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19. Beomgyu

Maraton 3/3

Mi turno del lunes llegó antes de lo esperado. Después de que Taehyun se había colado en mi habitación en la mitad de la noche, el resto del fin de semana palideció en comparación. Fue tan inesperado, generoso y receptivo. Además, era un hombre centrado, con una gran carrera, su propio lugar, con un plan de vida racional. Fue refrescante estar con alguien que se cuida a sí mismo. La mayoría de los chicos de mi edad todavía estaban tratando de resolver sus vidas, dependían de sus padres, o buscaban a alguien para llenar ese vacío. 

Tae no lo era, y eso era sexy como el infierno.

Corrí por el pasillo iluminado con fluorescentes camino a la sala de operaciones, listo para el ajetreado día que tenía por delante. Tuvimos una cirugía a corazón abierto esta mañana. Sería la tercera cirugía de bypass a la que asistía, y había un ambiente serio, muestra lo consiente de nuestra tarea. Por supuesto, los médicos y las enfermeras estaban bien entrenados y habían pasado años preparándose para estos momentos, pero eso no significaba que lo tomaran con la seriedad que merecían. Me encontraba orgulloso de ser parte del equipo, emocionado de entrenarme para hacer estas cirugías y salvar vidas por mi cuenta algún día.

—Entonces, ¿cómo está lo tuyo con tu compañero de piso?—San preguntó, frotándose hasta el codo.

Habíamos trabajado en turnos diferentes, por lo que no lo había visto en días. Su sonrisa fácil y brillante me hizo sentir más a gusto al instante.

Me acerqué al fregadero de acero inoxidable a su lado y abrí el grifo de agua tibia.

—¿De verdad necesito explicarte esto, hyung?

Me hizo un gesto con la mano, aún húmeda y con jabón.—Por favor, hazlo. Debe ser divertido.

—Cuando dos personas se quieren, a veces les gusta quitarse los pantalones y frotarse las partes íntimas...

San rodó los ojos.—Es el mejor amigo de tu hermano. Estoy bastante seguro de que hay una regla en contra de eso.

Terminé de fregarme las manos y las sequé con una toalla de papel.—Lo que sea. Esta bueno. Y es genial. Y cuando estamos en la cama... es jodidamente mágico.

San frunció los labios, entrecerrando los ojos.—¿Realmente ves un futuro con él?

Mi pecho se apretó cuando una sensación extraña me invadió.—Por supuesto que no.

Él me sonrió a sabiendas.—Exactamente. Entonces necesitas dejar de joder con él. Déjalo avanzar para que encuentre a la persona correcta.

Incluso si no me gustaban sus palabras, reconocí que él tenía un punto. Taehyun se inscribió para esa aplicación de citas después de todo, incluso salió en una cita. El tipo fue un completo patético, pero aun así. Claramente, estaba buscando más de lo que yo podría darle. Quizás me interponía en su camino a la felicidad.

—Lo que sea, se acabó. No importa de todos modos. Hemos terminado. Esa fue la última vez.—No quería hablar sobre él esta mañana; sino centrarme en la cirugía que estaba a punto de llevarse a cabo.

San me lanzó una mirada astuta que decía: sí, claro.

El Dr. Seo pasó junto a nosotros con un despreocupado buenos días. Él dirigía la cirugía esta mañana y siempre aprecié su estilo sensato y práctico.

—Andando, vamos a trabajar.—Seguí al doctor hacía el quirófano, con las manos en alto y los brazos extendidos frente a mí, como si hubiera sido entrenado.

Cuatro horas más tarde, mi mundo entero se puso patas arriba.

Cada vez que entramos en el quirófano veníamos con el riesgo, por supuesto. Pero estaba tan seguro de que Suho; varón caucásico, de cincuenta y cinco años, casado y padre de tres hijos, que pronto sería abuelo de uno, se iría a casa. Por supuesto que lo haría. Íbamos a dejarlo como nuevo. Mejor que nuevo.

En un momento, las cosas fueron según el plan. Al siguiente, fue un completo caos.

Nunca olvidaré el silencio ensordecedor en la habitación después de que todas las máquinas se apagaran y los tubos se quitaran. No me olvidaría de la forma en que el Dr. Seo me miró y me dijo:―Ve a comer algo. Ha sido un largo día. Como si pudiera hacerlo en ese momento.

En lugar de eso, me tambaleé, con los ojos muy abiertos y conmocionados, en la sala de guardia y llamé a Tae. Tenía la intención de enviarle un mensaje de texto, pero mis manos temblaban tanto que no podía escribir. Debe haberlo escuchado en mi voz, porque cuando le pedí que fuera al hospital, él estuvo de acuerdo sin cuestionarlo. Afortunadamente, no había nadie más en la habitación que contenía un grupo de literas, así que me colapsé en una inferior.

A veces los pacientes morían, y sabía que como médico, tendría que vivir con ese hecho. Fui entrenado en la facultad de medicina para deshumanizar a la persona a la que estaba tratando y observar únicamente la afección. También sabía por mi entrenamiento que nunca había mucho tiempo para llorar; había muchos pacientes más que también estaban enfermos y necesitaban un médico sensato al timón.

Pero en este momento, nada de eso importaba. No me importaba mi entrenamiento o los otros pacientes que podrían necesitarme. Solo podía pensar en la quietud paralizante en esa habitación, y si había algo diferente que podríamos haber hecho.

Quince minutos después, Tae me envió un mensaje de texto diciendo que ya estaba aquí. Lo encontré en el pasillo y lo guié a la sala de guardia, donde lo llevé a la cama conmigo. Todavía estaba cálido cuando nos acostamos.

—Beomgyu, ¿Estás bien?

Encerrado en los brazos de Tae, dejé escapar el aliento que sentía como si hubiera estado conteniendo desde que nuestro paciente tomó el último. Si pensaba que era difícil ver morir a un paciente, nada podría haberme preparado para el momento en que el Dr. Seo y yo trajimos a su esposa e hija a la sala de conferencias y les dijimos que Suho había sufrido un derrame cerebral en la mesa y había dejado de respirar. Su agonía me destripó, y los espeluznantes gritos de su esposa mientras caía al suelo eran desgarradores.

—No sé si puedo hacer esto—murmuré.

—¿Paso algo?—Su voz era suave, como si ya supiera la respuesta.

—Sí—dije, mi voz se quebró—. Perdimos un paciente hoy.—Incluso decirlo en voz alta fue difícil.

Tae estuvo callado por un largo tiempo. Luego se movió en mis brazos, y sentí su aliento en mi cuello.

—Por supuesto que puedes—susurró—. Volverás mañana, y al día siguiente, y al día siguiente. Salvarás muchas, muchas más vidas de las que nunca perderás. Eres un gran hombre, Beomgyu. El mundo necesita más personas como tú.

Me recordó lo que el Dr. Seo había dicho al salir del quirófano.

—¿Qué hacemos ahora?—le había preguntado.

—Vete a casa. Mañana, volveremos como mejores médicos.

Exhalé y apreté mi agarre alrededor de Tae.

 Quizás él tenía razón; tal vez podría volver mañana e intentarlo de nuevo. Pero por ahora, tenerlo aquí, cálido y sólido en mis brazos, era lo único en lo que mi cerebro fragmentado podía concentrarse. Fue suficiente.

Demonios, lo era todo.

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