03 | El significado de las camelias
༺CAPÍTULO TRES༻
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Se nos prohíbe tener corazón, so pena de ser abucheadas y de arruinar nuestro crédito. Ya no nos pertenecemos. Ya no somos seres, sino cosas.
Alejandro Dumas |La dama de las camelias
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¿LLEGARÍA el momento donde las preocupaciones no formaran parte de su vida rutinaria? Rosaline lo dudaba mucho, sobretodo considerándose el ser humano más reflexivo del mundo, que cuando no contaba con un pensamiento demasiado estresante para debatir en su cabeza, terminaba creándose uno de la nada.
Era el pan suyo de cada día.
Sin embargo, aquella mañana se había levantado con la misma molestia de la noche anterior entre ceja y ceja. Un remolino de tormentos que anunciaban con previo aviso la llegada de un evidente dolor de cabeza, acentuado todavía más por el uso de las horquillas, las calurosas enaguas y el corsé atormentador que se obligaba a llevar desde que pasó a ser una señorita comprometida con un respetable hombre de sociedad.
Si ignoraba todas las capas de ropa y maquillaje que traía encima, el alo de su expresión debía lucir realmente deplorable, pues de otra forma su casera no la habría mirado con tanta lástima cuando la vio aparecer silenciosamente en el comedor, como un espectro que deambula por los alrededores y no advierte de su presencia.
Era aún muy temprano, Daisy y Violet seguían dormidas, por lo que se sentó sola en la mesa del desayuno, pero sin una pizca de interés en probar las delicias que la señora Park había preparado especialmente para ella. Estaba exhausta, y su mente continuaba dando vueltas en los mismos temas que la hacían sentir impotente, incluso para su propia familia.
Las palabras de su tío Whimbrel seguían repitiéndose en lo más recóndito de sus recuerdos, desde el día de ayer cuando la llevó a su despacho para discutir un tema de carácter delicado:
━Como ya haz de saber, sobrina, yo jamás me casé o tuve hijos. Mi deber en toda mi vida ha sido dedicarme por entero al servicio de mi país, y es debido a eso que tengo intenciones de cederte gran parte de mi herencia y aquella que en algún momento correspondió a tu difunto padre. El dilema es que... ajustándonos a las normas de esta sociedad, necesitas estar legalmente casada primero...
Y Rosaline sabía que ni aún así sería realmente suya, puesto que las normas patriarcales no le permitirían ser dueña de nada. Ni siquiera de sus propios hijos, si es que alguna vez los tenía. Era la cruda verdad que soportaban las mujeres de su época, incluso las que como ella no limitaban su existencia a ser solo una pieza decorativa. Pero... ¿Acaso le iba a ser posible continuar resistiéndose una vez estuviera casada?
Las preguntas no dejaban de acumularse unas detrás de otras...
Quería a Edward. Era un hombre comprensivo, que amaba sus virtudes y no le importó en lo más mínimo que ella fuera una joven desamparada a cargo de dos menores que aún necesitaban de su guía. Empero, ¿No decían que el matrimonio divide los derechos y multiplica las obligaciones? Rosaline ahora debía considerar el futuro. No de sueños y esperanzas, no, eso ya quedaba atrás en el pasado con su antigua yo. Sino de realidad. De ser la esposa de un hombre, y los deberes que implicaría tal cosa.
━Señorita Barnum, tiene visita. Un joven la está esperando en la sala de estar ━la voz de la señora Park la sacó de sus cavilaciones para traerla de vuelta a la tierra, en donde realmente debía que estar.
La castaña apartó su desayuno a un lado, sacudiendo la cabeza enérgicamente para exorcizar sus pensamientos.
━Hazlo pasar ━articuló débilmente. Tal vez necesitaba más horas de sueño.
Dentro de poco la figura del joven Laurence apareció por el marco de la puerta, llevando su sombrero de copa bajo el brazo y un bastón que dejó junto al colgador antes de acercarse a saludarla.
━Buenos días, mi lady ¿Cómo amaneció mi prometida esta mañana? ━exclamó, rompiendo su mirada jovial en una sonrisa que solo desapareció cuando sus labios se acercaron para besar los delicados nudillos de la castaña.
Rosaline se obligó a reír:
━Estoy estupenda.
Sin embargo, Edward ladeó su rostro como si quisiera estudiarla con detenimiento.
━No te creo ni un poco ━le dijo━ Te noto algo decaída ¿Qué pasó? ¿Enfermaste durante el viaje? ¿Necesitas que llame a un médico?
No debía sorprenderla el que Eddie la conociera tan bien, que pudiera leer los destellos de miedo y aprensión en su rostro tan fácilmente como las palabras en una página. Habían compartido meses de amistad como para eso.
━No es necesario ━susurró━ Yo solo me quedé despierta hasta altas horas. No podía apartar de mi cabeza las palabras que dijo mi tío ayer durante nuestra conversación ¿Puedes creer que no tengo derecho a mi propia parte de la fortuna familiar a menos que nos casemos?
━Es lo que dicta la ley, cariño. Según la doctrina del Derecho Consuetudinario. Ha sido así por años ━argulló Eddie, en un tono tan pasivo que por un instante le hizo recordar a Mycroft. Acto seguido, se dejó caer en una silla y, para prestarle atención, dejó su sombrero sobre la mesa.
Rosaline hizo un gesto que la llevó a tomarse las manos encima de la falda, frunciendo el entrecejo con aire inquisitivo.
━Pero eso te daría el poder para ser dueño de todos mis bienes, no a mí.
Eddie dejó escapar un suspiro corto, pues no deseaba tener ese tipo de conversación tan temprano en la mañana, sobretodo porque intuía que de continuarla ambos acabarían cayendo en una disputa de voluntades.
Suavemente se acercó, tomándola por los hombros para calmarla.
━Para cuando eso suceda ya ambos seremos marido y mujer, por lo que podremos discutir con respecto a ello y siempre que necesites ayuda monetaria en ese sentido puedes dirigirte a mí.
━Pero sigue siendo mi dinero ¿Por qué pedir permiso por algo que es mío por derecho?
Podrían decir que su insistencia era el rasgo más irritante de su persona, pero aún así esto no hizo perder la paciencia a Edward. Muy pocas cosas lograban sacarlo de quicio en realidad, y mucho menos si estas estaban relacionadas con su encantadora prometida.
━Tengo una idea ¿Qué te parece si vamos a la modista para ver ese vestido que Lady Caroline encargó para tí? ¿Si? Luego de eso podemos ir y comprar unas flores para las niñas si así gustas ━sugirió, todo con el objetivo de hacerla olvidarse del tema, cosa que a la castaña no le pareció bien, pero tampoco podía evitar ablandarse cuando él se refería a las chicas como sus niñas.
━Tengo asuntos pendientes que resolver hoy, Eddie.
━Lo que sea que tengas que hacer yo puedo acompañarte.
━Esto es algo debo hacer sola ━espetó, y a pesar de que no deseaba sonar muy abrupta o ruda, no pudo evitar que en el rostro del caballero apareciese una expresión decepcionada, por lo que se apresuró en hacerle entender━ Además, no quiero retrasarte de tu reunión con Lord McIntyre.
Él asintió, comprensivo, tomando sus manos para besarlas juntas en señal de que estaban bien.
━Como así lo desee mi dama ━sonrió, yendo a recoger el sombrero antes de ofrecerle su brazo con galantería━ ¿Nos vamos?
Rosaline hizo un intento por camuflar el suspiro cansino que se coló a través de su boca con una sonrisa. Realmente se sentía exhausta después de una noche que le supo tan larga, pero no podía dárselas de perezosa y ermitaña manteniéndose en la cama durante todo el día. No sería propio de ella. Además, tal y como había dicho, tenía algunos pendientes que no podían esperar más tiempo.
Así que tras ponerse sus guantes, aceptó el brazo de Edward y juntos salieron de la casa de huéspedes para emprender su camino por las calles de Londres.
Trescientos treinta y seis días habían pasado desde la primera vez que el detective navegante del misterio, Sherlock Holmes, adoptó la costumbre de realizar visitas al Covent Market Garden durante las mañanas de Sábado. No sabiendo muy bien qué lo empujaba, pero sí siendo consciente de que sus beneficios traía cuando lograba apartar los tormentos con los que cargaba constantemente, muy a pesar de que solo fuese por una o dos horas.
En un principio, el ruido del bullicio, los vendedores y el resto de los transeúntes solía provocarle severos dolores de cabeza, pero una vez que comenzó a adaptarse a la verdadera apariencia del mercado, las molestias se quedaron atrás como viejas memorias. Al menos, aquel sitio era un respiro a la grotesca parodia del mundo que hasta ahora había conocido en los vecindarios ricos de Londres, hechos de ladrillos y piedras, con todas aquellas chimeneas y picos de tejados que se dibujaban en aquel vaporoso cielo.
Aunque el hecho de tener que cruzarse con tantas personas aún se le hacía bastante desesperante.
Empero, todo eso solía desaparecer nada más llegar a la sección de las flores. Y sí, resultaba extraño que precisamente fuera él quien se atreviera a pasearse por los corredores llenos de las distintas especies cuando en algún momento del pasado aquel dibujo podría haberle provocado repulsión debido a su tozuda ignorancia. Pero lo cierto era que... luego haber encontrado aquel herbario en su oficina, haciéndole recordar con nostalgia y plagando su alma de un sentimiento vacío de soledad que lo hacía morir cada día. Sherlock comenzó a echar de menos el aroma de los ramilletes, y pronto, ver los jarrones tan vacíos se le hizo inaceptable.
Así que ahora vagaba por el mercado, callado, buscando una muestra ideal para representar sus interminables temores. Ya ni siquiera el trabajo lograba distraerlo ¿Y cómo podría si se tornaba cada vez más complicado? El caso de los robos gubernamentales venía taladrándole el cerebro desde hacía muchas semanas, y aún, muy pocos adelantos logró obtener en medio de ese juego tan confuso que iba entre un punto y otro. Hilos que desaparecían y reaparecían en otros sitios, solo para estresarlo más de lo que ya era humanamente posible.
Pequeños pétalos de penseés, que eran pensamientos en francés, yacían esparcidos por el suelo en el que caminaba. Una parte en su interior agradeciendo que aquel lugar fuese una buena opción de escondite para pasar desapercibido, pues no muchos lo reconocían como el detective que aparecía todas las semanas en las páginas del Pall Mall Gazette.
Un puesto de un vendedor ambulante en una carreta tirada por una yegua anciana llamó su atención de entre tantos. Las cestas que llevaba tenían ramos ya preparados, traídos frescos del jardín, no con una gran variedad, pero sí con los capullos de numerosos estambres que se le hicieron reconocidos nada más detenerse.
Las camelias rosas florecían solo dos veces al año en Inglaterra, durante los meses de principio del invierno y finales de la primavera. Similares a las peonías, pero delicadas como las rosas. De no haber sabido el Lenguaje Secreto de las Flores no se habría tomado tanto tiempo para analizarlas fervientemente hasta tomar su decisión.
━Un ramo de camelias, por favor ━solicitó al vendedor, quien se las pasó con una expresión cordial, como si creyera que estaban destinadas a una persona especial.
Sherlock supuso que de conocer quien era realmente no se haría tantas ideas erróneas, aunque no le importaba en realidad. La vida de los compradores no debía ser de su incumbencia, así como él ya no estaba para más tardanzas.
Se dio la vuelta, dispuesto a regresar a Baker Street para volver a concentrar su mente en documentos y patrones, sin saber que algo más en el panorama lo haría frenar sus pasos en seco.
De repente, la monotonía de su día a día se vio perturbada por una figura gracil a pocos metros.
¿Rosaline?
►Tenía la cabeza ligeramente inclinada sobre una cesta llena de un montón de anémonas multicolores, aspirando su olor con los ojos cerrados. Un reflejo que Sherlock recordaba al igual que una fotografía en su memoria, la más bonita de todas.
No obstante, había algo estilizado en ella ahora. Un porte diferente y especial, menos descuidado. El cabello castaño, salpicado de destellos dorados que saltaban con la luz del Sol, iba sujeto en un recogido cuidadoso, tan distinto a las coletas descuidadas que solía hacerse antes. También el vestido, inclusive, era mucho más bonito que los que llevaba en sus días de institutriz, cuando podía prescindir del corsé femenino sin problemas y ponerse chaquetines. A él ciertamente nunca le molestó su apariencia, pues siempre la vio como la misma criatura de aspecto delicado y simple. Lo que tenía delante ahora, sin embargo, era una mujer en toda la extensión de la palabra.
La única que había tenido poder suficiente sobre él como para dejarlo en ese estado, sin palabras... y que continuaba teniéndolo evidentemente.
Solo hizo falta verla otra vez para que todos los muros de Sherlock comenzaran a temblar. Casi tanto como su respiración cuando la vio elevar su semblante, tal y como si se hubiese percatado de que alguien la espiaba muy de cerca, por lo que él se volteó automáticamente, rezando porque mirara hacia otro lado y no lo descubriera allí.
Claro que esto no sucedería.
━Sherlock...
Ahí estaba. El momento inesperado que había pedido no protagonizar y que, para su mala fortuna, el destino decidió poner en medio de su camino como un recordatorio de que no era tan fácil despegarse de aquello que le hizo sentir tanto en el pasado.
Rosaline dio un paso al frente. No necesitaba ver su rostro para reconocer que se trataba de él. Llevaba las señales en la espalda y el cuello, tan reconocibles que no le provocaron dudas, y cuando finalmente se dio la vuelta para encararla, parecía que había envejecido diez años en tan solo once meses. Los bordes rojos alrededor de sus pupilas le transmitieron sin necesidad de palabras que había pasado gran parte de la noche despierto, probablemente sumido de lleno en un nuevo caso o realizando experimentos.
Por otra parte, cuando él levantó la vista finalmente y la vio, el mundo a su alrededor se desvaneció hasta la nada. Habló tanto con los ojos, le dijo lo bueno que era verla y cuánto la extrañó en ese tiempo, pero en cambio, lo que salió por sus labios fueron murmullos inentendibles. Estaba demasiado absorto como para siquiera articular palabras.
━Realmente eres tú ━aunque era un saludo casto, Sherlock sintió el peso de él sobre su pecho. Presionando sus costillas para restablecer el firme control que tenía sobre su corazón.
━Y tú....
Rosaline apretó los dientes con fuerza, pues se sentía demasiado nerviosa en ese instante, y el revuelo de emociones encontradas y provocadas por ese encuentro no hacían más que abrumarla.
━¿Co...Cómo haz estado? Todo este tiempo quiero decir. Ha pasado mucho.
━Así es. Tú luces cambiada ━la miró, como queriendo dar prueba de su descubrimiento. En efecto, lo estaba. Era una mujer completamente nueva━ Creí que estarías aún en Escocia.
Vio como esbozó una sonrisa tímida, tan propio de ella. Al menos eso no había cambiado.
━Apenas he vuelto. Para visitar a mi familia.
━¿Familia?
━Sí. Descubrí que soy sobrina del duque de Basilwether. Soy una Tewkesbury ━reveló━ Por supuesto, lo sabrías si hubieras leído alguna de mis cartas.
El semblante del hombre entonces descendió, en parte avergonzado y en parte arrepentido. Lo cierto es que no era ajeno a la noticia de su parentesco con el vizconde, pues él mismo había iniciado su propia investigación la noche después de que verla abandonar Baker Street. No le supuso demasiado esfuerzo llegar a la verdad, pero para entonces, ella ya había descubierto la verdad por su propia cuenta, y él decidió que no sería un obstáculo en el avance de su vida. Aún si con eso terminaba rompiendo el hilo invisible que aún mantenía su relación y que no habría permitido que ambos se reencontraran ese día como dos desconocidos.
━He estado ocupado ━respondió escuetamente, provocando que por los labios de la fémina surgiera una sonrisa amarga.
━¿Cuando no? ━inquirió. Aquellas palabras, disparatadas pero evasivas, habían roto la paz que reinaba en su interior, en el que, hasta ese momento, había vivido feliz como una niña sin pensar que volvería a verle jamás━ ¿Sabes? Debo admitir que me resulta raro verte por aquí, y comprando flores... asumo que hay alguna afortunada detrás de dicho gesto.
Los ojos del detective se abrieron con sorpresa. Pronto la forzada neutralidad se vio siendo opacada por una repentina confusión, que lo llevó a actuar de la forma más estúpida posible entre tartamudeos:
━Oh no. No. No es lo que parece, esto es... es para un caso. Nada importante.
Rosaline no iba a negar que esa reacción logró provocarle cierta gracia, muy a pesar de que su vista no parecía querer apartarse de las rosadas camelias envueltas en papel de regalo. Le era imposible creer que estas estuvieran dirigidas a un simple caso, pero no obstante, tampoco se veía con el derecho de reclamar nada cuando ambos tomaron rutas por separado. Sherlock podía obsequiarle flores a quien quisiera, después de todo, ella ya tenía a alguien que se las regalaba cada mañana. Sin embargo, el solo pensamiento de que una mujer hubiese podido lograr ese avance en él le dejaba un amargo sabor de boca.
━¡Querida, aquí estás! ━ambos se sobresaltaron cuando escucharon una voz alzarse a sus espaldas, y cuando el pelinegro miró por encima del hombro femenino, descubrió al hombre que corrió hasta posicionarse al lado de Rosaline━ Encontré un puesto repleto con camelias y lilas de campo. No sé si sean de tu agrado, pero al menos no son promotoras para la alergia de Daisy.
La mano masculina descansando en su cintura, el intercambio de miradas confianzudas y una sonrisa devota por parte del desconocido hicieron crujir algo en el interior del detective. Tal vez solo su alma. Llevándolo a sacar sus propias conclusiones.
━Sherlock, él es mi prometido. Edward Laurence ━susurró Rosaline con voz entrecortada.
Un millón de pensamientos pasaron por su cabeza después de esto, ¿Estaba comprometida? Habían pasado apenas once meses desde su último beso, y ahora la vida lo golpeaba de lleno en las costillas con aquella noticia. Rara vez Sherlock se mostraba estupefacto, sorprendido, o absorto con algo, pero esto fue especialmente discordante. Se había propuesto evitar sus cartas para evadir este tipo de cosas, puesto que desde muy joven descubrió que la ignorancia era, de hecho, felicidad. Y si se hubiera enterado antes de su decisión, se habría torturado a sí mismo al respecto.
Mejor así, pensó tristemente. Tenía que concentrarse en la crisis que llevaba ahora entre manos. Ya no podía verla como una vieja amiga o un viejo amor. Ahora ambos eran como dos extraños.
━El mismísimo e inigualable Sherlock Holmes ━exclamó el nombrado Edward con un dije de admiración en su voz, a la vez que extendía una mano amistosa en su dirección━ Es un placer tener la oportunidad de verle en persona. Soy un gran admirador de su trabajo y desconocía que Rosaline y usted fuesen amigos.
Amigos, la castaña quiso recurrir al sarcasmo como única vía de escape. Sin embargo, se mantuvo seria mientras observaba como el detective declinaba del saludo en silencio. Una oleada de incomodidad instalándose en la boca de su estómago al notar el brillo rencoroso de sus pupilas.
Rápidamente se aferró al brazo de Eddie, tirando de él hacia atrás.
━Deberíamos irnos. Se está haciendo tarde y no puedo dejar a las chicas mucho tiempo solas ━le dijo, recibiendo un asentimiento por su parte.
━Si eso deseas, iré a llamar al carruaje.
Ella se dirigió luego al detective, dedicándole una última mirada diplomática.
━Fue bueno verte, Sherlock ━le dijo, y su frialdad, aún disfrazada de cortesía, fue como mil cuchillos apuñalándolo directamente en el pecho━ Supongo que ya nos veremos por ahí. Saluda a tu hermana de mi parte.
Y lo dejó allí, varado en el horizonte miserable de su derrota. Si es así podía llamársele.
A su cerebro le costaba asimilar que aquella era la Rosaline que conocía, la misma Rosaline que meses atrás se apareció ante él y su hermano en ropas de dormir porque sus acciones corrían mucho más rápido que sus pensamientos. La misma que se paseaba por el 221B con sus faldas arrugadas mientras hacía y deshacía a su gusto. La que nunca se callaba y usaba sus momentos reflexivos para sacarle conversación aunque esto interrumpiera su trabajo. Y ciertamente, la que nunca hubiese preguntado por su hermana solo para enviarle un simple "saludo", puesto que la Rosaline que él conocía y quería lo habría atacado con una marejada preguntas sobre el bienestar de la niña (ya no tan niña).
Bien decían que el tiempo cambiaba a las personas, pero él nunca creyó que esto pudiera aplicarse a ella. Sin embargo, acababa de tener la prueba más grande de todas de que la vida continuaba su curso, independientemente de lo demás.
Sus ojos fueron a parar en el ramo de camelias rosas que aún sujetaba en mano, dejándolo caer al suelo finalmente donde lo aplastó con la suela del zapato.
Ya no volvería a casa temprano esa tarde. Necesitaba un trago para borrar los malos recuerdos.
HELLOOO ¿CÓMO ESTÁN TODOS?
Ya sé, ya sé que me tardé, pero ¿Pueden culparme? La trama se va poniendo cada vez más complicada, sobretodo conmigo queriendo incluir escenas originales en medio de la película de Enola Holmes 2, y además mi trabajo por el otro lado robándome incluso parte de mi tiempo libre. 😭
Anyways ¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Se lo esperaban? Personalmente mi parte favorita fue a la hora de describir los pensamientos de Rosaline en cuanto a su situación, de como las mujeres en aquel entonces no tenían derecho a poseer propiedades a menos que su padre o esposo las financiaran.
Sé que ahora ella está doblegándose un poco ante las costumbres de la sociedad victoriana en este acto, pero quiero hacer entender que Rose es un personaje que pone la seguridad y el bienestar de los demás por encima del suyo, y ahora mismo para ella el poder darles una vida digna a sus primas es lo que más le importa. De ahí viene la decisión de comprometerse con un joven heredero, pero claro, muchas cosas pueden cambiar próximamente 😚😏
OJO:
¿Alguno de ustedes sabe el significado de las flores mencionadas en este capítulo? 💐✨
QUIERO LEER OPINIONES EN ESOS COMENTARIOS. De lo contrario siento que escribo para fantasmas. Como dice Eudoria Holmes: Tenéis que hacer algo de ruido si quieren que la autora los escuche!!! Venga venga.
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