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Alvin

TW: Este capítulo contiene violencia sexual explícita a un personaje querido, si eres sensible a este tipo de cosas, te recomiendo dejar el fic! por tu bienestar mental y emocional.






































-No me dejes -suplicó, sus ojos estaban llenos de terror- ... no me dejes... aquí solo...

Topo lo miró, con aquellas gemas castañas que delataban lo inseguro que se sentía, incluso si su rostro parecía relajado.

-Volveré, -le dijo casi susurrando, pero con determinación-, y entonces podremos irnos a casa juntos.

Luego de eso, vio como desaparecía corriendo.

Álvaro se quedó ahí, dentro de la camioneta, atado de manos y esperando a que Antuña tuviera éxito en su cometido.

No pasaron ni cinco minutos, cuando dos hombres salieron de la casita, hechos unas fieras.

En cuanto notaron el vehículo abierto, los sujetos lo vieron acusadoramente. Uno de ellos se subió y se le acercó para agarrarlo agresivamente del mentón.

-¿A dónde mierda se fue ese hijo de puta? -le interrogó.

Su conmoción y miedo era tanto, que Alvin no pudo decir nada en absoluto.

-Sí no nos dices lo que queremos saber, te juro que te vamos a hacer mierda, gil asqueroso.

Al no obtener respuesta alguna, el agresor lo soltó con desprecio, luego lo agarró de la playera, desgarrandola un poco.

-Con que no querés hablar, ¿he? ¿Querés que te dé una buena razón para no hablar? -El sujeto tironeó de la playera ajena, hasta reducirla a jirones.

Pintos dejó escapar varios lamentos que no se entendieron en lo más mínimo, luego trató de defenderse dando patadas frenéticas.

Antes de lo que pensó, el sujeto ya estaba desabrochando sus pantalones.

-¡Dejalo, estúpido! -gritó otro de ellos- ¡Ese es el pibe especial que quiere Santi! ¡No seas pelotudo!

-Dale -respondió el otro, al tiempo en que empezaba a tocar a Álvaro de manera muy agresiva-, no va a pasar nada solo por hacerlo venirse.

-¡No! ¡Por favor, para!

El hombre que había intentado detenerlo, miró por algunos segundos la escena, para luego simplemente suspirar y voltearse.

El resto de los secuestradores hablaron entre sí algo que Alvin no logró comprender, pero estaba seguro de haber escuchado el apodo de su compañero.

Poco después, el trío se fue en un auto rojo, dejándolo a merced de su agresor.

-Hoy vas a ser mi puta, ¿escuchaste, Álvaro Pintos? -le susurró el hombre en el oído.

-Basta... por favor...

Alvin aún no lograba comprender como era que todo había llegado hasta ese punto, cuando ellos todo lo que querían era dar una vuelta por el parque antes de ir al aeropuerto.

Trató de defenderse a como diera lugar, pero el sujeto tenía clara ventaja sobre él. En apenas unos segundos, ya lo tenía encima, lamiendo su cuello, lleno de deseo.

Estaba jodido.

Estaba jodido sin entender qué había hecho mal.

Unos alaridos de dolor provenientes de la cabaña lo hicieron sobresaltarse, y no tardó en deducir que era Marrero quien se lamentaba de esa forma.

De tan solo imaginar las cosas que podrían estarle haciendo, Pintos empezó a llorar.

Desesperado por todas las sensaciones en su cuerpo, y por el hecho de no estar haciendo nada mientras su amigo era cruelmente torturado, empezó a forzar su manos para liberarse de las ataduras que lo inmovilizaban.

No logró nada más allá de quemarse la piel, aparte de provocar la furia de su agresor, que le propinó un fuerte golpe en la mejilla.

-Por favor -dijo, ya con la voz quebrada-, por favor... quiero ir a casa.

-¿Querés ir a casa? ¿Eso querés? -dijo de manera burlesca el sujeto- por mi te llevaría, digo, ha de ser más cómodo cojerte en tu cama que acá, ¿no?

Alvin cerró los ojos, con el miedo y el dolor invadiendo su cuerpo.

El asco junto con el calor infernal empezaron a marearlo, nublando su razonamiento. Sin embargo, a pesar de ello, Alvin pudo distinguir un apellido entre los lloriqueos y gritos de Marre.

"Tavella"

"No, Tavella, por favor"

La pregunta del millón pasó por su cabeza, al mismo tiempo en que el hombre empezaba a morder su pecho y quitarse los pantalones.

¿Por qué Marrero estaba pronunciandolo como si le tuviera terror?

En sus pensamientos, una teoría apareció, y no le gustó para nada, porque Santiago Tavella sería incapaz de hacerle daño a la pequeña familia que tanto lo amaba.

Además, no tenía sentido alguno, pues nunca se hubieran llevado al de bigote si este fuera un cómplice del secuestro. Para empezar, jamás lo hubieran subido al vehículo en contra de su voluntad.

Lo único que se le ocurrió, fue que, probablemente, Marrero decía eso porque había visto algo horrible, algo brutal hecho con Tavella.

Quiso convencerse de ello, creer que era verdad.

Pero ¿por qué esa idea le parecía más consoladora pero mas ficticia que la anterior propuesta?

El fuerte sabor de la virilidad de aquel hombre adentrándose en su boca, lo hizo aterrizar en la realidad, con el impulso casi incontrolable de vomitar.

Fue entonces que notó como su propia angustia se había mezclado con la del tecladista, creando una aterradora y desesperada sinfonía.

Cosa que solo parecía excitar más a su agresor.

Álvaro no quería estar ahí.

Se obligó a cerrar los ojos con fuerza, se obligó a calmarse.

Se obligó a no estar ahí.

Salen de casa, se dirigen al parque, pero Tavella propone cambiar de ruta para salir de lo que hacen comúnmente, y le hacen caso.

No.

No cambian de ruta.

Salen de la casa, se dirigen al parque, siguen el camino de siempre, aunque Tavella quiere ir por otro lado. Nada fuera de lo común.

Están en el parque, charlando bajo los árboles que dan sombra. Hace calor.

Entonces aparece la furgoneta negra, los acorrala, bajan dos hombres, los amenazan, pistola en mano...

¡Basta!

No hay camioneta, nadie los amenaza, nadie les apunta con una pistola en la cabeza.

Nadie les hace daño.

Hacia adelante, profundo, hasta que la punta golpee la garganta.

Hace calor, van por un helado, se ríen de cosas bobas, como siempre lo hacen cuando salen a pasear. Todo es bonito.

Incluso se encuentran a Riki de casualidad, el los saluda y los acompaña.

¡No!

Si Riki llega, a él también lo obligan a subir a esa jodida camioneta, a él también lo asustan y también lo meten a la casita de campo.

¡Pero no hay camioneta blanca! ¡No hay secuestro! ¡Nadie les hace daño!

Luego hacia atrás, lentamente, sacándolo hasta que la punta se junte con los labios.

Entonces no se encuentran a Riki.

¡Sí lo encuentran! ¡No hay peligro!

¿Entonces por qué lloras, Alvin? ¿Por qué tienes tanto miedo? ¿Por qué se siente tan mal?

No se lo encuentran, siguen su camino solos, y entonces...

¡No! ¡Por ahí no! ¡Ahí están ellos, esperando!

No se encuentran a Riki.

Deja de llorar.

Se ríen de cosas bobas, como siempre.

¡No hay peligro, no tienes de que temer!

Hace calor.

¡Límpiate la cara! ¡deja de llorar!

Están en el parque.

¡Deja de llorar!

Siguen el camino de siempre.

¡Deja de llorar!

Es tan asqueroso.

Salen de casa.

¿Salen de casa?

No, no lo hacen. Tavella se los propone, pero nadie quiere salir ese día. Se quedan en casa, escuchando la música aburrida de Rober, escuchando las absurdas charlas de Topo y Marre.

¡Cállate Marrero!

Nunca salen de casa, se quedan ahí, seguros de que nada les va a pasar.

¡Deja ya de llorar!

¡Qué puto asco!

Los gruñidos, suspiros y gemidos que se hacían más constantes, alertaron al batero de lo que estaba próximo a pasar.

Consciente de que no podría hacer nada, solo apretó los puños, clavando sus uñas en la palma de sus manos.

En pocos segundos, la blanca eyaculación de su agresor, fue disparada en su boca.

Alvin tuvo como única opción dejar que todo el líquido pasara por su garganta. A duras penas logró no ahogarse.

Tosió cuando al fin el hombre se apartó, y en un intento por alejarse, se movió hasta llegar al otro extremo de la camioneta.

-Estuviste fantástico, Alvarito -habló su contrario, subiendo la bragueta de su pantalón-, espero poder divertirme con vos un ratito más.

Solo cuando el abusador salió del auto, Pintos empezó a llorar al punto de que bien se podría escuchar dentro de la cabaña.

Se quedó en la misma esquina, temblando, sintiéndose sucio y humillado, sintiendo que todo rastro de dignidad le había sido arrebatada.

Sintiendo que había traicionado a Riki.

-¡La puta que te parió, Marrero! -escuchó a lo lejos- ¡Te doy una oportunidad, y vos la desperdicias! ¡Y de que forma!

-¡No! -gritó lastimoso, con las pocas fuerzas que le quedaban- ¡Ya déjalo, por favor! ¡Por favor, por favor! Por favor, por favor...

Sus palabras se fueron enredando, hasta convertirse en balbuceos y luego en un simple llorar errático.

Su cordura estaba acabandose.

"Alguien... por favor, saqueme de aquí."

-¡Alvi...!

Ese era Topo.

Vagamente miró a Gustavo, notó su cara pálida y su expresión de sorpresa combinada con miedo.

-Álvaro... Dios mío, Álvaro...

¿Le estaba hablando?

Las lágrimas le nublaban la vista, y el cansancio le estaba aturdiendo los sentidos, así que no pudo distinguir muy bien quien golpeó a su amigo, que cayó con un golpe sordo al piso.

Los hombres le soltaron insultos al de lentes, creyó ver como uno de ellos hacía ademán de patearlo, y eso le preocupó, porque antes Antuña se había pegado en el vehículo.

-Topo... Topo...

Y fue lo único que logró decir, antes de que se lo llevaran.

Llorando, desesperado, Alvin sorbió su nariz y se removió.

Estaba muerto de miedo, las sensaciones en su cuerpo hacían todo más abrumador, como si al mundo no le bastara todo lo que ya había pasado.

¿Y por qué Marrero ya no estaba gritando?

Quizá por la desesperación o por el asqueroso rastro de sabor en su boca, las náuseas se hicieron presentes en Alvin. Tan torpemente como había llegado al otro extremo, trató de llegar hasta las puertas abiertas del vehículo.

Pero no pudo lograrlo antes de que finalmente el ácido vomito empujara a su garganta, y terminara por liberarse de su boca, dentro de la misma camioneta.

Se dio asco.

Quiso morir.

De repente, la voz de Gustavo habló gritando, no de miedo, más bien de rabia y desprecio.

Pintos volvió a cerrar los ojos, aterrado de nuevo.

No salen de casa.

***

-Pero sos un cerdo. -se quejó el tipo que había bajado al batero y lo había llevado al interior de la casita de campo.

-Llévalo de una vez. -ordenó otro.

Paso a paso, escalón por escalón, entre los dos secuestradores llevaron al músico a paso rápido hacia el bunker, donde estaba teniendo lugar la pelea entre el bajista y el guitarrista.

Alvin miró a sus amigos viéndose frente a frente, mientras bajaba. A punto de llegar totalmente, escuchó dos estruendos con segundos de diferencia.

Balas, disparos.

Gustavo se desplomó ante sus ojos incrédulos, el cuerpo sin vida cayó sobre una mesita de cristal que se encontraba junto a él.

La sangre que saltó, salpicó varias partes del piso y algunas paredes.

Álvaro no pudo soportarlo.

-¡Topo! -gritó- ¡No! ¡Topo! ¡No, maldita sea! maldita sea...

Corrió al cuerpo inerte de Antuña, con la desesperación a flote. Se arrodilló frente al mismo, y empezó a restregar su cabeza contra el pecho del cadáver, tratando de moverlo.

-Por favor... Topo levántate...por favor, dime que estás bien... dime que están jugando... por favor...

Llorando y salivando, Alvin estaba demasiado conmocionado como para notar al hombre detrás de él.

Tavella seguía soportando el dolor de la herida en el ojo, a esa altura, tenía su bufanda notablemente sucia en la cara, queriendo detener el sangrado.

-Quítale las cuerdas -dictó, haciendo que uno obedeciera, cortando el objeto con un cuchillo-, dejale que haga lo que quiera, pero que ni se le ocurra escapar.

El batero seguía soltando lamentos desgarradores, pero esta vez, tocando con desesperación el cuerpo de Gustavo.

Luego de algunas minutos, Pintos notó tanto a Marrero como la tina, y en ambos casos intentó reanimar a sus compañeros.

Dejando sus huellas dactilares en todos lados.

Santiago, que ya había recuperado al menos un poco la compostura, se le acercó.

-Quiero que sepas lo mucho que sufrieron. Deja que te cuente a detalle, como fue que todo esto pasó.

***

Completamente traumatizado, sufriendo de espasmos involuntarios, y bajo amenaza del asesinato de Riki, Álvaro Pintos fue detenido como sospechoso por homicidio múltiple y privación de la libertad, después de que Santiago Tavella llamara a la policía desde el teléfono de Roberto Musso.

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