Noche de Enero
Los días seguían su inclemente curso, haciendo que el mes de diciembre se esfumara en lo que pareció un parpadeo.
Todos se preparaban para celebrar la última noche del año, reuniéndose con familia o amigos, con abundante comida casera y bebidas calientes en las mesas, luciendo elegantes ropas para despedir el año viejo, y dar la bienvenida al nuevo a la medianoche.
— Así que, ¿ahora vendrás cada año, remolino morado?
— Solo si tu primo me invita.- Respondió el peli-violeta, abrazando al Omega a su lado.
— En ese caso, acostumbrate a soportar a Manigoldo soltando alaridos después de que se le pasen las copas.- Bromeó Asmita, mirando de reojo a su primo.
— Quisieras tener el prestigio de escuchar mi melodiosa voz.- Replicó el peli-violeta.- Ahora dejen de derramar miel y lleven al refrigerador el pastel que trajo Kardia, y ayuden a poner la mesa, antes de que Avenir pida voluntarios para ir a hacer las compras de última hora.
Asmita rápidamente asintió ante el recordatorio de su pariente, para después tomar la mano de Kardia y correr a la cocina, seguidos por Manigoldo en un pequeño juego, compartiendo leves risillas cómplices.
Eran conscientes de la costumbre de Avenir para dejar algún artículo pendiente y enviar a dos o tres pobres desafortunados a conseguirlo. Sabiendo que hacerse de prácticamente cualquier cosa en plena noche de año viejo, era una misión suicida, todos buscaban cualquier excusa para no ser elegidos.
El año pasado los desafortunados habían sido Hakurei, Shion y Manigoldo, con la misión de conseguir una botella de vino tinto... Los pobres volvieron con el producto solicitado justo a tiempo, pero con evidentes marcas de cuánto costó lograrlo.
Shion con el cabello revuelto y una marca rojiza en la mejilla, que posteriormente se tornó violeta. Manigoldo con un par de arañazos en la cara. Hakurei con su fiel cola de caballo deshecha... Y los tres, completamente empapados por la lluvia que ese día azotó la ciudad sin previo aviso.
— Ahí viene.- Anunció Manigoldo en un murmuro, mientras los tres tomaban una parte de la vajilla.
— ¡Kardia!, qué alegría que hayas aceptado nuestra invitación.- Expresó con una sonrisa en Omega mayor, ofreciéndole un abrazo al joven.- Desde que veniste en Nochebuena, Atla no dejó de preguntar si también vendrías hoy.
— Es lo que Mita me contó.- Rió ligeramente el peli-violeta.- Gracias a ustedes por recibirme.
— Eres el novio de mi hijo. Siempre serás bienvenido.- Sonrió cálidamente el mayor.- Mani, Mita, ¿están ocupados?
— ¡Sí!- Respondieron ambos al unísono, aferrándose a la pila de platos y vasos como si sus vidas dependieran de ello.
Kardia no logró contener una pequeña risa que emergió de sus labios. Avenir solo sonrió, rodando ligeramente los ojos.
— Bueno, en ese caso, creo que este año le toca a Tokusa y Yuzuriha acompañar a Sage.- Anunció el Omega mayor.- Ustedes encarguense de poner la mesa, los veo en un rato.
Los jóvenes asintieron, y una vez vieron al albino salir de la cocina, suspiraron aliviados, provocando otra pequeña risa en Kardia.
— Este año la suerte no estuvo del lado de los gemelos del mal ni del viejo.
— Esperemos que la fuerza los acompañe.- Remató Asmita las palabras de su primo.- Ahora a trabajar, o podríamos correr la misma suerte.
Con esa resolución, los tres compartieron una última risilla cómplice, y se pusieron en marcha con la tarea asignada a toda velocidad.
En el comedor pudieron observar a los tres desafortunados de ese año salir por la puerta principal, enfundados en sus abrigos, gorros y bufandas contra el frio que en esa noche azotaba Atenas.
Una vez colocada toda la vajilla en su lugar correspondiente, se encargaron de ayudar con el resto de preparativos. Desde colocar unas últimas decoraciones, hasta dar los detalles finales a los platillos a servir en la cena. Todo en un ambiente cálido y familiar, un ambiente presente en varios hogares.
Pero mientras muchos se preparaban para despedir el año viejo en familia, otros parecían esforzarse por dejarse la vida en tragos de alcohol de bar en bar.
¿Cuántas horas habían pasado desde que salió de su departamento?, ¿cuánto alcohol había ingerido ya en lo que iba de la noche?, ¿dónde se encontraba ahora?. Eran preguntas que a la inhibida mente de Aspros no podían importarle menos.
A duras penas era consciente de la barra de madera donde reposaban sus brazos, el vaso de cristal lleno a tope en su diestra, y la botella frente a sus narices.
¿A quién demonios le interesaba dónde o cómo estaba de todos modos?. Sus padres no querían saber nada de él, desde su ruptura con Asmita todos los demás le habían dado la espalda.
No tenía amigos ni familia con quiénes pasar ese tipo de fechas, ni siquiera pendientes del trabajo para ocupar su mente durante las vacaciones decembrinas, así que ¿qué más daba si se desaparecía?, bien podría morir y a nadie le importaría... Bueno, quizás solo a la bruja de Úrsula, al quedarse sin su banco personal...
¿A Asmita le importaría al menos un poco?, ¿ese Omega podría perdonarlo algún día?, ¿recordaría aún los buenos momentos que pasaron juntos?, ¿qué pensaría Asmita de él ahora?, ¿lo extrañaría al menos un poco?...
Repentinamente, el recuerdo de ese Omega al que tanto amaba, invadió completamente su alcoholizada mente.
Desde el día en que lo conoció, cuando era tan solo un bebé y él estaba apenas en sus tiernos seis años de vida. Recordaba cuánto amor sintió por ese pequeño Omega apenas lo vió, cuánto deseó protegerlo...
Recordaba cada momento que pasó a su lado, cómo lo acompañó desde sus primeros pasos, hasta cómo bailó con él tantas veces.
¿En qué momento comenzó a amarlo de una forma distinta a la fraternal? Ni siquiera él tenía una respuesta clara a esa pregunta. Solo sabía que aún lo amaba, estaba locamente enamorado de él, lo quería de vuelta, lo necesitaba, y si pudiera regresar el tiempo para evitar perderlo, lo haría sin dudarlo... Pero sabía que Asmita ya le había conseguido reemplazo, y aunque le doliera el alma al siquiera pensarlo, probablemente el Omega de su vida lo odiaba profusamente.
¿Estaba llorando? Realmente ni siquiera era del todo consciente de sus acciones. Simplemente dejó caer su mejilla contra la fría madera y sintió sus ojos escocer, así como gotas cálidas recorriendo su piel, hasta morir en la madera, mientras su pecho se comprimía en hipos irregulares, dificultandole la respiración.
— Aspros.
Repentinamente, creyó escuchar a alguien pronunciar su nombre a la distancia, pero le dió exactamente igual.
— Aspros.
Nuevamente se repitió aquel llamado, y él, nuevamente lo ignoró.
— ¡Aspros, reacciona!
Cuando sintió un fuerte agarre en su brazo y una sacudida que los forzó a incorporarse, finalmente hizo un esfuerzo por enfocar su vista en su interlocutor. Su propia sangre, su primer amigo, su compañía desde antes del nacimiento: Defteros.
— Por dios, ¿cuánto has bebido?
Por más que intentara, su mente no era capaz de procesar absolutamente nada de lo que su gemelo decía. Sus labios y su lengua tampoco lograban hilar una respuesta, y su visión lentamente se tornaba borrosa.
No tenía la menor idea de qué demonios estaba pasando a su alrededor. Su cuerpo no respondía, su mente estaba perdida en un mar de pensamientos, las palabras no emergían de su garganta, todo daba vueltas cada vez más rápido...
— ¡Aspros, no te duermas!
Escuchar la voz de mando de su hermano lo hizo enfocar su vista en él. Sin embargo, fue apenas tiempo suficiente para darse cuenta de que estaba siendo cargado en brazos por su gemelo, antes de finalmente perder la consciencia, sin saber que en el mundo real, dejaba al pobre completamente aterrado.
— Carajo...- Masculló Defteros, mordiéndose el labio con desesperación, provocando el brote de un delgado hilo de sangre, pero no le importó.
El moreno corrió directamente al auto de su hermano, y usando las llaves, abrió la endemoniada puerta como pudo, aún con un inconsciente Aspros a cuestas.
Ni siquiera él supo cómo logró abrir el vehículo, acomodar a Aspros en el asiento del copiloto, colocarle el cinturón de seguridad, y conducir ese auto hasta el hospital más cercano.
Cuando finalmente lo encontró, después de buscarlo en más de la mitad de los bares de la ciudad al no recibir respuesta a ninguna de sus llamadas, la piel de su gemelo estaba helada. No solo eso, el pobre no era siquiera capaz de sostener su propia cabeza o de pronunciar una sola palabra, y para rematar, el pulso de su cuello estaba alarmantemente débil.
Defteros sabía lo que podía significar la aparición de todos esos síntomas. Por eso en cuánto llegó a la sala de emergencias no se separó de su hermano, sino hasta que el personaje se lo solicitó, pidiéndole que aguardara en la sala de espera y mantuviera la calma.
Sin más opción, el Delta suspiró resignado, y se dejó caer sobre una de las sillas, dejando que las lágrimas silenciosas se deslizaran por sus mejillas, intentando calmar su acongojada alma. Faltaba apenas poco más de una hora para la medianoche, y debía hacer una llamada. Debía calmarse.
Apenas sintió que su voz no iba a quebrarse a la primera palabra, tomó su teléfono y marcó un número que sabía de memoria. Solo tuvo que esperar unos segundos antes de que su llamada fuera respondida.
— Lo siento, Sis.- Suspiró tras escuchar la voz de su Omega.- No podré llegar.
— ¿Pasó algo?, ¿encontraste a Aspros?
— Espero que nada grave.- Suspiró nuevamente.- Lo encontré en un bar a las afueras de la ciudad, casi inconsciente. Ahora estoy en la sala de espera del hospital.
Escuchó a Sísifo suspirar al otro lado. Sabía que había decepcionado a su Omega, de nuevo, pero no podía dejar a su hermano sólo en ese momento.
— Lo siento, Sis.
— Está bien.- Respondió finalmente el castaño.- Llámame cuando sepas algo, o si necesitas que vaya por ti, ¿de acuerdo?
— Sí. Gracias, cariño.
— No es nada. Te amo.
— Y yo a ti.
Después de eso, la llamada finalizó. Sin embargo, debió hacer otra. Seguramente Aspros se enfadaría con él, pero había hecho una promesa y no pensaba fallar a su palabra.
— Sí, no te preocupes, ya lo encontré.- Contó a la mujer al otro lado de la línea.- Los doctores lo están revisando, te informaré si algo pasa.
— ¿En qué hospital están? Voy para allá.
— No es necesario que vengas, ya estoy aquí yo.- Replicó.- Está helando, es casi medianoche y estás embarazada. No puedes venir hasta aquí tú sola, es peligroso.
— Solo dime dónde están.
— Estás en el departamento de Aspros, volveremos ahí tarde o temprano.- Expuso el Delta ante la insistencia de la mujer.- Solo quédate ahí. En cuanto le den el alta y podamos irnos de aquí, yo te llamo. Tú quédate tranquila, todo está bien.
En realidad, no tenía la certeza ni la confianza de que todo estaba bien. Al contrario, estaba aterrado ante la posibilidad de perder a su hermano o que algo malo le sucediera, pero Úrsula debía mantenerse tranquila para evitar poner en riesgo a los bebés que esperaba. Así que se forzó a tragarse sus nervios y fingir serenidad.
Úrsula finalmente suspiró y desistió de su idea, aceptando la indicación de Defteros de aguardar su llamada en el departamento. Después de eso, finalizaron la llamada.
Hasta entonces, Defteros se permitió suspirar con pesar, y retomar su silencioso llanto, saboreando su dolor hasta que sus ojos se quedaron sin lágrimas para derramar, dejándole una sensación de ardor en los lagrimales y en la piel de sus mejillas.
Cuando una enfermera apareció preguntando por los familiares de Aspros, prácticamente dió un salto de su asiento y corrió hasta la mujer. La joven le explicó que afortunadamente, su hermano se encontraba fuera de peligro, pero aún estaba algo aturdido y debía permanecer en observación un par de horas, pero podía ingresar a verlo.
Defteros le agradeció, y de inmediato acudió a dónde le indicaron que se encontraba su hermano. Apenas lo vió, fue directo hacia él, tomando su mano, captando su atención.
— ¿Def?
— Tranquilo.- Susurró, manteniendo su agarre sobre la mano contraria.
— ¿Qué pasó?, ¿dónde...?
— Estamos en el hospital.- Respondió.- Estuviste al borde de un coma etílico.
Aspros no pronunció una sola palabra más, una fuerte punzada en su cabeza se lo impidió, haciéndolo cerrar los ojos con fuerza y soltar un pequeño chillido.
— Los médicos dijeron que ya estás fuera de peligro, pero debías quedarte en observación un par de horas, antes de ir a casa.
— Quiero irme ya, Def.- Murmuró suplicante.- Por favor.
— Son solo un par de horas, Aspros.
— ¡Yo firmo lo que sea, solo sácame de aquí!
Al incorporarse tan repentinamente, una jaqueca aún más fuerte terminó golpeandolo de frente, arrancándole un pequeño grito de la garganta. Defteros reaccionó lo suficientemente rápido para atraparlo y ayudarlo a recostarse nuevamente.
— Está bien, haré lo que pueda.- Accedió el moreno.- Iré a hablar con el doctor, pero cálmate. ¿De acuerdo?
Aspros solo asintió, ocultando su rostro entre sus manos, intentando calmar el dolor en su cabeza y controlar las ganas de vomitar.
Defteros suspiró y salió del pabellón, "en busca del médico". Realmente no iría a buscar a nadie, ni de loco dejaba que Aspros saliera del hospital en ese estado y corriera el riesgo de que las cosas se agravaran de un momento a otro. Pero discutir con un borracho era como hablar con una pared, iba a ser imposible hacerlo entender razones, solo conseguiría alterarlo y empeorar la situación. Así que fingiría cumplir su capricho para mantenerlo tranquilo.
Caminó por los pasillos del hospital durante unos minutos, hasta encontrar una máquina expendedora de café. Decidió hacerse con un vaso de capuchino e ingerir la bebida, haciendo tiempo suficiente antes de volver con su hermano con la "respuesta del doctor".
— Dijo que sí, pero primero debía revisar a dos pacientes que llegaron antes.- Inició su mentira.- No tardará mucho, pero si te sientes cansado, duermas un poco y en cuanto llegue yo te despierto. ¿Está bien?
— Bien.- Bufó resignado el gemelo mayor.
Afortunadamente, aún estaba lo suficientemente inhibido como para cuestionar o analizar a profundidad las palabras de su hermano. Pero cuando Defteros lo vió quedarse dormido después de unos minutos, ahora con su temperatura corporal normal y sus signos vitales estables, finalmente suspiró aliviado.
Las horas de observación pasaron, y cuando el medico apareció, Aspros ya se encontraba despertando de su pequeña siesta, con la mente un poco más clara, aunque el dolor de cabeza no parecía tener intenciones de irse en un largo rato.
El doctor se encargó de revisar al Delta, y una vez confirmado totalmente fuera de peligro, les otorgó el alta. Defteros agradeció por todo, y luego de hacer un par de llamadas, se retiró al lado de su hermano, siendo su apoyo para llegar hasta el auto.
Aspros no renegó nada, simplemente se dejó llevar por su gemelo, recargando su sien en el cristal de la ventana apenas Defteros cerró la puerta, luego de colocarle el cinturón de seguridad.
Defteros tampoco dijo nada, simplemente se limitó a conducir en silencio por minutos que parecieron años, hasta llegar a dónde Aspros vivía.
Al arribar al edificio, de nuevo el gemelo menor se encargó de abrir la puerta y ayudar a su hermano a caminar. Por suerte tenían a su disposición el ascensor, logrando evitar la subida por las escaleras, pero no así las náuseas que invadieron a Aspros apenas sintió la maquinaria moverse bajo sus pies.
Cuando las puertas se abrieron, Defteros terminó cargando a Aspros, hasta llegar a la puerta al final del pasillo, y llamar al timbre. Por suerte, Úrsula no tardó más que un par de segundos en abrir, y Defteros fue directo al baño, logrando llegar justo a tiempo, antes de que Aspros vaciara su estómago.
— ¿Qué demonios pasó?- Preguntó la Beta desde el marco de la puerta.
— Estuvo al borde de un coma etílico.- Suspiró Defteros, mientras sostenía el cabello de su gemelo.- Ya no hay peligro, pero los malestares no tienen fecha para irse.
— Prepararé algo de café.- Suspiró Úrsula.- Tal vez le ayude.
— Gracias.
Tras esa breve conversación, Úrsula se alejó del baño, dejándolos solos.
Defteros permaneció al lado de su hermano, sujetando su cabello y sobando su espalda, hasta que los fuertes espasmos cesaron.
— ¿Estás mejor?
Aspros solo asintió, aceptando la ayuda de Defteros para incorporarse y acercarse al lavamanos para enjuagarse la boca.
Una vez que ese trago amargo pasó, ambos gemelos fueron hasta el dormitorio.
Aspros estaba demasiado adolorido y mareado como para siquiera hacer el intento de cambiarse la ropa. Así que, igual que en el hospital, Defteros se encargó de retirarle la ropa usada y cambiarla por un pijama abrigador para la helada noche, y arroparlo bajo las mantas, procurando seguir la indicación del médico de mantener su cabeza elevada con ayuda de las almohadas.
Úrsula apareció unos minutos después, con una taza humeante de café y un recipiente con agua y unas compresas sobre una bandeja en sus manos, acercándose en silencio a dónde ambos se encontraban.
— Ya puedes irte si quieres, Defteros.- Mencionó la Beta, mientras exprimía el exceso de agua de una de las telas, tras dejar la bandeja sobre una mesa de noche.- Yo me encargo de él.
— ¿Estás segura de que puedes tú sola?
— Estoy embarazada, no en coma.- Replicó la rubia, con una tenue risa, colocando cuidadosamente la tela húmeda sobre la frente de Aspros.- Vete tranquilo. Si algo le pasa, yo te llamo.
Defteros lo meditó por unos segundos. No consideraba a Úrsula una amiga, pero de no ser por ella, quizás Aspros en ese momento estaría muerto o luchando por su vida.
Después de todo, fue ella quien, por alguna razón, fue hasta su departamento, y al no hallarlo por ningún lado ni saber nada de él, llamó a Defteros. Así fue como el gemelo menor se enteró de lo que sucedía y dejó de lado todos sus planes para esa noche, únicamente para ir en busca de su hermano, sin importar que le llevó casi tres horas lograrlo.
Por desgracia, era ya la segunda vez que Aspros se ponía en peligro de esa forma. La primera había sido apenas una semana atrás, justo en Nochebuena, cuando Defteros decidió ir en busca de él para invitarlo a cenar, pero solo encontró el departamento vacío. Esa noche llamó a Úrsula para saber si acaso estaba con ella, pero no fue así.
Igual que hace apenas unas horas, esa noche su instinto le dijo que algo no andaba bien, y pasó horas buscando a Aspros por toda la ciudad, hasta que lo encontró en un bar del centro, casi a la 1:00 de la mañana.
En esa ocasión, afortunadamente lo peor que pasó fue que Aspros arruinara su propia ropa y manchara el asiento de su propio auto al vomitar durante el trayecto. Nada que una visita a la tienda y al autolavado no solucionaran. Pero en esta... Maldita sea, Aspros había cruzado la línea.
— Ve. Seguro que tu Omega querrá una buena explicación para que de nuevo lo hayas dejado plantado.- Insistió Úrsula al notar su vacilación.- Yo me encargo del idiota padre de mis hijos.
— De acuerdo.- Suspiró finalmente Defteros.- Llámame si necesitan ayuda.
— Claro.
Defteros se despidió de ambos, y aunque una pequeña voz interna le dijera que algo andaba mal, decidió marcharse.
Úrsula parecía preocuparse por Aspros, y quererlo realmente, a su manera. Quizás propiciar un acercamiento entre ellos conseguiría limar cualquier aspereza existente, y darles algo de paz y calor a ambos.
Así que decidió ignorar su corazonada, adjudicándola a simple paranoia, para salir del departamento y dirigirse a su propio hogar. Ya eran casi las 4:00 de la mañana, probablemente Sísifo ya se habría quedado dormido, y no quería ser una molestia para la familia, además de que él mismo estaba completamente agotado y solo quería llegar a casa a descansar unas cuantas horas.
Úrsula permaneció al lado de Aspros, cambiando la compresa de agua fría cada que era necesario, además de ayudarlo a darle algunos sorbos a la taza de café.
— ¿Qué demonios hacías tú aquí?
— Venir a asegurarme de que no volvieras a hacer una estupidez como esta.- Respondió la rubia, remojando la tela de algodón en el agua fría.- Y por lo visto, menos mal que lo hice.
— ¡Oh, claro! Casi olvido que si yo me muero, te quedas sin tu banco andante personal.- Reprochó el peli-azul.
Úrsula solo bufó, intentando ignorar las palabras de Aspros. Sabía cómo se ponía cuando bebia demás, ahora que tenía más alcohol que sangre en el cuerpo, seguramente seria peor.
— Al menos en unos meses más me libro de ti y ese par de estorbos.
— ¿Y crees que Asmita va a recibirte?- Finalmente, la Beta fue incapaz de callar sus emociones, y soltó esa pregunta.- No seas ingenuo. Te la pasas ahogándote en alcohol para tratar de olvidar que ese Omega se fue y jamás va a volver... Eres patético.
— Y tú una puta, y aquí estamos.- Siseó el Delta con una sonrisa maliciosa.- Yo puse a ese par dentro, pero tú fuiste quien abrió las piernas... ¿O acaso tengo que recordarte quién me besó el día de la graduación de la universidad, y me confesó lo enamorada que estaba de mí?
Úrsula, inevitablemente, apretó el paño en sus manos, presa de la pequeña ira y tristeza que brotaba en su interior con las palabras de Aspros.
— Ese día dijiste que lo hacías porque "jamás volverías a verme"... ¡Y sorpresa! Terminamos en la misma empresa apenas meses después.- Continuó el peli-azul, con una pequeña risa.- El destino es cruel, ¿no, Ursi?... Yo me la pasé evitandote, pero tú te la pasaste detrás de mí como un perro callejero en busca de dueño.
Aunque detestara admitirlo, Aspros no mentía. En absolutamente nada. Fue ella quién se fijó en él desde que sus caminos se cruzaron, cuando eran tan solo unos adolescentes introduciéndose al mundo de la adultez. Fue ella quién durante tantos años trató de llamar su atención, terminando en una rivalidad entre ambos por las calificaciones, pero que le daba la satisfacción de que al menos Aspros supiera de su existencia.
— Dicen que se necesitan dos para bailar un tango, ¿no, Ursi?- Canturreó Aspros.- Sé que le pusiste algo a mi whisky la primera vez que nos enrollamos.
La inesperada confesión del Delta la hizo soltar de golpe la torturada tela en sus dedos, girando con terror hacia donde el Delta permanecía recostado, riendo levemente, mientras se cubría los ojos con el antebrazo.
— Te ví cuando vaciaste esa droga en mi vaso... Pero igual me lo tomé todo y te dejé hacer lo que quisieras conmigo de todos modos.
Un nudo se formó en su garganta, y sintió un peso en sus hombros... La culpa de lo que hizo aquella noche, durante la primera fiesta de la empresa a la que ambos asistieron, seguía atormentandola. Pero, enterarse de que Aspros sabía todo, lo hacía aún peor.
— ¿Quieres saber porqué lo hice?- Inquirió Aspros con un ligero aire de burla.- Me gustaba la forma en que insistías, a pesar de que yo te rechazaba una y otra vez. Me dabas toda la atención que yo quería... Me hacías sentir especial, querida.- Añadió, riendo al pronunciar la última frase, aunque las lágrimas se desbordaron por sus ojos.- Mi Mita... Estábamos teniendo algunos problemas, y sentí que iba a cambiarme... Quería sentirme adorado de nuevo, tú me querías, y al otro día yo no recordaría nada y podría volver al lado de mi Mita... Los dos ganabamos.
Úrsula solo pudo agachar la cabeza, derramando unas lágrimas en silencio. No había absolutamente nada que pudiera responder a la confesión de Aspros, producto del alcohol aún circulando en su sistema. Solo callar, y fingir demencia al otro día.
— Pero terminé tomándole gusto a tener un reemplazo... Qué estúpidos fuimos, ¿no?- Murmuró Aspros.- Al final, los dos nos usamos uno al otro... Y ahora míranos... Somos patéticos.
Úrsula no dijo nada, solo tomó la taza ahora vacía, y se dirigió a la cocina, tratando de huir de tantos sentimientos encontrados.
En el cobijo de la oscuridad, apoyando sus manos sobre la barra de la cocina, finalmente soltó sus desesperados sollozos, derramando sus lágrimas. Su vista se clavó en aquella carpeta negra, la verdadera razón por la que fue hasta ahí en primer lugar...
Ahora dudaba si debía hacerlo, pero ya estaba ahí... Al diablo, qué más daba.
En cuanto calmó su llanto, se secó las lágrimas, tomó la carpeta y un bolígrafo entre sus temblorosas manos, y volvió a la habitación de Aspros, el único sitio iluminado del departamento.
— Aspros...
— ¿Qué quieres ahora?- Gruñó el Delta, al borde de la somnolencia.
De nuevo, las dudas y la culpa atacaron la conciencia de la Beta, pero no tendría otra oportunidad como esa.
— ¿Puedes firmar esto?- Pidió, mostrándole la hoja.- Es una responsiva que los dos debemos firmar para que puedan agendar la cesárea en la clínica.
— Si así me dejas de joder...- Musitó el Delta, para tomar el bolígrafo y firmar dónde la Beta le indicó sin prestar más atención al documento.- Ahora largo.
— Descansa.- Suspiró con pesar Úrsula, para después retirarse de la habitación.
Su accionar era claramente reprochable y horrible, pero ¿qué más podía hacer?... Bueno, era solo una firma, aún tenía unos cuantos meses para meditar y decidir si usarla o no. Por ahora era mejor tratar de descansar un poco en la sala. Faltaban solo un par de horas para el amanecer.
Vaya forma de comenzar el año para muchos...
[...]
Las horas siguieron pasando, hasta llevar de vuelta a Helios sobre el firmamento, iluminando al mundo con la luz de Apolo, anunciando un nuevo día, el primero del año.
Atrapando a algunos en brazos de su amor, en la calidez del hogar y la familia, con las esperanzas avivadas y solo alegría en el corazón. Invitando a la jovialidad y la acción por comenzar bien el nuevo año... Pero para otros más, era todo lo contrario.
Cerca de la 1:00 de la tarde, Sísifo arribó al edificio de Defteros, creyendo que sería una hora prudente.
Tras estacionar el auto, ingresó al edificio, y comenzó su subida por las escaleras. Sabía que era inútil y solo retrasaba lo inevitable, pero quería, necesitaba, unos minutos para calmarse y recordarse una vez más porqué estaba ahí.
La noche anterior, se suponía que irían juntos a cenar con Ilías, Arkhes y Regulus. Pero a la hora que Defteros debía pasar por él, recibió una llamada, pidiéndole que se adelantara... Fue un trago amargo, pero decidió no hacer el problema más grande, y simplemente adelantarse a casa de su hermano y su cuñada.
Ilías y Arkhes no hicieron ninguna pregunta al respecto, pero Regulus, en un pequeño acto de imprudencia, terminó preguntando si acaso Defteros no iba a ir de nuevo... De inmediato, Arkhes lo reprendió por ser tan entrometido, pero Sísifo solo sonrió y les explicó que llegaría más tarde.
Pasó una hora, dos, tres... Y ni rastro de Defteros. Terminaron cenando sin él, y cuando finalmente supo donde estaba, casi a medianoche, fue solo para decirle que no iría... De nuevo, por causa de Aspros.
Se obligó a calmarse durante la llamada, y simplemente respondió en automático lo que siempre solía decir... Pero apenas colgó, no pudo evitar quebrarse en llanto.
Ilías, Arkhes y Regulus se encargaron de tranquilizarlo, lo cuál tardó un poco, haciendo que el aire de festejo se esfumara completamente.
Ilías y Arkhes enviaron a Regulus a su habitación, con la excusa de "son temas de adultos". Y una vez a solas, tuvieron una larga charla con él.
Solo ahí fue capaz de expresar todo lo que sentía, cómo siempre quedaba de lado si se trataba de Aspros, cómo nunca era una prioridad como Defteros lo era para él, cómo siempre había alguien más importante, cómo siempre bastaba una llamada para que cualquier plan fuera dejado en segundo plano, cómo incluso la noche que le propuso matrimonio terminaron en la sala de espera de un hospital...
Amaba a ese Delta, por eso había intentado ser paciente y entender, pero sentía que todo lo estaba rebasando y no sabía si podría vivir así por el resto de su vida.
Arkhes le brindó consuelo, como solía hacerlo desde que era un niño. Ilías intentó calmarlo y le aconsejó hablar con Defteros y pensar bien las cosas antes de actuar.
Sísifo les agradeció a ambos, y decidió retirarse a su hogar para meditar su situación... Así había llegado a la decisión que había tomado, y de la que dudaba dar vuelta atrás.
El camino terminó, ahí estaba, frente a esa puerta. Solo ver la superficie de madera le hizo sentir su sangre helarse, el aire escapar de sus pulmones, y su corazón intentando huir de su pecho... Pero ya era tarde para retroceder, así que apretó el puño que escondía en el bolsillo de su saco, y con su mano libre, llamó al timbre.
Defteros lo recibió unos segundos después, comprensiblemente sorprendido por su repentina visita. Seguramente el Delta acababa de despertar, y no tenía ni idea de qué hora era.
— Sis, ¿pasa algo?
Ni siquiera se sentía con el valor de verlo a los ojos. Sabía que si observaba esos zafiros, terminaría sucumbiendo ante ellos.
— Sis-
— Lo siento.- Murmuró con un delgado hilo de voz, dejando en las manos contrarias ese anillo que hace unos meses le fue obsequiado.- Por favor no me llames, ni me busques.
Apenas pronunció esas órdenes, que parecían más una súplica, emprendió su huida, caminando tan rápido como podía, intentando retener sus lágrimas.
Defteros tardó unos segundos en salir del estado de shock, pero apenas lo hizo, corrió tan rápido como pudo para alcanzar a Sísifo, importandole un bledo salir de casa descalzo, sin camiseta y solo con un pantalón pijama.
— Sis... ¿Por qué?
— Lo siento mucho, Def.- Murmuró el castaño, manteniendo la vista en el suelo.- Te amo... Pero no puedo con todo esto.
— Sis, yo...
— No seré yo quien te obligue a cambiar quien eres, Def.- Interrumpió el mayor.- No es justo, ni para ti, ni para mí... Lo mejor es que cada uno siga por su cuenta.- Añadió, deshaciéndose suavemente del agarre en su muñeca.- Adiós.
Defteros no supo qué decir, el nudo en su garganta y el escozor en sus ojos se lo impidieron. Solo pudo verlo marcharse por el ascensor, sintiendo su corazón volverse añicos.
Jamás imaginó que algo así ocurriría, no sabía qué hacer. No podía creer que eso estuviera pasando... Y muchos de sus conocidos tampoco.
— ¡¿Qué?!
— Escuché a mi tío y a mis padres hablando de eso anoche.- Respondió el joven que había hecho esa llamada.- Ustedes busquen a Defteros, yo iré con mi tío.
Tras finalizar esa llamada, cada uno fue en busca de sus abrigos, y se prepararon para ir en busca del Delta a su departamento. Si la hipótesis de Regulus resultaba ser cierta, el pobre debía estarla pasando horrible.
— Vaya forma de comenzar el año...
— Tú lo has dicho, Mani.
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