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Lazos

Tal y como habían previsto, Asmita obtuvo su alta del hospital al día siguiente, y pudo marcharse a casa en compañía de todos sus seres queridos. Kardia también cumplió su promesa, llevando un pastel para todos, pasando una tarde bastante agradable.

Durante las siguientes dos semanas en las que Asmita permaneció en casa, guardando reposo, Kardia acudía religiosamente a visitarlo después del horario de trabajo para llevarle un cupcake o una porción de pastel, con la excusa de llevarle un postre para que se recuperara más rápido.

Lo cual, inesperadamente pareció surtir efecto, y Asmita logró recuperarse completamente de su herida en el ojo, siendo capaz de volver a su rutina y dejar ese amargo trago atrás.

En el trabajo, sus colegas lo recibieron cálidamente, haciéndolo sentir bienvenido.

Aunque no todo podía ser perfecto, e incluso en los días más radiantes, siempre existía una nube gris intentando opacar la luz.

Desde que Asmita permaneció en casa, hasta el día que pudo volver a la universidad y al trabajo, Aspros no dejó de intentar acercarse a él por todos los medios. Incluso apareció en el restaurante para buscarlo.

Por suerte, el Omega siempre tuvo a alguien para cubrirle la espalda. En casa a su familia, y desde que se recuperó por completo, Manigoldo y Defteros se turnaban para acompañarlo a la universidad y al trabajo. Y Kardia se encargaba de acompañarlo a casa al terminar la jornada si nadie podía ir a recogerlo.

Incluso en el trabajo sus compañeros lo ayudaron, amenazando al Delta con llamar a la policía.

De esa forma, pasó un mes y medio del incidente casi sin darse cuenta. Logrando librarse de Aspros casi por completo, aunque un ramo de rosas con una carta llegaba de vez en cuando a su casa y al trabajo. Pero nada que no pudieran manejar, incluso comenzaba a hacerse parte de la rutina regalar las flores a las parejas que llegaban a comer.

— Al menos esos tulipanes hicieron felices a muchas personas hoy.- Bromeó Kardia, mientras caminaban rumbo a la estación de trenes.

— Las pobres flores no tienen la culpa de haber sido compradas por semejante alimaña.- Le siguió Asmita la broma.- Solo las tomo como una compensación por todos los problemas que causó, para repartir felicidad.

— Si la vida te da limones, haz limonada, ¿eh?- Sonrió Kardia, deteniendo su andar una vez arribaron a dónde debían aguardar la llegada del vagón.- Por cierto, en mi universidad habrá un evento para celebrar Halloween el viernes de la próxima semana. Comienza en la tarde, y termina a las 11:00.- Contó el peli-violeta.- Los chicos y yo daremos una presentación en vivo. Ya sabes, banda representante de la escuela en las competencias... Y me preguntaba... Si te gustaría venir, a tí y a tus hermanos.

— ¿Me estás invitando a una cita?- Sonrió el blondo.

— No, eso tenía pensado pedirtelo para el sábado de la próxima semana, como regalo de cumpleaños atrasado. Sin nadie que haga mal tercio.- Respondió con una sonrisa felina, sorprendiendo a Asmita.- Hay una fiesta de Halloween en el bar Underworld, y nos contrataron para dar un concierto en vivo. Pero después de la presentación, podemos quedarnos a disfrutar la fiesta. ¿Qué dices?

— Es una cita. Ambas.- Respondió el Omega con una sonrisa confiada.- ¿Hay código de vestimenta?

— Para el evento de la universidad no, solo si tienes ganas de usar un disfraz.- Respondió el Alpha, mientras subían al vagón.- Para la fiesta en el Underworld sí es necesario un disfraz.

— ¿Me ayudarás a elegir uno?- Bromeó Asmita con ligera coquetería.- No uso un disfraz desde que dejé de salir a pedir dulces.

— Con gusto te ayudo hasta con el maquillaje. Ya comprobaste que tengo buena mano para eso.

— Debo darte crédito por lograr esconder un moretón de ese tamaño, y que el maquillaje no se te corriera en todo el día.

Kardia solo rió suavemente, sentándose al lado de Asmita, rozando accidentalmente sus manos.

— En serio deberías considerar seriamente cargar un abrigo, guantes y bufanda en la mochila.- Bromeó el Alpha, aún sosteniendo la mano de su acompañante.- Tienes las manos heladas.

— Lo tendré en cuenta.

Kardia solo negó con una sonrisa, antes de despojarse de su chaqueta y colocarla sobre los hombros de Asmita, y rodearlo con sus brazos, haciendo dar un pequeño salto al rubio.

— ¿Qué haces?

— Evitar que te dé hipotermia.- Replicó Kardia, manteniendo su sonrisa felina.- De nada.

Asmita solo rió, negando ligeramente, rindiendose a la comodidad y el agradable calor que Kardia le ofrecía, recargando su cabeza en su hombro, contemplando los túneles y luces por la ventana, mientras llegaban a su destino.

La compañía de Kardia ya se había vuelto parte de su rutina, así como los gestos y pequeñas atenciones que ese Alpha de melena alborotada tenía con él siempre. Desde un pequeño postre sorpresa de vez en cuando, hasta cobijarlo con su abrigo hasta dejarlo en la puerta de su hogar cuando lo acompañaba de vuelta.

Definitivamente aún era demasiado pronto para aseverar cosas, o comenzar algo de tinte más serio. Pero ciertamente, era fácil encariñarse con Kardia y encantarse con su personalidad y sus detalles.

Quizás en un futuro no tan lejano, podría decidir volver a tomar el riesgo de adentrarse al caótico mundo de las flechas doradas de Eros. Pero por ahora, prefería dejarse envolver por el veneno de una flecha de hierro, hasta sanar sus heridas y drenarlo de su sistema por completo, y entonces ser capaz de brindar un amor sincero.

Quizás sería Kardia el elegido, quizás no... Al final, solo el destino tendría la última palabra.

Pero mientras algunos aceptaban los caprichos del destino con una sonrisa, y buscaban avanzar con la frente en alto, otros solo podían pensar que las malas noticias no terminaban nunca.

— ¡¿Qué demonios significa esto?!

— ¿Tú qué crees, genio?- Expresó la mujer sentada frente a él en la mesa del comedor.

Aspros miraba con terror y enojo la hoja de papel en sus manos, apretando cada vez más los puños con cada segundo que permanecía observando las letras ahí impresas.

— Felicidades. Serás padre.

— ¡¿Me estás tomando el pelo, maldita bruja?!

— ¡Ojalá lo hiciera, idiota!- Respondió Úrsula igual de enfadada.- ¡¿Crees que estoy feliz con esta noticia?!

— ¡¿Y qué me garantiza que es mío?!- Inquirió el Delta.- Si fuiste tan fácil como para meterte con alguien con pareja, sabrá el cielo a cuántos más les habrás abierto las piernas.

La Beta respondió aquella acusación con una sonora bofetada.

Aspros solo apretó los puños y se mordió internamente el labio inferior, buscando contener sus ganas de regresarle el golpe.

— ¡Yo no te puse una maldita pistola en la cabeza para obligarte a engañar a tu "amado" Omega, mucho menos para no usar un jodido condón!

— ¡¿Tienes idea de cómo va a afectarme esto?!, ¡yo no quiero cuidar de un maldito estorbo!

— ¡¿Y crees que yo tengo ganas de parir y cambiar pañales?!- Respondió la rubia.- ¡Ninguno de los dos quiere esto, pero ya está aquí. Y a menos que un milagro pase en las próximas catorce semanas, estamos jodidos!

Aspros se levantó de la silla, arrojando la hoja sobre la mesa, llevándose las manos a la cabeza en un vano intento de aplacar su frustración.

No había podido volver a acercarse a Asmita desde esa maldita noche. Y gracias a la parvada de urracas entrometidas que el Omega tenía por familia, no había podido hablar ni saber nada de él.

A duras penas se había enterado del embarazo fallido de Asmita y que el maldito estorbo de Kardia estaba detrás de su Omega, pagando un soborno a un pasante por espiar a Sísifo y Defteros en las oficinas.

Había tantas cosas que necesitaba decirle a Asmita, arreglar todo ese asunto, impedir que ese estúpido Alpha se quedara con el Omega que por derecho era suyo... Pero como si no tuviera ya suficientes problemas para lograrlo, aparecía esa maldita bruja en su puerta, exigiéndole hablar, y dándole la peor noticia de su vida.

— Bien. Me haré cargo de pagar todos los gastos de esa cosa.- Bufó con frustración, encarando nuevamente a su odiada visita.- Pero en cuanto nazca, quiero una prueba de paternidad. Y pobre de ti si sale negativa, porque me encargaré de cobrarte cada maldito centavo y dejarte en la calle y tu maldita reputación por el suelo.

— Y cuando nazca y la prueba salga positiva, ¿qué haremos, imbécil?

— Si resulta que ese estorbo es mío, estoy dispuesto a pagarte una mensualidad para que te encargues de él, se desaparezcan de mi vida, y no me estés jodiendo.- Respondió, clavando su mirada en la de Úrsula.- Yo no quiero tener nada que ver contigo ni con esa cosa, mucho menos jugar a la familia felíz. Así que ¿lo tomas o lo dejas?

La Beta permaneció en silencio por unos segundos, sin desviar su mirada, antes de finalmente responder.

— Bien. Acepto tu "generosa" oferta de asumir tu responsabilidad.

— Hecho entonces. Ahora largo de mi casa.

— No tan rápido, Aspros.- Interrumpió la mujer.- Si es así como van a ser las cosas, espero un abogado y documentos de por medio. No quiero que de última hora te arrepientas y quieras quedarte con el mocoso.

— Como si eso fuera a pasar...- Expresó con burla el peli-azul.- No te preocupes. Ten por seguro que habrá un abogado y toda la documentación necesaria de por medio para que no hagas ninguna artimaña, bruja.

— Como digas. Solo reza porque no te dé por querer llenar el hueco que dejó el cachorro no nacido de tu ex con este.

Ante esas palabras, la sonrisa de Aspros se desvaneció completamente, y la de Úrsula se amplió con cinismo, complacida con la reacción del Delta.

— No intentes compararte con alguien como él. Un Omega hermoso, inteligente y elegante. Y tú... Solo alguien para matar el tiempo.

— No decías eso mientras lo engañabas, y este estorbo es una prueba de ello.- Contraatacó la rubia con una pequeña risa, acariciando su vientre.- Nos vemos. Mientras dale la noticia a tu familia y amigos... Los que te queden después de tus estupideces.

Aspros gruñó, antes de dar un fuerte puñetazo en la mesa del comedor, creando una pequeña grieta en el cristal.

— Te lo advierto por última vez.- Siseó, mostrando los dientes en una seña de agresividad.- Lárgate en este instante, o voy a olvidar por completo que estás embarazada y deshacerme yo mismo del problema.

La Beta decidió no decir nada más, limitándose a tomar su bolso y salir del apartamento, cerrando la puerta detrás de sí, dejando de nuevo sólo a Aspros.

Una vez a solas, el Delta soltó un grito que murió ahogado entre sus brazos.

Estaba metido en un enorme problema del que no iba a lograr librarse con facilidad.

No amaba a esa mujer, no quería encadenarse a ella, no quería ser padre... Al menos no gracias a ella.

Presa de la desesperación, y al borde del colapso, buscó su teléfono y llamó a la única persona que sabía, respondería su grito de auxilio.

— Def...

— ¿Qué quieres ahora, Aspros?

Era evidente que su hermano seguía furioso con él. Incluso en el trabajo hacía de todo con tal de evitar encontrarse con él, pero sabía que Defteros no lo dejaría morir así se cayera el cielo a pedazos... Era su única esperanza.

— Def... Por favor escúchame.

— Aspros, si es para preguntarme algo de Asmita-

— No tiene nada que ver con él esta vez, Def.

No supo si fueron sus palabras o su voz entrecortada, pero algo hizo trastabillar a Defteros, que guardó silencio por unos segundos.

— ¿Qué quieres entonces, Aspros?

— Def, por favor. Necesito un consejo y eres el único que me queda.- Expresó, intentando aferrarse con todas sus fuerzas a su poca estabilidad al hablar.- Por favor, Def.

El gemelo menor no lograba comprender qué había puesto a su hermano de esa forma. ¿Qué pudo haber sucedido para dejarlo en un estado tan vulnerable como para llamarle suplicando hablar?

— Voy a tu apartamento.- Suspiró resignado Defteros.- Claramente no estás en condiciones de conducir.

— Gracias.

Tras ese débil agradecimiento, finalizaron la llamada, y Aspros esperó la llegada de su hermano, sentado frente a la mesa dañada por su propia mano, mirando con terror la hoja arrugada que imponente se alzaba sobre la superficie de cristal.

Defteros arribó casi una hora después, tras haber viajado prácticamente desde el otro extremo de la ciudad, llamando a la puerta, siendo recibido por un inexplicablemente acongojado Aspros.

— ¿Qué demonios pasó?

— Míralo por ti mismo.- Murmuró el gemelo mayor, señalando con la mirada la hoja sobre la mesa.

Defteros no lograba comprender, pero obedeció, tomando aquel trozo de papel con su mano derecha, comenzando a leer el contenido.

Desde el momento en que notó el sello de un laboratorio particular, sus alarmas se dispararon, aumentando el ritmo de su corazón al leer el nombre de una de las compañeras de trabajo y amante de Aspros. Y al leer de qué tipo de prueba se trataba, y el resultado, comprendió el estado de ánimo de su gemelo.

— ¿Qué vas a hacer?- Fue lo único que pudo preguntar Defteros.

— Pagar los gastos de ese estorbo hasta que nazca.- Respondió Aspros, apretando el puente de su nariz.- Después hacer una prueba de paternidad. Y si sale positiva, ceder la custodia completa a esa bruja y solo pagar una cuota al mes.

— ¿Esa es tu solución?- Cuestionó con molestia el moreno.- ¿Deslindarte de tus obligaciones a como dé lugar y huir como un cobarde?

— Fue un jodido accidente, Defteros, un descuido, un error...- Replicó el mayor.- No quiero ser padre de ese mocoso, ni mucho menos quedarme atado a esa maldita bruja y punto.

— Esta vez no sé qué demonios decirte, Aspros.- Suspiró el gemelo menor.- Esto no es un juego. Estás poniendo de por medio a un niño que al nacer va a pagar los errores de ambos. Los tuyos, y los de su madre.

— Si tú y yo sobrevivimos a unos padres de mierda que nos consideran errores que les jodieron la vida, cualquiera puede hacerlo, Defteros.- Replicó.- De falta de amor nadie se ha muerto.

Defteros agachó la mirada, sintiendo una punzada en el pecho y sus ojos escocer por pequeñas lágrimas al recordar aquellos episodios de su infancia. Donde Aspros y él solo se tenían el uno al otro, siempre dejados de lado y despreciados por sus propios padres, que no se cansaban de culparlos de sus problemas y recordarles su no deseada llegada...

Aspros también permanecía callado y con la mirada baja. Cómo si esperara unas palabras de su gemelo.

— Y si Asmita no hubiera perdido a su bebé, ¿habrías hecho lo mismo con él?

Las palabras que Defteros pronunció lograron descolocar a Aspros, al punto de hacerlo alzar la vista.

— En las oficinas los chismes vuelan, Aspros. Sabía que era cuestión de tiempo para que te enteraras de todo lo que pasó.

Aspros no se atrevió a negar nada. Limitándose a asentir la explicación de su hermano.

— ¿Entonces?- Insistió Defteros.- Si Asmita aún siguiera en cinta, ¿habrías hecho exactamente lo mismo?

— ¡No lo sé, Defteros!- Bufó exasperado.- Quizás con él sí habría aceptado involucrarme con el niño, quizás no... ¡No lo sé, y no importa ya de todos modos!

— ¡Importa porque sigues detrás de Asmita a pesar de que él no quiere saber nada más de ti, y ahora tienes un hijo con otra mujer en camino!

— ¡¿Y qué más da lo que hubiera hecho si Asmita no lo hubiera perdido?!- Cuestionó ahora el gemelo mayor.- ¡Incluso si no lo hubiera perdido, Asmita me habría mandado al demonio para quedarse con ese idiota como lo está haciendo, así que lo que hiciera o no tendría la misma importancia que una habichuela!

Defteros se forzó a calmarse para no decir algo que seguramente lamentaría después.

Aspros estaba demasiado alterado, y evidentemente no escucharía razones. Su frustración y miedo hablaban por él, callando su cordura.

— Entonces, si ya tienes una decisión tomada y un plan para "solucionar" todo, ¿para qué me llamaste?

Ante la pregunta y el nuevamente tranquilo tono de voz de su hermano, Aspros se sintió ligeramente abrumado.

En el fondo sabía que quería la compañía y la contención de alguien. El apoyo que su gemelo solía brindarle cuando eran niños, añoraba esa cercanía, y necesitaba algún gesto, un abrazo, una palabra que lo reconfortara como en antaño... Pero no quería admitirlo.

— No lo sé...

Defteros nuevamente sintió la decepción clavarse como una estaca en su herido corazón. Esperaba una respuesta muy diferente: un gesto, unas palabras, cualquier cosa que le trajera de vuelta a su hermano.

— Entonces supongo que nada tengo que hacer aquí.- Suspiró el moreno, dejando de nuevo los resultados de laboratorio sobre la mesa.- Suerte.

Defteros dió media vuelta, dispuesto a marcharse. Pero cuándo estuvo por abrir la puerta para retirarse, Aspros le dió alcance, sujetando su muñeca para llamar su atención y seguidamente abrazarse a él.

Aquel gesto, junto a los sollozos de su gemelo, tomaron por sorpresa a Defteros, que por unos segundos no pudo siquiera moverse.

— Aspros...

Al salir de la impresión inicial, Defteros solo atinó a rodear con sus brazos a su hermano, permitiéndole desahogarse.

No recordaba la última vez que había visto llorar a Aspros de esa forma. Ni siquiera la noche del incidente de Asmita había perdido así el control de las convulsiones que sufría su cuerpo a causa del llanto.

Casi se sentía como si hubieran retrocedido varios años en el tiempo, regresando a cuando eran solo unos niños. Todas esas veces en las que fueron dejados a su suerte por sus padres, teniendo que hacerse responsables de sí mismos, cubriéndose la espalda mutuamente.

Aún recordaba el miedo que Aspros solía tenerle a las tormentas, al punto de llorar al escuchar un trueno. Cómo en aquellas frías noches él le permitía dormir en su cama, y lo abrazaba mientras lloraba, igual que ahora...

— ¿Recuerdas cuando éramos niños y el miedo que le tenías a las tormentas?- Preguntó Defteros con una triste sonrisa, una vez que Aspros consiguió calmarse lo suficiente.

— Tenía cinco años.- Murmuró cabizbajo Aspros, sentado al lado de su gemelo en el sillón de la sala.

— ¿Recuerdas cuando hacíamos las compras del supermercado después de la escuela?- Sonrío Defteros, rememorando aquellos días.- ¿Y cómo se te quemaban hasta los sandwiches cuando intentabas dorar el pan en una sartén?

— Al menos aprendí al final, ¿no?- Sonrió el gemelo mayor, recordando perfectamente aquellos días de su adolescencia.

Ambos compartieron una pequeña risa, soltando el peso que hasta ese momento llevaban sobre los hombros, únicamente disfrutando ese momento, enfocándose en la compañía del otro, rememorando todas sus vivencias.

— ¿Realmente quieres repetir con otro lo que ambos pasamos?- Cuestionó Defteros.- Nunca nos faltó un techo, comida ni educación, pero prácticamente nos criamos entre nosotros, Aspros. Y de no ser por los padres y el tío de Asmita, probablemente ni siquiera habríamos llegado a la adolescencia.

— Seamos realistas, Def. No soy como tú, Hasgard o Sísifo. Yo no sé lidiar con niños, ni siquiera tenía hijos contemplados en mis planes.- Explicó.- Fuí un idiota al confiar en la palabra de esa bruja de que estaba usando anticonceptivos, y no tomar mis propias precauciones extras. Simplemente no estoy listo para ser padre y jamás lo estaré.

— Aspros, nadie está listo para serlo nunca, pero sabes de primera mano cómo afecta la ausencia y el desprecio de quienes se supone que más deberían amarte.

— Lo sé, pero simplemente no quiero esa responsabilidad.

— Date al menos la oportunidad.- Insistió su gemelo.- Quizás al final, las cosas funcionen entre tú y Úrsula. Y aún si no es así, aún puedes mantener una buena relación con tu hijo sin necesidad de estar con su madre.

— Mamá y papá ya están lo suficientemente enfadados conmigo por haber dejado ir a Asmita y permitir que toda la compañía se enterara de lo que pasó.- Confesó Aspros, sorprendiendo a su invitado.- En cuanto sepan que Úrsula está embarazada...

— Sé cuánto deseas su aprobación, Aspros. Pero nunca los has necesitado, ¿por qué ahora es diferente?- Cuestionó Defteros.- Su apoyo siempre se limitó a entregar unos billetes al mes, y nada más. Aprendimos a cocinar, a hacer trámites, a pagar facturas, a surtir una alacena, a administrar una casa, a conducir, y una infinidad de cosas más, solos. ¿Qué diferencia hay si toda la vida fuimos tú y yo contra el mundo?

— Que ahora soy solo yo contra el mundo.- Suspiró pesadamente el Delta mayor.- Esa es la diferencia, Def. Que tú tienes una familia, con los parientes de Asmita y los de Sísifo, tienes amigos, y pronto un matrimonio... Y yo... Solo me tengo a mí.

Un inesperado abrazo fue la respuesta que Aspros obtuvo de Defteros tras aquella confesión. Un abrazo que nuevamente terminó correspondiendo, rindiendose a sus propias falencias.

— No puedo hablar por los demás, pero te ayudaré en esto, Aspros.- Murmuró el Delta menor.- Sigues siendo mi hermano, y tu futuro hijo sigue siendo mi sobrino. No voy a dejarlos solos.

— Gracias, Def.

Defteros se quedó en el penthouse un tiempo más, hasta que Aspros estuvo completamente tranquilo, y se despidieron, prometiendo mantener toda la discreción posible respecto al embarazo de Úrsula, y no mencionar nada del tema a nadie. Al menos por el momento no era prudente hacerlo público.

Defteros llegó a su hogar, tomó una ducha rápida, y se metió a la cama, cobijado por el insomnio que ya comenzaba a hacerse normal en sus noches.

Aquella conversación con Aspros le había dejado un sabor de boca agridulce. No podía olvidar tan fácilmente todas las cosas que Aspros había hecho con Asmita, pero tampoco fue capaz de verlo en un estado tan vulnerable y mantenerse inamovible a su sentir.

El embarazo de Úrsula también le dejaba bastantes sentimientos encontrados. No se llevaba bien con esa mujer en lo absoluto, no confiaba en ella y prefería mantenerla lo más alejada posible. Pero no le desagradaba la idea de ser tío y ayudar en la crianza de un pequeño, como Sísifo había hecho con su sobrino al cuidarlo desde que era un niño pequeño mientras Ilías y Arkhes trabajaban.

Le generaba cierta ilusión fantasear con tener en un futuro una relación fraternal con su sobrino tan estrecha como la de Sísifo y Regulus.

Quizás la llegada de ese bebé haría a Aspros volver a ser el hombre que conocía, y al lado de quién creció. Quizás podrían empezar de cero y arreglar todo...

Bueno, según esa prueba, aún les quedaban poco más de siete meses para preparar todo y esperar a ver qué les deparaba el destino. Por ahora, debía guardar el secreto.

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