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CAPÍTULO 5


—Algún día tendrá que cambiar, ¿no? —responde su progenitor encogiéndose de hombros.

—Para que eso llegara a pasar, mi hermana tendría que cambiar el chip de su cabeza y no la veo muy dispuesta a ello. Es más, cada vez va a peor. Tendría que pasar algo muy serio o grave para que Mónica cambiará su manera de ver la vida. —se sincera con su padre. —Además todos sus amigos son iguales. Solo le interesa el dinero, el lujo y por supuesto figurar. Aparecer en los eventos y fiestas más importantes de la ciudad. Nada de profundidad. Nada de pasear un rato por la playa sin maquillaje, ni joyas, ni teléfono.

En Barcelona, Raúl lleva a su sobrino a tomar un zumo en una cafetería, mientras él se toma una cerveza. El cantante piensa en Rosalía mientras saborea su bebida. Esa mujer le ha impresionado tanto en tan sólo un rato... Es distinta, pero sobre todo distinta a Mónica. Son como la noche y el día.

Rosalía es una mujer hermosa, adulta y segura de si misma. Tan segura de si misma que no se maquilla, apenas usa tacones y sus complementos son discretos, casi inexistentes. Esa dama le encanta, sin embargo para su profesión, para su imagen artística estaría muy lejos de lo considerado ideal.

¿Una mujer sin maquillaje, ni cirugías, con las arrugas propias de la edad en su rostro? ¡Imposible!

Tal vez no sea adecuada para su imagen como artista, puede que no nade en dinero, y sin embargo, en diez minutos le ha dicho lo que nadie, a excepción de su mánager, se había atrevido a decirle. Es la persona menos indicada para el artista, pero le encanta. Una sonrisa aparece en su rostro. Esa mujer ha tirado por tierras todas sus ideas superfluas y preconcebidas. Y lo ha hecho con razonamientos contundentes que nadie podría rebatirle.

Por desgracia, algunas de las cosas que él le contó sobre el mundo del espectáculo son ciertas. En este momento y desde hace unos años ya, se valora más el aspecto que el talento. Ahora se fabrican artistas, hay poco artista genuino y de talento. Aunque Rosalía tiene razón en algo. Debería valorarse más el talento que el físico.

Se lanzan muchos cantantes nuevos al mercado. Durante un tiempo triunfan y las discográficas, mientras tanto, se llenan los bolsillos. Con el paso del tiempo, desaparecen. Muy pocos se mantienen, ya que muy pocos tienen talento de verdad. Los que, como él, llevan años en ese mundo y tanto les costó llegar, han de reinventarse de manera constante, aunque para ello tengan que hacer ciertas concesiones.

Raúl observa a su sobrino tomarse su helado, al mismo tiempo que dos grupos de mujeres; uno de adolescentes y otro de mujeres adultas de su misma edad más o menos le observan.

Los dos grupos le han reconocido, aunque sus reacciones son distintas por completo. Las adolescentes con la emoción desbordada, propia de su edad, no le quitan ojo. Todas las jóvenes, la mayoría de quince años. Alguna de trece años que ha dejado de ser niña y está en la preadolescencia, quieren acercarse a saludar al artista, hacerse fotos y pedirle autógrafos. Todas las jóvenes, a excepción de una chica rubia que observa a sus amigas bastante alteradas.

—¡Relajaos un poco! No es para tanto. —les dice.

—¡Es Raúl Baute! ¡Es tan guapo, tan bueno, tan todo! —responde una de sus amigas mientras el resto de sus amigas le observan igual de emocionadas.

Su amiga niega con la cabeza.

«Solo es un idiota» «¡Inmaduras!» piensa la muchacha.

A unos metros de allí, el otro grupo de mujeres degustan sus platos. A excepción de una de ellas que se comporta de la misma manera que las adolescentes de la mesa de al lado.

—María tienes treinta y cinco años, haz el favor de comportarte. Solo es un hombre por muy famoso que sea. Seguro es un engreído, superficial y caprichoso. Ya sé que eres fanática suya, pero ya tienes una edad. —le reprocha una de sus amigas, de cabello corto oscuro y algo ondulado, a la mujer de cabello dorado, lacio y largo.

—No hay edad para el amor. —responde Bárbara con cara de bobalicona sin dejar de mirar al artista.

—¿Qué amor? No digas tonterías. Ni siquiera le conoces.

—No le conozco todavía, pero eso está a punto de cambiar. —asegura ella levantándose para dirigirse hacia él.

—¡Ni se te ocurra! —le advierte otra de sus amigas. -Además está con un niño que seguro debe ser su hijo. Su mujer debe andar cerca y no le debe causar mucha gracia que le mires babeando.

—Llegó solo. Quizás ni siquiera esté casado.

—Peor aún. —contesta la primera de sus amigos que le recriminó su actitud. —Padre soltero.

—¡Sois unas antiguas! —dice la mujer rubia negando con la cabeza. —Eso era ya no tiene importancia. Quizás sea divorciado.

—No me extrañaría. Todos estos del mundo del espectáculo son unos libertinos que se divorcian doscientas veces y se vuelven a unir a alguien en menos que canta un gallo. —comenta otra mujer del grupo de cabello castaño y liso.

—Y lo dice alguien que se ha divorciado dos veces y tiene una nueva pareja. —reprocha la rubia mirando a su amiga.

La aludida le dedica una mirada de enfado.

—Los artistas son personas como las demás con sus problemas en la vida como todo el mundo, pero su vida es aireada de manera pública, además los "periodistas", —dice entrecomillando la palabra periodistas con las manos, —cuentan lo que les parece y como les parece. En numerosas ocasiones inventando mentiras de los personajes famosos, porque el morbo vende y el morbo en la mayoría de las veces es igual a mentira. Ellos saben como lavar el cerebro de la gente y que crean lo que ellos quieren. Sí, puede que yo sea inmadura para mi edad en muchas cosas, pero al menos no soy una hipócrita que critica la vida de alguien solo porque es famoso. —responde la mujer levantándose en dirección a Raúl.

Cerca de allí, el grupo de adolescentes en su mayoría, dirigen también sus pasos hacia el cantante.

En ese momento, Baute se levanta de su silla y abandona junto a su sobrino el local, frustrando así las intenciones de quienes dirigían hacia él.

En su clínica capilar, Rosalía recibe una llamada de su exmarido y padre de sus hijos, informando a la mujer de su próxima llegada a Barcelona para visitar a los hijos que ambos tienen en común.

—En cuanto tenga la habitación en un hotel y la fecha de viaje te vuelvo a llamar. —le explica el sueco.

La emprendedora se queda pensativa por unos segundos. A ese hombre y ella ya no les une nada, salvo sus hijos. Ahora su relación es amistosa, puesto después de todo tienen hijos en común y compartieron su vida durante unos años, aunque no fue así en un principio.

—Te puedes quedar esos días en mi casa. Si quieres. —le propone ella

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