo dijo a la luna esa noche: Sin importar lo mucho que intentara negarlo, Adam era la prioridad más grande en su vida.
Él despertaba el lado dulce de la rosa más roja de esta historia; y no hablo del lado dulce que utilizaba cada vez que besaba a Caleb, o instruía a Cris. No. Mientras que esa dulzura ella la demostraba con gestos y, de hecho, debía esforzarse para conseguirla, con Adam le salía natural. Eran palabras, era la sensación de querer verlo feliz todo el tiempo. Su sonrisa la ponía contenta, ¿y quién no quiere estar contento a cada segundo, a cada momento?
Él estuvo ahí cuando nadie más quiso estarlo. Enterró junto a él su pasado, que ahora debía estar reposando en el jardín de su hermano, y había construido gran parte de su presente gracias a él. Quería saber qué le ocurría, remediarlo...Quería ver sonreír a su mejor amigo.
—Puedes decirme, Adam —susurró ella, tomando su mano —. Yo te escucho.
Él encontró la sonrisa de su mejor amiga, esa curva pintada de rojo que normalmente se veía tan ideal como la de un comercial. Esa vez, se vió mucho más natural, tan ligera como la arena bajo sus pies y tan fresca como la brisa que alborotaba su rubio cabello. Fue una sonrisa familiar para Adam, de la clase de gestos que le recordaban porqué quería tanto a su amiga...
...A pesar de sus espinas.
Él tomó un largo respiro y decidió hablar. Después de todo, a ella no podía ocultarle la verdad:
—Hoy le dije algo a Caleb, algo que me hizo sentir mucho más miserable que el comentario de Rubí —comenzó él —. Le dije que el matrimonio es seguridad.
—Ajá...—soltó ella, sintiendo que aún había mucho que escuchar.
—Me conoces, Sile. Sabes que yo nunca voy a lo seguro. No planeo las cosas, vivo en el momento.
—Lo sé. Eres todo un impulsivo, Blake.
—Lo soy —él suspiró —. Pero, cuando me comprometí con Vanessa...
Él podía recordar la sensación de estar formando una vida de a poco, de tener la seguridad de que avanzaría y finalmente conseguiría estabilidad. Pensar que llegó a verla a ella y a relacionarla con un futuro brillante, su futuro, le dolía. Ella le enseñó a amar hasta comprometer incluso la incertidumbre del mañana. Al perderla, él perdió también la confianza en su "hoy".
Vivía como siempre había vivido: sin planes, sin reglas, sin perfección...Pero no se sentía igual. Nada se sentía igual.
—Sile, cuando supe que iba a casarme con una mujer a la que amaba, comencé a imaginarme un futuro con ella —admitió él, admirando la perfecta luna frente a ellos —. Pasé de vivir un día a la vez a soñar con tener una casa en un vecindario decente, con preparar la cena para alguien más, con despertar temprano para tomar el desayuno con ella, con ver corriendo unos cuantos niños en mi patio...¿Puedes creerlo? ¡Hijos! ¡Inclusive me ilusioné con la idea de tener familia!
>> Deseé todo lo que tienen Gabe, Don, tu hermano...Y, tras soñar despierto, comencé a planearlo. Sin darme cuenta, empecé a planificar cada detalle de mi futuro como esposo de Vanessa, y se sintió tan bien...
No creía que estar casado era como vivir en un cuento de hadas; a diferencia de Silene, a él la perfección le parecía un mito. Sin embargo, incluso llegó a considerar que una que otra pelea semanal con su entonces prometida no estaría mal si eso implicaba que su vida dejaría de ser una constante incógnita. Vió seguridad, estabilidad, y alivio en un futuro en el que él seria el esposo de alguien más. Se sintió bien con el compromiso, con la madurez que encontró de repente...
Ya no se sentía igual de bien.
—Por primera vez en mi vida, supe cómo se vería mi futuro. Pasé toda mi infancia creyendo que no despertaría a la mañana siguiente, toda mi adolescencia ignorando que existía un día después del que estaba viviendo, así que disfrutaba cada instante. Y he seguido así, princesa. Hoy, con veintiocho años, no sé que veré mañana, o qué esperar de los próximos segundos en los que estaré respirando. Cuando estaba comprometido, llegué a saberlo: mi futuro se veía como ella. Era seguro.
De mirar a la luna, pasó a mirar a su amiga. Cualquiera habría dicho ella que se veía tan perfecta como el satélite que ilumina las noches en nuestro planeta, pero ya te dije que Adam creía que la perfección era un mito. Entonces, ¿qué era Silene para él?
¿Acaso ella era el mito más cierto que conocía?
Sin pensarlo dos veces, Silene se apoyó en el hombro de su amigo y lo abrazó, permitiendo que la luna viera la dulzura que no se dignaba a mostrar ante el sol. Comenzaba a comprender lo que le ocurría a Adam, y porqué él todavía se veía tan miserable por el abandono de Vanessa. Incluso los impulsivos como él desean algo de perfección en sus vidas.
Y estabilidad es perfección.
—Te duele más el no estar casado que el que Vanessa te dejara —susurró ella, tan solo lo suficientemente alto para que él la escuchara —. ¿No es así?
—En este momento, sí —admitió él —. Pero yo la amaba, así que sí me llegó a doler mucho cuando no la ví ese día. Y el que no me diera explicación...Joder, eso me destruyo. Ni siquiera sé que fue lo que hice mal.
—Tú no hiciste nada malo, es ella la del problema.
—¿Cómo estás tan segura?
—Adam, ¿cuándo dejarás de cuestionarme y entenderás que yo siempre tengo la razón?
—Es cierto, siempre la tienes...excepto cuando la tengo yo.
—Pf, ¿y cuándo es eso?
—Algún día tendré la razón en algo y lo presumiré en tu cara por años, ya verás.
Ella soltó una pequeña carcajada. Adam seguía siendo Adam, solo que un poco más triste y lastimado. Él sacó el anillo de su bolsillo y lo sostuvo frente a los ojos de ambos. La joya de este relució con el destello de la luz de la luna, viéndose aún más costosa de lo que era en realidad. Compró ese anillo pensando que despertaría cada mañana viendo unos ojos que adoraba...
Y ahora solo estaba como recordatorio de que, incluso los planes que suenan perfectos, salen mal.
—Hay muchas chicas por ahí, Blake —le dijo su mejor amiga —. Todavía puedes enamorarte de alguien que no sea una perra insensible.
—Bastante sútil, princesa —soltó él, con una sonrisa ladeada.
—No tengo porque ser sútil con ella —Silene rodó sus ojos, aún muy cómoda en el hombro de Adam —. Pero ya, hablo en serio, hay alguien que te dará un futuro y ella está por ahí...No sé donde, pero está.
—Si, está —asintió él —. Y, ¿te digo algo? La próxima vez que me enamore, esto no ocurrirá. Quiero algo seguro, algo que me de lo que no pude obtener. No quiero salir lastimado de nuevo, princesa...
—Tú tranquilo. Si alguna chica vuelve a hacerte daño, se las verá conmigo.
Él soltó una carcajada, de esas genuinas que nacen en el estómago.
—¿Tú? Pero si eres tan delicada como una flor —carcajeó él —. No te imagino arruinando tu perfecta manicura solo para golpear a alguien, princesa.
Ella se soltó del abrazo y lo vio directo a los ojos. Ahí, él encontró la verdad dentro de la simpleza de ese par de ojos cafés: eran letales, amenazadores, como un par de armas listas para lastimar a aquel que se interponía en su camino. Silene le demostró que, incluso lo más común en ella, estaba adaptado para causar impresión.
—Inluso las flores más hermosas tienen espinas, Blake —le dijo ella, muy seria de repente —. Yo estoy dispuesta a usar las mías para defender a mi mejor amigo.
—Que privilegio...—soltó él, aunque no supo como reaccionar del todo ante esa confesión —. Me halagas, princesa.
—No, Adam. Lo que debería halagarte en verdad es el hecho de que te estoy advirtiendo: tengo espinas. Eso no es algo que le digo a cualquiera...
Entonces, desvió sus ojos hasta la preciosa luna en el cielo, y al cosmos lleno de estrellas. Todavía no entendía porqué Adam Blake pasó a formar una parte tan fundamental en su vida, pero no quería entenderlo.
Para él, la perfección era un mito; para ella era la única verdad. Entonces, ¿qué era Adam para Silene? Simple: Él era la excepción a la que le permitió conocer lo que todos intentan ignorar...
Incluso las flores más dulces y perfectas tienen espinas que lastiman.
...
10:15 pm
Para ese punto, todos en la casa estaban al tanto de lo que había ocurrido con Rubí y Adam. Sabían que la adolescente estaba encerrada en su cuarto, con Sanne y Aviv; y también que Silene estaba consolando a su mejor amigo en la playa. Todo pasó a ser un tanto tenso e incómodo, inclusive comenzaron a cuestionarse si era hora de irse y dejar que los conflictos se resolvieran de a poco.
Claro que hablo de los adultos en este caso, los niños tenían otros planes en la cabeza...
—Vengan, es por aquí —les indicó Lid, guiando a sus tres mejores amigos y a Cristal por un largo pasillo.
A diferencia de sus primos, quienes estuvieron haciendo travesuras en el momento, Cris si escuchó los gritos entre Rubí y Silene. Llegó a ver a la chica de cabello rojo con sus ojos muy aguados, y no se perdió la desesperación con la que buscó a su hermano por apoyo. La vió correr hacia su habitación, como si su debilidad le diera vergüenza, y todo eso le dejó una extraña sensación en el pecho.
Rubí le parecía agradable, a pesar de su actitud rebelde, así que se sorprendió al ver todo el daño que causó por unas sencillas palabras. Quedó impactada al escuchar todo lo que Silene le reclamó, eso de que era una inconciente y demás. Ahora, esa era la impresión que todos debían tener de ella...Y quizá era correcta. Después de todo, Sile no se equivocaba.
Si decía que la hermana de su novio era terrible, entonces debía serlo.
Aún así, Cris no podía parar de pensar que Rubí le caía bien, y que solo le parecía alguien extremadamente solitaria. Solía hablar con ella siempre que la encontraba escribiendo canciones en el jardín de rosas, y todas esas veces la encontró sola. Quizá su falta de compañía se debia al hecho de que sus respuestas eran tan cortas como un parpadeo, pero eso no le quitaba lo interesante. Tenía de la clase de miradas que cuentan una historia, pero sus ojos eran tan turbios y fríos que a duras penas si Cristal lograba comprender lo que narraban.
Así que sentía cierta lástima por ella, no quería que todos la odiaran solo por decir las palabras equivocadas frente a un chico con el corazón lastimado.
—Es agradable, East —le dijo al mayor de sus primos, mientras seguían a los otros —. Hablo en serio. Puede que se vea ruda y reservada, pero eso no la hace alguien odiosa, o mala...
Los ojos de Easton Cooper eran grises, con un toque de azul que a veces se veía ligeramente verdoso. Eran ojos lindos, bastante amables y comprensivos. Él los fijó en la mirada esmeralda de la chica, y le dedicó una sonrisa comprensiva.
—No la conozco muy bien, Cris —aseguró él —. A penas si he hablado con ella. Aún así, no creo que sea odiosa, y jamás usaría la palabra "mala" para describir a alguien en esta familia.
—¿Ves? Tú entiendes —dijo ella, y luego suspiró —. Solo espero que el resto no opine mal de ella por este incidente. La pelea fue muy fuerte...
—Cris, ella no nos cae mal —le aseguró Tyler, con un tono calmado —. Y dudo que nuestros padres opinen mal de ella, así que puedes quitarte esa preocupación de la cabeza.
—Además, ¿por qué habríamos de odiarla? —preguntó Lid, sin dejar de caminar —. No es como si fuera la primera persona en esta familia que se pelea con mi tía Silene.
—Empezando por ti —rió Drew —. No puedes quedarte callada cerca de la tía Sile.
—D, esta boquita no la tengo para quedarme callada. No pienso guardar silencio ante sus comentarios, menos con los que son sobre mí.
Silene tenía una opinión bastante clara sobre su sobrina mayor: era lo opuesto a lo que ella fue a su edad. Traviesa, parlanchina, desordenada, y con una creatividad que a veces rozaba los límites de lo peligroso, Lid Osbone simplemente era demasiado para su tía. Claro que Sile se lo hacía saber siempre, dejando muy claro el disgusto que sentía hacia ella. La niña no se quedaba callada, y respondía sin importar lo que la hermana de su papá podía pensar.
Después de todo, estaba muy orgullosa de ser quien era como para cambiarlo por alguien más.
Cris observó a su prima con cierta diversión, a Lid no le importaba lo que opinaban sobre ella porque sabía defenderse a la perfección por su cuenta. Además, tenía a los otros tres terremotos que la apoyaban en todo momento. La observó caminar con total seguridad por el pasillo, y solo entonces se le ocurrió que no tenía idea de donde estaban, ni hacia donde caminaban. A veces, cuando se juntaba con los terremotos, perdía noción de sus pasos y terminaba a la puerta de alguna de las muchas aventuras que ellos planeaban.
—¿Y a dónde van, terremotos? —preguntó.
Eso le sacó una sonrisa a los dos hermanos Osbone, un suspiro a Tyler y una carcajada a Easton.
—Acompañé muchas veces al tío Gabe cuando vino por la remodelación de la cabaña —contó Lid —. Así que sé que hay una escalera que lleva al techo. Desde ahí, las estrellas se ven como un espectáculo...
—Espera, espera, ¿piensan subir al techo? —preguntó Cris, deteniendo sus pasos, así que el resto se detuvo también —. Eso suena peligroso
—Yo dije que era una terrible idea —señaló el pelirrojo, y luego observó a Lid —. ¿Y si nos caemos?
—¿Y si no nos caemos? —contraatacó ella, con una sonrisa en su rostro —. Rojito, si pensaramos en todos los riesgos, entonces jamás haríamos algo divertido.
—Concuerdo con mi hermana —habló Drew, con su cubo rubik en la mano y una benda en su frente por un golpe reciente —. Yo que tú dejaría de intentar detenerla, Ty. Después de todo, siempre terminas siendo el primero en seguirla.
Tyler soltó un resoplido y se cruzó de brazos. No pudo negar las palabras de su amigo, pues eran totalmente ciertas. Siempre seguía a Lid, ¿y cómo no hacerlo si era su mejor amiga? Ella lo arrastraba a aventuras no del todo seguras, pero que siempre incluían diversión. Con ese gesto, la chica entendió que él la seguiría de nuevo.
Lo abrazó de costado, amaba tenerlo de cómplice.
En cuanto a Cris, ella sonrío ante la idea de sus primos por ver las estrellas. Sin embargo, no tenía mucho ánimo de subir hasta el tejado de una casa tan grande. Easton la observó y volvió a dedicarle una sonrisa que parecía estar diseñada solo para ella.
—¿Tú vienes, Cris? —le preguntó. Su voz comenzaba a cambiar por una más gruesa, diferente a la de sus primos menores. Ella le dedicó una sonrisa de vuelta.
—La verdad, no me emocionan mucho las alturas, East —dijo ella, observando a su primo con cariño —. Vayan ustedes, yo veré las estrellas desde abajo.
—Aburrida —soltó Lid, a forma de broma. Pero le sonrió con diversión a su prima.
—No, solo no tengo las mismas agallas que tienen ustedes cuatro.
—Tranquila, ve las estrellas desde abajo —habló Easton, con comprensión —. Después de todo, seguirémos viendo el mismo cielo.
—Eso es cierto —habló Cristal, enternecida ante la opinión tan acertada de su primo —. Tú cuidarás de ellos ¿Cierto, East?
—Es lo que siempre hago, Cris.
—¡Hey! ¡Yo no necesito que me cuiden! —exclamó Lid, colocando ambas manos en su cadera —. Como sea, si cambias de opinión, la escalera está al final del pasillo, justo a la derecha. Puede que sea el mismo cielo, pero se ve diferente si te acercas, Cris.
—Está bien. Tengan cuidado, terremotos.
—Lo tendremos —aseguró Drew.
—¿Y por qué yo no puedo ver las estrellas desde abajo? —cuestionó Tyler.
—Porque yo no te lo permito, rojito.
Tyler se quejó en el instante en el que Lid retomó su caminata, y Drew los siguió riendo. Easton le dedicó una última sonrisa a Cristal y también retomó el camino hacia las escaleras. Al final, ella se dio la vuelta y se alejó en la dirección contraria, pensando en lo divertido que debía ser el mundo para ellos cuatro. Sonrió, sus primos tenían una visión muy bonita de una realidad que a veces era abrumadora.
Mientras caminaba por el pasillo, de vuelta a su lugar de partida, volvió a pensar en Rubí. Consideró todas las veces que Silene le había dicho lo importante que era lo que otras personas opinaban sobre ella, sobre su imagen, y sintió lástima por la chica de cabello rojo, puesto que había dado la impresión de ser alguien...cruel. No lo era, por supuesto, pero así la había pintado la situación, el mundo, sus acciones. Rubí se veía como la mala del cuento, y eso la convertía en alguien muy alejada a la idea de perfección que tenía Cris.
Aún así, no podía odiarla; ella no sabía como hacer eso.
Escuchó el sonido de una puerta abrirse tras ella, y al voltear encontró a Aviv saliendo de la habitación sin hacer demasiado ruido. Sabía que él no la había notado; después de todo, no podía verla. Así que se sintió un poco extraño escuchar el suspiro que él soltó tras cerrar la puerta. Aquel gesto fue algo íntimo, que esperaba soltar en la privacidad de la soledad. No obstante, ella lo oyó.
Era incómodo escuchar la tristeza que alguien más le estaba confezando a la soledad.
—Avi...—dijo ella, captando su atención al instante. Aviv se enderezó e intentó fijar su mirada en el lugar del que provino esa voz. Al principio, se sorprendió, pero luego le sonrió.
—No sabía que estabas por aquí, Cris —le dijo, con amabilidad.
—Lo siento, no quise ser inoportuna...
—No, no tienes porqué disculparte. Sientete libre de recorrer esta casa cuando quieras, pequeña.
Aviv siempre le agradó. No lo llamaba tito, como al resto de sus tíos, solo porque no pasó mucho tiempo de su infancia junto a él. No obstante, lo quería igual que al resto de sus familiares. Desvió su mirada hacia la puerta cerrada, Rubí volvió a su mente.
—¿Cómo está Rubí? —le preguntó.
—Más tranquila —aseguró él, con una sonrisa débil —. Se quedó dormida, igual que Sanne. Siempre se duermen cuando les canto.
—Avi...¿Ella siempre es así?
—¿A qué te refieres, Cris?
—Pues, me refiero a que si ella es como la describió Sile: inconciente, egoísta, mala...
Él soltó una larga y profunda respiración, como si esas palabras hacia su sobrina le hubieran sentado tan mal como un plato de comida vencida. Cristal pensó en lo extraño que era que esos ojos nublados no estuvieran observandola. Estaba acostumbrada a que la miraran a los ojos al hablar, pero era obvio que Aviv no podía. Sentía que él no le estaba prestando atención, aún cuando le estaba dando toda la que tenía.
—Cristal, todas las personas tenemos nuestros demonios —habló él, con calma —. Los de Rubí son rudos, y lastiman. Ella no es una mala persona, solo está muy dolida. No pienses lo peor de alguien solo porque la viste en un momento de debilidad. Todos vivimos esos instantes, pero no somos ellos ¿Está bien?
—Pero, Silene...
—Silene tiene una opinión sobre mi sobrina, una que no comparto, pero no pienso juzgar —la interrumpió él —. Yo solo te pido que busques tu propia opinión sobre ella, y que tengas consideración con sus demonios. Cris, las personas necesitan apoyo cuando sienten que se están hundiendo, no necesitan a alguien que las hunda más.
Ella se quedó callada por unos instantes, preguntandose de qué infierno provenían los demonios de Rubí y porqué Aviv hablaba con tanta tristeza sobre ellos. No estaba segura de los problemas que tenía la británica, tampoco se sintió con el derecho de preguntar. Sin embargo, comprendió las palabras del hombre frente a ella. Alguien triste no necesita más tristeza.
Y decidió ayudar a su "prima" a encontrar felicidad.
—Ella me cae bien, Avi —le aseguró —. Quizá sea lo que dice Sile, pero igual me agrada.
Porque, por más que intentara parecerse a la rosa más roja que conocía, Cris todavía era un retoño de flor muy diferente a su más grande inspiración. Ella todavía era demasiado dulce...
No tenia pensado actualizar tan pronto, pero estoy molesta con el mundo y esta es la única forma que conozco de sentirme mejor. En fin, espero que les guste el capítulo y que sigan teniendole paciencia a Silene❤🥀
Pd: les estoy dejando canciones en multimedia, espero les gusten❤
Chaíto, los amo🌹🌹
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