Extra: Rei & Nozomi
El profesor de aquella aula llena de alumnas se encontraba explicando un problema matemático muy complicado de resolver. Rei suspiró. Había estado prácticamente toda la clase mirando por la ventana. Siempre le habían gustado las nubes y las formas que tenían.
—Señorita Himura—la voz del profesor la alertó—¿Sabría responder?
A la joven peliblanca no sé le daban bien las matemáticas y fallar un problema como ese en una academia de su prestigio seguramente traería consecuencias.
—Yo puedo hacerlo, señor. Creo que Rei no se encuentra bien hoy.
—Está bien, adelante.
La de ojos grises la observó con sorpresa a medida que la pelinegra de ojos negros se levantaba hacía la pizarra. Rei la admiraba. Cualquier cosa que hacía la hacía ver elegante y era inteligente como ninguna chica de aquella clase.
Al salir la peliblanca buscó a la chica con la mirada. Estaba en la entrada de la academia mirando las gotas caer. Cada vez llovía más fuerte y no cesaba, obligando a los diferentes transeúntes a cubrirse con algún objeto.
—¿No tienes paraguas, Nozomi?
La pelinegra solía estar con un expresión seria la gran parte del tiempo, pero al ver a la más baja se le dibujó una leve sonrisa en los labios.
—No, estaba segura de que hoy no llovería.
Rei le tendió su paraguas con una leve sonrisa.
—¿Vamos juntas?
—¿Estás segura? No quiero ser una molestia. Puedo esperar a que vengan a recogerme.
La pelinegra desvió la mirada. Su seguridad aparente siempre desaparecía poco a poco al estar a su lado.
—Es mi forma de darte las gracias. Hiciste ese problema en mi lugar—sonrió—Además nos conocemos de hace mucho.
—No fue nada—se encogió de hombros—Aunque tendrías que mejorar en matemáticas, en los exámenes no podré ayudarte ¿Lo sabes, verdad?
—Lo sé, pero no me gusta el profesor. Nunca entiendo lo que explica—hizo un puchero—Es muy difícil de entender.
La contraria la escuchó con atención.
—Si quieres puedes venir a casa y te enseño. Así podremos repasar juntas—Nozomi le dedicó una sonrisa.
—¿De verdad?
—Claro, no te preocupes.
—Gracias—sonrió.
—Dime Rei—la observó—¿Cómo supiste que iba a llover?
—Cuando llueve mis manos están más frías de lo usual.
—Qué curioso.
—Lo siento, soy un poco rara.
Rei rio algo avergonzada a medida que Nozomi la observaba con curiosidad tras dedicarle una sonrisa.
—Yo no creo que seas rara, pero si tú lo dices me gusta que lo seas.
—¿Qué quieres decir?
Las mejillas de la peliblanca se cubrieron de rosado.
—Lo normal es aburrido ¿No?
—Supongo que tienes razón—susurró con vergüenza.
La peliblanca sujetó el paraguas mientras ambas empezaban a caminar. No pudo evitar mirarla. Su cabello negro cayendo por su espalda y sus ojos negros siempre le habían gustado y por alguna razón bajo aquel paraguas las facciones de la pelinegra se veían aún más bellas.
Seguramente ese fue el momento donde ambas se dieron cuenta que lo que sentían no era simple amistad.
—Es aquí, nos vemos en clase.
—Hasta mañana.
La peliblanca sonrió tímidamente a la vez que la contraria se alejaba. Nunca pensó que la invitaría a estudiar a su casa. Se sintió verdaderamente feliz.
Fue en ese momento cuando empezaron a quedar en la casa de la pelinegra. Repasaban, hablaban de todo tipo de temas y tomaban el té. Nunca antes ambas chicas se lo habían pasado tan bien con alguien.
—¿Te gustaría tener hijos, Nozomi?
Ambas se encontraban tumbadas en la cama de la de cabello negro.
La mencionada giró la cabeza para poder verla mejor. No sé esperó aquella pregunta tan repentina.
—¿Hijos? Nunca lo he pensado. A penas tenemos diecisiete años—susurró mirándola—¿A ti?
—Sí, pero para eso tendría que casarme y eso no me gusta. Por lo menos eso dicen mis padres—suspiró.
Nozomi la miró pensativa.
—¿No te gustaría casarte?
—Tal vez con alguien que me guste de verdad—hizo un puchero—¿Crees que alguien querría casarse conmigo?
La pelinegra no dejó de observarla. Se veía muy bella con su cabello blanco esparcido sobre la cama.
—Rei, quien se case contigo será muy afortunado.
Las mejillas de la peliblanca cobraron un tono rosado. Nozomi a menudo era demasiado directa y eso la ponía nerviosa.
—Gracias—sonrió—Tú no pareces muy interesada en el tema.
—Es que últimamente estoy muy enfrascada en escribir.
—¿Te gusta escribir?
Nozomi se levantó de la cama yendo hacia su escritorio sacando una libreta de cuero negra. Rei la siguió con curiosidad.
—Sí, estoy haciendo una historia—sonrió algo avergonzada—Eres la primera persona que lo sabe.
—¿Cómo se llama?
—Rosas en el jardín.
—Es un nombre muy bello.
Rei sonrió. La pelinegra no solía hablar demasiado de las cosas que le gustaban y eso le daba calidez en su corazón.
—Aunque aún no tengo decidido el final.
—¿No será el típico final donde el príncipe azul rescata a la princesa?—bromeó.
—¿Por quién me tomas?
La pelinegra rio por su comentario. Rei sonrió. Nozomi no solía reír a menudo y le gustaba verla mientras lo hacía.
—Te ves bien mientras ríes, no sueles hacerlo.
Las mejillas de la pelinegra se tiñeron de rojo a medida que desviaba la mirada.
—En mi familia son demasiado estrictos con los modales, pero me gusta reír para ti.
—Me gusta que lo hagas—sonrió.
Nozomi sonrió suavizando su expresión a medida que la miraba pensativa.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Rei?
—Por supuesto.
Ambas se sentaron en su cama de nuevo a medida que la pelinegra la miraba con intensidad.
—¿Sí vivieras atrapada en un jardín y tu única escapatoria fuera la muerte que harías? ¿Escogerías quedarte o salir?
La de ojos grises se sorprendió, pero decidió contestar.
—Depende.
—¿De qué?
—Si tú estuvieras conmigo me quedaría.
Nozomi sonrió dulcemente.
—Yo también lo haría si estuviera contigo, pero...¿Y si estuvieras sola?
—Saldría—sonrió levemente—¿Ese sería el final? Sí lo es creo que es el correcto, aunque para ello tendrás que explicarme mejor de qué va la historia.
—Lo haré, sí quieres podrías ayudarme a escribirlo. Aún me faltan muchas cosas.
—Me encantaría, la verdad es que a mí también me gusta escribir—dijo con emoción—¿Lo publicarás?
—Lo dudo mucho, mis padres no estarían de acuerdo.
—Podrías hacerlo anónimamente.
—Está bien, pero solo si lo hacemos juntas.
Rei asintió con una sonrisa tímida.
—Gracias, siempre eres tan buena conmigo Nozomi. Nunca sé cómo agradecértelo.
La peliblanca cogió las manos de la contraria.
Fue un acto inconsciente así que al hacerlo las soltó de golpe mientras el corazón de ambas empezaba a latir con fuerzas.
—¡Lo siento! Solo...
—Tus manos están heladas—Nozomi la interrumpió con un leve sonrisa.
—Sí, siempre las tengo frías—susurró—Creo que es algo de familia.
Esa vez fue Nozomi la que cogió sus manos tomando por sorpresa a la contraria.
Aquella fue la primera vez que lo peliblanca sintió sus manos calientes.
—¿Nozomi?
—¿Te molesta que coja tus manos? Las mías siempre están cálidas.
La pelinegra le dedicó una sonrisa sincera al mismo tiempo que las mejillas pálidas de la contraria dejaban de estarlo. Nozomi entrelazó sus dedos.
—Claro, siempre que quieras—sonrió con un tartamudeo—¿Yo...?—trago saliva nerviosa—¿Puedo tocar tu mejilla?
Nozomi asintió. Rei alargó sus manos colocándolas en las mejillas de la contraria sentándose en su regazo. Sus ojos se veían aún más bellos de cerca.
—¿Seguro que esto está bien?
—¿Eso importa?—la peliblanca la miró fijamente—Yo quiero estar contigo Nozomi. Eso es lo único que sé. No me importa lo que piensen los demás.
La pelinegra colocó sus manos sobre las mejillas de la contraria con suavidad. Sabía lo que pensarían los demás, pero para ella aquello que sentía no estaba mal.
—Yo también quiero estar contigo, Rei—sonrió con sinceridad—Lo supe desde el primer momento que te vi.
Fue en ese momento cuando ambas adolescentes juntaron sus labios. No sé sintió mal en absoluto, fue la mejor sensación que ambas sintieron jamás.
Desde ese instante mantuvieron lo suyo en secreto. Al principio fue maravilloso, se enamoraron y pudieron hacer mil cosas juntas. Consiguieron tener una relación sin ser descubiertas hasta la universidad. Crearon su propio jardín de rosas.
Sin embargo, todo se torció cuando fueron descubiertas por los padres de la pelinegra. A partir de aquel momento todo fueron gritos, odio y amenazas. Ni siquiera un sentimiento tan fuerte como el amor pudo convencer a ambas familias.
—He sido yo, obligué a Rei a hacerlo. Ella no tiene la culpa.
—¡No es verdad!—Rei intentó hablar, pero la madre de la contraria la cogió evitando que pudiera hablar.
—No le hagáis pagar a ella. Por favor ¡Todo es culpa mía!
Fue un grito desesperado. Nozomi sabía lo sensible que era Rei. Sí una de las dos tenía que cargar con todo lo que venía a continuación iba a ser ella.
Iba a ser fuerte por ambas.
—Eres despreciable, Nozomi ¿Cómo has podido hacer esto?
—¿Hipnotizar a tu propia amiga? Das asco. No puedo creer que seas mi hija.
Aquella fue la última vez que se vieron.
La peliblanca no dejó de llorar ni un segundo, intentó verla, pero sus intentos fueron fallidos. Los padres de la pelinegra encerraron a su hija en casa y ella no pudo hacer nada. Aún fue peor cuando le informaron que se habían mudado. No pudo saber dónde estaba y sabía que Nozomi tampoco podría encontrarla. Ninguna pudo salir del jardín de rosas.
Todo ocurrió tan rápido a penas se dio cuenta cuando llegó el momento de casarse y que no era con la persona que quería. La chica de la que estaba enamorada.
Nozomi respiró hondo cuando llegó a la residencia de los Todoroki. Después de haber investigado durante unos días había podido localizarla. El miedo la había paralizado todos aquellos años cuando todo este tiempo la había tenido más cerca de lo que hubiera imaginado.
Al tocar pensó en irse, pero sus piernas no se movieron. No sabía cómo iba a reaccionar Rei, ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo ella misma.
Cuando la puerta se abrió se le hizo un nudo en la garganta. Su cabello estaba más largo y sus facciones se veían más cansadas, pero la habría reconocido en cualquier parte.
—¿Nozomi?
La peliblanca entreabrió los labios con sorpresa mientras colocaba su propia mano sobre su boca con sorpresa. Sentía que en cualquier instante iba a echarse a llorar. Habían pasado años, pero todos sus recuerdos invadieron su mente.
Su primer beso, aquel cumpleaños bajo las estrellas, la excursión a la nieve, estar en el parque hasta tarde mirando el anochecer, ir a la playa, sus caricias, sus manos cálidas. Todo. Ambas ni siquiera se dieron cuenta cuando las lágrimas se acumularon en sus ojos. Rei no podía creer que Nozomi estuviera en frente de ella.
—Rei—fue lo único que pudo pronunciar. A penas podía mantenerse en pie.
La peliblanca la abrazó con fuerzas al oír su voz. Fue un agarre fuerte y desesperado. La había echado tanto de menos que ahora que la volvía a tener delante de ella no quería soltarla nunca.
La contraria le correspondió el abrazo con más fuerza. Sentir su cuerpo entre sus brazos era una sensación que había olvidado y amaba volver a recordarla. Igual que su corazón acelerado.
—Cuánto tiempo sin vernos.
Nozomi le dedicó una leve sonrisa. Fue lo único que Rei pudo decir al sentir sus brazos desprenderse y sus ojos negros sobre los suyos
—No sé por dónde empezar...
—Pasa, por favor. Prepararé té. Hablemos tranquilamente.
—No te preocupes, vamos a sentarnos.
Ambas se sentaron en el salón de su casa. Nozomi quiso hablar muchas veces, pero fue en vano. Ninguna sabía por donde empezar, si fuera por ellas hubieran estado abrazadas durante horas, pero necesitaban hablar y ambas lo sabían.
—No has cambiado nada.
Rei fue la primera en hablar. Le dedicó una gran sonrisa mientras la miraba con nostalgia.
—Sigues igual de bella que siempre. Siempre fuiste deslumbrante, Nozomi.
La pelinegra se sorprendió a medida que sus nervios no dejaban de aumentar.
—Tu también Rei, aunque tu cabello está más largo. Te sienta bien.
—Gracias...—sonrió.
Otra vez ese silencio. La pelinegra respiró hondo. Ambas parecían querer hablar, pero ninguna se atrevía.
—Todos estos años estuve pensando en ti. Sin embargo, fui una cobarde. Tenía miedo de verte y pensé que no iba a encontrarte.
—¡No eres ninguna cobarde...!
Nozomi suspiró y Rei no dijo nada más. Supuso que querría seguir hablando, pero la peliblanca no podía permitirse que se llamase cobarde con todo lo que había sacrificado por ella.
—Si estoy aquí ahora es gracias a mi hija.
—¿Tienes una hija?
—Sí, su nombre es Momo—sonrió.
Sí algo no se arrepentía en todos estos años era haberla tenido.
—Así se llama la...
—De eso quería hablarte—Nozomi la interrumpió—Soy la directora de la academia donde estudia tu hijo, Shoto, que es muy buen amigo de Momo. Así fue como conseguí encontrarte. Todo este tiempo estuvimos demasiado cerca.
Rei se sorprendió. Nunca pensó que su hijo menor iría a la academia de Nozomi y mucho menos que aquella tal Momo de la que tanto le había hablado era su hija.
—Ha sido gracias a ella que te he encontrado—rio con nerviosismo.
—Nozomi...—susurró—¿Todo este tiempo...? Sí tan solo no me hubiera rendido tal vez ahora...
—No digas eso Rei...Todo fue muy duro para nosotras ¿Verdad?
—Cuando me dijeron que te habías mudado nadie quiso decirme dónde estabas—miró sus manos—Hice todo lo que pude y de pronto fui obligada a casarme con el padre de mis hijos.
La peliblanca empezó a llorar a la vez que la pelinegra cogía sus manos.
—Yo nunca he dejado de quererte y estoy muy feliz de haberte encontrado, Rei.
Nozomi le dedicó una sonrisa. Fue una mezcla de tristeza y alegría que revolvió el corazón de Rei.
—Yo estoy verdaderamente feliz de que me hayas encontrado—sonrió—Cuando te echo de menos suelo leer Rosas en el jardín. Me entristece, pero a la vez me trae muy buenos recuerdos.
—Yo también lo conservo, es el libro favorito de Momo.
La peliblanca sonrió. Se levantó y se dirigió a una estantería cercana sacando aquel libro. Se lo entregó a Nozomi y esta abrió la primera página. Ambas no pudieron evitar sonreír mientras sus corazones latían con fuerzas. Darían lo que fuera por volver atrás en el tiempo y revivir aquellos momentos juntas.
«Espero que podamos escribir más, juntas. Gracias por este año. Conseguiremos superar estas espinas que nos esperan.
Te quiere.—Nozomi»
La pelinegra cerró el libro. Su expresión se suavizó. Había tenido una pregunta en mente desde que llegó.
—¿Le quieres?
—¿Qué?
—A tu marido.
Rei agachó la mirada unos segundos hasta negar. Los labios de la contraria se entreabrieron.
—Solo te he querido a ti de esa manera, Nozomi—sonrió con tristeza—Él y yo solo cooperamos para cuidar a nuestros hijos. Desde un primer momento supimos que era un matrimonio arreglado. El amor no se puede forzar ¿Verdad?
—Tienes razón. Yo me divorcié del mío—ella se sorprendió—Fui sincera con él y fue muy compresivo. Se fue cuando Momo era pequeña, pero a veces viene a visitarnos.
—Nosotros no nos vemos mucho, creo que es lo mejor para mis hijos—susurró—Él me trata bien, pero sé que nunca surgirá amor. Menos ahora que sé que estás aquí, Nozomi.
Fue una conversación algo dolorosa y melancólica, pero ambas se sintieron aliviadas. Eran la esperanza de la otra.
—¿Quieres que salgamos juntas a tomar algo?—la pelinegra sonrió. Intentó mantenerse calmada—Ya no somos tan jóvenes como antes, pero aún nos queda mucho por delante.
Los ojos de Rei se iluminaron. Hacía años que no salía con nadie a parte de sus hijos. Salir con Nozomi era la felicidad que le había faltado todo ese tiempo.
—Me encantaría que saliéramos juntas.
Ambas se levantaron dirigiéndose hacia la puerta. Al abrirla Rei cogió la mano de la contraria. Estaba cálida, lo contrario que la suya que estaba helada.
—¿Deberíamos coger un paraguas?—preguntó la pelinegra.
—Sí, lo usaremos juntas.
Y tras hacerlo se encaminaron hacía su nuevo futuro.
Dudaban mucho que sus hijos tardaran en enterarse de lo sucedido, pero estaba segura de que de ahora en adelante podrían aspirar a un final mejor que el de su libro.
Porque fue en ese momento al cruzar la puerta donde ambas por fin cruzaron su jardín de rosas.
¡Hola! La verdad es que me ha gustado mucho hacer este extra y la pareja que forman Rei y Nozomi. Espero que os haya gustado y muchas gracias por leer <3
Agradecería saber vuestra opinión
¿Qué os ha parecido esta pareja?
Hice un "dibujo" con Picrew (desgracias de no saber dibujar) para que vierais como me las imagino de jóvenes ^^
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