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CAPÍTULO 14


Raúl está demasiado seguro de si mismo aunque en realidad es más una pose, una fachada, que una realidad. No es menos cierto que siempre ha tenido mucho éxito con las mujeres, no sabe si su aspecto o por la combinación de físico, fama y dinero. Aunque su musculoso mánager o "el croissant de chocolate" como a veces el artista le llama cuando están de broma, tiene algo más de éxito que él.

Quizá sea por sus músculos, el color chocolate de su piel y que, la verdad sea dicha, es bastante más maduro que él aunque no hay muchos años entre ambos de diferencia, apenas tres, tal vez cuatro años.

Hay que reconocer que su mánager es un tipo muy guapo, no tiene problemas en reconocer eso, aunque a él le pierdan las mujeres.

Lo cierto es que tanto Rosalía, como esa presentadora que le entrevistó poco después de su llegada a Barcelona son guapas y del tipo de mujer que le gustan físicamente, rubias, altas y espigadas. También ha salido con chicas morenas, como su ex novia Mónica e incluso con alguna pelirroja, pero su debilidad siempre han sido las rubias altas y espigadas. Las rubias como él.

Rosalba le atrae mucho pero la presentadora ya le dio a entender que es una mujer casada. Sin embargo, Rosalía le gusta más, mucho más. De hecho le encanta y le fascina como ninguna otra persona hasta la fecha.
Le da igual que no sea una mujer muy sofisticada, sino más bien de elegancia sencilla. Le dan igual las arrugas que apenas empiezan a asomar en su rostro. Todo eso le da igual.

Quizá sea el motivo por el cual le encanta esa mujer por no ser perfecta, por carecer de postureo. Por ser una mujer bella, aunque normal y natural. Una mujer de esas que no está acostumbrado a tratar en su mundo.

En casa de Rosalía, su madre mira con desaprobación al que fue su yerno durante unos años.

—Dejadnos solos. Vuestra abuela y yo tenemos que hablar. —les dice el europeo a sus vástagos.

Nunca hubo buena sintonía entre los dos, aunque intentaban que los hijos de Rosalía con el sueco no tuvieran que sentir la tensión que había entre ellos. A pesar que no había una buena relación entre ellos, sobre todo de la madre de Rosalía hacia su ex yerno, jamás hablaban mal a los menores de la otra persona. Eso era algo entre ellos que a los niños no debía afectarles.

—Vine a ver a mis hijos. A pasar más tiempo con ellos. —responde el padre de los menores.

Su suegra no confía demasiado en su palabra.

—Para eso ya tienes las vacaciones. —le recuerda la mujer.

—Nunca me ha soportado, ¿verdad? —le pregunta el hombre.

—No. En contra de lo que crees al principio incluso pensaba que mi hija podría rehacer su vida contigo y que la ayudarías a olvidar el dolor que fue para ella perder a Marcus el día que iban a casar, pero solo eras un mentiroso que terminó engañando a mi hija con otra mujer. —le reprocha la dama.

—Ella nunca me quiso, nunca me amó realmente. —se defiende John.

—Rosalía nunca te engañó, siempre te dijo que no te amaba, pero al parecer eso no te importó. Tú querías casarte con ella igualmente. Al principio pensé que lo decías porque eras un gran hombre. En realidad solo deseabas cumplir tu capricho de casarte con mi hija.

—No soy perfecto, señora Elisa, cometí el error más grande al hacer lo que hice, pero si me casé con Rosalía es porque de verdad la amaba. —se sincera el europeo con la que por años fue su suegra. —Me sentía solo. Por más que traté de conquistar su corazón no lo logré. Tuve su cuerpo, ella deseaba ser madre, pero nunca tuve su corazón.

—Esa no es una excusa para engañarla. —responde la madre de la empresaria molesta.

—Le fui infiel, sí. La pasión me consumió, pero solo era sexo. Engañarla hubiera sido negar lo que había hecho y decir que estaba loca o que se imaginaba las cosas. Eso no habría sido de hombres. La fui infiel, sí, jamás se lo negué. Necesito que me perdone, quiero recuperar a mi familia.

—Ya sabía yo que te traías algo entre manos. —asevera la abuela materna de los pequeños. —Hay que tener muy poca vergüenza para pretender recuperar lo que has perdido por tu culpa y solo por tu culpa. Más te vale que no metas a tus hijos en esto e intentes que te ayuden a reconquistar a mi hija. Si compruebo que los estás utilizando para acercarte otra vez a mi hija vas a conocer una parte mía que no te va a gustar en absoluto. —le advierte la madre de Rosalía muy enojada al hombre que tiene frente a ella para ir en busca de sus nietos instantes después.

En Venezuela, el amante secreto de Mónica la observa actuar en las redes sociales. Se hará pasar por otra persona en Instagram, concretamente en una mujer. No van a comprobar a todo el mundo se abre perfiles a a diario.

¿Acaso van a pedirle que mande una foto de la persona que dice ser?

Ese es el peligro y a veces la ventaja de Internet. Nunca se sabe con total seguridad quién está detrás de ese perfil, salvo que sea una cuenta verificada y ese tipo de cuentas suelen corresponder a personajes conocidos y él no es alguien famoso...de momento.

—Voy a lograr que confíes en mi y me cuentes todo lo que necesito saber y lo que no le has contado a nadie. Así sabré como actuar. —dice el hombre mientras analiza el perfil de Mónica en dicha red social.

Su personalidad en Instagram no es muy diferente de la que él conoce de tú a tú. Tal vez en su perfil sea más engreída y se venga más arriba porque mucho gente ve sus publicaciones a la vez. Eso le encanta. Adora ser el centro de atención aunque sea contando mentiras. La gente es muy fácil de engañar.

Lejos de allí, Rosalía se despide de su amiga en la puerta de la cafetería con dos besos. Ambas prosiguen sus caminos hacia sus respectivos destinos, pero en ese momento uno de los tacones, no muy altos, pero sí finos, de los zapatos de Rosalía se enganchan en el hueco de una alcantarilla.

En ese momento, cuando trata sin éxito de sacar el pie de allí pierde el equilibrio y se cae al suelo golpeándose una de sus manos.

—¿Te encuentras bien? —pregunta una varonil y seductora voz masculina.

Al alzar la mirada, la ejecutiva descubre al mánager de Raúl, Jason Morgan mirándola preocupado.

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