Confrontación
Después de que todos ingresaran a la habitación y tuvieran unos momentos para hablar con Asmita y verificar que se encontraba bien, siguió organizarse para decidir qué procedería. Y tras un breve censo, Avenir decidió quedarse al cuidado de su hijo hasta la tarde, cuando Manigoldo se ofreció como voluntario para relevarlo. Mientras que Hakurei tomaría el turno de la noche siguiente.
Una vez cubierto ese asunto, cada uno emprendió su camino rumbo a casa, cerca de las 6:00 de la mañana, para tratar de dormir un poco y cumplir sus obligaciones diarias lo mejor posible.
— ¿Cómo te sientes, Mita?
— Como si una manada de elefantes me hubiera pasado encima, pero supongo que no puedo quejarme.- Intentó bromear el Omega más joven.
— Deja de fingir demencia conmigo.- Replicó el mayor.- Sabes bien a lo que me refiero, Asmita.
Asmita solo pudo agachar la cabeza, sintiéndose completamente expuesto ante la presencia del Omega que lo había dado a luz.
Podía engañar a todos, pero no a Avenir. Ese Omega lo conocía desde antes del nacimiento, ningún detalle pasaría desapercibido para él, y Asmita lo sabía bien.
— Mita... Cariño, no hace falta que te hagas el fuerte conmigo.- Insistió con dulzura el albino, tomando la mano de su primogénito, buscando su herida mirada.- ¿Hay algo que quieras decirme?
— No quiero hablar más de este tema, mamá.- Murmuró con la voz temblorosa por el nudo que amenazaba con volver a formarse en su garganta.- Yo... No entiendo cómo me siento respecto a todo esto... Estoy tan enojado, pero no sé con quién. Si con él, o conmigo mismo... Y sé que definitivamente no estoy listo para ser madre, pero... Me habría gustado al menos ser consciente y no enterarme solo de que lo había perdido... ¿Cómo es que ni siquiera me dí cuenta?
— Tenías muy poco tiempo, Mita. Y la mayoría de los Omegas de nuestra familia casi no tienen síntomas hasta que ya está algo avanzado el embarazo.- Explicó con calma, acariciando la mano de su cachorro.- Contigo no tuve ningún síntoma. Tu padre y yo supimos que estabas en camino porque llevábamos tiempo buscando tenerte y cada mes hacíamos una prueba.
— ¿Te habría gustado ser abuela a tu edad?- Preguntó Asmita con una sonrisa ligera, intentando combatir las lágrimas que silenciosas se deslizaban por su mejilla.
— No sería mi idea favorita, pero ya eres un adulto, y si era lo que decidías, lo habría aceptado.- Replicó el mayor, secando las lágrimas de su hijo.- Pero a todo esto, ¿usaban protección?
El silencio de su hijo respondió aquella pregunta. Avenir tomó un profundo respiro antes de continuar.
— ¿Cuántas veces se descuidaron?
— Es alérgico al látex...
Avenir de nuevo tuvo que tomar un profundo respiro para controlarse y evitar que su enojo, cansancio y estrés hablaran por él.
Asmita decidió no decir nada más. Sabía que su madre podía ser demasiado paciente y tranquilo, pero hasta un Omega tan calmo y prudente como Avenir tenía sus límites, y ya los había tentado demasiado.
— Al menos todo eso terminó al fin.- Suspiro el Omega mayor.- Aspros ha cambiado muchísimo en estos años. Es otra persona completamente diferente al niño que yo conocí hace diecinueve años.
Asmita agachó la mirada, asintiendo en silencio. Por más que le doliera en lo profundo del alma, Avenir tenía razón. El Aspros de ahora no se parecía en nada al que solía ser.
Esa sonrisa, que aunque difícil de apreciar debido a la seriedad que desde niño lo había caracterizado, era sincera y llena de luz, esa suavidad en su voz, esa serenidad y delicadeza en todo, esa amabilidad, esa bondad, esa dulzura, incluso el brillo que sus peculiares ojos solían desprender, se hubieran ido, y en su lugar hubiera quedado un cascarón vacío.
— Tranquilo.- Murmuró Avenir, cobijandolo en sus brazos al verlo tan afligido.- Todo irá bien de ahora en adelante.
Quería confiar en las palabras de su madre. Sabía que él tenía razón y las cosas mejorarían, siempre la tenía... Pero mientras eso pasaba, ¿quién le quitaba el dolor que le hacía sangrar el alma?, ¿qué le quitaba la vergüenza de saberse tan ingenuo y estúpido para no darse cuenta del peligro cuando aún estaba a tiempo?, ¿cómo aceptaba que quien conoció y amó, simplemente ya no existía... O peor aún, quizás nunca existió y todo fue una simple farsa?
— Mamá...
Murmuró después de calmarse por completo.
— ¿Si?
— ¿Recuerdas cómo solían ser Aspros y Defteros de pequeños?
Avenir se quedó callado un instante, sintiendo el sabor agridulce de aquellos recuerdos invadirle la boca. Ciertamente, recordaba a la perfección a ese par de tan solo seis años, tan solos, cuidándose uno al otro, buscando el calor de un hogar que su fría casa y padres nunca fueron capaces de otorgarles... Era simplemente impactante lo diferentes que habían resultado al convertirse en adultos.
— Yo los conocí cuando tu padre y yo nos mudamos cerca de tus tíos y Manigoldo, para ayudarles por la enfermedad de Fran.- Empezó a contar aquella historia.- Solían jugar con Manigoldo, y ya sabes cómo es tu primo, nos presentó apenas tuvo oportunidad. Defteros siempre ha sido algo tímido, recuerdo como se aferraba al brazo de su hermano y como jugaba nervioso con sus pies... Aspros... Bueno, él siempre ha sido serio, pero más extrovertido que Def. Ese día, recuerdo que solo sonrió y se presentó, a él mismo y a su hermano.
Asmita escuchaba atentamente y en silencio el relato de su progenitor. Buscando alguna respuesta a sus dudas, si Aspros siempre había sido como era ahora, o en qué momento cambió tanto, qué lo hizo cambiar...
— Los dos solían pasar demasiado tiempo conmigo y Manigoldo. Tu padre se iba al trabajo, igual que tu tío, y cuando Sage no estaba trabajando, estaba acompañado a Fran a sus tratamientos. Así que la mayoría del tiempo, Manigoldo estaba conmigo y los gemelos llegaban con él.- Siguió el mayor.- Cuando naciste, ambos estuvieron felices. Y al igual que Manigoldo, te cuidaron como a un hermano menor.
— También recuerdo a Aspros como un niño muy amable y afectuoso con los suyos. Recuerdo que solía saludar a todos con un beso en la mejilla, que siempre trataba de cuidarnos a Defteros, Manigoldo y a mí, alegando que era el mayor de los cuatro y era su deber mantenernos a salvo... Incluso recuerdo como el día que perdí mis primeros dos dientes de leche y estaba tan nervioso y avergonzado, él me abrazó y me dijo que no había nada de que avergonzarse y me veía aún más adorable así...- Mencionó Asmita aquellos recuerdos que vivían en su memoria, haciéndolo hipar.- ¿En qué momento dejó de ser ese Delta?
— Sinceramente, no estoy muy seguro, Mita.- Suspiró con pesar Avenir.- Creo que el cambio fue tan gradual y tan sutil, que ninguno lo notó hasta que no quedó nada del Aspros que solíamos conocer.
Ninguno de los dos pudo hacer más que suspirar, añorando el pasado.
Pero para bien o para mal, el hospital no era el único lugar donde la nostalgia, la melancolía y el arrepiento se impregnaban en las paredes.
A unos kilómetros de distancia, en un solitario penthouse en una exclusiva zona de la ciudad, el Delta que causó toda esa situación, tiraba de sus cabellos azulados con desespero, caminando de un lado a otro en la sala.
— ¿Podrías calmarte ya, Aspros?
— ¡¿Tienes idea de la mierda en la que estoy metido, bruja idiota?!- Bramó en respuesta a las palabras de la mujer sentada en el sofá de cuero, con las piernas cruzadas mientras terminaba su maquillaje.- ¡Mejor aún!, ¿tengo que recordarte por culpa de quién?
La Beta cerró su espejo de bolsillo apenas terminó de colocarse el lápiz labial, y dirigió su mirada al dueño del piso.
— ¿Yo te puse una pistola en la cabeza y te obligué a traicionar a tu novio?- Cuestionó con cinismo, mientras se incorporaba del asiento, tomando sus cosas.- Te recuerdo que de no ser por mí, probablemente lo habrías matado a golpes, imbécil.
Aspros apretó los dientes, al punto de sentir una punzada de dolor en su quijada, sin dejar de mirar a la rubia frente a él.
— Recoge tus cosas y lárgate de mi casa en este instante.- Siseó con desprecio.- No eres más que una maldita molestia a la que no quiero volver a ver.
— No decías eso ayer en la cena... Ni tampoco en tu cama.- Replicó la Beta con una arrogante sonrisa dibujada en los labios carmesí.- ¿Ahora vas a decir que amas a ese Omega?
La rabia fue imposible de contener, y Aspros terminó sujetando de los brazos a la Beta, haciéndola soltar un respingo.
— ¿No fui claro, o simplemente eres más estúpida de lo que creí?- Gruñó, mostrando su blanca dentadura, señal de su enojo.- ¡Lárgate y no vuelvas, Úrsula!, ¡no voy a repetirlo!
La rubia gruñó y se zafó con dificultad, antes de tomar su bolso y marcharse del lugar, dejando atrás a Aspros en completa soledad.
En cuanto la puerta se cerró, su última gota de cordura se agotó, dando libertad absoluta a la desbordante ira que se había adueñado de su cabeza.
De los frascos, platos y tazas sobre la barra de la cocina, no quedó ni una a salvo, volviéndose trizas al impactar contra el suelo de madera. Misma suerte que unos portaretratos sobre el recibidor, y el florero sobre la mesa de centro en la sala y la taza de café que Úrsula había dejado atrás.
— Mierda...- Gruñó con frustración al quemarse con el café aún caliente, que pareciendo buscar venganza, hirió la piel de su mano.
Al menos el ardor lo hizo recobrar un poco la cordura, lo suficiente para contemplar el desastre que él mismo había causado, y que debía limpiar.
Buscando huir desesperadamente del agobio, fue hasta el cuarto de limpieza para hacerse con una escoba, un recogedor y unas toallas absorbentes desechables, y comenzó a recoger las piezas una a una.
El de la cocina fue el más sencillo. Solo juntar los pedazos y arrojarlos a la basura. Después compraría unos nuevos para reponer la vajilla rota.
El café y el florero dieron problemas por los líquidos derramados en medio de su crisis, pero logró arreglarselas. Sin embargo, al contemplar los portaretratos...
Observar una fotografia donde aparecía al lado de Asmita, Defteros y Manigoldo, cuando eran apenas unos niños, fue como recibir un golpe. Aún recordaba aquel día, fue durante la graduación de Asmita del preescolar.
Asmita era apenas un niño de 5 o 6 años, Manigoldo ya rondaría los 9, y Defteros y él 12, destacando totalmente. Aún recordaba perfectamente como el compañero de baile de Asmita no apareció, y él, al verlo tan triste, y sabiendo que ni Defteros ni Manigoldo serían capaces de bailar, terminó siendo compañero de baile del pequeño Omega. Causando reacciones de inmensa ternura en más de uno de los presentes.
En ese entonces todavía no lo veía de otra forma que no fuera fraternal, era un amigo, casi como un hermano pequeño para él...
Al observar el resto de fotos, salvadas a costa del cristal protector que quedó hecho añicos, solo pudo sentirse aún peor.
Una fotografía al lado de Asmita, durante la graduación de la escuela secundaria. Asmita estaría a meses de cumplir 16 años... Siendo sincero, fue por esas fechas cuando lentamente comenzó a verlo de otra forma, pero aún se negaba a aceptarlo.
Aún recordaba lo nervioso que estaba Asmita ese día. Defteros y él aparecieron en su hogar, al igual que Manigoldo, esperando a verlo bajar por las escaleras y dirigirse al lugar del evento. Y cómo Asmita se rehusaba a bajar.
Ese día, nadie fue capaz de calmarlo y convencerlo de acudir a su ceremonia de graduación, Asmita tampoco quería decirles la razón... Excepto hasta que él lo intentó.
Asmita le contó que estaba demasiado nervioso, debido a que durante la noche le había llegado la regla y debido al nuevo tratamiento de supresores que había comenzado a usar, el flujo era bastante abundante, y temía que sucediera un accidente.
Recordaba aún como esa mañana le dijo que todo estaría bien, y le prometió que se quedaría cerca de él en todo momento, y si algún accidente ocurría, le ayudaría a solucionarlo.
Afortunadamente, fue suficiente para calmar a Asmita y convencerlo de alistarse y asistir a la ceremonia. Resultando en un día bastante divertido y memorable para todos.
Y finalmente, la fotografía más reciente, que tenía apenas una semana en ese estante: una fotografía al lado de ese Omega, como recuerdo de su escape a Santorini.
En ella abrazaba a Asmita por la espalda, mientras besaba su mejilla...
Sin poder evitarlo, las lágrimas le nublaron la visión, sintiendo los crueles azotes de la culpa y el arrepentimiento magullando su alma.
Había crecido al lado de Asmita, habían pasado tantas cosas juntos, había amado tanto su sonrisa... Y ahora, había sido el culpable de causarle un inmenso dolor... No, más bien, lo había vuelto a hacer, a pesar de que juró no reincidir.
Realmente amaba a ese Omega, tenía todo lo que podía pedir en su futura pareja: Belleza, inteligencia, carisma, cultura. Sus padres no se cansaban de presumir a su querido y perfecto yerno. Todo el que sabía de su relación lo envidiaba apenas veía una foto de Asmita... Era perfecto.
Lo amaba, pero simplemente no podía evitar hacer todo lo que hacía por más que intentaba.
Sin Asmita a su lado, se sentía completamente sólo, vacío, incompleto. Y la necesidad urgente de llenar ese vacío lo había llevado a meter a varias personas en su cama.
Los celos de solo imaginar a Asmita en brazos de otro, de saberlo deseado por cuánto lo veía, varias veces le habían nublado el juicio y adormecido su remordimiento al momento de dormir con alguien más. Engañandose a sí mismo, repitiéndose que seguramente Asmita ya le había hecho lo mismo... Solo para eventualmente darse cuenta de que no era así, y sentirse como la peor de las basuras, y luego volver a iniciar el ciclo de ese círculo vicioso.
Pero esta vez, las consecuencias habían cruzado la línea, y no iba a ser fácil recuperar a su Omega.
Tras el altercado con Defteros en el hospital, y de que los guardias lo sacaran, amenazándolo con enviarlo a prisión por unas horas, se retiró de vuelta a su edificio, dónde Úrsula permaneció toda la noche, evitando que hiciera otra estupidez que lo hundiera aún más.
Necesitaba saber cómo estaba Asmita. Necesitaba hablar con él, y arreglar las cosas... Simplemente, no estaba dispuesto a perder a su Omega. Y haría lo que fuera necesario. Pero primero debía calmarse.
[...]
El día había transcurrido con tanta normalidad como fuera posible. Ofreciendo su mejor sonrisa a los clientes, y bebiendo algo de café cada tanto para lograr mantenerse despierto.
Por suerte, el dueño del restaurante era consciente de su excelente desempeño y confiaba plenamente en él. Así que supo comprender la situación, y le permitió salir un par de horas antes, pidiéndole que diera sus buenos deseos a la familia de su parte.
Así había arribado al hospital donde sabía que Asmita permanecería al menos hasta el día siguiente, con la intención de visitarlo, cerca de las 6:00.
— Vaya, así que cumpliste tu amenaza de volver, cabello de remolacha.
Al encontrarse con su amigo en la planta baja, con un vaso de café en la mano, solo sonrió suavemente, acercándose al peli-violeta.
— Voy a deberle hasta el culo a los chicos por aceptar recibir a los proveedores, hacer el inventario y cerrar el local por mí, pero todo bien.
Ambos compartieron una ligera risa por esa evidente exageración, saboreando un poco de tranquilidad tras la enorme tormenta.
— Me alegra verte, pero tampoco tenías que hacer mil sacrificios para venir.
— Defteros y tú hicieron mucho por mí cuando lo necesité, solo devuelvo el favor.- Replicó Kardia.- Además... Me agrada Asmita, y me preocupo por él. ¿Cómo está?
— Por suerte la visión de su ojo derecho ya se aclaró casi por completo. Al menos ese está a salvo.- Contó Manigoldo con un inconscientemente suspiro de alivio.- Estuve con él toda la tarde, y me aseguré de que se comiera hasta el último pedazo de fruta. Sus hermanos y Hasgard vinieron más temprano. Ahora están Defteros, Sísifo y su sobrino con él. Nos vamos en cuanto llegue mi tío para relevarme.
— A todo esto, ¿has comido algo tú en todo el día?
El silencio de Manigoldo, y la desviación de su vista al vaso de café en su mano, le otorgaron a Kardia una respuesta bastante clara a su pregunta.
— Ten.- Suspiró, rodando los ojos, mientras le extendía un pequeño recipiente a su amigo.- Traje algo de fruta por si a alguien se le olvidaba comer adecuadamente en medio de todo este caos.
— Kardia...
— Ya sé que es tu familia y te preocupas por él, Mani.- Añadió una vez que Manigoldo tomó el recipiente en sus manos.- Pero para cuidarlo y ayudarlo, primero debes estar bien tú.
Manigoldo suspiró, agachando la mirada, jugueteando nerviosamente con el recipiente. Realmente agradecía el gesto de su amigo, pero haber pasado tantas horas en esas blancas paredes, y rodeado del peculiar aroma a hospital, le había removido infinidad de emociones, avivando recuerdos dolorosos de su infancia. Y sentía que apenas intentara pronunciar una palabra, iba a terminar quebrándose.
— Hey, Mani. Tranquilo, todo estará bien.- Le alentó Kardia, palmeandole la espalda.- Es muy probable que mañana Asmita pueda irse a casa, y no tendrás que volver a un hospital en un buen tiempo.
— Hace años juré nunca volver a pisar uno de estos horrendos lugares... Ni volver a ver a ninguno de los míos condenado a una camilla.
Finalmente, sucedió lo que Manigoldo tanto temía, y las gotas saladas se desbordaron de sus ojos, nublandole la visión.
Kardia sabía que la razón del llanto de Manigoldo no se limitaba a la situación de Asmita, sino que calaba mucho más profundo. Y sin juzgarlo en absoluto, ni decir nada, le permitió soltar su dolor en su hombro, hasta que fue suficiente para apaciguar su alma.
— Tu mamá estaría muy orgulloso de tí al ver todo lo que has logrado.
— Seguro pensaría que soy patético por llorar aún cuando ya todo está bien.- Suspiró Manigoldo, cuando ambos decidieron sentarse un momento en la sala de espera.- Aunque el peligro ya pasó, siento que la maldita historia va a repetirse, y simplemente, siento que no voy a poder soportarlo... No de nuevo.
— Tenías cinco años cuando eso pasó, Mani.- Replicó el Alpha más jóven.- Tu mamá siempre luchó con todo lo que tenía, y tu papá también... Y tú también fuiste valiente para soportar todo eso.
— Intento mantenerme tranquilo, Kardia...- Suspiró el mayor, tallándose los ojos.- Pero siento que en cuanto me vaya, aunque todo esté bien, algo malo va a pasar con Asmita... Y me van a llamar para decirme que murió... Cómo con mi mamá.
— Entiendo que es duro para tí, Mani. Pero tu mamá luchó años con una enfermedad impredecible, Asmita está simplemente herido, se recuperará en unos días.- Le intentó reconfortar Kardia.- Así que no te preocupes. Sabes que cuentas conmigo para absolutamente todo, tonto.
— Lo sé...- Sonrió débilmente, pero con la moral más elevada.- Gracias, cabeza hueca.
— Ahora come esa fruta antes de que te desmayes. No tengo ganas de arrastrar tu trasero por todo el hospital.
— Como si no quisieras tener mi trasero, degenerado.
— En mi cama y con un lazo rojo con gusto lo acepto, pero en la sala de espera de un hospital y con olor a cloro, no gracias.
Ambos soltaron una pequeña risa cómplice, rompiendo de una vez por todas el ambiente melancólico que comenzaba a formarse, logrando dar unas pinceladas de color a la gris realidad.
Manigoldo no protestó más para consumir el refrigerio que Kardia le había entregado, bromeando con el humor habitual entre ellos, olvidando el pesar por unos momentos. Al menos hasta que una joven voz hizo acto de presencia.
— Oh, aquí estabas, Mani.
— Hola, Reg.- Respondió el mayor, calmando la pequeña risa que compartía con Kardia.- ¿Pasó algo?
— No, tranquilo.- Negó con una sonrisa el recién llegado.- Solo que tardabas demasiado y decidí salir a buscarte.
— Descuida. Es algo torpe, pero ni siquiera alguien con cerebro de cangrejo como Manigoldo se perdería yendo a buscar un café.- Irrumpió Kardia con confianza en la conversación.- Aunque mejor prevenir que lamentar...- Añadió, ganándose una mirada juzgadora de Manigoldo.- Por cierto, soy Kardia. Amigo de Asmita y este torpe.
— Regulus.- Correspondió el joven Omega con una pequeña sonrisa, aceptando el saludo del mayor.- También soy amigo de Asmita, y de Mani.
— Y el sobrino de Sísifo también, supongo. Se parecen muchísimo.
— Eso dicen siempre.- Asintió con una pequeña risa el castaño.- Supongo que tampoco ayuda el hecho de que casi siempre me la paso con él desde que era un bebé.
Manigoldo terminó de comer los últimos trozos de manzana en el recipiente, cerró la tapa, y le dió un último sorbo a su vaso de café, antes de integrarse a la conversación.
— Bueno, ya se conocieron.- Sonrió el mayor.- Kardia, él es Regulus, sobrino de Sísifo, amigo de la familia, y por como van las cosas, futuro sobrino de Defteros.- Añadió, señalando al más jóven.- Regulus, este tipo con cara de loco y cabello de estropajo es Kardia... Tiene todas sus vacunas, pero por si acaso no te le acerques mucho.
— Muy gracioso, cabrón...- Rió Kardia tras escuchar las palabras de su amigo.
El ambiente permaneció en calma, incluso con la alegría y optimismo instaurados, hasta que, al escuchar unos pasos aproximándose, los dos Alphas giraron la vista... No podía ser cierto...
— ¿Y tú qué mierda haces aquí?
El primero en saltar al ataque, poniéndose enfrente de sus dos acompañantes, fue Manigoldo.
El Delta recién llegado avanzó con calma, hasta quedar frente a frente, aunque fallando miserablemente en ocultar su enojo al notar la presencia de Kardia e identificar su aroma.
— Lo mismo podría preguntar de este... Tipo.- Siseó, mirando de arriba a abajo al joven Alpha, casi con repudio.- Y lo mismo del niño.
— Para tu información, maldito idiota, este tipo y este niño tienen nombre.- Replicó Manigoldo, dándole un ligero empujón en el pecho. Solo suficiente para hacerlo retroceder.- Así que cuida tus palabras.
— Eso me da igual, Manigoldo.- Gruñó al recibir el empujón.- No estoy aquí para ver a nadie más que a Asmita.
— Mi primo no quiere saber nada más de tí, así que vuelve al infierno del que saliste, o me encargaré personalmente de tirarte todos los dientes.- Amenazó el Alpha, mirando desafiante a su rival.- Muy valiente para golpear a un Omega a traición, pero yo con gusto me encargo de ponerte en tu lugar si no desapareces en este instante.
Regulus observaba la escena con cierto temor, pero aún con más enojo dirigido a Aspros.
Nunca lo tuvo en demasiada estima, siempre tuvo un mal presentimiento respecto a ese Delta desde el primer día que lo conoció. Incluso fue la razón de porque se distanció un poco de Asmita... Confirmar que su intuición no se equivocó, y ese hombre había resultado igual o peor de lo que imaginaba, lo hizo enfurecer como entristecer por igual.
— Oye, Regulus...
Un agarre en su puño, que se cernía con fuerza debido a la rabia contenida, listo para impactar en el causante, lo hizo alzar la vista, encontrando los ojos magenta de Kardia.
— Ve con tu tío y Defteros, y diles lo que está pasando. Pero trata de que Asmita no escuche.- Le susurró el mayor en el oído.
— Pero...
— Yo me encargo de cubrirle la espalda a Manigoldo, no te preocupes por él.- Interrumpió el peli-violeta, observando con cierto nerviosismo cómo esos dos parecían estar a punto de molerse a golpes.- Ve por favor.
El joven Omega dirigió una última mirada fugaz a los dos mayores, analizando que la situación requeriría de alguien menos impulsivo como su tío, o alguien con más fuerza, como Defteros. Para finalmente asentir y seguir la instrucción de Kardia, alejándose rápidamente por el pasillo.
Aspros notó el escape del joven, y trató de ir tras él, temiendo ver frustrados sus planes, pero Manigoldo no se lo permitió, empujándolo de nuevo.
— ¿A dónde crees que vas?
— ¡Hazte a un lado!
La paciencia de Aspros estaba casi agotada, respondiendo con otro empujón.
Kardia sabía que si no los separaba, iban a terminar peleando. No podía esperar a que Defteros llegara para ayudarlo, así que se interpuso entre los dos, forzando una distancia.
— Oigan, están en un hospital. Comportense.
— Tú no te metas.- En un segundo, la ira de Aspros pasó a enfocarse completamente en Kardia.- Este asunto no te importa. No eres nadie, ni para mi Omega, ni para su familia, no importa cuánto lo intentes. ¿O acaso pensaste que dándole un pedazo de tela horrendo iba a ser suficiente para quedarte con mi Omega?
— ¿Qué?
— ¡Por favor! No finjas estupidez conmigo.- Exclamó el Delta, desafiando al Alpha con la mirada.- Desde la primera vez que apareciste me dí cuenta de cómo lo miras, y también de tu maldito aroma impregnado en la ropa que le das. ¿Acaso vas a tener el cinismo de negarlo?
Kardia apretó los dientes con fuerza, en un intento de contenerse y no empeorar el problema. Sin embargo, no por eso estaba dispuesto a dejarse amedrentar.
— Solo hice lo que cualquier caballero haría al ver a alguien pasando frío.- Replicó, esbozando una confiada sonrisa, mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.- No es mi culpa que seas tan inseguro para tener celos de un "don nadie" como yo.
Esa respuesta fue la gota que derramó el vaso. Aspros terminó dándole un puñetazo a Kardia, causandose de paso a sí mismo un punzante dolor por la quemadura en su piel.
Tras observar esa escena, Manigoldo estuvo a punto de lanzarse contra Aspros, de no ser por alguien sujetando su brazo.
— Manigoldo, cálmate por favor.
Sísifo y Defteros habían llegado justo a tiempo para detener esa locura. Sísifo sosteniendo a Manigoldo a duras penas, y Defteros separando a su hermano del Alpha más joven.
— ¿Qué haces aquí, Aspros?
— ¿Tú también, Defteros?- Siseó el gemelo mayor.- ¿Vas a seguir traicionando a tu propia sangre, a tu hermano?
— ¡Ya cállate con esa mierda, maldito imbécil!- Gruñó el Delta, después de abofetear a su gemelo, sorprendiendo a todos.- ¡Te lo dije cuando llegaste aquí por primera vez a lloriquear, y te lo repito!, ¡esto no fue un accidente, eres un maldito loco que perdió el control por una estupidez!
— Def...
— ¡Asmita me contó todo!, así que no intentes negar que de nuevo lo engañaste, y tratando de cubrir tu propia mierda lo acusaste de hacer lo mismo solo por un abrigo. ¡Un abrigo, Aspros!, ¿qué demonios pasa contigo?
La reacción de su siempre callado y sumiso hermano lo sorprendió por completo. No esperaba ese golpe, ni tampoco esas palabras llenas de enojo y desprecio, tan diferentes a las de la madrugada.
Ya no quedaba la menor pizca de duda, ni temor en Defteros, solo la furia y frustración que tanto había luchado por suprimir. Podía verlo reflejado en sus ojos, ensombrecidos por esos sentimientos tan inusuales en él.
— Def, por favor...
— No voy a volver a decirlo, Aspros.- Interrumpió el moreno.- Vete, o me encargaré personalmente de llamar a la policía y hacer que te arresten por agresión.
En otras circunstancias no habría cedido así de fácil, al menos no ante Defteros. Pero sus emociones a flor de piel y fuera de control, y el impacto que causó en él la reacción de Defteros, le jugaron en contra.
— Por favor dile a Asmita que lo siento.- Pidió con un leve murmullo, pasando al lado de su hermano.
Defteros no respondió nada. Solo le dió la espalda a su gemelo, para acercarse a Kardia, y alejarse con él, Sísifo y Manigoldo.
Aspros solo pudo suspirar agobiado con sus propias emociones, y huir.
— ¿Estás bien, Kardia?
— No te preocupes, Def.- Sonrió el peli-violeta, a pesar de la marca rojiza en su mejilla, cerca de la boca.- Algo de hielo y listo.
— ¿No tienes presentación la semana que viene?- Inquirió Manigoldo, aún siendo sostenido por Sísifo.
— Concurso interno para elegir a la banda que representará a la escuela.- Explicó el menor, sobándose la zona afectada.- Pero para entonces ya habrá sanado. Y sino, nada que algo de maquillaje no pueda solucionar.
— Si tú lo dices...
Kardia solo se encogió de hombros, manteniendo su sonrisa, para continuar el camino al lado del resto del grupo, sin mencionar nada más, hasta llegar a la habitación.
Dentro, Regulus permanecía al lado de Asmita, manteniéndose alerta, al punto que cuando ingresaron se incorpora de golpe, calmandose al ver que eran ellos.
— Tranquilo, Reg. Todo está bien.- Mencionó Manigoldo, todavía siendo vigilado de cerca por Sísifo.- Oye, ya relájate, Sis. No voy a salir corriendo al estacionamiento para alcanzar a ese idiota.
— Prefiero prevenir antes que lamentar, Mani.
— ¿Qué fue lo que pasó?- Preguntó Asmita desde su lugar, al notar la agitación de todos.
— Que ese imbécil no sabe cuándo rendirse, le dió un puñetazo a Kardia y estuvo por armar un escándalo.- Respondió Manigoldo, cruzándose de brazos.- Pero Defteros lo puso en su lugar antes de que yo pudiera hacerlo.
Asmita apenas pudo contener un respingo, aunque éso explicaba porqué Defteros parecía tan nervioso. Sabía que a pesar de todo, para su mejor amigo era difícil enfrentarse a su propio hermano. Seguramente el pobre estaba a nada de quebrarse.
— ¿Están todos bien?- Fue lo único que se le ocurrió preguntar en un intento de deshacer la tensión.
— No te preocupes, Mita. Esto no es nada.- Kardia fue el primero en acercarse, esbozando una sonrisa, señalando la marca en su mejilla.- ¿Cómo sigues tú?
— Supongo que no puedo quejarme.- Respondió con una pequeña sonrisa involuntaria al escuchar la voz del peli-violeta y sentir el toque en su mano.- Creo que ya conociste a Regulus, ¿no?
— Vaya forma de presentarme a todo tu círculo cercano.- Bromeó Kardia.- ¿No preferías mejor un pastel de vainilla y algo de café para todos?
— ¿En cuanto salga de aquí me preparas uno?
Por suerte, las pequeñas bromas sutiles de Kardia, secundadas por Asmita fueron suficientes para mermar poco a poco la tensión, y hacer un momento ameno, perdiendo la noción del tiempo hasta que el padre de Asmita apareció, saludando a todos, y de paso, informándoles del fin del horario de visitas.
Sin muchas más opciones, todos se despidieron del Omega, prometiendo volver al día siguiente, siendo Kardia el último.
— Nos vemos mañana.- Sonrió el Alpha, tras dejar un pequeño beso en el dorso de la mano de Asmita.- Más te vale mantenerte estable durante toda la noche para que te permitan irte a casa mañana. No me hagas preparar un pastel en vano.
— Asegúrate de ponerle bastantes fresas a ese pastel, porque mañana salgo de aquí así sea lo último que haga.
Tras esa despedida, Kardia se encaminó a la puerta, al lado de todos los demás visitantes, dejando únicamente al padre acompañando a su hijo.
— Ese muchacho se preocupa mucho por tí, ¿no es así, Mita?
— Es un buen amigo.
— ¿Solo eso? Feo no es, y podría venirnos bien un pastelero en la familia.
Las expresiones y la pequeña broma de su padre, consiguieron arrancarle una pequeña risa que terminaron compartiendo.
En el estacionamiento del hospital, el grupo de visitantes se despidió y cada uno emprendió un camino diferente.
Manigoldo le ofreció a Kardia llevarlo a casa, y el peli-violeta aceptó la oferta de su amigo.
Regulus subió al auto de su tío para esperarlo, dándole espacio para despedirse de Defteros, no deseando ser el mal tercio.
— ¿Estás bien, Def?- Preguntó ligeramente acongojado el mayor.- ¿Seguro que no prefieres que te lleve a casa?
— Descuida, cariño. Puedo manejar.- Respondió, besando la frente del Omega.- Tú lleva a Regulus con sus padres, trata de descansar.
— ¿Estás seguro de que no quieres que me quede contigo al menos por hoy? Estás muy alterado.
— Te amo muchísimo, Sis. Pero por ahora prefiero estar sólo para poner en orden mis ideas.- Suspiró cabizbajo el Delta, recibiendo una caricia en la mejilla por parte de Sísifo.- Te prometo que te lo compensaré.
Sísifo dejó un pequeño beso en sus labios, para después abrazarlo, escuchándolo suspirar con pesar.
— No tienes que compensarme nada, amor.- Sonrió el castaño.- Nos vemos mañana. Te amo.
— También te amo.
Un último beso como despedida y un pequeño abrazo culminaron aquella conversación, y cada uno fue a su vehículo para emprender su camino. Defteros al lado de su motocicleta, y Sísifo a su auto, dónde Regulus aguardaba en el asiento trasero, jugando con un cubo de Rubik.
— ¿No has resuelto ese cubo al menos diez veces?- Cuestionó el Omega mayor con una sonrisa divertida, mirando a su sobrino por el espejo retrovisor.
— Bueno... Sí. Pero es divertido.
— Desde que Manigoldo te lo regaló el día de tu cumpleaños, hace un mes, prácticamente duermes con ese cubo.
— ¡Tío!- Reclamó el joven.- No es para tanto. Solo que a veces me aburro y esto me ayuda con el estrés.
— Como digas.- Negó el mayor.- Solo recuerda que aún eres demasiado joven para esas cosas.
— Ya lo sé. No me trates como un bebé.- Renegó el adolescente.- Solo me agrada y ya. No hay nada más ahí.
— Eso espero, Regulus.
— Mejor cuéntame qué tienen planeado Defteros y tú para su boda.
Pero mientras para algunos, el trayecto a casa fue infinitamente más ameno, y al llegar a casa pudieron dormir tranquilos, otros seguían bastante intranquilos.
Defteros solo podía dar vueltas en su cama, horas después de haber llegado a su apartamento, comido algo ligero, tomado una ducha y haber tratado de dormir.
Simplemente no conseguía ordenar tantas emociones que lo abrumaban desde la noche anterior. Tantas cosas ocurrían en simultáneo, que sentía que iba a colapsar en cualquier momento.
Meses atrás había descubierto las múltiples infidelidades de su hermano a su mejor amigo. Y después de una lucha interna, decidió ayudar a Asmita para reunir pruebas y confrontar a Aspros, sabiendo que se estaba poniendo en el punto de mira.
A pesar de eso, decidió aceptar las duras palabras de sus padres y ser completamente exiliado de su familia... Siendo sincero consigo mismo, no existía gran diferencia. Después de todo, sus padres siempre habían sido extremadamente fríos y distantes, pero no dejaba de doler el saberse odiado por ellos.
Aun así, decidió ser elegante y tratar de seguir adelante. Pero apenas unos meses después, descubría que tanto esfuerzo había sido para nada, y Asmita había perdonado a Aspros... En su momento se enfadó demasiado, pero al final del día era la vida de Asmita y sus decisiones, y nada podía hacer.
Y justo cuando creía que finalmente todo iría mejor, Asmita y Aspros aparentemente estaban haciendo las cosas bien, y Sísifo había aceptado su propiedad de matrimonio, todo se iba al diablo en un minuto.
Ahora, Asmita parecía genuinamente convencido de finalmente no recibir a Aspros de vuelta, incluso mostraba cierto interés en Kardia... Pero ahora el problema iba a ser impedir que Aspros hiciera otra locura, y lastimara a alguien.
Se suponía que debía estar feliz por haberse comprometido con el amor de su vida, pero toda la tormenta le impedía siquiera disfrutar plenamente de la compañía de su Omega... Afortunadamente, Sísifo parecía entenderlo.
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