Capítulo único
RoomieX
Mía y yo desde el inicio hicimos las cosas al revés, primero fuimos novios tras conocernos poco tiempo. Nuestro amor fue intenso y vívido, como si nuestras almas se hubiesen reencontrado tras muchas vidas pasadas de estar juntas. Duramos el tiempo suficiente para catalogarnos como una pareja sólida. Sin embargo, de pronto tuvimos muchas dificultades de las cuales me cuesta hablar al día de hoy, descuidos terribles de los cuales me culpe por mucho tiempo. El día que terminamos fue el más triste de todos, pero no pasó mucho para convertirse en una experiencia alegre, aunque con cicatrices de por medio. Esto porque ella volvió al hogar que compartimos tras irse y comenzamos a hablarnos como antes, fue incómodo al inicio, pero de alguna manera volvimos a ser los amigos que debimos ser en primer lugar.
Inmediatamente nos hicimos roomies y llevamos juntos una nueva forma de relación en este espacio dos largos años. Estar junto a ella de esta manera ha cambiado mi forma de ver la vida, nos llevamos mejor, hemos tenido pocas situaciones incómodas, pero he sabido sobrellevarlas. No negaré que la extraño como pareja y durante mucho tiempo quise volver, pero es imposible.
—Hola, ¿Estás ahí? —le digo cada vez que vuelvo.
—Si, como siempre —me responde siempre con esa cálida sonrisa.
No saben lo bien que me hacen sus palabras. Saber que volveré a casa y ahí estará ella esperándome. Yo preparo la cena, elijo las películas que veremos por lo general y el tiempo pasa entre nosotros tan rápido que muchas veces hemos visto juntos el amanecer hasta que ella de pronto se va de mi lado con la promesa de que estará aquí a mi regreso. Incluso los fines de semana, aquellos que tantas veces empleábamos para salir cuando éramos novios, ahora eran para seguir en casa, conversar, fingir que bailamos y todo aquello que se nos ocurra en ese momento.
Cuando ella no está, por lo general durante el día, no puedo evitar entrar al espacio que compartimos cuando fuimos pareja, el cual decidimos que quedaría vacío. Hay otras dos habitaciones en este lugar y uno de ellos es mío. A veces entro a ese espacio y añoro los momentos que compartimos juntos como pareja, extraño sus labios, su curvilíneo cuerpo en mis manos, el calor que compartía conmigo en las noches más frías, todo, absolutamente todo. En secreto lloro recordando cada momento juntos, ahora es impensable pedirle que volvamos, siendo una de las razones lo bien que nos llevamos y que quizás pensarlo haga que ella se vuelva a ir de mi vida, esta vez para siempre.
Nunca imaginé que seguiríamos en esta hermosa rutina por otros dos años más, comencé un nuevo empleo y la cosa pintaba muy bien para mí. Mía aún me recibía cada noche en el dúplex que compartimos. Conseguí una mascota, un gatito negro al que llamé Nexo, de personalidad huraña excepto conmigo y con ella. Se divertía más con Mía, saltando de lado a lado con tal de llegar a ella. ¿Así habría sido de haber tenido un hijo cuando fuimos pareja? Nunca lo sabría, nunca pensamos en regresar en este tiempo adicional y estaba claro que nunca lo haríamos en un futuro.
Cuando llegó el quinto año algo pasó, no estaba seguro de cómo sentirme al respecto, mi corazón estaba muy confundido. Una hermosa joven llegó de pronto a mi oficina, en esta época yo tenía 32 años y quien llegó tenía 27, la misma edad que tuve cuando mi relación con Mía terminó. Ahora que lo pienso, no cambié mucho en este tiempo, ella nada. El nombre de aquella señorita nueva era Renae.
No estaba obligada a interactuar conmigo, incluso pertenecíamos a áreas completamente distintas, pero por algún motivo coincidimos y comenzamos a hablarnos. Primero casualmente y luego con toda la intención de pasar algo de tiempo juntos. Hablamos de muchas cosas, anécdotas laborales, de colegio, un poco de nuestras relaciones anteriores, aunque evité lo más que pude hablar de Mía. Sus experiencias y las mías distaban de ser similares, pero de algún modo aprendimos mucho el uno del otro, teníamos una visión de la vida completamente diferente cada uno, pero nunca nos faltamos el respeto y por el contrario empezamos a embonar nuestros puntos de vista para crear un ecléctico manjar de ideas.
Comencé a anhelar más el amanecer que el anochecer, ver a Renae se había convertido en mi nueva droga. De a pocos sentía que me estaba ganando su corazón. Comenzó a aceptarme con virtudes y defectos, empecé a invitarla a salidas cortas en nuestros recesos. Pedirle una cita siempre estuvo en mis planes esos días, pero de algún modo el recuerdo de Mía, su sonrisa expectante con la que me recibe en el espacio que compartimos me detenía. Me hacía temblar de miedo. No tanto por ella, sino por miedo a que la historia se repita y peor aún a su reacción cuando se enterara de mis nuevas intenciones.
Decidí ser el hombre que no fui, al llegar a casa esa noche tenía claro lo que debía pasar, debía darle a Mía, a mi ex amada mía, la mejor noche de todas y decirle la verdad. Me recibió como siempre, con esas dulces palabras "como siempre", me di cuenta entonces que desde que estuvimos juntos siempre la di por sentada. Noches pasadas me pedía ver cierta película que decía ser su favorita, aquella que vio tantas veces desde niña y hasta se sabía los diálogos. Me negaba por sentirla repetitiva, ya la habíamos visto muchas veces antes, pero esa noche, al aceptar, se sintió diferente. Sus ojos brillaban, podía sentir mi corazón derretirse ante cada palabra suya mientras sabía exactamente qué diría cada personaje en cada escena. Me miraba esperando ver en mí algo de esa emoción. Le seguí el juego tanto como mi corazón podía soportarlo. A veces sentía un nudo en la garganta.
Al terminar volvimos a las trivialidades, a esas que a ella le tenían en vilo, es curioso como después de ser pareja recién sentía que la estaba conociendo de verdad. Era demasiado tarde. Me di cuenta entonces que aún la amaba. Esa noche tan especial apenas y emití una que otra palabra, solo quería escucharla hablar, divertirse, verla flotar en este que es su espacio, era un intruso en su espacio, lo conseguimos juntos en su momento, pero era más de ella que mío. Me dolía el pecho, contenía ese dolor, porque Renae también estaba ahí, ambas luchando en mi imaginación por mi corazón y mi mente era el árbitro cruel que debía ponerle un alto a todo y hacerme pisar tierra. Debía decirle la verdad. Que sin importar cuánto amor le tuviera debía seguir con mi vida porque lo nuestro ya no podía ser.
—Y eso es todo —dijo de repente.
—¿Cómo que todo? —respondí— Vamos, nunca has dejado de hablar desde que te conozco Mía, estoy seguro que alguna que otra anécdota aún te guardas.
—Bueno, solo hay una cosa más.
—Lo sabía.
—Bueno de hecho dos, algo que quiero hacer y algo que quiero decirte.
—De acuerdo —dije tembloroso, su expresión había cambiado a una más seria— dime...
—Lo que quiero hacer y llevo queriendo hacer desde hace cinco años que volví aquí es pedirte perdón.
—¿Eh? ¿Qué dices? —pregunté sorprendido, con voz temblorosa.
—Quiero pedirte perdón por mi arrebato de aquel día, yo... no debí irme así de repente... me dejé llevar por mis emociones, estaba tan convencida que tu...
—¿Que ya no te amaba?
—Sí y por eso...
—Mía —le interrumpí— Te lo juro, juro por Dios, que nunca dejé de amarte. Es más, desde que empezamos hasta mi último sol juro que siempre te amaré.
—Ahora lo sé, no dudo de eso y no sabes lo tonta que me siento cada vez que lo recuerdo.
—Perdóname tú a mi... yo... de algún modo entendía cómo te sentías, entendía que tu frustración era momentánea, que hubiese bastado una noche como la de hoy para que siguiéramos juntos. Dejé que te fueras —no pude más conmigo mismo en ese instante, rompí en llanto y caí al suelo— no sabes el miedo que tuve en ese momento, en verdad... en verdad creí que todo se había acabado. Haber vuelto ese día, luego de todo lo que pasó y encontrar que seguías aquí... no sabes lo feliz y a la vez lo triste que me hizo sentir...
—Aaroncito... mi dulce Aaroncito... no llores más por favor.
—¡No puedo Mía! ¡No puedo! Te amo como no tienes idea, pero ahora mi corazón...
—Ha encontrado a alguien más ¿verdad?
—¿Eh? —pregunté sorprendido— ¿Lo sabías?
—Te conozco demasiado bien.
—Perdóname... yo...
—No me pidas que te perdone por lo que sientes. Tus sentimientos son solo tuyos y si estás seguro de ellos sigue a tu corazón. Tú y yo bien sabes que...
—¡Lo sé! ¡No lo repitas! —seguí llorando a moco tendido, ella solo me miraba y no encontraba forma de consolarme solo con sus palabras.— ¡Eso es lo que más me duele! ¡Que me recuerdes que no puedo volver a estar contigo como antes por más que lo desee! ¡Me duele no poder abrazarte, besarte, quererte como antes! ¡Me duele recordar que sin importar lo claro que pueda verte y sentirte en esta habitación en realidad... no sé si en verdad estás aquí!
—Aceptamos la dura realidad desde el primer día. —completó ella mientras rodeaba la habitación, sus palabras aumentaron mi llanto.
Esta es la parte oscura que aún no me he dignado de explicar. Nosotros nos conocimos poco tiempo y ser novios era algo que sabíamos instintivamente que pasaría tarde o temprano. Cuando finalmente pasó, fue el día más feliz de mi vida. Fue desde entonces en que dediqué todos mis estudios y mi esfuerzo a darle una vida de ensueño que ella mereciera. Por supuesto, cuando le dije lo que quería hacer, ella se sumó a esa cruzada y trabajamos juntos en pos de lograr nuestras metas en común. En nuestro tercer año de relación, logramos lo que parecía imposible y conseguimos el espacio que hoy compartimos que para ser más precisos es un dúplex con 3 habitaciones, el cual poco a poco fuimos llenando de cosas materiales para hacer más cómoda nuestra vida juntos.
Sin embargo, nos volvimos ambiciosos e hicimos de los siguientes años una vida dedicada de lleno al trabajo. Nos veíamos más bien poco, la rutina comenzó a comernos, apenas y aprovechábamos los fines de semana y nunca era suficiente. Anhelaba tanto de Mía entonces, pero las fuerzas no me daban, estoy seguro que ella se sentía igual. Teníamos una pequeña fortuna que nunca supimos en qué invertir y seguimos llenándonos de pequeños lujos que apenas ahora en estos últimos cinco años pudimos aprovechar.
Al quinto año de nuestra relación comenzaron las horas extra tanto por parte de ella como de mi parte. Se hizo tan frecuente que comenzaron de igual forma los celos y la desconfianza. Es gracioso, porque en verdad nunca hubo nada más entre nosotros, nunca hubo nadie más, pero sentíamos que el amor se estaba acabando. Mucho después me daría cuenta que quizás solo la extrañaba y quería que ella me lo dijera. Fui tan egoísta entonces. Nunca entendí cómo tomó ella esos días, pero la veía apagada, muy diferente a la Mía alegre que yo recordaba, pero aun así la amaba, pero nunca se lo decía.
Nunca comprendí cuando dejamos de ser expresivos, dejamos que esa copa se llenara hasta el tope y se derramó en el peor de los momentos. Era de noche, había llovido mucho, habíamos vuelto de una cena que organizaron algunos amigos y sus respectivas parejas. No sé qué pasa en ese tipo de reuniones que resulta casi inevitable las comparaciones en historias de amor, tanto de inicios como de presente. Algo en esas historias que sonaban dignas de cuentos de Wattpad caló en Mía y le hizo sentir que nuestra vida había perdido la magia, el brillo, el romance. Discutimos fuertemente por ello. Llegamos a un punto donde ella me lanzaba objetos y era imposible llegar a un acuerdo. Juro que solo quería abrazarla en ese momento y calmar su llanto, pero me aterraba la idea de que me hiciera a un lado por primera vez y me dijera que no me amaba. Fui un cobarde, no me comporté como el hombre que se supone que soy y ella tomó su decisión.
—Quiero terminar contigo, estoy harta de ti. —fue lo último que dijo antes de tomar las llaves de nuestro auto e irse.
¿Qué habrá causado realmente ese accidente? ¿La pista mojada por la lluvia que mencioné que hubo? ¿Sus ojos llorosos que nublaron su vista? ¿El chofer que se equivocó y dobló en la calle incorrecta para casi impactar de lleno con ella? Quien por cierto salió ileso ¿El poste apagado? ¿El semáforo que solo marcaba en ámbar en esa esquina? ¿Realmente importaba? Llegar a esa escena, ver el auto de cabeza completamente destruido y al amor de mi vida perder a cada segundo la conciencia es algo que jamás he de olvidar. Más preguntas... ¿Cuánto tardaron los paramédicos en llegar? ¿Una, dos horas? ¿Qué los detuvo tanto? ¿Qué hacía toda esa maldita gente a mi alrededor con sus putos celulares? ¿Quién mierda había llamado a la prensa? Preguntas sin importancia, las que si me importaron en esos momentos eran ¿Sobreviviría a este accidente? ¿Estaba consciente de todo lo que estaba pasando a su alrededor? ¿Podía escucharme? Le estaba diciendo finalmente todo lo que sentía, cuánto la amaba, que la necesitaba a mi lado, que no se vaya, no así ¿Podía escucharme? ¿Dios, me escucha? si nadie me respondía esperaba que Él lo hiciera ¿Alguien me escuchaba? Lloré, rogué y recé ¿Sentía dolor? ¿Podía... siquiera... recordarme? ¿Entendía... algo... de lo que le decía entonces?
Cuando finalmente llegaron los paramédicos no me dejaron ir con ella, fue difícil, pero llegué al hospital solo para enterarme que mi amada Mía ya no se encontraba con nosotros. ¿Cuántos días pasaron? ¿Cuánto lloré? La verdad no lo recuerdo. Sé que estuve en su velorio, sé que su familia se dividió en bandos, unos me echaban la culpa por completo de su muerte y llegaron incluso a golpearme. No sentía nada. Otros solo me consolaron fríamente y me decían que honre su memoria. ¿Cómo podía hacer eso?
Dejé el trabajo y la rutina, pasaron algunas semanas y aún no me dignaba a volver a nuestro hogar. Usé parte de esos ahorros para una vida despreciable, digna de un vago que ve el mundo en blanco y negro. No me duchaba, apenas y me movía para hacer mis necesidades, pero no más que eso. Quería tanto morir y volver a ella, pero hasta para eso era un cobarde. Me había instalado en un hotel barato, pero creo que colmé la paciencia del dueño porque fue este mismo quien dio aviso a la policía para que contactaran con mis familiares creyendo que yo era una persona desaparecida y que podría cometer una locura en cualquier momento.
El duelo no es fácil, pero de algún modo mi familia tuvo el tino de darme ánimos para llevar una vida de provecho conservando lo mejor que me dejó la relación con Mía. Mi amor por ella nunca iba a cambiar y quizás desde el cielo ella estaría cuidándome. Era lo que quería creer. Tuvo que pasar muchos meses antes de tomar el valor de volver a casa, a nuestra casa.
Di los primeros pasos. Creí que estar en ese lugar me daría una suerte de ataque de ansiedad, pero no fue así. Mi familia se había encargado de limpiar y dejarlo todo como estaba antes de nuestra pelea, incluso repusieron todo aquello que Mía rompió como parte de su enojo. Pensaron en quitar sus fotos, pero yo pedí que las dejen, quería recordarla y sentir que estaba ahí conmigo. Grande fue mi sorpresa al ver que, poco después de que mis padres me dejaran solo otra vez, aparecería la propia Mía como el ángel que siempre me pareció, devolviendo calidez a mi vida con el sonido de su voz.
Fue incómodo al principio, pero de alguna manera... volvimos a ser los amigos que debimos ser en primer lugar... los amigos que nunca debimos dejar de ser. Solo debíamos hablar, eso lo entendimos el primer día. Ella dijo que de algún modo sentía que alguien allá arriba le debía una explicación y que por eso estaba ahí. En ese momento me dio el consuelo más grande que pude sentir.
—Si te escuché, cada palabra antes de irme —me dijo sonriente— perdón por tardar tanto en responder Aarón.
Desde entonces comenzamos juntos esta extraña rutina de juegos y cambios, decidimos pasar la mayor cantidad de tiempo tan unidos como nos fuera posible. La falta de contacto no podía detenernos. ¿Juegos de mesa? Yo podía mover las fichas por ella. ¿Películas? A la orden de mi reina ¿Bailes? Por algún motivo no podía ir más allá de la puerta y ella no quería que me vieran como un loco, por lo que solo fingimos bailar en medio de la sala, aunque éramos pésimos en ello. Al amanecer ella desaparecía, lloré mucho la primera vez que pasó. Sin embargo, esa misma noche sentí su presencia y lo primero que se me ocurrió decir en voz alta, a riesgo de una falta de respuesta fue "Hola, ¿estás ahí?"
Gran alivio sentí al escuchar su voz. Al ser un espíritu ella podía volar y darme divertidos espectáculos como quien ve a un trapecista hacer sus piruetas. Me estaba enamorando de ella una vez más, pero era doloroso saber que era imposible retomar lo nuestro como hubiese querido.
Volviendo a ese momento, cuando finalmente ella dedujo que me estaba enamorando de alguien más, continuó intentando animarme con sus palabras hasta que finalmente dijo:
—Hay algo que también he querido decirte todo este tiempo Aaron.
—¿El qué? —pregunté mientras me calmaba.
—Yo también te amo, nunca dejé de hacerlo, ni antes ni después de mi muerte. Y estoy segura que llegará el apocalipsis antes de que deje de hacerlo.
Sentí paz en mi corazón, pero a la vez una gran tristeza. Desde que volvió nunca me había dirigido palabras de amor, supongo para que no me ilusionara nuevamente. Era la primera vez que lo hacía en cinco años y oír esa voz que tanto me encantaba decir que me amaba era mi más grande anhelo. Quería abrazarla, sentirla conmigo y hacerle ver que sin importar de quién me enamore ella tendría un lugar eterno en mi alma.
—¿Puedes concederme un deseo Aaron?
—Lo que pidas Mía.
—Deseo que sigas con tu vida, que seas feliz, que esta experiencia sea para ti prueba de que el amor aún existe dentro de ti y que tienes mucho para dar. Yo aquí... Él ha sido demasiado benevolente —dijo mirando hacia arriba— pero siento que me espera con un reloj en la mano.
—¿Qué dices Mía?
—Debo volver allá mi amor, pero no podré hacerlo si no me prometes que concederás mi deseo.
—No entiendo del todo lo que dices, pero si, te lo prometo, seguiré con mi vida... en verdad, quisiera que te quedaras más tiempo.
—Yo también quisiera, pero tu corazón te dice que ya ha sido suficiente. ¿Verdad tontito? —dijo acercando su rostro a mi pecho, luego levantó la mirada hacia mis ojos— Y nunca lo olvides, te amo.
—Y yo a ti, mi amada Mía.
Se puso derecha entonces y dio unos pasos dándome la espalda, mis lágrimas ya se habían secado para este momento. Puso sus manos hacia atrás, como quien espera que pase un tren.
—Oye... —le dije de pronto— ¿Estarás aquí?
—Claro que sí —respondió segura, girando levemente la cabeza para mirarme— como siempre —dijo al final con una gran sonrisa antes de desaparecer en un parpadeo de mi vista, pero jamás de mi corazón.
FIN
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