Era viernes, y Tae estaría aquí en una hora.

Me sentí asustado como un adolescente nuevamente, nervioso por a donde nos llevaría la noche e imaginándolo una y otra vez en mi mente. Era un poco ridículo cuanto lo extrañé. Desde que llamó ayer para decirme que venía, he estado atado fuertemente, incapaz de pensar en nada más.

Pasé el día aspirando y limpiando mi nuevo departamento. Vivía en un lujoso edificio no lejos del centro con un vestíbulo de mármol y seis pisos. No estaba en la cima, pero era una unidad en la esquina, lo que quiere decir que tiene dos paredes de ventanales que permite que el sol de la tarde entre y un lindo balcón.

Después de terminar de poner en orden todo mi hogar, me dirigí a la tienda de abarrotes para abastecernos para el fin de semana, puesto que mi objetivo era que rara vez dejemos la cama. Cuarenta y ocho horas con mi príncipe no serían suficientes. Solo esperaba que pudiera convencerlo de quedarse para un largo plazo.

He estado con muchos hombres y mujeres a lo largo de los años, pero ninguno como Tae. Él era precioso para mí. Creciendo a su lado, lo ví convertirse en una belleza que te noquea, y ni en sueños pensé llegar a tener algo más con él. Era casi surrealista pensar en que estaba a punto de visitarme aquí.

Después de ducharme, afeitarme y aplicarme un poco de perfume, no había nada más que hacer excepto esperar.

Finalmente, era hora de ir al aeropuerto y esperar a que su vuelo aterrizara. Llegué muy temprano, por supuesto, y el agente de seguridad del aeropuerto marcó el inicio de la fila a partir de mí, no dejándome estacionarme en la acera y esperar por mucho. Circule el aeropuerto tres veces antes de que Taehyun me mandara un mensaje de texto para avisarme que ya había aterrizado.

Cuando mis ojos finalmente lo encontraron, noté que se veía incluso mejor de lo que recordaba. Su cabello rubio caía revoltosamente sobre su rostro con unas leves ondulaciones en las puntas, y él nerviosamente lo peinó hacia atrás mientras miraba a su alrededor. Me di cuenta entonces de que él ni siquiera sabía qué tipo de vehículo conduzco ahora, y en mi emoción, me olvidé de decirle.

Vendí el viejo sedan que había usado a través de la universidad, no pensando que pudiera viajar un largo camino, y ahora conduzco una camioneta deportiva negra.

Detuve mi camioneta, saliendo de ella y dije su nombre. Tae se giró al sonido de mi voz, y una dulce sonrisa apareció en sus labios. Dejando caer su maleta en la acera, corrió a mis brazos.

Alzándolo del suelo, lo sostuve cerca de mi cuerpo y aspiré su esencia a coco y vainilla, tan agradecido de que finalmente estuviera aquí. Su presencia se sentía como todo en mi vida.