12 | Las flores perdidas
༺CAPÍTULO DOCE༻
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Confía en tu historia: lo único que puedes hacer es contar tu verdad
Holly Ringland |Las flores perdidas de Alice Hart
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DESPUÉS de regresar al centro, Rosaline llegó a casa con las energías por el suelo. Supuso que todos en la estancia debían estar dormidos, dado a que todas las habitaciones se encontraban en una penumbra absoluta, o al menos eso creyó hasta llegar al tocador que daba a sus aposentos.
Por el resquicio de la puerta asomaba una palidez perteneciente a la luz de las velas, y al detenerse a pensar un segundo, creyó tener una idea de quien estaría a las cuatro de la madrugada esperándola.
Al pasar, abrigaba esperanzas de que Eddie no estuviera molesto, ni por su escapada ni porque ella se hubiese pasado toda la noche fuera. Él yacía sentado en el sillón junto a la mesita circular, con la mandíbula apretada y la cabeza apoyada en su puño, pero apenas reparó en su presencia dentro de aquellas amplias paredes se levantó tan rápido como un relámpago.
━¡Rosaline! ━exclamó━ ¡¿En dónde te habías metido hasta estas horas?! Las niñas se fueron a la cama preocupadísimas. Yo...
━Realmente no me encuentro de humor para pelear ahora, Eddie ━murmuró bajito. Había guardado la esperanza de que él notara el enrojecimiento de sus ojos y la tristeza en sus facciones, la tomara de las manos para llevarla hacia la silla y le hiciese explicarle con lujo y detalle qué había sucedido para que estuviera así.
Pero el joven Laurence estaba molesto, tan molesto que apenas y se fijó en lo destartalado que se veía su vestido de fiesta.
━Te dije que no fueras tras la policía ━le dijo, llevándose las manos al rostro en señal de exasperación━ Las personas se quedaron diciendo cosas sobre tí en el baile ¿Sabes lo mucho que afectó eso a la imagen de Daisy? ¿Para Violet? ¡Fuiste inconsciente, Rose! ¿Qué puedes decir al respecto?
━¿Que dejarse guiar por los chismes es de ignorantes? ━arguyó en respuesta, encogiéndose de hombros con simpleza.
Edward la miró con seriedad.
━Eres la hija de un vizconde. Tu imagen es todo en lo que las personas se fijan. No puedes simplemente seguir actuando como una... ━sus palabras se cortaron, probablemente conteniendo algo que habría podido ofenderla. Pero la castaña ni siquiera se inmutó, sino que mantuvo su postura sin hacer ademán de echarse para atrás.
━¿Una qué, Eddie? ━pronunció, instándole a culminar la frase, pero él no pudo hacerlo.
━Nada. Solo no quiero que vuelvas a estar cerca de esa niña, Rose. Al menos no sola. Y además no me gusta que tengas ese tipo de impulsos. De ahora en adelante es necesario que comiences a actuar como lo haría una dama decente. Porque esa es la enseñanza que le estarás dando a las chicas.
Rosaline movió la cabeza, mostrándole que había entendido.
Voilá. Su autocontrol duró apenas unos minutos. Si antes había necesitado un incentivo para dar el paso, aquel parecía ser el momento perfecto para ponerle un punto final a aquella locura.
━No puedo casarme contigo, Edward.
El castaño detuvo lo que estuvo a punto de decir y se le quedó mirando.
━¿Qué dices?
━Lo que escuchaste ━afirmó con determinación━ Estoy rompiendo nuestro compromiso.
Él guardó silencio. Conmocionado. Se había quedado sin voz.
Desde que la conoció, tan fresca y dulce como una caña de azúcar, enseñando a sus traviesos primos en la casa de la tía Laurence con toda la paciencia propia de una madre, Eddie había tenido la sensación de que Rosaline sería la mujer con la que le gustaría pasar el resto de su vida y crear una familia. La cual estaban iniciando ahora con su compromiso, las niñas, y todo lo demás. Habían tenido sus altibajos, sí, pero ninguna relación era fácil. De vez en cuando era normal que hubiera baches porque se estaban conociendo el uno al otro. Sin embargo, aún existían reglas a las que se debían ajustar, y Rosaline encajaba perfectamente con cada una de ellas, o al menos lo había intentado... hasta ahora.
━Es que no lo entiendo ━dijo, dejándose caer sobre el sillón de forro azul marino━ Teníamos tantos planes.
Ella agachó la cabeza con pena ¿De qué manera podría hacerle entender que no estaba hecha para cumplir con sus expectativas? ¿Que sus sueños no eran los mismos que él creía que compartían?
━Lo lamento. No estoy segura de poder cumplir con eso que esperas de mí. Y aprecio mucho mi libertad como para someterme.
━¡Pero tendrás libertad! Aquí, conmigo ━él se puso de rodillas y la tomó de las manos con gran devoción. Sin duda, la actitud del joven no ayudaba a hablar con serenidad ni con claridad. ¿Cómo podía decir palabras duras a un amigo que la miraba con los ojos llenos de amor, las pestañas aún húmedas por las amargas lágrimas derramadas a consecuencia de su rechazo?
━Por favor, sé razonable y mira las cosas con sentido común.
El rostro del hombre se encontraba rojo por el coraje, manchado con algún tipo de rabia incorregible. Sus pies entonces comenzaron a moverse por la estancia, nervioso, y la voz se le escuchó llena de algo parecido a la traición.
━¡No seas así, Rose! Todo el mundo espera que ocurra. A tu tío le hace mucha ilusión, a las chicas también, y yo no puedo vivir sin ti. Dame el sí y todo el mundo estará contento. ¡Venga, hazlo! Serás una esposa y una madre excelente ¿Qué tendría de malo dedicarse al matrimonio y a la familia?
━¡Que yo no soy así, Edward! No nací para estar encerrada dentro de una casa como si fuera una pieza decorativa o una máquina para parir herederos. Yo tengo una profesión, tengo una vida, tengo sueños y ambiciones, y no voy a dejar todo eso de lado solo para complacer los deseos de esta estúpida sociedad... ¡¿Es que acaso no lo notan?! Desde que nacemos a las mujeres se nos dice que somos menos. Menos valiosas que los hombres, menos listas, menos capaces. Se nos trata como un objeto que pasa de manos del padre al esposo, como si nuestro cuerpo les perteneciera a ellos cuando en realidad somos nuestra propia persona ¡Esa es la verdad que ninguno de ustedes acaba de entender! Yo no necesito un marido para sentirme completa porque lo he sido desde el momento que llegué a este mundo, y por tanto, no permitiré que ni tú ni nadie me controle jamás.
Nunca antes de había sentido tan honesta a la hora de exponer su opinión como en ese momento. Allí, de pie, con el porte de una reina bárbara o una líder pirata, aún encorsetada en un vestido de aspecto deplorable, el cabello revuelto como una bola de hilo y la sensación de estar siendo más real que nunca, Rosaline se dijo que a partir de ese momento las cadenas que sujetaban su apellido no volverían a tirar de sus pies nunca más.
Ella no sería otra más del montón, de las que quisieron hacerse escuchar y terminaron dejándose llevar por el temor a ser rechazadas. Su madre no lo hizo, su amiga Kath tampoco, ¿Por qué entonces debía ser ella quien diera un paso atrás?
━No voy a arrepentirme, Edward ━farfulló en baja voz, sintiéndolo verdaderamente como parte de sí misma: el dolor de la decepción a otra persona. Sin embargo, no se podía quedar bien con todas las personas en el mundo, sobretodo si debía ser ella quien sufriera solo para mantenerlos contentos.
━Vale... si es esa tu decisión ━dijo un cabizbajo Edward, al que le costaba escuchar pacientemente aquella retahíla de profecías.
Rosaline tomó su mano, suplicándole con la mirada:
━Haz el favor de sentarte y prestar atención; quiero que estemos bien y que seas feliz. Al cabo de un tiempo lo superarás y encontrarás a una joven encantadora y culta que te adorará y cumplirá de maravilla el papel de señora en tu fantástica casa.
Su discurso tuvo el mismo efecto que el fuego en la pólvora. Eddie la miró de hito en hito, como si no supiese bien cómo reaccionar, luego dio media vuelta, visiblemente airado, y espetó en un tono desesperado:
━Algún día te arrepentirás de esto.
A la castaña se le encogió el corazón al verle caminar hacia la puerta, despidiéndose con un portazo que le estremeció hasta los huesos.
Él silencio entonces ganó terreno dentro de la habitación, haciéndola sentir más vacía y culpable que nunca ¡Por Dios! ¿Cómo era posible que a otras mujeres les agradase tener enamorados a los que rechazar? Si es que ella lo sentía terrible y descorazonador.
━¡¿Pero qué has hecho?! ━una voz conocida la hizo saltar en su sitio, y al voltearse sobre sus propios talones, descubrió a Daisy y Violet mirándola, paradas junto a la puerta de su respectiva habitación.
Ambas seguían enfundadas en sus camisones de dormir, con las trenzas pelirrojas despeluzadas, por lo que pudo suponer que se habían despertado debido a la acalorada discusión que tomó lugar segundos antes y la cual lograron escuchar.
━Lo que tenía que hacer.
━Oh ¿Entonces romperle el corazón al pobre Edward es lo que debías hacer? ¿Para qué? ¿Por qué? ¡Él te quiere!
━Es posible ━contestó━ Pero no a mí, sino a la versión de mí que creyó conocer allá en Plumfield.
Una coloración tan roja como las fresas se apoderó del rostro de Daisy, ganándole a su color de cabello por mucho. Mientras que su hermana, sin decir ni una palabra, se limitaba a guardar silencio junto al picaporte.
Rosaline se acercó a ellas lentamente, hablando con voz calma:
━Un día ambas deberán tomar sus propias decisiones, y por tanto, espero entiendan que nadie puede influir en eso más que ustedes mismas ¿Ha quedado claro? ━espetó━ Les estoy dando la oportunidad con la que otras chicas de su edad no han podido contar.
━¿Y esa es?
━Elegir ━dijo firmemente, esperando que ellas comprendieron que no comprometería su felicidad en un experimento tan arriesgado. Que el amor, por más lindo que fuese, tampoco podía forzarse.
Las facciones de la mayor de las Barnum se endurecieron y una expresión de desprecio se dibujó en su cara.
━Te odio ━le dijo, y Rosaline sintió una punzada de dolor en el estómago.
Cuando Daisy se volvió y desapareció por la puerta de su cuarto, ella se quedó mirando hacia Violet con ojos esperanzadores, pero esta solo se dedicó a fruncir los labios con ligereza, antes de seguir a su hermana hacia la alcoba.
Ella quedó sola entonces, abrazada por la frialdad y el vacío de aquel saloncito. Sin poder evitar sentir pena hacia sí misma, porque el amor hacia la familia pudiera ser tan irracional e injusto; odiaba el eucalipto en cuya corteza ella y Enola habían grabado sus nombres, pues era un recordatorio de la bendición y la maldición que el destino les había deparado a las dos.
Exhausta, se dirigió a su alcoba con pasos cortos y sacó el guardapelo del cofre junto al espejo. Los ojos de su padre la miraron, granulados y en blanco y negro. A veces todavía recordaba su color: cómo cambiaban según la luz, cómo se iluminaban cuando le contaba historias, que ausentes estaban cuando, en el jardín, su madre le llenaba los bolsillos de flores.
Rosaline hizo entrechocar sus pies descalzos mientras se dedicaba a recordar a sus padres, en cómo ellos habrían querido que tuviera una vida feliz. Se dijo que nunca habría debido marcharse de Ferndell Hall, el lugar donde halló seguridad y solaz y donde había aprendido y enseñado. El lugar donde había ayudado a criar a Enola y donde encontró una aliada en Eudoria.
Pronto apartó esos pensamientos, sabiendo que no le hacían nada bien. Era su reacción automática ante tales ideas: no se permitía pensar en las posibilidades perdidas. ¿Y si aquella noche la hubiese detenido? ¿Y si se hubiera marchado con Enola a Escocia? ¿Y si Mycroft no hubiera aceptado llevarla con ellos a Londres? ¿Y si Sherlock hubiese decidido luchar por ella? ¿Y si hubiesen hecho otros planes completamente distintos? ¿Y si Rosaline no se hubiese marchado y hubiese decidido asentarse en algún alquiler de Londres, en lugar de ayudar a sus primas? ¿Y si, cuando regresó a Sythorn Hall, su tío hubiese decidido no contarle sobre su otra familia? ¿Y si no hubiese aceptado el trabajo en Ferndell Hall? ¿Y si sus padres no hubiesen muerto?
¿Y si, y si, y si?
Rosaline dejó caer su cabeza sobre la superficie del mesón, al tiempo que una brisa nocturna de madrugada se coló en el interior de la alcoba, bailó alrededor de ella y la hizo detestar los días de junio con creces. Pues había noches de vientos que resultaban casi insoportables porque removían el polvo y las cenizas de cosas olvidadas hacía tiempo, abrían viejas heridas y llevaban de vuelta historias que dormían en rincones olvidados, sueños y libros inacabados.
Para Rosaline, lo peor de todo eran los susurros que venían repitiendo su nombre con el aire. Probablemente impulsándola a levantarse como cada día para ponerle un poquito de su buen humor al mundo. Pero aquel amanecer todo era distinto, su corazón estaba herido, y ningún consuelo era capaz de hacerla sanar.
Una de las personas más importantes de su vida estaba a punto de ser sentenciada, sus primas la odiaban, Edward también y Sherlock... él era la última persona que deseaba ver en esos instantes donde sus emociones aún se encontraban alteradas.
► Así que, como un medio para distraer su mente, fue hacia la mesa de noche donde descansaba su pequeño ejemplar de El Lenguaje Secreto de las Flores y se recostó en su cama mientras leía las páginas marcadas, perdiéndose en el recuerdo de los momentos donde decidió que cada una de ellas representaba un pasaje importante de su vida.
Aquellas flores se habían convertido en su consuelo y su bálsamo: eran su historia. Hablaban de recuerdos de infancia; de soledad y desconcierto; de la vida que había vivido en Ferndell Hall; del resentimiento, cariño, el dolor, el miedo y la culpabilidad. Allí estaban sus sueños no cumplidos, su penitencia, su anhelo de dejarse consumir por el amor...
Fue entonces cuando, increíblemente, se descubrió a sí misma dentro de cada una.
Margaritas de Campo
"Un nuevo comienzo"
Diente de León
"Abraza tu libertad"
Lila Jeringa
"Primeras emociones de amor"
Hortensia
"Agradezco lo que haz hecho por mí"
Gladiolo amarillo
"Tu presencia alivia mis penas"
Lirio del Valle
"Regreso a la felicidad"
Crisantemo
"Apego familiar"
No me olvides
"Siempre en mi memoria"
Camelias rosas
"Te echo de menos"
Una pequeña sonrisa asomó por entre sus labios mientras admiraba las flores, y seguidamente, pasaba una mano por las páginas del libro, con su cabellera castaño trigo desparramada sobre la almohada como el alo de un ángel.
Al cabo de un rato, cuando el Sol comenzaba a alzarse sobre los tejados de las casas, Rosaline se levantó con energías renovadas y le pidió a su casera que le preparara un baño de agua caliente. Su corazón le seguía pesando, pero ahora dolía menos.
Pensó en su padre, cortando flores en el invernadero de su tienda. En su madre, que siempre caminaría por su jardín. En el tío Barnum, con una lengua tan venenosa como la hiedra. En su adorada Kath, paseándose por el salón con un libro en mano, como lo hacía ella en esos momentos...
Tranquilamente, se dejó caer encima de un sillón y se llevó una mano al guardapelo por sobre el vestido de damasco verde. El recuerdo llegó, claro y sin trabas: en la tranquilidad de su habitación en Ferndell Hall, escribía sentada en su mesita junto a la ventana, una carta a su prima la noche en la que su vida cambió para siempre.
━Señorita Rosaline... ━la presencia de su casera en el tocador la sacó de sus cavilaciones━ Tiene una visita abajo. Una mujer la espera en el portón.
Confundida, la castaña permitió que su entrecejo se frunciera ante su evidente desentendimiento para, a continuación, bajar hacia el recibidor donde la figura de una mujer robusta y morena la esperaba pacientemente con una expresión altanera.
━Se nos hace tarde, Rosaline. Cambiate y subete a la carreta.
Por un instante no supo reconocer si aquella aparición significaría algo bueno o malo, pero le resultó imposible reprimir una sonrisa abierta cuando Edith, con su mirada cómplice, la empujó a echar un vistazo a lo que había en el interior de la carreta.
Allí, sintió que le devolvían el alma en un solo segundo: El rostro de Eudoria Holmes le sonreía radiante desde el fondo.
━¡Sorpresa!
Y Rosaline se lanzó a sus brazos, llorando como una chiquilla.
Necesitaba un pequeño acercamiento de Rosaline y las flores que se han mencionado en esta historia. Espero hayan comprendido las referencias. ❤🌹🥀
Cuatro capítulos para el final ♡ Espero estén preparados.
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