10 | Rosaline Pies Cortos Tewkesbury
༺CAPÍTULO DIEZ༻
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Hombres. El día en que aprendieron a admitir un error fue el día en que se convirtieron en mujeres
Julia Quinn |Seduciendo a Mr. Bridgerton
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EN MEDIO de la tupida madrugada, con apenas las luces de las farolas prendidas y sin un solo carruaje, berlina o furgoneta que pasara por aquellas calles a esas horas, Sherlock Holmes caminaba ━o mejor dicho, sobrevolaba━ el asfalto de las aceras con pasos firmes, cada vez más apresurados.
━Rosaline date prisa.
━¡Eso intento! ¡¿No ves que eso intento?! ━contestó la mujer que lo acompañaba entre jadeos, a quien se le hacía bastante difícil seguirle el ritmo con aquel endemoniado vestido de casi seis enaguas y los zapatos de tacón entorpeciéndole el movimiento de los pies.
Por más que intentaba avanzar con mayor velocidad, le resultaba imposible desenvolverse en medio de aquella humedad, y si por asomo trataba de echarse a correr, probablemente acabaría con la cara fotografiada al suelo.
No obstante, podía entender la desesperación del detective a la perfección. No había pasado ni media hora desde que ella se despertó en el sillón del 221B, luego de su repentino desmayo a causa de la fatiga que le había provocado el corsé (el cuál, ahora yacía olvidado en el cesto de basura del estudio). Al recuperar la conciencia, había visto a Sherlock delante de ella, sosteniendo un pedazo de algodón bañado en alcohol para hacerla reaccionar; su rostro desinflado en una mirada preocupante, sin saber si se debía a ella o a la información que le hubo revelado justo antes de desfallecer.
Rosaline decidió tan solo atribuirlo al asunto de su hermana, y las supuestas acusaciones de delito por las que se la llevaron casi a rastras del baile de los Fabricantes de Fósforos. Después de todo, a esas alturas sus propios pensamientos tampoco podían dejar de dirigirse a Enola. Le había advertido tanto del peligro que corría al desobedecer a su hermano infiltrándose en aquella gala, pero ella prefirió ser más intrépida que cuidadosa y allí estaban las consecuencias: con su pesado trasero dentro de la cárcel y los pies de su institutriz a punto de reventar las ampollas.
Llegar al edificio de Scotland Yard fue un alivio, o por lo menos para ella, que al no contar con la misma estatura que Sherlock el camino se le había hecho más largo.
━¿Señor? ━un policía que se encontraba de guardia en la entrada elevó su semblante cuando los vio llegar.
Rosaline fue directo a sostenerse de una pared para deshacerse de su molesto calzado, liberando un gemido de placer cuando sus pies tocaron las lozas frías del piso. A esas alturas ya poco le importaba tener que quedarse descalza en medio de una estación de policía, pero Sherlock, a diferencia suya, iba hecho una furia hacia las escaleras.
━Señor... ━uno de los agentes quiso frenarle el paso, pero este lo ignoró olímpicamente con un gruñido.
━No sea ridíc...
Pero algo se interpuso en su camino.
Rosaline por poco terminó soltando un grito ante el estruendoso ruido que produjo el bastón al golpear la madera del mesón, impidiéndoles así el paso.
La mirada del pelinegro se dedicó a estudiar el objeto con frío detenimiento. Casi como si ya supiera a quién pertenecía.
━Superintendente Grail.
Bastó con solo pronunciar su nombre para que el aludido apareciera de entre los sombras, proclamando el lugar que su bastón había estado bloqueando como suyo. Este era un hombre visiblemente más viejo que el detective, o incluso que Lestrade, pero su cabello pelirrojo entrecano, oculto por un bombín negro, demostraba a la perfección que debía rondar entre los cincuenta o sesenta años.
━Señor Holmes. ━lo saludó entre dientes, posando seguidamente sus ojos de tiburón sobre la dama que lo acompañaba━ Lady Tewkesbury.
La castaña sintió que la piel se le crispaba de solo escucharlo. Por lo que Sherlock la hizo a un lado para apartarla de su temible presencia.
━Estoy aquí por mi hermana ━dijo sin más miramientos━ Si puede ocuparse de liberarla, se lo agradecería mucho. Es mi pupila y menor de edad.
━Y también una asesina ━alegó. Una acusación tan directa que hizo que la cara de Rosaline se volviera roja ¿Cómo se atrevía?
━¡Eso jamás...! ━empezó a decir, pero una advertencia en la expresión del detective hizo que dejara sus palabras a medias. Ambos sabían como comunicarse sin necesidad de palabras, tan solo con una mirada. Y sí, él tenía razón. No era momento para dejarse llevar por las emociones, por mucho que aquel hombre la sacará de sus casillas. El superintendente Grail era bueno en encontrar sus debilidades, y podría voltear el juego si así lo quisiese.
Por lo que, en lugar de perder los estribos, Sherlock tomó una honda respiración y volvió a hablar:
━Las pruebas que crea tener contra ella...
━Se la vio discutir con la víctima, seguir a la víctima, pelear con la víctima y estar junto al cadáver de la víctima ━lo interrumpió rápidamente, elevando su tono de voz a cada segundo━. Y cuando la hallamos allí, con sangre en las manos, se fue corriendo.
Vale, aquello tenía todo el sentido del mundo... pero Rosaline estaba segura de que su compañero tenía una solución para eso. Él siempre la tenía, y por supuesto, sus argumentos no tardaron en escapar por su boca.
━Vi la escena del crimen. Las marcas en la puerta indican que se abrió a la fuerza. Recientemente. Había señales de riñas y marcas de botas de tres intrusos distintos. Uno es corpulento a juzgar por la altura y el alcance de los daños. Los rastros de tela y de sangre sugieren que había otra persona, probablemente una mujer, que al parecer se defendió con un arma afilada e improvisada... antes de huir por la ventana. Fue una búsqueda para interrogatorio en la que se hallaron a dos mujeres, y luego llegó mi hermana.
━¡Y después llegó usted... ━resaltó la castaña sin quedarse atrás, observándolo con ojos acusadores━ Sorprendentemente rápido.
━Elemental, mi querida Rosaline. Así que, superintendente... ¿La liberará usted o me encargo yo?
Bendita sea la ciencia de la deducción, fue lo único que pudo pensar la joven institutriz en esos momentos. Viendo al mayor observarlos con cierta sorpresa ligada a la confusión de no entender cómo rayos lograron deducir toda la escena. Debía aceptarlo, estaba sintiendo cierto orgullo del hombre a su lado porque, claramente, sin esa habilidad tan escalofriante suya no habrían podido darle cara.
Sin embargo, ninguno de los dos se esperaba que el superintendente tuviera un haz bajo la manga.
━Sargento Beeston, por favor ━habló, dándole una orden al policía a sus espaldas que parecía haber sido planificada desde antes de su llegada. O eso supuso Rosaline cuando lo vio depositar un bulto de papeles sobre la mesa y, encima de ellos, un punzón afilado con rastros de sangre seca en su empuñadora.
━Coincidencia de huellas dactilares. Un nuevo invento suizo. ¿Ha oído hablar de él? ━inquirió Grail, a su vez invitándolos a comprobarlo por sí mismos.
Si bien Rosaline no guardaba conocimiento alguno sobre avances técnicos ni nuevas invenciones (no por ignorancia, sino porque no contaba con tiempo suficiente para leer el diario como antes) supo descifrar casi automáticamente que aquello no debía ser nada que contribuyera a su favor.
━¿Podría dar un vistazo? ━preguntó ella a su vez, acercándose junto al resto de los hombres para comprobar que lo que decían era cierto. No había que ser un estudioso ni un erudito para verlo.
Los rasgos del hijo mediano de Eudoria Holmes parecieron endurecerse de sobremanera tras analizar el arma, pero esto solo pareció empeorar cuando, al dirigirse a los documentos que mostraban con tanta seguridad, descubrió que existía cierta similitud entre las huellas
━Hace mucho más eficiente nuestro trabajo, en especial en un homicidio ━volvió a resaltar Grail.
━Mi hermana nunca tocó esa arma ━espetó el detective.
━¿Y entonces por qué tiene sus huellas?
Hubo silencio. Incómodo y absoluto.
Resultaba contraproducente pensar que una chica de su edad, y más tratándose de Enola, que por muy avispada que fuese jamás se atrevería a dañar a nadie, sería capaz de asesinar sin motivo aparente ¡Mucho más cuando ese alguien formaba parte de su caso!
En su interior, Rosaline no creería en tales acusaciones ni aún con todas las falsas pruebas del mundo que pudiesen presentar ante sus ojos. Por eso, cuando Sherlock trató de llevarla hacia la salida, ella mantuvo sus pies firmes sobre el linóleo del suelo que pisaba.
━Sigo preguntándome cómo logró arribar en el lugar del crimen tan rápidamente, superintendente. No habiendo nadie en el vecindario que hubiese escuchado gritos...
Cuando el aludido concentró su atención en ella, impulsado por las intenciones que se escondían tras las palabras que acababa de pronunciar y que iban dirigidas a él, la castaña no se amedrentó. Ni siquiera cuando este se acercó despacio, tan cerca suyo que podían respirar el mismo aire.
Su insolencia, definitivamente, lo estaba haciendo perder la paciencia.
━¿Es usted la policía o lo soy yo, mi Lady?
━Sólo decía porque algo aquí me huele a podrido ━murmuró Rosaline, zafándose del agarre del pelinegro con brusquedad para que dejara de tirar de ella hacia la puerta.
No se hiría de aquel sitio sin antes ver a Enola. Aún si tuviera que pasar por encima de todos esos monos con uniforme.
Así que, serena y pasiva como si nada realmente malo estuviese sucediendo y no se encontrase delante de dos policías, la castaña hizo el ademán de emprender el paso hacia las celdas. Pero una mano desconocida se cerró en torno a su brazo.
━No ━la regañó el hombre, ejerciendo una presión más fuerte de lo usual. Una que no fue suficiente para que ella agachara el semblante y se rindiera.
━Quiero verla ━espetó.
━Me temo que eso no podrá ser posible.
━¿Me llevará uno de sus hombres o lo hará usted mismo?
━No me haga tener que repetirlo más de una vez, señorita Tewkesbury. O de lo contrario...
━¿O de lo contrario qué, mi lord? ¿Me arrestará a mí también? ━lo desafió, comportándose con lo que otros habrían nombrado como descaro, pero que a ojos de Sherlock, era osadía.
Y a pesar de que la había visto enfrentarse a sus superiores con anterioridad, llevándole la contraria a Mycroft, o incluso peleando con él mismo cuando no estaban de acuerdo con un determinado tema, jamás imaginó que fuese capaz de plantarle cara a la misma policía de Scotland Yard solo para salvar a una chica con la que no estaba emparentada...
Pero que significaba tanto para ella como si lo fuera.
Al final, Grail tuvo que dar su brazo a torcer ante la insistencia de la vizcondesa. Quien fue guiada por uno de sus agentes hacia el lugar donde mantenían cautiva a su estudiante. De camino, Rosaline no podía hacer más que sentirse intimidada por la apariencia de aquel sitio. Siendo llevada por un pasillo frío y oscuro, apenas iluminado por algunos faroles de gas que colgaban de las paredes, parecía estarse adentrando en las catacumbas de la Torre de Londres, a donde llevaban a los criminales condenados a muerte.
Su mente no dejaba de lamentarse por el destino de su pobre Enola, por quien tuvo que cubrirse los labios nada más llegar a su celda designada.
Ella estaba ahí, sola y cabizbaja, con el mismo vestido que había llevado esa noche arrugado. Los mechones de pelo castaño se le escapaban del tocado de forma irregular, como si hubiera tenido que forcejear constantemente con los guardias que la abandonaron allí, sin comida ni agua.
━¿Cabra de montaña? ━Rosaline alcanzó a llamarla, haciendo el intento sin que su voz se escuchara frágil.
Pero ella no contestó, simplemente se quedó callada observando el suelo con la mirada perdida. Y cuando el agente le permitió pasar al interior, Rosaline prácticamente se lanzó a sus piernas para abrazarla y sujetarle las manos heladas.
━Dios mío, Enola... ━no pudo evitar que las lágrimas se le acumularan en los ojos. Verla así era como sentir que todo estaba perdido━ ¿Qué fue lo que te hicieron, mi niña?
Vio su cuello, el enrojecimiento que lo rodeaba como un anillo, y las palabras se le atascaron en la garganta. Afortunadamente, Enola pareció reaccionar a su presencia elevando su mirada hacia ella. Sus ojos también estaban enrojecidos y la expresión que le dedicó le hizo el alma pedazos
━Soy una total fracasada.
━Enola...
━No, Rosaline. No intentes ser condescendiente conmigo. Lo sé.
Entre negaciones, la castaña se obligó a recoger cada uno de sus pedazos mientras iba y tomaba asiento a su lado en la banca. Un perpetuo silencio se instaló entonces entre las dos, a la vez que trataba de darle tiempo y le tomaba de las manos para propiciarle el apoyo que sabía que necesitaba en esos instantes. Porque tenía que saber que confiaba en ella, que a pesar de su constante y puede que un poco exagerada preocupación, también era consciente de que podía con todo esto, porque simplemente había nacido para marcar la diferencia.
Porque ella era asombrosa y Rosaline estaba ferozmente orgullosa de la mujer en la que se había convertido.
━No. No lo eres ━murmuró en tono seguro, obligándola a elevar su vista para que pudiera verla mientras le decía━ Eres Enola Holmes. Primera mujer perditoriana y buscadora de almas perdidas. Eso es lo que eres.
Esperó luego de esto. Esperó alguna reacción que le mostrara que había escuchado. Porque de lo contrario entonces ya no era su estudiante quien habitaba ese cuerpo fantasmal, sino una chiquilla asustada que se había dado por vencida ante el desafío. Y por un segundo, realmente creyó que la había perdido... hasta que esta se volteó.
━Lo siento ━murmuró la joven detective en un hilo de voz. Acto seguido, se refugió en sus brazos y, junto con ella, Rosaline se echó a llorar.
Sus palabras le habían transmitido una señal de rendición muy atípica de Enola, pero sus ojos... sus ojos parecían un poco húmedos, y la forma en que sus cejas se fruncieron y su labio temblaba, era obvio ahora que estaba vulnerable. Estaba preocupada. Preocupada de que ella no pudiera aceptar su disculpa. Preocupada de que ella no la perdonase.
━No hay nada que perdonar, preciosa ━susurró en su cabello, sintiendo que sus propios ojos comenzaban a lagrimear.
━Me comporté horrible contigo ━sollozó━ Estaba molesta. Creí que me habías cambiado por esas dos chicas...
Rosaline dejó escapar un suspiro.
Y pensar que había estado preocupada todo ese tiempo de que ella le guardara algún tipo de resentimiento por su partida, cuando en realidad solo se sentía sola.
La ternura y el alivio la invadieron y la abrazó con más fuerza, meciéndola un poco en sus brazos y acariciando su cabello mientras le daba un beso en la parte superior de la cabeza.
━Yo nunca haría eso, cariño. Jamás te cambiaría.
━Y luego también Tewky... ¡Estaba tan celosa, Rosaline!
Ella rió, casi inconscientemente.
━Lo sé, lo sé.
Mientras la sostenía, sus manos chocaron con un objeto pequeño en su hombro izquierdo. Uno brillante, como una moneda de cambio. Pronto se percató que se trataba del broche que ella misma le había obsequiado durante su cumpleaños número dieciséis.
━Nunca me lo quité, lo juro. Siempre supe que regresarías ━dijo Enola, avergonzada por su reciente comportamiento. En cambio, su institutriz volvió a mover la cabeza, negando a la vez que le acunaba el rostro entre sus manos.
━Vamos a sacarte de este infierno. Ya verás.
Y selló esa promesa con un cándido beso en su frente, justo antes de que el guardia le avisara que su tiempo de visita había expirado y, por tanto, debía marcharse cuanto antes si no quería buscar un problema mayor con el superintendente, quien a esas alturas se encontraba incomodado por su forma de actuar y referirse a él delante de toda la policía, poniéndolo en ridículo y rebajando su cargo con sospechas que hacían cuestionar la veracidad trabajo.
Por eso, cuando esta pasó por su lado acompañada del guardia, ya satisfecha tras su berrinche para que la dejaran ver a la niña, los ojos de Grail la siguieron de cerca hasta que la vio cruzar la puerta.
No quería adelantarse a los acontecimientos, pero intuía que aquella mujer iba a convertirse en un problema a futuro, si no es que ya lo era, y él no deseaba más piedras que pudiesen entorpecer su misión o lo hicieran sacar baches indeseados. Aunque tampoco era como si una representante del sexo más débil fuera capaz de causarle más dolores de cabeza que una simple perreta, mucho menos siendo tan frágil como lo era esta. De ahí los evidentes deseos del señor Holmes por mantenerla al margen, o tal vez se debiera a algo más de lo que aún no estaba enterado...
De igual forma, un dúo como el de esos dos no podía ser descartado tan fácilmente. Pues una vocecita le susurraba en su nuca que su intromisión podría poner en peligro todo lo que había adelantado en cuanto a la búsqueda de Sarah Chapman, así como lo hizo la chiquilla. Por lo que tendría que mantenerse a cuatro ojos antes de dejar que todo se fuera al caño.
Cuando la ahora vizcondesa se reunió el detective a las afueras de la comisaría, este se encontraba parado en el borde que va de la acera a los adoquines.
━La he visto ━Rosaline se detuvo a su lado, hombro con hombro, observando la farola que a pocos metros iluminaba casi todo el callejón━ Está bien, pero... también asustada.
Sherlock no respondió con palabras, su semblante solo permaneció imperturbable mientras pensaba en silencio, dándole la impresión a la castaña de que ni siquiera la había escuchado, lo cual hizo que su angustia hirviera hasta llenarle los ojos de lágrimas.
━¿Qué vamos a hacer ahora, Sherlock? ━articuló con voz débil. Si él tenía alguna idea, entonces ya era tiempo de que la pusiera en marcha, porque ella se había quedado sin alternativas.
Tenía tantos líos en la cabeza que el cansancio no tardó mucho en golpearle los sentidos, su cuerpo estaba adolorido, sus pies enllagados... apenas sí fue consciente cuando él tomó su mano y la sujetó con fuerza.
━Necesito que vengas conmigo.
La mirada de Rosaline se posó en la suya a una velocidad antinatural ¿A dónde, en nombre de todos los cielos, podría pedirle que lo acompañase esas horas de la madrugada?
Ambos ya se encontraban fuera de las oficinas de Scotland Yard, en medio de la acera humedecida y con las calles desiertas. Ni una sola alma se veía transitando. Si hubiese sido una dama como otra cualquiera, la castaña se habría negado ante el solo pensamiento de encontrarse a solas con un hombre soltero.
Solo que Sherlock no era cualquier hombre, y Rosaline no era como las otras mujeres.
━¿Qué es lo...
━No te lo pediría si no fuera estrictamente necesario ━la interrumpió, sin siquiera darle tiempo a formular la pregunta━ Es todo por la seguridad de Enola. Pero lo que estoy a punto de hacer consistirá en un golpe grave para mi ego, así que me haría bien que estuvieses presente y así apaciguar las aguas en caso de que no logre ser lo suficientemente claro.
Una vez más, había vuelto a usar su elaborada verborrea para dejarla confundida. Pero Rosaline no tenía tiempo para objetar nada, ni para pedir explicaciones que los atrasaran. A la mañana siguiente llevarían a Enola a la prisión para mujeres a las afueras de Londres, y su destino a partir de ahí sería incierto. Aunque no dudaba que para deshacerse de ella Grail fuera capaz de darle el peor castigo de todos.
Y ella no podía permitir eso.
►Así que solo bastó que la oscuridad de sus ojos se topara con la claridad de los de Sherlock a través del espacio que los separaba, y supo que los dos estarían mejor si no se separaban, al menos por esa noche.
Sin soltarle la mano, Sherlock tiró de ella y ambos salieron al callejón, encaminándose hacia el este. Tras unos instantes advirtió que su compañera temblaba de frío y renqueaba porque le dolían los pies a causa de las piedras. Al menos para el siguiente cruce, el pavimento sería más llano, y lo suficientemente iluminado como para ver las piedras. Pero tras unos minutos avanzando con pasos cada vez más lentos, el hombre se detuvo en medio de la calle, respiró profundamente y se volteó.
━Te llevaré a caballito ━le dijo, haciendo que lo mirase horrorizada.
━¡Sherlock! ¡De ninguna manera!
━Debes permitírmelo. Te sangran los pies, ¿verdad?
━No puedo verlo.
━Pues si no sangran ahora, lo harán después, y no queremos más retrasos ━espetó sin darle derecho a réplicas. Acto seguido, le dio la espalda y se inclinó para que subiera━ Eres ligera como una niña. Venga, arriba.
━Sherlock…
━Rodéame el cuello con los brazos y sube, Rosaline━ordenó, en un tono digno del mejor detective de Londres, no dejándole otra alternativa más que la de saltar a su espalda, y cuando estuvo bien sujeta, la agarró por detrás de las rodillas y la levantó.
A continuación, con sus extremidades inferiores balanceándose entre sus brazos, ambos partieron hacia el East End, acompañados por el manto de la noche y a mucha más velocidad.
En su interior, la apellidada Tewkesbury pedía porque a nadie se le ocurriera salir para pasear a la mascota a esas horas, ya que, de los dos, ella se encontraba en una posición más que escandalosa. Y quien quiera que los viese pasar, probablemente acabarían llamando al manicomio más cercano.
Sin embargo, no se sentía del todo mal. La espalda del pelinegro era ancha, sirviéndole como soporte y un refugio cálido donde apoyarse a medida que avanzaban y las temperaturas disminuían. En un momento, Rosaline apoyó su rostro sobre su hombro, abrazándose todavía más fuerte para aprovechar el calor que este desprendía, el cual le transmitió una sensación agradable... como estar en casa.
En medio del silencio, sin pronunciar palabra alguna, se dio cuenta de que sus interacciones ya no le eran tan extrañas. Sino que se sentía como la cosa más familiar que hubiese experimentado en los últimos meses. Tan familiar como detenerse a leer su libro favorito, o sentir la brisa del campo abierto, el olor húmedo de la lluvia, o recoger flores y repasar sus significados.
Recién se daba cuenta de lo mucho que lo había echado de menos... a aquella sensación de conformidad, de paz, de confort. Y eso que se encontraban protagonizando una escena bastante extraña, Rosaline no dejaba de repetirse que, de tener oportunidad de elegir, se quedaría así toda la vida: en sus brazos. Como las flores que echan raíces, en un solo corazón para siempre.
━Ya llegamos ━anunció Sherlock minutos después, despertándola y ayudándola a regresar a su lugar de vuelta al suelo.
La castaña se restregó los ojos, gesto tan aniñado que provocó una sonrisa inconsciente en los labios del detective. La última vez que la había visto hacerlo fue en Baker Street, cuando culminaba de estudiar las páginas del herbario y se despedía somnolienta hasta la mañana siguiente.
━¿Es este el Salón de Té de Edith? ━cuestionó, atrapando su mirada fugazmente.
Sherlock le dedicó un asentimiento, tragando grueso a la vez que paseaba su mirada por la estructura del local.
━Lo es.
Como su educación dictaba, abrió la puerta y la invitó a pasar primero. Ambos entonces se dirigieron hacia las escaleras que daban a la segunda planta, tratando de no chocar contra ninguna estantería en medio de la oscuridad que se tragaba el pasillo hacia el salón de clases de defensa personal.
Todo se encontraba sumido en un absoluto silencio, sin rastro de la dueña por ningún sitio, haciéndolos cuestionarse de si habían acudido al lugar correcto o simplemente habían llegado en el momento menos adecuado.
━¿Tenéis idea de qué hora es? ━preguntó una voz conocida, la cual, además de un susto, hizo que la joven institutriz liberara un suspiro de repentino alivio.
━Hola, Edith.
Tanto ella como Sherlock se voltearon en dirección a la morena, quien se encontraba cubierta por su bata de dormir y un edredón que le cubría los hombros. Sus ojos, aún cansinos, los escrutaron de la cabeza a los pies.
━Tienes suerte, Holmes, casi te quiebro las piernas ━resaltó mujer, saliendo de su escondite entre las sombras para dirigirse al detective━ Luego reconocí los hombros y el saco de huesos que llevas al lado. Tienes hombros muy reconocibles, y ella una clavícula muy peculiar.
Con el entrecejo fruncido, Rosaline se dedicó a mirarse el pecho como si buscara la razón de aquel comentario. Si, no era menos cierto que había perdido mucho peso en las últimas semanas, pero tampoco se consideraría a sí misma como un saco de huesos.
Entornando los ojos, Sherlock fue directo al punto de aquella visita:
━Arrestaron a Enola.
Esto pareció despertar algún tipo de alarma en los sentidos de la apellidada Graytson que, afectada, cuestionó:
━¿Por qué?
━Por homicidio ━agregó Rosaline, percibiendo cierta amargura en su lengua tras pronunciar aquella palabra. No lo gustaba en lo más mínimo.
Sherlock entonces se aclaró la voz, dirigiéndose nuevamente hacia la amiga de su madre con un tono de voz acongojado.
━Quizá quedó enredada en algo mucho más peligroso de lo que creía. Y hay algo sobre este caso que...
━¿La deducción no bastará para resolverlo? ━inquirió Edith, haciéndolo exhalar en señal de rendición.
━Quizá necesite tu... ━al ser incapaz de culminar la frase, Rosaline le propinó un codazo en las costillas que lo dejó casi sin aliento. Y luego de una tos exagerada, este se recompuso para finalmente decir━ Necesito tu ayuda.
━Los dos necesitamos tu ayuda ━rectificó la vizcondesa.
Y ante la desesperación que se reflejaba en sus pupilas, Edith no pudo hacer otra cosa más que asentir.
━ Como siempre decía mi madre: "Quienes pueden pedir ayuda cuando la necesitan son los más valientes".
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