Inflexión
Nada estaba bien, todo daba vueltas, todo había pasado tan rápido que aún no podía asimilarlo...
Después de dejar a Asmita frente al edificio, se dispuso a marcharse, pero no hubo llegado ni siquiera a doblar la esquina, cuando algo en su interior le impidió seguir avanzando.
No podía explicarlo, simplemente fue como si un sexto sentido del que él mismo desconocía, se hubiera activado, advirtiéndole del peligro.
Era habitual en él confiar en su instinto. Muchas de las mejores cosas de su vida las había obtenido, y evitado otras tantas malas, haciendo caso a esa pequeña voz en su interior. Así que decidió seguir su rutina y aguardar por unos minutos más, con la vista fija en ese edificio.
Pasaron alrededor de quince minutos, en los que no vió absolutamente nada fuera de lo normal... En fin, hasta al mejor cazador se le va una liebre de vez en cuando. Su instinto no era infalible. Así que continuó su camino hasta la estación.
Por suerte todavía estaba a tiempo de tomar el último tren, el de las 12:00. Aunque ahora debía esperar veinticinco minutos en la banca de la fría estación. Bueno, al menos Asmita estaba seguro... O eso fue lo que creyó en ese momento.
Escuchó unos pasos trastabillantes bajar por las escaleras que conectaban con el subterráneo, y al dirigir su vista, solo pudo ver al Omega tambalearse y caer de rodillas, antes de volver a incorporarse torpemente, sujetándose el ojo izquierdo.
— ¡Mita!
De inmediato corrió tan rápido como pudo, llegando a su lado, justo a tiempo para sostenerlo y evitar una nueva caída.
— Por dios, ¿qué pasó allá?
Al observar al rubio con un espantoso golpe y lo que parecía ser un delgado hilo de sangre emergiendo del ojo que con tanto desespero buscaba cubrir, el labio inferior roto, y varias magulladuras más en su pálido rostro, se aterró por completo... Simplemente no entendía cómo eso pudo pasar en tan poco tiempo.
— No... No entiendo.- Tartamudeó Asmita con dificultad.- Kardia... Yo...
— Cálmate. No quiero asustarte, pero necesitamos llevarte a un hospital cuánto antes.- Le interrumpió, sujetándolo en sus brazos. Seguramente el pobre no tenía ni siquiera idea de dónde estaba.- Tranquilo. Todo estará bien.
La única respuesta que obtuvo, fue un desvanecimiento total del blondo.
Sabía que los golpes podían ser peligrosos, pero lo que más lo asustó e hizo correr a toda velocidad fuera de la estación y tomar un taxi rumbo al hospital más cercano, fue la mancha rojiza que crecía cada vez más entre las piernas de Asmita.
Ni siquiera él terminaba de entender cómo fue capaz de llamar a Manigoldo y ponerlo al tanto de lo ocurrido y a dónde se dirigían. Mucho menos de qué habrá dicho o qué tan mal debieron verlo las enfermeras y demás personal de salud como para recibir a Asmita sin hacer apenas preguntas.
El tiempo entre el ingreso del Omega a la sala de urgencias, y la llegada de Manigoldo y compañía, se hicieron eternos, pero la incertidumbre por el destino de Asmita no mitigaba ni un poco por más que pasaran las horas.
— Ese maldito hijo de puta...
Manigoldo caminaba de lado a otro en el angosto pasillo de la sala de espera, halando de sus cabellos y mordiéndose los nudillos con desespero.
— ¡Maldita sea!- Soltó finalmente, golpeando sus propias sienes, rompiendo en llanto.- ¡No debí dejarlo!
— Manigoldo, cálmate.- Intervino Defteros, sujetándolo rápidamente para evitar que se hiciera daño.- No sabemos lo que pasó. Debemos esperar a hablar con Asmita y-
— ¡¿Qué mierda va a pasar, Defteros?!- Alegó furibundo el Alpha, soltándose del agarre.- ¡Está más que claro lo que el maldito cabrón que tienes por hermano hizo!. ¿O qué?, ¿vas a decir que Asmita se cayó de las escaleras y decidió que era mejor huir en busca de ayuda a la calle que quedarse en ese maldito edificio?. ¡No me jodas!
— ¡Yo también tengo miedo por Asmita, Manigoldo!- Finalmente, ni siquiera Defteros logró contener las lágrimas y la frustración.- ¡Sabes que él es como un hermano para mí, Manigoldo!, ¡¿crees que no me estoy muriendo del miedo de perderlo, o que no me arrepiento de no haber ido por él hoy, igual que tú?!
— ¡Ya basta, los dos!
Al final, la madre de Asmita fue quien puso fin a aquella discusión, antes de que escalara aún más y terminaran diciendo algo que lamentarían después.
— Todos estamos asustados, pero matándose entre ustedes no van a lograr nada.- Siguió Avenir, interponiendose entre ambos hombres.- Asmita los necesita sanos y tranquilos. Así que cálmense y siéntense en este instante.
Finalmente ambos suspiraron y fueron a tomar asiento en esquinas prácticamente opuestas. Defteros al lado de Sísifo, y Manigoldo al lado de Kardia y el resto de su familia.
Defteros solo pudo agachar la cabeza y esconder su rostro entre sus manos, siendo consolado por Sísifo. El Omega castaño sabía perfectamente bien lo culpable que se sentía Defteros por lo ocurrido, y cuánto le iba a pesar si Asmita terminaba con alguna secuela o algo peor.
Manigoldo no estaba tan diferente. También intentaba calmarse, llorando en silencio, siendo acompañado por su amigo.
— Kardia...
— ¿Qué pasa, Manigoldo?
— ¿Te dijeron algo antes de ingresarlo?- Inquirió con un frágil hilo de voz.- ¿Qué... Qué podría...?
Kardia suspiró, bajó la mirada y cerró sus ojos unos segundos, antes de responder. A él mismo le había costado trabajo tranquilizarse, Manigoldo ya estaba demasiado alterado, y revelarle esa información sin el adecuado tacto, podría ponerlo peor.
— Ya les dije cómo lo encontré yo. Tenía varios golpes, y señales de que se defendió y logró escapar.- Respondió el menor.- Los doctores dijeron que no podían dar un diagnóstico al instante. Debían hacerle algunas pruebas y esperar a que despierte antes de dar un veredicto final de lo que pasó.
Manigoldo no respondió nada y solo asintió, sonandose la nariz con un pañuelo desechable.
Las horas seguían y seguían pasando. Hasta que cerca de las 4:00 de la mañana, el médico a cargo apareció para ponerlos al tanto de la situación.
— ¿Qué?
Fue lo único que la mayoría pudo murmurar en un débil hilo de voz ante la noticia del doctor.
— Lo lamento mucho. El feto tenía una edad gestacional entre 4 y 6 semanas.- Repitió aquella noticia.- Probablemente él tampoco sabía que estaba en cinta.
Eso ya era demasiado para asimilar, pero las malas noticias no terminaban ahí. Parecía una maldita pesadilla sin fin.
— ¿Cómo se encuentra mi hijo, doctor?- Preguntó Hakurei, tomando fuertemente la mano de su Omega para ayudarlo a mantenerse tranquilo.
— Por suerte, la mayoría de los golpes no son de mayor importancia médica y se irán solos en unas semanas.- Comenzó a explicar.- Desgraciadamente, recibió un golpe muy fuerte en el ojo izquierdo, y causó una inflamación en el nervio óptico.- Añadió.- Hay riesgo de que pierda la vista de ese ojo, o de que sea necesaria su extracción en el peor de los casos. Todo dependerá de cómo evolucione la lesión.
De nuevo, los sentimientos de culpa, remordimiento, tristeza y desesperación, se manifestaron con fuerza en la sala de espera, sofocando a los presentes como si de una ola salvaje se tratase.
— ¿Podemos pasar a verlo?
En medio del desasosiego, Kardia fue el único capaz de hacer esa petición, preocupado por cómo se encontraría Asmita al recibir todas esas noticias completamente sólo, en un frío cuarto de hospital.
— Pueden, pero máximo dos a la vez por favor. Y antes de entrar, necesito que se tranquilicen.- Respondió el médico.- El paciente necesita estar lo más relajado posible. Es vital para su recuperación.
Una vez entregadas las noticias y aclaradas todas las dudas, incluida la habitación en la que se encontraba Asmita, el hombre se marchó.
Claramente, ninguno estaba en condiciones de ingresar con Asmita en ese momento. Manigoldo estaba demasiado ansioso, al borde de un ataque de pánico. Defteros estaba desconsolado mientras Sísifo trataba de ayudarlo a calmarse. Los padres y el tío de Asmita luchaban con todas sus fuerzas por no perder el control...
— Disculpen...- Murmuró, acercándose con la mirada baja a los padres del Omega.- Sé que prácticamente no me conocen y no soy nadie al lado de Defteros o Sísifo, pero...- Añadió, intentando elegir bien sus palabras.- Estoy realmente preocupado por Asmita, pero él necesita apoyo en estos momentos, y estoy lo suficientemente calmado para no alterarlo... Solo si ustedes me lo permiten, yo...
— Adelante.- Interrumpió el padre del rubio.- Por favor. Te relevaremos lo más pronto posible.
Kardia asintió, agradeciendo en silencio con una simple mirada, y se encaminó al lugar señalado por el médico.
Los pasillos parecían infinitos, y los sentía volverse cada vez más angostos, mareandolo con ayuda del típico aroma a hospital. Pero finalmente consiguió llegar a su destino.
Llamó a la puerta con par de golpes suaves, presentándose con su nombre, y una vez obtuvo el permiso de Asmita para ingresar, giró la perilla y empujó la puerta.
— Hola.- Murmuró, acercándose hasta un lado de la camilla.- ¿Cómo te sientes?
— Como si me hubiera arrollado un tren.- Respondió el Omega con una amarga sonrisa, y su vista perdida al frente.
Kardia sintió un nudo formarse en su garganta ante tal imagen. El ojo izquierdo se encontraba cubierto por un vendaje en el que fue posible apreciar unas pequeñas gotas de sangre ya secas, confirmando el desalentador panorama.
— Mita, ¿recuerdas qué fue lo que pasó?
El rubio pareció sorprenderse, meditarlo por unos segundos, entristeciendo su semblante cada vez más, antes de finalmente negar con la mirada baja.
— No recuerdo mucho.- Murmuró finalmente.- No entiendo como un solo golpe provocó todo esto...
Kardia sintió un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral, haciéndolo estremecer ante aquellas palabras. ¿Un golpe?, ¿en serio eso es lo que Asmita creía que había pasado?
— Mita...
Su voz temblaba, llena de pesar, incertidumbre y temor, y Asmita lo notó, girando su rostro a dónde percibía su presencia.
— N-No fue un solo golpe.- Añadió Kardia en un tembloroso murmullo.- Yo... Yo no sé qué pasó, para cuando llegaste, tenías varias marcas de golpes en el rostro, y un poco de sangre en el ojo izquierdo, y en...
Asmita no pudo pronunciar una sola palabra. Luciendo incrédulo a lo que escuchaba, pero el dolor en toda su cara y su cuerpo a pesar de la pequeña dosis de anestesia que había recibido, era evidencia de las palabras de Kardia y los médicos.
— Mita...
Kardia notó como el ojo visible de Asmita se llenaba de lágrimas, mientras el lastimado puño apretaba la sábana blanca, en un vano intento de mantenerse firme.
No supo porqué, simplemente lo sujetó delicadamente en sus brazos, cobijandolo contra su pecho, dónde Asmita rompió en un desgarrador llanto.
— Tranquilo. Todo estará bien.
— Yo... Yo no sabía...- Tartamudeaba el Omega, aferrándose a la ropa de su acompañante.- No sabía del bebé... Yo... Yo no quería...
— Tenías poco tiempo, te creo que no lo supieras.- Susurró el Alpha, acariciando los dorados cabellos.- No fue tu culpa nada de esto.
Asmita intentaba decir algo, pero todo terminaba en balbuceos ahogados por su llanto, mojando la playera de Kardia con sus lágrimas, mientras el peli-violeta se dedicaba a acariciar su espalda en busca de calmarlo, acompañándolo en silencio, respetando su dolor. Hasta que después de unos minutos, finalmente logró calmarse.
— ¿Qué pasó en ese edificio, Asmita?- Repitió Kardia aquella pregunta, permitiéndole a Asmita tomar su mano.
— Lo hizo de nuevo...- Respondió con una profunda tristeza mezclada con rabia.- Los encontré juntos, y... Solo recuerdo que discutimos, y cuando intenté irme... Me dió ese golpe en el ojo.- Contó lo que podía recordar, sin entrar en mayores detalles, como el enojo de Aspros por aquella prenda de ropa.- No sé qué pasó después. Solo recuerdo que llegué a la estación contigo... Y luego creo que me desmayé.
Al verlo derramar lágrimas silenciosas, Kardia sintió su corazón estrujarse, sin poder hacer nada más que escucharlo y quedarse a su lado.
— ¿Puedes ver algo con tu ojo derecho?
— Prácticamente nada.- Confirmó Asmita.- Todo está demasiado borroso.
Kardia no supo qué decir. No sabía qué podría reconfortar a alguien en una situación así, ni cómo animarlo. Sabía que aún había esperanza de que su vista se recuperara, pero nada lo garantizaba, y no quería darle falsas ilusiones que terminaran por lastimarlo más si la realidad resultaba distinta.
— No me importa si me quedo ciego.- Escuchó murmurar a Asmita, mientras apretaba el agarre en su mano.- Pero... Yo...
Kardia notó como la mano libre, conectada a un medicamento vía intravenosa, se posaba sobre el abdomen, haciendo bastante claro el pesar del rubio.
— No sabía que estaba en cinta...- Añadió con su voz amenazando con quebrarse.- Si lo hubiera sabido, yo... Yo... Pude haberlo salvado... Ni siquiera lo habría expuesto de esa forma.
— No fue tu culpa, Mita. No es tu culpa que ese loco hiciera esto.
— ¡Manigoldo me lo intentó advertir!. ¡Defteros terminó vetado de su propia familia por tratar de ayudarme!. ¡Sísifo tiene que soportar que su Delta no le de la atención que merece por estar cuidando a un Omega inútil y estúpido como yo!. ¡Hasgard intentó advertirme!, ¡incluso mis hermanos menores se dieron cuenta de lo que podría pasar!...- Replicó el Omega, llorando de nuevo.- Tuve absolutamente todas las señales en la cara. Y tuve personas que me amaban y cuidaban... Y ahora no tengo nada, por decidir ir detrás de semejante imbécil.
Kardia volvió a rodearlo con sus brazos, sin mencionar una sola palabra, hasta que su llanto cesó.
— Todos te siguen amando y están preocupados por ti, Asmita.- Afirmó, limpiando con su pulgar el rastro de lágrimas.- Todos llegaron tan rápido como pudieron en cuanto le avisé a Manolo. Toda tu familia llegó para ayudarte... No estás sólo en esto.
— Ya les he dado demasiados problemas...
— A pesar de eso, ellos te siguen amando y darían el mundo por tí.
Después de que Kardia dijera aquellas palabras, unos suaves toques en la superficie de madera se escucharon, y después de que Asmita diera su autorización, la puerta se abrió.
Kardia notó la tristeza y el remordimiento presentes en la expresión de Manigoldo, destacando en sus ojos hinchados y rojos de tanto llorar.
Sabía que Manigoldo a veces podía ser bastante bruto, y las palabras en situaciones emotivas no eran su fuerte. Por eso no le sorprendió verlo acercarse a Asmita y abrazarlo sin decir absolutamente nada por varios segundos.
— Me asustaste, idiota.- Murmuró el Alpha, sin soltar a su pariente.- Creí que iba a perderte, y yo...
— Lamento haberte preocupado.- Susurró Asmita, igual de acongojado.- Debí escucharte... Fui un tonto.
— Yo no debí dejarte hacer tu voluntad. De haber sabido que esto pasaría, yo mismo te habría arrastrado directamente a casa.- Interrumpió Manigoldo.- Soy tu primo, soy como tu hermano mayor. Mi deber era cuidarte, y te dejé a tu suerte a la primera.
Asmita intentó pronunciar algo, pero todos los sentimientos se quedaban atorado en su garganta. Simplemente no podía creer que fue necesario casi terminar muerto para entender la gravedad del asunto, y acercarse de nuevo a su familia.
Manigoldo tampoco podía dejar de sentir los martilleos de la culpa y el dolor en su mente, echándole en cara como su orgullo le pudo más, como fue necesario que una de las personas a las que más amaba, casi terminara muerto para que dejara su orgullo de lado y tratara de volver a acercarse.
— Les daré un momento.- Interrumpió Kardia, sintiéndose fuera de lugar.- Iré por algo de café. Los veo después.
Aún sin la presencia de Kardia, ninguno fue capaz de pronunciar una palabra para romper ese ensordecedor silencio por varios minutos, manteniendo ese abrazo, hasta que el cansancio de sus músculos hizo acto de presencia, haciéndolos separarse y forzandolos a encarar la realidad.
— ¿Cómo están los demás?- Murmuró avergonzado Asmita.
— Por tus hermanos no te preocupes. Hasgard está con ellos, evitando que Shion se vuelva loco y Tokusa salga a prenderle fuego a toda la ciudad.- Respondió Manigoldo, intentando contener las lágrimas al ver el lamentable estado del Omega.- Mis tíos y el viejo cascarrabias ya están un poco más tranquilos, pronto vendrán a verte... Defteros ya está más tranquilo, pero...
— ¿Defteros?- Exclamó el nombre de su mejor amigo.- ¿Vino él también?
— Él y Sísifo. Los dos vinieron tan rápido como pudieron en cuanto se enteraron de lo que pasó.
— ¿Tú...?
— No, yo no les avisé, y tus padres, tus hermanos, el viejo gruñón y Hasgard tampoco.- Negó Manigoldo.- No sé cómo se enteraron. Lo único que sé es que mientras veníamos camino aquí, Defteros llamó muy alterado a tu padre, preguntando si estabas en casa, y él le contó que estabas aquí.
Asmita solo pudo suspirar y agachar la cabeza. Por culpa suya, una noche que debía ser especial y hermosa para Sísifo y Defteros, se había convertido en una horrenda pesadilla.
— ¿Cómo están Sísifo y Defteros?- Preguntó débilmente.
— Sísifo de alguna forma ha logrado mantenerse tranquilo todo el tiempo. Pero Defteros...- Al mencionar el nombre del Delta, Manigoldo terminó por soltar un abatido suspiro, presa del remordimiento por haber dicho tantas barbaridades en contra de él momentos atrás.- Él aún está bastante alterado. Siguen tratando de calmarlo.
Mientras Manigoldo ponía al tanto de la situación a Asmita, y a la vez, trataba de hallar una respuesta a sus interrogantes sobre lo que había sucedido exactamente hace unas horas en ese edificio, Kardia había llegado hasta el pasillo que conectaba con la sala de espera.
Su objetivo era simplemente obtener un vaso de café de la máquina despachadora, pero los gritos de lo que parecía ser una discusión, lo hicieron acercarse unos pasos más a dónde se suponía que aguardaban los familiares de Asmita.
— ¡Fue un error, ¿de acuerdo?!
— ¡¿Así le llamas a lo que hiciste?!, ¡¿un simple error?!
De inmediato reconoció la voz de Defteros, impregnada de una profunda ira y desprecio poco usuales en ese tranquilo Delta. De nuevo, su intuición se activó, y se asomó, logrando divisar al culpable de que todos estuvieran reunidos en ese lugar.
— ¡Yo no quería lastimarlo, carajo!
— ¡Pero lo hiciste, Aspros!
— ¡Ya les dije que fue un accidente!- Gritó exasperado el gemelo mayor.- ¡Los dos perdimos el control, y yo....! Yo no sé qué me pasó.
— ¡Me llamaste como loco, preguntándome si Asmita había ido conmigo!- Le echó Defteros en cara a su hermano.- ¡Y cuando te pregunté porqué, me dijiste que lo habías golpeado, y él se había ido a pesar de estar herido!, ¡¿y así dices que fue un accidente?!
El escándalo no parecía tener fin, a pesar de la intervención del personal médico, intentando terminar con la acalorada confrontación. Y luego de varios reproches, gritos, y un par de empujones, dos oficiales del personal de seguridad habían llegado para hacerse cargo, amenazandolos con ser sacados del edificio si no se controlaban.
Al final, Defteros terminó disculpándose con los oficiales y volviendo al lado de Sísifo. Pero Aspros simplemente fue incapaz de calmarse, forzando a los oficiales a cumplir su amenaza.
Hasta entonces, Kardia decidió acercarse para darles noticias del estado de Asmita, y ofrecer algo de contención a la familia y amigos.
— Asmita ya está más tranquilo. Manigoldo se quedó hablando con él.
— Gracias, muchacho.- Le agradeció el padre de Asmita.- Lamento que hayas terminado enredado en todo este asunto. Será mejor que ya te vayas a casa, seguro tus padres deben estar preocupados. Nosotros nos encargamos de mi hijo.
— No se preocupe, vivo sólo desde hace un año, y solo hice lo que cualquiera habría hecho en mi lugar.- Restó importancia el joven.- Si no es una molestia de mi parte, me gustaría quedarme un momento más. Solo para despedirme de Asmita después de que termine de hablar con Manigoldo.
Hakurei asintió, otorgando su consentimiento al muchacho para permanecer unos minutos más. Habían sido tortuosas horas de incertidumbrey terror, pero de no ser por ese joven y la ayuda que le brindó a su hijo, quizás jamás habrían vuelto a verlo. Al menos no vivo.
Kardia se acercó a Defteros, que se cubría el rostro con las manos, probablemente intentando secar los incesantes manantiales de sus ojos, mientras Sísifo le masajeaba la espalda.
— Hey, Def, Sísifo...
— Hola, Kardia.- Suspiró Sísifo, respondiendo por ambos.- ¿Cómo está Asmita?
— Cuando llegué con él estaba un poco nervioso, pero ya está más tranquilo.
Defteros finalmente alzó un poco la mirada, lo suficiente para permitir observar sus ojos cristalizados por las lágrimas. Era evidente su dolor aún a flor de piel, así como su flaqueante valentía para indagar al respecto.
— ¿Él...?
— Dice que su vista está muy borrosa. El resto de golpes, aunque feos, no representan un peligro.- Interrumpió Kardia.- Tranquilo. Es un Omega fuerte.
El Delta solo pudo suspirar, apretando los ojos y los puños, a la par que sus colmillos se cernían con rencor sobre su labio inferior.
— Oye, Def, esto no es tu culpa.- Exclamó Kardia al notar su reacción.- Desde que llegaste, te la has pasado llorando y desesperandote como si tú hubieras hecho semejante cosa.
El moreno no pudo replicar nada. Sabía que él no había perpetrado esa golpiza en contra de su amigo, pero el remordimiento de no haber hecho siquiera el esfuerzo de insistir en acompañarlo a casa después del trabajo, o de al menos usar su cumpleaños de excusa para llevarle un regalo pequeño y verificar que todo estuviera bien, no lo dejaba en paz. Quizás si hubiera hecho algo, pudo haber evitado todo eso.
— Def, entiendo que sea tu amigo de la infancia y todo eso. También tengo un mejor amigo, y sé lo importante que es para tí. Pero no siempre vas a estar ahí para resolver los problemas de todos.
Las palabras de Kardia terminaron clavándose como dardos en un blanco. Definitivamente, cuando ese Alpha se ponía serio, podía llegar a ser tan intimidante como reconfortante.
— Tú también tienes vida, Defteros. Tienes tus propios problemas qué resolver y tus propias prioridades, que no puedes dejar de lado por ir a salvar a los demás. A tu edad ya deberías tenerlo muy claro.- Siguió el menor, mirando discretamente a Sísifo y el anillo que portaba en su mano izquierda.- ¿Sabes? Realmente le he tomado mucho aprecio a Asmita en estas semanas, y me duele verlo así...
El sutil cambio en la mirada de Kardia y en su tono de voz al hablar de Asmita, no pasaron desapercibidos para los dos mayores... ¿Acaso había algo más detrás de las acciones de Kardia, que simple camaradería?
— Pero culpandote, arrepintiendote y llorando como una Magdalena no vas a solucionar nada.- Continuó el peli-violeta, retomando su convicción.- Así que deja de llorar, limpiate los mocos, y enfrenta la realidad como venga. Confía en tu amigo, y en que tiene la fuerza suficiente para salir de esta.
— Gracias, Kardia.- Asintió el Delta con una tenue sonrisa, y la moral un poco más alta.
Al escuchar unos pasos acercándose, los tres alzaron la vista, encontrándose con un inusualmente cohibido Manigoldo, moviendo nerviosamente sus pies.
— Def... Asmita quiere hablar contigo.- Murmuró cabizbajo el mensaje que su familiar le había encomendado.- ¿Podrías ir a verlo?
— Por supuesto.- Accedió rápidamente el moreno, incorporándose de su asiento.
— Yo voy a despedirme, y después me voy.- Mencionó Kardia, siguiendo a Defteros.
Ambos dieron apenas un puñado de pasos, cuando la temblorosa voz de Manigoldo los detuvo:
— Def... Lamento todo lo que dije hace rato.- Expresó sin atreverse a mirarlo a los ojos.- Espero que puedas perdonarme.
— No te preocupes por eso, Mani.- Respondió el moreno.- Todos estábamos muy nerviosos.
— ¿Una cerveza en cuanto salgamos de aquí y estamos a mano?- Sonrió débilmente el Alpha, conectando finalmente con la mirada ajena.
— Por supuesto.- Asintió Defteros, para después seguir su camino al lado de Kardia.
El joven Alpha solo sonrió. Al menos ya todos estaban más tranquilos y serían capaces de brindarle una red de apoyo sólida a Asmita en esos momentos tan turbulentos.
Al llegar a la habitación, el ritual de llamar a la puerta para solicitar la autorización de ingreso se repitió, y de nuevo fueron recibidos por el Omega de cabellos dorados.
— Yo solo venía para asegurarme de que Defteros no se perdiera o hiciera el ridículo entrando a la habitación equivocada.- Mencionó Kardia, logrando sacarle una pequeña sonrisa a Asmita.- Y a despedirme también.
— Gracias, Kardia.- Sonrió el blondo.- Sin tí, probablemente Defteros habría terminado en el piso de arriba.
— Gracias por el gran estima que me tienes, Mita.- Rodó los ojos el mayor de los tres, sintiéndose ligeramente más relajado al ver a Asmita más tranquilo.
— Bueno, entonces ahora que mi misión está concluida, me retiro.- Añadió Kardia, sujetando la mano de Asmita para acariciar ligeramente el dorso.- Volveré tan pronto como pueda.
— ¿Es una amenaza?- Rió ligero Asmita.
— Sí. Así que recupérate rápido, o me tendrás aquí a diario por varias horas.
Asmita dejó escapar una pequeña risa, al igual que Kardia, para seguidamente recibir un pequeño abrazo, y dejarlo marchar.
Para Defteros, los gestos de ambos, especialmente de Kardia, no pasaron desaparecidos, fortaleciendo aún más sus sospechas. Pero ahora no era un buen momento para jugar a ser Cupido.
— Mita...
— Descuida, los médicos ya me explicaron lo que pasó y como puede acabar esto.- Interrumpió el blondo.- Nada está dicho aún, así que no te tires al piso a rendirte antes de tiempo.
A pesar de la complicada situación, Asmita lucía una esperanzada sonrisa y una expresión determinada pero relajada en su rostro, sorprendiendo a Defteros.
Quizás era simplemente el efecto de haber llorado lo necesario minutos atrás y encontrarse en la calma tras la tormenta. Pero hace tiempo que no veía a Asmita con ese espíritu de fortaleza y convicción.
— Def... ¿Tú sabes qué pasó?
Defteros suspiró por enésima vez en esa noche, en busca de todas sus fuerzas para no quebrarse a mitad de la historia.
Probablemente Manigoldo le había mencionado su presencia a Asmita, así como la forma en la que se enteró de su desgracia. Así que ahora debía hablar.
— Aspros me llamó como a las 12:00.- Comenzó a relatar.- Estaba histérico, gritando y llorando. Preguntándome si estabas conmigo. Le respondí que no.- Añadió.- Y cuando le pregunté qué pasaba... Él... Me confesó todo. Dijo que habías llegado a su apartamento sin avisar, comenzaron a discutir, le diste una bofetada, y cuando intentaste irte, te dió un golpe en el ojo.
— Recuerdo hasta ese punto.- Confirmó Asmita.- Pero a partir de ahí, no recuerdo qué más pasó hasta que escapé a la estación y me encontré con Kardia.
— Aspros me dijo que perdió el control, y después del primer golpe, terminaste en el suelo... Y siguió golpeandote, hasta que lograste darle una patada cuando se calmó un poco y trató de ayudarte, y saliste corriendo.- Añadió Defteros la parte de la historia restante, que confirmaba las hipótesis de los médicos.- Dijo que tenías una herida en el ojo, estabas sangrando, pero simplemente no logró alcanzarte... Yo llamé a tu padre preguntando si estabas en casa, y él me contó que estabas aquí.
Asmita no respondió nada por unos segundos, meditabundo ante la situación, y con un fuerte sabor amargo en la boca.
Defteros tampoco se atrevió a añadir nada. No sabía qué decir, no podía siquiera mirar a su amigo a la cara sin sentirse avergonzado por las acciones de su hermano.
— Si debo serte sincero, Def, no me preocupa quedarme ciego. Encontraré la forma de adaptarme y seguir.- Mencionó el Omega tras un largo rato de silencio.- Pero... Este bebé del que ni siquiera sabía, no es algo que voy a olvidar, ni tampoco a perdonar... Ni a tu hermano, ni a mí.
— Mita, no fue tu culpa... Aspros cruzó la línea y fue demasiado lejos esta vez.
— Lo sé.- Asintió el menor, girando su rostro a dónde percibía la presencia del Delta.- Y por eso es que fue la última vez. No quiero volver a saber nada de ese maldito desgraciado.- Añadió.- Así que si viene por aquí, por favor, no le permitan la entrada, y dile de mi parte que se vaya al demonio.
— Dalo por hecho.- Respondió el mayor, omitiendo la confrontación con Aspros en la sala de espera.
— Gracias.- Sonrió débilmente, acariciando su abdomen.- Supongo que al menos no seré madre joven... Pero lo extrañaré.
— Aún eres muy joven. Algún día serás una excelente mamá, Mita.
— ¿Y Sísifo y tú los tíos sensatos y buenos ejemplos que hagan contrapeso a la mala influencia de Manigoldo?
— Por supuesto.- Asintió Defteros, compartiendo una pequeña risa con Asmita.
Definitivamente, les esperaba un camino difícil y lleno de desafíos a todos. Debían estar preparados para enfrentar todo con valor, y no ceder a la desesperanza... Pero por ahora, podían descansar un poco y reir como cuando eran más jóvenes.
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