🌹┃A. H
Su alarma sonó, despertándola. Sus ojos color café castaño se abrieron al escucharla y vio de reojo la hora marcada en su celular.
«5:33 am» decía con números grandes en la pantalla. Se levantó sin ganas de su cama y aún somnolienta, salió del cuarto para preparase.
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Subió al autobús como todos los días, tomando lugar en uno de los asientos del medio del transporte junto a la ventana, pensando en cualquier posible encuentro con su novio.
El recorrido duraría alrededor de cuarenta minutos, haciendo múltiples paradas, por lo que decidió colocarse sus audífonos y distraerse con música.
Con cualquier movimiento que hiciera el camión, se quitaba los dispositivos de sus oídos y se fijaba en quienes estaban cerca de ella. Todo iba conforme a lo normal: varios grupos de amigos iban charlando, un par de chico y chica se molestaban mutuamente, y varios estudiantes ni se percataban de lo que sucedía en su entorno.
Cuando estuvo a punto de regresar a lo suyo, notó a una chica. Ya la había visto antes, pero no sabía específicamente por qué ahora le llamaba la atención. Su cabello ondulado y al natural, la misma sonrisa que se cargaba todos los días, acompañada de su típica tableta de diseño y su mirada fija en su dispositivo.
Jazmín alzó una ceja, ¿qué traía de especial aquella muchacha? Desde hacía un par de meses, era lo mismo de siempre. No encontraba motivo por el cual su mente se fijó en ella.
Su mochila parecía estar más cargada de lo normal, pero aún así no vio nada más diferente a lo común.
Movió su cabeza un poco y volvió a lo que minutos antes estaba haciendo.
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Al ver que ya el camión estaba haciendo parada en la escuela, se levantó del asiento, dejándolo libre, y bajó del vehículo.
No pasó mucho tiempo para que su mejor amiga hiciera presencia ahí.
—¡Jaz! —saludó Mariel, abrazándola
—Hola —le devolvió ambos gestos—, perdón por lo de ayer...
La más alta sonrió, dándole a entender que no tenía de qué preocuparse. Jazmín también lo hizo, pero al mismo tiempo, fingiendo. Quería contarle a su compañera el porqué el día anterior no había asistido al compromiso que ya habían agendado, pero no sabía cómo hacerlo.
—¡Hey! —Mariel pasó su mano enfrente de ella, llamándola—. Acaban de abrir una tienda a unas cuadras de la escuela, ¿vamos a ver?
La joven asintió, y ambas se dirigieron a aquel local. La más baja no dijo nada respecto a la situación con su novio, guardándoselo para otro momento.
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—¡Te dije que íbamos a llegar tarde! —reclamaba mientras corría hacia su aula
—¡Perdón, ¿ok?! —respondió Mariel siguiéndole el paso apresuradamente—. ¡No tenía idea de que faltaban cinco minutos!
Al estar frente a la puerta, tomaron aire para recuperar el aliento. La más alta empujó la puerta, encontrándose con el profesor de Estadística, quien al verlas, alzó una ceja.
—Buenos días, ¿podemos pasar? —preguntó Mariel, sonriendo forzadamente
El docente solo se acercó a ellas, haciendo que éstas dieran unos pasos hacia atrás, saliendo del salón.
El adulto negó con la cabeza, despidiéndolas antes de cerrarles la puerta. Ambas jóvenes se encontraban afueras del aula, procesando lo ocurrido hasta el momento.
—Genial —exclamó sarcásticamente Jazmín—, vamos a tener que estar dos horas afuera.
Se dio la vuelta y cruzó los brazos, comenzando a caminar por el pasillo.
—¿Y qué haremos? —le preguntó su amiga
La joven con nombre de flor la miró irritada, un reporte estaría en su acta al finalizar el semestre, y todo por haber tardado eligiendo unas pulseras en la tienda.
—No lo sé —dijo un poco más calmada—, primero tengo que ir a guardar la libreta de Estadística.
Sin decir nada, las dos se dirigieron a los casilleros, para que la más baja pudiera guardar su cuaderno. Casi llegando, la mayor comenzó a preguntarle por su novio.
Jazmín se mantuvo callada, respondiéndole con una risita falsa para ocultar su tristeza. Aún estaba bastante decepcionada de sí misma y sin poder superar la escena del día anterior.
Mariel pareció no darse cuenta de un gesto triste en el rostro de su compañera, porque continuó platicándole sobre algunos planes que estaba haciendo para el fin de semana.
La otra se tranquilizó al ver cómo su amiga cambiaba de tema, y le siguió la plática.
—Entonces, podríamos ir primero al parque y después al... —decía la teñida
Jazmín estuvo a punto de darle su parecer, hasta que abrió su casillero y notó que los pétalos de una flor caían al piso.
Su mirada se centró en lo que tenía enfrente: un ramo de rosas, que parecían estar frescas. Quiso contener su felicidad y sorpresa, pero una sonrisa la delató. Las admiró por unos instantes, para luego tomar con cuidado las flores.
Su mejor amiga la miraba feliz, creyendo que el autor de dicho gesto era su novio.
Por alguna razón, la receptora se giró de nuevo a su casillero, descubriendo un papel doblado que, viéndolo bien, era una carta.
«Jazmín:
Vi unas rosas, y me acordé de ti
—A. H»
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