CAPITULO 4
En unos minutos, Mónica tiene su cuenta de Instagram abierta. Espera tener muchos seguidores que voten todo lo que suba y por supuesto que la alaben de manera constante. Como tiene que ser. Ella necesita halagos y alabanzas como respirar. Está hecha para ser halagada.
Quiere seguidores y ser muy famosa en esa red social.
Desea convertirse en una 'it girl',ser una referencia para las chicas en cuanto a moda se refiere.
Mónica ya se imagina a las revistas de moda más famosas proponiéndole un blog en ellas. Aunque también es consciente que no será tan fácil. A fin de cuentas a ella nadie la conoce todavía.
Hay muchas mujeres jóvenes y bellas en esa red social con sus mismas pretensiones, aunque ella se considere superior a todas. Algo tendrá que hacer para llamar la atención y destacarse entre el resto. Y hará lo que se sea. Una sonrisa ilumina su rostro al pensar en algo. Acaba de tener una idea.
Lejos de allí, su hermana hace algo muy distinto. Visita hospitales públicos donde hay niños enfermos para ver en que puede ayudar. Desea ayudar con voluntariado o con dinero, consiguiendo tal vez de ambas formas.
Lo que se ve allí, le parte el alma. Un niño debería estar con sus padres en casa, o jugando y haciendo travesuras como todo de ha de hacer. Y no vivir en un hospital, sin cabello en la cabeza consecuencia del cáncer que muchos de ellos padecen. O todavía peor conectados a una máquina que vive y respira por ellos.
Aún así, a pesar de todo eso, algunos todavía conservan las ganas de vivir y una sonrisa en la boca.
La quimioterapia y los tratamientos en varias ocasiones les dejan sin fuerzas, pero eso no logra derrumbarlos y son felices con cualquier pequeño detalle, sobre todo si alguien que no es de la familia, acude a entretenerlos un rato y sacarles una sonrisa. Esos pequeños guerreros que a veces no se quejan para no preocupar a sus padres. Tan pequeños y ya podrían dar lecciones de vida a más de una persona.
Luego la chica piensa en su hermana y en su frívola forma de vida. Mónica que forma un drama y se echa a morir cuando asegura no tener nada que ponerse ese día, cuando en realidad tiene el ropero lleno. Porque cuando dice no tener nada que ponerse es porque ya se ha puesto cada prenda dos o tres veces. Y eso para ella es más que suficiente.
En realidad la exnovia de Raúl desearía no repetir modelito nunca, pero a veces no le queda más remedio que hacerlo. Siempre ha de tener siempre lo último de lo último. Eso incluye el también la tecnología.
Los teléfonos móviles más caros, así como las tablets más grandes y completas del mercado, y de los que, dicho sea de paso, se cansa enseguida.
La hermana de la chica niega con la cabeza. Mónica derrochando dinero en cosas estúpidas y sin importancia y algunos hospitales sin poder dar tratamiento adecuado a algunos niños ingresados porque no hay fondos suficientes.
«¡Qué locura!» piensa la joven.
Lejos de allí el padre de las dos muchachas se reúne con la modelo a la que tuvo que cancelar una campaña por culpa de un capricho de Mónica. Pero la maniquí no termina de fiarse del empresario. Él que lo entiende, se disculpa con ella.
—No volverá a suceder. Se lo prometo. Y si tengo que prohibir su entrada en la empresa lo haré. —le asegura el hombre.
—¿Sería capaz de eso? —se sorprende la joven.
—Desde luego. Cometí un gran error al ceder a su capricho. Pero es mi hija y...—se justifica
—Lo sé y hasta cierto punto lo entiendo. —le sonríe la joven pelirroja de ojos negros.
En Barcelona, Rosalía termina de revisar el cabello, se sienta en la silla de su despacho y comienza a escribir sobre un papel en blanco. El cantante se sorprende.
—Estamos en el siglo XXI, supuse que escribiría en una tablet o algún tipo de la dispositivo electrónico. —dice Raúl mientras se mesa el cabello. —Es lo lógico. Es lo que hace la gente actualizada.
En ese momento, Rosalía levanta su vista del papel por unos instantes y le mira muy seria. Raúl enseguida se da cuenta que ha metido la pata.
—Ese es el problema de muchas personas, actúan y utilizan lo que usa el resto del mundo, solo por eso, para no sentirse distintos al resto de la humanidad. Bueno, pues yo en algunas cosas, soy diferente a "vosotros" que sois todos iguales. —responde la muchacha.
En ese instante él no sabe donde meterse tal es la vergüenza que siente. Hay que reconocer que esa mujer tiene razón en lo que ha mencionado.
Raúl la observa con detenimiento, aunque en esta ocasión no lo hace mostrando una de sus grandes sonrisas. La está estudiando.
Si en el primer minuto que la vió le impresionó su aspecto, a medida que transcurrían los minutos fue descubriendo que ella era diferente muy diferente al resto de las mujeres con las que el suele relacionar. Es posible que en la mayoría de las cosas no estén de acuerdo, pero a diferencia de las demás chicas que le rodean que le siguen la corriente, le dicen lo que quieren oír, se muestran melosos con él y siempre andan subidas en unos tacones, muy maquilladas y peinadas, ella no.
No es sólo que apenas se maquille y se arregle de forma sencilla, es que además tiene un fuerte carácter y sin pelos en la lengua. Le dice lo que opina, le guste o no.
Mientras tanto el sobrino de Raúl, sale de la consulta. Por hoy el tratamiento para su problema del cabello ha terminado y va a buscar a su tío.
En su consulta, Rosalía se levanta de la silla y entrega un papel a Raúl con los productos que tiene que comprar para complementar el tratamiento que ella le hará allí.
—Por el momento y hasta nueva orden, nada de mechas, ni de tinte, ¿de acuerdo? —dice ella abriendo la puerta de su despacho.
—No llevo tinte, ni mechas. Soy rubio natural. —le asegura él.
Rosalía vuelve a mirarle seria por unos segundos.
—Puede que sea rubio natural, eso no lo discuto, pero también lleva mechas. No trate de engañarme. —le asegura ella.
Raúl sonríe con picardía. Le gusta verla enfadada. Eso la hace verse más guapa todavía.
Raúl besa una mejilla de Rosalía y sale corriendo de allí igual que un niño cuando hace una travesura. La mujer sorprendida se acaricia la mejilla, mientras le ve alejarse.
A unos metros de allí, Raúl se reúne con su sobrino y ambos abandonan el centro capilar.
En Venezuela, Alicia toma una importante decisión. No sólo va colaborar como voluntaria en hospitales y allá donde sea necesaria para su ayuda, además va a donar la mitad de su ropa a instituciones de caridad. Se la pone poco y ella no necesita tantas cosas para vivir. Le da igual lo que la gente de su nivel social piensen sobre eso. Ella no vive de lo que ellos opinen sobre su manera de vivir. Cuando comunica esa decisión a su progenitor, este la felicita. Se siente orgulloso de ella y le gustaría que Mónica hiciera lo mismo.
—Mónica es demasiado hueca y superficial para hacer eso. Solo le importa el dinero y el aspecto. —le asegura ella.
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