—Estás demasiado segura de eso, demasiado segura de ti misma. —responde su hermana mirándola con desaprobación.

—¡Claro! No puede ser de otra forma. Raúl muere de amor por mi. Solo tengo que chasquear los dedos, —dice haciéndolo a continuación, —para que vuelva a mi lado cuando yo lo decida. —asegura Mónica con una sonrisa triunfal acompañada de su característica actitud prepotente.

—No deberías asegurar las cosas de esa manera. —le aconseja su hermana. —La vida te puede sorprender y bajarte de golpe de la nube a la que tú solita has decidido subir.

—Tú lo que me tienes es envidia. —le reprocha Mónica con vehemencia. —Envidia porque siempre he sido más hermosa que tú y porque Raúl me eligió a mi por encima de ti. —dice la caprichosa joven intentando sin éxito herir a su hermana con sus palabras.

Su hermana sonríe mientras niega con la cabeza.

—Es una pena que con treinta años todavía mantengas esa actitud infantil. Supongo que nunca cambiarás. No todo en esta vida es el aspecto externo y el dinero, deberías aprender a poner los pies sobre la tierra. Nos hemos criado en un mundo de lujo, belleza y opulencia que es engañoso. Por suerte hace ya tiempo que yo desperté a la realidad, pero tú sigues inmersa en él. Es muy cómodo estar como estás tú. Lo maduro es ver la realidad que la gente como tú se niegan a ver. Nunca he tenido envidia de tu aspecto, pues por desgracia es lo único que tienes en la vida. La belleza y la juventud se van, luego solo queda la persona. Con respecto a Raúl, nunca le vi con ojos de mujer, sino con ojos de amiga. Es gran chico, obvio con sus defectos y virtudes. Pero desde que estuvo contigo se volvió más como una versión tuya en masculino. Caprichoso, algo superficial y poco responsable.

Mónica sabe que su hermana en el fondo tiene razón en todo lo que le ha dicho, pero se niega a admitirlo y actúa como lo haría una niña pequeña, marchándose de allí para no seguir escuchando esa reprimenda.
Además no tiene argumentos con los que rebatirle todo eso. Como hace cuando tiene una rabieta por algo, Mónica sube a su deportivo blanco y se marcha de compras.
Eso es lo único que la relaja, aunque en la mayoría de las ocasiones ni siquiera llegue a estrenar todo aquello que compra en un arrebato de furia

Mónica gasta sin mesura, ni control, aunque tampoco le importa demasiado. Ella es rica, pertenece a una de las mejores familias de Venezuela, en lo que al aspecto económico se refiere.
¿Para qué va a preocuparse de los que casi no tienen para comer? No pertenecen a su mundo, no tiene roce con ellos y por tanto no le afecta.
Además está segura que su hermana exagera cuando le habla de la crítica situación monetaria en la que sobreviven algunas personas.

En la boutique de lujo a la que Mónica ha acudido ya la conocen, es la mejor clienta del local. Ya la conocen de sobra y saben que cuando compra de manera tan compulsiva, como en ese momento, es porque ha discutido con alguien. Eso les complace ya que es el negocio el que sale beneficiado. Cada vez que la ven llegar como una exhalación, se frotan las manos, pues saben que se dejará una gran cantidad de dinero.

En cuanto sale de la tienda cargada de bolsas, la joven entra en la joyería más cara del centro comercial. Allí adquiere unos pendientes de oro blanco bastante costosos.

Lejos de allí, su padre revisa las tarjetas de crédito de su mujer y de sus hijas. Sabe lo que se va a encontrar. Como sospechaba, Alicia apenas ha tocado su tarjeta y sus gastos están incluso por debajo del límite de gasto que les ha marcado. El empresario sonríe satisfecho. De las tres mujeres de su vida, Alicia es sin duda la más responsable.
Cuando revisa los estados de cuenta de su esposa no se sorprende en exceso. Ha gastado mucho, eso es cierto, pero nada alarmante, dentro de lo que es habitual en ella.

Sin embargo, cuando revisa los gastos de Mónica sí se alarma. Su caprichosa hija ha excedido con mucho sus propios límites de gastos.
Son desmesurados incluso para ella. Tendrá que hablar con Mónica de manera urgente para ponerle las cosas claras. O se modera con los gastos de su tarjeta o tendrá que buscarse un trabajo para pagarse sus caprichos.

Ama a su esposa con el alma, pero sabe que no ha educado a sus hijas de manera responsable.

Él estaba demasiadas horas fuera de casa trabajando como para darse de lo que estaba pasando. Si se hubiera percatado, no habría permitido que sus dos hijas fueran criadas y educadas en la creencia que todo merecen por ser guapas y ricas.

Eso no es algo real.

Por suerte Alicia maduró hace años desde que conoció a esa madre humilde que perdió a uno de sus hijos por falta de recursos económicos. Aquella dolorosa bofetada de realidad la hizo poner los pies en la tierra.

El empresario sabe que su esposa no es mala persona, ni Mónica tampoco, pero viven equivocadas, cegadas por el brillo falso del lujo y el dinero. Algún día tendrán que despertar.

En Barcelona, Rosalía trata de hacer entender a Raúl que hay que luchar por las cosas importantes en la vida.

—Dime algo, ¿si escucharas cantar a alguien con una voz impresionante sin ver su aspecto exterior, dejarías de pensar que tiene una hermosa voz y gran talento tan sólo porque no tiene aspecto de modelo? —le pregunta la mujer a Raúl.

—No, pero el mundo en el que me muevo es así. El aspecto de un artista es tan importante como su talento. —se sincera él.

—Eso no es cierto. Y si eso es así es que en realidad las discográficas no buscan artistas reales, sino gente guapa con canciones pegadizas, aunque carezcan de talento y no vayan a durar más allá de unos años. Solo los utilizan para enriquecerse y cuando no los necesitan los apartan. Me parece patético y muy triste.

Lejos de allí, en Venezuela, Mónica decide abrirse una cuenta en Instagram. Su ego se lo está pidiendo a gritos. Necesita seguidores que voten por sus fotos y la alaben.