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11 | Flores de viento

༺CAPÍTULO ONCE༻
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Intenta amar las almas, las volverás a encontrar.

Victor Hugo |Les miserables








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MIENTRAS los minutos pasaban como un montón de efímeras polillas de aire en el pantano, Rosaline sintió como si un gran agujero de frialdad se hubiera interpuesto entre ella y Sherlock, haciendo que su camino a casa fuera tedioso y más incómodo de lo que jamás se había sentido en su compañía. Intuía también que los ánimos no estaban como para entablar la más alegres de las conversaciones, lo cual evidentemente tampoco sería algo que se esperara del casco seco que conformaba la personalidad del mediano de los hermanos Holmes, sobretodo después de los últimos acontecimientos y lo que habían desatado en él. Pero siendo tan tarde, con el zumbido del aire como única banda sonora, Rosaline sentía que se aburría a cada segundo que pasaban de camino al centro. Para el cual todavía quedaban unas cuantas manzanas más.

De vez en cuando miraba de reojo y se encontraba con el rostro imperturbable del detective observando los adoquines, o tal vez solo demasiado perdido en sus pensamientos como para distraerse siquiera o pensar en iniciar una charla. El brillo de sus ojos azules bajo la luz de los focos lucía irritado, como el mar en tormenta, complementando la dureza de sus rasgos con la mandíbula apretada y dando claras advertencias de NO ME MOLESTEN.

Suerte para Rosaline, que ella ya había aprendido a tantear el terreno antes de lanzarse al peligro.

━¿Y... ━empezó a decir━ ¿Quién es la dama de las camelias?

Confundido, este se volteó en su dirección:

━¿Quién?

━Ya sabes... la mujer para quien compraste las flores aquel día en el mercado. ━agregó Rosaline, lo más inocentemente posible━ No pienses que me creí la historia de que eran para un caso.

Tras unos segundos, un suspiro pesado emergió por la garganta del detective. Había esperado que aquel detalle pasara como un recuerdo olvidado entre los dos.

━Te lo dije aquel día y lo repito nuevamente: No tiene importancia.

━No compras flores para alguien que no es importante ━murmuró por lo bajo, en un tono cantarín como si quisiera sugerir algo, además de molestarlo.

━Rosaline ¿Podrías dejar el tema? Son las dos de la madrugada y créeme que lo que menos necesitamos ahora es acabar discutiendo.

━No era mi intención, te lo aseguro ━juró, curvando sus labios en una media sonrisa al recordar los viejos tiempos. Acto seguido, ambos siguieron su trayecto, avanzando a través del silencio hasta que ella decidió volver a hablar━ Es curioso ¿Sabes? Que cada vez que nos encontramos alguno de los dos tiene que soltar algo para hacer enojar al otro.

━Tal vez si fueras menos impertinente...

━Y tú menos ególatra.

━Mantendríamos una armoniosa conversación sin conflictos de por medio. Pero al parecer, arrastras la absurda creencia de que siempre debes tener la razón en todo ━arguyó Sherlock, inclinándose solo un poco para estar a la altura de su rostro y disfrutar de la expresión indignada de la mujer.

━¡Eso no es cierto! Tampoco es mi culpa que te niegues a escuchar otras opiniones.

━Opiniones equivocadas que vienen de una boca tan suelta como ellas ━ante tal comentario, Rosaline apartó la mirada fingiendo molestia.

━A tu madre le faltó darte azotes cuando eras pequeño.

━De hecho, soy el mayor de sus triunfos.

━Sí lo dices más de una vez puede que te lo creas de verdad ━le dijo, y ambos al cabo de unos segundos se echaron a reír inevitablemente, casi como si aquella falsa discusión hubiese disipado el hielo que los mantuvo callados en un inicio.

Era esa una de las pocas ocasiones en las que Sherlock se permitía ser llevado por la corriente, sin tratar de encontrarle lógica a las cosas, pues había aprendido que cuando se trataba de Rosaline Barnum cualquier tipo de pensamiento racional dejaba de tener sentido. Lo volvía débil, justo como supuso desde el instante en el que se dio cuenta de que podía o no sentir algo hacia ella, pero ahora aquel hecho le importaba poco, pues estaba saboreando ese momento como si fuese el único feliz de su vida, el único donde no se limitaba a ser el detective, o el pensador, o el científico... solo Sherlock.

Era asombroso como ella lograba sacar ese lado suyo con la misma facilidad con la que esbozaba una sonrisa. Uno que no muchos habían logrado desenterrar.

Para Rosaline, aquel era sin duda un logro del que se atribuía todo el crédito, y le gustaba pensar que todavía una parte de él continuaba teniéndole cariño. Porque claramente ella seguía guardándolo en su corazón a pesar del tiempo y las heridas.

Mientras reía por lo bajo, ella se le quedó mirando por lo que pareció una eternidad hasta que sus ojos colisionaron, azul océano contra verde primavera, trayendo un montón de pensamientos absurdos a su cabeza que le fue imposible reservarse.

━¿Alguna vez has visto una flor de anemona? ━preguntó de pronto, sin siquiera pensarlo bien. Acto seguido, sacudió la cabeza en vergüenza━ Olvídalo, ya me callo.

►━No ━la interrumpió, sorprendiendola de sobremanera━ Continúa.

Era extraño, sobretodo porque a Sherlock nunca le había gustado hablar sobre flores. Sin embargo, sí que le gustaba ver el brillo que desprendían sus ojos cada que mencionaba el tema. Y, por supuesto, a Rosaline no había que repetirselo dos veces.

━Pues verás, las flores de anemona son bastante exóticas.. A muchas personas les gusta llamarlas flores de viento porque sus delicados pétalos a menudo son abiertos por el viento, pero también separados de la planta y arrastrados ━le contó, reorganizando sus palabras una vez más━ Cerca de la casa de la señora Laurence hay un arroyo donde crecen, y yo solía visitarlo en las tardes de sábado. A veces sola o a veces acompañada. Pero mientras las chicas nadaban, yo solo me quedaba observándolas y de alguna forma siempre lograban recordarme a ti.

Había hablado demasiado rápido, tanto que ni siquiera pensó en cómo él lo tomaría, si terminaría enojándose por la comparación o simplemente declinaría su discurso con gracia, pero llegados a tal punto le era ya imposible parar, y tampoco era como si Sherlock quisiera eso. Ahora que se le presentaba la oportunidad de poner a prueba sus verdaderos sentimientos, no dejaría de escucharla con atención y reparo aunque la noche se le fuera en ello.

Rosaline tragó grueso, ganando valentía. Se le hacía extraña la brillantez con la que él se le quedaba viendo, pero al mismo tiempo tan absolutamente hipnotizante que no pudo apartar la mirada mientras hablaba.

━Es que sus pétalos blancos significan protección, pero también pueden representar autoridad y confianza, y todo eso es lo que yo guardo en mi memoria de tí cuando trabajábamos juntos ━susurró, tomando sus propias manos con nerviosismo al tiempo que estas no dejaban de temblar. La oscuridad en los ojos del detective ahora era más que evidente━ Además... así como los cogollos bien cerrados de la anémona ocultan la belleza interior hasta que florecen, tu desentrañas misterios y descubres verdades ocultas.

Aquel había sido un descubrimiento que jamás se le había pasado por la cabeza hasta que las vio. El atractivo y el encanto de la flor reflejaba de forma única la capacidad del detective para atraer a la gente a su cautivador mundo de misterio, incluida ella. Además, la diversidad de colores de la anémona podía reflejar su naturaleza multifacética, ya fuese por sus astutas habilidades de observación o su compleja personalidad.

Sherlock sintió un vuelco en el corazón que no supo reconocer. Nunca antes le había pasado. Aunque tampoco nunca nadie lo había comparado a algo tan insignificante como una flor. Pero allí, frente al ser más precioso del mundo, se sentía como el mejor cumplido que podría haber recibido en su vida.

De pronto fue como si toda la belleza del mundo se concentrara en ese rostro, que ni las olas del mar, ni un valle de rosas florecientes, ni todas las joyas de la corona podrían hacerle justicia. Un pensamiento tan absurdo que lo desarmó por el solo hecho de haberlo tenido, pero que lejos de sorprenderle, le demostró una vez más que ese era el tipo de efecto que ella tenía sobre él. Porque de las pocas personas que podrían arrastrar un poco de su humanidad hacia la luz, Rosaline era la única que lograba producirle el anhelo de ser digno de su corazón y sentimientos que creyó hace tiempo extintos: añoranza, afecto, paz, deseo...

Su presencia era como un bálsamo natural para los males, sus ojos un espejo para su alma dolorida, su cabello del color del trigo y la almendra fundidos en uno, y su voz el sonido más exquisito que pudiera existir en la faz de la Tierra.

Su corazón había sido robado hacía tiempo. Cada parte y cada latido le pertenecía a ella. Ella.

Su rosa sin espinas.

━No te cases con él.

Al escucharlo, en el estómago de la vizcondesa revoloteó todo un caleidoscopio de mariposas

━¿Qué? ¿Por qué? ━tartamudeó, en parte confundida y en parte sorprendida.

━¿Por qué? ━repitió él, dejando escapar otro suspiro que indicaba rendición━ Tu sabes muy bien por qué.

El impacto de sus palabras recorrió a la castaña al igual que una descarga eléctrica, golpeándola, espoleándola como un huracán. Aquello no podía estarle sucediendo ahora.

Ella se echó para atrás, dando pasos cortos.

━No...

━Rosaline.

━No, no. Estás siendo cruel e injusto, como siempre ━espetó, su tono llenándose de enojo y molestia. Sherlock avanzó hacia ella, tratando de alcanzarla.

━Sabes que no lo quieres.

━¿Y eso qué? ━casi gritó━ El matrimonio es y siempre ha sido una proposición económica, tú mismo lo dijiste una vez.

━Y tu, de todas las personas que conozco, serías la primera en no creer una sola de esas palabras.

━Pues eso cambió en el momento que Violet y Daisy quedaron bajo mi cuidado. Ellas son todo lo que importa ahora, yo no. Y todo el tiempo que estuve en Escocia me fue suficiente para darme cuenta que como mujer no hay manera de que produzca dinero suficiente para mantenerlas a ellas. Sí, puede que ahora sea heredera de una fortuna, pero esta nunca me será dada a menos que me case, y cuando eso suceda pasará a manos de mi marido. No tengo otra elección más que atenerme a la realidad por muy anticuada que sea.

Entre negaciones, el detective se pasó una mano por el rostro. Su frustración lo estaba superando, pero llamaba a la serenidad y a la calma para que no lo dejaran soltar algo de lo que se arrepentiría más tarde.

━Estás siendo demasiado necia hasta para tí misma.

━¡¿Y tu vas a reprochármelo?! Realmente siento pena por tí.

━No deberías. Dentro de unos años serás tan infeliz como yo.

━¿Vas a darme lecciones sobre la felicidad ahora? ¿Qué sabrás tú de lo que realmente me hace feliz?

━Oh sé lo suficiente ━Sherlock se posicionó justo delante, tan cerca que su nariz casi llegaba a rozar a la suya━ Sé que amas las flores y tu independencia, que quieres ser profesora, no quedarte para siempre en una casa siendo un objeto decorativo.

Ella contuvo la respiración. En sus ojos se materializaba una ligera capa de lágrimas por todo el coraje que venía reteniendo para no explotar. Él no podía venir ahora y decirle eso. No después de todos los meses que pasó llorando por su culpa.

━Es increíble lo contradictorio que puedes llegar a ser a veces. Primero vas y me rechazas, luego me vuelves a ver tras varios meses y lo primero que haces es pedirme que no me case.

━Estaba equivocado ━expresó él, agachando el semblante con absoluto arrepentimiento━ No supe lo mucho que significabas para mí hasta que te perdí, y si pudiera retornar el tiempo y cambiar las cosas, lo haría sin pensarlo.

Rosaline cerró los ojos, respirando agitadamente, presa del remolino de emociones que en su interior se encargaba de revolver todo lo que con tiempo se encargó de hacer sanar. Sintió como Sherlock la tomaba por los hombros y la acercaba hasta que sus frentes quedaron juntas, y ambos respiraban casi el mismo aire.

Dolía. El no saber cómo proceder. Romper lo que había construido en esos meses de superación. Decepcionar a su pequeña familia. Sentir que una parte de sí misma seguía perdida, a pesar de haberse reconciliado con su pasado. Que su corazón fuese tan caprichoso y su cerebro decidiera no tomar decisiones al respecto ¡Era insoportable!

Superada por el momento, decidió ser la más cuerda de los dos y se apartó de su agarre, apretando los labios con fuerza.

Ambos se quedaron mirando por lo que pareció una eternidad, en silencio, tan solo acunados por el sonido de sus respiraciones y el viento que se deslizaba a ambos lados de la callejuelas. Ella seguía molesta, muchísimo. Una parte de sí, muy en el fondo, deseó dejarlo todo atrás y lanzarse a sus brazos desde el momento que le pidió que no se casara. Pero las cosas no eran así de simples, y ella aún no estaba lista. Todavía tenía muchas cadenas que la arrastraban, y mientras fuera así, nada podía suceder.

Dicentra spectabilis (Corazón Sangrante) "Desgarro mi alma en pedazos".

Rosaline cerró los ojos. Se oyeron gritos provenientes del final de la calle. Una persona había empezado a gritar, y cuando ambos se acercaron descubrieron a un hombre que despachaba a una mujer en harapos con una brusquedad casi violenta.

━Oiga ¿Qué le está haciendo? ¡Aléjese de ella! ━Rosaline reaccionó casi por instinto, yendo a socorrer a la pordiosera que sollozaba en los adoquines.

Los ojos inyectados en fuego de Sherlock recayeron directamente en el hombre, quien se limpiaba las manos sobre los pantalones de trabajo como si con tocar a aquella desconocida podría contagiarse de algún tipo de peste.

━No deje que lo engañe, mi señor. Estas putas se creen que todo hoy en día se paga con servicios extra.

Y les cerró la puerta en la cara, desde donde un cartel que rezaba la palabra "FUNERARIA" colgaba de un clavo suelto.

La mujer continuaba convulsionando y llorando en el suelo, envuelta por los brazos protectores de Rosaline, tan flaca y pálida como un cuerpo amortajado.

No fue hasta que esta alzó la cabeza que pudo reconocer ese rostro, antes frágil filamento de femineidad.

━¿Liv?

La muchacha pareció conocerla también, porque tan pronto como la identificó, se apresuró en cubrirse con sus escasas ropas como si se avergonzara de que la vieran así. Porque en efecto, aquella chica que tenía delante de sus ojos no era para nada igual a la Olivia que había conocido en el Soho, cuyo cabello se asemejaba al oro y sus pómulos sonrosados la hacían ver como una princesa.

No, aquella mujer estaba excesivamente flaca, portadora de una palidez casi fantasmal, con los pies sucios y descalzos, y su cabeza rapada.

Rosaline se estremeció ante la sola posibilidad de haberselo tenido que cortar para venderlo. Hecho que confirmó cuando esta le sonrió, y una mandíbula libre de tres muelas le habló débil y esperanzada.

━¿Rosaline? ━hasta su voz sonaba carrasposa━ ¿Qué estás haciendo aquí?

Tuvo que aferrarla con fuerza para ayudarla a ponerse en pie, lo cual no le resultó mucho trabajo, dado a que estaba tan delgada que su peso podría compararse al de un gato o un cachorro.

━Volví. Creí que Kath te había contado.

━No... ella no ━Olivia dejó que su semblante decayera lentamente, ocultando con pena la oscuridad que se apoderó de sus facciones.

Ella no sabía.

La castaña entonces se apartó un poco para contemplarla mejor. Su aspecto era deplorable, casi repugnante para ojos ajenos. Pero eso sólo hizo que la angustia en su cuerpo creciera, al no saber qué la habría llevado a tales límites. No quería siquiera pensar qué clase de oficio podría ejercer, ni las cosas que hacía para sobrevivir.

━¿Olivia qué haces despierta a estas horas? ¿Por qué estás vestida así? ¿Y Kath? ━pensar que su querida amiga estuviera en las mismas condiciones le puso el corazón en el cuello. Aquel día en la fábrica la había visto cambiada, pero no así de mal.

Rosaline rezó para que hubiera una explicación, pero ante su pregunta, las palabras de Liv se le quedaron atascadas. Ni siquiera supo cuando ni cómo alcanzó a pronunciarlas en un susurro.

━Necesitaba buscar al sepulturero ━dijo, provocando que la castaña frunciera el entrecejo.

━¿Por qué?

Y de repente todo fue demasiado. Olivia rompió a llorar con tanta fuerza que Sherlock y Rosaline se miraron consternados, creyendo que se desmayaría por el esfuerzo.

━Mi Kath... ━ella liberó un quejido angustioso, lo suficientemente débil para robarle el aliento, pero lo bastante claro también como para que ella llegara a escucharlo.

La verdad la golpeó como un puño, y lo sintió fuerte en las piernas, en el rostro, en el estómago... ahogando lo que sea que hubiese estado a punto de decir.

Aunque el viento de la calle tronaba más fuerte que nunca, un silencio total se instauró entre los tres. Ni Sherlock ni Olivia parecían saber qué decir. O tal vez estaban esperando que ella fuera la primera en pronunciar palabra, pero Rosaline sentía que, de repente, le habían sacado el alma del pecho.

━N-No lo entiendo. La vi hace una semana e... ella estaba bien ━La voz se le quebró en esta última palabra, viéndose obligada a abrir la boca como un pececito en busca de oxígeno.

De repente, algo en su pecho dolió. Una sensación quemante y desgarradora que sólo sintió una vez, en el día que perdió a su madre.

Era como verlo todo de color rojo al descubrir que le habían arrebatado algo importante, y lo peor es que ella ni siquiera lo sabía. No estuvo cuando sucedió. No había estado allí.

━¿Dónde está ella ahora? ━dijo en voz baja, pero al no recibir contestación inmediata, empezó a perder la paciencia━ ¡¿Dime dónde está, Olivia?! ¿Dónde la habéis dejado? ¡¿Dónde está mi amiga?! ¿Qué haz... ━y se le quebró la voz. Creía que ya no le quedaban lágrimas, y sin embargo estas resbalaron abundantemente por su nariz y cayeron en encima de la falda de su vestido de tafetán.

Sintió un agarre fuerte en sus brazos que la llevó hacia atrás. Era Sherlock, quien intentaba apartarla de la chica al darse cuenta de lo peligrosamente cerca que estaba de ella.

━Rosaline ya basta ━espetó. Liv se había echado a llorar de nuevo, pero ella se encontraba histérica.

━¡No, Sherlock! ¡Ella estaba bien! ¡Estaba bien! Cuando la vi en la fábrica me habló y pasamos tiempo juntas ¡Katherine no puede estar..!

Oh... pero sí podía.

Recordó la tarde de paseo en el Limehouse Lane. Katherine se veía tan frágil, tan desmejorada, tociendo con una frecuencia sospechosa que llegó a despertar su preocupación, pero la cual dejó pasar tras muchas insistencias

━Fue el tifus ━sollozó Liv━ Muchas de nosotras no han podido sobrevivir. Lo siento mucho, de verdad que sí, Rose. Si hubiera sabido que estabas aquí te habría buscado. Lo juro...

Ella apretó los párpados y suspiró, exhausta.

Había tanta rabia creciendo en su interior en esos momentos, tanto dolor, tanta cólera... pero descubrió al cabo de un rato que no era en contra de Liv, sino de sí misma por no haber mostrado mayor interés. Por no haber actuado cuando aún tenían tiempo.

La imagen de Kath surgió entonces en su mente como un flechazo de luz, en distintos escenarios. Con su cabello azabache ondeando bajo la suave brisa, sus ojos brillantes mientras enseñaba a los adultos trabajadores del puerto y la expresión radiante el día que se reencontraron en el salón de té. La niña que se subía encima de la cama de los dormitorios y se quedaba despierta hasta tarde para contar atemorizantes historias a las demás alumnas del colegio Atwood, la amiga que compartía su edredón con ella para no pasar frío en las noches de crudo invierno, la mujer que decidió luchar por sus sueños, su futuro...

Esa era Katherine Powell. Una mujer que, a pesar de su gran corazón, acabó muriendo en la ignominia como una miserable.

Tras un sollozo, se obligó a tragar grueso, y se abrazó al cuerpo de Olivia como si la vida se le fuera en ello.

Ella era la persona a la que más había amado Kath en su vida, y por tanto, no iba a dejarla desamparada. En honor a su memoria, Rosaline le prometió que no volvería a pasar hambre, ni necesidad, y que su cuerpo no volvería a ser visto por ningún otro hombre, o su alma consumida por la maldad.

Se quitó las joyas que había llevado esa noche al baile y se las dio, ignorando sus negativas. Eran un collar y dos anillos, regalo de la tía Caroline, pero ella no las necesitaba. Prefería saber que Olivia los tenía, y que con ellos, podría arreglárselas hasta que viniera a buscarla.

Luego de esto salió caminando calle abajo, sin siquiera detenerse a mirar por encima de su hombro. Su cuerpo era como una mota de polvo, ingrávida, sintiendo que sus pies se movían por inercia. Ni siquiera sabía si los padres de Kath estaban enterados de su reciente fallecimiento ¿Recaería en ella la responsabilidad de hacérselo saber? ¿Les importaría siquiera?

Unas manos la sujetaron por los brazos y la obligaron a detenerse en seco. Sherlock la observó seriamente, de arriba a abajo con los ojos apagados, como si quisiera hacerla darse cuenta de su estado, cosa de la que se percató tan pronto como vio sus extremidades temblar al igual que hojas.

Ninguno de los dos dijo nada, pero en el primer intento del detective por sostenerla con sus propios brazos, Rosaline se echó para atrás como si su toque la hubiese quemado.

━¿Me estás tomando el pelo? ━cuestionó, incapaz de contener una risa histérica. Realmente debía verse mal para que él estuviera dispuesto a darle un abrazo.

━¿Recuerdas lo que me dijiste aquel día en Baker Street? Sé que tu capacidad de razonamiento es mayor que tus emociones, pero no guardes todo eso para tí. No ahora, por favor.

Aquello la hizo enojar. La hizo enojar tanto que su primer impulso fue golpearlo directo en el pecho. Una vez. Dos veces. Tres...

Él, de todas las personas, era el primero que la recriminaría por dejarse llevar por sus emociones ¡¿Y ahora le estaba pidiendo que no las contuviera?! A veces la confundía tanto que lo detestaba.

Rosaline lloró mientras lo golpeaba, le gritó mil insultos, y por último cayó aobre su pecho luego de que el cansancio de una noche tan larga la superara. Los brazos del hombre la recibieron como un refugio, sujetándola a medida que se desmoronaba en llanto. Sus lágrimas manchándole la tela del saco, sin importarle en lo más mínimo.

━Llora ━susurró contra su pelo tiempo después━ Yo puedo cargar con tu pena. Déjalo marchar.

Y cuanto más lloró Rosaline esa noche, más convencida estuvo de que dentro de ella había una parte del océano.

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