Eglantinas [Especial]
— Asmita..- Llamó a la puerta, dando unos suaves golpes en la superficie de madera.- ¿Está todo bien?
No recibió ninguna respuesta, solo un silencio sepulcral al otro lado de la puerta.
— Asmita... Se hace tarde.
— No voy a ir.
Finalmente, la puerta fue abierta, mostrando al joven Omega, aún en pijama y con el cabello trenzado.
— ¿De qué estás hablando?- Cuestionó Aspros.- Has esperado este día por tres años, ¿qué quieres decir con que no irás?, ¿qué sucede?
— Nada.
Tras esa breve respuesta, acompañada por un suspiro, pudo verlo caminar hasta la cama en el interior de la habitación y sentarse en el borde, manteniéndose de brazos cruzados.
Conocía perfectamente bien a ese Omega, desde antes de que incluso naciera. Sabía que algo andaba mal.
Los padres de Asmita, Manigoldo, incluso Defteros habían intentado hablar con él y averiguar qué le sucedía, pero no había querido dar explicaciones a nadie. Ni siquiera les había abierto la puerta, más que a él.
— ¿Qué pasa, bonito?- Preguntó nuevamente, sentándose a su lado.- Nunca has sido tímido, y además, pasaste meses buscando la ropa, zapatos y accesorios ideales para este día. Hasta ayer en la noche cuando te dejé en casa después de ir de compras por los últimos detalles estabas saltando de la emoción. ¿Qué pasó, ojitos de cielo?
Asmita tomó un profundo respiro, dejando a Aspros acomodar el rebelde mechón de cabello tras su oreja.
— No iremos si no quieres, pero cuéntame porqué.- Repitió el Delta, acariciando la espalda del Omega.- Si alguien dijo algo, me aseguraré personalmente de partirle la cara.
— Gracias, pero no es eso.- Respondió con una tenue sonrisa.- Es... Otra cosa.
— ¿Qué aqueja al Omega más hermoso que conozco?
— Cosas de Omegas...
— ¿Un cólico?- Preguntó, entendiendo el mensaje oculto en las palabras del Omega.- ¿Quieres que te traiga un té o algo?
— No es eso...- Suspiró el rubio, con un ligero rubor en las mejillas.- Hace un mes empecé un nuevo tratamiento de supresores y... Los efectos secundarios fueron peor de lo que imaginaba.
Con solo escuchar eso, podía imaginar el desenlace de tal acción, y deducir el origen de la drástica decisión de Asmita.
— Empezaste a usar el implante, ¿no?
Asmita asintió, manteniendo la vista baja.
— Te dije que lo consideraras seriamente antes de usarlo.- Suspiró el Delta, acariciando su espalda.- Sé por experiencia que los implantes son una bomba de hormonas al menos los primeros seis meses después de ponerlos. ¿Ya se te olvidó toda la fiebre, dolor, acné y sangrado de encías que me dió a mí cuando me lo puse?
— El médico dijo que era una buena opción para mí, en reemplazo de las pastillas.
— Es fácilmente la mejor opción para controlar el celo, sí. Pero nadie se salva de los efectos secundarios.- Replicó el mayor.- ¿Qué te pasó?
El Omega desvió la mirada, tamborileando con sus dedos sobre sus muslos con temor. Pero finalmente respondió.
— Me... Me llegó la regla en la noche.- Murmuró con vergüenza.- Pero... Es demasiado. Tuve que hacer tres cambios en menos de seis horas y aún así manché dos pantalones de pijama.
— ¿Te duele algo?, ¿tus encías?, ¿tienes cólicos?
Asmita negó, dejándose abrazar por el Delta a su lado, buscando refugio en su pecho.
— ¿Entonces solo te da miedo manchar la ropa?
Asmita asintió de nuevo, ocultándose aún más en el pecho de Aspros.
— No te preocupes. Todo estará bien.- Prometió el Delta, dejando un pequeño beso en su coronilla.- Me quedaré cerca de tí todo el tiempo, y a la menor mancha que vea, estaré ahí para cubrirte.
— ¿Y qué voy a hacer si eso pasa?
— Fácil: Ir al baño y cambiarte de ropa.- Sonrió el mayor, levantándose para tomar una mochila y buscar entre los cajones.- Así que mejor vístete de una vez y ven a ayudarme a armar la mochila de emergencia, si no quieres que empaque tu ropa interior de la suerte.
— Aleja tus manos de ese cajón.
— Pues date prisa a vestirte y ven a empacar los que tengas reservados para estos días del mes.
Asmita finalmente terminó por ceder, correspondiendo la sonrisa que Aspros le ofrecía, antes de levantarse en busca de la ropa reservada para ese día tan especial.
Aspros salió de la habitación, dándole tiempo para vestirse, justo para ir a avisar al resto de la familia que la situación ya estaba bajo control.
— ¿Listo, alteza?- Sonrió el Delta, tras observar a Asmita emerger de la habitación.
— Vamos antes de que me arrepienta.
— ¿Llevas todo?- Preguntó tranquilamente Aspros, cargando la mochila de Asmita.- ¿Toallas sanitarias, tampones, toallitas húmedas, papel higiénico, analgésicos, al menos dos cambios de ropa?
— Sí, sí y sí.- Asintió el Omega con una ligera risa.- Gracias, Aspros.
— No me agradezcas, bonito.
— Siempre estás ahí para mí.
— Siempre estaré contigo, bonito.- Prometió con una sonrisa en respuesta, dejando un beso en la blanca mejilla ajena, para después ofrecer su brazo al Omega, e iniciar su descenso a la sala, dónde el resto aguardaban.
Aunque ya tenían el tiempo encima, de algún modo lograron llegar justo a tiempo para la ceremonia de graduación, y después, acompañar a Asmita en la fiesta para los egresados.
Tal y como prometió, Aspros se mantuvo tan cerca de él como pudo. Apenas concluyó el acto cívico, le ofreció su brazo de nueva cuenta, acompañándolo a todos lados.
— ¿Ves que no era para tanto?- Preguntó con una pequeña sonrisa durante la fiesta.- Ya estamos en medio de la fiesta y no ha pasado nada. Toda la ropa sigue intacta, y no ha habido más bajas que un par de toallas en todo el día.
— Supongo que me dejé llevar un poco por la paranoia.- Admitió el menor.- Gracias por todo, Aspros.
El Delta asintió, abrazando al Omega, antes de besar su frente, provocando la aparición de un tenue sonrojo en las mejillas contrarias.
La hora de comer había concluido, y la pista de baile se abría, anunciando el inicio de la parte más ansiada por varios recién graduados. Ya fuera para festejar un baile más al lado de una persona especial, o tomando valor para usar la última oportunidad de confesar sus sentimientos a alguien, antes de perder el contacto para siempre.
— ¿Bailas conmigo?- Preguntó Asmita con una sonrisa.
— Esta música no es mi estilo, pero por ti lo haré.- Accedió Aspros, tomando la mano de su compañero, caminando sin prisas hacia la pista.
Solo un conjunto de canciones populares, pegadizas y sin realmente nada especial para ninguno de los dos. Pero el simple hecho de poder tomar la mano contraria y bailar a un mismo compás, hacía latir el corazón de ambos por igual.
La sonrisa que compartían, con complicidad impresa en ella, los latidos sincronizados de sus corazones, el brillo en los ojos de ambos, fueron la combinación ideal para hacerlos perderse en su propio mundo, olvidando todo a su alrededor por varios minutos.
Cuando menos lo notaron, estaban en algún rincón de la pista, en medio de un mar de gente moviéndose al ritmo de la música, con las tenues luces del salón iluminando apenas lo justo y necesario...
Todo fue tan mágico y tan especial. Cómo si el tiempo se hubiese detenido únicamente para ellos, permitiendo que sus miradas, tan iguales y a la vez tan distintas, se encontraran.
Finalmente, fue Asmita quien rompió la pequeña distancia, atreviéndose a probar esos ansiados labios por primera vez.
Aspros se dejó envolver por el suave velo del idilio, antes de que su mente retomara consciencia de sus acciones, y lo hiciera separarse de inmediato.
— Yo...
— No.- Interrumpió al Omega, intentando mantener la distancia sin resultar rudo.- Fue solo un accidente. Simplemente finjamos que esto no pasó.
— No.- Negó el blondo, sorprendiendo a su amigo de la infancia.- Aspros... Eres mucho más que un amigo para mí... Te amo.
La inesperada confesión logró estremecer completamente a Aspros, haciéndolo basilar, antes de simplemente abrazar a Asmita, y lentamente, sacarlo de la pista, hasta lograr salir al pequeño jardín fuera del salón.
— Aspros...
— Soy mayor que tú, Asmita.- Murmuró, sin atreverse a mirarlo.- Eres demasiado joven... Te conozco desde antes de que nacieras.
— Lo sé.- Suspiró el Omega, acercándose a él, hasta abrazarlo por la espalda.- Pero sé que tú tampoco me ves como a un hermano. ¿No es así?
Solo pudo morderse los labios y agachar la cabeza, expuesto ante la acusación de Asmita.
— Si te amo, y me amas, ¿qué nos detiene?
— Nada borra el hecho de que eres demasiado joven aún.- Repuso el mayor, tras reunir el coraje suficiente para encarar al dueño de sus temores y sueños.- Hagamos algo: Esperemos un año más. Si en un año todavía sientes algo por mí, podemos intentarlo. Si ya no es así, continuaremos como si jamás hubiéramos tenido esta charla.- Añadió, tomando la mano de Asmita, dejando un par de besos en el dorso.- ¿Estás de acuerdo?
— Bien.- Suspiró Asmita, cerrando sus ojos en un intento de contener las lágrimas ante el rechazo.
Aspros rápidamente notó la reacción, y no tardó en acariciar las mejillas para limpiar las lágrimas, así como posteriormente, besar los suaves párpados sellados.
— Ven, volvamos adentro.- Susurró a su oído, luego de besar su mejilla.
Esa fue la primera vez que ambos fueron sinceros con sus sentimientos, la primera vez que encaraban lo que por años negaron... Sin saber que ninguno olvidaría la promesa, retomando la conversación un año después.
— Vaya... Así que lo recordaste después de todo.- Murmuró Aspros con una tenue sonrisa.
— No olvido una promesa nunca.
— Bien.- Asintió el Delta.- Entonces, ¿qué tienes que decir?
— Lo sabes muy bien.- Respondió con una tranquila sonrisa el blondo.- Aún te amo, y eso no va a cambiar. ¿Qué tienes que decir tú?
La dulce confesión de su amigo de la infancia logró acelerar su corazón y encender sus mejillas en un suave rubor, a la par que sus labios se curvaban en una sonrisa.
Sus manos entrelazadas, sus miradas conectadas, y sus corazones latiendo, fueron toda la combinación necesaria para que, igual que un año atrás, sus labios volvieran a buscarse, uniéndose en un suave toque.
Ese día fue uno de los más felices de su vida. Asmita y él no dejaron de hablar todo el día sobre sus planes a futuro, incluído cómo le darían la noticia a todos, y aunque nerviosos, nada fue capaz de hacerlos retroceder.
Mientras caminaban por las calles sin un rumbo fijo, dejándose llevar por sus pasos, se toparon con una floristería.
La decoración minimalista y sofisticada, capaz de otorgarle un aire elegante fue suficiente para captar la atención de ambos y convencerlo de entrar a dar un vistazo.
Absolutamente todas las flores eran bellísimas, resaltando en las estanterías de roble y encino, completando la esencia del lugar con las enredaderas estratégicamente colocadas en las paredes.
— Mira, Mita.- Llamó Aspros su atención al notar unas cuantas flores en una pequeña fuente al centro del local.- ¿No te gustan esos lotos?
— Son hermosos.- Admitió el joven Omega con una sonrisa.- Pero necesitan agua para conservarse, sería difícil cuidar de uno.
Pasaron unos cuantos minutos observando la infinidad de flores que decoraban el lugar, intentando decidirse por unas, antes de que un empleado apareciera con una amable sonrisa, ofreciéndoles ayuda.
— Cada flor tiene un significado, y en la época victoriana eran usadas para enviar mensajes entre los enamorados.- Explicó con una suave sonrisa el Omega de cabellos magenta.- Puedo elaborar un ramo personalizado. ¿Algún mensaje que desee entregarle a este bello Omega afortunado, caballero?
— Que es lo que más amo en esta vida, y jamás me iré de su lado.- Respondió Aspros, sosteniendo la mano de Asmita.
El joven empleado asintió, manteniendo su expresión amigable, antes de dirigirse a distintos puntos del establecimiento, recoger algunas flores, y llevarlas hasta detrás del mostrador para comenzar a trabajar en el pedido.
La pareja ignoró por completo la mirada sutil del florista sobre ellos, incapaces de descifrar el mensaje impreso en los ojos violetas, que ya anticipaban el porvenir de esos dos.
En algún momento, la alergia de Aspros al polen comenzó a hacer de las suyas, forzandolo a salir unos cuantos minutos a tomar algo de aire e ingerir sus medicamentos.
— ¡Todo listo!- Anunció el joven con una amplia sonrisa.
Asmita se acercó hasta el mostrador, incapaz de contener la sonrisa que se dibujó en sus labios al observar la hermosa creación floral.
— No solo son bellas. Cada flor contiene un mensaje, ¿sabes?- Repitió el otro Omega.- Las camelias significan "te querré siempre". La convalaria representa "la llegada de la felicidad". El crisantemo violeta "no soporto la idea de perder tu amor".
— ¿Y esta?- Preguntó Asmita con curiosidad, al notar una pequeña flor de color rosa pálido.
— Es una eglantina rosa.- Respondió.- También se le conoce como rosa mosqueta, o rosa rubiginosa.
— ¿Y esa qué significa?- Preguntó, manteniendo su sonrisa, completamente encantado con esa pequeña flor, justo en el centro del ramo.
— Significa: "Quien te quiere, te hará llorar."
Esa respuesta logró sorprenderlo lo suficiente como para hacerlo alzar la vista, mirando interrogante al joven.
— No me hagas mucho caso.- Negó el empleado con una pequeña sonrisa.- Es solo un detalle que suelo ponerle a la mayoría de ramos de este estilo.
Asmita simplemente asintió, decidiendo pasar por algo aquel significado tan peculiar. Justo cuando Aspros volvió, quedando igualmente embelesado con el conjunto de flores.
El chico de la floristería repitió el significado de cada una de las flores que conforman el ramo, incluso el de la eglantina rosa.
— Me aseguraré de que el único llanto que mi amado experimente, sea por una desbordante alegría.
— Ojalá que así sea, y tengan muchos años de felicidad juntos.- Respondió el sonriente florista, tras entregar el pedido.- Vuelvan pronto.
De algún modo, las palabras de Aspros fueron suficientes para callar la pequeña duda en la mente de Asmita, permitiéndole volver a ese paraíso idílico, caminando al lado de su gran amor.
Un día tan especial, lleno de luz, vida y alegría, como tantos que Aspros vivió al lado de ese Omega al que tanto amaba. El único capaz de acelerar su corazón solo con una mirada, de alejar cualquier pena con un beso, y borrar cualquier amargura con su voz...
Días que ahora parecían extremadamente lejanos, y casi un producto de su imaginación, en busca de consuelo ante su gris realidad.
Ahora, vivía con el sabor amargo de boca de saber a su adorado Omega en brazos de otro. Viviendo los sueños que algún día compartieron, pero no con él.
Al final, había visto a Asmita conseguir el trabajo de sus sueños, vistiendo un traje de novio, portando un anillo de matrimonio, incluso convirtiendose en madre... Pero todo, al lado de otro.
Aún recordaba a la perfección el día en que el primogénito de Asmita llegó al mundo. Todos estaban vueltos locos de alegría por el nacimiento de ese bebé, incluso sus propios hijos, que no dejaron de fastidiar hasta que colmaron su paciencia y los llevó hasta el hospital para que conocieran al recién nacido.
Él ni siquiera quiso ingresar, simplemente dejó a los gemelos con Defteros y se dispuso a marcharse, intentando escapar de su amargura... Pero bien dicen que aquellos fugitivos del destino, a menudo son los primeros en hallarse frente a él.
Mientras conducía, se encontró con aquella floristería que años atrás fue de los primeros testigos del amor que sentía por Asmita, y para arrepentimiento eterno suyo, de todas las veces que le falló.
¿Cuántas rosas amarillas no salieron de ahí?, evidencia de sus errores. Pero también, sinfín de flores más, de hermosos colores y significados...
Quizás era solo la nostalgia, pero decidió volver a cruzar esas puertas por primera vez en años. Después de Asmita, no hubo absolutamente nadie a quien hubiera deseado hacer tales regalos. E igualmente, terminó volviendo...
Después de un rato, salió del lugar, llevando consigo un ramo de flores que sabía, Asmita reconocería al instante, y volvió al hospital.
Cuando llegó, Defteros y todos los demás estaban por irse, sorprendiendose por su presencia.
— Aspros, ¿qué haces aquí?
— ¿Recoger a mis hijos, quizás?- Respondió a la pregunta de su hermano.- Sabes bien que me parece de muy mala educación llegar a algún lugar con las manos vacías. Pero sé que este par de torbellinos no pueden comportarse como personas civilizadas y llevarlos a una tienda de regalos o una floristería es un suicidio.
Sus dos hijos tuvieron reacciones distintas, propias de cada uno. Saga agachando la mirada, y Kanon mirándolo fijamente a los ojos... Sabía que era su hijo, pero maldita sea, esos ojos y esa mirada altanera, eran idénticos a los de esa mujer. Simplemente no podía evitar ver algo de ella en ellos, especialmente en Kanon.
— Solo iré a dejar esto y nos vamos.- Fue lo único que dijo a sus dos vástagos, antes de perderse por los blancos pasillos.
Sabía el número de la habitación desde que dejó a los gemelos y escuchó a la recepcionista darle el dato a Sísifo. No podría tardar mucho, era simplemente dejar las flores e irse...
Pero al llegar a estar a unos pasos de la puerta, simplemente fue incapaz de avanzar.
Por suerte, una enfermera se acercaba, probablemente para revisar al recién nacido y la madre. Así que decidió usar el viejo truco de "una emergencia inesperada" para pedirle a la mujer que entregara el presente de su parte, y emprender la huída.
Sabía que incluso si no daba su nombre, Asmita sabría que él había sido el remitente. Las flores lo delatarían... Y no se equivocó.
Asmita al ver las flores solo dejó escapar un pesado suspiro tras agradecer a la enfermera por su amabilidad. Ni siquiera necesitó que la fémina le diera el nombre del remitente para saber que había sido obra de Aspros. Solo ese Delta le enviaría un ramo de camelias, crisantemos violetas, rosas malva, junquillo oloroso, y unas cuantas eglantinas.
Un mensaje codificado, pero bastante claro para quien conocía el significado de aquellas flores:
"No soporto la idea de haber perdido tu amor. Desearía con todas mis fuerzas recuperarte, y la tristeza y nostalgia me consumen.
Pero aún si me cuesta un mar de lágrimas, siempre te amaré."
Un mensaje que únicamente ellos dos conocían, y del que ninguno estaba dispuesto a hablar. Uno por no tener nada que ofrecer más que un rechazo, y otro por no saber la respuesta que obtendría.
Bueno, los dados del destino fueron lanzados desde el momento en que le falló a ese Omega que tanto amaba.
Desde ese día, su destino quedó sellado y su sentencia firmada. Simplemente no tenía absolutamente nada qué reclamarle por continuar con su vida y poner una barrera inquebrantable entre ellos.
Pasó los siguientes años haciendo lo que podía para continuar con su vida y darle una buena vida a los gemelos que tenía bajo su custodia, observando a Asmita a lo lejos.
Verlo convertido en una excelente madre, cuidando con tanto esmero y amor a los dos hijos que terminó teniendo con ese Alpha, y también a los gemelos, pasar cada etapa de su vida... Era tan bello como doloroso para él.
¿Quién lo diría? Conoció al amor de su vida, lo tuvo a su lado prácticamente toda su vida. Y ahora lo vería crecer en todos los sentidos, vivir todo tipo de experiencias, superar temores... Pero jamás estarían juntos de nuevo.
Y sin embargo, parecía que cada vez que trataba de olvidarlo, el destino volvía a maquinar algo para impedirlo. Cómo esa noche.
— Hey, ¿tú eres el hijo de Asmita?
Una de las que consideraría las noches más tranquilas de su vida, tras cerrar unos buenos tratos financieros y una buena cena, se vió opacada por el avistamiento de esa cabellera dorada tan similar a la de su amor perdido.
— ¿Cómo te llamabas?, ¿Sara?, ¿Sasha?, ¿Shara?...
— Shaka.- Respondió el niño pesadez.- Me llamo Shaka.
— Eso. Sigue siendo un nombre raro, pero tu madre siempre ha sido así.- Realmente sabía bastante bien su nombre, no podría olvidarlo aunque quisiera, pero no iba a ser tan obvio.- ¿Qué demonios estás haciendo aquí?, ¿dónde están tus padres y el demonio de Tasmania morado que tienes por hermano?
— Estoy sólo, señor Aspros.
— ¿Tienes al menos idea de dónde estás, mocoso?- Cuestionó, cruzando sus brazos. Shaka solo desvió la mirada.- De tal palo, tal astilla... ¿Qué demonios pasó para que vinieras a dar aquí?
— ¿Qué hace usted aquí en primer lugar?- Devolvió la pregunta el pequeño Beta, imitando sus acciones... Definitivamente, la viva imagen de Asmita.- Si lo enviaron a buscarme, dígale a mi madre que-
— No tengo absolutamente nada que ver en el embrollo que hayan tenido tú y tu madre.- Interrumpió rápidamente al Beta.- Estoy aquí porque acabo de salir de una cena de negocios. Y justo después de cerrar con éxito un trato, voy saliendo del restaurante con el fin de volver a casa y relajarme, cuando veo a un gnomo de jardín sentado en la banca frente al restaurante como vagabundo.
Pudo ver a Shaka chasquear la lengua, seguramente sintiéndose ofendido y desarmado de cualquier argumento mínimamente lógico para usar en su defensa.
— ¿Me dirás qué rayos pasó, o tendré que llamar a tu madre para preguntar, y de paso decirle dónde pueden pasar a recogerte?- Insistió al notar el pesar en la mirada de Shaka, sentándose a su lado.
— ¿Por qué le importa?
— Me importas tanto como un nabo viejo olvidado en el refrigerador, pero no quiero que tus padres me culpen si algo te pasa.
El niño lo meditó por unos segundos, antes de suspirar y contarle todo lo que había sucedido.
Aparentemente, una discusión con Asmita por distanciarse de un Omega.
— Conozco a tu madre y sé que está algo loco, pero no tanto como para armar un escándalo por algo como eso. ¿Por qué dejaste de hablarle a ese niño?
Sabía bien que había una parte oculta de la historia. Una que seguramente era en extremo vergonzosa para Shaka. Y no erró.
— Porque... Porque comenzó a hablarle más a un Alpha, y a mí me dejó de lado.
— ¿Y tu madre qué tiene que ver en todo eso?
— Cuando le conté, me dijo que estaba actuando como un inmaduro egoísta.- Respondió el niño.- Que debía entender y aceptar que él es libre y no puedo mandar sobre él, y no sé qué más.
Definición, esas palabras tenían todo el sello de Asmita en ellas. Conocía bien a ese Omega, y tragándose todo el orgullo, debía otorgarle la razón, igual que años atrás.
— Tu madre tiene razón, mocoso.- Soltó, callando un suspiro.- Con esa actitud solo vas a conseguir lanzar a ese Omega directo a los brazos de ese Alpha.
— ¿Cómo sabe?
— Créeme que lo sé muy bien, mocoso.
Vaya que lo sabía. Shaka era una prueba viviendo de ello, bastaba observar a ese Beta.
Era tan parecido a Asmita, pero era imposible negar que a la vez, había demasiado de Kardia en él... Observarlo era como un fuerte martilleo, echándole en cara todos sus errores. Errores que comenzaron la cuenta atrás a su perdición, desde que cayó en el mismo hueco que Shaka.
— Yo también estuve en tu lugar.- Finalmente decidió sincerarse con él.- También hubo un Omega al que amé demasiado, pero nada de lo que hiciera él fue suficiente para que yo confiara en su lealtad, y eso me hizo cometer muchos errores. Empezando por lo que tú estás haciendo, y después subiendo en la escala... Hasta que fue irreparable.
— ¿Quién es ese Omega?
— Eso no te importa, mocoso.- Respondió. Sabía que a diferencia de Milo, Shaka no era tonto y se daría cuenta de quién era ese Omega si daba un solo detalle más.- El punto es que si no aceptas tus errores y los corriges a tiempo, tarde o temprano te van a pasar factura... Y créeme, el karma es una perra que no deja cabeza sin cortar ni deuda sin saldar.- Añadió, saboreando la amargura de su propio destino.- Y el castigo puede ser bastante severo.
— ¿Qué pasó con ese Omega?
— Ya te lo dije. Terminé lanzándolo a los brazos de un Alpha, ese desgraciado se lo quedó, y hasta ahora siguen juntos.
Shaka no respondió nada, solo bajó la mirada. Quizás igualmente había deducido que eran sus padres de quienes hablaba, quizás simplemente había entrado en razón y ahora la culpa se lo comía vivo... Era difícil saberlo, pero no así verse reflejado en él.
— Aún estás a tiempo, mocoso.- Añadió ante el silencio de Shaka.- Empieza por volver con tus padres y disculparte con tu madre. El resto resuelvelo poco a poco.- Continuó.- Y si ese Omega no regresa... Bueno, ya encontrarás algo mejor y menos fácil.
Quizás no eran las palabras más suaves, ni siquiera sabía si eran las adecuadas para un mocoso como Shaka, o si servirían de algo. Pero cuando él estuvo en el lugar de ese mocoso, le habría gustado al menos ser escuchado y recibir unas palabras. No importaba si eran regaños o reproches.
Quizás su vida sería muy diferente si alguien hubiera hecho eso por él...
— De acuerdo.- Suspiró finalmente el joven Beta.
— Ven. Te llevaré con tus padres.
Afortunadamente, Shaka se calmó, y resignado de haberse equivocado, aceptó su ayuda y subió al auto.
Él primero tuvo que hacer una llamada para informar que había dado con el niño perdido. Conociendo a esa familia, debían estar moviendo cielo, mar y tierra para encontrarlo.
— Creo que encontré algo que se les perdió, Kardia.- Dijo en cuanto el Alpha respondió la llamada.- Tengo a tu mocoso en mi auto. Ya vamos de camino a su casa, avísenle a la policía que el niño perdido de Peter Pan ya apareció.
— ¿Qué?, ¿dónde lo encontraste?
— Al centro de la ciudad, en Kolonaki.- Respondió a la pregunta de Kardia.- No te preocupes, ya está calmado. En una hora lo tendrás de vuelta.
Después de eso, finalizó la llamada, y continuó el viaje en silencio. Aunque la pequeña sonrisa que se formó en sus labios al observar a Shaka admirar las luces nocturnas y edificios del lugar al que había llegado, así como su reacción al caer en cuenta de la enorme distancia que habia recorrido.
— Y aquí tienen. Tal y como lo encontré.- Dijo, una vez ambos bajaron del auto y estuvieron frente a Kardia y Asmita.- Y por lo visto, ustedes tienen a uno de los míos, pero eso ya es normal.
Kanon solo rodó los ojos, manteniendo sus brazos cruzados sobre el pecho, y probablemente apretando la mandíbula... Definitivamente, entre más años pasaban, más similitudes notaba entre él y esa mujer.
— Bueno, ahora que tienen a su pequeño gnomo de jardín de vuelta, yo me retiro con mi dolor de muelas.- Añadió después de entregar al niño, pasando por alto los gestos de su propio hijo.- Vámonos, Kanon.
Kanon solo bufó, se despidió de la familia, y fue detrás de él, subiendo al auto para volver a casa.
— Pon esa cara de ogro toda la noche si quieres, pero abrochate el cinturón de seguridad.
— Como si te importara lo que me pueda pasar, a mí o a Saga.
— Sí, pero no voy a pagar una multa si algún oficial te ve sin el cinturón de seguridad puesto.- Respondió con una sonrisa burlesca, haciendo rabiar a Kanon.
Sin embargo, el Alpha solo tironeó el cinturón, y lo abrochó en el seguro. Antes de volver a cruzar sus brazos, y devolver su vista al frente.
— ¡Listo!- Refunfuñó el adolescente.- ¿Felíz?
— No, pero al menos me das un problema menos.- Replicó.- Te pareces muchísimo a tu madre.
— No me compares con esa bruja.
— Al menos en algo estamos de acuerdo.
— No puedo creer que cambiaras a un Omega increíble por esa.
— Todos cometemos errores, Kanon. Pero lo importante es reconocerlos.- Replicó con una pequeña sonrisa.- ¿Por qué crees que Saga y tú tienen mi apellido?
— Cabrón.- Rodó Kanon los ojos, con una tenue sonrisa.
— Idiota.- Añadió, correspondiendo el gesto del gemelo menor.
Quizás no había sido un padre ejemplar como para crucificar a la madre de los gemelos, pero tampoco iba a hacer el intento de cubrir el sol con un dedo.
Los dos se enteraron de todo lo que había pasado por su propia boca. Sus dos hijos sabían su pasado y sus errores, y aunque Kanon no dejaba pasar ninguna oportunidad para reprocharle, al menos era equitativo con todos.
Saga solo trataba de entender y justificar las decisiones y acciones de todos, incluso mostró interés por arreglar las cosas y buscar a su madre, básicamente, lo contrario a Kanon.
Cada uno de los gemelos había forjado ya su personalidad y tomado sus decisiones. Fuera del modo que fuera, ya eran prácticamente unos adultos. Debería dejarlo ir, y él continuar con su vida. Después de todo, era el ciclo natural de las cosas.
— Kanon.
— ¿Qué?
— Pronto te irás a la universidad y sé que de casa también.- Respondió, buscando algo en el bolsillo de su saco.- Llévate esto.
— ¿Qué es esto?- Preguntó Kanon al observar el pequeño dije de resina.
— Una eglantina disecada.- Explicó, notando el pequeño brillo en los ojos de Kanon al observar la pequeña flor encapsulada.- Tiene un significado muy especial en el lenguaje de las flores.
— Vaya. Por un momento creí que la única forma de recibir flores de tí sería en mi funeral.
Aspros solo sonrió ante las palabras de Kanon, antes de entregarle un segundo dije, idéntico al primero.
— Dale uno a tu hermano.- Pidió, bajando del auto.- Yo voy directo a la cama a dormir.
Kanon solo rodó los ojos, manteniendo su sonrisa, antes de guardar los dijes y seguir a su progenitor. Y una vez en casa, cumplir la encomienda que se le otorgó.
— ¿Por qué pones esa cara?- Cuestionó a su hermano al notar su expresión después de recibir el peculiar regalo.- ¿Sabes qué significa?
— Lenguaje de las flores.- Respondió el gemelo mayor, con una alegre sonrisa.
— Aburrido.- Canturreó Kanon con una sutil risa.- Lo conservaré solo porque combina con mis ojos.
Saga solo rió, antes de dejar a su hermano marchar, y poder dirigirse a la habitación de su padre, abriendo lentamente la puerta.
— Gracias, papá.- Susurró, sabiendo que su progenitor solo fingía dormir.- También te quiero.
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Y como lo prometido es deuda, aquí está el capítulo especial que prometí por el cumpleaños de Asmita.
Cómo seguramente pudieron notar, esto fue un especie de recuento de la historia desde la perspectiva de Aspros. Desde cómo inició todo con Asmita, hasta la relación con sus hijos en un futuro. (Quienes leyeron "¡Qué bonita familia!", probablemente se dieron cuenta de a qué capitulos se hizo referencia, pero creo que incluso sin haber leído esa historia, se entiende)
En fin. Creo que es todo por ahora.
Felíz cumpleaños a todos los santos y saintias de Virgo que cumplen años en esta temporada!
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