35. Taehyun
Mientras enjabonaba mi cuerpo, no pensé en nada más que en Beomgyu.
Inconscientemente realizaba movimientos, frotándome cada centímetro de piel bajo el chorro de agua caliente hasta que quedaba pálida e irritada.
El se encontraba en un turno de doce horas en el hospital, y lo extrañaba como loco.
Hoy fue mi segunda semana aniversario de mudarme a Tokyo. Comenzaría mi nuevo trabajo el lunes y, aunque estaba un poco asustado, también me encontraba listo para una nueva vida. Siempre trabajé, y esto me pareció extraño. Pasé dos semanas casi rebotando en las paredes, preparado para ser productivo. Beomgyu me dijo que me relajara y disfrutara de mi tiempo libre, pero había luchado con ese concepto y me alegré de que casi se terminaba. También echaba de menos a Hobak, pero ahora estaba viviendo con Soobin y sabía que él necesitaba su dulce compañía más que yo.
Vivir con Beomgyu fue un ajuste fácil ya que ya estábamos acostumbrados a compartir espacios. Sin embargo, esta vez fue aún mejor. En lugar de dos habitaciones separadas, teníamos una sola. Nos habíamos unido más en las últimas semanas, incluso haciendo planes para viajar al extranjero y realizar trabajo humanitario, cosa que a los dos nos interesaba.
Anoche, Beomgyu incluso mencionó el tema de las bodas, preguntando qué tipo preferiría, pequeña e íntima o una celebración total. Solo podía imaginar que era su manera de insinuar que una propuesta podría llegar pronto, una idea con la que estaba totalmente de acuerdo.
Al salir de la ducha, vi su toalla colgando prolijamente junto a la mía. Anoche habíamos cocinado juntos, y luego se había ido a un turno de toda la noche, besándome suavemente en la boca antes de irse.
Con una toalla envuelta alrededor de mi cintura, agarré una botella de agua de la cocina, luego me senté en el borde de la cama. Después de secarme el cabello, arreglé el apartamento solo con mi bata. Todavía tenía unos veinte minutos antes de que Beomgyu llegara a casa.
Mientras me frotaba loción con aroma de coco en mi piel, se me ocurrió una idea de repente. Hurgué rápidamente en la parte trasera del armario hasta que lo encontré, un estetoscopio. Era de utilería, formaba parte de un disfraz de enfermero que había usado dos años atrás cuando Soobin me convenció para ir a un bar en Halloween. La noche había sido un desastre. Él se topó con una ex novia de la secundaria, por lo que nos escondimos en un callejón para evitarla. Habíamos bebido nuestros cócteles de pequeñas tazas de plástico, maldiciendo el nombre de su ex, y luego salimos poco tiempo después. Ni siquiera estaba seguro de por qué había empacado esto en la mudanza, teniendo en cuenta que mi novio era cardiólogo.
Deslicé la toalla de mi cintura y me coloqué solamente unos bóxers negros. Tal vez esto me daría el impulso de confianza que necesitaba para salir de mi bajón. Recé para que Beomgyu siguiera el juego. Agregué el estetoscopio en mi cuello, dejando que cayera libremente sobre mi pecho desnudo. Luego, me miré en el espejo de cuerpo entero y sonreí ante mi reflejo.
El clic de la abertura de la puerta delantera me golpeó como un maremoto y el pánico se elevó en mi pecho.
-¿Tae?—Beomgyu llamó desde el pasillo delantero.
El rico timbre de su voz me envió en espiral hacia el deseo cuando entré por la puerta y me detuve. Se quedó en el pasillo, y su boca se abrió cuando me vio.
—¿Quieres jugar al doctor? —pregunté, usando mi tono más sensual.
Beomgyu no respondió, solamente continuó deleitando sus ojos sobre mi piel, su expresión se ponía cada vez más oscura.
El fino uniforme de algodón que vestía, dejaba muy poco a la imaginación, y cuando se excitó con lo que vio, su erección cubrió el frente de sus pantalones.
La situación era tan juguetona, tan tonta, que, con cualquier otra persona, me habría reído. Pero no con este hombre. Beomgyu me acechó como un leon hacía una gacela. Era toda energía masculina e intensa, con una mirada penetrante y posesiva.
Me tomó en sus brazos, besándome profundamente.
— te ves caliente—jadeo cuando finalmente se alejó.
—¿Pasaste un buen día en el trabajo?—le sonreí, amando la forma en que se veía con su uniforme, amando como sus fuertes manos se posaban en mi cintura. Amaba todo de él.
-Digamos que estoy feliz de estar en casa.
Sonreí de nuevo. Casa. Realmente lo era. Construimos un hogar juntos, y todo había sucedido muy rápido. Pero todas nuestras rutinas encajaron en su lugar, todas nuestras esperanzas y sueños se alinearon. Todo lo que quedaba por hacer era disfrutarlo.
No podía imaginar que llegaría un día en el que no quisiera a este chico con cada fibra de mí ser. Y sin importar lo que la vida nos arrojara, sabía sin lugar a dudas que juntos, siempre haríamos limonada.
Fin ♡
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